Partida Rol por web

Finales y principios

[Capítulo 1.7] La cocina

Cargando editor
22/12/2017, 21:32
Narradora

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 23.45 pm.

Lo que los habitantes de Major Morris llamaban con cierto optimismo «la cocina» había sido tiempo atrás una sala para el descanso de los trabajadores del centro de salud. Los que habían tenido la suerte o la desgracia de haber vivido los tiempos antes de que el mundo se degradase podrían imaginar con cierta facilidad a médicos y enfermeros tomando allí un café o masticando barritas energéticas antes de continuar pasando las consultas. 

En el momento que nos atañe, la sala había sido acomodada de la mejor manera para poder preparar allí comida para once personas varias veces al día. Dos de las paredes estaban vestidas con encimeras, incrustadas en la pared. Incluso había un frigorífico, que hacía años que no funcionaba, pero que al menos mantenía los alimentos almacenados con oscuridad y ligeramente más frescos que fuera de él. En otra de las paredes había un gran ventanal por el que entraba la luz de la mañana y en la última, además de la puerta, alguien había colgado un mueble estrecho de madera en el que guardar algunos botes de las especias provenientes del propio huerto. 

El hornillo eléctrico que habían encontrado y reparado estaba en el centro de la encimera, como presidiendo la repisa con su presencia. Bajo ella y encima, colgando de la pared, había algunos armarios, donde guardaban los platos y vasos que habían podido reunir a través del tiempo, sin que prácticamente ninguno de ellos perteneciese al mismo juego que los demás. Había también algunos cubiertos que usaban para comer o cocinar, aquellos de puntas romas que habían desechado como posibles armas. En uno de esos armarios había un par de cazos y una sartén que sin duda había conocido tiempos mejores, pero que todavía seguía realizando su función.

Finalmente, en el centro de la sala había una mesa alta, construida a partir de un par de camillas de metal bien atadas entre sí y coronadas por una tabla de madera, que permitía que varias personas trabajasen allí al mismo tiempo. 

Y allí fue donde aquella noche se encontraron Daniel y Robin, para compartir impresiones, tal vez confesiones o sueños, quizá las preocupaciones que pesaban sobre sus espaldas. 

 

Notas de juego

Escena secundaria.

He puesto la hora para dejar un poco de margen con el momento actual, pero es orientativa, si hace falta la retocaré después. 

Cargando editor
24/12/2017, 11:01
Robin

Robin regresó con Daniel con algo más abrigado de lo que se había ido, con un jersey de cuello alto sobre la camiseta que claramente le iba grande y tenía unos cuantos años aporreados en sus lanas.

Al entrar en la cocina lo hizo adelantando el ojo, no estaba seguro de que Daniel ya -o todavía- estuviera ahí y no le apetecía saludar al aire, especialmente no esa noche.

Levantó sonrisa y mentón al ver a su amigo a modo de saludo y tras alegrarse de su presencia llevó la mirada a la ventana como si quisiera comprobar que estaban solos de verdad, con nerviosismo previo a una travesura.

¿Te he hecho esperar mucho? —preguntó ya en disculpa camino de la isla de camillas en la que acabaría por poner las posaderas— Al fin me siento.

Cargando editor
25/12/2017, 15:33
Daniel Green

Daniel estaba apoyado contra la pared, de costado, mirando por el ventanal a la oscura noche, refugiado en sus propios pensamientos, cuando Robin hizo acto presencia.

-¿Esperar? No, para nada. He puesto a calentar algo de agua por si nos apetecía tomar una infusión caliente. Está siendo un día largo y bastante trepidante. ¿Quieres algo en especial, Robin? Pide por esa boquita que el Daniel te lo prepara -dijo guiñando un ojo a su amigo.

Cargando editor
27/12/2017, 09:01
Robin

El pelirrojo sonrió agradecido con la negativa de Daniel a su pregunta a pesar de que luego confirmara con sus palabras que llevaba ahí un rato, el suficiente para preparar el agua y el fuego.

No se tomó esa contradicción como una mentira, al contrario, le pareció muy dulce y no pudo evitar sonrojarse con la entrega a sus deseos que luego ofrecía. Viniendo de otra persona no lo hubiese encontrado tan sofocante pero Daniel tenía ese "jenesecua" del que había escuchado hablar a los mayores que lo volvía todo estúpidamente sexy.

Y en ese momento, en ese día y con su corazón enfadado como estaba, le gustó dejarse envolver por el aire de seducción de su amigo aunque fuera en silencio, aunque solo estuviera en su cabeza, y sobretodo aunque sabía que luego se iba a sentir mala persona pues su consciencia ya arañaba con el meñique la superficie de la moral.

No vas a dejar de intentarlo, ¿eh?— rió con lo de las infusiones, había perdido la cuenta de las veces que había esquivado tomar una. Las detestaba, el agua caliente le parecía contranatura siempre que no fuera un sucedáneo de caldo pero ¿bebérsela con sus hierbas? Aun no estaba tan loco—. Voy a tomar solo un vaso de agua —sonrió—. Pero podríamos aprovechar para hacer esa tarta, ¿te parece?

Cargando editor
29/12/2017, 00:19
Daniel Green

-Por supuesto que no voy a dejar de intentarlo -dijo falsamente escandalizado-. Una infusión es tan solo agua. caliente, pero agua, como la que me pides. Pero sus deseos son órdenes, mi señor -sonrió, y unos dientes blancos y perfectos en una época en la que no existían ni dentistas ni endodoncias, asomaron entre sus labios casi descarados-. Anda, siéntate antes de pensar siquiera en trabajar.

Fue a por un vaso y lo llenó de agua, tras lo cual se acercó a Robin y se lo tendió.

-No vas a escaparte. No hay excusas, ni tartas que lo valgan. ¿Entendido? -una mano se posó en su cuello, los dedos cerrándose suavemente en la nuca de Robin, su calor irradiándose por la piel de este. Su voz era tranquila, pero era evidente que hablaba muy en serio-. Cuando nos hemos cruzado antes, era evidente que no estabas bien, que algo te había pasado. Ni quiero ni puedo obligarte pero, Robin, soy tu amigo. Va siendo hora de que descargues todo eso que te consume. Vale, no soy el más listo del mundo, pero no hace falta serlo para saber que algo te pasa. Y que no es algo nuevo -la mano se separó de su cuello, pero no se alejó demasiado. El índice circuló casi perezoso por el extremo de su ceja y luego por el puente, repasando las finas cicatrices que mostraban-. Perdona -dijo sonrojándose levemente-. Sé que no te gusta que te toquen -se disculpó, muy consciente repentinamente de cómo Robin solía reaccionar involuntariamente ante el más mínimo contacto-. No pretendía hacerte sentir incómodo. Solo que para mí, el contacto físico, tocar, es algo tan natural, casi una extensión de mí, una forma de comunicarme con los más allegados, aquellos a los que quiero. Perdona -dijo bajando la cabeza, pensando que quizá había roto toda posibilidad de diálogo.

Cargando editor
30/12/2017, 10:39
Robin

Robin no se quejó por esa horrible comparación entre el agua y las infusiones ni por la sugerencia de Daniel de no hacer nada.

Descansó las palmas de las manos sobre la isla de camillas en la que se había sentado, ligeramente por detrás de su espalda para que esta estuviera cómoda. Pero no tardó en llenarse del nervio para ponerse a trabajar en ese pastel y si no se movió fue porqué su amigo le había dicho que primero descansarían.

Estiró la espalda y retiró el soporte de sus manos cuando Daniel se acercó con el vaso de agua para recogerlo empezando una sonrisa para agradecérselo que quedó descuadrada al escuchar su falta de escapatoria mientras le agarraba el cuello.

Su primer instinto fue retroceder pero la mano en su nuca se volvió más presente entonces y terminó de acojonarse.

Quedó completamente rígido, con el cuerpo apretado y todos sus sentidos puestos en los dedos de Daniel que intentaba apartar de sí solo con desearlo. Su corazón se estrechó, contrito por la angustia y a penas supo escuchar las siguientes palabras de Daniel sin ver amenaza en ellas. Conocía a su amigo, o eso creía -como había creído conocer a su tío- y esa premisa se refugiaba para combatir el deje de intimidación que él mismo ponía y quería quitar de lo que le decía.

Cuando apartó la mano de su nuca, Robin se deslizó rápidamente de la superficie de la isla para buscar el suelo y aunque ello le dejaba más cerca de Daniel, el hecho de tomar suelo le hacía sentirse menos acorralado.

Giró el rostro para huir del dedo de Dan aunque el cosquilleo de aquellas caricias le pareció agradable, y más lo sería si su corazón no latiera todavía agobiado; no sintiera el dolor de Alec si le viera en ese preciso y descontextualizado instante; y, sobretodo, no llevaran aparejadas el recuerdo de cómo habían aparecido sus cicatrices en él.

Se movió de soslayo intentando salir con disimulo de entre espada y pared pero al oír la disculpa dejó cuanto hacía atrapado por la sorpresa. Aquello era algo a lo que no estaba acostumbrado y aunque no compensaba el momento anterior, la tomó con uñas y dientes. La quería, la apreciaba y se la iba a guardar muy dentro.

Terminó su camino, saliendo del espacio de Daniel para empezar a preparar ingredientes para el pastel, los que faltaran ya irían a buscarlos, en ese momento necesitaba ocupar las manos.

Ha sido algo nuevo —rompió el silencio y lo sucedido—. Lo que me ha pasado antes de encontrarte. Aunque creo que no ha sido nada. No sé, añoro a mis padres —confesó dejando el material para la tarta a medio exponer—.

Oí... Algo. Dónde no había nada — se encogió de hombros y al hacerlo notó como su espalda empezaba a ponerse en el sitio, más distendida—. No creo en fantasmas pero me hubiese gustado que fuera mi madre y no mi imaginación.

Le sonrió desde la distancia esperando que le perdonara por su reacción sin tener que pedírselo ni hablar de ello.

Mi madre era alucinante seguro que si alguien pudiera volver de la muerte sería ella.

Boqueó para preguntarle a Dan por sus padres pero se reprimió por si era un tema tabú o simplemente doloroso para él. Le supo mal darse cuenta de que no tenía ni idea después de tanto tiempo y en lo mal amigo en que eso le convertía.

¿Tu crees en espíritus y esas Chorradascosas?

Cargando editor
14/01/2018, 18:44
Daniel Green

Todo Daniel transpiraba alivio al ver que Robin no escapaba y sonrió al ver que empezaba con su tarta. Se dispuso a ayudarle mientras le escuchaba.

-Sinceramente, no. No creo en fantasmas, espíritus o similares. No los he visto y aunque no verlos no implica que no existan, dudo que nadie quisiera regresar a esta vida tras librarse de ella -dijo, aunque acompañó lo dicho de un guiño-. Salvo tu madre. El amor es algo muy poderoso, quizá capaz de vencer hasta las puertas que separan vida y muerte. Y si la crees capaz de algo así, es que te debía querer mucho. Has tenido suerte. Yo no puedo decir lo mismo -la mirada se perdió un instante antes de regresar-. ¿Qué tengo que hacer?

Cargando editor
17/01/2018, 09:33
Robin

Robin sintió la tristeza que desprendían las palabras de Daniel. Su opinión, y más concretamente, el motivo de ella le chirrió. No parecía propio de alguien como él, o de alguien como el pelirrojo creía que era su amigo.

Le supo mal haber estado hablando de sí mismo y de sus historias cuando Daniel parecía cargar una gran nube gris en sus hombros.

Por otro lado, su sensibilidad quedó salvada con la referencia a su madre, su amigo había cortado el cable adecuado.

Lo siento —dijo por las últimas palabras, aquellas que hablaban de una madre si amor por su hijo—. Espero no haberte hecho recordar algo desagradable —se disculpó pasándole un cuenco amplio de metal—.

Mete harina hasta... Aquí —se acercó para señalar una altura aprendida—. Luego cortaremos manzanas como si no hubiese un mañana —marcó los primeros pasos y se apartó para llegar al saco de la fruta—.

Yo sí volvería —comentó el murmuro de su cabeza—. A la vida. Si me dieran a elegir y eso no me iría nunca, hay demasiado que hacer...

Cargó algunas manzanas en su jersey que vació en la encimera. Aunque era menos cómodo que la isla, le pareció, por algún motivo, mejor opción.

Bueno, tal vez no nunca-nunca, hay que dejar sitio a los que vendrán. Pero tardaría, al menos hasta que supiera que me voy de un mundo mejor del que llegué.

Cargando editor
17/01/2018, 17:58
Daniel Green

-¿Sentirlo? ¿Por qué? -preguntó extrañado Daniel-. No eres responsable de cuanto haya podido ocurrir en mi vida, ni de las decisiones o acciones de otros o de las mías propias. Y no me has hecho recordar nada que hubiera olvidado, así que ya puedes estar tranquilo por eso. Me ha gustado saber que crees a tu madre capaz de volver de la muerte por estar junto a ti. La mía me abandonó en cuanto tuvo ocasión. A día de hoy no la culpo por hacerlo. A veces, hay que comprender a la persona y sus circunstancias para poder medir de forma adecuada sus acciones. Aunque es más fácil de decir que de hacer -comentó mientras empezaba a trajinar siguiendo las directrices de Robin-. No lo tuvo fácil. Se quedó embarazada siendo una adolescente, se casó demasiado joven y con un hombre al que realmente no quería y que, por supuesto, no era mi padre. Años de golpes, humillaciones y escasas recompensas la llevaron a buscar su propio camino. Yo ya no era un niño y cuando vi que se había largado, hice lo propio. Comprendo por qué hizo lo que hizo. Que lo comparta es otra historia.

Llenó el recipiente con la harina hasta la marca señalada.

-Que se largara cion viento fresco sin llevarme con ella es lo que más me dolió, pero puedo intuir que si quería una vida nueva necesitaba empezar desde cero y no cargando con un recordatorio de los errores de su pasado. Espero que ahora sea feliz, esté donde esté, pero cortó un puente que ninguno de los dos está dispuesto a reconstruir -sentenció sin acritud alguna-. Todo acto tiene consecuencias y si te soy sincero, por aquellos tiempos yo mismo pensaba en irme de casa. Y quizá lo hubiera hecho sin mirar atrás y sin despedidas. Y tampoco hubiera sido justo. Pero creemos que como hijos no necesitamos dar explicaciones, mientras que nuestros padres parecen obligados a muchas cosas. Mi madre quería libertad y la tomó en cuanto tuvo ocasión y de la única forma que supo hacerlo. Si no hubiera estado por aquella época con John, quizá hubiera sido todo muy distinto y lo hubiera llevado peor. Cuando pillé la puerta no me arrojé al vacío. Estaba con alguien a quien quería y con el cual inicié una nueva vida. Posiblemente no la mejor, y aunque ahora haría las cosas de otro modo, tampoco voy de arrepentido. Hice lo que hice y tampoco tenía muchas más opciones. O eso quiero creer. Mentirse justifica muchas cosas -dijo con una suave risa-. Y mira, ahora estoy aquí, haciendo tartas junto a un guapo pelirrojo. ¿Qué más se puede pedir? -una nueva risa, cálida, inundó la cocina.

Robin ya había acercado el saco de fruta, cuyo olor lo llenaba todo.

-Me gustan las manzanas, especialmente cuando ya están algo arrugadas. No sé por qué pero huelen a hogar -afirmó-. En cuanto a lo de morir, no lo deseo. Me gustaría disfrutar de una vida larga, enamorarme, tener un hogar y todas esas cosas, por muy difíciles que parezcan teniendo en cuenta cómo vivimos. Pero tampoco lo temo. Llegará un día en que ya no esté. Será una parada en un largo viaje que me resisto a pensar que acaba aquí. Aunque esto se queda aquí, entre tú y yo. No quiero que se entere Clementine y me empiece a comer la oreja con rollos religiosos. Y si en el tránsito, se hacen bien las cosas, algo aportaré para que las cosas vayan a mejor. Pero sé que un individuo no marca la diferencia. Es necesario que muchos vayan en una misma dirección oara que se avance.

Cogió un cuchillo para empezar a pelar las manzanas.

-¿Cómo se llamaba tu madre, Robin? ¿Y qué le ocurrió? -miró al joven, inmóvil-. No quiero meterme donde nadie me llama ni molestarte con mis preguntas, así que si no quieres responder, no lo hagas. O me mandas a la mierda tranquilamente -sonrió-. Pero a veces eres demasiado reservado y me da que si no te pregunto, va a tener que pasar mucho tiempo antes de que rellene ciertos huecos. O puedo preguntarte otras cosas, como por ejemplo si ese corazón tuyo palpita por alguien. ¿Chico? ¿Chica? -revolvió el cabello de Robina ntes de centrarse en las manzanas dispuesto a escuchar cuanto este tuviera que decirle.

 

Cargando editor
17/01/2018, 20:19
Robin

Robin miró a Daniel cuando le negó la empatía pero no llegó a responder a esa pregunta retórica con la que ya otras personas le habían expuesta la misma premisa que seguían las palabras de Dan y que él no compartía. Era cierto que "la mierda ocurría" pero no lo era que "el pasado, pasado era" y por más que él no hubiese hecho nada le dolía saber que algo malo por remotamente insignificante que fuera había llamado a las puertas de la vida de su compañero.

Sentía que hubiera maldad en general. Pero se resignó aquella respuesta pseudoalegre, si alguien entendía de tiritas era él.

Tomó una manzana, sacó su propia navaja que limpió por costumbre frotando lado y lado de la hoja contra la manga y empezó a pelar la fruta mientras las palabras de Daniel llegaban a algo muy nuevo en ese discurso que Robin casi ignoraba. A algo que no solo no conocía sino que adoraba y se entristecía de saber a partes iguales.

La historia de la madre de Daniel era tan parecida y dispar a la de su madre o a la historia de Aurora que quedó completamente atrapado por el relato, pasmado con la manzana a medio pelar, y ojos bobos puestos en la barba de Daniel.

La historia de sus padres era un caso aparte, una historia muy joven pero un caso completamente a parte, sin embargo, Aurora había compartido mucho con esa otra mujer de la que hablaba Daniel; nunca golpes pero sí un esquema que podría ser idéntico y leerse completamente del revés. Parecían dos mundos con efecto mariposa. Decidir amar lo cambiaba todo.

Sus labios chasquearon un nuevo lamento sin querer cuando los sentimientos de su amigo salieron heridos en la historia y sin dejar de escucharle puso a trabajar sus manos de nuevo, como esa pequeña intervención le hubiese despertado de la hipnosis de Dan.

Le pareció realmente bonito que el joven no le guardara rencor a su madre y le deseara felicidad. Aquello era una muestra de amor innegable, de uno genuino y desinteresado. Por ello le costó creer que no tuviera interés en reencontrarse con ella. Podía ser que no quisiera mover cielo y tierra para echarse a sus brazos pero seguro que si volvieran a juntarse querría que se quedara en su vida.

La mención a la falta de explicaciones por parte de los hijos separó una línea de sus pensamientos para juzgarse a sí mismo. Él no había elegido estar con Nate pero sí se había explicado, y de algún modo, estaba autorizado. Y su padre no era que no hubiese elegido estar con él era que le faltaba hierro en el corazón. — Y va a volver.

Por algún motivo que Robin no supo explicar ni explicarse en secreto a sí mismo la frase sobre las mentiras y las justificaciones le golpeó fuerte y se le clavó muy adentro, tanto que su mano resbaló y estuvo a punto de pegarse un corte con la navaja.

Dejó caer la pieza de fruta a la pica y atendió a Daniel con los cinco sentidos al recibir ese cumplido inesperado.

Llegó al rostro del patinador con los ojos muy abiertos y una sonrisa boba en los labios.

¿Crees que soy guapo? —preguntó escéptico sin que su lengua consultara con su cabeza.

Y tras escucharse lanzar la pregunta su corazón quedó nervioso esperando alimento para un ego descuidado. Nunca se había considerado vanidoso pero tampoco nunca había recibido un cumplido tan gratuito de alguien como Daniel, de alguien que literalmente podía haber sido esculpido por un Ángel.

Negó con la cabeza y una sonrisa librándole de responder y protegiéndose del incómodo momento en el que le explicara que era un modo de hablar y tomó una nueva manzana.

El proceso de separar la piel de la carne fue más rápido en esta. No solo por haber escalfado la técnica sino porqué evitó mirar a Daniel en la nueva reflexión.

Bueno... —pensó por el cambio— uno solo sí puede marcar la diferencia. Debería ser así — disintió en silencio—.

La tercera manzana se la pasó a Daniel. Normalmente no la usaría en una tarta al ser de las que el hablador había llamado arrugadas pero pensó que a toda tarta le venía bien un poco de hogar. Él se puso con una cuarta.

Solo había quitado un tercio de la piel cuando la pregunta de su interlocutor le llevó a olvidar cuanto hacía y partirla por la mitad antes de tiempo.

La maté —saltó el demonio sin previo aviso pero el pelirrojo no tardó en mandarlo de vuelta al baúl de las mentiras—.

Marjolein —respondió sonriendo al nombre más bonito que jamás conocerían sus oídos—. Murió al darme a luz pero no fue culpa mía —rescató la manzana mal pelada para arreglar su error—. Tenía algo en el cerebro y la tecnología le falló, dice mi padre. Imagínate lo contento que se puso cuando la tecnología murió, no le he dicho que Cass me ha dejado tocar su ordenador.

Cambió a la otra mitad.

Ella, osea, mi madre me tuvo seguramente a tu edad, o cerca. Era Holandesa y no llegó a elegir mi nombre decía que al nacer me lo vería en los ojos pero sé que le hubiese encantado.

Guardó silencio al caer en un posible significado de lo que acababa de contar pero se quedó demasiado en ello, sobre todo al tener que peinarse.

Mi corazón. Bueno, ¿puedo decir ambos? —rió pasando a filetear las manzanas— Qué palpite es gracias a Trish, si no me hubiese encontrado ni ella ni mi padre y Sky... no estoy muy seguro de que seguirera por aquí a estas alturas. Pero palpitar en plan cursi: sí, tengo novio—se encogió de hombros—. Creo—se quejó perplejo—. La última vez que le vi se puso a ligar con una pava en mi puta cara —apretó los labios y cambió la indignación por educación—. Perdon.

Que yo sé que me quiere y que hace las cosas por algo —explicó agitando el cuchillo de un lado a otro de la mano para darle brío a su queja—. Pero jo- da rabia ¿sabes? Es como... ¿no hay otro modo de hacerlo? Y ahora ¿qué? ¿De verdad necesita un año para darse cuenta de que me cabreé? No sé, Dan. No sé —cogió una nueva manzana con menos cariño y señaló a su amigo con un toque de nariz pasando el turno—. ¿Qué fue de John?

Cargando editor
17/01/2018, 20:50
Daniel Green

Enarcó ambas cejas con verdadero asombro.

-Por supuesto que lo eres. ¿O acaso no eres consciente de ello? -dijo con un deje de desconcierto-. Más de una persona te lo ha tenido que decir. Y si tienes dudas, podría demostrártelo con facilidad

Pero su farse quedó colgando mientras Robin desgranaba el resto de su historia.

-Sí, es un nombre bonito. Y como bien dices, que tu madre muriera no es ni tu culpa ni tu responsabilidad -afirmó mirando con fijeza al joven. Algo en el fondo de su mente le decía que pese a sus palabras, sí se sentía, de algún modo, como la razón de aquella desafortunada muerte-. Trish... -la sola mención de su nombre hizo que sonriera-. Todo un personaje. Como sabes es gracias a ella que estoy aquí. Parece mentira que con su aparente carácter y demás, sea de lo más legal que uno puede encontrarse.

Por un instante, su mente voló a aquel día en que una de las ruedas de su patín decidió vivir su propia aventura y estuvo a punto de de hacerse una buena. Que Trish estuviera allí y que se ofreciera a arreglarle generosamente su patín había sido el comienzo de su relación.

-¿Desconoces la razón por la que lo hizo? ¿Quieres que se dé cuenta que estás cabreado, que aquello te molestó? -dijo enarcando una ceja-. Robin, eso se soluciona fácil. Hablando. Una relación que no sea fluida en cuanto a diálogo, está condenada a los malentendidos y eso no es bueno. hazle saber cómo te sientes, que necesitas saber el porqué de su comportamiento. Si lo dejas pasar, se enquistará. Él no le habrá dado importancia porque para él no la tiene y tú, sin embargo, te estás comiendo las tripas. ¿Crees que es eso sano? Ya te digo yo que no.

Su pregunta acerca de John, hizo que su mirada virara hacia la ventana.

-Tomamos caminos distintos. O más bien lo tomé yo. Él sigue en las calles, ofreciendo su cuerpo al mejor postor. No quería ni necesitaba cambiar. Yo sí. En cualquier caso, hace tiempo que somos buenos amigos y que dejamos claro que era lo que queríamos para ambos. De vez en cuando nos vemos. La verdad es que le echo de menos y me gustaría verle más a menudo. Pero elegimos y las elecciones tienen su precio.

Cargando editor
18/01/2018, 14:45
Robin

Daniel avivó la estima del pelirrojo que no supo si quería que dejara correr el tema o escuchar una vez más que no estaba mal.

Mi padre no cuenta —zanjó con broma el tema cuando Daniel puso sobre la mesa demostrarle su atractivo. Ese extremo ya resultaría incómodo—.

Era verdad que alguna vez se lo habían dicho pero por un motivo u otro no contaba ninguno de ellos, salvo Alec. Y ahora Daniel. A Añil también la hubiese creído pero "guapo" no era precisamente la palabra que solía emplear con nadie que no fuera su reflejo.

Agradeció el cariño y cuidado que ponía al rozar con las palabras a su madre, adoraba hablar de ella pero era receloso a otros entraran en ese campo. Daniel sabía hacerlo.

Inició un encogimiento de hombros con lo de su nombre. Era bonito como lo eran muchos otros pero lo mejor era que llevaba la naturaleza en él como el de su madre. Y no quería cambiárselo pero la llegada del bebé, Thiago, le había hecho pensar nombres y había encontrado algunos más bonitos que el suyo, o si no más bonitos, mejores para otras personas; como Maxxie.

¡JA! —gritó con mucha más risa de la que cabía representada en esas dos letras al escuchar la solución a todos sus problemas pero no se justificó hasta que Daniel terminó de hablar.

Ya... No me he explicado bien. Sí sé porqué actúa como actúa, lo que no me vale. Y teniendo en cuenta que le mandé un poco a la mierda, sí sabe que me cabreé lo que no me vale es que no haya hecho nada al respecto aun.

Pusó los ojos en blanco forzándose a pasar del tema y se lanzó a pelar una quinta manzana. Dedicó un segundo de silencio a lamentar la cantidad de fruta que iba a usar y calcular si les salía rentable la permuta indirecta con las cosas de los McAvoy. Cedió por el trato que se tenían.

Se puede reelegir, o modificar algunas cosillas. Le das mucho peso a las cosas hechas pero todavía hay por hacer. La vida da muchas vueltas, dicen —levantó los ojos de la manzana para comprobar si estaba siendo un poco Skyler—. Quiero decir, que os vais viendo y seguro que en algún momento vuestros momentos vitales vuelven a coincidir.

Se apartó para ir a por el azúcar — Échale un par de huevos — alzó la voz para que llegara a su amigo ensimismado con la melancolía—. A la harina.

Rió para sí mismo, sin ruido y discreto y, satisfecho, le guiñó un ojo al aire.

Cargando editor
18/01/2018, 14:57
Narradora

Notas de juego

NdM. No hay huevos en el Morris. Sólo productos de vuestro huerto y algo de leche en polvo que trajo Morgana. Si queréis productos animales, os toca ir al mercado por el día ;). 

Cargando editor
18/01/2018, 15:19
Robin

Notas de juego

Y creo yo que Robin no se iba a descontar en algo así. Guiño. Guiño. (Los huevos se sustituyen con garbanzo y almidón de maíz no sufrais).

Cargando editor
23/01/2018, 19:02
Daniel Green

-Dices saber por qué lo hizo pero no te vale. Te cabreaste pero no ha hecho nada. Hay algo en medio del camino que falla. Entiendo que no compartas sus motivaciones, incluso que te cabrearas aunque ese va a ser tu problema, pero ¿no te extraña que no haya reaccionado? Quizá no le han quedado claras algunas cosas o el hecho de que lo mandaras a la mierda se lo ha tomado literalmente. Aunque también es cierto que hablo sin saber. Si te parece, me dices por qué lo hizo y por qué reaccionaste tú como lo hiciste -dijo en un intento de comprender aquella revolución hormonal adolescente-. En cuanto a John, nuestra historia en común no ha terminado. Y espero que dure mucho tiempo. Pero somos amigos y es lo que quiero de él. Nuestro momento pasó y ya sabes lo que dicen. Hombre que quisiste y cigarro que se apagó ni lo vuelvas a querer ni lo vuelvas a encender. Y es una gran verdad.

Miró en derredor.

-¿Y dónde están los huevos? No los veo.

Cargando editor
23/01/2018, 20:00
Robin

Robin quedó parado al escuchar que cabrearse era su problema. En ningún momento había pensado que el problema fuera suyo. No era justo.

Se miró las puntas de los dedos extendidos hacia el saco de azúcar, congelados en el aire. El golpe en los morros de Daniel había hecho que incluso se olvidara de respirar.

Cogió aire y el saco a la vez, reactivándose y volvió junto a su amigo dando vueltas sobre lo que había dicho y poniendo en cola cuanto seguía diciendo.

¿Eso dicen? —musitó autómata metiendo la mano en el azúcar para cargar una palma de ello que echaría a las manzanas. Y un nuevo miedo semilló en él ¿se había pasado? ¿era un cigarro apagado?

Almidón, no huevos—se corrigió de puertas a fuera los ingredientes y de puertas a dentro respetó el estilo del otro chico—. Tengo que traer del almacén, ¿fileteas dos manzanas más mientras? —propuso separando esas dos manzanas que irían a los McAvoy.

Lo que pasó... — inició remolón cargando las manzanas sobrantes a su camiseta para guardarlas y así apartarlas del medio— Fue que le gusta estar conmigo cuando nadie mira, ¿sabes? Llevábamos una temporada bien-bien, nos fuimos incluso de excursión. Solos. Todo perfecto. Pero al ir volviendo al refugio me dijo que tenía que pasar por el mercado —se alejó sin dejar de hablar para meter la fruta en el armario—, y, bueno, fuimos. Y con esto que me entero que vamos a buscar una cosa que mi... tío —aquel título salió áspero resignado a no complicar su explicación— le había pedido y que Alec le había dicho que no era fácil de encontrar en esa época como excusa para llenar los días que pasaba conmigo.

Su rostro ya empezaba a indicar el inicio de su mosqueo pero aun con ello lo hizo de voz— Ya toma, de entrante: necesitaba justificar mi compañía. Seguimos: va y se planta frente a una pava y que si jiji jaja y que si ahora te toco el pelo, que si después te enseño mejores formas de despeinarlo, que si ya sabía que no me defraudarías y que nunca lo hago, que si te susurro más en el cuello que en la oreja y tu me respondes casi comiéndome la boca —hizo un gesto con la mano pasando del tema acompañado de un ruido a caballo entre el asqueo y el hastío—. Y al final dice ella: hoy vienes acompañado. ¡joder! Pues imagínate cuando no estoy. Y gracias zorra por notarme al otro lado de esos bíceps que no deberías estar comparando con ninguna última vez.

Y él va y le suelta, a lo del "vienes acompañado": sí, hay que enseñarle esto al peque.

La indignación del pelirrojo resurgió exponiendo ambas palmas en cuarenta y cinco grados al techo al tiempo que intentaba que su argumento saliera despedido de su cuerpo.

¿Peque? Estaba tonto del todo. No era tan peque cuando se me follaba dos horas antes ¿sabes? Y como si yo no supiera cómo va un mercado ¡si se lo he enseñado todo!

Y eso para tener un descuento de mierda, miel "gratis"—añadió unas comillas con los dedos que se sacó de la patilla y de la experiencia— y ponerse a cotillear.

¿Y sabes por qué cotillea? — continuó embalado— No solo para estar enterado de qué ocurre, qué es aprovechable y dónde hay negocio sino para asegurarse que nadie le llama otra cosa que petabragas no fuera mi tío a enterarse que es gay y ya no fuera su favorito. Porqué claro, lo que ese piense es muy importante, ¿no?

Frenó en seco para añadir un inciso con un tono más sosegado, propio y amigable — Al decir mi tío no digo Nick, hablo de otro, de ese que te conté.

Terminó de soltar todo el aire que había acumulado en su explosión.

Jo, me siento muy mal ahora por haberte echado el rollo. ¿Te compensaría si pruebo el café? —se disculpó algo arrepentido de lengua y esperando que no se tomara en serio lo último.

Cargando editor
24/01/2018, 18:46
Daniel Green

Vio cómo reaccionaba ante sus palabras. Robin realmente tenía la piel sensible y estaba convencido de que se lo tomaba todo demasiado a pecho. Y aquello solo conducía a la frustración y a la angustia, pues todo escapaba a sus reales dimensiones.

-Robin -dijo comenzando a filetear una de las manzanas tal y como este le había pedido-. Respira o acabarás boqueando como un pez fuera del agua. Cuando he dicho que enfadarte era tu problema, no era una acusación ni un demérito. Te lo digo porque enfadarse es un gasto enorme de energías. De un lado está el cabreo. Luego rumiar ese cabreo. Después tragarte la bilis que todo eso genera. Y finalmente, te das cuenta de que no puedes vivir eternamente cabreado o te saldrá una úlcera, así que tienes que esforzarte por volver a una normalidad sin rabia. Mucho trabajo para algo que quizá, y digo quizá, no merezca la pena.

La primera manzana ya había sido hábilmente ajusticiada y los filetes acabaron en un plato. Tomó la segunda manzana, para seguir cortando.

-Conozco ese tipo de chicos. De hombres más bien. Machos alfa que confunden hombría con sexualidad, afanados en ocultar ante el resto lo que íntimamente consideran una vergüenza, que se escudan en la oscuridad y en el secretismo para satisfacer con migajas lo que su verdadero ser les pide, que se niegan al amor por miedo a los demás y a su opinión, sumergidos en su propia y deformada visión del mundo, divididos en dos y sin poder vivir completamente ni lo que eligen ni lo que ansían. Hombres egoístas que no dudan en ponerse a sí mismos por delante y que por debilidad o crueldad, hacen daño a aquellos que por desgracia se enamoran de ellos -dijo con seriedad al pelirrojo, sin quitar hierro a la que era su experiencia-. Robin, no puedo decirte qué debes hacer. Sería demasiado arrogante por mi parte, pero protégete, cuídate. No dejes que te hiera, que te haga daño. Eso no es amor. Expresiones del tipo "quien bien te quiera te hará sufrir" son gilipolleces. No hay nada mejor que querer y ser querido. Hay amor, hay respeto, hay ganas de compartir. Una relación no se mantiene porque una de las partes así lo desee. Y las migajas no alimentan. Solo prolongan la agonía de quien está muriendo de hambre.

Bajó la mirada a lo que quedaba de la manzana. Su apasionada perorata la había pagado aquella fruta que más que fileteada parecía triturada. Se encogió de hombros y dirigió una mirada de disculpa a Robin ante lo que había perpetrado, para luego reír suavemente.

-Supongo que aún podrá utilizarse. Y para que veas que te quiero, no. No vas a probar algo que no te gusta, así que nada de café. Pero un abrazo... eso sí diría que te hace falta y que te gustaría -sonrió mostrando los blancos dientes y abriendo los brazos de par en par-. Ven aquí, pelo de fuego, y deja que tito Daniel te achuche.

 

Cargando editor
27/01/2018, 09:52
Robin

Robin asintió lentamente a lo primero que aclaraba su psicólogo improvisado. Intentaba asumir las palabras que decía pero tanto su cabeza como su corazón hacían frente unido para oponerse a ello.

Él creía haber tenido tiempo de digerirlo y que aquella frustración que expresaba era puntual por refrescar la memoria. No creía desenterrar el enfado que sin lugar a dudas tenía enquistado. Aunque no era el primer ni sería el último mal sentimiento con el que se acostumbraba a vivir. Era un largo lleno de rocas cuyas aguas habían vuelto a la tranquilidad después de que aquellas fueran arrojadas. Pero las piedras seguían ahí.

Luego, mientras Daniel analizaba a su novio, Robin pospuso el ir a por almidón y apoyó la cadera en la encimera para descansar el estar de pie.

Empezó a asentir en su cabeza a las palabras de su amigo, le flipaba como podía ser tan rápido pensando, calando a la gente y hacerlo con un discurso tan perfecto, ordenado y cargado de palabras que Robin aprendía con él.

No ¡no! —le dio un vuelco el corazón al escuchar que Alec era egoista— Eso no. No es egoísta, no es malo. Tiene sus cosas, como todos —le defendió en el acto pero esperó a ver dónde llevaba esa acusación generalizada antes de hacérselo saber a Daniel—.

Se encogió de hombros a la expresión — Es que aquí no está bien usada— protestó por el contexto en que la empleaba Katia pero ni él, ni ella, eran quién para discutirle a Dan sus palabras.

Bajó los ojos a la manzana y sonrió tirado de sus comisuras por voluntad y no por sentimiento a esa mirada de disculpa que no tenía fundamento.

Está bien —le dijo. Las capas más bajas no tenían por qué ser bonitas—.

Volvió a levantar la vista al escuchar que le quería, entendía en qué sentido lo decía pero le sorprendió que no tuviera reparo en decirlo y dudó de que fuera cierto tan pronto. Aun así no intentó que se desdiciera, no quería eso, pero tampoco correspondió. Ni siquiera se lo había dicho a Nick tan directamente...

No hace falta—respondió cortado a la oferta de Daniel de darle un abrazo. En realidad sabía perfectamente que no quería pero la fuerza que tenía para unas cosas, la perdía para otras—. Voy a buscar el almidón. Gracias por el consejo —intentó ser educado al escapar—.

Cargando editor
27/01/2018, 14:20
Daniel Green

Los brazos de Daniel aguardaron abiertos a un cuerpo que, simplemente, dio media vuelta y se fue. Parpadeó confundido ante aquel gesto que, como la guadaña de la muerte, segaba y establecía parámetros nuevos en la forma de relacionarse con Robin.

No dijo nada. Simplemente suspiró, dejó caer los brazos con cierta sensación de pérdida, y miró en derredor como si se preguntara qué hacía allí mientras el pelirrojo se retiraba a buscar el almidón. Pero para Daniel no tenía sentido dejarse llevar dejarse llevar por la situación y sus potenciales lecturas negativas. Quizá no había sabido abordar la situación y, desde luego, le quedaba claro que no conocía bien a Robin o al menos no lo suficiente como para comprender algunas de sus reacciones.

Se dispuso a recoger todas las mondas y restos de manzana y los apiló para luego echarlos a la bolsa destinada a tal efecto. Luego acabarían en la huerta, como abono para las plantas que crecían en él. Cuando vio que el muchacho regresaba, le miró.

-¿Y mañana? ¿Tienes algún plan, alguna salida prevista?

Cargando editor
28/01/2018, 18:03
Robin

Robin respiró mejor al ver que Daniel seguía en la cocina y que su actitud no era ni enfadada ni agresiva.

Solo llevar esta tarta —respondió—. Pero con lo que ha dicho Jimmy... A ver mañana qué pasa.

Descargó el almidón de millo -de maíz, le corregiría Skyler- en la isla improvisada dónde había decidido trasladar la tarta.

¿Qué te ha parecido? Jimmy ¿te fías?