Partida Rol por web

El mensaje era para Andy, que quizá estuviese preparando las maletas de los dos por si acaso. O, con lo que había tardado en darle señales, quizá estuviese ya dormido y no viese mi mensaje hasta despertar. 

Tío,aún sigoliado xo estay bn. No m esperes dspierto alomejor tarde.

No me paré a releerlo antes de darle al botón de enviar, pero seguramente a mi amigo no le costaría mucho notar que estaba colocado sólo con verlo. 

Gracias, Evan, me apaño... Y quedó perdido en su mundo de accesorios propios de la condición de minusválido maniático por el orden. Despacio, comprobó que cada cosa estaba en su lugar.

...bastante bien, terminó la frase cuando ya todo el mundo lo había olvidado. Lo dijo mirando a Madeleine, tomando con ambas manos las de la dueña del piso. Gracias, Madeleine, cuidaré de estos dos...

Había hecho caso omiso de las risas de Aiden. Para él no era cosa de risa.

...mozalbetes. Eso fue en el taxi, tras las maniobras. Y cuando hubieran llegado, seguramente le diría que deseaba escuchar música clásica, más ya habría que sacar la silla y todo lo demás. En estos momentos el dibujo le tenía abstraído. Le sacó una foto con su propio terminal y habló en susurros con Frankie.

Antes de entrar podemos invadir el teléfono de Antony, ¿no os parece? -susurró- Si abrimos los micros, quizá se escuche algo, de haber alguien en...

Eché un vistazo a Oliver aún cuando dijo que se apañaba. Entre su condición y que parecía que siguiese medio drogado no me fiaba un pelo. Sin embargo acabé por confiar, al menos, lo justo para seguir preparándome yo mientras tanto. Me puse los zapatos y me dispuse a revisar que no nos dejásemos nada atrás. Y fue entonces cuando el hombre terminó su frase. Pues eso, drogado.

Suspiré, sintiéndome como si a mi edad fuera algo así como una niñera mágica, y luego me despedí de Madeleine.

—Hasta pronto —dije antes de salir de allí, y la verdad es que llegar a la calle supuso casi un respiro. De no ser, claro, por lo que teníamos por delante.

El viaje en Uber se me hizo, más que largo, eterno. Uno estaba pintando monigotes mientras el otro parecía haberse quedado pillado. Y el aspecto cansado del conductor no es que me diese mucha confianza. Al final hice la mayor parte del trayecto en silencio, rumiando mis propios pensamientos. Sin embargo hasta yo tenía que reconocer que en cuanto vi cómo estaba quedando el dibujo de Aiden me sentí impresionado. La verdad es que para trabajar sólo con una pintura roñosa no estaba nada mal. Eso demostraba, por otro lado, que el tío tenía talento y que lo estaba desperdiciando —igual que su juventud— con drogas y tonterías, cuando quién sabía dónde podía estar.

Pero centrándome en lo que tenía delante, la verdad es que no venía mal estudiar lo que parecía que íbamos a encontrar. Miré a Aiden entonces, dispuesto a hacer algún comentario... Cuando le vi chupándose los dedos que él mismo se había ensuciado. Joder, drogadicto y guarro. Seguro que eso colocaba, como cuando en el instituto los había que esnifaban pegamento. O eso, o la necesidad ya le jugaba una mala pasada. Con un suspiro le tendí un pañuelo.

—Es impresionante —reconocí. Que no me cayese bien no hacía que yo no tuviera dos ojos en la cara y había que ser un idiota para no darse cuenta—. Es... El apartamento, ¿ahora? —Con las palabras de Maddie en realidad no necesitaba una confirmación, pero no estaba de más. Lo mismo se le había ido la pinza y se había limitado a pintar lo que recordaba del sueño—. Está bien saberlo —enuncié antes de hacer una concesión—. Gracias, Aiden.

Después de esas palabras no tardé en mirar a Oliver.

—¿Cuánto tiempo llevaría eso? —pregunté sin llegar a susurrar—. Si lo puedes hacer sin retrasarnos muchos, perfecto, pero si no no estoy seguro de que sea necesario. —Hice una pausa—. ¿Sabemos qué piso es?

De pronto me encontré con un pañuelo delante, de esos de tela como los que llevan los viejos, y no pude evitar una risilla al pensar en lo apropiado que era que Evan llevase un pañuelo así.

—¿Seguro,tío? Te lo voy a dejar hecho unamierda —avisé mientras lo cogía igualmente y empezaba a limpiarme el carboncillo de las manos. Hacía mucho que a mí no me molestaba y en ese instante incluso me gustaba sentir el tacto de los restos de carbón en mis dedos, pero me limpiaba por pura inercia de tener el pañuelo. 

Asentí con la cabeza a la pregunta sobre el apartamento. Aunque en realidad no era ahora-ahora, sino ahora-hace unos minutos, porque la visión la había tenido en el piso de Maddie, pero en aquel momento me pareció que eso daba lo mismo. Y me encogí de hombros con el agradecimiento, todo demasiado formal para mi gusto, pero oye, al menos el abogado estaba intentando ser majo, así que le sonreí. 

Llegó la propuesta de Oliver y miré su teléfono con algo de curiosidad. Yo de esas cosas no sabía una mierda, así que hice una mueca mientras me encogía de hombros de nuevo. 

—No haynadie —dije, porque era todo lo que sabía, lo que había visto—, pero eso delteléfono mola. 

Hice un gesto con la cabeza, como animándole a hacerlo, y después miré a Evan de nuevo.

—Yo sé elpiso —aseguré, convencido—. No he estadonunca, pero me sé ladirección. —Eché un rápido vistazo de reojo al conductor y bajé un poco el tono, o lo intenté—. ¿Cómo vamos a entrar?

Oliver consultó un poco más con Frankie. Demasiado... Yo no tengo las llaves, añadió. ...tiempo, terminó la primera frase. Miraba por la ventanilla, viendo pasar las calles que despertaban a un nuevo día.

Mínimo una hora, y eso con mucha... ¿Conocéis a algún familiar? Luego se quedó pensativo un momento. Mucha suerte. ¿Puedes dibujar alguna pista, Aiden? De todos modos, quizá sea mejor... Señor, dijo al taxista, mejor pare en este otro número. Quizá nos sea suficiente saber si... Quedarnos un ratito por ahí. ...están vigilando el piso. Si sabemos que no hay nadie... ¿Entendéis?

El mismo se estaba entendiendo muy mal.

No vamos a bajar en la misma puerta, terminó, intentando aclarar su personal galimatías de pensamientos entrecruzados.

Asentí a la pregunta de Aiden. Claro que estaba seguro. Prefería tener que tirar un pañuelo que verle comiéndose la suciedad de las manos, y eso que yo no era especialmente maniático. Después de eso asentí a lo del piso. Sabía que Antony y él se llevaban bien, quizá había estado un par de veces... O no, viendo sus siguientes palabras. Visto lo visto sólo podía esperar que supiera el piso de verdad y no fuera algún tipo de alucinación.

En cuanto a su pregunta sobre cómo entrar, medité un instante. Antes de contestar, sin embargo, Oliver volvió a hablar, esta vez de una forma aún más inconexa. Por puro reflejo miré a Aiden. Vale, estaba claro que él no estaba tan mal, probablemente porque tras quién sabe cuántos años había desarrollado una tolerancia que el paralítico no tenía. Y la verdad es que si lo miré fue sólo para intuir si él había comprendido algo de lo que decía Oliver.

—No, Oliver, no te he entendido. Pero si te va a llevar una hora creo que mejor lo dejamos para otro momento —dije callándome todo comentario sobre que aquello no era sino una consecuencia de las drogas. Aún así sí comprendí lo suficiente para hablar al conductor—. Sí, déjenos por aquí. Aparque donde tenga espacio.

En ese punto apoyé un instante la espalda en el asiento antes de volver a hablar.

—Encontraremos cómo entrar, no te preocupes —dije convencido, bajando en ese punto también la voz. Si los clientes que había tenido habían sido capaces de allanar todo tipo de propiedades, más aún nosotros una vivienda de baja calidad como aquella. Además, ¿seguro que Aiden no sabía cómo forzar una cerradura?

Intenté entender a Oliver, de verdad que lo intenté. Pero soltaba medias frases y se cambiaba a otra cosa y luego a veces parecía que terminaba lo anterior, o a lo mejor era yo que me lo imaginaba. Total, que al final se me escapó un resoplido de risa por debajo de la nariz y cuando Evan me miró, me encogí de hombros. 

—Ni idea defamiliares —dije, respondiendo a una de las pocas cosas de las que me había enterado y después me incliné un poco hacia Oliver, interesado en algo que había dicho—. ¿Unapista de qué? —Ni idea de a qué se refería, pero a lo mejor me daba alguna idea para aprender una nueva forma de forzar la realidad y eso siempre me interesaba.

Al ver que nos íbamos a parar ya, me revolví en el asiento para guardar la libreta en el bolsillo trasero de mis vaqueros y revisé mi móvil para ver si Andy me había respondido. No pregunté más sobre cómo íbamos a entrar, parecía que ya tenía algo pensado. O a lo mejor tenía una colección de ganzúas del colegio de abogados en algún bolsillo, lista para allanar las casas de los enemigos de sus clientes en busca de trapos sucios que sacar en los juicios. No me sorprendería algo así, los abogados no eran de fiar.

-Ejem- pronuncia el conductor. El vehículo se ha detenido finalmente frente a un edificio de la zona que reconocéis como aquel en donde vive Antony. El lugar tiene un aire tétrico, uno de esos edificios de apartamentos pequeños y viviendas de interés social en donde cualquiera con un salario mínimo podría cubrir el costo a la semana. Ciertamente la fachada estaba algo descuidada y las ventanas tenían algunos balcones de mínima saliente en donde se veían prendas de ropa que habían sido olvidadas a la intemperie de la madrugada.

La puerta de cristal estaba reforzada desde el interior con varillas de hierro, y el acceso, asumís, se da a través de un intercomunicador con un panel numérico. No parece haber nadie a esa hora de la madrugada. Incluso las almas más noctámbulas seguro habían decidido acabar su noche ya, y no faltaba mucho para que aquellos que madrugaban de primero comenzasen a despertar. El cielo oscuro parecía ser el preludio a lo que viene, y la soledad de la calle sólo aumenta el aire tétrico e inseguro de las farolas bañando con su luz el andén y los escasos vehículos que circulan, y el viento soplando con suavidad en el exterior.

Y en aquella soledad, sólo sentís la mente del conductor, cansada y esperando a que decidáis decender para decidirse si daros una mano con Oliver. Afuera, no parecía que nadie ni siquiera pudiese percatarse de vuestra llegada, pero si hay ojos vigilantes a aquellas horas y en aquel lugar, probablemente no serían tan fáciles de detectar a simple vista.

Oliver comenzó con toda la parafernalia. Pagó al taxista, también. La silla y todo lo demás, con método y sin perder ojo de la calle. Hacía fresquete, para él, que no podía hacer circular la sangre mediante el sano ejercicio de sus piernas, pero venía bien equipado con toda clase de prendas abrigadas que ahora había que restituir a su cuerpo.

Todo se andará, todo se andará, decía. Era un chiste no tan privado. Paso a paso, añadió con una mueca.

Antes de eso, había programado su terminal para que el blue tux rastreara la zona emitiendo el equivalente a ciertos signos. Era una señal discreta que, había aprendido, recibía ciertas señales que podía decodificar mediante un pequeño dispositivo.

Un mensaje llegó tras algunos instantes, de parte de Andy.

Vale. Staba a punto de kdarme dormido. ¿Encontrast a Antony?

Cuando me di cuenta de que el coche se había parado cogí el móvil para pagar con la app, pero no llegué a hacerlo. Me detuve a leer un mensaje y luego tecleé una respuesta y para cuando quise levantar la mirada de la pantalla ya había pagado Oliver y estaba preparándose para bajar. 

No me quejé, al fin y al cabo el plus por vehículo especial era por él y yo ya había tenido que pagar ese mismo viaje una vez sin llegar a mi destino por culpa de las paranoias de Evan y Artemis. Además, Oliver tenía que estar forrado de pasta con todos esos líos de los hackeos y todo eso que hacía. Y tenía una casa y todo. 

Me bajé rápido para dar la vuelta al coche y ayudarlo con la silla. Esperé a que Evan saliese del vehículo para devolverle el pañuelo, ahora lleno de manchas de carbón, y señalé la puerta.

—Esahí, en la terceraplanta. 

Estaba inquieto, joder, sí que lo estaba. Habían secuestrado a nuestro colega y ahí estábamos, buscando pistas para Arcadius. Quizá era el efecto del yagé todavía flotando en mi cabeza, pero tenía la sensación de que el mundo se movía demasiado despacio para mí. Cambié el peso de una pierna a otra y miré a mis compañeros alternativamente antes de preguntar lo que me preocupaba en ese momento. 

—¿Cómo entramos?

Escribí rápido, sin fijarme mucho, un mensaje de respuesta para Andy: 

aun no.escuestro :S luego t cuentro

Tranquiiilo. Oliver trasteaba con su terminal móvil. Estoy buscando y llevará algo de tiempo. No me desconcentréis. Había estado un ratito en ello ya en el taxi. Interrumpida la operación durante el traslado a la calle, procedía donde lo había dejado. En la pantalla del terminal había extraños diseños, cambiantes, y algún "bip" de cuando en cuando. Con los dedos, movía aquí o allá algunos parámetros ignotos, o trazaba símbolos cabalísticos.

Pasé lo poco que quedaba de viaje en silencio. Era inevitable repasar en mi mente los delitos de los que podrían acusarnos con lo que estábamos a punto de hacer. Tampoco es que fuese un problema: después de todo con un buen abogado ninguno de esos se saldaría siquiera con una falta, y ni siquiera creía que fuesen a cazarnos.

Una vez que llegamos al lugar miré primero por la ventanilla. Joder, pagaría por no vivir en un sitio como ese. Bueno, eso era precisamente lo que hacía cada mes en realidad.

Pensativo, dejé que Oliver pagase el taxi y luego bajé a la calle. Miré alrededor, evaluando la situación. Al menos no se veía ni un alma.

Al ver que Aiden me devolvía el pañuelo miré el pedazo de tela estropeado y luego al chico.

—Quédatelo —dije con un gesto que quitaba importancia al asunto. No era condescendiente, pero pasaba de guardar eso en mi bolsillo limpio. Incluso de tocarlo.

Después, al oír que repetía una vez más su pregunta me acerqué al portal. La verdad es que esperaba que fuese él quien tomase la iniciativa. Pero estaba claro que sólo sabía hacer eso cuando era algo suicida. De modo que ahí estábamos, tres magos en proceso de formación con el gran impedimento de... Una puerta. Bueno, dos, contando la de arriba.

No es que fuera un experto en seguridad, ni mucho menos. Pero como abogado había llegado a defender a hijos de papá con la manía de colarse en casas ajenas. Siempre hablaban como si el mundo estuviera ahí para ellos... Y algún que otro como si abrir una puerta como aquella fuese lo más sencillo del mundo.

Decidí probar lo que me habían contado. Pero no iba a hacerlo sin más delante de los otros, eso estaba claro. Para empezar porque si salía bien Aiden se creería que podía entrar hasta en mi casa con ese método, para seguir porque si no funcionaba iba a quedar como un idiota. De modo que puse una mano en la puerta y cerré los ojos, con expresión de concentración.

—Controla que no venga nadie —dije a Aiden antes de empezar a recitar trozos sueltos de palabras aprendidas de Artemis. Cuando consideré que había sido suficiente empujé y di un tirón seco. No tenía muy claro si iba a funcionar, pero de ser así al menos Aiden dejaría de ser el único que brillaba por lo que conseguía con su magia.

Pasé lo poco que quedaba de viaje en silencio. Era inevitable repasar en mi mente los delitos de los que podrían acusarnos con lo que estábamos a punto de hacer. Tampoco es que fuese un problema: después de todo con un buen abogado ninguno de esos se saldaría siquiera con una falta, y ni siquiera creía que fuesen a cazarnos.

Una vez que llegamos al lugar miré primero por la ventanilla. Joder, pagaría por no vivir en un sitio como ese. Bueno, eso era precisamente lo que hacía cada mes en realidad.

Pensativo, dejé que Oliver pagase el taxi y luego bajé a la calle. Miré alrededor, evaluando la situación. Al menos no se veía ni un alma.

Al ver que Aiden me devolvía el pañuelo miré el pedazo de tela estropeado y luego al chico.

—Quédatelo —dije con un gesto que quitaba importancia al asunto. No era condescendiente, pero pasaba de guardar eso en mi bolsillo limpio. Incluso de tocarlo.

Después, al oír que repetía una vez más su pregunta me acerqué al portal. La verdad es que esperaba que fuese él quien tomase la iniciativa. Pero estaba claro que sólo sabía hacer eso cuando era algo suicida. De modo que ahí estábamos, tres magos en proceso de formación con el gran impedimento de... Una puerta. Bueno, dos, contando la de arriba.

De modo que puse una mano en la puerta y cerré los ojos, con expresión de concentración.

—Controla que no venga nadie —dije a Aiden antes de empezar a recitar una especie de letanía en latín durante cerca de diez segundos. Luego empujé y di un tirón seco. No tenía muy claro si iba a funcionar, pero de ser así al menos Aiden dejaría de ser el único que brillaba por lo que conseguía con su magia.

Le vio por el rabillo del ojo e intentó detener a Evan con un gesto. Pero, ¿queréis esperaros? Dijo un poco enfadado. Intento averiguar si vigilan su casa, recórcholis. ¿Queréis tener paciencia y esperar un poco?

Toma un poco y algunos intentos empujando con fuerza, pero tras insistir contra la puerta, tu hombro y tu técnica contra la ruidosa respuesta metálica de la puerta. Esta cedió finalmente con una queja seca, mientras se abre. Estaba claro que a pesar de toda la parafernalia, la seguridad no era la principal inversión de este tipo de edificios y si tú habías logrado vencer a aquella puerta, sólo podía implicar que otras personas, por más mundanas que fuesen, también tendrían iguales o mejores probabilidades.