Partida Rol por web

El sucio camino que recorréis muestra signos de un uso regular, y la escasa hierba y los surcos frescos indican el paso frecuente de carretas. La senda avanza a través de una tierra relativamente arbolada. En algún lugar algo más adelante, escucháis sonidos de lucha.

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Filos puso los ojos en blanco. Normalmente hubiera esperado a que se acabara la lucha o dado un rodeo para ignorarla pero sabía que algunos miembros de su grupo no iban a permanecer ajenos al conflicto.

-Ah... mierda! Parece que hay conflicto ahí delante. ¿Alguno de vosotros es bueno con el sigilo? ¿Puede adelantarse a ver qué pasa? 

La verdad era que el camino no había sido muy largo pero cual fue su sorpresa cuando un poco más adelante escucharon ruido de pelea. En una lucha siempre había dos bandos. La idea de llegar y poder sopesar en qué bando colocarse no se le antojaba mala. Ante la pregunta de Filos exhaló con resignación posando sus ojos en el elfo Ardhian.

- Quizá no haga falta tanto. Que vaya él delante y nosotros a una distancia prudencial. El cualquier caso ganaremos la sorpresa si están en medio de una lucha a muerte.- "Huesos" embrazó el escudo que llevaba a la espalda mientras que en la otra mano conservaba la lanza que le hacía de bastón.

Que pensaran en él para una maniobra discreta de emocionante espionaje encrespó su ánimo, ya de por sí siempre fecundo en alteraciones, de tal modo que casi saltó de contento de imaginarse siendo útil al nuevo grupo al que pertenecía, eso le recordó que aún no tenían un nombre, pero juzgó inoportuno el momento para llamar la atención del resto sobre ese hecho.

Con un dramático paso adelante dijo tratando de sonar serio y capaz —: Será un honor ir en vanguardia para investigar con cuidado de no ser visto, haré lo posible por no decepcionar las esperanzas puestas en mi humilde persona.

Esperó un segundo por si alguien tenía algún consejo que darle antes de aventurarse a tan arriesgada empresa.

Filos asintió con la cabeza, como confiando en el elfo pero silbó y su enorme búho, Tantor, acudió.

-Elévate y observa cuantos enemigos están luchando y donde están.

-Más debemos darnos prisa-añadió Castor, embrazando su escudo y su maza-quizás se trate de inocentes necesitados de ayuda, y es nuestro deber atender esa petición.

Desde luego, él abogaba por ponerse en marcha ya. Y si el elfo no avanzaba pronto, él mismo iría rápido en vanguardia para comprobar qué ocurría. 

La simpleza de algunos hacía enarcar las cecas a Huesos. ¿Inocentes? ¿Qué iba a llevar un cartelito encima? Para Ramase Huesos "inocentes" serían el grupo que fuera ganando a no ser que fuera muy evidente. Observó como Filos tenía una buena idea lanzando al aire lo que parecía su familiar.

- Pongámonos en marcha pues.

Filos se limitó a encogerse de hombros, sacar su gran hacha y caminar hacia la fuente del ruido. Minetras, en su cabeza, esperaba la respuesta de Tantor.

Tras coronar una elevación del camino, veis ante vosotros un intenso combate. El carromato de un mercader yace volcado sobre un costado, con sus caballos muertos o sueltos. Varios elfos y trasgos están muertos en el suelo, mientras que otros pocos continúan la batalla.

Filos echó a correr al ver la situación del combate. Sabía que con su grupo podrían reducir a los tres trasgos (aunque hubiera sido preferible dejar que el guardia ayudara acabando con , al menos, uno) pero supuso que sus compañeros más altruistas no dejarían que eso pasara así que comenzar a preparar mentalmente las palabras de uno de sus conjuros. Uno que quizás inutilizara a los tres trasgos a la vez.

-¡Aguante amigo!-dijo simplemente el clérigo al ver aquella escena. Debían ser rápidos, y aunque Cástor no destacaba precisamente por su agilidad, corrió todo lo que pudo para ayudar a aquel solitario guardia, que se enfrentaba en inferioridad numérica a aquellas criaturas repugnantes. 

Asombrado por el estropicio y preocupado por el guardia que, con gran bravura, se batía por su vida, Ardhian corrió lo suficiente para estar a distancia de tiro; con un gesto mil veces entrenado sacó su ballesta de la espalda y apuntó al trasgo más cercano. Tras el disparo, sin detenerse a mirar si había o no acertado, trató de cargar la ballesta lo antes posible al tiempo que gritaba a los trasgos en orco esperando confundirlos —: "¿Groarrtikc sugh nihuerenggg bugg oik?"*

Si Huesos hubiera estado allí solo otro gallo hubiera cantado pero el elfo tenía suerte de que , junto con sus compañeros, sumaran más que los trasgos. Cástor y Filos salían corriendo así que Ramase hizo lo propio. Ya vería después qué haría una vez se aproximara más.  Cargado con el escudo, la armadura y la lanza, hizo lo que pudo por mantener el ritmo de aquellos con apariencia más juvenil.

El virote que disparó Ardhian alcanzó a uno de los trasgos, pero no fue suficiente para acabar con él. El resto corrían a toda prisa por salvar al guardia, pero cuando alcanzaron el fragor de la batalla, el guardia era atravesado por una de las armas del trasgo que le estaba acechando.

Habían llegado tarde y ahora aquellos tres trasgos se giraron para ver quién eran los que venían a luchar contra ellos. 

Filos se encaró con el trasgo herido y se lanzó sobre él como un vendaval de acero. Su gran hacha se se preparó para entrar en acción pero Filos tenía las palabras que desencadenarian su  conjuro en la punta de los labios...

Con ágiles movimientos laterales el menudo infante élfico buscaba un hueco lo suficientemente grande como para poder alcanzar su objetivo sin daño colateral, el agudo zumbido de la cuerda de la ballesta resaltó en su agudo oído acallando por un instante el ingente barullo de la contienda.

Habían llegado tarde. Aquel pobre elfo yacía en el suelo, probablemente muerto. Y no tenían tiempo de comprobarlo en aquel momento, pues los enemigos seguían en pie. Castor se acercó al combate, no a la carga, si no con algo más de precaución, y la maza lista para descargar un buen golpe sobre alguno de aquellos trasgos. 

Puede que Huesos no pareciese a simple vista más que eso, un saco de huesos, pero hizo un esfuerzo por no quedarse atrás y lanzarse al combate empuñando lanza y escudo. Mientras que dos de sus compañeros se dirigían a por uno de aquellos trasgos, él se dirigió a por otro temiendo que del primero no quedara ni las raspas cuando él llegase. No es que fuera un gran combatiente pero una mueca lasciva, casi obscena, se dibujaba en su ajado rostro ante la promesa de un derramamiento de sangre.

Tres de los cuatro aventureros alcanzaron el combate cuerpo a cuerpo, mientras que el cuarto continuaba su lucha desde la distancia logrando clavar una flecha en uno de aquellos individuos y dejándole inconsciente. El anciano logró despachar al segundo. Y el tercero que quedaba en pie fue el único que hizo un amago de ataque pero sin ningún tipo de efecto. Cuando se quiso dar cuenta, los cuatro aventureros habían acabado con él.

Por fin quedaron libres de enemigos siendo un buen momento para saquear o para comprobar las heridas de los caídos.

En el suelo yacen cuatro guardias elfos, dos están ya muertos pero hay otros dos que permanecen inconscientes, gravemente heridos y perdiendo sangre.

A medida que revisan los cuerpos de los trasgos y de los elfos caídos, se dan cuenta de que hay una asustada mediana observándoles atentamente desde detrás de un barril, medio oculta en el carromato volcado.