Partida Rol por web

Hola Mirta, yo soy Mailo. Será mejor cuántos más seamos. Adapte mi paso al de Nieve. Aún quedaban viajeros por entrar. Quizás pudiéramos hacer una comitiva más numerosa.

Asiento con la cabeza a las palabras del viajero fornido. - Gracias Mailo. Digo en agradecimiento a la aceptación del grupo.

Barrabás asintió a Mirta - Yo estar en tormentos, pueblo de muchos pueblos, días atrás. Pero no conocer sacerdordorsa, yo guerrero que atrapar asesinos de orco. No gustar luchar con fantasma. Yo ir Cuervo de Plata donde dinero mucho - Barrabás era feo como la madre que lo parió. Tenía abundante pelo negro que caía sobre sus hombros, en algun punto había intentado recogerse un mechón en una trenza pero no le había salido muy bien. Sus ojos eran negros como pozos sin fondo lo cual le daba un aspecto bobalicón cuando sonreía enseñando aquellos colmillos característicos.

Medía casi dos metros y debía pesar un quintal por la gran masa de músculos que se adivinaba, ¿90 kilos? ¿140? Pufff yo no le intentaría levantar. Tenía unos pectorales bien definidos y unos brazos enervados que no habían sido vistos jamás en Tormentos, podría aplastar un cráneo humano entre aquellas manos tan rápido como se aplastaba la cabeza de un gorrión.

Nuevamente mis bellos se erizan, sobre todo porque el orco ahora me hablaba a mi... - Je je... Gracias, tendré que seguir buscando. Gracias... Barrabás. Digo forzando la bella sonrisa y que no se me note lo nerviosa.

Ni bien Elianne hubo entregado el pago, un pequeño grupo de aventureros llegaron tras ella. Un grupo muy variopinto además: un orco, una mujer que por sus maneras bien podría haber sido también una orca, un hombre mercenario en sus treintaitantos y una sacerdotisa del amor o algo así.
Elianne solía considerarse extrovertida, pero la imagen era realmente increible. Completos extraños se cruzan en un camino, comienzan a hablar de rumores y "trabajos" con panaderos y nigromantes, y así sin más deciden colaborar. Por una vez quizás sea mejor pasar desapercibida, esta gente no puede estar muy en sus cabales...

La idea de ir a un lugar llamado "El Cuervo de Plata" no le sonaba mal, pero la presencia del orco ciertamente la intimidaba. Prefirió aprovechar que todos parecían estar distraidos en lo suyo para entrar en la ciudad sola.
 

    Cuando Mirta alcanzó a Mailo y Nieve, la bárbara arrugó la nariz extrañada y se detuvo en seco a olisquear a su nueva compañera.

-¡HAHA...hueles a flores!- Bramó como si hubiera dicho: "Has pisado una mierda".

Ahora que cada viajero había elegido su camino aceleró el paso, eso sí, sin dejar de interesarse por el fascinante aroma de la sacerdotisa. La nómada, que aún tenía mucho que aprender sobre las sutilezas de la civilización, también se interesó por las habilidades de su nueva compañera: -¿Sabes coserle las tripas a un herido?- Preguntó con el mismo entusiasmo que si hablara de perfumes.

Levanto una ceja ante el comentario de Nieve Negra y mi sonrisa rápida se transforma de angelical a burlona. - Aveces las rosas más bellas son las que más lastiman, ¿no crees querida?... Digo soltando una pequeña y sutil risa.

- En fin, creo que deberíamos seguir la marcha, que me interesa aprovechar el tiempo. Guardo silencio un segundo. - ¡Ah! Digo recordando que se me pasó la consulta de Nieve Negra. - No, no se coserle las tripas a nadie... En cambio sé como sacarlas. Mi mirada puede hacer notar que no soy exactamente lo que aparento.   

 Yo buscar grupo guerreros. Ladrones fuera de Tormentos. Yo guerrero que luchar contra ladrones. ¿Donde yo buscar mercenarios? ¿Saber de mercenarios que buscar guerrero?

Me cuesta un poco comprender tu común, le dijo al semiorco tras dar la bienvenida a todos los recién llegados. Pero por lo que te he dicho, será mejor que preguntes en Recados, allí podrán darte más información, ellos podrán ayudarte.

  - ¿Sabe de algún lugar donde pueda desayunar tranquila?

- El bote del lagarto es un lugar tranquilo y el más cercano, seguro que allí podrás tomar algo tranquilamente.

 - ¿Solo puedo conseguir esa tarjeta teniendo residencia? 

 Efectivamente, en el Ayuntamiento te dirán lo necesario para obtenerla.

Tras la aparición de la nómada, la guardia no dijo nada, ni se corrigió, ni tampoco trató de disimular su error. Simplemente aceptó sus monedas y abrió la puerta.

Nieve miró sorprendida las calles que se ramificaban en todas direcciones. Había decenas de casas enormes y lujosas. Mas de las que había visto en su vida.

-Oye "encargado de la entrada"- Se dirigió de nuevo a la guardia con toda la educación que era capaz. - La Mansión que buscamos se llama Andrigal. ¿Cómo llegamos allí?-Preguntó rascándose la cabeza como si tuviese piojos.

-¡Esto es mas lioso que la madriguera de un topo!- Gruñó entre dientes.

La salvaje se veía desbordada por el tamaño de la ciudad sureña, pero no cejó en su empeño de encontrar la dirección y continuó preguntando a todo aquel con aspecto de saber a dónde iba.

La chica nómada, Nieve, parecía tener las ideas claras y tenía un objetivo bien definido. Pidió indicaciones sobre una mansión, seguramente aquella sobre la que había oido rumores. Mailo esperó detrás de ella para ver si conseguía la información pedida. Ya le propondría cuando acabaran visitar el cementerio para intentar cazar al nigromante. Seguramente habría alguien que pudiera decirnos algo sobre él.

El camino había sido largo y finalmente se encontraba ante las puertas de la tan mencionada ciudad. Un lugar donde no sólo podría ganarse la vida, sino donde también encontraría a la clase de escoria de la cual quería librar al mundo, "hombres" que han olvidado su humanidad y que se aprovechan de mujeres indefensas, esas bestias tendrían su merecido, ella se aseguraría de eso. 

Uno de los guardias de la puerta no demoró en tomar la iniciativa y solicitó 5 pc para permitir el ingreso. Eso no le causó ninguna gracia a Karna, quien cada vez iba despreciando más la naturaleza humana. Malditos codiciosos, si no me estuvieran pisando los talones les abriría las tripas y ahí les guardaría sus 5 pc. Pensó frustrada la semiorca. 

Sacó con mala gana el dinero de su bolsa y justo antes de soltarlo preguntó.- Busco a Dircroft, donde lo encuentro. Tiene trabajo para mí. 

Ya nos disponíamos a caminar en rumbo de nuestro nuevo destino, pero al parecer la gestadora de la misión no tiene claro como llegar. La miro extraño y agrego.

- Muy bien, mejor preguntemos, ¿alguien tiene un mapa? Creo que así es más fácil... si podemos quedarnoslo mejor aún. Digo ya algo aburrida de mantenerme en este lugar.

Doy vueltas en el lugar en busca de que haya algún mapa de referencia de la ciudad, cuando me encuentro de frente con una nueva aventurera... Una semiorca que notoriamente se aprecia de contextura más gruesa que la mía, más alta y más... fea.

La miro y me hecho a un costado, sin demostrar temor. Si algo he aprendido es que quienes son cobardes no sobreviven mucho en estos caminos... No le digo nada, sigo buscando mientras, sin mirar, escucho como exige a alguien con su nombre...

 - Busco a Dircroft, donde lo encuentro. Tiene trabajo para mí. 

Lo lamento, pero no conozco a nadie con dicho nombre. ¿Si has quedado con él, no te dijo un sitio dónde reuniros? Preguntó a la mujer. 

Dan llegó a una puerta diferente de la que entró el día anterior, con no tantas ganas como horas atrás. Entre otras cosas por una duda que sobrevolaba su mente, ¿tendría que volver a pagar el peaje? Esperaba que no, no podía permitírselo esta vez, y no quería quedarse fuera. Aunque si no pudiera pasar por las buenas, estaba dispuesto a entrar por las malas si era necesario.

Pero primero tenía que probar suerte, así que se dirigió a la soldado. –Buenos días– saludó con amabilidad y su sonrisa de siempre. –Yo ya pagué la tasa de entrada ayer, se lo puedes preguntar a tu compañero de la entrada norte– esperando que eso fuera necesario para convencer a la mujer intentó pasar.

La tasa es cada vez que entres y salgas de la ciudad. Es el impuesto que se cobra, un mero trámite. Pero se aplica cada vez que entres, independientemente de las veces que lo hayas hecho ya. Si no quieres pagarlo, necesitarás la tarjeta de residencia que pueden darte en el Ayuntamiento, siempre y cuando cumplas los requisitos necesarios para que te la entreguen. Cosa que, por otra parte, lo dudo. Dijo esperando las monedas para abrir la puerta y permitirte la entrada.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano

Había llegado finalmente a Tormentos Cristalinos, tierra de oportunidades. Aramis estaba seguro de algo: si quería rehacer su vida e integrarse rápidamente en un sitio como éste debía ponerse de inmediato a trabajar, nada de deambular inútilmente por los callejones. Por tanto, tampoco nada de meterse en problemas nada más pisar el umbral. Tenía que mantener una actitud respetuosa con las autoridades, al menos hasta descubrir qué tan corruptas o legítimas eran.

Asentí ante la solicitud del guardia. Extraje de mi saco de dinero una moneda de plata y la extendí, aguardando el cambio.

-Oficial -dije-, ¿podría ayudarme? Necesito saber cómo y dónde se tramita la residencia de la ciudad, no tengo intenciones de marcharme en el corto plazo. Y quizá podría decirme dónde conseguir una cama a buen precio. ¿Tiene idea alguna sobre la rubia que huyó de la Mansión Andrigal?

  El viaje había sido largo, tanto que Krobain ya apenas recordaba desde donde o por qué se había iniciado. Pero la suerte por fin le comenzó a sonreír desde el momento en el que los grandes muros de la ciudad comenzaron a asomar por el horizonte para saludarlo. Aquellas fortificaciones le atraían de una manera especial, a fin de cuentas, pese a sus humildes orígenes, era un caballero y esta clase de cosas lo fascinaban desde niño.

  Ensimismado en sus pensamientos entusiastas apenas cayó en la cuenta de que se le habían adelantado para hablar con los guardias, aunque no se molesto en dar importancia a aquel detalle, en su lugar estuvo atento a la breve conversación entre el guardia y el viajero hasta que le toco su turno. Cinco piezas de cobre no eran una gran suma, pero tampoco iba sobrado de fondos, lo mejor sería completar los trámites cuanto antes e ir a corroborar los rumores que habían llegado a sus oídos durante el viaje.

 -Si no tiene problemas, me temo que me decidiré por la segunda opción, tome.- El hombre bestia echo mano a la bolsa de su cintura para obtener las monedas precisas para el pago del peaje. -Si no le importa, cuando termine con el otro viajero podría decirme como llegar hasta el astillero y si hay alguna taberna por el camino.-

El joven Tomas miraba la ciudad con aspecto reverencial, aún recordaba cuando había ido por primera vez. Le parecía una obra de dioses y gigantes, cuando le pregunto al hermano del Templo este se puso a llorar de la risa. Pero el joven novicio se enamoro de la ciudad. Y ahora sus pies lo trajeron de nuevo aquí...

Rebusco entre sus bolsillos y sus escasas pertenencias, cuando por fin encontró las monedas le pregunto a la guardia sonriendo

-Disculpe señora, ¿podría indicarme una posada donde pueda cantar para ganar unas monedas o tal vez un techo donde dormir? No tengo mucho dinero, y ahora necesito recuperar las monedas que estoy por entregarle. Tengo una idea, déjeme cantarle una canción para demostrarle mi valía

Inmediatamente y sin esperar respuesta comienzo a cantarle unos versos, a la espera de ganarme la simpatía de la joven.