Partida Rol por web

Cosas del pasado

Kárpatos, Grecia, invierno de 2023

El almuerzo del mediodía había sido copioso, estabas seguro que si te echabas algo más al buche ibas a explotar. Aquel domingo hacía frío, pero todo pasaba mejor con la comida de mamá. Después de ello no habían muchas ganas de pasear, así que lo juicioso era disfrutar de la sobremesa con tu madre y los vecinos reunidos en casa.

—¿Estaba todo de tu gusto, cariño? —preguntó tu madre con una sonrisa esperanzada. Las conversaciones de los vecinos se iban sucediendo.

Había otras cuatro familias en la mesa, no era algo inusual que los domingos os reunierais en la casa unos u otros para hacer comunidad. En esta ocasión había tocado en vuestra casa, algo que alegraba profundamente a tu madre, le hacia sentirse útil, ya que desde la muerte de vuestro padre solía quedarse sentada en silencio muchas horas.

—¡Como siempre, señora Antosiel! —intervino Giorgio, el benjamín de los Tatopulos, un chico despierto de ocho años y sonrisa de pillo. Agata rio divertida por la intervención del niño, pero seguía pendiente de tu respuesta.

Adam estaba disfrutando de la comida algo absorto por los pensamientos del día venidero, estaba dejando la cuchara rendida en el plato ya vacío mientras miraba al resto de las familias cercanas a la hacienda.

—Delicioso, madre— Adam le sonreía con sinceridad a ella más que a cualquier otra persona en el mundo más allá de su ya pasada ex-mujer. —Además Giorgio también lo sabe mejor que nadie, y los niños nunca mienten.— Adam tenía cierta debilidad por los pequeños, ya que alguna que otra vez soñó con el hecho de querer ser padre junto a una mujer que lo amara, pero eso se ha ido alejando poco a poco de sus pensamientos.

Recogió sus platos y cubiertos, dispuesto a llevarlo todo a la cocina, acercándose a su madre para darle un beso en la coronilla de la cabeza, sensible él con su progenitora, como para no. —Dejaré esto en la cocina y ahora vuelvo, madre. ¿Quieres una pieza de fruta, Giorgio?—

Agata sonrió satisfecha por tu respuesta, sonrió agradecida por tu beso en la coronilla. La gente seguía hablando a vuestro alrededor, y el pequeño Giorgio asintió con entusiasmo cuando le ofreciste fruta.

—¡Claro! —espetó, aunque justo en ese momento su madre le llamó. Antes de volver con ella te miró con exigencia infantil —. ¡Fruta! ¡No lo olvides!

De camino a la cocina te cruzaste con algún que otro vecino, todos saludaban con educación, algunas de las mujeres solteras te sonreían de más, quizá alguna hasta coqueta, pero llegado a la cocina tu móvil empezó a sonar. Era una llamada desde el extranjero, y aunque lo habías borrado de tu agenda, reconocías el número. Era el de tu exmujer.

Mientras saludaba a los vecinos, haciendo gestos con la cabeza, agradeciendo la visita y la compañía a la familia entre sonrisas. Dejó los platos en la cocina y mientras sonaba su móvil con un tono de llamada sobrio, por no decir genérico, se tomó la libertad de esperar a coger el teléfono, pues estaba buscando la fruta para Giorgio.

Al encontrar el frutero, se puso de cuclillas junto a Giorgio.—Elige la que quieras, Giorgio. Mientras sujetaba el bol de frutas sacó el móvil y lo miró, a pesar de no tener el nombre registrado en la agenda reconocía el número, no se había cambiado de teléfono en todo este tiempo.

—Ve.. ve yendo al salón, Giorgio. Ahora iré yo. Tras dejarlo coger su fruta, dejó el bol en la mesa y se movió hacia fuera de la casa y se puso detrás de una pared, aún preguntándose si contestar o no, negando para si mismo, pulsando el botón verde.

—... ¿Si?

Con el crío contento por su premio, una sensación extraña te embargaba al recibir la llamada de tu exmujer. No habías vuelto a saber de ella desde los papeles del divorcio, y, tras lo que fue una eternidad, cogiste la llamada. Al otro lado del aparato hubo un silencio, uno salpicado de un débil sollozo.

—¿A.. Adam..? —preguntó Samantha con un aparente esfuerzo por sonar entera —. ¿Có.. cómo estás..? S..Soy Sam.. —la voz de la mujer estaba afectada, casi sentías una tristeza que la fragmentaba, pero también.. ¿miedo?

Adam tenía algunos nudos en el estómago y la cabeza en general por todo el hecho de saber de ella después de tanto tiempo, le costó articular palabra pero lo hizo lo mejor que pudo, con suspiro al principio de sus palabras.

—Hola, Samantha... Yo estoy bien... ¿Y tú? No suenas muy bien... No paraba de dar vueltas por el jardín mirando a todas partes, con una mano en la nuca a veces o rascándose una oreja, nervioso.

El tiempo de respuesta de Samantha era lento, y se veía acrecentado por tus nervios. Pero era raro en ella tardar tanto en responder, por lo general era una mujer que siempre se había caracterizado por una lengua afilada, ágil.

—M..me alegro.. sí.. —respondió con el tono aun quebradizo —. ¿Y..yo? —hubo otro silencio, como si dudara —.. E..estoy bien yo.. quería.. saber como estabas.

Era tan obvio que estaba mintiendo, pero no sentiste que fuera una mentira nacida de su lado más ruin, sino de algo más visceral, sino del miedo y la vergüenza.

—Y..yo, siento lo que.. te hice.. —se arrancó, escuchaste un sollozo, ahora su voz estaba atenuada, probablemente porque se estaba tapando la boca para contener el llanto —. T..tengo miedo.. tengo miedo, Adam.. N..no sé a quién acudir.. yo.. si él se entera.. me hará.. ayúdame..

Adam escuchaba con ciertas reminiscencias del pasado a Samantha intentando abarcar un tono de voz normal y sin trabarse demasiado.

—No suenas muy bien.. Tomaba aire y fruncía un poco el ceño mientras la escuchaba entre algún que otro suspiro hasta que dejó caer su miedo.

—¿Cómo que tienes miedo?... ¿Qué pasa, Samantha?... Adam parecía nervioso por un instante más aún, quizá el tiempo que había pasado lo había hecho creer que no tendría bondad por ella, pero la verdad es que él nunca fue mala persona.

—¿Seguro que estás bien?.. Dijo por última vez después de pausar un momento, intentando sonsacarle la verdad aunque fuera para saber si de verdad estaba a salvo.

Antes de que Samantha te respondiera escuchaste un ruido fuerte más allá de su voz. Unos pasos fuertes y una voz masculina y desagradable que le recriminaba que estuviera al teléfono. Escuchaste a Samantha negar que lo estaba haciendo, verdaderamente asustada, y a continuación un golpe. Luego vinieron más, también sollozos, súplicas y, después, silencio.. fueron unos segundos de tensión, pero finalmente escuchaste las lágrimas de Samantha a lo lejos y a alguien tomando al teléfono.

—Como vuelvas a llamar o contactar con ella, la mato, ¿me oyes? La mato —dijo la voz masculina desagradable, vil, colgando a continuación para dejarte en silencio con el teléfono en la mano.

Adam miró atónito a ninguna parte y luego su propio teléfono. Estaba confuso y no sabía muy bien como actuar, así que buscó entre los contactos de su teléfono mientras daba vueltas por allí y esperó a encontrar a Benjamin, para llamarlo. Era su único amigo y contacto en el que confiar después de lo de Samantha y su retirada de América.

Llamó sin dudar mientras negaba para si mismo, con una mano en la cadera y taconeando. —Vamos, cógelo, Ben...

Un pitido, dos..

—¿Diga? ¿Adam? ¿Qué tal? ¿No es un poco pronto para llamar? —no es que sonara dormido, pero calculabas que ahí deberían ser las ocho de la mañana —. ¡Pero, eh! Me alegra oírte, ¿qué te cuentas, maestro?

De fondo escuchabas el familiar sonido de las remachadoras funcionando y diversa maquinaria del taller, por lo que no tenías dudas de dónde se encontraba.

Adam suspiró aliviado, aunque algo avergonzado por el hecho de no pensar en la hora que era, claramente estaba más atento a otras cosas.

—Ah, Benjamin... siento llamarte a estas horas. No te habría llamado en estas circunstancias, pero ando un poco preocupado.— Tosió un poco antes de continuar.

—Hace un momento Sam me ha llamado un poco asustada, como sé que al menos estás en la misma ciudad o al menos estado, me gustaría pedirte el favor de... uhm, ir a verla, y tener cerca el número de, la policía, a ser posible. Cerró los ojos e hizo una larga pausa, pensando en toda la situación.

—Me da la impresión de que podría estar en peligro, Ben... no es como si le debiera mucho, pero no quiero que le pase nada, estás más cerca de lo que estoy yo ahora...

A esas alturas Adam ya se planteaba la idea de volver a América, pero llevaba mucho tiempo aquí, y desenterrar viejos recuerdos solo le hacía tener más dolores de cabeza.

Sentiste la extrañeza de Benjamin antes de que dijera nada, las máquinas pararon y pareció centrarse, ahora sí, en la conversación.

—Joder, fíjate que podía imaginar que me podrías pedir cosas raras, pero esto.. —antes de que dijeras nada, Ben tomó la iniciativa —. No te preocupes. Me acercaré. Creo que sigue viviendo, bueno.. ya sabes.. en vuestro antiguo apartamento.

Notaste que Benjamin se sentía raro hablando con eso, pero enseguida intentó solventarlo con firmeza.

—Mira. Salgo ahora. Cierro la tienda y voy para allá. Te llamaré cuando esté cerca, ¿vale? —te dijo mientras notabas su respiración acelerada —. Confía en mi. Lo haré, amigo.

Después de bastante rato hablando por teléfono una y otra vez, Adam respiró con calma, cerrando los ojos y soltando un suspiro, sentándose en un pequeño trozo de porche del jardín.

—Gracias, Ben... escucha, si lo ves necesario, llama a la policia, ¿vale? No quiero que te pase nada ni a ti ni a...— cerró los ojos por un instante. —... Ni a Samantha, ten cuidado, si tienes que llamar a alguien en una emergencia que sea a las autoridades... después de decirle todo eso ya sonrió un poco más.

—Iba a llamarte dentro de un rato, para saber como iban las cosas por el taller y demás, pero las circunstancias, han complicado eso, quizá podamos hablar en otro momento más tranquilos, Ben. Te he enseñado para que te vaya bien, y estoy seguro de que será así, no me decepciones, o mejor, no decepciones tu trabajo.

Tras decirle esas "tiernas" palabras de su parte, ya colgó, tomando aire de nuevo y guardando su móvil, llevaba ya como mucho tiempo fuera, seguramente se estarían preguntando donde estaba o se habrían marchado algunas familias, así que entró, saludando a las personas que encontraba por el camino con una renovada jovialidad, de vuelta al comedor.

Con Ben escuchándote, dispuesto a seguir tus instrucciones, se despidió dejándote a solas con tu teléfono móvil. Tu regreso pasó inadvertido por la gente, aunque quizá un poco menos por tu madre, quien para eso tienen un sexto sentido. Los minutos pasaban, y no había noticias de Benjamin o de Samantha, te era complicado centrarte en lo que te rodeaba con la cabeza en otro lado y, de esa guisa, tu madre se acercó.

—¿Estás bien, Adam? —preguntó sentándose junto a ti —. Te noto raro, no paras de mirar a móvil. ¿Ha pasado algo?

Tu madre nunca llegó a apreciar del todo a Samantha, pero cuando supo lo que te había hecho la convirtió en una suerte de demonio mitológico. A pesar de esa animadversión, también era una persona calmada y comprensiva, sabía perdonar. Algo que había intentando inculcarte desde pequeño.

Abrams giró la cabeza hacia su madre mientras miraba el móvil y lo guardó mientras se rascaba un poco la cabeza y se sentaba.

—Oh, bueno, madre... yo, la verdad es que... él no podía mentirse a su madre, ya era adulto para esas cosas, y aunque fuera por no preocuparla, era incapaz de hacerlo, así que suspiró. —Creo que Sam se ha metido en problemas con, su actual pareja, o marido... y me ha llamado hace un rato, estaba preocupado, así que... he llamado a Ben para ver si puede arreglar las cosas, ya sea interviniendo la policía o no.

En cierta manera podía pensar que su madre no iba a recriminarle nada de eso, pero era un asunto bastante enterrado en el pasar de los años y volver a tratarlo era como, ese incómodo momento.

Tu madre te miró comprensiva, puede que hasta con cierto orgullo, te abrazó sentidamente como solo podría hacerlo una madre.

—Tienes un corazón enorme, Adam —dijo contenta —. No te cabe en el pecho. Ay.. bueno.. espero que no sea nada —tampoco le puso mucho entusiasmo a esta parte, pero era sincera con aquel deseo.

Con la sobremesa acercándose a su final, podías ver como los minutos pasaban sin una llamada de Ben. Tardó una hora y media en hacerlo, y el móvil te empezó a sonar cuando despedíais a los últimos invitados.

—¿Adam? —dijo tu antiguo aprendiz con una voz temblorosa —. Adam, no sé cómo.. ¿me dijiste que Sam te llamó, no? ¿Estás seguro de que era ella?

Adam asentía a su madre y dejó pasar el tiempo, recogía algunos platos y los llevaba a lavar después. Mientras fregaba algunas cosas escuchó el timbre de su móvil y se apresuró a cogerlo, para contestar.

Al oír eso de Benjamin se sintió bastante confuso y le preguntó: —Claro... claro que era ella, ha pasado mucho tiempo pero no creo que haya olvidado su voz. ¿Por qué lo preguntas, Ben?...

Hubo un silencio incómodo, como si Ben no supiera cómo decir lo que estaba a punto de decirte. Pero no duró para siempre, solo una pequeña y tensa eternidad.

—Joder, jefe.. No sé cómo contártelo.. pero —respiró hondo — llegué al antiguo apartamento de Sam, bueno, el vuestro y.. me encontré un precinto policial en la puerta —la voz de Ben se iba haciendo más lenta, pero finalmente lo dijo sin más —. Ha muerto, Adam. La asesinaron, su novio, parece.. pero.. murió hace una semana. Eso me han dicho los vecinos. La casa aun está acordonada para hacer los últimos análisis, pero.. ¿estás seguro de que era ella?

Adam sintió un escalofrío por su espalda mientras buscaba donde sentarse y se llevaba una mano a la cabeza como preguntándose muchas cosas que habían sucedido en pocos minutos.

—¿Cómo es eso posible?... Está claro que la he oído a ella, si... no puedo, no puede haber sido un error... pero... ¿Dices que ha muerto? Dios santo.... Una vida al fin y al cabo no deja de ser importante a pesar de todas las circunstancias, Adam se quedó callado bastante tiempo, pensativo.

—Gracias por, haber ido, Sam... ¿Sabes si han pillado al asesino, a su novio?... Adam no había vivido muchos casos de asesinato o violencia a pesar de estar en América, no al menos tan cercanos, esta era la primera vez que alguien conocido por él moría a manos de otra persona.