Partida Rol por web

Sara todavía estaba un poco horrorizada debido a que la profesora había tocado su mano cuando le dio el trabajo. Le hubiera gustado echarse agua bendita allí donde ella le había rozado, pero le parecía de mala educación.

Cuando se le pasó, se fue a la siguiente clase.

La clase de Conocimiento de Criaturas mágicas es una de las asignaturas de primer y segundo año que se imparten por Sarth-Melem ó Pisínoe en el exterior de Hogwarts, junto a una vieja cabaña abandonada o junto al Lago Negro.

Esta clase consiste en aprender sobre criaturas mágicas, sobre su orígen, sus habilidades y sus debilidades, y sobre donde encontrarlas. De esta manera si los alumnos alguna vez se ven amenazos por ellas sepan como enfrentarse, cuáles son sus puntos débiles y por lo tanto como derrotarlas.

Pisínoe, para quien no lo conociera, era una sirena del Lago y ahora profesora de Hogwarts. Aunque jamás se la había visto por el comedor, ni dentro del colegio, pues era evidente dada su condición, se iba a dedicar en cuerpo y alma al desarrollo de la materia sobre criaturas mágicas.

La sirena llevaba lo que parecía ser una burbuja de agua pegada a su cara, mientras tanto os estaba esperando allí, muy cerca del embarcadero y con una sonrisa os fue indicando dónde debíais sentaros. Había unas cuantas barcas donde os podríais sentar y apoyar también para desarrollar la clase teórica.

Selena llegó al lago donde con la boca abierta se acercó a la sirena que había visto durante su última visita al lago con el resto de muchachos. Se preguntó qué estaría haciendo la sirena fuera del agua y con la burbuja de agua sobre la cara. Cuando indicó dónde se debían sentar ella hizo caso pero no podía imaginarse que la criatura fuera a ser la encargada de darles la asignatura. - Oh de verdad va a ser la profe? Increíble - Dijo en bajo con verdadera sorpresa.
Se sentó dentro de una de las barcas y esperó.

- AH! - Dice la muchacha, llevándose las manos a la boca y dando un paso atrás cuando vio aquellos bichos tan asquerosos y repugnantes. Solía gustarla casi todos los bichos pero aquellos ciempiés/cucaracha era mucho más de lo que estaba acostumbrada a ver.
Aun así tuvo que volver a centrarse cuando la profesora volvió a hablar pues no podía perderse más clases por mucho que no le gustaran aquellos bichos.

Comenzó a escribir la redacción para que no se la olvidara lo que había sentido.

Ciempiés monstruoso:
"Los ciempiés monstruosos, pertenecientes al grupo de sabandija,  atacan a todo lo que parezca comida, mordiendo con sus mandíbulas e inyectando su veneno. El veneno del ciempiés varía de acuerdo con el tamaño de la criatura y lo inyecta a través de sus mordiscos. Además tiene una característica muy peculiar y es que ve en la oscuridad, por lo que enfrentaros a ellos por la noche puede ser muy peligroso ya que estaríais en seria desventaja. Este ejemplar es inofensivo porque su veneno ha sido extraído pero su nivel de peligrosidad avanza en función de su tamaño".
Una de las primeras impresiones que uno recibe de esta sabandija es su cuerpo tan parecido al ciempiés gigante presente en algunas zonas del mundo muggle. Su cuerpo acorazado con un exoesqueleto y una serie de patas distribuidas uniformemente por el resto de apéndices del cuerpo hace sus rasgos más característico. Mi opinión sincera ante la primera impresión es que era realmente desagradable, esto puede ser una reacción ante su venenosa apariencia que sin querer haga que nuestro cuerpo reaccione así, intentando alejarse. Saber que ha sido extraído su veneno no aumenta las ganas de cogerlo o incluso tocarlo. El hecho de que el tamaño implique mayor peligrosidad en cuanto a veneno sólo quiere decir que sus presas aumentan en tamaño y necesita o más veneno o mayor eficacia. Su cuerpo me  hace pensar que no es depredador de grandes presas, que comerá insectos y animales muertos.

Emocionadas por tener clase al aire libre, las gemelas corrieron por el camino que llevaba hasta el lago. Cuando al fin encontraron el lugar donde se impartiría la materia y vieron las barcas, ambas aullaron de felicidad: ¡¡Las barcaaaaass!! Resultaba que al final no eran invisibles y estaban ahí abandonadas a plena vista. Ya sabían donde localizarlas cuando al fin quisieran adentrarse al centro del lago negro. Aún tenían pendiente descubrir al calamar gigante, a los grindylows y demás criaturas que habitaban las profundidades.

Así pues, más felices aún si cabe, se metieron en una de las barcas medio volcadas sobre la arena para prestar atención a la profesora. Era la misma que había conseguido que las crías quisieran vivir aventuras dentro del lago negro, cuando seguramente su objetivo era justo lo contrario...

Ohhh, se sorprendieron cuando vieron al bichejo. Estaban empezando a imaginarse como sería un ciempiés de al menos diez pies de largo y la cantidad de aventuras que podrían tener juntos. ¿Venenoso? Cewl! ¿Ver en la oscuridad? ¡Megaguay! ¿Peligroso cuanto más grande? Jo, jo, ¡genial!

¿Podemos cogerlos?, pidió Erzsébet alargando las manos hacia la caja. Gesto que fue imitado por Orsolya, que amaba todo tipo de criaturas. Por favor, trató Orsolya de ser educada. Las crías no habían escuchado que aquella muestra de ejemplares no contenían veneno. Si lo hubieran sabido, no habrían querido cogerlos, ¡qué aburrimiento!

Cuando ya volvieron a la barca donde habían dejado sus mochilillas, sacaron un par de pergaminos, plumas y un frasco de tinta. Se decidieron por escribir la cantidad de cosas que se podría hacer con un ciempiés monstruoso de al menos diez pies como montura, amigo y compañero. ¡Había tantas cosas!

Escalar montañas sobre un ciempiés monstruoso. Llegar al centro de la tierra a través de un agujero excavado por él. Habían decidido denominarlo como masculino, siempre era más fácil domar a las criaturas de sexo no-hembra. Un bailarín genial, con tantas patas es imposible no tener ritmo. Si se pone en vertical sobre una pared, se pueden usar sus patas como una escalera. Puede dar masajes geniales. Una buen guardaespaldas, cuanto más grande, más miedo dará. Su veneno puede servir como buen condimento para las comidas fuertes, seguro.

Siguieron apuntando usos hasta que casi se acabó la clase. Con prisas ya terminaron:

Erzsébet: Me ha gustado conocer un bicho así. Si yo tuviera tantas patas podría rascarme cada punto de mi cuerpo sin tener que recurrir a mi hermana, los cantos de las puertas o los árboles. Soy una humana, no un oso, aunque no me importaría ser un ciempiés.

Orsolya: Me encantan todas las criaturas mágicas y no mágicas. Al ciempiés monstruoso no lo conocía, y me ha parecido muy interesante. Quizás si encontráis uno de al menos 4 pies podáis pedirle que nos de una clase especial sobre los de su especie. ¡Seguro que soy capaz de enseñarle a hablar!

Neil llegó a "la clase" por un camino diferente a la mayoría de sus compañeros. Él venía de la zona del bosque y no del castillo. Cerca de la orilla del lago vio a las gemelas, que iban corriendo. Neil estaba aún un poco trastornado por lo que acaba de pasárle. Ni siquiera se dio cuenta de que llevaba la varita en la mano hasta que se sentó en una barca.

También se dio cuenta ahí de que estaba con los Gryffindor, levantó la mano para saludar a Ithan y a Gabriela, que era los que más conocía. Inmediatamente después de que la profesora empezase a hablar, cambió el chip. Le encantaba aquella clase y quería aprender mucho. Empezó a tomar apuntes como un loco en una libreta, mientras la profesora hablaba "...Este ejemplar es inofensivo porque su veneno ha sido extraído pero su nivel de peligrosidad avanza en función de su tamaño...". Luego, la apartó a un lado y se fijó en los ciempiés.

Guau!!Exclamó al verlos. A Neil no le parecían asqueroso, ni mucho menos. Neil tocó a uno de los bichos por encima, pasó el dedo por toda la parte dorsal del cuerpo, de cabeza a no-cabeza mientras el ciempiés se giraba y retorcía intentando morderle el dedo. Neil levantó la cabeza para mirar a los demás, algunos ponían muescas de verdadero asco y eso le hizo gracia. Sin embargo, las gemelas parecían tan encantadas como él, vió como cogían a los bichos como si fuesen cachorrillos y Neil quiso imitarlas, pero tenía miedo que la profesora se enfadase.

Neil no había reparado en lo extraño de que una sirena les diese clase hasta aquel momento. Le parecía extraño, pues la gente del agua era arisca por naturaleza, o eso pensaba él. Además Pisíone hablaba muy bien el idioma para no tratarse de nada parecido a los gruñidos y chillidos que las sirenas emitían.

Los deberes le parecieron muy interesantes, aunque Neil no sabía demasiado sobre esta especie en concreto, si que tenía un conocimiento bastante amplio de muchas Criaturas Mágicas, y de algunos bichos tan básicos o simples (el gusarrajo) sabía mucho. Y no podían diferenciarse demasiado de estos.

Neil cogió un pergamino limpio y empezó a escribir:
Me encantan los Ciempiés Monstruosos. Son unos seres fascinantes, que animales tan pequeños o de aspecto tan infame como estos tengan cualidades tan asombrosas como un potente veneno o la habilidad de ver en la oscuridad es un hecho digno de admirar. No había visto nunca un ejemplar vivo de esta especia, y no estoy seguro de haber oído hablar de ellos de manera explicita. Lo que si conozco son otra serie de bichos mágicos que pueden ser más o menos parecidos a este. Por eso sé que no son peligrosos para los magos, a pesar de poseer un veneno potente y un aspecto tan desagradable, son seres más pequeños y frágiles que nosotros, así que casi con total seguridad estarán ellos tan asustados de nosotros como muchos de nosotros de ellos.

Neil puso un punto a ese párrafo y empezó a escribir otro, mientras tanto pensaba en que tenía que ir a la biblioteca a buscar más información sobre esos bichejos.

...Sus multiples patas les dan la posibilidad de correr, tanto para cazar como para huir. Pese a todo los de mayor tamaño pueden llegar a ser peligrosos por si mismos para los magos, pues si te lo encuentras y no lo ves, y lo pisas o lo molestas sin querer, puede atacarte con facilidad y con mayor efectividad si es grande... seguía escribiendo.

Gabi llegó junto a Ithan y se detuvo un momento al ver a la sirena

-¿Esa no es...?- No terminó su pregunta, pues enseguida se dio cuenta de que era la misma sirena que habían visto la vez que se metieron al lago.

Miro a Ithan emocionada y apresuró el paso, llegando hasta la orilla del lago y montándose en una de las barcas.

-Buenos días.- Saludó a la sirena y al resto del grupo. Acto seguido se sentó para dejar la pesada mochila a un lado y prestar atención a las palabras de la profesora. Mientras tanto, miraba alrededor para ver a los alumnos que iban llegando. Devolvió el saludo a Neil con una sonrisa y miró a lo lejos, hacia la entrada del castillo.

Aún no habían llegado Enya, Kelly ni Arnold. -Ojalá que lleguen pronto.- Pensó, un poco preocupada.

Poco tiempo después la sirena empezó a hablar, captando la atención de la niña, quien se asomó a ver los enormes gusanos que se arremolinaban en el fondo de una caja. Por un momento sintió desagrado, pero mientras más los veia, más les iba perdiendo el asco.

Entonces la profesora les pidió anotar, por lo que sacó pluma y pergamino rápidamente, escribiendo a medida que ella dictaba la información.

Cuando llegó el turno de hacer la redacción, Gabriela escribió lo siguiente:

Los ciempiés monstruosos son unas criaturas mágicas y se clasifican como “sabandija”.
Ellos no parecen ser herbívoros, pues usan un veneno que inyectan tras morder a su alimento.
Tienen la capacidad ver de noche, por eso es conveniente alejarse de ellos cuando está oscuro.
Son peligrosos porque pueden inyectar su veneno al morder y mientras más grandes son, más veneno tienen.
Hay que tratarlos con mucho respeto, pues son animales peligrosos. Lo mejor es no tocarlos o usar guantes para protegerse y no amenazarlos al menos que sea necesario.

Clase al aire libre. Eso era nuevo. En el viejo colegio daban la clase de educación física fuera, a veces, cuando el profesor, un anciano totalmente decrépito —se le debía haber pasado la edad de jubilarse, y ahora ya no podía— que se pasaba las clases hablando de sus tours en Afganistán, mientras los críos corrían alrededor del patio.

Puto viejo tocacojones.

Conocimiento de Criaturas Mágicas. Maxwell no tenía claro si le llamaba la atención esa clase o no. Por un lado, estaba bien ver bichos raros, de los que nunca se hubiera encontrado en su vieja vida. Por otro, lanzar conjuros era más divertido.

Encima, la profesora era la zorra del lago.

Ese día tocaba clase con los Gryffindor. Por la mañana daba igual, pero por la tarde había duelo, y ahí sí que se podrían zurrar a gusto. O casi a gusto, porque el profesor solo dejaba usar el conjuro de cada día.

La clase consistió en mirar una caja llena de ciempiés y copiar lo que contó la profesora sobre los bichos, lo cual era jodidamente complicado, porque Maxwell no había aprendido a escribir de otra manera que no fuera pegándole a las teclas de un ordenador. Era lo único que el viejo se había asegurado de que aprendiera antes de entrar a Hogwarts.

El último rato de clase, la profesora los dejó haciendo una redacción sobre el maldito bicho. Maxwell disfrutaba leyendo, pero no le gustaba escribir. El resultado no se parecía en nada a los libros, y eso le frustraba y le irritaba.

Para empezar, ¿por qué se llaman ciempiés? No tiene cien pies. Los he contado, y son solo treinta. Quince por cada lado. Además tiene dos antenas, dos pinzas y dos apéndices detrás que no sé si son patas o qué son. Así que treinta y seis como mucho, pero no cien. Supongo que quien le puso el nombre era un imbécil que no sabía contar. Vio que tenía muchas patas, y pensó: “deben ser cien patas”. Porque para un tío que no sabe contar, cien tiene que ser un número enorme. Sobre todo de patas, porque las personas tenemos dos, que se llaman piernas, y dos brazos, osea cuatro, y los animales suelen tener cuatro también.

Aunque es cierto que si la potencia de su veneno varía en función de su tamaño, quizás es que quien le puso nombre se encontró con uno muy grande. Y si era más grande, podía tener más patas.

No nos ha explicado cómo de grandes pueden ser. Me gustaría encontrarme uno más grande. Como en las películas de monstruos. Uno de esos que persiguen a tíos y tías veinteañeros, y se los va comiendo hasta que la última superviviente se lo carga, después de pasarlo mal.

- Y entonces el otro le dice, no dejes para mañana lo que puedas... - El Rubio cortó la frase ahí, cuando vio que Gabi se paraba en seco. Miró al frente, descubriendo a la sirena ante él y frunció el ceño, reconociéndola. Después de todo, el día que la vio la dibujó y le envió una copia del mismo a su hermana mayor.

- La Sirena del día del lago - acabó la frase de la chica, mirando la sirena aún. Se preguntó si aún recordaría las caras de aquellos que estaban bañándose... y de los que le hicieron más bien poco caso y siguieron en el agua después de que los echara. Como él.

La chica lo miró, y él le devolvió la mirada, y apresuró el paso hasta la misma barca donde estaba Gabi, dejando la mochila a un lado en el suelo. - Buenos días a todos - Saludó, amable, alzando la mano para dar más peso a sus palabras. Cuando Neil les saludó, asintió en su dirección, como respuesta.

Se sentó, recogiendo de la mochila un cuaderno y los utensilios para escribir. Miró a la Sirena. La voz de la sirena no correspondía con el aspecto que tenía, una voz dulce y cálida, increíble. Miró a su alrededor, desviando la atención unos segundos, para ver que allí faltaban varios de sus compañeros. Espero que vengan... pero bueno, al menos estamos la mitad, que ya es más de lo normal.

Estiró el cuello, centrando la vista en la caja con... aquellos bichos. Ithan alzó una de las cejas, observándolos. No, las criaturas mágicas no eran santo de su devoción. Él estaba interesado en otras asignaturas, como DCAM, Duelo o Transformaciones. Aun así, debía prestar atención, hacer ese esfuerzo. Así que volvió a mirar a la caja con los insectos.

Frunció el ceño, justo cuando la profesora comenzó a dictar.

"Los ciempiés monstruosos, pertenecientes al grupo de sabandija,  atacan a todo lo que parezca comida, mordiendo con sus mandíbulas e inyectando su veneno. El veneno del ciempiés varía de acuerdo con el tamaño de la criatura y lo inyecta a través de sus mordiscos. Además tiene una característica muy peculiar y es que ve en la oscuridad, por lo que enfrentaros a ellos por la noche puede ser muy peligroso ya que estaríais en seria desventaja. Su nivel de peligrosidad avanza en función de su tamaño".

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"Al tratarse de una sabandija,  es muy probable que conjuros donde se conjuren llamas sean muy efectivos para asustar al animal o defenderse de él. Además, si ve en la oscuridad debe ser sensible a la luz, así que conjuros que provoquen fuentes de luz deberían cegarlo temporalmente. Se debe tener mucho cuidado con su veneno, así que llevar ropa gruesa cuyos colmillos no pueda atravesar sería una gran idea en caso de saber que tendrás que enfrentarte a tales criaturas."

No sabía que más poner, así que añadió algunas líneas más, ideas de cómo tratar o comportarse ante tales criaturas, y añadiendo una descripción física de la sabandija. Cuando terminó, escribió su nombre y le hizo entrega a la profesora de su trabajo.

Ahí estaban, en una clase que no le entusiasmaba demasiado, observando bichos. Ni siquiera podían ver glifos o dragones, no... tenían que ver insectos. Grandes y todo eso, pero insectos.

No obstante, no quería tener ninguna asignatura pendiente y aunque ésta fuera de estudiar, tenía que hacerlo, o no sería un mago. Así que cogió su cuaderno, un bolígrafo y comenzó su escritura.

Los ciempiés tenebrosos son unos insectos, pero no por eso se les debe menospreciar- quería dar la apariencia de erudito, porque en realidad a él no le daban tanto miedo. Al menos sabiendo que estos no tenían veneno- pues son unos seres capacitados para matar a sus presas con un potente veneno para luego alimentarse de ellos. Además, son nocturnos y pueden no ser apreciados por los animalillos o los incautos incautos que pasean de noche. A los cuales atacarán ayudándose de su visión nocturna y su voraz apetito.

Apreciaciones: Por mucho que se esfuercen, no molan tanto como unos buenos hechizos de duelo- al darse cuenta de lo que había escrito, arrancó la hoja y volvió a escribir su descripción anterior con unas nuevas impresiones, obviando la frase anterior- Puede que vistos sin venenos y de tamaño reducido no intimiden, pero es casi seguro que existen muchas variedades, y de haberlos gigantes bien podrían tratarse de una amenaza hasta para el más valeroso de los magos- una vez más no estaba muy convencido de sus palabras pero sabía que el dramatismo sería bien visto-Es, por tanto, un insecto del que uno debe estar pendiente si no quiere ser envenenado. Además, es probable que ataquen en grupo y si uno puede ser peligroso, si lo hacen en grupo y su tamaño es considerable más vale correr antes que tontear con ellos o hacerse el valiente.

Le encantaba aquella asignatura, y la Sirena era una de sus profesoras favoritas. A Kelly le había sorprendido encontrársela el primer día, nunca habría imaginado que la sirena que vio en su primer día de clase fuese a ser su profesora.

Se sentó en una de las barcas y sacó pergamino y tinta y miró a donde les indicaba la profesora.

Los insectos le gustaban, aunque no eran de las criaturas que más la apasionaban, aun asi mostró bastante interés en la clase y comenzó a copiar lo que els dictaba la profesora:

Los ciempiés monstruosos, pertenecientes al grupo de sabandija,  atacan a todo lo que parezca comida, mordiendo con sus mandíbulas e inyectando su veneno. El veneno del ciempiés varía de acuerdo con el tamaño de la criatura y lo inyecta a través de sus mordiscos. Además tiene una característica muy peculiar y es que ve en la oscuridad, por lo que enfrentaros a ellos por la noche puede ser muy peligroso ya que estaríais en seria desventaja. Este ejemplar es inofensivo porque su veneno ha sido extraído pero su nivel de peligrosidad avanza en función de su tamaño.

No sabía mucho sobre la criatura, pero sin duda investigaría más sobre ella en la biblioteca, a pesar de ello escribió su opinión sobre el insecto mágico.

Al ser una criatura venenosa, debemos extremar el cuidado en su manipulación, asi como al frecuentar lugares donde puede pueden haber anidado. Al poder ver en la oscuridad tienen una notable ventaja sobre nosotros, por ello también debemos extremar la precaución cuando haya escasa visibilidad.

Árpád llegó a clase a la carrera y con la boca llena, temiendo llegar tarde. Sin embargo, cuando a lo lejos vio el grupillo de alumnos y que la clase no había empezado aún respiró aliviado y aminoró un poco el paso, jadeante.

Luego, cuando la profesora llegó y explicó lo que tendrían que hacer, observó una de las cajas con indecisión. Siempre se le habían dado muy bien las criaturas mágicas, pero tampoco quería ser el primero que empezase a examinarlas.

De todas maneras, cuando la profesora comenzó a dictar él apuntó sin dilación, poniendo especial esmero en no cambiar ninguna palabra por otra más breve.

"Los ciempiés monstruosos, pertenecientes al grupo de sabandija,  atacan a todo lo que parezca comida, mordiendo con sus mandíbulas e inyectando su veneno. El veneno del ciempiés varía de acuerdo con el tamaño de la criatura y lo inyecta a través de sus mordiscos. Además tiene una característica muy peculiar y es que ve en la oscuridad, por lo que enfrentaros a ellos por la noche puede ser muy peligroso ya que estaríais en seria desventaja. Este ejemplar es inofensivo porque su veneno ha sido extraído pero su nivel de peligrosidad avanza en función de su tamaño".

Luego, cuando la sirena les pidió que continuaran por su cuenta él se quedó mirando durante algunos minutos a sus compañeros, sin saber muy bien qué escribir. Algunos parecían más centrados y motivados, como Ithan, pero él no terminaba de saber por dónde empezar. Por suerte para el trabajo para la semana siguiente podría ir a la biblioteca.

Estas criaturas son, sin duda, una buena elección para que cualquiera criado entre muggles pueda acercarse un poco más a nuestro mundo. - Comenzó. - Una vez extraído el veneno no son muchos los peligros que presenta, y nos ayudará a ser conscientes de la amenaza que supone hasta la Criatura Mágica más simple. Me pregunto cómo será su visión si pueden ver en la oscuridad. ¿Y cómo verán las cosas de día, bajo la luz del sol? 

La profesora invitó a las gemelas a que tocaran las criaturas. ¡Claro que podéis cogerlas! No hay ningún peligro y para eso están. ¡A eso habéis venido, a interactuar con todas las criaturas que os presentamos!. ¿Para qué si no las íbamos a traer?

Después la sirena observó como uno a uno iban dejando los trabajos en sus barcas, y con un gesto de su varita los rodeó con una especia de carpeta anti-agua y los lanzó hacia ella. Luego hizo desaparecer a los ciempiés y se quedó observando que dos chicos de Gryffindor no se habían presentado y apuntó sus nombres en una lista. Luego tomó con su escamosa mano el resto de trabajos que aún quedaban por entregar y, tras despedirse, se marchó de allí.

Tras entregar la redacción, el chico se quedo de pie, mirando a sus compañeros. Al acabar la clase, allí seguía faltando un tercio de los Leones, y aquello por desgracia, comenzaba a ser costumbre. No se iba a resignar a ello, hablaría con ellos a la noche. Después de todo, eran sus compañeros y si pasaba algo, él estaría ahí para ayudarles.

Miró una vez más la caja con las sabandijas, acercandose a ella mientras la profesora daba permiso para poder coger a los ciempiés. Cogió la varita con la mano izquierda, ocultandola entre sus dedos y estiró la mano hacia los ciempiés, dejando que uno comenzara a subir por la extremidad hasta la altura del codo. Pesaba más de lo que el pensaba que pesaría, y de cerca, podían apreciarse detalles que desde donde estaba no había podido ver, como aquellos anillos alrededor de su cuerpo, la forma de las pinzas y antenas, o la composición de los ojos. Frunció el ceño, moviendo el brazo despacio, para ver como reaccionaba la sabandija, y acabando por dibujar una media sonrisa satisfecha. Había sido el primero en echar mano a uno de esos bichos, y no le parecieron precisamente agresivos.

Así que pensó que quizás sin veneno, no debían ser agresivos o quizás eran demasiado pequeños. O simplemente les habían lanzado algun conjuro previamente, pues Pisínoe había demostrado ya ser una profesora precavida. Además, estaba seguro que ella estaría atenta a lo que estaba haciendo. Bajó el brazo, cuando la profesor se lo indicó para dejar al ciempiés gigante en la caja de nuevo, para poco después hacerlos desaparecer.

Y volvió a guardar la varita, con un gesto elegante y disimulado en el antebrazo, donde ahora podía verse algun tipo de brazalete de color oscuro. A pesar del estudio más minucioso y próximo, aquellas criaturas le parecieron asquerosas. El prefería haber estudiado animales más llamativos, como un cangrejo de fuego.

Volvió con sus compañeros, y saludó a los que llegarón más rezagados, en especial a Kelly, Árpád y Maxwell alzando la mano y ampliando la sonrisa - Buenos días - Y se sentó en la barca que estaba con Gabi, comenzando a guardar sus cosas.

- ¿Dónde se habrá metido Arnold y Enya? - Preguntó a Gabi, con el ceño fruncido, mientras guardaba sus cosas en la mochila. - Luego les dejaré una nota, a ver si puedo hablar con ellos... no sé donde se meten últimamente. - Lanzó un suspiro, negando con la cabeza y se puso de pie.

- ¡Bueno! - Dijo, estirandose un poco. - Voy a la biblioteca a ver si encuentro algo para el trabajo de los ciempiés, por si alguien quiere venirse - Ofreció a los presentes, señalando hacia atrás, hacia el castillo.

Bieeen, exclamaron las crías según metían las manos para coger tantos bichos como fueran capaces de agarrar. Empezaron a repartírselos una a otra por el pelo, la espalda y las piernas. Alguno de los ciempiés consiguió incluso colarse por el cuello de la camiseta de Orsolya, que empezó a reírse por las cosquillas. Los miraron por todos lados, incluso buscaron a ver si podían adivinar de qué sexo eran, igual que se haría con un pollito, soplando entre sus patas, pero no, no pudieron averiguarlo.

Al ver que Neil solo metía un dedo para tocarlos, Erzsébet cogió el que se le empezaba a enredar en el pelo y se lo colocó al chico en la cabeza. Eso como venganza por tocarme el pelo en el desayuno, decidió, mientras sonreía al chico con cara de malvada.

Cuando Orsolya finalmente consiguió sacarse el bicho que se la había colado por la camisa, las pequeñas devolvieron todos a la caja y se marcharon a su barca a empezar su redacción. Muchas gracias, Pisí, agradeció Orsolya. Sí, eso, dijo Erzsébet.

................

Terminaron de decorar las "ies" de sus redacciones con corazoncitos y las "aes" con rabos de rata justo en el momento que la profesora daba la clase por concluida. Firmaron y entregaron sus pergaminos.

Cuando Ithan dijo que pasaría el resto de la mañana en la biblioteca buscando cosas para la redacción, las niñas se miraron una a la otra. ¿Para qué buscar información en la biblioteca si se podía ir al Bosque Prohibido a encontrar más ciempiés? Además, conocían el libro perfecto para el trabajo. Cuando tuvieran un momento se lo robarían a Mircea, que lo había sacado el día anterior para su trabajo de CCM.

Gracias, pero es un plan demasiado peligroso, contestó Erzsébet a Ithan, sacándole la lengua. ¿Vosotros qué vais a hacer?, preguntó a los tejones. Ella tenía alguna que otra cosa en mente, pero primero sería educada dejándoles proponer algo.

¿Neil, llegaste a aprender el Reparo?, se interesó Orsolya. ¿Y tú Árpád el Alohomora? Podemos ayudaros ahora si queréis, se ofreció.

No, aún no me he puesto con ello, chicas. ¿Me ayudáis? preguntó él chico.

Acaba de recoger todas sus cosas. Creía que la redacción le había salido bastante bien pero no lo sabría hasta la semana siguiente, por lo menos. Esta clase chocaba con el resto de asignaturas, donde los profesores te daban en el acto las notas. Neil se acercó de nuevo al sitio donde habían estado los bichejos durante la clase y se preguntó a donde los habría mandado la profesora. Se encogió de hombros y se volvió al resto de la clase. Ithan comentó que iría a la biblioteca, no le parecía un mal plan, aunque seguro que había otras maneras de conseguir la información.

Neil se planteó ir a la lechucería y pedirle a su abuelo si le podía mandar alguno de los libros de Criaturas Mágicas que tenía en su casa del pueblo. Pensar en el abuelo le hizo sentir algo triste, aún no había recibido carta de sus padres con lo que les había pedido. Pero quería ponerse triste otra vez así que volvió con las gemelas y repitió la pregunta:
¿Me ayudáis entonces?

- Muy peligroso - Contestó, con una media sonrisa, y devolviéndole el gesto a Orsy, sacándole la lengua. Tras eso, añadió algo más en un susurro antes de retroceder un paso, levantando el dedo pulgar, y dándose la vuelta, al ver que nadie más contestaba a la propuesta de ir a la biblioteca. - Nos vemos después, a la hora de duelo... ¡hasta luego! -

Entonces se lo tomaría con más calma, pasando por la sala común a por un par de cosas, y luego ya bajaría hasta el vestíbulo y de allí, hacia la biblioteca. Hoy iba a ser un día de lo más entretenido, sin duda.

Entonces cargó la mochila al hombro, y se despidió de los todos con un gesto de la mano, marchándose en dirección al castillo de nuevo.

- Si vais a hacer algo entretenido, avisad... que las cosas por "casa león" siempre estan demasiado tranquilas -

A Gabi le extrañó un poco que en esta clase no se repartiesen puntos. -Quizás los empiecen a dar la otra clase, dependiendo de las tareas que hagamos.- Pensó.

Acto seguido empezó a recoger sus cosas para dirigirse al castillo. Ithan había dicho que iba a la biblioteca, pero la niña no deseaba visitarla, por lo que se acercó a él diciéndole:

-Te acompaño hasta el castillo.- Miró un momento a las otras chicas antes de irse, parecían estar decidiendo qué hacer a continuación, así que se dirigió con el rubio hasta la entrada del castillo.

¡Claro! Te enviaremos una lechuza, despidió Erzsébet a Ithan.

Por supuesto, contestó Orsolya a Neil, sacando los brazos por las asas de su mochililla y mientras tanto tratando de despedir con las manos a Ithan y Gabriela.

Erzsébet también dejó su mochililla en el suelo y sacó una piedra de ella. Orsi te ayudará, se la da mejor transformaciones. A ver..., dijo mientras miraba a una de las barcas. Empezó a golpear un lateral con la piedra, tratando de quebrar la madera. Su objetivo era saber si estaban encantadas.

Uhm, siguió golpeando. Bajó a la zona de obra viva, donde la barca se sumerge en el agua. Golpeó con esfuerzo y movió la piedra tratando de rayar la superficie. Arhg, no.... puedo...

Erzy, no importa, podemos usar otra cosa para el reparo. Buscó en su mochila, buscando algo. Sacó un par de palos de madera que tenían la misma longitud y diámetro que sus varitas.

Al menos sabemos que están encantadas, sonrió agotada Erzsébet. Podremos usarlas esta tarde después de duelo, dijo haciendo una mueca y abriendo mucho los ojos en actitud conspirativa.

Orsolya devolvió la sonrisa a su hermana. Ella también esperaba con ganas que llegara la tarde para ir al centro del lago y tirarse al agua.

Toma, dijo O dándole un palo a Neil para que lo rompiera. Ella hizo lo propio con el suyo. Le explicó como hacer el conjuro y decidió enseñárselo con un ejemplo práctico. ¡Reparo!, gritó apuntando con su varita al palo partido por la mitad. Las dos mitades se alinearon, giraron sobre sí buscando la posición correcta y con un sonido parecido a alguien absorbiendo por una pajita, se juntaron. Ahora tú.