Partida Rol por web

- Vale- respondió al maestro. No es que le preocupase demasiado irse con desconocidos, además de que era una buena manera de salir de aquel sitio tan aburrido.- Pero no me llames pequeño, llámame Tiberiu- replicó con un orgullo acorde a su tamaño.

A la pregunta de qué le parecía irse con Lindor, al que no había visto hasta que Maserrak se lo señaló, respondió con una sonrisa. En su corta vida y largos viajes pocas veces había tenido la oportunidad de coincidir con otros niños. Había crecido rodeado de adultos, así que poder tratar con alguien que no le doblaba la estatura era bastante novedoso, interesante e imaginaba que divertido.

Casi se permitió un resoplido de autocomplacencia, pero no era ni el momento ni el lugar. El primer paso, el más importante pero no el único, había sido ejecutado. Se guardó una sonrisa para más tarde, y con ella unas palabras que con cierta urgencia debía compartir. Pero no ahora. Ahora era tiempo de permanecer en silencio, observando.

Desde su nueva posición miró las reacciones de las palabras y aguardó. Aguardar se le había dado mejor de lo esperado, y por delante tenía muchos años para seguir tejiendo y tejiendo pacientemente.

“Tal y como debía suceder”, pensó poco antes de que Maserrack la alejara de su pensamiento.

- Muy bien, hijo mío –sonrió a su pequeño- Diviértete tanto como prestes atención al Maestro de la Corte en su enseñanza.

Antes de dejarlo marchar besó la frente del niño con una delicadeza extrema.

- Maserrak y Tiberiu se dirigen hacia las puertas. Maserrak alarga la mano hacia Lindor para que vaya con ellos.

La mirada de Radovina bailaba de uno a otro, como lo había hecho desde el principio de la Corte. Pero su pensamiento, sin embargo, estaba fijo en algo concreto. En una imagen que había captado sólo por un momento fugaz, y que no quería que desapareciera de su mente.

La extraña transmutación por un brevísimo instante del rostro del Duque. Del rostro, y de la sensación que de él emanaba.

La nívea piel, tersa, bella. Más, de hecho que la suya propia. Y los afilados colmillos que apenas se habían mostrado. Un relámpago de callada deshumanidad, callada pero bien patente para ella. ¿Sangre pura...? El Duque era magyar, procedencia fuera de la fuente de la sangre de las familias transilvanas. ¿Entonces...?

Había en el Castillo más juegos que los propiamente políticos, palaciegos. Había juegos más oscuros, más privados. Y peligrosos. Acababa de rendir pleitesía a un peligroso desconocido que había objetivamente y a posta mostrado a Radovina su naturaleza. Brevemente, fugaz, como una advertencia, quizá. O quizá como un reconocimiento. No de agradecimiento, desde luego, sino de identificación. Y eso podía ser bueno, bueno para ellas, para las Szantovich. O muy malo, si lo que quería esa mente astuta de alimaña cruel era su desaparición.

No tendrían que apostar indefinidamente. En cuanto les asignaran un prometido, sabrían. En realidad, uno de los más probables era el propio Durius, como ya desde que entró en el Salón dedujo. Durius sería, probablemente, para Dubieta. La suya, la de Radovina, sería una alianza aún más de conveniencia. O quizá fuera al revés, quizá a ella la asignara a Durius, y a Dubieta la guardara para alguien que era más difícil de alinear a las filas del Duque, como una recompensa golosa.

La mirada de Radovina, por fin, se mantuvo quieta. En los ojos del Duque.

Que le nombrar escudero, no era lo que esperaba Flaviu. Había sido instruido como cortesano, en el arte de la palabra, no en el arte de las armas. Además no conocía al caballero al cual había sido asignado, no sabía su linaje, ni las tierras que poseía, y mucho menos cuáles eran sus intereses. El petimetre estaba desilusionado, parecía una maniobra del duque para alegarle de la corte. Quería replicarle, lo justos es que le devolvieran las tierras que le pertenecían por derecho. Pero la fría mirada del Duque le imponía, traspasándole el alma de lado a lado. Si, es la única forma de ascender, tendré que adaptarme.

Como usted desee. Su excelencia. Tras una leve reverencia se retiro, y se dirigió hacia el lugar donde se hallaba el caballero de los Cárpatos. La figura importe del caballero impresiono a Flaviu. Realizo otra pequeña reverencia, y espero hasta que este le dirigiera la palabra. 

Finalmente, el Duque Kadar había desmantelado de un plumazo las aspiraciones de Dubieta, y ésta parecía estar conforme con las decisiones tomadas.

Mientras que él mantendría su título de Caballero a falta de acciones suficientes para justificarlo, Dubieta debería aguardar en la Corte a que surgiera algún acontecimiento que sirviera para anularla y convertirla en algún miembro inofensivo de los nuevos Señores.

No obstante, mientras que no recibiera orden contraria, él podría mantenerse junto a Dubieta el tiempo que gustase, aunque algo le hacía sospechar que no sería tanto como Schaar quería.

Con una rápida mirada, Schaar estudió la figura del recién nombredo Maestro de la Corte, para luego despedir a Tiberiu con un simple movimiento de mano acompañado por una sonrisa - luego iremos a ver a Fiero - pensó mientras veía alejarse al inocente chiquillo al que quería como si se tratara de su propia sangre.

La estancia en aquel salón ya se estaba alargando demasiado, pero el Duque era una persona muy importante y requerida, a decir por la cantidad de asuntos que debía tratar, y debería aguardar allí hasta que todo acabase, al parecer. Así que el joven Caballero montó su semblante impávido y aguardó a que su Señora quisiera irse.

Iacobus, que había dado un paso atrás, echó una mirada evaluativa a su nuevo escudero. Qué buena forma de pegar una patada al centro de las aspiraciones. Aquello era una verdadera crueldad, y el caballero de los Cárpatos sonrió a Krevcheski cuando vio que le dedicaba una reverencia. Mejor que ese pobre hombre no sonriera, porque con la terrible hostia en toda la cara que le había asestado el Duque, seguramente no le quedaría ni un solo diente aferrado a las encías. No le dijo nada, ni siquiera le dio su escudo. Sólo le hizo una seña, para que se apartara de la vista del Duque, y retrocediera hacia las sombras. Iacobus hizo lo propio, volviendo a su lugar de origen, una vez que Masserak fue llamado.

Su atención no estaba en el hombre, estaba en los niños. Veía como de cada uno de ellos, de cada muñeca, tobillo y nuca, salían hilos invisibles atados a demasiados dedos diferentes. El caballero de los Cárpatos dio una mirada en redondo por la habitación, y movió la cabeza. Demasiada gente junta con demasiadas aspiraciones, y todos conocían las ajenas como si las estuvieran pensando en voz alta. Ahora el maestro se iba con los niños, y siguió al moreno con la mirada mientras se retiraban. Qué diferentes eran las madres de esos dos vástagos. Aunque la plebeya estaba en mucha mejor posición que la noble.

- ¿Sabes algo de caballos? - preguntó repentinamente Iacobus, sin mirar a Flaviu, y en voz tan baja que parecía no existir.

La reunión continua mostrando distintas facetas importantes acerca de las maneras de los nobles y las formas como se realizan los actos en una corte. Mi silencio es la fiel representación de mi absoluta concentración y entrega al aprendizaje obtenido con mi atención a los detalles sutiles y las palabras pronunciadas entre lineas. No tengo mucha práctica, pero me creo entender lo suficiente como para forjarme una idea general del patrón que siguen las relaciones según las convenciones del contexto actual. Creo que el Maestro Maserrak es en verdad bueno como educador, pues todo lo que sé y las maneras de analizar el mundo que me rodea se lo debo a él.

Luego el Duque habla de mí, lo que me toma completamente por sorpresa. Me brinda el derecho a portar un apellido que habla acerca de las tierras en donde nacieron mis antepasados. Jamás conocí ese lugar, pero el poder llevarlo realmente es un orgullo enorme, sobre todo por haber sido concedido por el Señor Feudal, lo que me pone en una altura de estatus mayor al resto de la plebe. Extraño sentimiento.

Finalmente también me nombra paje de la Corte, lo cual sé lo que es por las enseñanzas acerca de los oficios cortesanos que tuve con el Maestro Maserrak hace pocas semanas. Eso me da una enorme importancia, pues me abre las puertas a ser en un futuro un hombre de buen porvenir, a pesar de mi clase social. Todo esto gracias a un aprecio que Durius siente por mí y que el Duque conoce. No puedo deberle más a este hombre, pues todo yo existo gracias a él.

El Maestro Maserrak y Tiberiu, mi compañero alumno y paje, comienzan a retirarse de la habitación y el Maestro me indica que el siga. Hago una profunda reverencia al Duque, a Durius y a los presentes antes de retirarme de la mano de mi tutor a donde él estime conveniente.

- Maserrak, Tiberiu y Lindor dejan el Salón Principal.

- "Bien. Dime, Chambelán. ¿Qué otros asuntos pendientes tenemos?" -

No hay nada mas que tratar en estos momentos, mi señor- responde el Chambelán, que tendría varios asuntos que resolver nada mas salir de aquí. Papeleo que no esperaba que le mantuviera ocupado demasiado tiempo- a no ser que mi señor desee algo más.

- "De acuerdo, Chambelán. Podemos dar por concluida esta sesión de la Corte. Disfruten de la velada.

Durius, acompáñame. Tengo que hablar contigo." - Dice el Duque, levantándose del trono ducal.

Inclina la cabeza en señal de despedida al Duque.

Tras esto da un ligero golpe con su bastón- el Duque se marcha- esperando que, con esa orden, todos guarden el considerado respeto que se merece su señor al irse. Cuando se vaya, deberá ocuparse de los asuntos mandados por su señor. 

Cuando el Duque reclamó su compañía, Durius efectuó una leve inclinación de cabeza a modo de asentimiento y se dispuso a seguirlo. La audiencia había acabado y quedaba claro que Gyula Kadar no tenía intenciones de agasajar a sus actuales caballero y nobles leales con un convite o siquiera unas bebidas que caldearan sus almas recién vendidas.

Una sombra de leve satisfacción se teñía en una tenue sonrisa, producida por el reconocimiento expreso efectuado a su ahijado, así como por el nombramiento de su amigo Maserrak. No era gran cosa para quien todo podía darlo o quitarlo, pero cuando menos, era un paso para con los suyos. Y en cierta medida, nuevas responsabilidades para él y nuevas ataduras.

Ahora, tan solo quedaba saber qué deseaba el Duque de él. Conociendo su carácter y gustos, el abanico de posibilidades en tal sentido podía ser de lo más variado.

Valru, ante la llamada a Durius, le dijo a éste por lo bajo:

-Mi señor, ¿desea que le siga, o prefiere que le espere en algún lugar?

Iacobus, frente al silencio de Flaviu y las nuevas palabras del Duque, se limitó a mirar a este último directo a la cara, y a asentir. Hizo una breve reverencia de despedida, con la mano que sostenía el escudo, y se limitó a sonreír.

Flaviu se había entretenido mirando la armadura del caballero, cuando vio el moviente que hizo este con la mano recordó la pregunta. Se lo básico, como cualquier hombre de sangre noble. No le defraudare. Hablo en tono bajo para no llamar la atención de la gente que contemplaban como el Duque se desvanecía. Aunque mi especialidad no está en las armas o el cuidado de los caballos. Fui entrenado como cortesano, soy diestro en los idiomas y el trato con la gente. Aunque me gustaría ampliar mis conocimientos en el manejo de las armas; conocimientos que no son nulos, pero si son escasos y muchas veces insuficientes. Un gran caballero como vos será un excelente maestro.

El sargento observa a Durius, esperando sus instrucciones, y al tiempo mira si la guardia del duque acompaña a este. Evidentemente el sargento está pendiente de no perjudicar con su torpeza en asuntos palaciegos a su señor. Y como en el resto de la escena, no interviene. Sólo mira, guardando silencio

-No, aguarda en mis aposentos, Valru. Guarda los documentos tras revisarlos y comprobar que todo es correcto y empieza con los preparativos para el viaje de mañana -dijo privadamente a Valru al tiempo que hacía un gesto a Dominik para que se acercara-. Dominik, busque a Maese Maserrak y encárguese de llevar a  Lindor a casa de su madre y dígale a Pavetta que deseo verla... pasado mañana, a mi regreso del viaje ordenado por el Duque. Si no lo acompaña Maserrak, comuníquele las buenas nuevas de esta noche. En cuanto a la razón de mi petición de acudir a castillo, diga desconocer las razones si es que preguntara al respecto. Pero hay cierto asunto que debo tratar con ella -conluyó mirando a su sargento-. Le hice una promesa, Dominik. Va siendo hora de cumplirla -dijo poniendo una mano sobre el poderoso hombro de su hombre de armas-. Ahora debo irme. El Duque no aguarda. Nunca.

-Como mi señor ordene. 

Y salió de allí, directo a los aposentos de Durius, para revisar los documentos y empezar a planear aquel condenado viaje.