Partida Rol por web

Cuando abrazó a Clementine le dijo al oído: -Ten mucho cuidado. Te quiero...

Bien esta tener ideas y hacerse la imagen en la cabeza de lo que vas a hacer. Sin embargo lo que empieza con un esbozo de las lineas argumentales, o una receta de pasos exactos no encaja cuando lo pones en marcha. Es así como lentamente se me desplaza lo concebido hacia lo sentido.

Me abstengo de probar el brandy por que ignoro si llevara mas aceleración o embotamiento. El bregar constante con la laguna es agotador y la ropa ya es de por si bastante molesta encogida de aquí y de allá. La única forma de afrontarlo sin problema es de la misma que lo obvian las niñas y consiste en no darle importancia centrándose en otra cosa. Una a la que otorgas mas importancia.

Sorbo el chocolate con la degustacion del cliente agradecido y entretanto actuó de espectador al trueque de confidencias de las niñas y de su trágica condena a la cama. Las saludo con simplicidad y me pregunto si no luego no serán nuestras secretas espectadoras.

No es que lleguemos a tener un intercambio exacto de palabras que marque, vale ya es la hora. Nos ponemos a ello en un momento impreciso después de que se apague el bullicio de las crías y nos movemos. Es una caminata extraña aun siendo corta. No puedes dejar de pensar que andas dentro del agua. Pero alcanzando una matizacion especial. Sumergidos en una masa acuosa el sonido seria mas apagado. El retumbar de la tormenta tiene el ritmo de un latido. Inmenso y de cientos o miles de corazoncitos.

Ayudo a fijar la fina maroma con dedos resbaladizos y comprobamos que esta bien prieta. Mientras me esmero en la tarea mis pensamientos vagan por la idea que quizás el enfoque de como danzar necesita un ajuste.

Nos miro a los cuatro. A los seis si Jovanka y Victoria están asomadas a una rendija. A los diez, doce que puede que se apunten al sentir bullicio. Estamos empapados y si lo estiras mas estamos diluidos en el diluvio. Y nuestros pulsos mezclados con los de alrededor. La danza que tenia en mente no basta. Es de seco. Hoy hace falta danza de agua. Sirve para empezar. Por que si habla de un humor primordial. El de la sangre. Pero necesita continuar un poco mas alla.

Elliot con la guitarra prestada de Mats se prepara con buenas bocanadas de aire. Es agradable, aun con la dificultad, el observar el optimismo en sus ojos. Con algún rastro de pánico escénico. Pero esa pizquita de duda es parte de la autenticidad de lo que vamos a crear. Le devuelvo el abrazo que me da con apriete fraterno.

El se sitúa en un elevado a modo de pedestal y se prepara.

Yo les comento a Clementine y Mats que empezare yo, que vean lo que hago y que me sigan. Lo cierto es que la mejor forma hubiera sido a cuatro pero veo el patrón que se puede hacer y sonrío por que me imagino que va a funcionar. Estoy seguro.

Echo un vistazo a Elliot para esperar el pistoletazo inicial y cojo los brazos de Clementine y Mats para acercarlos y comentarles las ultimas directrices. - Después de que lo inicie tu vienes a mi Clementine y danzamos juntos, tratando de imitarnos el uno al otro enfrentados. En el momento que te de la señal entraras tu Mats y yo saldré. Y luego seras tu Clementine la que se cambiara conmigo. Y luego Mats. Y así sucesivamente - les sonrío con tono tranquilizador - No es preocupéis por si no nos calcamos exactamente bien. Ese no es el objetivo. El objetivo es disfrutarlo y sentirse bien. Oír la sangre bombeando y la sonrisa en la lluvia. Si el alma os pide entrar sin cambio, hacerlo - Les doy un apretón confiado - Vale, vamos. Y recordar: Salpicad

Me separo de ellos y le hago el gesto a Elliot de comenzar, habiendome alineado con la apertura casi irreconocible de la piscina.

Elliot esta fantástico. Pulsa el latido de la madera con golpes de percusión. En el segundo me cojo al ritmo. Pateo el suelo. En el segundo pateo le acompaña el hombro del mismo lado.

Cuando se ha unido a la música simple todo un lado, paso al otro. Salpico. Y salto. Cuando de la percusión pasa a la guitarra y a la voz, mis pies y el resto de mi cuerpo saltan, golpean y crean ruido con la música.

El movimiento lo trazo hacia la baulastrada y de regreso.

Maestros de Riverdance en Dublín y por toda Irlanda y los paisanos de Rula Bula de Phoenix deben estar masacrándose la frente a palmadas, pero no pretendo ser ortodoxo. Solo bailar y disfrutar con el agua al ritmo de la música. Cuando he dado suficientes pasos para creer que, Clementine o Mats, se han quedado con la copla les hago la señal.

Salgo al exterior con una sonrisa pletórica, casi beatífica. No lo entiendo. Algo en mi mente me dice que debería estar acojonado o algo así, pero por algún motivo, lo único que consigo sentir es una emoción y una anticipación casi juveniles, como si fuese un adolescente a punto de hacer algo prohibido y quizá peligroso. Ayudo a Elliot a asegurar las cuerdas destinadas a evitar que nos ahoguemos, dedicándole miradas tranquilizadoras.

—No te preocupes —le digo en cierta ocasión, alzando la voz para hacerme oír entre la lluvia—. Esto va a ser como una fiesta. Vamos a honrar a nuestra anfitriona.

Respetuosamente, cuando todos estamos ya listos, y después de que Daniel nos haya dado las instrucciones del ritual, Elliot empieza a tocar mi guitarra, que suena sorprendentemente bien en sus manos. Joder, qué talento tiene aquí todo el mundo. Tras los acordes iniciales, el joven se pone a cantar en un idioma que no comprendo, que el sentido común me dice debe de ser galés. El tío canta bien, desde luego. Al cabo de unos instantes, Daniel comienza a bailar una danza que me recuerda a esos zapateados típicos irlandeses que tan graciosos me resultan, solo que a él no parece que le hayan metido un palo por el culo.

Sonriendo, empiezo a batir las palmas rítmicamente, siguiendo la pulsación de la canción de Elliot. Cuando creo haber memorizado la tonalidad y la melodía de la canción, me atrevo a añadir mi voz para añadirle armónicos, entonando un murmullo grave en el fondo de la polifonía. Mientras tanto no dejo de sonreír, mostrando mis dientes con júbilo, sintiendo cómo el agua me empapa sin dejar seco ni un solo centímetro cuadrado de mi piel.

Apenas veo la botella de crema de grosella negra le echo una buena medida al chocolate, al tiempo que voy saboreando la estimulante y cálida bebida paso de tener mis resquemores con respecto al baile a pensar que podría ser divertido. No es ninguna novedad que no soy una bailarina consumada pero voy a hacer mi mejor esfuerzo, con ese pensamiento en mente escucho los comentarios de las niñas, tratándome de imaginar la escena que relatan... Mon Dieu en qué nos vamos a meter...

Despido a las niñas hasta mañana y le agradezco con un abrazo a Geneviève su presencia y su cariño, que siempre este allí en los detalles y así se lo hago saber con palabras también antes de encaminarnos hacia nuestro experimento sobrenatural. Al salir fuera la cortina de agua vuelve a mojar lo que estaba casi seco, pero esta vez es distinto, me siento envalentonada como si fuéramos a hacer una performance digna de reyes; quizás sea la crema de grosella.

Presto suma atención a los movimientos que explica Daniel y los ensayo hasta que creo que los he descifrado. La música de Elliot comienza a sonar suspendida en el aire y sumada a la lluvia dota de un tinte mágico a toda la escena, todo esto bien podría ser el telón de un cuento de hadas: los intrépidos aventureros danzan buscando congraciarse con la poderosa y bondadosa sirena de las marismas llevados por la música de su talentoso amigo, el bardo mago.

Me río sola, mala señal pensaría en cualquier otro momento, pero en este me siento muy animada, entusiasta diría, y extrañamente segura. Cuando veo que Daniel comienza a bailar me preparo y comienzo a imitarlo tratando de disfrutar de la danza como él nos ha recomendado. Ha llegado la hora del show.

Aprieto a Elliot quizás más fuerte de lo que tenía planeado cuando me da el abrazo, no alcanzo a hablar pero mis labios forman un silencioso: "Yo también te quiero" y lo miro mientras me muerdo el labio unos segundos antes de soltarlo.
 

La cuerda que habían atado a algunas de la balaustrada y que les unía se convirtió en un elemento más de la danza, cruzándose sin llegar nunca a enredarlos. Los saltos y giros, las risas y miradas fueron renovando sus fuerzas hasta sentirse colmados de una energía infinita.

A base de pisotones el agua se iba templando y haciendo más densa hasta convertirse a sus pies en un barro que emanaba un intenso aroma a cerveza y algas cuando era chafado. Con las últimas notas de la guitarra la superficie de la piscina empezó a bullir como un caldero cuyo fuego estuviera en su centro, cada vez con más intensidad hasta que una pequeña erupción echó a los bailarines tres metros hacia atrás sin llegar a derribarlos gracias a la cuerda y a su compenetración. Todos, incluso Elliot, quedaron cubiertos de un barro que no molestaba ni a los ojos.

Emergió un ser cuyo tamaño –algo más de seis metros de largo– y forma corporal recordaban a un elefante marino y tras dar un aparatoso giro sobre sí mismo –en el que se vieron sus dos colas– apoyó sus garras delanteras en una de las barandillas de forja que apenas sobresalía de las aguas.

Su enorme melena parecía de vegetales marinos, tenía una cara humanoide tan grande como la cabeza de un león y los cuernos, muy desgastados y doblados hacia abajo brillaban con algo de luminiscencia. El pecho era el que se habría esperado de una humana gigante pero muy poblado con un vello similar al de la melena solo que mucho más fino, como césped, y los brazos tenían una coraza de escamas brillantes terminando en garras negras que esporádicamente emitían chispas en contacto con el metal. Por su cuerpo correteaban unos pequeños crustáceos que brillaban con una luz verde como la de las luciérnagas.

Abrió la boca y con un gesto extremadamente expresivo pero evidentemente inhumano emitió una especie de grito que sonaba como unos cuantos acordes desordenados de zanfona.

Se bamboleó animosa, estirando el cuello y se unió a la fiesta emitiendo grititos y gimoteos a los que se añadieron diversas voces humanas e instrumentos electrónicos que resultaron en una especie de canción de rap cantada en un inglés nefasto con acento ruso.

Ninguno de los escenarios que me hubiera podido imaginar me pudieron preparar para una entrada de este tipo, sigo bailando pero estoy atrapada literalmente por la imagen del ser que emerge del barro, no siento miedo ni nada parecido, si no una intensa fascinación, me parece hasta glamorosa con esas garras como guantes que destilan electricidad, esos gritos guturales y los pequeños crustáceos brillando como las lentejuelas de un vestido.

Parpadeo un par de veces y me doy cuenta de que me es imposible ocultar lo subyugada que me tiene, creo que es increíble y mi rostro lo demuestra con una expresión que es muy parecida a la de los niños cuando sueñan despiertos. Quiero acercarme a hablarle pero me encuentro sin palabras, solo balbuceos salen de mi boca y espero que no los escuche porque me daría mucha vergüenza.

Me doy cuenta de que he parado de bailar y la miro absorta en mi lugar, ¿Será parte de su poder de sirena o solo el efecto creado por la fina trama de la realidad cuando se rompe?

El esfuerzo, la respiración, la chispa del baile y la seguridad del amparo como una capa de la melodía, atrapan el estado de estupefacción afinado para ver y no delirar. O sentir un terror remoto surgiendo de su escondite ancestral.

Intoxicado de adrenalina y animo a chorro explosionados de un rejuvenecido manantial contemplarla es como un sueño. En la  piel del instinto están los otros matices que resbalan, como percepcion diluida en la lluvia, de los sentidos fisicos.

Aunque es imponente e impactante sigo pisando, saltando y dando vueltas mientras sigue la musica. Es nuestro presente y parar seria una descortesia. Kyon me susurra que recuerde que ahora represento mas que lo abarcaba hace tres dias. Me azuza para no dejarles mal. Tambien puede ser que lo este disfrutando, pues tan directo y tan simplificado, se reduce la presente melancolia que transluce por las superficies de mi espiritu cuando estan en calma.

Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reir. Hay un tiempo en que perder y un tiempo en que ganar. Hay un tiempo para estar en guerra y un tiempo para estar en paz. Un tiempo para odiar y un tiempo para amar. No recuerdo de donde me viene esos pensamientos o de donde los he aprendido. Sinceramente inclino la balanza hacia el lado positivo recordandome que momentos hay en que los platos de la balanza se invierten. Sin embargo no ahora.

Sonrío a nuestra anfitriona intentándola imaginar integrada en su totalidad en lo que están mis ojos y mis oídos y mi nariz tomando. Mas allá del contorno físico extendida en la mutable masa de laguna y nubosidad derramada.

Cuando la canción se termina aun añado un par de secuencias de golpeteo sobre el barro y los charcos, para que el sonido no muera en seco.

Lanzo un profundo suspiro y una sentida reverencia.

- Señora. Recibid esta muestra de amabilidad cantada como nuestra gratitud. Gracias. - observo a Clementine ¿extasiada? - vuestra presencia es grandemente apreciada por todos nosotros. Mi nombre es Daniel Mallutz. Si queréis, tenéis en mi un amigo. Estos son los míos - señalo a los demás - aunque son mas. Son mis hermanas y hermanos.

La danza de sus amigos fluía ligera y salvaje. No tenía nada de ensayada y se notaba pero aquello no hacía más que dotarla de vida, fuerza y encanto o eso le pareció a Elliot. Aún en la oscuridad dominante podía ver sus rostros sonrientes con las luces que portaban y ellos mismos parecían hadas que en la noche y la tormenta celebraran la vuelta al caos del paisaje hundido bajo las aguas. Salpicaban sí, tal como había indicado Daniel, hacia todos lados, y a pesar de la vorágine de algún modo consiguieron que la cuerda no les enredara. Fue cuando estaba terminando la canción que las aguas de la piscina burbujearon como en ebullición y la señora de la marisma emergió a su llamada lanzando barro en todas direcciones.

A pesar de la descripción de Jovanka, verdaderamente precisa, ninguna idea que se hubiera hecho se acercaba a lo que suponía tenerla ahora delante. La imagen de la sirena estaba iluminada con luz propia proviniente de la luminiscencia de su cornamenta y de los pequeños animalillos que la recorrían sin cesar. Pero más impresionante aún que su aspecto fueron los sonidos que comenzó a emitir, como si una zanfona gigantesca estuviera siendo afinada. Luego de eso vino algo que Elliot no esperaba en absoluto: una especie de rap ruso, sin duda “la música de Yuli” de la que hablaron las niñas, y que la sirena emitía siendo capaz de generar todos los sonidos a la vez.

Que cantara una música relacionada con las niñas debía ser buena señal. Y aunque parecía contenta o animada al menos danzando contagiada por sus amigos, su rostro era tan extraño y sus gestos tan alejados de lo humano que Elliot no sabía bien qué pensar. En cuanto la sirena se puso a cantar el chico dejó de tocar y se quedó muy atento a todos sus movimientos, aunque si ella hubiera querido atacar a sus amigos, ¿qué habría podido hacer él? En responder a esto se concentró mientras los demás seguían bailando acompañados por la sirena hasta que Clementine primero, cuyo rostro parecía el de una niña absolutamente maravillada, se detuvo sin ser capaz al parecer de librarse de su embeleso. Elliot se inquietó sopesando que había podido caer bajo algún tipo de hechizo.

Fue al terminar la canción de su anfitriona cuando Daniel se dirigió a ella con la cortesía que requería la ocasión. Victoria había advertido que la sirena no hablaba pero con las niñas al parecer no había tenido problemas para comunicarse o al menos para hacerse amigas. Elliot se quedó en tensión esperando su reacción.

De pronto, en lo más álgido de nuestra peculiar ceremonia, las aguas empiezan a revolverse. El centro de la piscina se arremolina y refulge como si fuese un caldero mágico, y con una fuerte salpicadura, salimos repelidos hacia atrás. Ante mis incrédulos ojos aparece la criatura más increíble y extraña que jamás hubiese podido imaginar: una especie de enorme y realmente peludo cruce entre humanoide y marsopa, con dos colas, unas zarpas afiladas y atributos femeninos. Está recubierta de crustáceos fosforescentes que le dan un aspecto psicodélico. El ser, a pesar de su aparente torpeza física, canta con desparpajo una canción que parece rap, e incluso oímos instrumentos electrónicos llenando el ambiente.

Por extraño que parezca, la criatura me parece… graciosa. Graciosa y adorable.

No puedo reprimir una risita boba al ver a la divertida sirena uniéndose al jolgorio en lo que se me antoja la fiesta más épicamente surrealista de mi vida. Respetuosamente, Daniel es el primero en dirigirse a ella, y los demás guardamos silencio, esperando a ver qué sucede. Cuando Daniel nos presenta ante la sirena, yo doy un paso al frente y saludo con una teatral reverencia que acaba con mi cara hundida en el agua enfangada.

—Mats Bergstrøm, a su servicio —digo mientras levanto nuevamente el rostro.

El ser giró su enorme cara recorriendo con una mirada desorbitada a los danzantes hasta detenerse en Clementine.

Era evidente para Elliot que sueño y vigilia se habían fundido y no vió en ese ser más allá de que su sustancia tenía naturaleza dual. Si las leyendas que había oído de un tiempo ancestral en que sueño y vigilia no estaban separados tuvieran una base más allá de la metáfora éste podría ser uno de esos seres, como los peces que se encuentran de vez en cuando y se creían extintos.

Bajó sus patas delanteras de la barandilla y flexionó las traseras para levantar la parte trasera de su cuerpo. Echó a andar despacio –como un dragón de Komodo acechante– hasta pararse a tres palmos de la doctora. Se agachó hasta quedar su cuerpo tumbado en el suelo y levantó su cabeza hasta que su nariz –que más bien parecía el hocico de un felino– quedó a la altura de la boca de Clementine.

Aunque en la distancia sus enormes ojos desorbitados daban la impresión de estar mirando hacia los de la doctora al acercarse tanto y quedar éstos por encima de la cabeza de Clementine se hizo evidente que no la estaba mirando con ellos y pasaron a parecerse más a los ocelos que presentan las alas de algunas mariposas que a unos ojos reales.

Otros dos ojos que había ocultado, hundidos en unos pliegues entre los pómulos y las mejillas, pequeños y negros, como de cristal, se mostraron para mirarla directamente. Clementine pudo ver su propio reflejo en ellos.

Tras pocos segundos de silencio emitió un gritito que no venía de su boca sino de las enormes “orejas” y luego un quejido con voz de mujer joven, un largo gemido de dolor que aunque en realidad no habían oído antes les resultó a todos de alguna forma, familiar.

La música se detiene, nuestra danza también. Mis dos compañeros de baile aciertan a presentarse mientras que yo quedo de pie, totalmente desencajada del resto, sobrepasada por lo fantástico de la postal que tengo delante de mis ojos en un principio, y por el temor luego en cuanto veo que el ser se acerca a mí lentamente.

Su presencia me causa un profundo respeto y temo por mi seguridad al tener a la vista las garras negras, pero más todavía temo arruinarlo todo con algún gesto equivocado: sería maravilloso poder comunicarnos con ella. Permanezco inmóvil tratando de recordar cuáles son las indicaciones a seguir en caso de enfrentar animales grandes, luego me doy cuenta de que no van a servir porque esta sirena no es un animal, aunque su apariencia y sus sonidos pudieran confundir la percepción de los incautos. La miro a los ojos, a los verdaderos, solo para encontrar mi propio reflejo en ellos; esto no deja de causarme una extraña sensación interna, un deja vú que no logro figurarme a qué se debe.

Me vienen las palabras de las niñas a la mente diciéndonos que no hablaba, me doy cuenta tarde de que quizás deberíamos haber ideado una manera de comunicarnos... O preguntarles a las niñas cómo lo hacían, si por gestos o telepáticamente o cómo. Intuyo que el lenguaje corporal, tan básico pero tan revelador, quizás sea lo más efectivo mientras tanto.

Le sonrío tímidamente, tratando de ser lo más sincera posible, y hago un paneo general para ver si su gemido de dolor se debía a alguna herida física o a algo intangible. Luego hago una reverencia bastante pomposa pero que pretendo que sea profundamente reverencial, aunque sin quitarle los ojos de encima porque lo considero una descortesía ya que ella me ha dejado verlos, inclinando la cabeza levemente junto a mi cuerpo, cruzando una pierna por detrás como vi que hacian en las películas de la corte.

Al hacerlo imprimo a mis gestos toda la impronta espiritual de las buenas intenciones que tenemos, del agradecimiento por su protección y de nuestra preocupación por la seguridad de las niñas en la casa. -Mi nombre es Clemetine -logro decir con la voz algo temblorosa -Soy la sanadora del grupo.

Me pregunto si se ha acercado a mí porque podemos llegar a comunicarnos de alguna forma, aunque ignoro cómo... La situación no me deja ser muy creativa al respecto, estoy más bien focalizada en discernir qué ha sido ese gemido que ha dado y a qué podría deberse.

Daniel y Mats se presentaron mientras la sirena permanecía atenta. Clementine sin embargo, fascinada como estaba, había permanecido en silencio. ¿Sería por ello que la sirena se le acercó? ¿Para tratar de saber quién era? A ella no la observó con los ojos con que miró a los demás sino que abrió unos segundos, más pequeños y tal vez más penetrantes, para examinarla vigilante. Elliot pensó en lo que había dicho el fauno a la chica sobre que era una ondina y se preguntaba si el interés especial que la sirena mostraba por ella se debería a esto. Fue entonces cuando emitió un sonido que parecía no provenir de su boca sino de sus orejas -las “orejas de vieja” de que había hablado Jovanka y que ahora se arrepentía de no haberle preguntado si aquello tenía algún sentido especial. Tras el sonido emitió un gemido de dolor con la voz de una mujer joven que Elliot supo que no había escuchado antes. Entonces, ¿por qué le resultaba tan familiar? ¿Conocía esa voz aunque nunca la hubiera escuchado profiriendo ese lamento? Clementine se movió y eso alivió un poco la tensión de Elliot pues no parecía estar paralizada por ningún hechizo. Hizo una graciosa reverencia y esta vez sí, se presentó como “la sanadora”.

Elliot volvió a colocar sus manos sobre la guitarra. Le intranquilizaba que hiciera daño a Clementine y quiso desviar su potente atención de ella. Si la música era el elemento principal de comunicación con la sirena trataría de contarle su historia y plantearle la pregunta, pero para ello necesita improvisar. Pensó que la mejor forma de hacerlo y no trabarse era basarse en una canción que ya conociera, alguna sencilla, y primero desde luego presentarse como habían hecho los demás:

–Yo soy Elliot, señora –dijo tras levantarse, inclinándose todo lo que le permitía sostener la guitarra–. Soy el niño perdido que busca cosas perdidas. Un caminante de los sueños.

Tenía en mente “I heard of a source” de Will Oldham; sencilla, melodiosa y que hablaba de una fuente prohibida, salvo para unos pocos. Lo importante no era tanto ser exhaustivo con la historia, pensó, sino poder imprimirle autenticidad, sentimiento y recordarle a la sirena algo que ya sabía por lo que habían dicho las niñas: que estaban en peligro y que ella las defendía de sus enemigos de pesadilla.

Elliot comenzó y a partir de ahí se dejó llevar para cantar:

I heard of a source down far in the east

Forbidden of course to all but the least

And I heard of another spring who someone stole

It made holes in my mind I forgot who I was

Wash my hands, clean my tongue

I don´t want to go to hell anymore

My dad forgot me, my mom as well,

My brother is now who keeps back my name

We came to a place where all we can dream

Their routes and their eyes cannot reach us here.

But anything can end suddenly

Are the children save from fear?

Como si los componentes de la receta del hechizo fuéramos nosotros, apenas con ligeros cambios, la idea de comunicación va tomando forma. La habitante de estas aguas ha aceptado nuestra propuesta de aproximación y con toda su arcaica presencia toma su atención sobre Clementine, con toda la impresión de su físico imponente.

Cabe la posibilidad que el silencio de la doctora la haya hecho mas propicia a ser su interlocutora o quizás sea algo misterioso relacionado con otra incógnita: el calificativo de Ondina del fauno o ser la única mujer dentro del grupo.

La busca y le abre esa sorprendente mirada brillante y escondida y le emite breves gritillos y un dolorido y mas sentido tono. Los matices de las sensaciones que provocan son el único lenguaje con sentido que capto y me pregunto internamente que clase de dolor es el que nos cede en su expresión que refleja tal espejo de la propia intimidad.

Lo interiorizo por conseguir tener una pizca mas de seguridad pero habiendo sufrido como lo hemos hecho nosotros quizás la definición es perdida.

No soy brusco ni extraño en los movimientos mientras Clem y Elliot comparten con la criatura quien es. Solo me acerco a concertar mas soporte a la doctora, previsor instintivo por si ocurre un malentendido pero no nervioso.

No creo que estemos en peligro. Mas que nada por que el franco sentimiento en el aire no es el del miedo sino el del entendimiento. Masco en los pensamientos la inseguridad de la incertidumbre pero, fugazmente, me imagino que lo que expresa la dama de la laguna es, la aflicción por la ausencia de una de sus iguales. Una prima o una hermana si pudiéramos trasladar los significados. Alguien, que me da por imaginar, esta en la garras de a quien nos enfrentamos. Y que quizás ya hemos conocido.

Sin embargo guardo silencio por respeto a la voluntad de nuestra anfitriona. Me vuelvo hacia Elliot cuando empieza su interpretación deseoso de descubrir si con la música podemos establecer un lazo de comunicación capaz de trasladar lo que pensamos y lo que ella nos puede aportar.

Atento a los detalles espero su respuesta.

Clementine se vio desde su reflejo. Era como estar en el abismal espacio exterior y a la vez dentro de un diminuto cristal oscuro. Veía a su cuerpo al otro lado, detenido, iluminado por un relámpago paralizado en el tiempo.

La canción en la que se había inspirado su amado sonaba en una versión en directo con eco. Un vinilo de colección la reproducía girando en el equipo de música de una tienda de discos en la que la doctora se confundía con los clientes*.

Una muchacha de pelo claro y cara carismática la había pinchado. Habló mirando la carátula:

–Julian, me tienes que regalar este disco.

Contestó el que atendía tras el mostrador con un “ya te lo grabaré”. Clementine lo reconoció como el hermano con quien su amado compartía nombre. Era mucho más joven y un poco más alto que su Elliot pero se le parecía mucho. Se podría decir que era más guapo pero quizá por su juventud menos atractivo. Clementine sabía que el chico se había independizado hace poco y ahora su piso era una auténtica leonera.

La chica del disco era su hermana pequeña, aparentaba unos ventitantos pero tenía si acaso dieciocho. Como por ciencia infusa Clementine sabía que la chica tenía el talento de su hermano perdido pero no lo dominaba e inconscientemente, como si sospechara algo, desde hacía más de un año lo buscaba en sueños. Había venido a la ciudad porque quería pasar unos días en casa de su hermano y la única dirección que tenía era la de la tienda.

Luego esa escena se desdibujó y pasó a contemplar a Sophie en su habitación del balneario. Tumbada en la cama se le veía enorme como si la doctora ahora tuviera el tamaño de una mosca. Los tatuajes entranban por las cuencas de sus ojos como autopistas en un túnel. Arthür había salido de la habitación a la terraza y ahora era Yvon quien la conemplaba afligido. Al amigo de Montillet no le preocupababa lo que ocurriera en la piscina sino el estado de Sophie. Hasta ahora sólo Montillet se había fijado en el talento de Yvon y le había enseñado a confiar en su particular inteligencia. Ahora, dejándose guiar por su instinto, intuía que algo terrible estaba ocurriendo en el sueño de la chica a la que tenía por un ángel.

Clementine se sintió como un insecto arrastrado hasta la cuenca de uno de los ojos de Sophie y por allí entró en la pesadilla que ésta estaba sufriendo. Era la escena del Lotus of the Seas que contemplaron desde las cámaras pero el lugar de Ellen lo ocupaba ahora Sophie aunque no en su forma física de la vigilia sino como su alter ego onírico, una chica nórdica llamada Sigrun que Sophie se habia inventado para sacar a Mats de un sueño en el que lo había metido Vendela.

Clementine lo observaba todo desde un escondrijo junto a los botes salvavidas, en cubierta, pero el sufrimiento de Sophie-Sigrun era tan grande que su eco llegaba hasta la doctora. Crucificada con las piernas abiertas Sophie-Sigrun estaba siendo violada por uno de los poseídos. El dolor de la penetración era tan intenso que se iba abriendo camino por la mente de Sophie hasta aflorar en su piel con la forma de un nombre.

En una visión del cuerpo de Sophie, en la habitación del balneario, Clementine pudo ver los nombres dibujándose como marcas enrojecidas en lugares de la piel acotados por tatuajes. Supo que en esta pesadilla se aparecerían cuatro nombres: uno por cada demonio que moraría en ella, pero que su cuerpo estaba preparado para encerrar muchos más. Estos habían entrado por Ellen pero Clementine supo que Sophie era el "mapa de los mapas". Todo lo que habitara a cualquier otro de los tatuados podría habitarla a ella. También supo que si pudiera despertar y ser la Sophie que conoció Mats podría contenerlos, incluso dominarlos. Pero sin su voluntad para oponerse los demonios cumplirían la misión para la que habían sido enviados: llevarse a Édith, Sophie, Elliot y Mats y masacrar a cualquier otro que se encontraran en su camino.

Tras ese inciso volvió al barco. Clementine era consciente de que aunque estaba en un sueño ese sitio era peligroso y temió ser vista por uno de los sectarios. Alguien le chistó desde detrás de otra lancha salvavidas. Era Gabriel.

El paisaje volvió a cambiar una última vez antes de que despertara en la piscina. Ahora estaba en una celda cavada en la roca de una cueva. Olía a mar y hacía calor. Gabriel, con la cara morada por los golpes, estaba apresado y Clementine había acudido a su llamada al otro lado de los barrotes. El chamán le pidió a la doctora que se callara poniendo un dedo sobre su nariz, tomó sus manos y le puso algo entre ellas que tenía el tacto del nácar.

La criatura se baja de la barandilla como un león de circo saltando de su plataforma, aproximándose a Clémentine de un modo que no sé si catalogar de fascinante o amenazadora. Probablemente las dos cosas. El ser acerca tanto su rostro al de Clem que por un momento no puedo evitar albergar la duda de si va a devorar su cara. De repente ya no me parece tan graciosa. Sin embargo, Clémentine no está asustada en lo más mínimo, o al menos no lo aparenta. Me mantengo inmóvil, a la espera de cualquier señal ya sea de peligro o de cualquier otra cosa.

Lo que no esperaba es el largo y extraño lamento que profiere a continuación la criatura, un quejido angustioso, doliente, que mueve algo dentro de mí. Esa voz que es humana y a la vez algo completamente diferente me desconcierta profundamente. La sirena está intentando decir algo; si tan solo lograra entenderla...

Es entonces cuando Elliot parece reaccionar al fin, presentándose como «el niño perdido que busca cosas perdidas, un caminante de los sueños», y siento que la descripción no podría ser más adecuada. A continuación, el muchacho empieza a cantar; tardo solo un instante en reconocer I Heard of a Source, de Will Odham*, y me descubro asintiendo. Elliot ha escogido la canción perfecta.

De pronto me veo transportada a otro lugar, el miedo se apodera de mí por unos instantes, me da miedo no poder volver, dejar a mis amigos solos y al hombre que amo envuelto en un dolor que no quisiera inflingirle. Pero pronto comprendo que soy una espía entre los velos de la realidad.

Observo la escena que se me presenta y reconozco inmediatamente a los hermanos de Elliot, el parecido me parece asombroso y siento un cariño casi instantáneo por ellos, porque sé lo que significan para él... Cómo desearía que pudiera verlos, pienso emocionándome profundamente. Siento el impulso irrefrenable de acercarme a ella, toda la certeza sobrenatural que poseen estos encuentros espirituales que sobrepasan el tiempo y la distancia me golpea de lleno, sopeso la nueva información con la que cuento de pronto: tengo que ayudarla a llegar a Elliot y que él la ayude con su don, porque si él no lo hace otros pueden cooptarla. No tengo la menor duda de que nuestros enemigos están vigilando cerca.

Miro el disco y una sonrisa se dibuja en mi rostro, a veces Dios tiene el sentido del humor más extraño... O acaso sea la conexión de dos corazones que se buscan, Elliot ha estado pensando tanto en su familia últimamente (en realidad dudo que en algún momento deje de pensar en ella, es lo que tienen las heridas abiertas) que de seguro esta muchacha se ha sentido invocada a la distancia. Me aproximo para intentar entablar una conversación, me pongo junto a ella -A mi novio le encanta ese disco y esta canción -digo solo para que ella pueda oírme y le sonrío mientras mis ojos van del vinilo a ella, siento un rush de adrenalina cuando me doy cuenta de que he hablado de él como mi novio, pero ahora no puedo concentrarme en qué siento o qué somos, tengo algo más importante entre manos -Cree que se puede caminar en los sueños, él es un soñador empedernido, nunca aprende -agrego y la miro a los ojos -¿De casualidad tú también lo eres?

Luego soy arrastrada junto a la cama en la que se encuentra Sophie, escaleras arriba en la casa. Por primera vez en mi vida comprendo a qué está sometida y una intensa angustia se apodera de mí, me doy cuenta de que he hecho bien en no alejarla de la vida como pensé en hacer muchas veces para terminar con sus sufrimiento y con la amenaza que creía que constituía... Me doy cuenta, con horror, que si lo hubiera hecho quizás hubiera desatado un caos peor del que ahora teníamos en puerta... Como supuse y quise creer, siempre hay otro modo de solucionar las cosas.

Al ver su sufrimiento siento como si lo estuviera viviendo yo, al igual que cuando vi el video del Lotus of the Seas en vivo y en directo... Me tapé la boca con la mano para no emitir el menor sonido y porque el llanto me iba a mover a dejar escapar algún gemido que no quería que nadie escuchara. Tuve que lidiar con el impulso natural que me movía a intentar ayudarla en ese preciso momento, tuve que repetirme varias veces que tenía que volver para ayudarla de verdad a salir de este trance, que ahora no podía hacer mucho.

En simultáneo, tomé la mano de Sophie junto a la cama y traté de infundirle esperanza, algo de consuelo y empatía. No podía enfrentarme a los demonios, lo tenía muy claro, pero quise de algún modo hacerle entender que pronto todo terminaría. Iba a decirle que fuera fuerte, pero me pareció un insulto: acaso ella era la más fuerte de todos nosotros.

Me puse a llorar silenciosamente sin darme cuenta, antes de que pudiera evitarlo las lágrimas estaban cayendo por mis mejillas. Los nombres de los demonios se dibujaron sobre su piel ya sórdidamente marcada, pensé en aquel momento qué mente atroz podía reducir a un ser humano a un depósito de todo lo peor del bajo mundo espiritual. Miré a Yvon y me pregunté cuál sería su habilidad, hasta aquel momento había pensado que solo era una fuerte intuición, pero ahora tenía mis dudas.

La sangre se me heló al conocer la misión de esos cuatro demonios, sentí una agitación intensa y comprendí por qué la sirena nos estaba protegiendo... Nos iban a matar a todos menos a aquellos que eran de interés para los sectarios.

Antes de que pudiera reponerme del impacto de esa noticia me vi arrastrada nuevamente al barco y allí vi a Gabriel, de pronto estuve en el lugar en el que él estaba preso y sentí una profunda desazón al ver lo maltratado que estaba, recibí lo que puso en mi mano y lo aferré con todas mis fuerzas. Quise ver un poco más de los alrededores para saber su ubicación pero comprendí también que estábamos rodeados de peligro, pensé que quizás me estaba dando algún elemento con el que pudiéramos ubicarlo. Asentí en silencio, mientras seguía llorando, y aferré el objeto contra mí lo más fuerte que pude para llevármelo conmigo al otro lado, a la realidad que sentía me estaba llamando de nuevo.

Había visto ese grito, pero no lo había oído. Era el lamento de Ellen al ser violada en el Lotus of the Seas pero ahora no era Ellen la que gritaba sino Sophie.

La sirena captaba ese grito y sufría con ella sin poder impedirlo. Sophie se resistía sin éxito y pedía ayuda, tenía miedo de lo que le estaban haciendo y de que con ella hicieran daño a sus amigos. Estaba siendo sometida a un nuevo nivel de tortura pero al menos en su sufrimiento seguía siendo ella. Casi que Mats sintió cómo su amiga gritaba su nombre y con esa llamada de auxilio notó que le hervía la sangre llenándole de fuerza y vigor. Un calor similar al que sintió en su primer encuentro con Eugene, que le hacía sentir capaz de derrotar a cualquier enemigo que se interpusiera entre su corazón y el de su amiga daba igual la forma en que éste se presentara o el poder que pudiera aparentar.

Cesó el lamento y levantó su cabeza mirando al cielo.

Clementine abrió los ojos sosteniendo entre sus manos una concha marina.

Los cuernos de la sirena vibraron en un chirrido que fue variando hasta sonar como un arcaico instrumento musical de cuerda pulsada y las nubes comenzaron a intercambiar rayos hasta que el cielo se puso blanquecino y brillante, como si fuera de día en otro planeta.

A ese brillo le siguió la completa oscuridad y a otra nota de la sirena le siguió una nueva oleada de relámpagos mostrando las nubes extrañamente contrastadas, como en el negativo de una fotografía.

Sobre ellas cuatro siluetas aladas volaban altísimas como cometas agitadas por la tempestad pero cuyos hilos las mantenían fijas al suelo.

Se movían violentamente y cuando volvieron los rayos y alcanzaron a alguna de ellas ésta se prendía ardiendo en llamas sin dejar por ello de agitar sus alas.

La sirena gritó al cielo y la lluvia aumentó su intensidad hasta parecer que estaban debajo de una catarata, tras la que el ser se esfumó.

Cuando abrí los ojos y vi las figuras en el aire sobre nuestras cabezas, al contraluz de los relámpagos y rayos, me puse a temblar. Miré la concha en mis manos y sonreí, aunque fugazmente. Había vuelto. Permanecí unos instantes todavía en shock mientras la voz en mi mente me decía que era imperioso ponerme en movimiento. Ponernos en movimiento, ya.

Me doy vuelta hacia ellos y todavía hago un esfuerzo por ordenar mis pensamientos, por hacer a un lado las imágenes horrendas que he presenciado, parpadeo un par de veces, estoy tan conmocionada que apenas puedo hablar.

-Ya sé de qué nos está protegiendo la sirena, tenemos que entrar a la casa, ¡Ahora! -digo en voz alta y temblorosa, miro una vez más hacia el cielo y trago grueso, no espero a que me contesten, si no que empiezo a correr hacia la casa con todas mis fuerzas. No puedo contarles lo que he visto bajo esta marejada celestial*.

Apenas irrumpo le digo a Geneviève que llame a Berisha. No sé cuánto tiempo tenemos, ¡Dios! No sé cuánto tiempo tenemos. Respiro fuerte y cuando me repongo de la carrera le entrego la concha marina a Daniel -Esto me lo ha dado Gabriel, está vivo pero está muy maltratado, creo que me lo ha dado para que lo encontremos... No pudimos hablar, estaba en una celda vigilado... En un lugar cerca del mar y hacía calor -le explico atropelladamente. Son tantas las cosas que tengo para decir que se me agolpan en los labios.

Empiezo a hablar mirándolos a todos -Esas cuatro figuras que vimos en el cielo son demonios. Esos demonios están en Sophie, han entrado a ella por medio de Ellen cuando fue violada en el Lotus of The Seas y están utilizando a Sigrun para hacerlos entrar dentro de Sophie por medio de la pesadilla que ella está teniendo ahora mismo, escaleras arriba. Todo lo que habite a cualquiera de los tatuados habitará en ella, la están usando de recipiente - a esta altura estoy llorando, tratando de mantener mi voz clara para que me entiendan, pero es difícil -Es como si la estuvieran violando todo el tiempo - agrego y hago una pausa para tomar aire. -Los demonios son cuatro y tienen la misión de matarnos a todos menos a Sophie, a Mats, a Elliot y a Édith -los miro para cerciorarme de que están comprendiendo todo lo que estoy diciendo y su gravedad -A ustedes se los tienen que llevar -los miro -Los nombres de las entidades se han dibujado en la piel de Sophie junto a sus tatuajes.

-Tenemos que subir ahora mismo con ella, está con Yvon -digo y propongo un plan rápido -Tenemos que despertarla, si ella despierta podrá controlar o someter a los demonios con su voluntad, pero si no está su voluntad de por medio no opondrá resistencia. Si combinamos nuestros poderes como recién podremos lograrlo- digo pensando que es nuestra única esperanza. Miro a quien más cercano es a Sophie -Se me ha ocurrido algo: Mats tienes que usar tu voz para traerla de nuevo, ese poder que hace que los demás hagan lo que tú quieres, ese liderazgo sobrenatural; tienes que convencerla de que venga a nosotros, a que regrese a esta realidad. Podemos decirle que su hermano y su sobrina están vivos, creo que ella todavía no lo sabe -los miro a todos intercaladamente -Tú, Elliot podrías tocar una melodía que la guíe hasta nosotros. Daniel, tú nos proteges y estás atento al entorno espiritual, y nos cuidas las espaldas si no lo logramos y los demonios llegan a querer actuar a través de ella. Yo estaré allí para asistirlos -sostengo decidida.

-Planeo que Berisha, junto con Montillet e Yvon escondan a las niñas y a todos los demás hasta que todo esto haya terminado -no sé si es lo mejor pero tampoco sé si tenemos tiempo para planear algo más elaborado -La sirena está deteniéndolos pero no sé cuánto más podrá hacerlo -luego agrego -Si tienen una idea mejor ahora es el momento.