Partida Rol por web

Las personalidades que se sumaron a la conversación resultaron ser cada vez más nefastas o insignificantes para la estima del frío párroco. La aparición de un indecoroso Krevcheski fue el motivo final para la resignación de Adelmus. Estaba más que claro para él que allí no conseguiría nada más que incinerar su tiempo y dignidad. Era imperativo que preservara ambas cosas indemnes para su encuentro con el Patriarca. Lo demás era vano ya.

- Un vulgar sicario elevado a caballero, un siervo insolente autoproclamado heraldo y un noble en desgracia devenido en cochero... Evidentemente no es esta una ocasión propicia para nada digno o piadoso.

La retirada del padre fue silenciosa y tensa. Nada se atrevió a comentar su criado Sandu cuando le ayudó a ingresar nuevamente en el deforme carro, para luego cerrar la puerta con mesura y apresurarse a reanudar la marcha, intentando mantener también él la solemnidad de su amo y no distraerse por temor, curiosidad u odio. Las bestias de tiro no dudaron en responder a la urgencia del chiquillo, y así el horrendo vehículo volvió a moverse por la senda para continuar afeando otros paisajes alejados de aquella encrucijada ingrata para  eminencia roja de Balgrad.

Tan fácil era ofender la dignidad de quien no tenía ninguna y se creía dueño de toda. La sonrisa de Iacobus se hizo más profunda y, frente a las palabras del Padre, o de lo que fuera aquel remedo de persona escondida tras las palabras, soltó una carcajada que rompió la retirada silenciosa y tensa del sacerdote. Incluso agregó al momento un aplauso que, por estar cubiertas sus manos con guanteletes, sonó en el frío día transilvano como un choque de espadas.

- ¿No es momento? Ah, pero si bien digno y piadoso es que elijáis privaros de vuestra presencia.

Pero el Padre Adelmus ya no estaba bajo el carruaje, gracias a la gloria de un infame destino. Una lástima, porque de haberse quedado un instante más, el caballero de los Cárpatos hubiese sido muy elocuente respecto a aquello que podía interesarle sobre su propia familia. Poco había que le interesara menos a Iacobus. Miró a Sandu, el chiquillo, directo a los ojos, pupila contra pupila, y sonrió. Una sonrisa irónica y divertida, oscura como un pecado.

- Qué desgracia, chiquillo, que vuestro maestro prefiera dejaros enfrentando las cosas mientras él se esconde excusándose en su dignidad. Un consejo piadoso: temedle a quien tenéis a vuestras espaldas, no a quien podáis mirar a la cara.

El carruaje por fin se alejaba y Iacobus, que había seguido sus pasos lo suficiente para acabar de dirigirse a Sandu, volvió a girar su corcel para encabezar nuevamente la comitiva. Sonreía.

- ¿Y bien, qué esperáis? ¿Acaso no queréis llegar, o es que los insultos de vuestra señoría eclesiástica os han conmovido el corazón?

Qué piadoso sería que de la faz de la tierra se olvidase la autoridad de la fe.

¡Oh, si! ¡Y ese elegante acto de estupidez nos ha costado una hermosa excomunión! - Dijo el lacayo en voz baja para sus compañero de carruaje. Si bien el sinvergüenza estaba más allá de cualquier sacramento, bien sabia lo que era la iglesia y sus agentes. - Aprendan bien temprano pequeños, ante un hombre de sotana mostrar fervor religioso, lo tengáis o no. Nunca los perseguirán por fanáticos, si por herejes... -

- La comitiva noble sigue su camino, y el carruaje eclesiástico también.

TRANSCURRE EL RESTO DEL DIA.

- El Sol justo se acaba de poner cuando la comitiva del Caballero Durius de Slobozia arriba a la ciudad de Alba Iulia.

- Los cuatro carruajes y los tres jinetes recorren las silenciosas calles, tras atravesar las puertas de la ciudad (que no se abren nunca de noche para viajeros ordinarios).

- Al rato, la comitiva llega al largo puente que une la orilla con la isla sobre la que se asienta el castillo, en mitad del río. Los jinetes y carruajes cruzan el largo puente y finalmente entran en el patio interior del Castillo de Balgrad.

CAMINOS DE TRANSILVANIA: CARRETERA DESDE LA FINCA BASARAB HACIA ALBA IULIA:

-Le necesitamos por partida doble -fueron las palabras de Iador al respecto. Preferí callar y esperar al desarrollo de los acontecimientos, pero no me fiaba de nuestro primo-. Él es el único que podría tal vez encontrar las catacumbas secretas del Agua Negra, y puede conocer los túneles que conducen a los subterráneos del castillo.

Pronto me di cuenta de que aquel gusano repugnante de Adelmus era efectivamente un traidor. Desapareció durante la cabalgada, dejándonos solos a Iador y a mí. La traición parecía una evidencia.

A alba pedí una tregua a Iador. Tras la dura cabalgada de toda la noche, la fatiga era insoportable. Sin embargo, mi hermano parecía infatigable, lleno de vigor. Como si ahora fuese realmente el cabeza de familia, el verdadero heredero de Padre. ¿Podía aquello significar que Niktu había muerto de camino al exilio? Preferí evitar aquel pensamiento en ese momento.

A mediodía casi alcanzamos la ciudad, tan activa que parecía un hormiguero a aquella distancia. Iador debió de ver lo mismo que yo cuando tiró de las riendas de su montura y se volvió hacia mí, sonriendo. Mi cara de sufrimiento debía de ser horrible, pues la tregua del amanecer no fue suficiente para mitigar mi cansancio.

-Quizá debiéramos descansar hasta que nos alcancen nuestros hombres.

Una sonrisa fue la respuesta de mi hermano mayor, cuya figura recortada en negro ante la luz del sol se me antojaba parecida a la del boyardo.
-Tú y yo, hermano. Contra toda una ciudad. ¿Acaso te parecen demasiados? Esta ciudad era nuestra.

Asentí sus palabras, pues realmente sentía obediencia hacia él. Como si Blaatu aún viviese, en algún lugar de su interior.

Sin embargo, Iador supo adivinar que yo no podía combatir en aquellas circunstancias. Agradecí sus palabras cuando mencionó el descanso, e intenté recuperarme.

Se acercaba el alba cuando Adelmus dejó a sus primos seguir sólos con la inútil cacería del enemigo. El sol de la mañana amenazaba con atravesar toda la palidez del atormentado sacerdote, que más se asemejaba ya a un espectro en pena que a un humano. Lejos había quedado aquél exquisíto y amanerado hombre que tan graciosamente deleitaba a los feligreses transilvanos con su cantar de ruiseñor.

Los bárbaros Kadar y Basarab habían terminado de retorcer por completo esas pequeñas cosas que otrora tanto orgullo le provocaban. Ahora sólo le restaba sobrevivir como animal errante, hasta que a algún salvaje (no importaba el bando ya) se le antojara de repentinamente cercenar su fino cuello. Con eso se concretaría finalmente la voluntad de Dios del sufrimiento, que había creado a Adelmus para regodearse de su dolor en las garras de los poderosos lunáticos que gobernaban Transilvania.

A las puertas de Alba Iulia tengo tiempo para meditar hasta que lleguen Barakta y las pocas fuerzas que nos quedan.

Adelmus. ¿Qué haré con él? Sus actos han supuesto una incógnita durante todo el asalto de los ducales. Si confío en él tenemos varias opciones de atacar el castillo. De lo contrario nuestras posibilidades son nulas.

Molensk sigue dormido. Yo intento divisar el norte de la ciudad. Desde nuestra posición se me hace imposible pero me imagino al Koldun del Agua Negra en las ruinas del norte. Si damos con él tendremos una posibilidad. Si Durius pierde el castillo sería un duro golpe para el Duque. Tentador.

Pero me apetece y mucho hacer sangrar a los Condes leales al Duque. Transilvania es una tierra ingobernable y deben aprenderlo aunque sea por las malas.

Padre me enseñó todo lo que sé. Ahora es mi responsabilidad continuar su legado, y vengar todas las muertes Basarab.

Mis ojos se dirigen al corazón de la ciudad. Durius, Maserrak... pagaréis con vuestras vidas vuestra osadía. Y puedo prometer que no será rápido ni estará exento de dolor.

El cuarto hijo miró hacia el horizonte, distinguiendo en el camino a sus dos hermanos. Mantuvo el ritmo, mientras poco a poco sus hombres y el carruaje se acercaban hacia ellos. El transcurso de su viaje fue sin incidentes, salvo su pequeña parada para "recoger" a su primo.

Perdonad el retraso, he tenido que pararme a por mi primo- hizo un gesto hacia el carro, dando a entender que se encontraba en él- bueno, ¿y ahora que?

A UNA HORA DEL OCASO, CUARTO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

Saludo con la cabeza a Barakta. – Gracias por traer a todos hasta aquí. – Comento refiriéndome tanto a las tropas como a nuestro primo el vampir.

- Tenemos que actuar rápido. Antes de que Durius organice a sus tropas. Y no debemos cometer los mismos errores que ellos o que Padre. -

Aprieto el puño inconscientemente. Aun siento la rabia de haber permitido que Durius y el mago escaparan.

- Tenemos veinticuatro soldados y seis sirvientes. – Digo haciendo un resumen de nuestras tropas mientras evalúo nuestras fuerzas con la mirada. – Tres caballeros y treinta soldados de infantería. No es una fuerza considerable. -

Me giro para observar Alba Iullia y nuestra antigua fortaleza. - ¿Tienes contigo la cabeza de Iacobus? – pregunto a Barakta mientras obligo a mi cerebro a trabajar a toda velocidad.

- Ya no perseguirán a Niktu y nuestros sobrinos. La Familia está a salvo. – Comento haciéndoles ver que al menos nuestro objetivo principal está cumplido. Nuestra sangre sobrevivirá. Es nuestra misión hacer pagar a esos perros con sangre todo el daño y dolor que nos han causado.

- Ahora debemos decidir qué hacer. – Añado con voz firme. Me mantengo erguido, con ambas manos a la espalda. – Muchas de nuestras opciones pasan por Adelmus y su lealtad para con nuestra Casa. – Explico.

- Confío en que, como antiguo párroco de Alba Iulia, nuestro amado primo conozca túneles que conduzcan desde la Iglesia hasta las catacumbas subterráneas bajo el castillo. Ése sería nuestro mejor punto de entrada. Si tratamos de entrar por las murallas sin disponer de arqueros, y contando el enemigo con un mago capaz de hacer brotar fuego de la tierra y que arroja viales de fuego alquímico… - No acabo la frase. Es evidente lo que quiero decir.

- Hay que tener también en cuenta que el enemigo dispone de al menos un hombre lobo. No podemos hacer frente a una criatura así. Si Farkas vuelve a aparecer, nuestro ataque estaría condenado de antemano. – Trago saliva y agacho la cabeza meditabundo. – Aunque me extraña que no usaran a Farkas en su ataque a nuestra mansión. O lo dejaron en Alba Iulia para proteger el castillo, o ya no cuentan con sus servicios. Si es la segunda opción mejor para nosotros. –

- Y otra cosa más. – Añado sin dar tiempo a digerir todo lo que ya he dicho. Es evidente que me he tomado mi tiempo para pensar en todo este asunto. – Durius ya ha demostrado su habilidad para saltar como si volara. Eso le ha mantenido lejos de nuestros ataques en todo momento. O atrapamos al vampir de día, o nos va a resultar casi imposible acabar con él. Y a mí personalmente, tomar la fortaleza pero dejar que Durius escape, no me vale. Sangre por sangre. – Digo aclarando que quiero tomarme cumplida venganza. Venganza que sólo se verá saciada con la muerte de Durius.

- Nuestras opciones vuelven a pasar por Adelmus. – Matizo llegando al final de mis conclusiones. – Aunque nuestro primo no fuera nada útil allá atrás en la mansión, ahora sí puede servirnos. Como sabéis, durante décadas Padre cultivó una sólida alianza con el Koldun de Agua Negra. Suministró al vampir siervos y mucha plata para sufragar sus gastos. Se supone que ese vampir mora en algún punto en las ruinas romanas al Norte de la ciudad, pero no se ha dejado ver desde la invasión magyar de 952. -

Enderezo mi cabeza altivo. – Si fuera posible encontrar y despertar al Koldun, y más aún, hacerlo luchar de nuestro bando… quizá eso inclinaría las tornas. Tendríamos una posibilidad frente a Durius, el mago y a lo mejor un hombre lobo. -

Alzo mi mano derecha y extiendo el dedo índice mientras comienzo a enumerar nuestras opciones.

- Podemos atacar la ciudad y el castillo con las menguadas fuerzas de que disponemos. Ahora, sin contar con Adelmus y con al menos una hora de luz antes de que anochezca. –

El dedo corazón se suma al índice ya extendido.

- Esperar a que nuestro primo despierte y atacar la ciudad. La milicia de Alba Iulia es pura roña. Llegamos hasta la Iglesia y desde allí alcanzamos la cripta familiar bajo la capilla del Castillo. -

Mi tercer dedo, el anular, se suma a los otros dos.

- Conducir a Adelmus a las ruinas romanas para buscar al Koldun. Despertarlo si está en Letargo y llegar a un acuerdo con él o renovar la antigua alianza Basarab. – Evidentemente esta opción implica contar con un poderoso vampir y todos sus lacayos de nuestro lado para recuperar Alba Iulia.

Y finalmente extiendo el meñique. Última opción.

- O podemos desistir del ataque a Alba Iulia y el Castillo de Balgrad. Si les atacamos ahora es por ansias de venganza pero corremos un riesgo muy grande de ser nosotros los eliminados. Nuestras posibilidades reales de triunfar son escasas. En este caso podríamos seguir a Niktu al exilio y asegurarnos de proteger a él y a nuestros sobrinos en las tierras de Polonia. O la opción que más me gusta llegados a este punto: repartirnos por Transilvania y dedicarnos al pillaje y al bandidaje. Causaremos el mayor daño posible a los Condes leales al Duque. Recuperar Transilvania será imposible mientras los Condes magyares retengan el poder en las diferentes Tirsas. El poder combinado de los Condes más que duplica todo el poder de la Casa Basarab en su mayor momento de gloria, y no estamos claramente en nuestro apogeo. Podríamos reunir aliados, bandidos, criminales, gente descontenta… incluso otros nobles transilvanos como los Bratovich o los Danislav. -

Dejo unos segundos para que mis hermanos asimilen todo lo que les he dicho, pues reconozco que es mucho, y la decisión es difícil.

- Quiero saber vuestra opinión. – Exijo a ambos. Soy el mayor y quien está al mando, pero no pecaré de la soberbia de Padre. Escucharé a todos por igual y no los menospreciaré o llamaré necios por decirme lo que piensan. Y finalmente decidiré. – No tenemos mucho tiempo. Expresaos libremente pues debemos decidir rápido cuál será nuestro siguiente paso. -

No entendí por qué Iador se echaba atrás justo ahora. ¿Para eso habíamos cabalgado toda la noche y gran parte del día? ¿Para decidir ahora retirarnos y dedicarnos la bandidaje? No estaba de acuerdo, y así quise hacéserlo saber a mi hermano mayor.

Si por algo me he caracterizado siempre es por ser el más frío de los Basarab, por pensar muy bien las cosas antes de hacerlas y no dejarme llevar por la absurda violencia del momento. Pero aquella noche cabalgando junto al Basarab que ahora nos liberara me había convencido de aquel plan. Su fuerza, su vigor, su determinación y la viva imagen de Padre que ahora parecía me habían hecho apoyar su plan, que en un principio me pareció una locura.

-No podemos echarnos atrás ahora -sentencié, dando mi opinión como Iador nos pedía. A continuación expuse mis motivos-. Ahora que hemos llegado hasta aquí, no tiene sentido dar pasos atrás. El plan puede significar la destrucción final de esos sucios magyares y que al fin nuestra familia recupere el lugar que le corresponde por derecho propio... Pero tiene un pequeño cabo suelto -señalé entonces al lugar donde descansaba Adelmus-. Hemos de asegurarnos* de su lealtad. El Koldun no le negará su ayuda a los Basarab después de tantos años de servicio. Y creo que ni mucho menos si sabe que Padre, su fiel aliado, ha caído a causa de esos bastardos.

Hice una pequeña pausa, paseando de un lado a otro, sopesando todas las posibilidades que Iador nos acababa de exponer.

-Atacar de noche es una locura. Como bien ha dicho Iador, nuestras fuerzas, entre las que nos incluyo a los hermanos Basarab y no sólo a nuestros hombres, no tienen oportunidad alguna ante el hombre lobo, el vampir y el mago, por no hablar del resto de huestes que poseen. Sin embargo, de día creo que nuestras opciones se multiplican. Si podemos acceder a través de los túneles sin ser vistos y pillarles por sorpresa, con Durius fuera de juego y la ayuda del Koldun, podemos vencer.

Pero de nuevo necesitamos a Adelmus. Cualquier ataque sin él sería una muerte segura. Un suicidio. Por eso hemos de asegurarnos* de que colaborará. En caso contrario, no tendremos posibilidad alguna.

Escucho a Molensk con atención. No pecaré de engreído por no saber escuchar y valorar bien las opiniones de cualquiera, en especial mis hermanos. Estoy de acuerdo con lo que dice, en parte.

- La cabalgada de esta noche ha sido fruto de la rabia y de mis ansias de venganza. Quería sangre por la muerte de Padre y nuestros  hermanos. – Confieso recordando a Glattu, Beld y Seldu. – Y ojalá hubiéramos alcanzado a esos bastardos. Ahora no tendríamos que tener esta discusión. Debemos usar la cabeza o acabaremos igual de muertos que Padre y nuestros hermanos. No me importa morir si al menos es una muerte con sentido. Pero os confieso también que preferiría seguir vivo. – Sonrío. Algo extremadamente poco habitual en mí.

- Si no encontramos al Koldun, o éste no nos apoya, no atacaremos el Castillo. Nada cambiará mi decisión en ese aspecto. – Declaro firmemente. – Y si nos apoya tendremos que planearlo bien. Con respecto a Adelmus podéis estar tranquilos. – Echo un vistazo hacia el carro donde descansa nuestro primo. – Como buen Basarab tiene su lealtad para con su Familia en primer lugar. No tengo duda de ello. De lo contrario deseará una muerte misericorde, mucho más rápida que la que yo le proporcionaré. -

En ese momento me doy cuenta de algo que ha comentado Molensk. – Si atacamos de día podemos olvidarnos del apoyo del Koldun. Es un vampir al igual que Durius. Podríamos atacar de día, intentando aprovechar nuestra superioridad militar para acabar con el mago, y los esbirros del Koldun para acabar con el hombre lobo. Al anochecer, tanto el Koldun como Durius se sumarían a la refriega. Pero si durante el día acabamos el trabajo, podremos arrastrar al malnacido de Durius fuera del castillo para que vea la luz del sol. – Medito en voz alta. Realmente hay una infinidad de opciones.

Entonces me doy cuenta de que no he permitido que Barakta exprese su opinión antes de responder a los comentarios de Molensk así que me freno y miro a mi otro hermano, esperando en silencio a que diga lo que piensa.

El cuarto hijo se mantuvo en silencio durante toda la exposición de su hermano mayor. Escuchó también pacientemente las palabras de Molensk y la réplica, hasta que Iador le miró esperando oír su opinión. 

Creo, hermano mayor, que has explicado bien las opciones y veo sensatez en tus palabras- responde finalmente- debemos vengar la muerte de padre, pero no a cualquier precio. Atacar sin más es una estupidez que solo nos llevaría a la muerte. Me alegro que esa no sea la opción de ninguno de los aquí presentes.

La situación solo tiene dos opciones: una, encontrar a Koldun, lograr alcanzar una alianza provechosa para ambos y así atacar al castillo con su ayuda, dos, atacar al amanecer el castillo. En cualquier caso, para ambas opciones se necesita tiempo y a Adelmus para encontrar tanto a Koldun como para que nos diga posibles entradas al castillo. 

Si tengo que elegir me quedo con la primera opción. Un vampyr a nuestro lado decantaría mucho la situación a nuestro favor. 

Tras decir esto coge una bolsa manchada de sangre y la lanza al suelo- y aquí está la cabeza del caballero de los Cárpatos. Algo podremos sacar de ella. 

-Sea pues -dije, asintiendo las palabras de ambos. Me alegré que el ansia y la sed de venganza de Iador no le llevaran a hacer ninguna locura, y también de haber alejado la idea del bandidaje, que a mi parecer carecía ya de sentido alguno. Niktu estaba a salvo, y ahora era hora de atacar. Pasara lo que pasara, el linaje Basarab perduraría.

-Esperemos a que Adelmus despierte y hablemos con él. Mientras tanto, mejor guardar las distancias y alejarnos de un encuentro suicida.