Partida Rol por web

4º día del Herrero. Mes del Doncel. Año 242 D.D.

Tercera hora de la tarde.

Lugar: Aposentos de Guileon.

Mawney se adentró en los aposentos de su amigo como una tromba. 

-¿Y bien? ¿has averiguado algo? ¿qué planes tienes?

Guileon cavilaba perezosamente, sentado frente a una mesa de madera donde medio pollo yacía abandonado. Así fue como recibió a Mawney, intentando aplacar la impulsividad de su amigo al indicarle con un gesto lánguido de la mano que acercara una de las sillas de madera ubicadas sobre la pared y tomara asiento.

—Estimado Mawney —saludó mientras se quitaba con un palillo restos de comida incrustados entre los dientes— Me temo que no hecho más que el tonto con lord Urthen. Pero he averiguado que, pese a que el muchacho no ama a lady Bessa, tampoco parece dispuesto a renunciar a dicha unión, ni considera otras alternativas.

Rascándose la barbilla, miró directamente al rostro de su viejo amigo.

—¿Y tú? ¿Qué has averiguado?

-Guileon, amigo mío, tienes que sacarte de la cabeza a lady Bessa. Sé que fuisteis amantes, y veo claramente que aún la quieres. Conspiras con el primero que se te pone delante para intentar quitar de enmedio a Urthen. Te sulfuras si airean tu relación con la novia, y con ello lo que consigues es afianzar los rumores, y dejas claro, sobre todo ante los implicados, que son verdad. 

Suspiró, era él, su amigo querido, su hermano del alma, aquella persona por la que había aguantado años y años de penurias y malos tratos, cuya visión le había mantenido fuerte y vivo. Era él, su sueño, su esperanza. Su amor infantil. Pero aunque el Guileon que recordaba debía estar en alguna parte, escondido en el interior de esa fachada displicente y de humor fácil, ahora debía lidiar con ese otro, superficial y niñato.

-Te juré que volvería a por ti. Aquí me tienes. Te juré que nos vengaríamos. ¿Qué es para ti ahora esa venganza? ¿Matar a Urthen para intentar que Bessa te ame? ¿en serio...?

Las palabras de Mawney resonaron en su interior, pero como apagadas, como si fueran pronunciadas desde detrás de un velo lejano e invisible. El muchacho revolvió el vino en su copa antes de contestar.

—Ya no quiero matar a lord Urthen. Además, sería inútil, pues en ese caso Lady Morna casaría a su hija con lord Valder. Aunque este último tiene más carácter que su hermano mayor...

El joven observó a Mawney durante unos instantes. Recordaba la despedida entre ambos, las palabras pronunciadas subrepticiamente antes de ser arrancado del seno de su casa.

—Lo siento, amigo. Sé que he estado disperso con todo este asunto de la boda y no hemos podido hablar como corresponde. La venganza... la he nutrido, he rumiado al respecto durante trece largos años. Pero otro sentimiento ha acabado por prevalecer. ¿De verdad crees que no tengo oportunidad con Bessa? ¿Ha dicho Ser Clarinthe algo interesante durante la caza?

-Sí, lo ha dicho. Por eso quiero saber exactamente qué piensas hacer, qué quieres hacer. No, no tienes nada que hacer con Bessa, si me preguntas. Ella o ya no te quiere o te ha manipulado y no has sido más que un juguete. Es así de descarnado, compañero, no hay más. Pero tú eres Ser Guileon, lord de los Vance, futuro Señor de Nueva Esperanza. Esa es tu carga, si es que quieres verlo así, pero siendo eso o un regalo del destino, eso eres. Y debes tomar decisiones, empezar a tomarlas. 

Se pasó una mano por el pelo, que llevaba aún atado en una cola de caballo, como lo había peinado para la cacería. 

-Por los Siete, estoy hablando como un padre, maldita sea, odio tener que hablarte así. Hubiera querido encontrarte como te dejé, y te hubiera abrazado, y, ¡joder! besado, hasta quedar exhausto. Pero estoy dándote consejos acerca de amoríos y de bodas, de responsabilidades. No soy yo, y tú tampoco eres el Guileon que esperaba, vale, estamos en paz. Ahora, vamos a retomar las cosas desde el principio. 

Juntó las manos frente a los labios, pensativo.

-Vas a irte de aquí según lo quiere tu madre. Vas a tomar las riendas de tu vida junto a ella, salir de este nido de víboras de una vez. Hay planes, los hay, y son buenos, aunque con todo lo que estás haciendo, ya no sé si van a seguir sobre la mesa. Al parecer Harriet te tiene como candidato para casarte con su hija, Clarinthe. Ya me dirás qué impresión le causaste a ella, cómo la abordaste, qué le dijiste. Y si tras lo que fuera que le dijeras pueden quedarle ganas a la muchacha de tenerte por marido...

Guileon sonrió ante las palabras de su viejo amigo.

—Mi querido amigo, veo que permanecer en Nueva Esperanza durante los años de mi cautiverio ha mantenido intacto al niño Guileon en vuestra memoria, como si su fantasma aún paseara por los jardines. Sin embargo, he tenido que adaptarme a una nueva realidad, una nueva familia, un nuevo rol. Es natural mi amigo que, si el paso del tiempo opera cambios en las personas, yo sería el más afectado, y no tu.

Luego sonrió y abordó el tema de su compromiso.

—Estoy al tanto de los planes respecto a Ser Clarinthe, y haré lo que sea necesario para asegurar el bienestar de nuestra casa —aseguró el joven caballero— Mi madre me lo ha contado todo. Lo único que me inquieta... es una ligera sospecha de que Ser Clarinthe pueda estar enamorada de Bessa —rió por lo bajo antes de continuar— Lo sé, dirás que estoy obsesionado, pero escúchame durante unos instantes, Mawney. ¿Por qué otra razón tendría la Tully tanta inquina hacia lord Urthen? Este último parece ser un muchacho amable y cortes, y cuando se lo he preguntado, me aseguró no tener idea de la causa de la furia hacia el. Al principio creí que tal vez Ser Clarinthe estuviera enamorada del mayor de los Haffer... pero ahora no estoy tan seguro. ¿Y si el objeto de su amor fuera lady Bessa? Por eso te he enviado a seguirlas de cerca durante la cacería. ¿No has notado nada que pueda apuntar a dicha presunción?

-¿Y qué más da? - respondió Mawney exasperado -Y qué si está enamorada de ella? Mira, ya tendríais más en común. Olvida a Bessa, y disponte a rehacer tu vida. ¿Junto a Clarinthe? ¡Perfecto! Pasaos las noches uno en brazos del otro murmurando Bessa, Bessa mientras os corréis, joder, maldita sea. Que te de un heredero, y el poder de los Tully. Y eso es todo de lo que tienes que preocuparte. 

Mawney se dejó caer sobre la cama, cansado. Por unos instantes hundió la cara entre las manos, y luego la levantó de nuevo y le miró.

-Olvida a Bessa - repitió- Piensa como Señor de los Vance. Sé cauto, discreto, y sobre todo, sé encantador. Seduce a la gente con tu encanto, lo tienes, siempre lo has tenido. Pero hazlo con inteligencia. Y guarda para ti dos cosas: tus impulsos y tus sentimientos. Saldrás ganando.

A Guileon no le gustó la manera en que su amigo pronunciaba el nombre de Bessa, pero no hizo más que dirigirle una mirada reprobatoria.

—No sé si seducir a la gente con mis encantos sea lo mejor. Ya me ha causado problemas en este día —dijo en voz baja, más para sí que para Mawney— Lord Urthen me ha besado —miró a Mawney directamente a los ojos— Hoy. En el bosque. Afirma que me ama. Al parecer ha estado enviándome mensajes desde Puño del Río, aunque yo no he recibido ninguno. Supongo que Lady Morna también está al tanto, ya que los Hawick han filtrado durante años toda mi correspondencia.

Mawney calló durante un largo instante, y por sus pupilas fue instalándose la comprensión. Finalmente soltó una ruidosa carcajada, se levantó de la cama de un salto, y se lanzó sobre Guileon de un modo totalmente imprevisto.

Sin mediar palabra tomó el rostro de su amigo entre las manos, y le besó. Un beso apasionado, contundente, inequívoco. Lleno de hambre y sed, de deseo de años. 

Cuando se separó de él, jadeaba, satisfecho, sonriente.

-No iba a ser el único imbecil que se quedara con las ganas, ¿no?

Después asintió, dejándole margen para que pensara.

-Lo que te decía. No pasa nada. El te quiere. Yo te quiero. Clarinthe quiere a Bessa. Tú también. ¿Qué más da? Guarda tus sentimientos. Y yo entonces guardaré mis impulsos...

Y volvió a soltar una carcajada sorprendentemente masculina.

Guileon se vió sorprendido por lo brusco de la maniobra, más pronto acompasó sus propios labios a los que le ofrecía su amigo, cediéndole la iniciativa, reaccionando sutilmente a la manera en que la lengua exploraba su interior. Cuando por fin se separaron, el joven caballero sonrió divertido.

—Mawney... ¿Sabés que te quiero, no? Te quiero como un hermano —puntualizó, antes de recordar las palabras del bardo: «La quiere como su hermana». Entonces no pudo contenerse y él también comenzó a reír, acompañando a su viejo amigo, hasta que las lágrimas saltaron por su rostro. Cuando por fin consiguió recobrar el control, volvió a acomodarse en su asiento, mirando seriamente el semblante de su amigo.

—¿Desde hace cuánto... conservas estos sentimientos? —le preguntó, llevando una mano al pecho de Mawney.

-¿Desde cuándo? No lo sé. Desde que recuerdo has estado en mi corazón... aquí. - Posó su propia mano sobre la de Guileon, apretando fuerte para que notara el latido. Dejó pasar unos instantes en silencio, y luego, de pie frente a él y sin soltarle, siguió.- Y luego, llegó un momento en que despertó mi sexualidad. Y entonces, comprendí... -su mano, con la de Guileon bajo ella, se deslizó lentamente hacia su pantalón, hasta su entrepierna, y allí la apretó contra su evidente erección.- ...que estabas también en mis deseos.

Le miró a los ojos, una mirada aguda y brillante, sonriendo. 

-¿Y bien...? ¿quieres...?

Guileon alzó las cejas sorprendido, sopesando el miembro del joven, al que le dio un levísimo apretón.

—Magnífico ejemplar —admitió con una media sonrisa en el rostro, como si en vez del pene erecto de Mawney se tratara de la reciente caza de un ballenero de Ib— Pero me temo, querido amigo, que soy de los que prefiere la vaina antes que la espada — concluyó soltándose de la mano del muchacho, apartándola de inmediato.

Miró a Mawney con sus ojos de obsidiana y volvió a sentarse.

—Sin embargo, mi naturaleza es curiosa, y si de verdad me deseáis con tanto ahínco, me gustaría comprobar que se trata de algo más que de vuestro mástil siguiendo los caprichos del viento. 

Acercó el rostro al del muchacho, tan próximo que sus respiraciones convergían.

—Si llegado el momento, solicitara de vuestros servicios... que acabaseis con la vida de alguien, sin cuestionamientos ni razones, ni mención alguna a mi madre, a quien no deseo contrariar. ¿Lo harías? Así estaría yo seguro de que lo vuestro es amor, y no un simple capricho de la juventud, y reconsideraría vuestra oferta —añadió mirando primero al pene del muchacho y luego a su cara.

Mawney era joven, pero no tanto. En según qué cosas era perro viejo, y muy corrido. Así que en cuanto Guileon empezó a plantear su propuesta, la sonrisa de su compañero se afiló, y su mirada se volvió ladina. Quizá hambrienta. Sin embargo le dejó terminar, le dejó exponer exactamente lo que pretendía.

-Hum. ¿Y quién sería el afortunado? ¿O afortunada? Podría planteármelo, desde luego. Favor por favor. Y prefiero ser yo quien te haga ese favor, y no que lo dejes en manos de otro... -El sentido de la frase quedó en suspenso, sin aclarar si el favor era sacar de enmedio a alguien, o si hablaba de algo más íntimo.- Pero dime más. No puedo hacer ninguna promesa a ciegas, ni siquiera a ti. 

Sus rostros seguían tan cerca que cuando le lanzó un beso, de hecho rozó sus labios. Y se separó, para sentarse en el borde de la cama y aliviar la tensión del momento, y su propia tensión. Y enseguida se puso serio, el Mawney que conocía mejor regresó.

-Explícate, Guileon. No necesito que me tientes con algo que quiero que me entregues por ti mismo, no como pago de nada. Te haré el favor sin condiciones, por nosotros. Pero lo que sí pido es tu confianza, total confianza. Y para ello debes explicarte mejor.

Guileon suspiró con resignación. Eran dos amigos, hablando como en los viejos tiempos, sin tapujos, y eso significaba que debía abandonar su estilo equívoco por uno más directo.

—Aún no lo sé —dijo jugando con su copa de vino— Podría tratarse de lord Valder. O lord Urthen. O Lady Morna. O tal vez Ser Clarinthe. En realidad no importa —añadió con un gesto desdeñoso de su mano— Pero me sentiría mejor si supiera que cuento contigo y con tu lealtad inquebrantable en el momento oportuno.

-¡Por los dioses! ¿te estás escuchando? ¿Otra vez te llena la rabia, y no te deja ni pensar? ¿Te da igual quién? ¿Por qué? 

Se calmó, no era lógico. No podía ser, Guileon estaba hablando del asesinato de alguien, pero no podía ser que quisiera decir que le daba igual de quién. No. No le estaba contando todo.

-¿Tienes miedo? ¿Sabes de alguien que te está amenazando, y crees que va a atacarte? Hay cosas que no me dices. No me estás diciendo por qué crees que vas a necesitarme. Sí sabes que vas a necesitarme, pero no sabes el objetivo. Aclárame eso.

Guileon se levantó, furioso, y con un movimiento veloz de sus brazos arrojó todo lo que había en la mesa, incluyendo el pollo a medio comer.

—¿Qué sabes tu de rabia? —le increpó con voz potente, como si fuera un comandante en la batalla— Me he pasado catorce años en este miserable castillo, rodeado de gente extraña, de sonrisas falsas y condescendientes. Y justo cuando mi estancia en este condenado lugar se vuelve... placentera, apacible, feliz... ¡Todo me es arrebatado! 

Tomó a Mawney por el cuello de la camisa, con los ojos centellantes, una mirada peligrosa.

—Y ahora todos os creéis con derechos sobre mí, de opinar sobre lo que debo hacer y sobre lo que debo renunciar. ¡No! No me someteré dócilmente... ¿Me escuchas, Mawney? ¡No lo permitiré!

Soltando a su amigo del cuello, juntó la copa de vino del piso y la estrelló contra una de las paredes de la habitación.

Le dejó hacer. Y cuando acabó, y estrelló la copa, asintió.

-Bien. Bien, mejor así. Eso es real, es verdad. De lo poco verdadero que has mostrado hasta ahora. Prefiero verte así, rabioso y violento que no cínico y displicente. 

Se acercó a su amigo, y le abrazó. Con fuerza, como se abraza a un hermano, a un hijo, a un compañero de armas cuando llora, cuando sufre.

Guileon se desmoronó sobre los brazos de su amigo.

—Tú no tienes la culpa de nada, Mawney. No mereces el trato que te imparto —dijo rompiendo el abrazo, pero tomándolo por los hombros— Pero no puedes decirme que olvide a Bessa, que renuncie a ella tan fácilmente. Y, sin embargo, nada puedo hacer para impedir esta boda y ganar su mano.

Incorporándose, se aproximó a la ventana de su habitación, mirando el horizonte.

—Sería tan sencillo poner fin a todo —añadió distraídamente, mirando hacia abajo— Caer sobre mi propia espada, volar desde lo alto de una torre. Mi vida ha cobrado sentido sólo recientemente, y ahora su sentido me ha sido arrebatado. No seré fuente de alegrías ni para vos ni para mis padres. No soy un digno heredero de los Vance. Si tuviera la más mínima oportunidad de asegurar mi matrimonio con Bessa, traicionaría todo lo que me es familiar y amigo si fuera necesario para lograro. Estos años de encierro me han arruinado, y el asunto de la boda ha terminado por echarme a perder. Respiro y exhalo veneno, mis lágrimas son las lágrimas de Lys.

Observó a Mawney con una sonrisa patética en el rostro.

—Pero tú estás peor que yo, querido amigo, pues esto que ves aquí es lo que amas —sentenció señalándose a sí mismo— Un hombre roto y amargado.

Inspiró y sacó aire lentamente, como si al hacerlo exhalara también toda la angustia acumulada. Se acercó a Guileon y se quedó a un paso a su espalda, mirando por la misma ventana, hacia algún punto en la lejanía. Cuando el muchacho se giró hacia él negó contundente, sonriendo con tristeza.

-No, no eres como tú piensas, ahora estás dolido, herido. Pero esta situación es temporal, si algo se con seguridad es que aquello que nos parece inamovible, que no podremos soportar, termina. Y cambia, y se soporta. El dolor nunca desparece del todo, queda ahí para que recordemos, y así aprendamos, maduremos. Pero tras la noche llega el dia, y así siempre. No harás ninguna tontería, estoy seguro de eso, sigues siendo Guileon, no te han arrebatado tu esencia,amigo mío. Sólo lo han intentado.

Calmate y mantente firme. Puedes y sabes hacerlo. Y date un poco de tiempo. Dámelo a mi también, quizá no acabe todo tan mal. ¿De acuerdo? Necesito que me des tu palabra que no harás nada loco, y que antes de hacer nada cuerdo y cabal, me lo dirás también. Soy consejero, y soy asesino. Pero, por encima de todo soy Mawney, tu hermano, tu amigo. Cuenta conmigo.