Partida Rol por web

Una vez más tocaba clase de Transformaciones, y como su propio nombre indicaba, la clase hoy se había transformado en algo diferente. Hoy afortunadamene estaba totalmente iluminada, por lo que no corríais ningún peligro. Pero cuando entrasteis en ella os disteis cuenta de que era una sala mucho más grande de lo habitual.

En el centro había una gran y enorme columna de fuego líquido, parecía como si hubieran metido un volcán en mitad de la sala. Y eso hacia que hiciera más calor que de costumbre. Afortunadamente, los lechos que hoy serían vuestras mesas y sillas estaban lejos de él, haciendo que la clase fuera menos agobiante de lo que habíais pensado en un principio.

Un día más, la profesora Bastet os saludaba con una sonrisa que hacía que sus bigotes tomasen un aspecto diferente. Buenos días, queridos alumnos. No os acerqueis mucho al volcán porque podríais quemaros, al menos aún no. La clase prometía bastante, pues quizá la transformación de aquel día estuviese relacionada con el aguante de aquella temperaturas. Y muy mal no ibais desencaminados.

Hoy vamos a practicar un conjuro que lo lanzareis sobre vosotros mismos. El otro día os lanzasteis uno para desarrollar la vista y poder ver mejor en las penumbras y hoy lo que haremos será desarrollar vuestra fortaleza. Escuchad bien porque el conjuro no es nada sencillo y en caso de que os salga será muy útil para algunos duros enfrentamientos.

Fijaos bien en el movimiento de varita, dijo mientras llevaba la suya hacia su cara y al tiempo que gritaba "Mejoratem Fortificus" la bajaba para recorrer todo su cuerpo.

Nada cambió en ella, los resultados del conjuro no fueron apreciables por nadie, pero entonces se acercó hacia la columna de fuego y pudisteis comprobar como pasaba por allí cerca sin que se quemara, o sin que al menos lo pareciese.

Este conjuro mejorará vuestra fortaleza, tened en cuenta que es un conjuro muy práctico y muy útil durante los duelos. Así que yo que vosotros lo practicaría bien porque algún día puede que lo necesiteis. ¡Adelante!

Cassius entró a clase, y allí, al ver a la profesora Bastet, relacionó Transformaciones con la mujer gato, y entrecerró los ojos. Esta clase me tiene frito. Pensó, sintiendo el calor reinante en la habitación y, a pesar de lo más evidente y destacable de la habitación, hasta que no hubo entrado, no se percató de aquella columna de fuego liquido. El calor le estaba haciendo pasar un mal rato, y se pasó el dedo índice por el cuello, separando la tela de la piel, y, aunque no lo quisiera, vio que lo mejor fue aflojar el nudo de la corbata.

Solo un poco.

Ante la primera frase de la profesora, Cassius suspiró, mirándola. Tampoco tenía intención de acercarme, descuida. Quizás, la mitad del problema residía simplemente en que Cassius iba predispuesto negativamente a aquella asignatura. Y cuando dijo que sería difícil, negó con la cabeza. Lo que me faltaba... Pensó, alzando una de las cejas, con el conocimiento de causa de lo que sucedería una vez intentara hacer el conjuro.

Fue la suma de su falta de concentración, junto no fijarse ni en la entonación ni en los gestos e la profesora, más su escasa habilidad en aquella asignatura, lo que hizo que se pusiera en pie, dispuesto a realizar el conjuro, sacando la varita y recorriendo su cuerpo mientras pronunciaba el conjuro. Mejoratem Fortificus. Nada pasó, y Cassius, por algún motivo, era consciente de que no había funcionado. Así que miró la columna de fuego... y se limitó a negar. Creo que comienzo a odiar esta asignatura... No pudo evitar pensar, y, aunque veía clara la utilidad de aquel conjuro, también era consciente de que transformaciones nunca fue (ni sería) su punto fuerte.

Oliver llego a clase, con una sonrisa risueña pintada en su rostro. Definitivamente estaba de buen humor. Entró en la clase y, al ver a Cassius, se acercó a el, alzando una mano, con una sonrisa alegre- ¡Hola Cass! ¡Me alegro de verte! ¿Como estas? - le pregunto, contento de ver a su amigo.

Sin embargo, no tuvo tiempo para mucho más porque, acto seguido, la profesora Bastet comenzó a explicar aquel nuevo conjuro. Oliver tenia la esperanza de que se tratara de un conjuro espectacular e impresionante. Sin embargo, al ver que se trataba de un conjuro sencillamente "util", su mente comenzó a divagar durante la explicacion.

El problema fue que, para cuando quiso darse cuenta, la profesora Bastet ya habia terminado de explicar el conjuro. Descolocado, y como si acabara de despertarse de un largo sueño, Oliver miró a su alrededor, con la esperanza de pillar algo.

Madre mia... ¿Que hay que hacer? No me he dado cuenta de cómo movia la varita. ¿Y ha dicho Fortificatem Mejorus?

Oliver saco su varita, rascándose con ella la nuca, con aire pensativo. Estaba dispuesto a jugársela, pasase lo que pasase.

Bueno, a ver... Ahi voy... Venga Oli, que no se diga.

El Hufflepuff movio la varita, basicamente como a él le dio la gana, y con poco o ningun parecido a lo que habia hecho la profesora Bastet. - ¡Fortificatem mejorus! -exclamo, convencido como estaba de que aquel era el conjuro correcto.

Obviamente, no sucedio nada. Y eso, al menos, tenia su parte positiva: visto asi... podria haber volado la clase por los aires.

-Pues parece que asi no era...

Mircea llegó caminando con Oliver. Iban con tiempo de sobra, pero Oliver iba tan embalado y el paso de Mircea era tan relajado, que iban intercalando ambas velocidades. A no más tardar llegaron a clase, que pillaba al lado del Gran Comedor, casi puerta con puerta. Pero ésto era Hogwarts, las distancias cortas a veces se hacían largas y por ello le dio tiempo a explicar o más bien liar más a Oliver sobre la respuesta, o no-respuesta, que había recibido de Karl Knower.

La columna de fuego líquido atrajo sus ojos, haciendo que olvidase por un momento todo lo demás.  Aquella fuerza, aquella intensidad, todo el poder de la naturaleza en la personificación o más bien materilización de Vulcano ahí en mitad de la habitación, irradiando calor como una fragua. El sobrecogimiento ante semejante muestra de magia se vio deslucido por el escalofrío que recorrió su espalda, como el gélido dedo de la muerte y una instantánea bajada de temperatura corporal. Su mente se contrajo sobre sí misma haciéndole recordar cosas que creía olvidadas; cosas que solo sus pesadillas solían traerle...

Abrió los ojos de nuevo y sintió el excesivo calor, pues en su breve lapso, se había ido acercando a aquella fuente de vida y destrucción. El fuego purificaba, pero también mancillaba...

Se giró y anduvo hasta uno de los lechos más alejados, secándose las gotas de sudor frío de la frente con los pulpejos.

Saludó con un breve cabeceo a Cassius y alejó la mirada de Sam, como si la rehuyese.

Atendió al conjuro y lo encontró de gran utilidad. Así no podrán volver a hacerme daño. Así seré más fuerte para proteger a los demás, se repetía a sí mismo. No puedo permitirme ser débil, no soy débil.

Dejó la mente en blanco y reprodujo en su memoria los movimientos, la entonación y las palabras adecuadas. Movió la varita y la bajó como si cerrara una cremallera imaginaria: Mejoratem Fortificus, susurró.

Sintió como si su piel se rompiese antes de endurecerse. A simple vista no veía cambio alguno, pero sentía como si su epidermis se resquebrajase, tornase en escamas y se templase, como recién salida de aquella misma fragua que iluminaba la estancia.

Llegó el día, era el momento que no quería que llegase. No tenía nada de ganas de ir a realizar algún conjuro de transformaciones, puesto que cada vez que hacía algo, erraba.

Observé, al llegar, la amplitud de la sala.

¡¿Pero qué?! - me dije al ver lo que estaba en medio de la clase.

Poco tiempo después, y tras las oportunas explicaciones de la profesora, procuré imitarle.

Con más desánimo que otra cosa pronuncié las palabras:

¡Mejoratem Fortificus! 

No iba a ser menos, ya sabía yo que no lo haría bien.

Miré al chico de Hufflepuff, ese tal Mircea.

Qué asco y qué envidia le tengo, le ha salido a la perfección.

Amon entró en clase y saludó a los compañeros de Hufflepuff, con los que compartía clase. Esta vez el aula tenía ese mini volcán en el interior, como si no fuera suficiente tirarse sobre paja y ver a una profesora que era más criatura mágica que persona- puede que en Conocimiento de Criaturas Mágicas nos enseñen a tratar con ella -pensó de pronto y no pudo evitar sonreír ampliamente ante la idea.

Escuchó y atendió como era costumbre en él, y cuando se dispuso a realizar el hechizo respiró profundamente y expiró antes de hacerlo- Mejoratem Fortificus -y el movimiento de varita pareció ser el correcto. Todo volvía a su cauce, lo que le había pasado en duelo era algo que no se repetiría, y después tocaba encantamientos y tenía que sacar la mejor puntuación de la clase.

Entró en silencio pese al dolor de tripa que la falta de desayuno le daba, aunque tampoco estaba de humor para haber pisado el Gran Comedor con el bullicio de los siete cursos de las cuatro casas más el claustro de profesores además de las lechuzas en el momento del correo.

Atendió sin interrumpir a la explicación de la profesora y después realizó el hechizo sin mucho entusiasmo, señalando su rostro con la varita.

-Mejoraten Fortificus- no sintió nada y tampoco se extrañó. Con la misma calma con la que había entrado y que había mantenido durante la clase guardó su varita y miró a la profesora esperando el típico veredicto sobre que no se esforzaban o que no atendían.

Ardeen llegó todavía con una berlina rellena de mora en la mano. Se sentó en la silla y observó a la mujer gato, durante un instante se quedó embobada mirando sus bigotes, pero se obligó a mantener la atención.

Cuando acabó las explicaciones la profesora observó a sus compañeros, primero miró a Oliver, al cual le dio unas palmaditas en el hombro a modo de consuelo.

Luego observó a Mir. Cuando lanzó el conjuro pareció tan convencido y tan seguro de sí mismo que la dio envidia. a veces Mir la sorprendía en su forma de ser, a simple vista era un Huffie, pero cuando tenía una varita en la mano podía parecer una verdadera serpiente, ambicioso y poderoso.

Luego observó a Daph.- Jo! Daph, lo siento.- dijo al notar que no le había salido.

Por último, tras haber memorizado los movimientos, era su turno-¡Fortificatem mejorus!- dijo tratando de parecer tan convencida como Mir. Y no notó absolutamente nada, y, un poco enfurecida fue hacia su profesora a decirla que se lo había explicado mal, pero antes de llegar se acercó a la zona ardiente, lo suficiente como para que el calor fuera desagradable, pero notó como si pudiera soportarlo, se mantuvo ahí un poco más.- Vaya...

Tras comprobar la decepción en las caras de mis compañeros al no conseguir obtener el hechizo y como Mircea lo había conseguido de una forma tan evidente, termino por intentarlo por última vez.

Comienzo a repasar cada uno de los movimientos de la profesora.

Transformaciones era una de las asignaturas preferidas de James, siempre se había imaginado lo que sería capaz de hacer con cada uno de los hechizos que pertenecen a esta categoría, por lo que tras darse ánimos finalmente decide animarse a hacerlo.

Vamos James, vamos James, vamos James.

Mejoratem Fortificus - digo con voz clara.

Nada se nota en el ambiente pero James siente que todo ha salido bien, por lo que una sonrisa aparece en su boca. 

Sam llegó a clase y sintió como el calor le golpeaba la cara. Con el ceño fruncido, observó el volcán.

Si alguien se acercara demasiado... una pequeña sonrisa asomó a su rostro. Sería tremendamente divertido empujar a alguien y ver cuál era el resultado, pero temía que eso no estuviera muy bien visto por la mujer gato. Encogiéndose de hombros, se preparó para la explicación.

No le gustaba mucho la idea de apuntarse ella misma con la varita. No dejaban ser alumnos de segundo. Si algo salía mal, el efecto podría resultar muy desagradable. Pero una certeza más profunda invadió su mente. Sam, tú eres la mejor

Convencida de esas palabras, levantó la varita Mejoratem Fortificus

Y, como la profesora, se acercó al volcán, notando que podía aguantar ese calor.

Sara llegó corriendo a clase, con tanta prisa que casi no se dio cuenta del calor que hacía ni que había una columna de fuego en el centro de la clase. Sólo los gestos de sus compañeros evitaron que fuera directa hacia el volcán y, hasta que no llegó junto a Ardeen, no se fijó.

Escuchó atenta las palabras de la profesora y no tuvo ninguna duda en apuntarse a la cara ¡Mejoratem Fortificus! gritó, pero no notó nada raro en su cuerpo. Se quedó quieta. ¿No había funcionado el conjuro o es que no se sentía nada?

La profesora Bastet colocó una mano en el hombro de Cassius. No desesperes, ya verás como practicando logras que ese conjuro termine por salir. Luego continuó paseando por la clase, sentía como sus alumnos no estaban muy agusto con aquella clase pues era excesivamente complicada, pero a veces las cosas no eran sencillas y debían acostumbrarse a eso.

Luego se colocó junto a Oliver para explicarle cuáles eran los movimientos correctos y explicarle también que había dicho las palabras erróneas. Para cuando observó a Mircea sabía que él lo había hecho perfectamente. Más que perfecto, había sido sublime. Y Bastet no pudo evitar empezar a dar palmas, unas palmadas casi insonoras debido a sus manos mullidas como garras de gato. ¡Enhorabuena, Mircea! ¡Enhorabuena! ¡50 puntos para ti! ¡Qué gran trabajo! ¡Sí señor!

A continuación llevó sus ojos hacia Morpho. Desde que el joven había ido a su clase, había sentido que no conectaban, aquella asignatura no era la suya, a pesar de los claros esfuerzos que hacía continuamente. Y efectivamente, ese día no fue diferente, Morpho, no te preocupes, ya sabes que cuando practicas con continuidad logras sacar lo que te propones.

Después miró hacia el trío de las chicas Hufflepuff, y salvo Ardeen que había logrado sacar el conjuro, las otras dos no lo consiguieron. ¡Oh, chicas! ¡Cuanto lo lamento! Pero seguro que Ardeen os ayudará. ¡Ya lo veréis! Solo tenéis que dedicarle un poco de esfuerzo y seguro que es pan comido. ¡Buen trabajo Colden! ¡10 puntos para ti!

Y por último se quedó mirando a los tres Slytherin que faltaban. Todos lograron sacar el conjuro a la perfección, así que no tuvo nada más que añadir y les entregó sus puntos. Engel, Jakson y Seeworth, 10 puntos para cada uno.

¡Ya sabéis, los que no habéis sacado el conjuro os espero el domingo antes de la comida!

Y con una amplia sonrisa que volvió a mover sus bigotes, chasqueó los dedos al tiempo que movía la varita e hizo desaparecer aquel magnífico volcán dejando la clase como era habitual.

Miré a la profesora cuando se dirigió a mí y le hablé en un susurro:

Recuperaré los dos hechizos que hemos hecho esta semana, eso seguro.

¿Alguien se digna a ayudarme con los dos conjuros que tengo pendientes de esta asignatura? - dije a los Slythering.

Podríamos ir a la sala común y practicar allí antes de la clase de encantamientos de después.

Negó con la cabeza brevemente a las condolencias de sus compañeras y, tras  concluir la clase, salió tal y como había llegado, mochila al hombro y varita en el bolsillo.

Claro, profesora. Contestó, de forma automática el Slytherin, aún con la varita en mano, sin decir nada. Había comenzado a pillarle manía a aquella clase, y eso posiblemente lo precondicionaba al entrar en aquella aula, con aquella profesora. Cuando la profesora se dió media vuelta y siguió observando al resto de los alumnos, Cassius se llevó la mano al hombro, sacudiendoselo de los pelos de la mujer gato. Pelos. Agh... Pensó, y se volvió hacia la clase.

Había sido un conjuro complicado, y sus compañeros habían tenido diferentes grados de éxito, desde aquellos que como él, no lo habían logrado, pasando por aquellos que si lo habían hecho ala perfección, como Mircea. La mención mental de este último le recordó que tenía que hablar con algunas personas, como Mircea y Oliver.

Esperó hasta que la profesora marchó, y antes de que pudiera decir nada, Daphne salió de allí como alma que lleva Dementor, y Morpho planteó ir a estudiar a la sala común. Por desgracia, Cassius tenía un plan en marcha, y ahora, a esa altura, era inevitable que lo llevara a cabo. Nada lo cambiaría.

Asió su cuaderno, recogiendolo del suelo, y se llevó las manos a la corbata, apretndola cuando el calor menguó. Por alguna razón, una vez hizo aquel gesto, incluso se sintió mejor. Id tirando a la sala común, tengo que hacer... unas cosas. No lo especificó, y no lo haría en público. O al menos, el objeto de lo que estaba apunto de hacer.

Se acercó a Oliver y Mircea.

Buenos días. Lamento que no te saliera el conjuro, Oliver, y felicidades Mircea. ¿Cómo te has sentido? Le preguntó, ante el efecto del conjuro. ¿Podríamos hablar un momento?  Le preguntó a los dos, y señaló hacia el exterior del aula.

Al acabar la clase, Mircea notó como su piel volvía a reblandecerse, a recuperar el tono blanquecino y liso de su palidez natural.  Había sido una sensación extraña, pues se sintió más resistente, como si su debilidad hubiera desaparecido dejando en su cuerpo la sensación de sentirse un chico normal. Pero todo había sido temporal, ahora volvía a ser Mircea, el valaco con tantos fantasmas atormentando su pasado.

Gracias, profesora, contestó a la mujer-gato. Aunque la felicidad de Bastet parecía contagiosa, el chico no fue capaz de alegrarse. De su casa, solo Ardeen había sido capaz de sacar el hechizo. Dirigió una breve sonrisa a su amiga, con una ligera inclinación de cabeza.

Vio como Daphne se marchaba, sola, alicaída. No la había visto últimamente en las cenas ni tampoco en el desayuno de la mañana. Parecía que la chica buscara la soledad y el desamparo, algo que él entendía demasiado bien.

Estaba dudando si seguirla o no, cuando fue Cassius quien decidió por él.

Ah, gracias Cassius. Nada especial, desestimó el chico ante la pregunta del viperinilor. No era momento para hablar de aquello, ni con él ni con nadie; puede que nunca lo fuera...

Uhm, sí, ¿qué ocurre?, preguntó siguiendo a Cassius al pasillo.

Cassius salió de la clase, asegurandose que tanto Mircea como Oliver, lo habían seguido. Se paró en el pasillo, y lo primero que hizo, fue mirar a su alrededor, vigilando que no estuviera nadie. Tras comrpobarlo, apretó el nudo de la corbata, con su tipico gesto de importancia, extraña en un crio de su edad, y miró a Mircea, quien creía que, en ese momento, corría más prisa.

Tus hermanas pequeñas, las gemelas. Se quedó con aquello el día de la selección del sombrero. Con aquel apellido tan caracteristico. Han hecho una fiesta para esta noche ¿Verdad? Asterope y Kendra le habían contado el problema que tuvo con el tema del día de la fiesta con las gemelas. Y sabía que las hermanas de Mircea la tenían planeada para el día de hoy. Después llegarón los de primero, recibieron las cartas, y aun no habían dudado en hablar de una fiesta misteriosa aquella noche. Solo tuvo que sumar dos y dos.

Cortó allí, haciendo una pausa, esperando saber cuanto sabia Mircea de todo aquello.