Partida Rol por web

Las palabras de Harriet hicieron mella en Gianna. Se sentía sola en esos momentos. Había buscado amparo en la única persona que podía proporcionarle cierto sosiego en aquellos momentos pero no había recibido respuesta. Se consideraba una mujer inteligente y tenía muy claro que debía calmarse pero el costaba mucho. Había aceptado por fin que su hijo estaba perdido, no tenía remedio, era un Hawick por elección y eso para Gianna no tenía vuelta atrás. Y le dolía. Le dolía el alma. Nunca había pensado que el alma podía doler tanto, pero ahí estaba, sufriendo porque le habían arrebatado lo único que había querido y amado en su vida.. su hijo. Todo lo que había hecho lo había hecho por él y solo había recibido desprecio.

Quería creer que Lady Harriet también era una mujer inteligente y que había tomado buena nota de sus palabras. Después de todo, ella había determinado que Guileon fuera rehén de los Hawick y esa familia en vez de cuidar y educar a su hijo se habían aprovechado de la soledad de un muchacho. Estaba convencida de que Lady Tully no iba a dejar pasar aquello y se dijo a si misma que su señora ahora mismo tenía a todos sus vasallos al borde de una pelea más propia de los reñideros de Meeren que de la nobleza de Poniente. Se decía eso a si misma porque de lo contrario su soledad y su vacío sería tal que su vida ya no tendría sentido.

Tomó distancia con lo que estaba sucediendo y dejó que el Haffer fuera el protagonista de todo. Cómo era la vida que al final Lord Haffer iba a tener sólo la mitad de sus tierras tal y como su padre había planteado en un inicio en aquellas negociaciones.

Las palabras de Lady Harriet hicieron que Gianna agachara la cabeza y se retirara de la escena principal para dirigirse hacia donde estaban sus guardias y Mawney, pero manteniendo la distancia con su hijo. Cualquiera que la mirara a la cara se daría cuenta de que estaba completamente rota, intentando mantenerse erguida, pero completamente destrozada. Lady Gianna había perdido lo único que le importaba, su hijo. Antes su cerebro trabajaba a velocidad vertiginosa pero en esos momentos, no pensaba en nada, simplemente estaba deshecha.

Ser Guileon recobró un tanto el control tras las firmes palabras de lady Bessa. O tal vez fuera debido a la mirada que ésta le dedicó. Lo cierto es que para cuando Lady Harriet los llamó a silencio el muchacho ya se erguía un tanto más y presentaba un semblante apacible, pese a las furibundas miradas que dirigía alternativamente a su madre y a Lady Morna.

Sin embargo ahora una idea fija rondaba en su cabeza. Algo de lo que había dicho Mawney adquiría dimensiones descomunales en la imaginación del muchacho. Apretó la mandíbula con violencia por la ansiedad que aquello le producía, pero, pese a todo, se mantuvo erguido, estoico en su lugar, mientras contemplaba como el nuevo Lord Haffer capitulaba buena parte de su poder sin demostrar remordimiento alguno.

Había soltado toda la carga, y ahora estaba impertérrito viendo reacciones.

Le dolía la desesperanza, la decepción de Gianna, pero no podía hacer nada por ella, había intentado avisarla pero cuando lo que hay de por medio son sentimientos de madre, la venda en los ojos la mantiene uno mismo con su propia mano.

Le dolía también Guileon, pero por razones muy distintas. Ahora la desesperanza y la decepción eran del propio Mawney. 

Comprobó en sus mismas carnes el sabor de la hiel y el odio cuando recibió como cuchilladas las palabras de Morna, aunque no se sorprendió en absoluto. No podía esperar de una víbora más que veneno y muerte. A largo plazo, quizá, pero ahí estaba la promesa, en su mirada de hielo.

Pero Mawney tenía sus propios planes, y ahora no estaba en mano más que de Lady Harriet lo que fuera a ser de sí mismo y de su futuro, si es que tenía alguno. No se arrepentía de nada, nunca lo había hecho antes, no iba a empezar ahora. 

En realidad se sentía bien, en paz. Había actuado según su propio credo, y sus lealtades seguían sólidas e imperturbables. 

Asintió encogiéndose de hombros ante la frase que le dirigió Ser Clarinthe, la única a la que respondió:

- Rumores.

Cuando Lady Harriet reclamó su presencia después, Mawney hizo una reverencia de asentimiento, y dio un par de pasos atrás, que le llevaron junto a Lady Gianna y le separaron, como a ella, de Ser Guileon. Y esperó en silencio lo que tuviera que venir.

La manera en que gran parte de los presentes había respondido y reaccionado a los rumores de lord Mawney llenaron a lady Thaena de tristeza. Podía ver como había demasiadas heridas emocionales a flor de piel que sólo esperaban por un incentivo, una palabra dicha en el momento menos apropiado, para que los ríos de odio y veneno desbordaran. Miró a Ser Guileon con pena, notando como de pronto parecía estar más solo que nunca. Miró también a lady Bessa, quien había mostrado más control sobre si misma que Lady Morna. Intentó buscar la mirada de su amiga, aún encontrándose ambas en la distancia. Miró a lord Mawney, y suspiró, negando con la cabeza.

La voz de Lady Harriet se había alzado una vez más, en muestra de su poderío y control de aquel lugar. Se dio por finalizado el tema, aún cuando al parecer la dama quería conversar con el consejero más adelante. Fue momento de lord Urthen para presentar su aceptación de las condiciones impuestas por la dama Tully, y bajo juramento su nombre pasaba a ser el de Lord Haffer. La doncella no se apartó en ningún momento de lord Valder mientras todo esto ocurría, tan sólo esperando que el desenlace de tan tristes eventos estuviera llegando a su fin.

La mujer asistió al juramento de lord Urthen con seriedad y una mirada valorativa sobre el chico, sobre sus palabras y su actitud. Cuando terminó de hablar, lo hizo ella.

—Yo te acepto como mi vasallo, Urthen Haffer, Lord Haffer, en adelante Señor de Puño del Río. Juro extender a tu dominio la seguridad y protección de todas mis tierras. —Le tendió la mano derecha—. Levántate.

Una vez hubo terminado el nombramiento de Lord Urthen, se fijó en la Señora de Fuerte Floresta. 

—Lady Morna —llamó, para hacer una única pregunta a continuación—. ¿La boda de tu hija sigue en pie?

La señora de Fuerte Floresta alzó la vista, una vez escuchó cómo Lady Harriet mencionaba su nombre. Ante la pregunta, Morna guardó silencio durante un instante, en el que observó largamente a su hija, y acto seguido a Lord Urthen. Respiró hondo, y tras cerrar momentáneamente los ojos, se irguió, volviendo a mirar hacia su señora- Sí, Lady Harriet. Por mi parte, habrá boda.-resolvió, apretando los labios acto seguido, sin embargo, en una muerca contenida, antes de añadir algo más- Pero me gustaría poder aplazarla al menos un día. Hoy ha ocurrido una desgracia. Creo que es preciso que todos podamos... Descansar, y procesar nuestra pena. Al menos lo suficiente como para celebrar una boda sin que el cuerpo de mi marido y el de Lord Lyonell estén aún calientes y pueda ser retirada la sangre que sigue alfombrando mis aposentos, y ahora también este jardín. - pidió, aún con el pañuelo entre los dedos.

El pesar y la impresión por la muerte de su padre no habían abandonado la mirada de lord Valder, seguramente tardarían en hacerlo, pero sí que mostró una pequeña sonrisa de orgullo al ver que Lady Harriet aceptaba a su hermano como su vasallo. Esperó hasta que lord Urthen se incorporó para soltar la mano de lady Thaena y abrazar al nuevo Lord. Dio un par de palmaditas en su espalda y luego lo tomó de los hombros y lo miró a los ojos.

—Esto no significa que te vaya a hacer más caso que antes, ¿eh? —le advirtió, con un intento de recuperar algo de humor que no le terminó de salir bien del todo. 

Luego le dejó algo de espacio y volvió junto a la doncella. Parecía agotado.

Bessa mantuvo la mirada fija en Lady Harriet cuando esta llamó al orden, aquello era lo que necesitaban después de todo lo que se había dicho momentos antes. Pudo sentir algo de tranquilidad al ver como el resto se calmaban y esperó a saber qué más tenía que decir. El destino de lord Urthen, que ahora se había convertido en Lord, y se disponía a jurar lealtad no vario la expresión de la joven, le dedicó una mirada desde donde estaba y luego movió sus ojos hacia Ser Clarinthe y seguidamente hacia la Señora de las Tierras de los Ríos. Fue su última pregunta que hizo que mirara a su madre, estudiando su rostro como si esperara saber algo más de lo que podría decir con una respuesta.

Después de escucharla, se acercó a su madre, pues no quería tomar la palabra sin permiso, y le susurró, tapando sus labios con la mano para que nadie los viera.

―Por la mía no, mamá ―murmuró, tapando sus labios con la mano para que nadie los viera―. No pienso casarme con el hijo del hombre que asesinó a mi padre, no pasaré por eso. No quiero ver nunca más a Lord Urthen y me da igual que el crimen lo haya cometido su padre y que Lady Harriet le haya dado una oportunidad, yo no pienso dársela. 

Morna parpadeó, sorprendida, al escuchar el susurro de su hija. Tomó su mano, y miró alrededor, y acto seguido hacia Lady Harriet- Lady Harriet, solicito permiso a mi señora para parlamentar con mi hija, a solas, antes de dar una respuesta definitiva.

El nombramiento del nuevo Lord Haffer se completó, y lady Thaena vio al hermano menor felicitarlo. El estado de lord Valder era aún bastante apagado, y la doncella pidió en silencio a los Siete que les permitieran retirarse para que así él pudiera descansar mientras se tomaban las nuevas decisiones sobre cómo proceder.

Notó sin embargo que algo ocurría con lady Bessa y Lady Morna, y la mirada de la dama de compañía se mantuvo en ellas, sobretodo en la más joven, con curiosidad.

La Señora de las Tierras de los Ríos observó con gesto impasible el intercambio entre las Hawick y al escuchar a Lady Morna la contempló fijamente durante dos segundos antes de asentir con la cabeza. 

—Sea —dijo—. Estaré en tu sala de audiencias. —Miró a lord Mawney—. Hablaré contigo ahora.

Y sin esperar respuesta alguna giró sobre sus talones y enfiló hacia el castillo, seguida por el maestre Debian. 

La chiquilla frunció un poco el ceño con las primeras cosas que dijo la maestre. Parecía que iba a protestar, pero finalmente guardó silencio, pensativa. Y luego, cuando Hazzea empezó a contar los motivos por los que se había metido en la cama de Lord Lyonell, la chica acabó por negar con la cabeza.

—Debes pensar que soy tonta —le dijo—. Si fuera por eso la manta se la habrías metido en la boca para que no protestase. —Al decir aquello levantó la barbilla con dignidad—. Te metiste en su cama porque te gustaba. Pero mira, menos mal que te echó, así estuviste a salvo. —Alzó las cejas—. Los asesinos son peligrosos.

Después de eso bebió un sorbo de mosto, dejando algo de tiempo antes de responder a las preguntas de la maestre. Parecía que intentase hacerse la interesante.

—El mejor bardo fue el que cantó la canción de Ser Cantamañanas, eso estaba claro —aseguró—. Pero como hablaba mal del pupilo de los Hawick lo único que ganó fue un viaje a la mazmorra y que le cortasen la lengua y la mano derecha —dijo aquello antes de acercarse un poco a Hazzea y bajar la voz—. Sólo le dejaron la izquierda para que pueda comer y orinar.

»Si ese bardo hubiera cantado la misma canción en otro lugar, habría ganado. Además, la tuya no se entendía nada. Pero como eres de la familia del novio, te dieron el premio —Se encogió de hombros, como si aquello fuera al mismo tiempo conocido e inevitable.

»Y lo que pasó en la cacería fue que estábamos cantando esa misma canción cuando apareció Ser Guileon. Él le dijo a la barda que siguiéramos y que se uniría, pero le echó una copa de vino por encima en lugar de cantar. Luego cogió una botella y le golpeó a uno en la cara una y otra vez mientras estaba en el suelo. Lo dejó todo perdido de sangre y el sirviente acabó medio muerto.

Dicho aquello evaluó a Hazzea durante un instante.

—Pero lo de la cacería ya lo sabe todo el mundo —aseguró—. No te enteras de nada.

En el exterior había empezado a oírse cierto revuelo. Algunos gritos y voces se alzaban. Parecía que alguien estaba discutiendo, varias personas en realidad. Pasaron algunos minutos y un par de nobles entraron para comprobar cómo estaban sus hijos. Nadie que fuese buscando a la nueva amiga de Hazzea, pero sí que se asomó un soldado Tully y la miró a ella directamente para informarla de que ya podía salir, si se encontraba mejor.

La frase había sido una orden, no una petición. Así que Mawney sólo dijo e hizo lo único que podía.

-Desde luego, Lady Harriet. Os sigo.

Se giró hacia Lady Gianna a la que dedicó una reverencia cortés y tan afable como respetuosa, sin dejar de mirarla a los ojos. Y después, sin añadir palabra, salió en pos de la Señora de Aguasdulces.

Lady Gianna buscó con la mirada un banco en el que sentarse. Cuando lo encontró se dirigió hacia él escoltada por sus guardias y se sentó. Observó con la mirada cómo Mawney se iba siguiendo a Lady Harriet. 

Tras ponerse de pie, ahora con el peso de su Casa sobre sus hombros, Lord Urthen volvió a dar un paso atrás para no interferir más con los asuntos que tuviera que tratar la Señora de la Tierra de los Ríos ahora. No tenía duda alguna de que no serían pocos, y que el tiempo apremiaba.

Serio, a pesar de que por fin respiraba tranquilo al saber que su apellido y Casa prevalecían, ni siquiera había llegado a encontrar la alegría en ser nombrado Lord hasta que su hermano lo sorprendió con un abrazo. Fue con su sonrisa de orgullo y aquellas palmaditas en la espalda que de pronto se permitió disfrutar, en la medida de lo posible dadas las circunstancias, de su nombramiento.

Ni aunque fuera nombrado Rey esperaría que siguieras mis órdenes, hermano - contestó con una sonrisa afectuosa ante el esfuerzo que Valder hacía por recuperar su humor. Ahora no podía sino esperar que ambos lograran superar pronto aquel día.

Cuando este se separó, sus ojos fueron a lady Thaena en una petición silenciosa. Sabía que no necesitaba pedirle que cuidara a Valder, porque no tenía duda de que la doncella lo haría, pero como hermano mayor no podía evitarlo.

Dejándoles espacio, miró entonces lo que sucedía respecto a su boda y la determinación de los Hawick. A pesar de que ahora habría algunos rumores que podrían comprobarse a largo plazo bajo la opinión pública, como el nacimiento prematuro de su primogénito, Urthen se dio por conforme con la respuesta de Lady Morna. No se retractaría él, pues ya había dado su palabra, y tampoco querría que lady Bessa acabara sola y desamparada, mancillada ante el resto con un embarazo fuera de matrimonio. Por eso mismo, le sorprendió que quien efectivamente tuviera objeciones fuera precisamente ella.

Confundido, frunció el ceño. Él no resentía a lady Bessa por tomar personalmente la vida de su padre como le había sido encomendado por juicio, ¿resentiría ella que su padre hubiera tomado la del de ella en circunstancias menos nobles? ¿Lo culparía? ¿O querría aprovechar los rumores para intentar desposar a quien realmente amaba?