Partida Rol por web

Un plácido pero perezoso despertar. De esos que convierten el abandono el lecho en una tarea que se antoja tan dura como escalar una montaña con manos y pies desnudos, o batirse en duelo con una hoja en blanco, bolígrafo en mano.

Todos se habían marchado ya del cuarto cuando de decidió a saltar de la cama. Todos salvo Neil, que seguía durmiendo, o haciéndose el dormido. No era, por tanto, necesario el sigilo. Bostezó ruidosamente, abriendo tanto la boca que el expreso de Hogwarts hubiera podido colarse por allí en su cráneo. Pocas ganas de levantarse, hostia.

Se arrastró, con el desagrado tapizado en el rostro, hasta el solitario cuarto de baño, donde solo las volutas de vapor errantes, los diminutos charcos y las manchas de dentífrico recordaban el paso de sus compañeros.

El niño que apareció de nuevo en el dormitorio no parecía el mismo. Con el pelo empapado todavía, irradiando frescura y dando ágiles pasos sobre las desnudas puntas de sus pies. Se puso la ropa rápidamente, agarró el libro de Defensa contra las Artes Mágicas y el estuche, se puso la escoba al hombro —alguien había dicho que tenían que volar montados en ese trasto; algo que le daba muy poca confianza—, y salió de allí por las escaleras.

Oliver entro en la habitacion, miró a su alrededor y, a pesar de que no habia nadie aun en el dormitorio, se puso el pijama y se metio en la cama.

Hoy no habia sido un buen dia.

Una de las camas ya estaba ocupada. Solo una. El resto de Hufflepuffs de primero debían estar al llegar, a menos que se hubiera quedado dormidos por los pasillos. No sería la primera vez.

Maxwell realizó su ritual nocturno con la tranquilidad que le proporcionaba la relativa soledad. La herida de la encía, que tantas meses había permanecido abierta, como si se la hubieran hecho con una espada encantada, en lugar de una navaja de bolsillo, ya se había curado del todo. El diente que le faltaba, sin embargo, no había vuelto a crecer.

Comosiempre, dejó sus ropas tiradas en cualquier lado, y se metió en la cama en ropa interior.

Sin necesidad de descripción, Mircea hizo lo mismo de todas las noches. Solo los viernes eran distintos, pero como hoy era sábado su rutina no variaba a lo que era habitual: W.C, manos, dientes, cara, manos de nuevo; pijama y a la cama.

Bajo las sábanas hizo sus ejercicios de respiración, dejó la mente en blanco y se quedó dormido.

Era sábado, el día siguiente sería menos movido, en cuanto a clases se refiere. Tal y como hizo en el comedor, se tomó su tiempo antes de acostarse, incluso repasó alguna de las cosas de su trabajo antes de irse a la cama.

No es que Matt fuera de esos empollones que se acostaban pensando en los estudios, pero pensaba que cuanto antes lo terminara, antes tendría tiempo de hacer lo que le diera la gana. Se acostó cuando vio que ya era hora.

Amanecer del Día 7

Domingo

Tercera Semana del mes de Octubre

Maxwell despertó en medio de una oscuridad silenciosa. No era madrugada, como pensó en un primer momento, a punto de de depositar de nuevo su cabeza en la almohada y recoger su cuerpo bajo las sábanas. Era domingo. Solo los imbéciles madrugaban en domingo, después de seis días de clases, estudio y trabajos. Imbéciles como yo.

La tibieza del suelo en las plantas de sus pies lo despejó. El agua caliente de la ducha estuvo a punto de hacerle caer dormido otra vez, acariciado por el chorro constante. Giró la palanca de la temperatura de golpe, recuperando la consciencia conforme su piel se convertía en un campo de césped recién cortado. Escapó de la tortura antes de que sus genitales se escondieran completamente en su pubis.

Dio gracias a los elfos por dejar las toallas calientes a primera hora. Donde su piel se secaba, la carne volvía a estirarse como por arte de magia, sin necesidad de varita.

Se puso las ropas en silencio, agarró la escoba y salió de allí, dejando a los otros cinco en disfrutar de la ociosidad dominical.

Abrió los ojos. La noche había transcurrido sin incidencias, sin pesadillas y el poder abrir los ojos era señal de ello, al no notar legañas secas clausurando sus párpados. Se quedó quieto, escuchando las respiraciones de los compañeros que aún estaban dormidos. Todo era tan distinto a las noches transcurridas en el castillo de Târgoviste, donde todo sonido acompañante era el perforante dolor del silencio y la soledad de su propia respiración de una habitación de altas bóvedas, helada, tal y como él mismo se sentía. Recuerdos que empezaban a difuminarse.

Un rato de meditación sentado sobre el toalete, una ducha, cambio de ropa y peinado más tarde, Mircea salió del dormitorio con el sombrero como único accesorio de su uniforme escolar. Aunque fuera domingo, para él seguía siendo un día para dedicar al estudio.

Oli se desperto demasiado pronto para ser domingo. Lo cierto era que no habia pasado buena noche. De hecho, estaba muy lejos de haber dormido bien.

Se levantó, con el estomago rugiendo por el hambre, y recordó que entre domingo y lunes tendria varias recuperaciones pendientes.

Suspiro, mientras cogia su ropa y se iba a la ducha. Seria un dia largo... Muy largo.

Al cabo del rato salio  ya vestido de la ducha y se encamino, en silencio, en direccion a la sala comun

Cuando Árpád se despertó era ya tarde. Lógico: se había quedado practicando en clase de Duelo hasta unas horas poco habituales. Se puso en pie, somnoliento, y se sorprendió al ver que aún había compañeros metidos en la cama, como Matt y Neil. Despacio, sin ninguna prisa al ser domingo, se vistió y se preparó para empezar un día cuya organización y horarios sólo dependían de sí mismo.

Matt había tenido éxito hasta ahora en todo lo que se había propuesto, pero lo había hecho tarde... así que le tocaba ir a clases de recuperación. Hoy le tocaría probar que había aprendido el Alohomora para dejar de preocuparse por las veces que había faltado a clase.

-Buenas, chicos, nos vemos en el comedor.

En la soledad de los baños del dormitorio, Maxwell disfrutó de la ducha más prolongada desde su llegada a Hogwarts. La ducha más prolongada de su vida, de hecho. Dejó que el agua caliente azotara su piel durante largos minutos. El vapor condensado elevó la temperatura de tal modo que el sudor estalló en sus poros y se mezcló con el agua. Pero el frío que se había apoderado de su esqueleto era solo un desagradable recuerdo.

Una vez seco, se vistió con ropa limpia, informal, y se dirigió al comedor.

Neil despertó por fin. La cabeza aún le dolía a horrores aunque se encontraba algo mejor de salud. En realidad no sabía si era una enfermedad o que simplemente su cuerpo le decía que estaba agotado y que tenía que ponerse en reserva. Tenía el cuerpo agarrotado, con agujetas de dormir lo que le habían parecido semanas.

Oyó que aún había gente por el Dormitorio así que decidió darse la vuelta y seguir con los ojos cerrados un poco más de tiempo. La verdad es que no le apetecía estar con sus compañeros. Ni con nadie. Todos eran muy optimistas, todos estaban siempre muy contentos Salvo tal vez Mircea... pensó echando un vistazo a su cama siempre pulcra y bien hecha. Neil empezaba a ponerse mustió. Echaba de veras de menos a sus padres, y su casa. Incluso su país. Y aunque Hogwarts le fascinaba y quería convertirse en un gran mago, le estaba costando adaptarse más de lo que había imaginado en un principio.

Si al menos recibiera cartas, de papá, de mamá... Del abuelo... los ojos empezaron a llenarsele de lagrimas al recordarlos. Volvió a girarse sobre si mismo en la cama y se acurrucó a una postura fetal, escondiendo la cabeza bajo las sábanas mientras no podía detener las lágrimas que le recorrían las mejillas. ¿qué les pasa? ¿No me echan de menos? ¿Por qué no me han contestado a las cartas? ¿Por que no se acuerdan de mi...?

Entre sollozo y sollozo Neil volvió a quedarse dormido, el lloro había aumentado su dolor de cabeza y sentía como, al no poder respirar por la nariz, la boca la tenía seca y pastosa (y maloliente) y cada latido de su corazón era como una punzada de dolor en la frente.

Tras un rato de seguir durmiendo, tal vez una hora tal vez dos, decidió levantarse y ponerse en pié. Se encaminó al baño y se dio una larga y reparadora ducha. Y aunque cuando salió del baño no se encontraba mucho mejor, al menos los mocos había desaparecido y podía respirar por la nariz. Le costó mucho esfuerzo físico y mental ponerse la ropa y caminar hacia la sala común.

Se había duchado hacía una hora, así que no era necesario asearse antes de acostarse.

Sacó del baño un rollo de papel higiénico y lo colocó en su mesilla, listo para terminar lleno de mocos durante esa noche de incipiente resfriado.

Se despojó del a ropa y se metió bajo las sábanas, con una manta extra por precaución.

Era tarde, así que tenía que acostarse. Antes se cambió de ropa para irse a dormir. Aunque una vez estuvo en la cama le costó que el sueño le venciera. Aún quedaba algo para Halloween, pero él nunca había acudido a fiestas así, y menos acompañado.

Así que la situación le asustaba un poco, lo que le impedía dormir con facilidad como otras veces.

Oliver llego al dormitorio de los chicos y, tras lavarse los dientes, cambiarse y asearse, se metio en la cama, directamente, total y absolutamente agotado para ser domingo- Buenas noches, chavales... No os vayais a dormir mañana...- dijo, a los alli presentes, antes de ser el mismo quien se acabara por cerrar los ojos, poco a poco, hasta quedar profundamente dormido.

Tras haber esperado hasta el último momento a que Daphne volviera del despacho de los Knower y enterarse lo mal que le había ido, Mircea entró en el dormitorio con algo más de pesadumbre de la acostumbrada.

No hizo ruido, no tuvo que encender ninguna luz. En el baño se cepilló los dientes, se lavó las manos y se puso el pijama.

Ya en la cama, pensó brevemente en lo que le había dicho sus hermanas, sopesando qué podía hacer. Tras ello, cerró los ojos y se quedó dormido.

Cuando subió al dormitorio todos estaban acostados ya. Así que decidió no hacer ruido. Dejó los paquetes sobre el baúl. Y se metió en la cama.

Al echarse en la cama y reflexionar sobre lo poco que había estado aquellos días se sintió culpable, pero al mismo tiempo animado y con muchas fuerzas para volver a tope con sus clases.

Aunque aquellos días de tristeza y de desánimo le habían pasado factura y su cuerpo aún estaba como si hubiese sido apaleado, al tumbarse en la cama su cuerpo se destensó y relajó, rápidamente cerró los párpados y calló dormido.

Amanecer del Día 8

Lunes

Halloween - Última Semana del mes de Octubre

Mircea despertó temprano, con la misma idea con la que se había dormido rondándole la cabeza. Había pasado una semana desde que la llegada a última hora de Oliver y Daphne procedentes de la recuperación de duelo se hubo producido. Ella más una sombra que una niña normal y Oliver sacando de la nada la idea de que ambos fueran juntos al baile. Había pasado una semana y los dos no habían vuelto a hablar del tema. Pero ya era el lunes de Halloween, que además como todos los años coincidía con otra fecha...

Se levantó notando un cuerpo quizás más enquistado y viejo, aunque fuera algo más psicológico que físico, creyó escuchar el crujir de unas cuantas articulaciones.

Se mantuvo un buen tiempo bajo la ducha, se vistió en los baños con la humedad pegajosa aún colgando de las paredes y flotando por el ambiente y trató de peinar un poco sus pelos. Se fijó en que sus ojeras parecían haber crecido un poco más con respecto a ayer. Era normal, al fin y al cabo se había pasado todo el día entre la biblioteca y el aula de conocimientos mágicos avanzando con redacciones que debería dar ya por concluidas.

Salió a la Sala Común sin hacer mucho ruido y con su sombrero arrugado en un puño.