Partida Rol por web

Pau asiente con calma a las palabras de Teolfo.

- Estoy de acuerdo, habríamos de ir hasiendo camino -dijo formulando una traducción literal de lo que quería decir, dio un pequeño sorbito a su jarra y se levantó de nuevo-. Espero que las mujeres se encuentren bien todavía, vamos caballero Dalmau, quizá lleguemos bien de tiempo.

Dejó una moneda sobre la mesa y recolocándose la capucha de su capa granate juntó sus manos haciendo una breve plegaria, cuando terminó comenzó a andar hacia la puerta.

Hechas las presentaciones, y viendo que la situación era más preocupante que lo visto y que todos allí tenían un objetivo común por el momento, era de hora de ir al ver al conde, como bien había advertido Teolfo al percibir que la hora mentada por el posadero se hacía más próxima — Sí, será mejor ponernos en marcha — giró la cabeza hacia el de Santiago — Acompañadnos como dicen, Rodrigo, así veremos al señor conde todos a una. Os esperaremos si tenéis que buscar a vuestro compañero. Dos caballeros santos causarán más impresión que uno, y quizás el de Munter se sienta más inclinado a explicar para que está requiriendo a tanta dama en su castillo — dijo, antes de ponerse en pie y unirse a los demás para salir del local.

Rodrigo apuro su jarra y se levanto junto a los demás, dispuesto a ir al castillo junto a ellos. 

- Será un placer acompañaros al castillo  -  cogió un par de monedas, lo suficiente para pagar la comida y la bebida, y algo de sobra para el posadero. 

Salió de la taberna junto a los demás, hacia el castillo con la esperanza de cruzarse con su compañero por el camino. 

Los cuatro se pusieron en marcha y se dirigieron a la salida Este del pueblo, guiados por Teolfo en dirección al castillo del conde. El camino que llevaba a la fortificación era tranquilo y poco accidentado, pero sí bastante largo y azotado por el viento; desde el pueblo no parecía que aquel castillo estuviese tan lejos, pero a medida que se alejaban del cobijo de Quart, su destino no parecía más cercano. Al menos para el soldado Teolfo aquel paseo a menudo formaba parte de su rutina.

Finalmente, a la Novena Hora, los cuatro llegaron a las puertas del castillo. Era una fortificación considerable, todavía con las cicatrices del asalto del pasado año, pero se conservaba de forma notable. 

Los guardias les miraron con indiferencia, pues ya sabían que unos viajeros iban a llegar.

Si los viajeros y el soldado quería debatir una última cosa antes de ver al conde, este era el momento, o de lo contrario debían entrar.

Teolfo había acompañado a los tres viajeros hasta el castillo. Era un camino que el joven soldado solía recorrer a menudo, por lo que la conocía lo suficientemente bien.

-No sé hasta qué punto sería prudente que yo acudiera en presencia del conde -razonó el soldado, mirando a sus tres compañeros-. Si el conde piensa que el hecho de que yo proteste por las detenciones de esas mujeres podría ser considerado una insubordinación... Prefiero no arriesgarme a que pueda haber represalias contra mí o contra mi familia. -Teolfo sabía que, al ser un soldado de Quart de Sacre y no uno de los soldados castellanos del conde, su palabra no sería muy tenida en cuenta. Prefería no complicar más su situación-. Buena suerte.

Sin más, decidió partir en dirección a la taberna. Sabía que su padre podía seguir estando allí, por lo que quería asegurarse de que se encontraba bien.

El conde la miró con severidad. Ya había aguantado demasiadas impertinencias de aquella mujer.

-Salid ahora mismo a cumplir con vuestro prometido o no volveréis a ver a vuestro bebé hasta haber cruzado más allá del velo de la muerte. No aceptaré una negativa.

POF

El conde cerró de un portazo, dejando a Llanos fuera y libre para marcharse. Como había visto antes, en la zona trasera del castillo había una compuerta que daba al bosque que podría utilizar para salir de allí.

Pau mantuvo el paso de la comitiva, aunque iba a su ritmo, no tenía las piernas tan fuertes como sus compañeros y desde luego, aunque era una persona ocupada, no acostumbraba a andar tanto y de seguido como lo había hecho aquella mañana. Una vez llegaron a las puertas del castillo repasó con su mirada la fachada, estaba un poco más marcada que la última vez que allí había estado pero en general no se veía demasiado diferente.

- No es preocupe de res Teolfo, que ja ha fet prou, -dijo disculpando al soldado con un ademán cuando este mostró sus preocupaciones- gràcies per tot. Bò, ja li contarem com acaba tot.

Se giró hacia sus compañero de viaje y el caballero.

- Bien, tendremos que entrar... ¿habéis pensado en cómo abordar los asuntos?

El castillo apareció frente a ellos antes por fin, parecía que verían al conde antes de lo que habían previsto. No tenía realmente nada que comentar con sus compañeros, pero el soldado Teolfo sacó un tema relevante a la luz. Al contrario que los demás, él estaba atado por algo superior tanto al conde como a aquella tierra - Descuidad, Teolfo, que en lo que a mí respecta, tan solo nos habéis guiado hasta el castillo. Nos bastamos para interrogar al conde sobre el asunto, que os vaya bien — le deseó mientras el soldado daba la vuelta y regresaba hacia el pueblo.

Se giró hacia Pau cuando este hizo su pregunta — Quizás lo más conveniente sea primero preguntar por lo nuestro, y tras ello intengar indagar más sobre el por qué tanta mujer está siendo llevada al castillo de semejante manera, ya que quizás sea un tema que pueda irritar al conde — miró hacia el de Santiago entonces — Desconozco que asuntos tendrá vuestra Orden con el conde, Rodrigo, o si tomaréis parte en el que os hemos comentado en la taberna. Eso es decisión vuestra... pero tres voces seguramente hagan más que dos.

-Fill de puta -musitó Llanos, encuanto la puerta se cerró frente a sus ojos.

Contuvo las enormes ganas que tenía de golpearla, porque sabía también que había sido prácticamente un milagro que la dejara marcharse sin consecuencias. Tan sólo con el peligro de una promesa bailando sobre su cabeza.

No s'eixirà amb la seua.

Pensó, atravesando los pasillos del castillo. Memorizando cada recoveco y puerta, dispuesta a no dejarse amedrentar por la guardia y retornar en algún otro momento propicio.

Llanos salió por la puerta trasera del castillo, que conducía al bosque. Para muchos pueblerinos aquel era una paso muy peligroso, pues la foresta era vieja y frondosa, pero para la bruja aquel era su hogar.

No obstante, este no era el caso para Leonnie la curandera, pues ella vivía en el pueblo y el bosque resultaba tan extraño como intimidante. Sin embargo, la suerte estaba de su parte, ya que Llanos no tardó en alcanzarla. Ambas eran fugitivas de la ley, en mayor y menor medida, y secretos inquietantes las asediaban. Quizás volver a la rutina no era lo más seguro.

Llanos observó que la joven a la que habían acusado de brujería caminaba a pocos metros de ella, y la alcanzó rápidamente.

-Que fas ací encara? -Le espetó, tomándola del brazo- Tens a on anar?

La bruja oteó los alrededores, desconfiada. Esperando que alguien las hubiese seguido. En cuanto se quedó satisfecha con la inspección, se volvió de nuevo hacia Leonnie.

-Vine amb mi -comenzó a guiarla a través de la vegetación-. Descansarem un poc a casa meua i pensarem què farem.

Al aproximarse al castillo los guardas les dejaron pasar. Ya habían sido informados de su visita, y al juzgar por los ropajes de los recién llegados estaba claro que no eran simples campesinos. El rastrillo comenzó a alzarse y tuvieron acceso al patio exterior de la fortificación.

El patio era medianamente amplio, aunque no especialmente limpio por las constantes idas y venidas de los soldados. El castillo que se alzaba ante ellos era bastante grande, quizás no para uno de los grandes condes de Castilla, pero sin duda resultaba imponente. Frente a él había una pequeña comitiva de soldados, y liderándolos se encontraba el conde esperándoles.

El conde, un hombre de mediana edad y mirada avispada, estaba frente a ellos ataviado con un elaborado traje púrpura y una parlota de idéntico color cubriéndole la cabeza. No parecía molesto por la llegada de los extraños visitantes; más bien todo lo contrario.

-Bienvenidos seáis a Sacre, bienaventurados viajeros -dijo amablemente cuando se encontraron cerca-. Soy el conde Onofre de Munter; acabo de volver de una caza y me han informado de vuestra llegada. Espero que puedan disculpar la falta de preparación. 

El hombre sonrió y se giró hacia sus soldados para hacerles una señal con la mano. Dos de estos avanzaron y se dirigieron a sus monturas.

-Dejen sus corceles en sus establos. Seguro que prefieren resguardarse dentro.

Tras acompañar a los tres viajeros hasta el castillo del conde, Teolfo se puso de nuevo en marcha hacia el pueblo. Volver a recorrer aquel camino tan largo y monótono no era especialmente apetecible, pero era mejor que quedarse cerca de la presencia del conde y los suyos.

Sin embargo, al poco de empezar el viaje, cuando el camino se acercaba considerablemente al bosque, le pareció ver algo desplazándose entre la maleza.

Teolfo regresaba de vuelta al pueblo a través del largo camino que conducía a Quart de Sacre, sabiendo que, si sacaba la cara por Llanos y Leonnie, era muy posible que perdiera su trabajo como soldado o incluso que hubiera consecuencias para sus familiares, dado que al fin y al cabo ya se estaba dando una caza de brujas en el pueblo.

Mientras caminaba de vuelta a Quart de Sacre por la zona boscosa, el soldado creyó percibir algo que se movía entre la maleza y se apresuró a tomar su lanza, apuntando hacia lo desconocido.

-¡Alto! ¿Quién va? -preguntó, en tono grave.

Me sobresalté cuando noté como alguien me agarraba del brazo, pensé que eran los guardias que ya habían dado conmigo y volvían a detenerme. Por suerte para mi la persona que me había alcanzado era la mujer junto con la que había escapado.

- Estaba intentando dar un rodeo mayor, para evitar a los guardias. Pero si has logrado alcanzarme supongo que no fue una gran idea - dije algo resignada - Mi idea es recoger mis cosas y abandonar el pueblo, creo que ya no es seguro para mí, al igual que tampoco lo es para vos mi señora. Debería plantearse huir también.  Podemos descansar en su hogar si así lo desea, pero no podré demorarme mucho ya que deseo partir lo antes posible. 

Llanos sacudió la cabeza ante las palabras de la bruja.

-No, me temo que no podrás pasar por casa -respondió, frunciendo el ceño-, es el primer lugar donde buscarán. Estaremos a salvo a casa meua, el bosque nos protegerá.

La mujer tenía razón, mi casa sería el primer lugar donde buscarme, maldición, tenía demasiadas cosas allí que me gustaría haber cogido.

- Pero... ¿los guardias no conocen dónde vives? - pregunto no muy convencida de resguardarnos juntas donde ella decía.

De pronto, una voz interrumpió el debate que la bruja y la curandera estaban teniendo.

-¡Alto! ¿Quién va?

Era una voz masculina que provenía del camino.