Partida Rol por web

Nick arqueó las cejas ante el streaptease de cuchillos. Tal cantidad de hardware... decididamente Jimmy era peligroso. Se alegraba de poder confiar en su intuición. Tendría que mencionárselo a Vadim, o la reunión con Dima podría convertirse en un escándalo y Nick en un hombre muerto.

—No me lo digas: ibas a una boda.

Dejó que Morgana y Trish se ocupasen del peso de la conversación. Decidió limitarse a escuchar, al fin y al cabo, era por lo que había pagado.

-En la cocina entonces. Sin falta y sin excusas -dijo con una sonrisa sincera-. De ninguno de los dos -dijo señalando a Robin y luego a sí mismo-. A medianoche más o menos -citó haciendo un cálculo mental de la hora que era y lo que tardarían en resolver sus otros asuntos-. Vayamos entonces a esa reunión de voces y a ver qué se cuece ahí -la necesidad de Robin de asistir tan solo por Skyler no le hacía gracia. Eran pocos meses en el refugio pero la capacidad de este de inmolarse para la satisfacción de otros, seguía sorprendiéndole-. Vamos, guaperas, abre camino -unas suaves risas acompañaron a un leve empujón de cadera para que Robin se adelantara y abriera la puerta pues él con sus dos tazas lo iba a tener difícil.

El llanto del bebé y el comentario de Jimmy hicieron que Cassandra desviase un instante los ojos hacia arriba, era posible que hubiese sido el ruido el causante del llanto pero ella no lo creía probable, hacía ya un ratito de eso y era ahora cuando empezaba. Seguro que tenía gases, a su hermana le pasaba cuando era así de pequeña, después de cenar se ponía a llorar y no había forma de encontrar qué le pasaba hasta que se dormía de agotamiento, sólo entonces los otros tres miembros del piso hacían lo mismo por fin. Intentó recordar si pudieron hacer que se le pasasen, o fue la naturaleza la que hizo su magia al ir creciendo el cuerpecito, no le vino a la cabeza ningún remedio por lo que dedujo que sería lo segundo y apuntó en su lista mental de tareas agenciarse con tapones para los oídos, o hacer algo parecido con lo que tuviesen a mano.

Durante su divagar las manos y los bolsillos de Trish se habían llenado de las armas que el chico había entregado y la buscadora meneó la cabeza con el nuevo cruce de comentarios jocosos. Parecía que por fin iban a ponerse cómodos para hablar y ella estaba dispuesta a cerrar la comitiva y a seguir en silencio.

Los ojos de Jimmy siguieron el recorrido que hicieron los de Trish hasta llegar a Morgana, como si hubiera entendido con ese gesto que era de ella de quien cabía esperar algún tipo de veredicto. Al chico pareció hacerle gracia la pulla que recibió, pues la curva de sus labios se amplió y no tardó en sacudir la cabeza con desparpajo.

—¿Quién ha dicho que dependa de ello? —preguntó, seguro de sí mismo, manteniendo la mirada de la exmilitar con un brillo divertido en sus ojos—. Si lo hiciera quizá no lo habría soltado tan fácilmente. 

Se giró entonces hacia Nick y se encogió de hombros con una expresión traviesa.

—Tú sí que me entiendes, Nick Bennett. 

Viendo que el grupo se ponía en movimiento, él también lo hizo, quedando de forma espontánea al lado de Trish y caminando junto a ella con naturalidad, liberado ya de la rigidez del frío del exterior. 

Robin y Daniel siguieron las voces hasta encontrar a sus dueños, que entraban en ese momento en la sala común. Allí estaban Trish, Morgana, Nick, Cassandra y un chico desconocido para ambos, que rondaría la veintena. 

Daniel llevaba una taza en cada mano, ambas humeantes. Trish, por su parte, iba cargada con una espada corta y sus bolsillos tintineaban con un sonido metálico a cada paso que daba. 

Los berridos del bebé se detuvieron entonces en seco, haciendo de repente conscientes a los presentes del alivio que suponía un silencio que se extrañaba cuando desaparecía. 

El joven miró con curiosidad a los dos que se incorporaban al grupo en ese momento, acompañando ese recibimiento con una sonrisa descarada, algo traviesa. Su mano empezó a moverse, pero sus ojos se encontraron con las manos ocupadas de Daniel y lo que iba a ser una oferta de saludo en forma de mano extendida se convirtió en enganchar el pulgar de esa mano en la trabilla de su pantalón.

—Vaya, al final voy a pensar que he creado expectación —comentó con gracia antes de presentarse para los recién llegados—. Soy Jimmy. 

No sabía qué o a quién iba a encontrarse, pero el desconocido rostro le resultó familiar. No por quién podía ser o si lo conociera, sino por su lenguaje corporal. Había conocido a muchos como él. Avanzó hacia Trish a la que guiñó un ojo ofreciéndole la taza humeante y cuando su mano se liberó, se volvió hacia el recién llegado.

-Yo soy Daniel -dijo tendiéndole la mano y al cual el gesto del otro, en su inicio de saludo, no le había pasado desapercibido-. ¿Expectación? Eso está por ver. Dependerá de qué te ha traído por aquí. ¿Curiosidad? Tal vez. De todos modos, no te vengas muy arriba. Hemos oído voces, visto luz y hemos entrado -dijo acompañando sus palabras de una breve carcajada y una mirada no exenta de intención-. Encantado de conocerte, Jimmy.
 

Morgana no soltó la sonrisa de su boca. Esa noche estaba resultando entretenida; a trompicones, pero decididamente con más chicha que la última semana. Entornó sus ojos, divertida, al escuchar a Jimmy que continuaba con sus respuestas fanfarronas.

- Entonces lo hubieras soltado a hostias.- Torció los labios transformando su risilla en una mueca guasona y ladeando un poco la cabeza-. Vamos, Ironman, tira para adentro.

Entró en la sala con ganas de saber cuanto antes qué tenía que contarles el conseguidor. Allá se encontró con Daniel, como no, y con el desaparecido y sensible Robin. Se fijó en las tazas humeantes y su voz de chiquilla malvada no tardó en escucharse de nuevo.

-El puto té de las cinco. Algo tarde. Daniel, ¿no le vas a ofrecer a nuestro invitado una taza de tu maravillosa, relajante y a la vez estimulante mierda?

Una de las cejas de Trish se alzó al escuchar el comentario sobre la supuesta dependencia de Morgana. No dijo nada, sin embargo. Parecía divertida, y también convencida de que el chico se guardaba otros ases no sólo bajo las mangas.

Caminó junto a los otros, y al llegar a la sala hizo un gesto hacia la mesa.

—Siéntate donde quieras —le dijo al invitado.

Acto seguido, al ver a Roobin y a Daniel llegar tomó directamente la taza con la mano libre. La rodeó, esperando sentir el calor del líquido a través del recipiente, y se acercó a la mesa para dejar la espada antes de sentarse en el mismo sitio que había tenido durante la cena.

—Gracias —dijo a Dan con tranquilidad. Después hizo un geto hacia Robin—. ¿Todo bien?

Al oír las palabras de sus compañeros, sin embargo, la muchacha esperó que nadie llegara a traspasar el umbral de la tensión en presencia del muchacho.

—Pide lo que quieras —ofreció cuando Morgana acabó de hablar, sin plantearse que el chico no supiera dónde estaban los límites—. Y cuenta cuando quieras —prosiguió después, poniendo ambos talones en la silla y rodeando sus piernas con las manos en una posición que se le hacía cómoda—. No estamos todos, pero creo que sí todos los que estaremos.

Robin sonrió al grupo, incluido al desconocido, que obligó a sus ojos a volver a Trish con la pregunta que Nick temía "¿nos lo vamos a quedar o está de paso?".

Sin embargo, sus ojos esperaron poco a la respuesta, algo en ese hombre los atraía de sobremanera. La novedad, tal vez; pero lo que estaba claro era que pedía atención no necesariamente aduladora pero tenía un foco encima de su cabeza.

— Robin —se presentó escurriendo su nombre entre el nombre de su amigo y el tirón de cuerda por las miradas—.

— Qué malo soy —pensó por divertirse con la competencia de Daniel aunque no había real regodeo ni malicia en ello—.

Al oír a Morgana hablar de la hora del té, Robin apretó ligeramente el tarro que llevaba en brazos contra su pecho, acomodándolo entre costilla y costilla. Como un niño protegiendo su juguete nuevo de quienes no sabrían ver la magia en una patata con cara.

El " todo bien" de su amiga le sentó como un toque de atención con el que relajó los brazos y sonrió como diciendo "¿así mejor?".

— Todo bien. Tenía que preparar algo que no podía esperar —explicó por encima y luego estiró los ojos a la puerta esperando a Skyler—.

Cassandra iba detrás sin perder de vista los movimientos del recién llegado, no es que temiese que hiciese algo violento pues de eso se encargaría la ex militar, es que estaba demasiado cerca de su hermana y no podía evitar estar ojo avizor. -Ironman, Ironman...- una risa mental irrumpió en su mente con el chiste de Morgana, comparar cuatro chucherías con todo el cuerpo de metal era exagerado, suponía que ahí estaba la gracia, en querer y no poder. Por suerte el recorrido era breve y en cuanto llegaron a la sala se les unieron Daniel y Robin desviando la atención.

Hizo como Trish y se sentó en el mismo sitio que durante la cena, hubiese preferido quedarse de pie, fuera de la visión, observando sin ser vista, pero las armas encima de la mesa hicieron que se posicionase al lado de Trish, ocupando ese espacio. Estuvo a punto de dedicarle una mirada al joven para que no se sentase al otro lado, pero dada su actitud seguro que si lo hacía él se sentaría, sólo por dar en las narices. Decidió mirar los otros dos jóvenes de la estancia y señalar con sus ojos el asiento -Mejor enfrente que al lado- luego miró a Nick y a las armas -y mejor un poco más allá-.

Nick sonrió a Jimmy cuando le devolvió la pulla. Le caía bien el sinvergüenza descarado. Y "siempre cumple", había dicho Ransom. Además, ¿qué iba a hacer? Morgana podía darle dos tortazos que le mandarían a Boston volando tras sus dientes, y Nick tampoco era ningún inútil... sobre todo si tenía una manada de pequeños saltamontes alrededor.

Volvió a su posición de "papá Nick" en el marco de puerta, algo hastiado por todo lo que había pasado. Qué día infernal. ¿Cuándo acabaría?

Ahora Jimmy les explicaría alguna locura sobre el bebé y todo se volvería mucho más complicado. Complicaciones, la palabra preferida de Nick.

En 3... 2....

El chico desenganchó su mano para estrechar la de Daniel, que recibió un apretón firme y breve que después fue ofrecido al pelirrojo. 

—Daniel, Robin... Encantado —saludó, con una sonrisa divertida por las palabras del primero—. Curiosidad... eso es lo que mueve el mundo, ¿no? —bromeó—. Pero esta noche lo que me trae aquí es Trish. 

Se encogió de hombros con gracia, como si acudir a la llamada de la muchacha de cabellos azules fuese un motivo inevitable, y después negó con la cabeza a la oferta de pedir algo. 

—No os preocupéis, estoy bien. 

Al ver que algunos iban tomando asiento él cogió la silla que quedaba frente a Trish y le dio la vuelta, sentándose a horcajadas con los brazos apoyados en el respaldo. Desde ahí asintió con la cabeza a la chica y metió la mano en el bolsillo para sacar un papel con algo garabateado. Hizo una pausa en la que las comisuras de sus labios se tensaron con cierta teatralidad que parecía pedir un redoble de tambores que pusiera la puntilla a la puesta en escena y, finalmente, empezó a hablar. 

—La mujer que buscáis se llama Lis y vive en el Bronx, al otro lado del río, en una comunidad que está instalada cerca del estadio de los Yankees. Usó una balsa de alquiler para cruzar sin tener que atravesar el puente que controla la Irish Mob. El crío se llama Thiago, tiene dos meses y medio, y los vecinos de la chica piensan que murió la noche pasada. 

Estiró la mano para ofrecer el papel a Trish. Entonces su sonrisa se acentuó y sus ojos adquirieron un brillo travieso, como si estuviese expectante por ver la reacción de la chica a sus palabras.

En el papel sólo había escrita una dirección: «Jerome Ave. con Anderson Ave.». 

Ante la sonrisa de Robin Trish sonrió también, negando con la cabeza como si el chico fuera incorregible. No llegó a responderle de viva voz: eran ya muchos en la sala esperando escuchar a Jimmy, y si todos se enzarzaban ese momento no llegaría nunca.

La muchacha miró al invitado con una ceja alzada al escuchar la explicación de lo que le había traído a aquel lugar. Luego intercambió una mirada con Nick antes de poner los ojos en blanco, pero no le disgustó que se sentase frente a ella. Se quedó mirándolo mientras daba la vuelta a la silla, y en cuanto sacó aquel pedazo de papel lo siguió en sus gestos con la mirada hasta que el chico empezó a hablar. Una vez terminó de dar su informe ella no tardó más que un segundo o dos en reaccionar.

—Creo que estoy a punto de declararme sinceramente sorprendida —dijo con los ojos brillantes y las cejas alzadas, como si aquello fuera una especie de broma. Luego tomó el pedazo de papel y, tras echarle un vistazo rápido, lo dejó al lado de la espada, sobre la mesa. Entonces formó una media sonrisa—. A lo mejor eres la mitad de bueno de lo que dices.

Tras esas palabras sostuvo la mirada del chico un instante antes de volver a hablar.

—¿Y volvió a usar la balsa para volver? —preguntó, como si aquella fuera la primera cuestión que le venía a la cabeza—. ¿Alguna idea de por qué hizo todo eso?

Como no podía ser de otro modo, la información facilitada po el vacilón Jimmy, de ser fiable a falta de poder contrastarla de momento, abría la puerta a más interrogantes. Y la lluvia de preguntas no se hizo esperar.

Morga paseó sus ojos inquietos de un asistente a otro, observando la reacción que tenía lugar en sus caras, fijándose en la expresión a medias de desaliento y agobio de Nick. Morgana no veía problemas sino situaciones conflictivas que debían manejarse para obtener un fin determinado, pero no juzgaba a la cabeza visible de Major Morris por preocuparse demasiado junto con esa actitud balanceada de querer escapar y resolver los problemas que, en su posición de responsable de la guardería con once, ahora doce personas, y un lindo pulgoso, resultaban inevitables. Le envió un mensaje entrecerrando los ojos, ladeando un poco el cuello, "vamos, Nick, paciencia, ánimo". Lo acompañó con una de sus medias sonrisas maliciosamente burlonas.

Luego se centró más en las miradas que cruzaban Trish y Jimmy, preguntándose qué relación mantenían, hasta detenerse en el joven conseguidor, que sin duda a quien quería impresionar por encima de todo era a la linda inventora. De esta forma, Morgana se mantuvo en segundo plano, escuchando, moviéndose alrededor de la mesa hasta un extremo de la misma donde tomó asiento en una silla, sin apartar su atención del invitado.

Robin hizo el amago de separar su mano de su lío de brazos cuando Jimmy se la ofreció pero no llegó a desanudarse del tarro, entregando sus disculpas con una mueca que culpaba de ello a ir cargado y no a sus pocas ganas de ponerse formal o de dejar su mano al alcance de extraños. Especialmente a extraños tan cómodos en su casa.

Hizo caso de la mirada de Cass y buscó asiento delante de ella, cayendo por esa mala fortuna a la que ya se había acostumbrado al lado del pimpollo alegre.

Fue al tomar asiento cuando se deshizo del cristal que tanto había abrazado por primera vez, lo dejó sobre la mesa, como Trish había hecho con la espada, y cargó su gesto con el mismo peligro que tenía el filo.

Sus ojos volvieron a la puerta, esperanzados, pero cayeron de ella tan pronto el invitado empezó a hablar. Y conforme lo hacía su opinión sobre Jimmy cambió drásticamente. Era diferente a Karina.

Escuchó a las dudas de Trish y eso otro que hizo bailar sus ojos entre azules pero a lo que no le dio gran importancia. Parpadeó una larga y lenta vez antes de preguntar algo que le parecía importante precisar aunque a su vez le daba vergüenza que le hiciera parecer idiota.

— Disculpa Jimmy, ¿Creen que murió Lis o Thiago? Quiero decir, ¿la chica no regresó y la dan por muerta? ¿o ella trajo al peque para que le creyeran muerto?

"Siempre cumple".

Aunque no parecía que fuera una información muy soterrada, ¿no? Si la había encontrado en tan poco tiempo... o quizá simplemente Jimmy fuera la mitad de bueno de lo que decía. En cualquier caso, ahora Nick tenía que cumplir su parte del trato. No sabía si estaba pagando de mas o de menos, pero bueno, era un hombre de palabra.

—Mañana tenía pensado ver al Lobo —dijo a Jimmy—. Le hablaré de ti.

En realidad contaba con ver a Vadim, pero bueno, Jimmy no tenía por qué saber aquello.

Había obviado cualquier respuesta a Morgana que parecía tener el "día de jodamos a Daniel" marcado en su agenda para aquella jornada. En todo caso, su interés parecía centrado en lo que decía el recién llegado, curioso por cómo toda aquella información había llegado a él y ahora la canalizaba hacia ellos. No tenía razones ni para desconfiar de cuanto decía ni para aceptarlo a ciegas, pero entendía que tras todo aquello había un acuerdo del cual el tal Jimmy saldría beneficiado si hacía las cosas bien. Y las palabras de Nick vinieron a confirmarlo.

Por lo demás permaneció en silencio, sin sumar nuevas preguntas a las ya formuladas por Trish y Robin. Las respuestas, de darse, serían jugosas.

Nick no vio su mirada y permaneció de pie, al igual que hicieron Morgana y Daniel, pero con Robin sí llegaron a verse y éste se sentó enfrente, aunque en ese intervalo el tal Jimmy ya había ocupado el que estaba frente a Trish y el pelirrojo acabó delante suyo. Cass apenas reparó en el bote que el joven dejó en la mesa y sus ojos volvieron al desconocido y a su información.

Lo que dijo era muy bonito, bueno en realidad no pero la cuestión es que le hacía quedar bien, al menos eso era lo que pensaba la buscadora pues no oyó ninguna descripción de la madre. Tener sólo un nombre no valía de mucho en aquella Nueva York indocumentada, ella lo sabía bien.

Mientras escuchaba las preguntas de sus compañeros intentó ver lo que ponía en el papel que cogió su hermana, a lo mejor era algo útil, pero se temía que sólo sería una dirección. Ante la intervención del escritor, dando por cumplido el encargo y preparando el pago, no pudo reprimir las ganas de pillar al "conseguidor" con poca información.

-Lis... un nombre inusual, o un diminutivo corriente. -dijo de forma pensativa, quería dar a entender que eso por sí solo era insuficiente -¿No habrás conseguido también una descripción de la mujer? Ya sabes, edad aproximada, constitución, color de pelo, ojos... Algo que pueda confirmar que quien dice ser alguien, lo es realmente.

En su rostro bailaba una leve sonrisa de sano escepticismo. Si su hermana era el poli bueno que se creía lo que les decía sin poner el dedo en la llaga, ella sería el poli malo que cuestionaría hasta el color de las bragas de la madre. Para algo era la mayor y tenía que cuidar de con quién se juntaba la inventora, aunque ella al final no le hiciese caso su deber era intentarlo.