Partida Rol por web

Arthür vio que Mats pensaba como él y se ponía en movimiento en dirección a la isla. Con cuidado de que la chica tuviera el rostro a flote y pudiera respirar, se movió con ella en pos de su amigo no sin antes asegurarse que Bélanger también les seguiría. No dejaba de mirar hacia todos los lados que le era posible mientras se desplazaba con todo el sigilo de que fue capaz.

Los fogonazos y los disparos parecían tener un ritmo natural, como si de una tormenta eléctrica se tratara. Alrededor de un cedro del Líbano que parecía querer volcarse sobre la orilla del lago se escucharon cinco disparos seguidos.

No habían gritos, los tiradores parecían estar matándose en silencio. Uno de ellos -en esa oscuridad, desde esa distancia, era imposible distinguir amigo de enemigo- salió de la maleza y caminó torpemente hacia el lago.

Llegaron a la isla, tirando de la chica que había quedado inconsciente. Todavía estaban en el agua, haciendo pie a duras penas en el escurridizo lodo.

La silueta del que había salido al descubierto llevaba en su mano izquierda, apuntando al suelo, una pistola plateada que parecía brillar en la oscuridad. Siguió andando y no se detuvo, adentrándose lenta y silenciosamente en el agua oscura del lago. Cuando le cubría más allá de su cintura se dejó caer y quedó muerto, flotando a la deriva.

Se movió una brisa fría.

A trompicones, salgo del agua para recibir el frío helador de la noche sobre mi cuerpo empapado. Sin dejar de mirar atrás, ayudo a Arthür, a la joven misteriosa y a Bélanger a encaramarse a la orilla de la isla. Rápidamente me quito la chaqueta y se la echo por encima a la chica, que fuera del agua y desnuda como está, parece todavía más menuda y frágil. Aunque la prenda esté mojada, al menos servirá para cortar el frío.

—¿Estáis todos bien? Vamos, escondámonos entre los árboles —susurro, echando un vistazo a la silueta del hombre armado que parece querer seguir nuestros pasos, para finalmente derrumbarse inánime en el estanque. Miro entonces a Agustín Bélanger—. Bélanger, ¿alguna idea de qué es lo que está pasando?

El corazón me late a mil por hora como resultado de la terrorífica situación y del reciente esfuerzo. Mientras espero la respuesta del forense, mis ojos buscan un lugar apropiado para ocultarnos de los tiradores.

A ojos de Mats, la isla era mucho más pequeña de lo que había imaginado. Tras una cortina formada por no más de tres o cuatro hileras de árboles había un pequeño parque infantil que incluía un castillito de madera con pasarelas.

Allí no había ningún buen sitio para esconderse.

Belánger se quitó la capucha y se bajó un poco la cremallera del traje de neopreno y habló, también en susurros.

-Lo han sabido, y han venido. Quizá ella se lo haya dicho, o quizá alguno de ellos vigilaba sus sueños. Porque creo que estaba dormida.

Nadie sabe mucho pero está claro que pueden hacer ese tipo de cosas.

Cuando terminó de hablar el silencio era absoluto.

Al examinar la isla con más detenimiento, me doy cuenta de lo pequeña que es en realidad. No parece haber ningún posible escondite, aparte de un castillo de madera para niños que hay en un parque infantil cercano… Claro que ese es el primer lugar en el que nos buscarían, así que queda descartado inmediatamente.

Las palabras de Bélanger me dejan atónito. Me quedo mirándolo en la oscuridad de la noche durante unos segundos, hasta que me doy cuenta de que tengo la boca abierta. ¿Está diciendo que la chica del lago ha llamado en sueños a nuestros enemigos? ¿Y cómo han podido llegar tan pronto? En ese momento, digo:

—Entonces ustedes también lo saben… Lo de toda esta mierda antinatural. —Hago una pausa, escrutando en la distancia para ver si algún perseguidor ha decidido cruzar el puente para darnos caza. Luego continúo hablando, en un tono de voz muy bajo, casi susurrando—: Joder, no tiene ni idea del alivio que es eso. No sabíamos por dónde empezar… ¿Qué cree que deberíamos hacer ahora, Bélanger?

La situación parece realmente difícil, sobre todo teniendo en cuenta que ni Arthür ni yo vamos armados. De pronto, al meter las manos en los bolsillos de mis pantalones para buscar un poco de calor, mis dedos rozan el metal. Lentamente, extraigo de mi bolsillo derecho el manojo de llaves que mi prima Ellisif me ha dado hace unas horas, recordando que, según ella misma me dijo, podría utilizarlas para llamarlos a ella y a Anders Berisha, y ellos acudirían en cualquier circunstancia. No obstante, soy consciente de que al hacerlo podría ponerlos en peligro. Mis ojos buscan a Arthür. En ellos se refleja una expresión de miedo.

—¿Los llamo? —le pregunto sujetando las llaves en mi mano, mostrándoselas a Arthür.

Que la chica hubiera caído inconsciente le pareció a Arthür lo mejor. Confusa y aterrada como estaba podría dejarse llevar por el pánico, gritar y delatarlos o bien tratar de huir y ponerse a tiro. Dio las gracias a Mats con un susurro cuando cubrió a la chica con su chaqueta. La vistió con ella y se la abrochó; estaría mejor protegida y no se le caería cuando la tomaran en brazos en el momento en que tuvieran que salir de allí.

El hombre herido que se adentró en el agua le resultó muy perturbador. Pensó que debía tratarse de uno de los atacantes pues para Govier o Pillet ¿qué sentido tendría entrar herido en el agua y tener mucho más fácil encontrar la muerte allí pereciendo ahogado? Los atacantes sin embargo podían ser gente de los soñadores o alguien dirigido por ellos, inconsciente de sus actos, y por tanto, ante el fracaso, la orden podría ser quitarse de en medio. Tal vez otra muerte inocente...

Arthür miró hacia el puente. Allí estaba Pillet la última vez que lo vieron y si el foco se había apagado era posible que le hubieran atacado por sorpresa. En ese caso podría estar muerto o tal vez herido todavía allí y pudieran socorrerlo.

Las palabras de Bélanger le aliviaron en el mismo sentido que a Mats. No se habían equivocado al suponer que aquella gente debía saber bastante y lo hacía todo más sencillo si conseguían salir con vida. Respecto a su teoría, los atacantes habían llegado demasiado rápido como para que la chica los hubiera llamado en aquel momento. El aviso tal vez hubiera llegado por la mañana, cuando habían descubierto el «cadáver», o bien simplemente habían estado vigilando el lugar y su incursión de la mañana los hubiera alertado.

Entonces Masts le mostró el extraño manojo de llaves, esa especie de talismán que le había entregado su padre. Asintió con la cabeza: no sólo debían tratar de salvar sus vidas. Allí también estaban en juego las de la chica y el forense y, ojalá fuera así,  las de Govier y el comisario.

Se escuchó un disparo.

Arthür pudo ver que un brazo colgaba en el puente. Había alguien allí, tirado.

Al ver asentir a Arthür, entiendo inmediatamente lo que pasa por su cabeza y el razonamiento detrás de ello. Yo asiento a mi vez, y miro las antiguas llaves, un poco extrañado por lo que tengo que hacer y preguntándome si realmente funcionará. Agito las llaves tímidamente, casi con culpabilidad, como si le hubiese robado el sonajero a un bebé.

—Ellisif…

Mi murmullo está falto de convicción, aunque tan solo pronunciando su nombre, aparece en mi mente el rostro de mi prima. Solo ahora soy totalmente consciente de lo mucho que estos doce años la han cambiado, arrebatándole toda su inocencia. Aunque, ¿tuvo alguna vez la oportunidad de ser una niña inocente?

—Ellisif —repito, esta vez con un poco más de fuerza, mientras continúo agitando las llaves. Cada vez a un ritmo mayor—. Anders.

Pienso entonces en el señor Anders Berisha, a quien en realidad no conozco demasiado; tan solo compartí algunos juegos con él siendo muy niño, y lo vi fugazmente en el entierro de mi madre. Intento concentrarme más en lo que creo de él que en lo que sé: en la dureza de su mirada tras las gafas, y en la intuición de que es alguien en quien puedo confiar.

—Ellisif. Anders, señor Berisha, venid… —insisto, ya con vehemencia, sacudiendo las llaves como si fuera el amuleto de huesecillos de un chamán, guardando en mi cabeza la imagen clara de sus rostros. Ojalá funcione.

Ojalá consiga hacerlo funcionar.

Mats agitó sus llaves invocando un par de nombres junto a su sonido. La escena era de lo más extraña, ocultos como estaban, haciendo sonar el tintineo en la oscuridad. Deseó con todas sus fuerzas que aquello funcionara y que los aliados de su amigo pudieran llegar a tiempo.

Había vuelto a sonar un disparo más y Arthür distinguió un brazo que colgaba inerte del puente. Allí había un hombre abatido, tal vez herido todavía, y con toda probabilidad se trataría del comisario Pillet. No vio que el brazo se moviera pero podría estar inconsciente o muy débil en lugar de muerto y se aferró a esa idea. Mientras los tiros sonaran y desconocieran la situación sería muy peligroso aventurarse, pero cabía la posibilidad de que se estuviera desangrando y en un caso como ese, taponar la herida podía salvar su vida. Arthür volvió a observar el puente con detenimiento, preguntándose si sería posible arrastrarse hasta allí sin poder ser visto ni ponerse a tiro desde la orilla. La idea de salir al puente desarmado como estaba, acercándose unos metros más a sus atacantes, le producía pánico. Por otro lado no había escondite posible en la isla y todos podrían quedar expuestos allí igualmente.

El puente estaba apenas a medio metro de la superficie del lago. Era de troncos en apariencia hoscamente atados. Más bien largo, había una especie de pilón que hacía las veces de pilar un poco elevado en el centro del recorrido, que hacía que el puente tuviera una pequeña pendiente que iba ascendiendo desde la isla hasta la figura caída. Si Arthür iba cuerpo a tierra, sin hacer ruido, la pendiente podría servirle de parapeto, a menos que los tiradores se encontraran perpendicularmente a éste, y en ese caso estarían bastante lejos.

En todo caso era mala idea ir rápido y de pié, pues el puente podría crujir y delatar su posición.

El sonido de las llaves era lo único que se oía en ese lugar. Cuando Mats dejó de moverlas parecía que un eco casi inaudible hubiera quedado.

—Puedo llegar hasta Pillet sin que me vean— susurró Arthür en la voz más baja que fue capaz cuando cesó la invocación de Mats—. Podría estar desangrándose...

Cuando termino mi peculiar llamada, reparo en que Arthür está planteándose cruzar medio puente para ayudar a quien sea que haya caído allí. Ni siquiera estamos seguros de que sea un amigo… aunque un oscuro presentimiento me dice que así es. Nuestro enemigo ya ha demostrado más de una vez su implacable eficacia. ¿Por qué iba a ser distinto esta vez? Aprieto los dientes, mirando los ojillos asustados de Arthür. Es tan valiente, que casi me avergüenzo de mis constantes dudas y mi indecisión. Seguro que mi padre a él sí lo consideraría fuerte. Doy un paso al frente.

—No, Arthür. Iré yo —consigo decir en un tono sorprendentemente tranquilo—. Tú tienes que quedarte con la chica. Ella te necesita. Además os conocéis, ¿verdad? —Hago una pausa, y tomo una profunda bocanada de aire frío y húmedo—. Seguramente, tu cara será la primera que quiera ver cuando se despierte.

No digo nada más. Con el corazón en un puño, avanzo a hurtadillas hacia el puente, todo lo agachado que puedo. En cierto punto del camino apoyo las manos en el suelo, gateando, y finalmente arrastrándome. Avanzo por entre la fangosa hierba como si escalase una montaña, de tan difícil que me resulta, encaramándome con los codos y las rodillas como he visto hacer mil veces a los soldados de las películas de guerra. Finalmente llego al puente, cuya pendiente me protege en cierta medida de posibles tiradores, pero también me impide ver nada más allá de unos metros. Continúo arrastrándome, moliéndome los codos en la dura madera del puente. Tengo tanto miedo que los sonidos a mi alrededor se apagan por momentos, viéndose sustituidos por un débil, casi inaudible pitido. En ese momento, me viene a la mente el recuerdo del bosque de Fontainebleau, cuando mi jefe y yo fuimos a buscar a David Montillet, hace ya una eternidad. Recuerdo cuando tuve que avanzar cruzando un río hacia aquel tipo que nos apuntaba con un rifle. Esta situación se me antoja curiosamente similar. Tengo la boca tan seca que mi saliva se convierte en una especie de restos de espuma tan sólida que casi puedo masticar.

«Ellisif. Anders. Ellisif. Anders. Ellisif...».

—No, Mats, ella no me necesita. No sé siquiera si será capaz de recordarme. La última vez que nos vimos éramos niños pero sé que es ella—. Algo en esta última frase le hizo dudar. «Yo diría que te buscaba a ti», recordó que había dicho la niña. Miró a Bélanger y Mats alternadamente cuando siguió hablando en susurros. —Se llama Cléo. Cléopatre Carol. Su padre se llamaba Daniel -creo que ha muerto- y su madre Antoinette. También tiene un hermano más o menos de su misma edad.  Su madre y su hermano tal vez aún vivan y es posible que no la recuerden... Si me pasa cualquier cosa y alguno de vosotros sobrevive, es importante que alguien recuerde quién es.— Volvió a mirar su rostro muy pálido, con los labios amoratados por el frío.

Arthür comprendió inmediatamente que nada de lo que estaba diciendo iba a detener a Mats. Le siguió tratando de impedir que fuera él quien se arriesgara en el puente, pero en ese momento su amigo parecía una fuerza de la naturaleza, totalmente decidido a no dejarle ir y llegado un momento, el forcejeo y la confrontación sólo harían que se delataran en lugar de lograr el sigilo necesario para adentrarse en el puente sin llamar la atención. Casi se arrepintió de haber propuesto ir por Pillet pero, ¿y si estaba todavía vivo? Si perdía sangre los minutos contaban.

Arthür había dejado a la chica con Bélanger y fue en pos de Mats para terminar parándose agazapado junto a la entrada del puente. En caso de ocurrir un imprevisto quería poder acudir lo más pronto posible. Se quedó expectante aguzando el oído y sin dejar de vigilar la otra orilla. Ojalá llegaran pronto Anders y Ellisif.