Partida Rol por web

Shi-Hou suspiró apesadumbrado. Le estaba siendo complicado encontrar trabajo en aquella populosa ciudad. Quizá precisamente por su afluencia y tamaño. Debía estar más atento si quería poder permitirse un pasaje hasta el otro lado del mar.

- Entiendo entonces que la situación está más que cubierta y que no se requerirán mis servicios en esta ocasión - comenta de vuelta el vanara - ¡Vaya! Una verdadera lástima. Parecía una oportunidad de oro.

En ese instante una risa y una voz estridente se hizo oír desde el otro lado de la sala. En todos sus viajes el joven monje nunca había visto un hombre como aquel. Coloridas y extrañas vestimentas y rostro a juego. Salvando su aspecto quizá sus palabras eran lo menos agradable de aquel individuo. El sentido del humor de un vanara es como el arroz: sencillo, práctico y, para la mayoría, insípido.

- Entiendo por lo que decís que mi aspecto os hace gracia, ¿no es así? - contesta rascándose la sien - Ya tenemos algo en común. Mi nombre es Shi-Hou y acabo de llegar a esta ciudad. Asumo que eso es algo que también compartimos.

¿Eh? Ah, el hombre mono, que le estaba contestando. Normalmente cuando se burlaba de alguien o le ignoraban o le contestaban con los puños. Que le estuvieran hablando era casi una novedad. Con una amplia sonrisa, el bufón contestó:

 -Casi, casi, amigo mío. He llegado hace un par de días a esta maravillosa cuiudad y estoy intentando ganarme el pan como buenamente puedo. Si consideras que dos días no son nada, entonces sí, estamos en la misma situación.

Y entonces fue cuando Enzo se dio cuenta de con quién hablaba. O más bien, de las potenciales habilidades que tenía. ¡Alguien con esa fisonomía tenía que ser un escalador nato! Justo lo que necesitaba para colar la nota en casa del alcalde.

 -Pero bueno, siéntate, ¡siéntate por favor! Y dime, ¿buscas trabajo? ¿Te interesaría ayudarme con una pequeña tarea que tengo entre manos? Te prometo la mitad de los beneficios si triunfamos y la posibilidad de largarte cuando quieras si fracasamos.

Shi-Hou no sabía muy bien como reaccionar ante aquel extraño individuo. Sus cambios de humor se le antojaban un tanto erráticos y su sonrisa parecía esconder algo más. Pero rechazar la hospitalidad de alguien, por muy excéntrico que pareciese, era una muestra de mala educación, por lo que el vanara se sentó junto a aquel extraño personaje.

- Si con ello me aseguráis que seré capaz de costearme el viaje al lugar donde se oculta el sol soy todo oídos - responde el monje con una sonrisa afilada - ¿Para qué tarea se requieren los servicios de este "mono con cara de hombre"?

Algo le decía que aquel trato podía llegar a torcerse en cualquier momento, pero tampoco tenía a dónde ir, por lo que aquel acuerdo posiblemente fuera mejor que nada. En aquellas tierras alejadas de la mano de los dioses no tenía nada que perder.

 -Supongo que podríais, o al menos hasta la siguiente ciudad. O eso creo, la verdad es que no tengo ni idea de cómo de bien nos pagarán este trabajo.

El bufón se inclió hacia adelante y adoptó una expresión seria, como si fuera a contar un secreto inconfesable.

 -Veréis, estoy investigando al jefe del gremio de panaderos de la ciudad. Se rumorea que está embrujando sus bollos para controlar al consejo de la ciudad para que hagan su voluntad. Por lo poco que he averiguado, el tal Mires, el jefe del gremio, usa magia en su panadería y no permite que nadie entre a husmear. No sé a ti, pero a mí me parece sospechoso.

Enzo volvió a erguirse y se encogió de hombros.

 -Lo malo es que he intentado hablar con el alcalde sobre mis averiguaciones y no ha podido recibirme. Burócratas...

Una amplia sonrisa apareció en su rostro nuevamente antes de decir:

 -Y ahí es donde entrarías tú. Voy a escribir una carta al alcalde con toda la información que debe saber y tú, con tu impecable agilidad, te colarás por una ventana de su casa y la dejarás en donde pueda encontrarla. Sin que te pillen, por supuesto, no quiero que te caiga un puro por un trabajito sencillo. ¿Qué me dices? ¿Te interesa?

Con los ojos cerrados y la punta de los dedos masajeando sus sienes Shi-Hou intenta ordenar sus pensamientos. Aquello parecía una historia cuanto menos inverosímil. Muy posiblemente los arrebatos de un noble paranoico o un político envidioso. Pero en el poco tiempo que llevaba en Tormentos Cristalinos había aprendido que en aquella ciudad lo extraordinario era la norma.

- ¿Bollos embrujados? Uhm... - el monje se reclina sobre la silla con las manos detrás de la nuca - Es la historia más extraña que he oído en los últimos meses... ¡y las he oído peores!

El vanara se balancea sobre su asiento mientras saca un trozo de papel de su bolsillo. Muchas promesas de trabajo, pero ni una sola moneda de oro. Tras pensarlo brevemente Shi-Hou guarda la lista y se sienta con corrección.

- Contad conmigo - afirma con una sonrisa afilada - aunque tengo mis dudas, parece una tarea sencilla y, de ser cierto lo que decís, puede evitar grandes males a esta ciudad. Vale la pena arriesgarse por algo así.

Mira entonces hacia la barra y se lleva una mano al vientre.

- Tanto hablar de comida me ha despertado el apetito. Pediré algo de comer. No es bueno trabajar con el estómago vacío.

Enzo dio una palmada emocionado.

 -¡Exacto, esos fueron exactamente mis pensamientos! Y por favor, sentíos como en casa y comed hasta hartaros. El buen tabernero tiene un desayuno estupendo para llenarse de energía.

Y así mientras el monje comía, él podía ponerse a escribir la dichosa nota que le entregaría al alcalde. Porque tenía sólo un trozo de papel y un diminuto pedazo de carboncillo, así que o le salía una señora nota a la primera o se quedaría sin recursos.

 -Eso sí, lamento informaros de que no contéis con que os invite, me temo que la fonda de esta noche se llevó mis últimas monedas.

Y por eso tenían que llegar hasta el alcalde. ¡Por eso tenían que cumplir con aquella puñetera misión de una vez! Porque de lo contrario acabaría muriendo de hambre en cualquier rincón de la ciudad...

Aún es pronto para comer. Dijo el tabernero. Apenas estaban bañando la ventana los primeros rayos del sol. Y en cuanto al desayuno, dijo mirando al bufón, solo es para aquellos que han dormido aquí, además de que es un desayuno muy ligero que solo sirve para acallar el hambre de la mañana.

Enzo no pudo contener un gesto de "ups" al escuchar al enano.

 -Bueno, bueno, no pasa nada. En cuanto escriba la carta saldremos a entregarla y por el camino podréis comprar un panecillo o unos plátanos o cacahuetes o lo que prefiráis.

Y dicho y hecho, Enzo sacó tu pliego de papel y su trozo de carboncillo y empezó a escribir la misiva que le haría llegar al alcalde por medio de su nuevo amigo. Tenía que elegir muy, pero que muy bien las palabras o de lo contrario se quedaría sin plan, sin alternativas y habría tirado el dinero.

Un sonoro rugir de tripas seguido de un suspiro indican que Shi-Hou no está del todo conforme con la política de desayunos de aquel local.

- Sea pues - comenta el vanara con resignación - ya encontraremos algún lugar donde acallar el hambre. Tengo entendido que la residencia del alcalde se encuentra del otro lado de la ciudad. Un largo camino a la par de la mañana.

Tamborileando con los dedos sobre la mesa el monje espera con toda la paciencia de la que dispone a que su nuevo socio terminase de escribir. Aquel personaje parecía algo disperso, pero confiaba en que sus palabras fueran suficientemente convincentes. No le gustaría enterarse tiempo después de que toda aquella estratagema no habría servido para nada.

Este edificio de nueva contrucción se las arregla para tener una apariencia destartalada y decrépita. Un cartel que cuelga sobre su entrada muestra un burdo sátiro, con una de las pezuñas de sus pies introducida en su boca y una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.

Se trata de la taberna más reciente de Tormentos Cristalinos y en apenas cinco meses se ha convertido en un lugar popular entre los marineros y pescaderos locales.

Un excéntrico enano llamado Blahg dirige la taberna.

Pudo admirar por un momento el cartel, el sátiro con una pesuña en la boca era algo qué siempre le hacía gracia, aún qué nunca fue alguien de reírse, podia sacar almenos una sonrisa en su cara.

Se adentró en la taberna buscando al tipo qué tenia la información, no había, a esa hora de la mañana no había mucha gente, es más, casi no habia nadie, ñor lo qué se acercó al enano para pregutar si conocia al tal Blagh.

-Disculpar, yo buscar a Blagh, tener trabajo sobre encargar de bandidos en puente, ¿Saber donde está?-

Y de nuevo, usó esos rústicos modales para hablarle al enano, esperando qué el trabajo no fuera tomado por otro, pero si ese fuera el caso, tomaria lq vida del enano y del maldito qué tomó su trabajo.

Buenos días. Dijo Blagh sin ningún tipo de temor ante aquel hombretón. Yo soy Blagh, ¿no prefieres tomar nada antes de preguntar por eso? Esto es un lugar para venir a consumir, comer o beber algo. Dijo encarándose con Otwin. El trabajo puede esperar, ¿no crees?

El tipo del espadón miró con frialdad al enano, y una marcada molestia, más qué el apetito, la matanza y la sed de sangre siempre fueron su sustento y vida, pero las afirmaciones del pequeño hombre de larga barba hicieron qué Otwin considerara la propuesta de comida, sin perder mas tiempo, se sentó en una mesa vacía.

-Carne buena, pan, sopa y agua, no beber alcohol, estropear sentidos antes de trabajo-

Dijo con resignación antes de qué se escuchara un sonido de su estómago, el hambre habia llegado fuerte en el, no se sintió avergonzado en lo más mínimo.

-Después hablar de trabajo-

Concluyó sentado a la mesa, esperando la orden, sacando una pieza de.oro para el enano.

¡Marchando! Gritó el enano al tiempo que se dirigía hacia la cocina para preparar la comida que le había pedido. Algunos minutos después, Blagh sacó todo lo que le había solicitado y tomó la moneda para devolverle 8 piezas de plata. Espero que lo disfrutéis. Y después de eso se volvió a la barra para continuar con sus labores.

El tipo enorme vió la comida con sumo interes mientras esta es dejada sobre la mesa, la boca se le hacia agua, la carne se veia bien cocida y tenia un olor extrañamente agradable.

No esperó mucho tiempo para poder saborear la, para el berserker estaba deliciosa, sabia qué este era el punto fuerte d3 las ciudades, lq buena comida, y lo aprovecharia al máximo.

Con pocos modales, el hombre fue comiendo el contenido del plato, y la verdad que su cuerpo se lo agradecía y mucho, podia sentir de nuevo la fuerza volviendo a su ser.

Pero ain embargo, el trabajo es lo qué mas lo atiene en este entonces. Pese a la comida, no podia no preguntar.

-Hablar, De quien o quiénes encargar? A quién tener qué matar?-

Preguntó en esa lengua dura y poco familiarizada con el idioma.

Blagh alzó una ceja cuando escuchó la frase que le acababa de formular su cliente. ¿Quién ha dicho que haya que matar a alguien? Le preguntó sorprendido. Pero entonces se acercó a su oído y le susurró algo para que el resto de los presentes no pudiera oirle: En cuanto termines de comer entra en la cocina y hablamos más tranquilamente. Es posible que sí que tenga un encargo para ti. Dijo con una malévola sonrisa en el rostro para después marcharse y seguir atendiendo al resto de clientes que empezaban a llegar.

Otwin solo asintió con la cabeza mientras miraba al enano, solo despues de musitar esas palabras pudp concentrarse en su comida de forma más tranquila, incluso le sabia mejor ahora.

Cuando terminó, se levanto tranquilamente mientras observaba cómo la taberna de a poco se iba llenando, pero sin ningun interes en los demás, se fue para la cocina a hablar con el pequeño sujeto.

-Decirme de qué tratar-

Dijo tranquilamente en su tono osco y bruto.