Partida Rol por web

-Sea, pues. Que os lleven ante mi adivina y que os den pócimas para curar vuestras heridas. Y, por último, que os abran la puerta de mi armería para que escojáis el arma y armadura que prefiráis -dijo el Duque.

El chambelán del palacio corrió a cumplir la orden del Duque, aunque lo hizo en orden inverso. En primer lugar los llevó a la armería, de cuyas panoplias pudieron tomar el arma que más se acercase a su competencia. Había toda clase de ellas, desde lanzas de caballería hasta dagas enjoyadas pasando por hachas lanzables y sí, un látigo. Todas habían sido construidas con el mejor Glamour posible, forjadas y reforjadas para que su presencia no se viese alterada por la insidiosa Banalidad. Algunas poseían un hechizo que aumentaba su capacidad destructiva, mientras que otras resultaban corrientes. No fue que no pudiesen elegir, vaya.

Del sanador de la corte obtuvieron pócimas de sabor dulce y delicioso que los revitalizaban y sanaban sus heridas sin dejar cicatriz. La propia Meredith dejó de cojear tras el primer trago. El sanador no puso objecciones a que cada uno se llevase una pócima, pero sólo una y no más.

Por último, la adivina. Se trataba de una sátiro de frondosa cabellera roja cuya túnica de adivina tapaba las curvas, que parecían muy voluptuosas. Los recibió en su habitación, un guiño al New Age sin una pizca de oscuridad, y se sentó junto a un cristal de energía del tamaño de un puño para intentar localizar al corby.

-Ufff... No hay manera. Parece como si se hubieran cubierto con una protección que desvía mis intentos de encontrarlos, chicos -dijo Tina frotándose los ojos tras un largo escudriñamiento del cristal.

Van Doren cogió el látigo, una poción y se sentó para escuchar a la adivina.

-No será porque no he dicho yo ya que no se podía... -suspiró-. Espero no ofenderla, pero el problema ya lo hemos encontrado, lo que necesitamos es alguien que pueda solucionarlo.

La sátiro, lejos de molestarse por la contestación de Van Doren, sonrió y ladeó la cabeza de manera seductora.

-Bueno, guapa, pero para eso dos adivinas valen más que una sola, ¿no? -Le guiñó un ojo a la pooka y pasó a mirar a Shyam sin cambiar un ápice su expresión juguetona-. Hay dos posibilidades. La primera es que estén utilizando un Arte para esconderse. La segunda, que estén utilizando la Banalidad. En cualquier caso, para penetrar la protección -Su pronunciación de "penetrar" fue de todo menos inocente- necesitamos grandes cantidades de Glamour. Quizá más de lo que tendríamos a nuestra disposición... -Alargó una mano y tocó a Calandra en el pecho-. Tú eres amigo de Marcus, ¿verdad?

Calandra se había encontrado por casualidad su fiel espada de cristal en la armería de Lord Aeon, y ésa era el arma que había escogido. La poción no le había servido de mucho, dado que los cuidados de Shyam habían bastado, pero por lo menos se aseguró de que no le fuera a quedar una cicatriz en la pierna. El vial se lo había guardado en el bolsillo.

Cuando le mencionó a Marcus, Calandra tuvo que hacer un esfuerzo considerable por recordar el nombre de la mentora de su amigo. Jo. No Tina, Jo. Asintió y se encogió de hombros.

-Bueno. Hemos coincidido alguna vez. ¿Por qué?

-Porque el trago de Marcus es especialista en inspirar mortales y, además, tuvo un rollo con Pandora. Si le dices que necesitas un chute de Glamour para pillar a los capullos de sus colegas, seguro que se esfuerza por echarte una mano. -Paseó su vista entre Meredith y Van Doren-. Y yo me apunto, por supuesto. Hace tiempo que no me corro una buena juerga. -Por supuesto, la palabra "corro" recibió el énfasis necesario-. Madame Van Doren, supongo que estarás dispuesta a echarme una mano... para llevar a cabo el cantrip, ¿mmm?

Calandra pensó en Craig y en la idea de correrse una juerga al estilo sátiro con él. Luego pensó en Tina y en un montón de lagartas, tanto mujeres como maricas, pululando a su alrededor, y se alegró de tener una espada.

-Claro, claro -respondió, muy solemne-. Yo le llamo. El deber es lo primero. Si es lo que hay que hacer...

-Por supuesto, se me da muy bien echar manos -contestó entrecerrando los ojos. 

Shyam se sentía cómodo con su atuendo para la batalla, por lo que esperó a que la adivina diese con una solución factible para su mayor problema guardándose una poción por si acaso. Sin embargo, parecía que el Corby estaba haciendo un buen trabajo después de todo. Ligeramente incómodo por las contantes menciones con doble sentido de la sátiro, el sidhe se limitó a ver el desarrollo de la conversación hasta dar con una posible solución.

-En tal caso, Calandra, avísame cuando sepas si hay fiesta o no hay fiesta -comentó en un tono que no despertaba entusiasmo alguno.

-Pffft... Sois unos aguafiestas -dijo Tina ahogando un gemido ante la falta de flirteo de sus contertulios-. Bueno, pues cuando tengáis algo preparado, acumulamos el Glamour y buscamos a esos bastardos.

Shyam sintió una punzada de dolor ante el reproche de la sátiro, y lo siguiente que se le pasó por la cabeza fue una vorágine iracunda.

-Hemos perdido un feudo y nuestros amigos están muertos -espetó con dureza-. Lo siento si la idea de una fiesta no es lo que más me pone en este mismo momento.

Van Doren apoyó una mano en el antebrazo de Shyam en un intento doble de darle ánimos y amansarlo antes de mirar a Calandra.

-Será mejor que nos lleves con tu peluquero. Quiero unas mechas.

Calandra se puso de pie y extendió las alas perezosamente. No tenía ganas de llamar a Marcus, pero si con eso podían encontrar a los Oscuros... Aunque de todos modos no es que Tina hubiese demostrado ser muy buena adivina. Debía de ser una característica de todos los adivinos, el no ser muy buenos adivinando.

-Vale. Bien. Los que quieran marcha -dijo, levantando el brazo con entusiasmo fingido- que me sigan.

Y se dirigió al coche de Shyam.

En una cabina de teléfonos, Calandra marcó el número de Marcus y esperó hasta que la voz rota y masculina del sátiro se hizo oír al otro lado.

-Hey, Cal, ¿qué pasa? -Parecía algo congestionado-. La última vez que me llegaron noticias tuyas, los sidhe acababan de regresar de Arcadia.

-Es que he estado liadillo. Escucha, necesito un favor. Es súper de vida o muerte y creo que vamos a necesitar un montón de cocaína.

-¿Como cuánto de coca? -preguntó, serio.

-Imagínate todas las fiestas de los setenta unidas en una superfiesta de los setenta. Me lo han encargado a mí porque soy la única persona en el mundo con suficientes zapatos de plataforma, no te digo más.

-Hmmm... Pues no sé si voy a poder conseguir esa cantidad. ¿Lo necesitas para ya? Si me das unos días puedo ver lo que consigo mover, pero tampoco te prometo mucho. Mis contactos en Oakland están manteniendo el perfil bajo porque la policía ha hecho unas cuantas detenciones...