Partida Rol por web

Viernes, 8 de agosto de 2008: 15:30 PM
Distrito de Finger Park

El barrio de Finger Park era una zona de clase media donde parte de sus habitantes intentaban vivir algo por encima de sus posibilidades. Otros, más inteligentes, alquilaban o realquilaban sus viviendas a aquellos snobs que deseaban vivir más cerca del gran parque homónimo.

Troy Sanders no era uno de ellos: aunque él podría haberse permitido pagar una de esas viviendas de forma bastante desahogada, sabía la cantidad de delitos que se cometían en dicho parque por las noches. Suficiente crimen combatía en sus salidas como Centinela y de vivir junto a un sitio así sabía que cuando no se tuviera que poner el traje del justiciero oscuro se volvería a enfundar su traje de 'El Juez'. Su cuerpo acabaría por no soportar eso y temía acabar cojo como Goldfield o algo peor.

En aquel momento, Número 8 se encontraba allí haciendo una, como solía decir Cable antes de traicionarles, 'centinvestigación'. Desde hacía unas semanas habían llegado a oidos del equipo una noticia algo extraña. Una justiciera enmascarada estaba luchando contra el crímen y la relacionaban directamente con el Centinela. ¿El motivo? La mujer iba disfrazada como Linx, el primer y único ayudante que tuvo el Centinela hace ya 50 años.

Mientras Troy sacaba su smartphone y comprobaba que la conexión con la central seguía operativa (pues tenía un micrófono en la parte interior del oído para contactar a Fedora si lo necesitaba), un joven se colocó en la acera y poniendo una canción se dedicó a bailar mientras algunos viandantes le dejaban algunas monedas en la gorra que había colocado para ello. El número 8 estaba encargado de comenzar la búsqueda de pistas sobre esa joven: sabían que operaba habitualmente en Finger Park y alrededores, así que era posible que allí supieran algo.

Además, la última vez que la habían visto fue frustrando un robo de la caja de la Casa de los Nativos, frente a la que se encontraba ahora mismo.

A Troy no le gustaba investigar. Comprendía que era un asunto bastante serio, pero para eso estaba Fedora. O Goldfield. O quien quiera que fuese que dedicase a recavar la información de sus misiones. Pero sabía que eso le quitaba trabajo a Bates, que era lo de menos, y con suerte terminaría proporcionándole algo de acción, que era por lo que se había apuntado.

No tenía ni idea de cómo iba a proceder. Siempre suponía que era trabajo de otro darle una excusa para estar en un sitio. Una identificación falsa o lo que fuese. Como nadie le había dicho nada, había imaginado que se lo dirían cuando necesitase saberlo. Cuando se cansó de asarse de calor fuera Troy entró en el museo. Más valía que hubiese aire acondicionado ahí dentro.

Mientras le cobraban los cinco dólares de la entrada el ocho se adentró en el edificio. Todo el interior estaba ambientado en la América nativa y colonial. Desde tótems hasta telares, pasando por todo tipo de vestimentas y fetiches varios. El museo no estaba muy vacío, desde su posición debía haber unas treinte personas.

Cuando llevaba un par de minutos mirando cosas un hombre de unos 20 años largos se le acercó. Estaba claro por sus facciones y su aspecto que era descendiente de nativos americanos (quizás mestizo, no lo tenía claro) y era uno de los guías del museo, pues todos lo eran.

- Muy buenas tardes, caballero. Mi nombre es Teyonnhehkewea, pero puede llamarme Teyon. ¿Puedo ayudarle en algo? - le preguntó con una sonrisa

Troy recorrió el museo mirando de pasada las exposiciones. Aquel museo le importaba un carajo y no tenía manera de disimularlo. Leía las placas a medias y en desorden. Se volvió hacia el guía y le miró de arriba a abajo. Por su expresión se adivinada que no estaba muy contento con lo que veía.

-Sí. ¿Es verdad lo de la chica Linx? -preguntó sin rodeos.

Mientras Fedora abría el canal entre ambos (cosa que Troy advirtió por la leve vibración de su pequeño auricular) el guía se quedó con la cara torcida y balbuceó un poco, visiblemente sorprendido por la pregunta.

- Uh... eh... uh... - se tomó unos segundos de balbuceos para reaccionar a la tan directa pregunta. - ¿Es... usted periodista? -

En ese momento la voz de Control sonó en el oído de Troy, visiblemente frustrada.

- ¿Estás tonto o qué? - le dijo Fedora desde la base, bufando. La joven removió su dorito entre el queso fundido y luego se lo llevó a la boca, masticando antes de añadir. - Bolsillo interior izquierdo de tu chaqueta, William Anderson, del Betlam Tribune. De nada. -

Cuando Troy se llevó al mano al bolsillo que la joven le dijo, se encontró con una identificación en una pequeña cartera como las que usaba el FBI, pero ponía 'William Anderson, periodista de The Betlam Tribune'.

Hizo una mueca cuando se abrió la conexión. Estaba seguro de que fue bastante raro verle parado, esperando a que le chivaran la respuesta. No se leyó el nombre de la identificación, sino que la enseñó directamente y resolvió mirarlo después. Si alguien le hubiese presentado una identificación y tuviese que leer su nombre antes de enseñarla le hubiera partido la cara al instante.

-Evidentemente. ¿Y bien?

Teyon torció el gesto mientras asentía al mirar la identificación, pero se le notaba nervioso, posiblemente por las maneras de Sanders.

- Pues... hace dos días mi compañero Anniruddha estaba organizando parte de un nuevo decorado del museo cuando escuchó un ruido y salió a mirar. Eran dos tipos con pasamontañas que vinieron a robar la recaudación del día... Ruddha nos dijo que apareció una mujer enmascarada que debía medir apenas cosa de metro y medio, pero que les dió un buen par de patadas bien dadas y lo largó corriendo... No sé si tiene algún nombre o si dijo algo más. -

Fedora supuso que aquel lugar tendría cámaras de seguridad, pero dudaba muchísimo que fueran a ofrecerles las grabaciones así porque sí. Si había algún ordenador cerca, pensó la hacker, quizás ella podría hacer algo.

-¿Anniruddha? -se escuchó decir a Fedora por el auricular-. ¿En serio? De verdad...

La hacker negó con la cabeza frente al monitor en la comodidad de Control y así continuo mientras mojaba otro nacho en la salsa y se lo llevaba a la boca. Fedora pasó de negar a asentir cuando notó el sabor del queso en la boca. Que el teclado estuviera lleno de mierda era un sacrificio que podía permitirse.

-Encanto, hazme el favor de preguntar por las cámaras de seguridad, que sistema usan, si están en funcionamiento... No creo que te dejen meter la zarpa, pero al menos sabré si son de pega, que hoy no me siento con ganas de trabajar de más.

Iba a hacer algún comentario sobre el nombre también, pero se contuvo. No quería estar de acuerdo con alguien que le llamaba encanto. Estaba bastante seguro de que estar ahí parado sin decir nada mientras escuchaba a Fedora no le estaba ganando puntos con el guía, así que carraspeó e intervino.

-¿No la grabaron las cámaras de seguridad?

El guía frunció el ceño. - Pues supongo que sí... Pero me temo que no puedo enseñarle las grabaciones, sólo podríamos hacerlo a la policía y aún no han venido a por ellas. - comentó Teyon, parecía lamentar no poder ayudar mucho más. - Si quiere pasar otro día y hablar con Ruddha, aunque no sé si servirá de mucho -

-Déjalo -cortó, y se alejó del guía.

Empezó a rondar por la sala, buscando una manera de meterse en la zona sólo para el personal y buscar las grabaciones él mismo. No sabía si iba a haber alguna clase de cerradura electrónica, así que por si acaso decidió avisar a Fedora. Estaba acostumbrado a que en control pudieran ver todo lo que había a su alrededor, pero no llevaba la máscara e iban a tener que fiarse de lo que él les contara.

-Fedora, voy a buscar la sala de seguridad. Ábreme la puerta o dime cómo abrirla. Y procura que no me graben colándome.

-Listo -dijo la hacker tras terminar de aporrear el teclado. O así es como lo escuchó Troy al otro lado-. A veces me siento como uno de esos porteros de hotel. Siempre pendiente de abrirte las puertas para que pases cómodamente. La sala de seguridad está delante tuyo, por cierto. ¿Ves esa puerta al fondo? ¿La de color gris y una minúscula ventana de cristal? No hace falta que me des las gracias.

Sumando las fotografías de la página web del museo mas el plano descargado del catastro la hacker acertó de lleno cuál era la puerta que Troy debía cruzar. Tras asegurarse Número 8 que nadie estaba mirando abrió la puerta (que no parecía estar cerrada, únicamente con un cartel que prohibía el paso) y se coló en el interior.

La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz de los monitores. Troy tardó unos segundos en poder moverse por allí debido a que su vista tuvo que acostumbrarse a la oscuridad. Las cámaras le habían grabado entrar pero poco quedaba para que eso siguiera siendo así.

Una vez dentro el Sphinx de Troy vibró al reconocer una nueva red WiFi. Fedora no tardó ni cinco segundos en usar esa conexión para traspasar la clave WEP del router (iamconnor365). En diez, la chica ya tenía todas las cámaras de seguridad en el segundo monitor de Control. Pero aunque intentó rebuscar no parecía haber grabaciones por ninguna parte.

Por su parte, Troy echó un vistazo mientras Control trabajaba en ello. No lo tenía muy claro porque estaba bastante oscuro, pero le pareció ver un par de mesas con algo grande en ellas. Podía acercarse a alguna o encender la luz, pero quizás la segunda opción, aunque la más efectiva, también era la menos sutil.

No tener a su disposición la visión nocturna del traje era una desventaja, pero a Troy le gustaba superarse. Escuchó en busca de algún movimiento en los alrededores, aunque Fedora tecleando en su oreja era un serio obstáculo, y después de mirar en todas las direcciones se acercó a las mesas.

-Hum... ¿Hay algún vídeo por ahí? No encuentro las grabaciones, lo que me lleva a sospechar que las almacenan de manera analógica -supuso Fedora mirando fijamente sus paneles. No le caía nada bien la gente que aún usaba tecnología del siglo pasado...-. Voy a desconectar las cámaras para que puedas encender alguna luz.

Troy se acercó a la mesa que tenía más cercana y una vez junto a ella tocó aquel gran bulto. Se dió cuenta que no era uno sólo, si no un pequeño montículo de rectangulares bultos que luego reconoció como cintas de vídeo VHS. Estaba ordenadas por fechas y aquellas parecían corresponder al mes anterior.

Fedora por su parte se encontró con una traba: alguien estaba en el sistema con ella. No era ningún miembro de seguridad (al menos no uno al uso) porque no había nadie en la sala con Troy, así que debía de tratarse de algún otro hacker que había entrado allí. Sólo se había dado cuenta de que estaba allí con ella cuando éste hacker misterioso le bloqueó el acceso a las cámaras.

Una mezcla entre alarma y pánico empezó a crecer en su pecho. Tenía que hacer algo si quería que ese hacker no comprometiera la seguridad de los servidores del Centinela.

Troy, ajeno a las dificultades de Fedora, utilizó la linterna del móvil para buscar las cintas de vídeo que habrían grabado a la chica. No era un experto en sistemas de seguridad, pero suponía que en el museo habría más de una cámara, así que tendría que llevarse todas las que encontrara que correspondieran a ese día. Lo que era un problema. ¿Quién usaba cíntas de vídeo en 2008? Igual esos indios no se habían encontrado con un DVD en su vida.

-Joder -dijo levantando la smanos del teclado durante un instante-. Joderjoderjoderjoder. ¿Pero qué coño? Me cago en la puta.

Fedora se levantó del sitio y apartó un par de cajas de pizzas para sacar de una montaña de mierda un portadiscos alargado. La hacker pasó las fundas de discos hasta llegar a uno rotulado a mano por ella misma en el que ponía lo siguiente: "MOTHERFRAKER RABBIT".

-Te vas cagar -Fedora introdujo el disco en la disquetera del ordenador y envió el archivo al intruso de la red tras abrirse camino hasta su ordenador.

Suponiendo que el otro hacker estaba intentando registrar la conexión de Fedora, la chica envió con rapidez el rabbit por la conexión que se había abierto. Rezó en su fuero interno porque el otro fuera un hacker de verdad y no un tipo con suerte que se había metido con quien no debía.

Afortunadamente era el primer caso. ues aún habiendo sido reforzado y reprogramado por Fedora, la heurística de los antivirus modernos podía descubrir el modus operandi de su creación y hacer que aquello no sirviera para nada. Pero los verdaderos hackers no usan antivirus y ella supo que jamás se esperaría que le atacara con un virus tan antiguo.

Mientras ella se dedicaba a evitar los ataques, comprobó que cada vez llegaban más espaciados. Los primeros llegaron con menos de un segundo de diferencia cada uno, los últimos con más de tres. Plop, y la intrusión había desaparecido.

Troy cogió las 4 cintas que correspondían al 6 de agosto y miró la salida, esperando una confirmación por parte de Control. Tenía lo que buscaba y ahora tocaba desaparecer.