Partida Rol por web

- ¿Que ... que pasa? - le pregunto a mi tía.

- ¿Quienes son todos esos Caballeros y por qué ese de ahí - digo señalando al que sujeta a Vasilov - sujeta al Lacayo Vasilov?

Luego me giro hacia el resto de los Lacayos que me acompañan.

- ¿Alguno sabe donde están los aposentos del Caballero Zuyla Dravescu?

- Los tres lacayos feudales se han quedado boquiabiertos mirando al Caballero de los Cárpatos y paralizados por el miedo.

Otto se encontraba en el patio, de camino a las cocinas, cuando vio aparecer por donde él debía dirigirse a Visany y otros tres lacayos. En una noche en la que nada salía como debía era toda una novedad que apareciesen en el momento más oportuno. Ahora, toda la conversación que siguió a su llegada podía tildarse de muchas maneras menos de oportuna.

- ¡Los dos, callad!- les llamó la atención. Había momentos en los que la cordialidad no servía para nada y aquel era uno de ellos. Por muy extraordinarias que fueran las circunstancias los deberes de todos seguían siendo los mismos y ellos los estaban incumpliendo.- ¿Tan pronto olvidáis lo que os dije cuando vinisteis a mí buscando trabajo? Obediencia, lealtad, trabajo, silencio y discreción- les recordó haciendo hincapié en las últimas dos.- No estáis aquí para que se os explique nada. ¡Nada! E Innya, ¿qué es lo que no entiendes de que yo me encargo de todo?- le reprochó meneando la cabeza al ver cómo intentaba dar explicaciones.

- “Si tan solo se hubieran callado”- Al no hacerlo ahora tenía que perder un tiempo muy valioso dando explicaciones que de otra manera no hubieran sido necesarias. Explicaciones que debería dar a Farkas y que le harían hacer preguntas que se vería obligado a responder…  Y mientras el caballero Zuyla seguiría sin recibir atención alguna.- “A no ser que…”

- Farkas, el caballero Dravescu está herido. No sé por mano de quién, pero si me dejáis acudir ahora en su auxilio quizá lo descubra. Los padres afligidos y los que ven cercana la muerte tienden a ser más sinceros- añadió. Luego miró a Vasilov.- También os pido permiso para que dejéis a Vasilov a mi cargo. No sé cuantas manos necesitaré y no quisiera implicar a más de los ya implicados.

- Maldita sea Visany. - me reprocho. A ver si aprendes a mantener la bocaza cerrada.

- Si ... si Chambelan Otto. - digo cabizbajo, mirando al suelo. Perdonad mi indiscrección. No volverá a repetirse.

Tras esto aguardo las indicaciones oportunas por parte del Chambelán.

El recipiente no es ligero. Por fortuna ya no soy ningún crío y aguanto estoicamente sin dar señales de debilidad.

Farkas envainó la espada que llevaba en la mano al haberse asegurado que nadie atacaba el castillo ni tenía intenciones de agredir al Duque. Parecía que los ánimos comenzaban a calmarse y la situación estaba parcialmente controlada. Irían a ver al Duque y sería él el que decidiera sobre todo aquel embrollo que acababa de montarse.
De repente la puerta de las estancias de Durius se abrió y uno de sus lacayos intentó salir gritando. Zador estaba atento y lo atrapó sin dificultad inmovilizando, pero no pudo impedir que el hombre gritara a plena voz.
Farkas no se sorprendió de las acusaciones de Vasilov. No era de extrañar que en casos como ese ambas partes se acusaran mutuamente, sería estúpido admitir la culpa del ataque, sobre todo cuando, como era el caso, había resultado fallido a todas luces, por una parte o por otra. Lo único que llamó la atención de Farkas fue la noticia de que Durius estaba herido y no muerto, aquello cambiaba mucho las cosas.
Antes de poder decir nada otros cuatro lacayos salieron de las cocinas con un par de ollas. Farkas se volvió al oírlos.

¿Pero que diablos está pasando? ¿Va a aparecer todo el maldito castillo?

El Chambelán reaccionó rápidamente intentando poner un poco de orden en todo aquello. Para colmo de males parecía que había otro herido en el castillo y no se sabía si tenía algo que ver o no. Todo eso comenzaba a impacientar a Farkas que veía como las cosas lejos de arreglarse se complicaban cada vez más.

-¡Tu! No quiero oír ni un grito más. Increpó Farkas a Vasilov que aunque no parecía resistirse mucho seguía haciendo escándalo. Zador, vuelve a meterlo ahí dentro y si vuelve a salir alguien gritando siléncialo como sea. No quiero que salga nadie de ahí hasta que el Duque lo ordene.

Lo que menos necesitaba ahora era juntar a los partidarios de Durius con Iacobus y su escudero para que comenzaran a escupirse declaraciones unos en contra de otros o siguieran con el festival de sangre que habían comenzado, sería mejor mantenerlos separados.

-Chambelán haceos cargo de la situación, pero atended al Caballero Durius primeramente y hacedle saber a él y sus hombres que si intentan salir lo tendrán que hacer por la fuerza. No quiero más reyertas hasta que hable con el Duque y se tome una decisión. Si quieren hablar con el Duque tendrán que esperar.

El caballero Zuyla Dravescu era un recién llegado al castillo y Durius era mucho más importante para el Duque y parte importante en todo este lío, así que era preferible salvarlo a él que al otro caballero.

-Llevaos a estos dos con vosotros, veo que necesitareis muchas manos. Farkas señaló a Innya y Dagu. Tal era el escándalo que Vasilov estaba formando y la cantidad de gente que comenzaba a aparecer que la discreción ya era una quimera inalcanzable, así que era mejor que hicieran algo de utilidad al menos. Farkas volvió a hablar pero esta vez extendió sus palabra a todo el patio. Y haréis bien en obedecer al Chambelán. Al próximo que abra la boca sin permiso lo destripo.

Lejos de la corrección de Otto las palabras de Farkas eran una amenaza directa para todos los criados y lacayos. Amenaza que pensaba cumplir si alguien hablaba más de lo necesario, al fin y al cabo sus vidas tampoco valían nada para él. Farkas se volvió hacia Iacobus y Flaviu.

-Acompañadme al Salón Principal antes que el resto del castillo despierte por los chillidos de ese. Es mejor que no permanezcamos aquí fuera más tiempo.

Vasilov dejó de moverse ante las amenazas del Guerrero de Sangre mirando con reprobación a Iacobus a la espera de ser liberado, pretendía regresar dentro si no tenía alternativa, había pedido ayuda para su señor aunque lo recibido fuera más violencia sin sentido.

Atacan a Durius Tremere y lejos de rendirle le tratan como su amo... escoria de guardia... escoria de perros... seguro que también mataste a Mikail...

Por qué nadie pensaba. Por qué tenía que ser él siempre el que pensara. Todos los que le rodeaban tenían la molesta costumbre de solucionar todo con la espada pensando que aquel era el camino más rápido.- “Y no lo es…”- Pero claro, ellos no lo sabían. Era Otto el que debía lidiar con las desagradables consecuencias de ese tipo de actos. Eso sin olvidar que como bien se estaba comprobando tras lo que había comenzado en la sesión de corte, una muerte llamaba a más muertes.

Mitad resignación mitad tiritona el mayordomo se encogió de hombros mirando con cierta añoranza la capa que ahora descansaba sobre los hombros de otro.

- Ayudadles a cargar con todo- pidió a Innya y Dagu ladeando la cabeza hacia Visany y los lacayos. Luego, receloso, se acercó a Farkas para susurrarle algo. Por mucho que hubiese envainado la espada sabía bien que aquel animal no necesitaba una para hacerle daño.

- ¿Estáis seguro? No sé de medicina por eso tenía intención de avisar a Maserrak para tratar a Zuyla. Pero con el caballero Durius es diferente. Es… Es especial.- A falta de un adjetivo mejor.- No creo que la medicina sirva de nada. Además Maserrak es leal a Durius lo que no haría más que complicar las cosas.- Ya se lo imaginaba tomando partido en aquella guerra que había comenzado dentro de los muros del mismo castillo.- Dejad que lo llame para tratar a Zuyla y luego yo mismo iré a ver qué puedo hacer por el caballero Durius.

Farkas escuchó al Chambelán y asintió. No tenía intención de poner en duda el buen juicio de Otto, tan solo quería llevarse a Iacobus de allí y que el Duque decidiera lo que había que hacer antes de que más gente saliera o que se iniciara alguna otra reyerta con los partidarios de Durius.

-Así sea Chambelán, usted sabe mejor lo que hay que hacer en estos casos. Quizá sea mejor que no se acerque tampoco a las estancias de momento. Puedo decirle a Zador que entre a protegerlo si quiere, pero no deseo que ningún partidario de Durius se mezcle con Iacobus por el momento.

- Tarde - dijo Iacobus, mirando a Vasilov.

Una única palabra, que había dejado la furia y había pasado a algo peor. Sus ojos se clavaron en los del lacayo como dos espadas peores que el acero, hechas de oscuridad y de promesas que ni siquiera una pesadilla se atrevería a susurrar en su oído. Pero no corrigió a Farkas, lo dejó rodar en sus conclusiones apresuradas y su evidente falta de inteligencia, teniendo en cuenta que ya le había dicho que aquel desgraciado había salido corriendo y que él, Iacobus, había permanecido más tiempo allí dentro. Daba igual. Que se fueran todos a la mierda.

Ya había empezado a andar en dirección al Salón, dejando a todo aquel hatajo de imbéciles atrás, cuando Farkas decretó lo que ya estaba haciendo. Iacobus giró, bañado en sangre.

- Por fin, joder. Andando.

Y echó a caminar en dirección al Salón, harto, hecho una pesadilla a pasos.

El mayordomo meneó la cabeza tras escuchar el comentario del caballero de los Cárpatos.

- No creo sea necesario- respondió a Farkas sin más susurros.- Vosotros, seguidme- ordenó a los lacayos cargados con el vino, los paños y el agua antes de guiarlos hacia los aposentos de los Dravescu.

El ambiente en el Patio está tenso. Tanto que podría desembocar en cualquier situación si alguien metía nuevamente la pata.

Sin decir palabra por temor a correr un final parecido al del Lacayo Vasilov asiento a las indicaciones del Chambelán Otto y  me encamino tras él portando junto al otro lacayo el recipiente con el vino hervido.

- Farkas Deli y el Caballero de los Cárpatos se dirigen hacia el Salón Principal.

- Zador conduce a Vasilov de vuelta a las estancias privadas de Durius de Slobozia.

- Vilmos sigue rastreando.

- El Chambelán Otto se lleva a Innya, Dagu, Visany y a los tres lacayos feudales hacia el oeste, hacia los aposentos de los Dravescu.

- Todo el mundo parece haberse olvidado del Escudero Flaviu Krevcheski.

Ya había acomodado el caballo en la cuadras cuando vio que el grupo que se reunía en el patio había aumentado. Un montón de lacayos temblorosos y otro par de guardias de sangre.

Parecía que uno de los sirvientes de Durius había sobrevivido, tal como había dicho el caballero de los Cárpatos. Otro punto de vista de los hechos, aunque la palabra de un sirviente no valía, ni la mitad que la de un noble.

El escudero siguió al grupo que se dirigía hacia el salón principal, mientras miraba la armadura ensangrentada de su amo. No es la mejor manera de presentarse ante el duque, pero ahora no hay tiempo de limpiarla, y seguro que el caballero se niega a quitársela.

Cruzo las manos sobre el pecho, para protegerse del fio, manteniendo las manos alejadas de la daga. Un movimiento en falso y me quedare sin mano, pensó recordando el encontronazo con el guardia de sangre.

- El Escudero Flaviu Krevcheski se encamina al Salón Principal, en pos de su señor el Caballero de los Cárpatos y del líder de los Guerreros de Sangre.

- El Guerrero de Sangre Vidor salió del Salón Principal y cruzó el Patio del Castillo hasta llegar a la puerta de acceso a las habitaciones privadas de Durius de Slobozia.

- Allí llamó primero con un fuerte golpe y luego arañando la madera con las uñas.

- Ante ese señal, el Guerrero de Sangre Zador Bence le franqueó el acceso al interior de la antesala de los aposentos privados del secretario.

- Los sirvientes Vasilov y Enrietta ayudan al malherido Durius Tremere de Slobozia a cruzar el patio del castillo en dirección al Salón Principal.

- "Arfff..." -

- "Por aquí, señor secretario." -

La sonrisa del Guerrero de Sangre parece ligeramente burlona, pero es difícil asegurarlo.

A Durius no se le escapó la mueca burlona, ni tampoco el tratamiento dado, como si se tratara de un simple funcionario. La situación podía divertirle o no, pero guardó su compostura seria y se limitó a un cabeceo de aquiescencia.