Eddie se cruzó de brazos, o lo intentó. Le resultaba demasiado doloroso, así que se contentó con mirar a Van Doren con cara de perro.
-¿Y a dónde vais a buscar esos... polvos mágicos?
-Ya, eso siempre le encanta a todo el mundo -rió mientras descendía. Plegó las alas cuidadosamente y se atusó las antenas, sentado en la almohada-. Pero escucha. Primero, esto es un secreto, ¿eh? Que somos unos bichos muy delicados. Y segundo, da lo mismo porque mañana se te va a olvidar todo. Lo siento mucho.
-No te preocupes, no se lo d... ¿qué? ¿Por qué?
Shyam arrastró una silla con el pie y se dejó caer en ella, al lado de Eddie. Miró a la pooka con expresión interrogante.
-No tengo ni idea de qué me hablas, Van Doren. Si le duele mucho díselo al médico. Le ajustará lo que le estén dando.
-No te preocupes por eso -le dijo acariciándole el pelo y la sien-. Vamos a pasarlo bien, ¿eh? ¿Qué te apetece hacer?
-No quiero que se me olvide, Cal. Si se me olvida, ¿me lo volverás a contar, por favor?
Calandra hizo un ruidito como si hubiera visto a un gatito bostezar y se inclinó para besar a Craig.
-No te preocupes. Te lo voy a contar todas las veces que haga falta.
-Dicen que no pueden darle más, que ya le dan suficiente para sedar a un elefante. Le deben doler porque se lo han hecho con un cuchillo de plástico y eso no hay medicina mortal que lo cure. También puede ser que se esté quejando de más...
El Fiona arrugó el ceño y se levantó para comprobar el gotero y la etiqueta que lo identificaba.
-Te están dando lo más fuerte que hay, Eddie. Quizá sea cosa del Hierro Frío, y contra eso no tenemos nada. Intentaré conseguirte algo cuando arreglemos nuestro principal problema, ¿vale?
Craig le devolvió el beso con gusto y le acarició la mejilla. Después, dubitativo, extendió una mano hacia las alas.
-¿Puedo tocarlas?
En la ventana apareció un pelícano con frac que saludó moviendo el ala. Abrió el pico mostrando lo que llevaba en su interior: un pergamino enrollado con el sello ducal.
-Con cuidado, eh -advirtió, y se inclinó para permitirle tocarlas.
Van Doren se sobresaltó al ver al inmenso animal, pero se tranquilizó al verlo de esa guisa. La pooka miró a ambos antes de abrir la ventana para dejarle pasar al interior de la habitación, y esperó a que el animal reconociera el lugar para atreverse a pedirle el pergamino con muchos por favores y gracias.
Aquel sello podía significar algo bueno o algo malo. Menos mal que no tenía que averiguarlo sola.
La carta que leyó en alto Van Doren decía la siguiente:
A la atención de Shyam ap Fiona,
Me han llegado noticias del funesto acontecimiento y es mi deber llamaros a vos y al resto de vasallos de Lord Stevron a mi palacio en Nob Hill. Es necesario que hablemos sobre lo que puede hacerse para recuperar el feudo y poner bajo arresto a los canallas que asesinaron a Lord Schazzenan y la boggan Bernardette. Traedlos a mi presencia tan pronto como os sea posible.
Lord Aeon ap Fiona, Duque de la Bahía
-Bueno, parece que llegó la caballería -dijo pasándole el pergamino al sidhe.
El sidhe releyó con atención el pergamino aun habiéndolo escuchado ya gracias a la pooka.
-Hum. Iré a buscar a Calandra, Meredith y el resto. ¿Me esperas aquí?
-Yo si, Eddie no se -dijo acercándose a la cama del redcap. Le palpitaba con fuerza el corazón; ya no estaban solos-. Anda, marcha, no tardéis mucho.
-No tardaré -aseguró guardándose la carta en un bolsillo-. Y deja de quejarte. Ya te busco algo para el dolor.
Domingo, 25 de noviembre de 1984 - 08:46
Shyam llamó a la puerta de Calandra y uno de sus compañeros de casa abrió y le dejó pasar sin dejar de mirarle con interés.
-Está en el cuarto con Craig. Entra o no, es cosa tuya.