Partida Rol por web

Lo que prometía ser una clase entretenida no fue más que una clase mal preparada por parte de la profesora Bastet. Entendía sus motivos pero los alumnos no deberían sufrir las consecuencias de los tejemanejes de los profesores.

- ¡Hola!- Qué tonto había sido, hoy coincidían dos veces con los leones y ni se había dado cuenta antes. Podía sentir de nuevo la presión de que Eli estuviera presente. Trató de esforzarse al máximo para que viera que con cagas y montones de determinación cualquiera podía sacar el hechizo. 

- ¡¡¡MEJORATEM VOLUNTATEM!!!- El grito resonó en toda la clase. Había querido ponerle demasiado énfasis a las palabras mágicas y, lo peor de todo, es que no sintió nada nuevo. ¿Habría fallado el conjuro? Se quedó expectante para ver cómo lo hacían el resto de alumnos.

Llegué a la clase con la respiración agitada y sintiendo que el pecho se me iba a salir por la boca. Tragué saliva, notando la garganta seca, y miré al resto de los alumnos que allí estaban, puntuales.

No quería volver a llegar tarde, por lo que decidí ir corriendo desde el Gran Comedor hasta la clase, sin detenerme. El resultado fue que estaba totalmente extenuada.

—Bue… buenos días— dije, recobrando el aliento, sentándome en la primera mesa que encontré cerca de la puerta, y me dejé caer como si fuera un saco.

Cuando la profesora vino y nos dio las instrucciones para aquella clase, ya estaba recuperada, aunque la sed que tenía era de campeonato. Suspiré varias veces, y miré a mi alrededor, contemplando los hechizos del resto de los alumnos.

No se me daban bien la clase de Transformaciones. Era un desastre, directamente. Pero siempre tenía la esperanza de que, mirando los gestos y la determinación del resto del alumnado, a mí se me pegaría algo y podría sacar el conjuro sin mucha dificultad.

Me aclaré la garganta, y tomé mi varita, decidida. Exhalé el aire, y dije con convicción:

—¡Mejoratem Voluptatem! —exclamé, apuntando con la varita mi cabeza.

No sentí nada. Y me di cuenta de que el hechizo no me había salido. Me encogí de hombros. Estaba cansada y aún algo distraída por haberme dormido aquella mañana. No estaba en mis plenas facultades. Que se me diera mal, también era algo a tener en cuenta. 

Llego a clase a marchas forzadas. La cara todavía la tengo encendida por la conversación en el Comedor y por la cotilla de mi hermana, que menudas miradas lanzaba. Estoy más que seguro de que en algún momento todo eso me explotará en la cara algún día. Como si no conociera a mi hermana lo suficiente, es un mal bicho. Es malvada como ella sola. Me siento donde puedo y escucho con atención a la profesora Bestat. Sigo pensando que no se puede ser más perturbadora y fascinante. Me da muy mal rollo su cara de gato porque me recuerdan demasiado a la horrible y aún más malvada gata de mi melliza, pero por otro lado, con esa cara tan mustia me dan ganas de hacer alguna tontería para animar a mi profe favorita.

Cuando termina la explicación y toca llevarlo a la práctica, respiro hondo, apunto a mi cabeza con la varita y pronuncio las palabras indicadas con suavidad y concentración.

-¡Mejoratem Voluptatem! Me quedo algo dudoso, ¿como sabré que ha funcionado? Bueno, al menos no se me ha inflado la cabeza como un globo de aire ni se me ha reducido la cabeza al tamaño de una doxie.

Llego a clase decidido a ser el mejor de ella. Transformaciones era una de las clases que más le gustaba, le parecía una asignatura donde te enseñaban a desenvolverte en múltiples ámbitos de la magia.

Veo algo sorprendido como la profesora está algo diferente, como apagada, pero intento prestar atención a lo que nos quiere enseñar.

Repitiendo el mismo movimiento de varita, apuntando a mi cabeza digo:

Mejoratem Voluptatem

Luego de ver como mis compañeros realizaban el conjuro, la mayoría sin éxito. Estaba inquieta, si ellos no había podido lograrlo que quedaba para mí que era realmente desastrosa en esta materia. Que se le va a hacer Crystal es ahora o nunca! Dije apuntado la varita hacia mi cabeza y convencida de que el conjuro transformaría esta vez mi mente, eso había dicho la profesora. Cerré fuerte mis ojos tratando de concentrarme y dije con voz fuerte y clara: -¡Mejoratem Voluptatem!

Pero no sentí nada diferente, abrí lentamente mis ojos y miré hacia la profesora con mi cara absolutamente roja por la vergüenza, esperando que la Profesora Bastet no me reprendiese mucho por mi fracaso.

Transformaciones. Ahí estaban de nuevo, otra de las asignaturas que no se le daban especialmente bien a la niña. En realidad, eran las pocas que controlaba.

Intentó fijarse en la profesora, no pensar en mascotas muertas ni en fiestas de Halloween. Había pasado tiempo, pero no el suficiente para que eso no siguiera dominándola. Prestaba atención a los pasos y luego llegó el momento de demostrarlo.

-Mejoratem Voluptatem.

Pero su voluntad siguió igual y su varita escupió su ya característico bufido con humo. Al final el problema iba a ser de la varita y no de ella.

Bastet se acercó a los alumnos mientras observaba su pelo. Uno a uno les iba tocando la cabeza con sus delicadas zarpas, sus uñas apenas estaban afiladas, y siempre se guardaban en el interior de sus garramanos. Los alumnos miraban extrañados y de cuando en cuando, les iba quitando un pelo de su cabeza. Era un movimiento seco y ligeramente doloroso, pero esa sensación solo duraba un segundo, ya que en cuanto Bastet les volvía a tocar la cabeza, se sentía un profundo alivio y una sensación de calma y tranquilidad, que tras todo lo que había sucedido era de agradecer.

La profesora iba observando los pelos arrancados, para después ir transformándolos con su varita en un número equivalente a los puntos que recibirían aquella mañana. Un montón de ceros fueron a parar a las cabecitas de las alumnos, puesto que la mayoría habían fracasado, aunque solo uno de cada casa fue capaz de aprender aquel dificil conjuro. Tan solo un único 10 y un único 50, se fueron directos sobre Dariel y Ryan respectivamente.

La mujer de amplios bigotes no dijo mucho más: La única forma de averiguar si os ha salido este conjuro o no, dijo enseñando los mechones blancos de su peludo rostro, es comprobar si os ha salido alguna cana. La cana durará el tiempo que dure el conjuro, y si os fijais muy, muy, muy bien en vuestro rival, podréis verla. Aunque si algún día os enfrentais contra un mago anciano, es muy probable que nunca podréis averiguarlo.

Aquello había sido algo sorprendente, y el estado en el que os había dejado Bastet era sensacional, os había lanzado algún tipo de hechizo sobre vuestras cabezas, que no habíais llegado a oír, pero sí que os hacía sentiros francamente bien. Tan solo Dariel y Ryan tenían un mechón blanco de pelo, especialmente Ryan, que era al que mejor le había salido.

Sonrío levemente tras la sorpresa de ver el 10 sobre mi cabeza. Luego miro a Ryan, el de los agiluchos y su mechón blanco. Me encojo de hombros con indiferencia y pierdo todo interés en el resto de la clase. Ver a Bastet tan desmotivada hace que yo también acabe del mismo modo. Tengo ganas de salir ya de clase e ir al lago, hace demasiado buen día y estoy muy animado y con exceso de energía positiva como para quedarme encerrado entre paredes de piedra tanto rato. Recojo mis cosas y espero con ansia que acabe la clase para irme.

Otro fracaso a la saca. Ya ni se acordaba de las asignaturas que tenía que recuperar, de tantas que eran. Ticaba ponerse las pilas. Aunque recordó que Dariel le había invitado para ir al lago. Quizá lo que tenía que hacer era desconectr un poco.

-Espérame- dijo imitando lo que ya dijo en el comedor.

Me quedo pensando en la ausencia de Nick, que lleva faltando todo el día, mientras acabo de cerrar la mochila. No sé donde demonios se habrá metido ese cabeza cuadrada. Levanto la cabeza al oír la voz de Elisabeth.

-Claro, te espero. No hay problema- sonrío levemente, ruborizándome un poco. Maldita sea, he de dejar de acalorarme de este modo, mi reputación de badass se va a ir a la mierda como siga así. Me cuelgo la mochila del hombro y espero a que Eli acabe para salir los dos juntos de clase. Me siento un poco raro con el tema, pero supongo que está bien. Miro a Elisabeth de reojo y me entran aún más los calores.

Me encojo de hombros y me resigno a salir de la clase.

- Pfff. - pienso asqueado. Menuda puta mierda.

Qué decepción. Vaya fracaso monumental de clase propiciado por una fracaso total de profesora.

-Ains...- Suspiró Perry. Al menos Ryan había conseguido aprender el conjuro como demostraba su mechón blanco de pelo.- Vas a tener que echarnos una mano con este conjuro me parece Ryan. A ti te salió genial, por lo que parece.

Sabes que os ayudaré encantado Perry, la verdad que no me esperaba que me saliera tan bien, es la primera vez que consigo un conjuro tan bien hecho, pero ya sabes que lo principal es aprenderlo cuanto antes, así que cuando quieras o queráis - digo al resto de mis compañeros - os ayudo encantado.

Por cierto, ¿Qué vais a hacer ahora?

No necesitaba que la profesora dijera nada ni hiciera nada para saber si mi hechizo había funcionado. Estaba claro que no lo había hecho. No sentía más lista o inteligente o con una mente más rápida. Me seguía sintiendo yo misma. Como siempre.

—¡Au!— me quejé, llevándome mi mano hacia el lugar exacto donde la profesora me había quitado mi pelo, y miré a mis compañeros, moviendo la boca sin hacer ruido: “¿Por qué?”.

Contemplé a la profesora su hacer, y, cuando me puso las manos a los lados, sonreí, calmada, relajada, como si acabara de salir de una gran ducha después de horas de ejercicio. Estaba totalmente relajada.

Gemí y gruñí al ver que mi pelo se transformaba en un triste cero, redondo, acusador y malvado. Me había esforzado para que me saliera el hechizo, pero al ver aquel número horrible, un nudo en el estómago se me asentó. Tendría que recuperar tal clase.

Sin embargo, mi estado de abatimiento no duró apenas unos segundos, pues el hechizo de la profesora gato volvió a mí, como una ola de calidez, placentera. Y me dejé arrastrar por ella hacía unos campos dorados donde no existía la preocupación.

Me uní a la conversación de Perry y Ryan y asentí con la cabeza varias veces.

—Sí, sí, sí, sí, porfis, porfis, porfis— dije, tratando de dar lástima—. Ha sido un desastre. No me ha salido nada. Y tú tiene un precioso mechón blanco sobre tu cabeza, como una corona que nos recuerda a nosotros, la plebe, que te debemos pleitesía— hice una reverencia totalmente exagerada.

Me encogí de hombros ante su pregunta.

—No sé a dónde podemos ir— respondí, divertida—. ¿Exploramos el castillo o ya lo tenéis muy visto?— pregunté, sonriendo de manera pícara.

- Espera Eire.- Dijo a la chica. Si pensaba que Perry iba a salir a pasear pro los intrincados pasillos de Howarts sin tener el conjuro aprendido y listo para la recuperación iba lista.- Os acompaño a donde queráis pero antes que Ryan me enseñe el conjuro.- Las explicaciones de Ryan fueron mucho más esclarecedoras que las de la apática profesora. Sacó la varita dispuesto a demostrar a todos que podía hacerlo.

- ¡Mejoratem Voluptatem!- Enseguida supo que esta vez, con ayuda de su compañero, le había salido. Pero por si acaso, preguntó a sus compañeros.- ¿Me ha salido la cana?- Tras la respuesta de sus compañeros, hurgando en su pelo castaño como si estuvieran despiojándole, se preparó para lo que fuera.

- Cuando queráis.

Pestañeé varias veces, ante la contrariedad de Perry, y asentí.

—Claro, claro. El conjuro— murmuré, como si, de repente, fuera la alumna más aplicada de todo el colegio—. Primero la obligación, después la devoción— recité, sonriendo, agitando un dedo delante de mi cara, como si fuera un sermón.

Contemplé cómo hacía el hechizo Perry, y di una palmada al ver su pelo blanco.

—¡Ua, ahí está!— dije, señalándolo, divertida, totalmente emocionada—. Qué bien. Te ha salido muy bien— alabé, sintiendo algo de envidia, porque temía que a mí no me iba a salir tan bien como a él.

Saqué mi varita y carraspeé con la garganta, aclarándomela.

—A ver a mí— anuncié—. ¡Mejoratem Voluptatem!— exclamé, poniendo la punta de mi varita muy cerca de mi cabeza, casi clavándomela, para intentar que el hechizo me saliera finalmente.

Pestañeé varias veces, y pregunté a mis compañeros.

—¿Tengo algo? Porque me siento igual.

- Me temo que yo no veo nada, Eire.- Dijo Perry quitándose las gruesas gafas para ver de cerca. Había hecho varios intentos y nada. Sería mejor que despejara su mente un poco.- Mejor descansa un rato y si quieres, después de la cena, te ayudamos en la sala común.

Al ver a los de Ravenclaw practicar el susodicho conjuro de nuevo decido que ya es hora de demostrarles que no son mejores que nosotros.

- Venga Noah. Puedes hacerlo.

- Mejoratem Voluptatem. - digo.

- Nada. No hay forma. - pienso.

Gemí ante la resolución de mi hechizo. No lo entendía. Me estaba realmente concentrando.

Miré mi varita y me pregunté si estaría rota o fallaba. Cuando algo no me salía, me preguntaba si el error era de otro, no mío. Pero, estaba claro. No me estaba saliendo el conjuro porque no me estaba implicando, porque no me concretaba lo suficiente.

—No— me negué ante la oferta de descansar—. No, me saldrá. Seguro.

Tenía que intentarlo una vez más. Sólo una vez más. Después, sí, descansaría me saliera o no el conjuro, pero necesitaba saber si podía quitármelo de encima, o tendría que esperar hasta llegar a la noche.

—Vale, vale, vale— traté de concentrarme, mirando la punta de mi varita de nuevo, pensando en que me saldría, en que estaba preparada, en que no podría nada conmigo.

Miré al muchacho que había hablado y contemplé su reluciente cana blanca, pavoneándose ante mí. Incluso podía oír cómo se reía de mí y de lo inútil que estaba resultando aquel día.

Bufé por la nariz, decidida, y me llevé la varita la cabeza, como había hecho antes.

—¡Mejoratem Voluptatem!— exclamé de nuevo, cerrando los ojos, como si aquello hiciera que el hechizo funcionara.

Dejé pasar unos segundos eternos.

—¿Y ahora? ¿Tengo la maldita cana? 

- Nada de nada.- Era la cruda realidad. Tampoco veía la cana en el pelo de Noah por mucho que éste pareciera satisfecho. Pero bueno, ni siquiera les había pedido ayuda, así que no era su problema.- A veces cuando te atascas es mejor dejarlo y despejar la mente. Luego si quieres, después de cenar, te ayudamos en la Sala Común.