Partida Rol por web

Clementine alzó ligeramente una ceja, al escuchar a Lincoln, y negó con el rostro, al ver que la observaba de reojo, para ver si se había molestado con él por usar aquel vocabulario soez que sin lugar a dudas había aprendido de Morgana. 

Suspiró, resignada, antes de prestar atención a Shamira, sonriendo, casi sin quererlo, al escucharla, con genuina fe titilando en sus pupilas verdes- Hacer lo correcto, no siempre es fácil. -concedió- Pero escoger el camino fácil siempre, lleva a una vida vacía. Una vida sin amor, sin familia, ni amigos, ni amabilidad, ni fe... Es una vida que no merece la pena. A eso sólo se le puede llamar sobrevivir. No es exactamente estar vivo.-apuntó, sin extenderse demasiado, aún pendiente de la contestación de Morgana- En cualquier caso, encuentro ambas posturas extremas. Un blanco, frente a un negro, obviando toda una escala de grises. 

Kane, también pendiente del desarrollo de la conversación, pero también vigilante, escuchó las respuestas de los pequeños a la parábola expuesta por Morgana. La respuesta de Lincoln hizo que arrugara la frente, pero no añadió nada, aunque la respuesta de Shamira aflojó ese fruncimiento de ceño. El pistolero seguía caminando, sin participar, cuando sí lo hizo Clementine.

La mirada del hombre se lanzó más allá de cualquier análisis furtivo, miraba al frente escapando de cualquier ojo que pudieran lanzarle. Sus ojos se retrotrajeron a pensamientos antiguos, mezclados con la memoria que criba lo malo para solo dejar lo bueno o, como mínimo, suavizarlo para hacerlo más soportable. Acabó mirando de soslayo a la joven predicadora, le mostró una fugaz sonrisa antes de volver la mirada al frente, aguardando con intriga la resolución de Morgana.

Morga se mordió el labio en su habitual tic. Escuchó a los dos jovencitos, no dijo nada, siguió vigilando el camino. La edad de Shami junto a su conducta reflexiva le daba una perspectiva de la vida que se transparentaba en sus respuestas, frente a la vehemencia de Lincoln, fruto de la "verdad única" nacida de sus pocos años y de la determinación innata característica del crío.

Observó el banco de niebla mientras Clem daba su opinión, con la cual, en líneas generales, se identificaba, si bien su experiencia y manera de pensar le daban una vuelta de tuerca más retorcida. Se paró. Miró a Clementine, su vista fue distraida a los chicos.

- La puta realidad acostumbra a jugar sucio. Tienes que hacerte con una reserva de buenas cartas. -Le gustaba soltar frases algo "crípticas", aunque los críos no la entendieran por completo. El viaje de ida lo reservaba para lanzarles ideas y que ellos trabajaran con ellas. Que Clem y Kane participaran les daba un plus de conocimientos.

Sus ojos felinos fueron, con intención, del final de la calle donde se arremolinaba una bruma más espesa, a los de Kane. Se colocó delante de los niños.

- Esperemos un momento.

Lincoln había escuchado a Clementine sólo a medias, puesta su mirada en Morgana, como si esperase que ella anunciase cuál de los dos, entre él y Shamira, había ganado. Pero tras las palabras de la exmilitar, el crío frunció el rostro en una mueca. 

—Buenas cartas y buenos puños —dijo en voz baja, en un chiste para sí mismo que le hizo reír por debajo de la nariz. 

Detuvo sus pasos en seco en cuanto Morgana se puso delante de ellos y su cuerpo se tensó como si aquella posición de la mujer fuese algún tipo de señal para él. Empezó a mirar a ambos lados con los ojos entrecerrados mientras, con pequeños pasitos, se iba colocando más cerca de Shamira. 

—¿Has visto algo, Morga? —preguntó a la espalda de ella en un susurro que parecía atenuarse aún más por la niebla.

Shamira, en cambio, sí que había puesto su atención en Clementine cuando la joven había empezado a hablar. A la chiquilla le gustaba escuchar lo que los mayores tenían para decir, aunque después ella se cocinaba las opiniones que escuchaba y terminaba formándose las suyas propias. Después aprovechó que estaba cerca de ella para echar otro vistazo por encima de su brazo al bebé dormido y, cuando alzó la vista de nuevo, sonreía. 

—Juega sucio, pero además de muerte también hay vida —respondió a la conclusión final de Morgana con unas palabras que parecían significar algo para ella. 

Al ver que Morgana se paraba y Lincoln también, ella hizo lo mismo. Su mano se puso por instinto sobre el hombro del chaval y sus ojos empezaron a moverse de un lado a otro. Por si acaso, metió la otra mano en el bolsillo de su abrigo y agarró algo que tenía dentro. Con la pregunta del niño, ella también miró hacia la espalda de Morgana, manteniéndose vigilante y a la espera. 

Sin embargo, en un principio Morgana no vio nada al final de la calle. Tan sólo la blancura de ese muro de niebla que parecía capaz de volver ciego a quien la mirase con demasiada fijeza. Los ojos de la mujer se aguzaron, rastreando entre los jirones de bruma que parecían perezosos al levantarse aquella mañana.

Y, de repente, un ruido. Lo escuchó claramente, justo delante de ellos, algunos metros más allá. A su mente alerta le parecieron los pasos sigilosos de un par de personas, moviéndose en el límite de su visión, tal vez acechándolos... Una sombra hizo un movimiento rápido haciéndose más presente y Morgana estuvo segura en ese momento de que algo iba a saltar sobre ellos por sorpresa...

De pronto, Bentley apareció entre los jirones de niebla que Morgana contemplaba con mirada alerta. Su pelaje blanco se mezcló durante algunos segundos con la bruma que cubría las calles hasta que se hizo visible del todo. El perro debía haberse alejado un poco más en su última carrera y ahora sus ojillos se fijaron en el grupo de humanos que se había parado. Los miró con cierta incomprensión, como si no encontrase explicación a que hubieran detenido sus pasos. Su cola osciló despacio, como si no estuviera seguro de si aquello se trataba de un juego o no.

Finalmente, emitió un ladrido agudo. El del guía que anima a seguir a los más lentos de la manada. Esperó un segundo y empezó a trotar para rodear al grupo por detrás de Clementine. Después avanzó de nuevo un par de metros y los miró, volviendo a ladrar. 

La respuesta de Morgana al enigma planteado reveló una abierta resignación que pudiera traducirse con un gesto algo defraudado, mas el pistolero se mantuvo en silencio a medida que escuchaba las reacciones de uno y otro chaval a esta. Ni de esas añadió nada, prefería una posición de oyente más que de participante. Pero las pruebas se detuvieron cuando pareció que la mujer vio algo, Kane se quedó parado, observando los bancos de nieblas mientras recibía la fugaz mirada de Morgana.

La actitud del pistolero respecto al hipotético peligro inminente era más sosegada que la de la militar, se dispuso al lado derecho de la formación, pendiente de lo que sucediera. Justo entonces apareció Bentley, despreocupado, con aquel gesto que tenía cuando se preguntaba qué narices hacían los humanos para no seguirle el ritmo. Parecía una falsa alarma, Bentley no parecía alertado, pero dio el beneficio de la duda a Morgana quedándose a la espera de la resolución de esta.

Miró un instante a Clementine, con el rostro más relajado que la de la militar, esperando que fuera el entusiasta perro la fuente de la alerta de su compañera. 

Los ojos de Morgana parecían dos cuchillas afiladas escrutando los edificios y las sombras a través de la perezosa y cansina bruma. Trenzaron invisibles giros de aquí para allá; miró el trotar tranquilo de un perplejo Bentley que les animaba a continuar la ruta. El chucho no era tonto, pero no confiaba por completo en su instinto animal. Así que Morga decidió que no se movería de allí hasta que la neblina despejase un poco. No con tres críos y Clem. Siguió pendiente de la calle.

- De nada sirven unos buenos puños si no sabes usarlos –de sobras lo sabía ella-. No te hagas el listillo, Lincoln, ni quieras ser un jodido sabelotodo. Abre tu mente -torció una sonrisa-. El mejor jugador es el que se adapta a las circunstancias y combina diferentes estrategias para ganar. El cabrón juega para vencer siempre, y nunca, jamás, deja que su puto enemigo se recupere. -Miró un instante a Clem, regresó al niño- Puedes perder una batalla, una pelea, con el objetivo de conseguir una contundente victoria final, sin que la derrota signifique un maldito fracaso. El fracaso no es malo en sí mismo, te ayuda a aprender -una asignatura pendiente para la propia Morga con la que luchaba duro dentro de sí.

Cruzó miradas con Shami, asintió-. Estoy de acuerdo contigo. La vida es genial, y mejor si la vives con intensidad cada día -su vista regresó al frente-. La mejor jugadora es la Muerte. Pero compite en otra liga. -Guardó silencio, observando las turbias volutas grisáceas, para retomar el punto anterior del que no había dado su parecer todavía. Revoloteaba en su cabeza cierta conversación de ayer-. ¿Qué pasa si es tu familia la que te falla? ¿O si tus ideales, el camino de tu corazón, está lejos de ser bueno para los demás?

"¿Qué camino te queda cuando has alcanzado ambos extremos y has completado el círculo?"

Clementine se había acercado a los niños, protegiendo, inconscientemente, la pequeña cabeza del bebé con la mano, mientras observaba a Kane y a Morgana, con cierta expresión alarmada. 

La mirada de Kane, y el ver aparecer a Bentley tras la bruma, dibujando aquella expresión confusa y típica suya, le arrancó una media sonrisa, aunque siguiera guardando cierta cautela mientras escuchaba aquello que la militar respondía ahora, retomando la conveniente parábola que había tratado de expresar antes- ¿Muerte? ¿Puños? ¿Enemigo? -dijo, con un suspiro- Morgana, entiendo que quieras que aprendan a defenderse... Pero también tienen que aprender a vivir, a dialogar. El mundo ya es lo suficientemente gris como para que tan sólo enseñemos a las futuras generaciones a enfrentarse a su peor parte. -añadió, con cierta resignación- Debemos también proporcionar inspiración a otros para tratar de mejorar nuestro propio futuro, y el de quienes vengan tras nosotros. Debemos ser un ejemplo, siempre que podamos serlo. -apuntó- Y no, no hablo de ser un mártir. Insertando todas esos adjetivos soeces que le añadirías antes a la palabra. -concluyó, negando con el rostro, mientras escudriñaba la niebla.

- ¿Por qué no nos movemos? -preguntó, preocupada- ¿No es también un poco... Peligroso... Quedarnos aquí quietos, a la vista de cualquiera?

-Para eso estás tú. La otra cara de la moneda, la bonita -miró a Clem-. El ángel que solo se escucha a sí misma -volvió la vista al perro expectante de su pandilla-. Tú haz lo tuyo, y yo lo mío, Clem. Pero no mees donde yo he meado antes.

Morga pensaba que si la fe de Clem le hacía bien, por ella sin problema. Si quería narrar historias de la biblia e inspirar a los chicos, sin problema. Ambas sembraban y ellos crecerían y decidirían.

Observó el cielo plomizo y regresó los ojos a la neblina.

-Borra del mapa a la mierda de chusma del presente y mejorarás el futuro. -Inspiró el aire helado de la mañana-. El puto mundo no es más ni menos gris que siempre. Os empeñáis en verlo así. Solo es diferente.

A la última pregunta de la joven también negó con la cabeza- Nos ven de todas formas. Caminemos unos pocos metros más, pero vamos a esperar a que esta niebla perezosa se levante.

Hasta ese momento Kane había permanecido en silencio, expectante, pero viendo que la niebla solo se desplazaba perezosa sobre el suelo el pistolero iba a tomar la iniciativa. Cuando escuchó a Morgana volvió la mirada hacia ella, era una mirada seria, severa.

—Creía que la única persona que solo se escuchaba a si misma eras tú, Morgana —aseveró serio —. Porque hasta el momento no te he visto retractarte jamás, ni siquiera pedir perdón u opinar de otras opiniones sin faltar al respeto.

Suspiró molesto, miró a Clementine y luego a los niños. Movió la cabeza lentamente mientras obviaba la continuación del discurso de la militar, suspirando. Cuajó la mandíbula un tanto atinando un poco más la mirada, en un inútil intento de penetrar la barrera lechosa que tenían delante.

—Mejor seguir adelante. Si tenemos que esperar a que la niebla se levante nos quedan horas —dijo con sencillez, reconociendo el efecto climático que tenía delante —. Y si hay alguien esperando, después de todos los discursos que se han soltado, sabrán exactamente donde estamos y nos estarán rodeando.

Dispuesto a seguir adelante, miró a Clementine que iba con los críos, le asintió con la cabeza, evitó mirar a Morgana. No le apetecía hacerlo.

Clementine parpadeó, sorprendida, al escuchar las palabras de Morgana, y pareció dispuesta a decir algo, cuando Kane finalmente decidió intervenir. La joven suspiró, consternada, pero agradeciendo en silencio las palabras de su compañero en la fe con un asentimiento.

- No hay mayor ciego que el que no quiere ver, ni mayor sordo que el que no quiere escuchar. -dijo, expresando más bien resignación y cierto matiz de seriedad en su tono, mas que verdadero enfado- Espero que nadie con tus mismos principios se cruce en tu camino, Morgana. Te aprecio, y no me gustaría que se te confundiese con eso que defines como chusma que hay que borrar del presente para mejorar el futuro. - añadió, con un largo suspiro, negando con el rostro mientras se llevaba una mano al pecho, al lugar donde descansaba su crucifijo, palpablemente entristecida, antes de mirar hacia adelante, y observar el rostro de Kane, a quien acabó por dar la razón

- Es de esperar que la niebla levantará cuando crea conveniente. Y Kane lleva razón. Ya nos deben haber escuchado... Si es que hay alguien escuchando ahí fuera. - concluyó, dispuesta a seguir al pistolero si él decidía continuar, agarrando con delicada firmeza al bebé contra su cuerpo.

Giró la cabeza hacia Kane, enfrentando su mirada. Era de esperar ese comentario de él.

- Será que crees mal; y que no tengo nada de lo que retractarme -en sus ojos verdes no había niebla-. No tengo nada de lo que arrepentirme -añadió con intención- Y no voy soltando frases lapidarias de mierda para después no dar la cara.

Luego Clementine. ¿Por qué no se aplicaba ella misma lo que decía? La pareja de religiosos la exasperaba, siempre era lo mismo con los dos. Morga se esforzaba en la convivencia. Suponía que ellos también. No les había provocado. O más bien parecía que bastaba con abrir su maldita boca para hacerlo.

- Clem, solo alguien muy gilipollas me confundiría con chusma. Si quieres preocuparte, hazlo por ese nadie -no levantó la voz e intentó no sonar borde. Se mordió el labio inferior. Sin apartar los ojos del extremo de la calle, desenvainó su cuchillo con mano experta y lo camufló del revés en su mano y antebrazo junto a su pierna. Observó a Lincoln y Shami -¿Y bien? -Preguntó en referencia al asunto que les había planteado.

Los ojos del pistolero rastrearon la niebla, sus oídos se aguzaron, afilándose para tratar de atravesar ese manto brumoso con la experiencia de quien ha sido entrenado para detectar cualquier pequeña alteración, cualquier sonido o sombra fuera de lugar. 

Tardó algunos segundos en concluir que no había nada, ni nadie, acechándolos. Ninguno de sus sentidos percibía peligro alguno y el hombre no tardó en decidir que la actitud tranquila del perro era más acorde a la realidad que les rodeaba que la de Morgana. 

Bentley movió la cola al ver que el grupo se ponía en marcha de nuevo y una vez realizado su trabajo de líder de la manada, volvió a adelantarse algunos metros, olfateando aquí o allá los márgenes de la calle y marcando con su orina las escasas farolas que aún quedaban en pie.

La niebla, por su parte, seguía espesa y baja, igual que cuando habían salido del refugio. Por lo que los caminantes podían deducir, no tenía pinta de que fuese a levantarse en varias horas. 

Los dos chavales retomaron el caminar cuando lo hizo Morgana. Shamira aún parecía algo tensa después de la parada y sus ojos se alternaban entre los mayores a medida que hablaban. La muchacha tenía pinta de haber olvidado por completo las preguntas que la exmilitar les había lanzado antes de la intervención de Clementine y cuando notó la mirada de Morgana sobre ella, tardó un instante en empezar a hablar, algo insegura por lo que estaba pasando. 

—Si te das cuenta de que lo que estás haciendo no es bueno para los demás como creías, entonces hay que rectificar —dijo, echando un rápido vistazo hacia Kane, que había hablado de pedir perdón un momento atrás,—. Es mejor corregirse si te equivocas, que seguir haciendo algo mal a sabiendas. —Hizo una breve pausa y frunció un poco el ceño—. Aunque es aún mejor si lo piensas bien antes de hacerlo y te aseguras de que tus ideales son buenos.