Partida Rol por web

No tienes pareja porque no quieres, que eres un rancio, salió de la boca de Erzsébet cuando escuchó a Neil. Estaba comiendo pero había cosas que traspasaban su concentración en la comida y una de ellas era el dramatismo. ¿Ves? indicó a Sara que entró y se marchó con desgana, como si se le hubiera muerto su amigo invisible. ¡Por tu culpa está así! Después siguió comiendo como si nada.

Cuando finalmente vieron a Neil marcharse corriendo tras Sara, apretaron ambas los puños en señal de ánimo hacia el chico.

¡Claro que iremos disfrazadas!, contestó Orsolya a Matthew. ¿Qué te crees? No somos unos carcamales como unos que yo me sé, dijo mirando de reojo a ciertos sujetos de la mesa. Siempre puedes buscar ropa que sepas que no pega y ponértela, y así vas como algo que da mucho miedo, dejó una pausa la niña... ¡un descombinado!, gritaron las dos a la vez.

Sonrieron a Mircea cuando él dijo que no se dejaría mangonear por sus hermanas, asintieron con la cabeza y después miraron a Daphne, a quien guiñaron un ojo.

¡Mir!, gritó Erzsébet. Tienes que enseñarnos ese conjuro, ¡ahora mismo!, dijo el verle levantarse.

O en la Sala Común, intercedió Orsolya, mirando a su hermano con cara de buena persona.

Terminaron de comer y se acercaron a hablar don Daphne antes de marcharse hacia la Sala Común.

Maxwell asintió a las gemelas y empezó a comer.

Comió a través de la conversación, en silencio. Comió, de hecho, através de la llegada y marcha de unos y otros, deteniéndose solamente para devolverles el saludo, si sacudir la cabeza y gruñir con la boca llena, sin dejar de masticar, podía considerarse una detención.

No pensaba comer mucho, ante la expectativa del banquete nocturno. Solo un poco, lo justo para mantenerse despierto y activo durante las siguientes horas. Pero el cuerpo mandaba, y estaba famélico. Y los alimentos regeneraban su cuerpo, e incluso su mente, como si fuera un remedio mágico. Lo mismo es que realmente es un remedio mágico...

Cuando Matthew preguntó si iban a ir disfrazados, maxwell le devolvió una mirada críptica, sin revelar nada. ¿Qué coño importará quién va disfrazado y quién no?

Allí se hubiera quedado, zampando como si fuera la última comida de su vida, si no hubiera tenido que decidir prepararse en algún momento. La hora se acercaba, y todavía necsitaba una ducha.

Despidiéndose, aunque sabía que no era necesario, pues probablemente todos irían al mismo lugar en los siguientes minutos, salió de allí.

La respuesta de Mircea no le sorprendió en absoluto. Alguien tan serio como él no se plantearía nunca llevar un disfraz. Una pena, aunque tampoco lo consideraba de "carcamal", como insinuaban las pequeñajas, a quienes sacó la lengua y miró con cara de falso odio cuando lo mencionaron.

- ¿El Artifficus? ¡Qué útil! Ese no lo conozco yo... -Era una pena haberse perdido esa clase el año anterior. ¿Cómo era posible que Mircea lo supiera? Seguramente lo habría estado practicando él solo hasta sacarlo. Era tan aplicado.

Sara entró y salió pasando desapercibida. Porque había abierto la boca para saludar, si no nadie habría notado su presencia. Menos Neil que, al parecer, estaba más interesado en ella de lo que dejó notar por la mañana. Pero... ¿y este? ¡Si no quería saber nada de ella hacía unas horas! Estaba claro que la candidez de su amiga finalmente había calado en el joven tejón.

- Sí, vamos ya, así nos decidimos. Que no estaría bien llegar tarde –Se levantó de la mesa y siguió a Mircea, no sin antes parar un segundo para escuchar lo que las gemelas tenían que contarle.

En vista de la estampida hacia la sala comun, Oliver se dirigio hacia la salida del Gran Comedor, dispuesto a esperar a Gabi, con quien terminó de apañar la idea del disfraz para el baile. Y, en cuanto terminaron de preparar las cosas, Oliver se apunto con su propia varita, dispuesto a aligerar las cosas en su caso- Artifficus. - dijo, y en seguida su ropa se transformo en un logrado disfraz de momia, a juego con el de Gabi.

Daph, daph, daph, cantaban las niñas mientras bailaban alrededor de la niña como pequeñas endemoniadas.

Tenemos un Kurta Shalwar que hemos cosido O y yo para Mir como regalo, dijo Erzsébet convencida que Daphne conocería lo que era aquella vestimenta.

E, espérate. Daph, ¿sabes lo que es? La niña espero la negativa de Daphne antes de pasar a explicarle de qué se componía aquello: una especie de camisa larga negra de seda, decorada con rombos tejidos y pedrería, con pantalones bombachos dorados; dorado y negro, los colores huffies.

Bueno, ¡esperemos que te guste!, dijo esperanzada Erzsébet a la vez que Orsolya asentía a las palabras de su hermana.

Se marcharon corriendo.

-Disfrazado de descombinado... pues vaya, sabía que las gemelas no me defraudarían- pensó Matt, que hubiera sonreído de no estar tan nervioso- supongo que me tocará ir de momia, vampiro, hombre lobo o algo de eso.

No tenía demasiada imaginación, y tampoco conocía demasiadas criaturas de terror, ni del mundo muggle ni del mágico, así que se conformaría con algo simple.

-No creo que me sea muy útil- dijo a la petición de las gemelas de enseñarles el conjuro- pero nunca digo no a un conjuro gratis.

Dicho aquello salió de allí.

Aún era demasiado temprano, el sol estaba despuntando el alba, por lo que sus primeros rayos se colaban entre las hermosas vidrieras del Gran Comedor. En la mesa de los profesores tan solo estaba el director Theodore Lupin y la subdirectora y jefa de la casa Ravenclawn, Luna Lovegood. Ambos estaban allí de pie, con los rayos iluminándolos de forma casi angelical. La extraña pareja contemplaba como los pocos alumnos que quedaban iban entrando en el Gran Comedor para tomar la primera comida del día.

Aquella sala estaba vacía ya de cualquier rastro mágico, de sangre, o de muerte. Se diría que parecía una nueva sala y un nuevo lugar. Sin duda el trabajo de los elfos domésticos era impecable, y su labor sublime.

Cuando el director decidió que no llegaría nadie más al comedor, rompió el silencio sepulcral para dar un lastimero y breve discurso.

No quiero amargaros más este día de lo que ya debe estar siendo para vosotros. Hoy no hemos pegado ojo buscando al culpable de lo que sucedió anoche. Y me temo que no ha habido suerte. La profesora Green se encuentra inconsciente en la enfermería, incapaz de desvelar este misterior. Por nuestra parte confiamos plenamente en Bastet, pues nos ha ayudado en la búsqueda de quien haya hecho semejante atrocidad. Creemos que solo ha sido una confusión, y tanto nosotros como el Ministerio de Magia, confía en la profesora de Transformaciones y esperamos que ustedes lo sigan haciendo igual.

Dijo haciendo una pausa con la esperanza de que aquellas palabras calasen hondo en el corazón de los alumnos.

Ahora pasemos a otra cuestión, los elfos doméstico se han encargado de atender a vuestras mascotas y tratarlas como se merecían. Después de desayunar, podréis dirigiros a los jardines más allá del lago. Será allí donde nos reuniremos para que deis el último a dios a vuestros seres más queridos. Vuestras mascotas se hayan allí en una pequeña barquita hecha a medida. Cuando hayamos dicho algunas palabras, dejaremos que las barcas se las lleve la corriente del lago, y será un buen momento para llorar su pérdida.

Después de comer se reanudarán las clases, lo siento muchísimo, pero ya perdimos suficientes clases con el baile y no podéis seguir perdiendo más, o si no, el Ministerio nos cerrará la escuela.

Cuando acabó el discurso, no lo concluyó con las absurdas palabras que decía siempre Lupin. Simplemente se quedó observando como los alumnos terminaban su desayuno.

Llegué la primera al comedor, y tras escuchar hablar al director, me serví algo de comida. Hoy me rugía demasiado el estómago, así que tocaría meterle algo fuerte para acallarlo. Unas cuantas tiras de bacon y un huevo sería lo apropiado.

- Qué apropiado que esté inconsciente la gnoma... -Musité para mi misma mientras masticaba un trozo de bacon.

El hecho de que el culpable siguiese libre (o "inconsciente" en la enfermería) me ponía los pelos de punta y me enfadaba a partes iguales. ¿Cómo podía ser alguien tan mal nacido?

Cuando las gemelas entraron al comedor, las mesas ya habían recibido a sus primeros comensales. El lugar estaba limpio, como si la noche anterior no hubiera sido real ni se hubiera celebrado la victoria del mejor disfraz adjudicado a Erzsébet con toda la sangre que se vertió.

Se fijaron en Morgana que se había sentado sola. Antes hubieran pasado de ella, pero si era verdad que a partir de ahora se iba a quedar en su dormitorio, qué menos que comer con ella y evitar que engordara quitándole toda la comida que pudieran de las fuentes de alrededor. Hola, la saludaron, buenos días, como si no hubieran estado hablando con ella hace escasamente diez minutos.

Se sentaron enfrente y se sirvieron de todo: tortitas, gofres, crepés rellenos de chocolate con plátano, alubias rojas con tomate, huevos fritos, magdalenas de arándanos y pasas, pasteles de meregue y bollos de crema de cacahuete y pistacho. Algunas cosas las regaban con caramelo, otras con fresa y otras con sirope. La nata no faltaba ni tampoco los tazones de chocolate caliente, el zumo de manzana ni su nueva incorporación a la dieta, la leche manchada: el café era tan asqueroso que echaban unas gotitas y llenaban el tazón de leche, cucharadas de azúcar, jengibre hasta que el sabor del café desaparecía.

Tras las palabras del director, que por primera vez, y que sin que sirviera de precedente, escucharon, decidieron que sí irían al funeral de las mascotas. Oye, ¿Mir sabe que Ferenc se salvó?, preguntó Orsolya a Erzsébet. Eh..., se quedó pensando la niña, pues no, no lo sabe. Ambas pusieron cara de culpables. Su hermano habría pasado mala noche pensando en la lechuza que ellas habían conseguido salvar antes de que ocurriese todo. Además Erzsébet se puso de morros, porque también así recordó que no tenía varita, ¿cuanto tardaría el inútil de Ollivanders en arreglarla?

Daphne entró en el comedor, donde no quedaba resto alguno de la fiesta. Nada en ese lugar podría decir los horribles acontecimientos que habían tenido lugar la noche anterior-. Hola de nuevo –Saludó de nuevo a las chicas que ya estaban desayunando. Se colocó frente a las gemelas, al lado de Morgana. Había llegado a la mesa justo a tiempo para el anuncio de Lupin. Escuchó mientras se servía la comida. Tenía el estómago bastante cerrado, así que no pudo coger más que un zumo y unas tostadas.

No sabía qué iba a hacer. ¿Asistiría al funeral? Por un lado, su lechuza no estaba entre las que habían recogido, ya que se encontraba en las profundidades del sombrero de Mircea. Pero, por otro, era de buena educación acudir y debía mostrar respeto por la pérdida ajena. O podría hacer ambas cosas. Acudir a la ceremonia y, después, despedir a Nimu junto a su mejor amigo en un acto más íntimo. Sí, esa sería la mejor opción.

Escuchó la pregunta que Orsolya le hacía a su hermana y decidió responder-. Chicas, yo se lo dije anoche. Lo vi un poco... –Trastornado, estuvo a punto de decir- ...afectado, y pensé que era por su lechuza. Así que le avisé de que habíais usado a Ferenc para enviar una carta. Estuvo como en trance un rato, pero espero que me escuchara.

Bebía sin ganas y comía como si tragara cemento.

- Eeeh, hola. -Saludé algo confusa a las gemelas. ¿Por qué hacían como si no hubiesemos hablado hace poco? ¿Se habían enfadado conmigo? Orsolya no parecía muy de acuerdo con mi opinión sobre los elfos. Pero era la verdad. Son muy simpáticos y serviciales, sí, pero son feos, y con ganas además.

Le sonreí a Daphne cuando esta tomó asiento a mi lado y continué desayunando. Escuché su conversación, pero no intervine. Aunque conocía a Mircea de vista porque era de mi mismo curso, no era quién para meterme (al menos directamente) en aquella conversación.
 

Neil entró siguiéndole los pasos a Daphne. Cuando empezaba a sentarse el Director Lupin empezó su discurso, algo raro en una mañana pero previsible después de lo que había ocurrido. A pesar de que Neil había sido uno de los primeros en levantarse aquel día, cuando llegó al Gran Comedor las gemelas ya estaban deborando todo lo que entraba en el radio de sus brazos.

Hola chicas, dijo al grupito de cuatro Hufflies con las que se sentó.

Neil tomó asiento con rapidez después de las palabras de Lupin, aunque con un hambre voraz tenía el cuerpo dolorido y casi le daba pereza mover los brazos. Miró a la gemela que tenía a su derecha ¿Es Erzsébet o es Orsolya? pensó para sí, aquella mañana le costaba distinguirlas.

Entonces, al girar la cabeza para coger algo de la comida que estaba reapareciendo en los platos tras el paso de las gemelas, si fijó en la chica que tenía delante. Las chicas y Daphne la había saludado, pero él se quedó mirándola con los ojos entrecerrados, esforzando su memoria. ¿como se llama esta chica?... de hecho, ¿La conozco? le molestaba pensar que después de tanto tiempo aún se le escapara el conocer a alguien de su misma casa.

No sabía si era que tenía la mente nublada después de lo acontecido o que no la había visto antes, pero le parecía descortés preguntarle, así que simplemente la saludó con la cabeza e intentó sonreirla con la mayor amabilidad posible.

Se echó en el plato bastante maś comida de lo habitual. Aunque le parecía que el manjar de aquella mañana era bastante más abundante que el de otros días, Tal vez para darnos un leve consuelo pensó; ese mismo hecho le resultaba frívolo, exactamente por la misma razón de su sentido.

Decidió empezar a comer y meditó sobre si ir al funeral o no. Tras pensarlo unos momentos, decidió no ir, puede que a algunos les pareciera mal que no fuese "claro como su gato está vivo" pero otros seguro que lo verían como una ofensa, o así lo entendía el joven tejón. A pesar de lo multitudinario del evento, sería un momento íntimo y aunque él compartía el dolor de sus compañeros no quería invadirlos. Aprovecharía la mañana de clase para llevar a cabo un plan que tenía en mente.

Pobre señorita Green, dijo palpando con su pié la mochila para asegurarse de algo ¿creéis que se pondrá bien? preguntó para hablar de algo, si nadie sacaba el tema del funeral no sería él quién lo hiciese.

Tras dos meses, las gemelas empezaban a ser capaces de comer a la vez que escuchaban. Habían aprendido que uno de los momentos más importantes para enterarse de cosas era en el comedor y cuando al principio dedicaban todos sus sentidos a la comida, se perdían todo tipo de cosas jugosas, secretos, por supuesto.

¿Ah sí?, preguntó Orsolya a Daphne, justo antes de llenarse la boca con media magdalena. ¿En trance?, se quedó sorprendida la niña, que acababa de dejar de masticar. Y... ¿no hizo ni dijo nada... hiriente? Aquello sonó más bien a un ¿ance? e, ¿o io nio naiente? Terminó de masticar y tragar, esperando respuesta de la niña de segundo que era más bajita que ellas.

Erzsébet había terminado de beberse un tazón de chocolate, dejándole un bigote marrón. ¿Como es que no hemos escuchado rumores de ti?, preguntó a Morgana. Eres de segundo, deberías tener un montonazo de secretos, dijo en alto y después para sí: y nosotras conocerlos... ¿Donde te has estado escondiendo?

Hola, saludaron ambas a Neil cuando se sentó.

¿Pobre?, preguntó Erzsébet. No quiso ir al baile con Booky y nos echó de malas formas de su despacho siempre que íbamos para ayudarla a hacer cosas que por su altura no podía hacer, o para hacerla más feliz buscándole una pareja de su talla.

No quiero hablar mal de ella, se metió Orsolya, pero parece mucho más culpable que Bastet. Es muy fácil hacer algo malo, echarle la culpa a otro y desmayarte.

Erzsébet miró a Morgana y a Daphne, sí, es verdad, fingir un desmayo es muy fácil. Necesita un poco de práctica y ya está, te libras de cualquier castigo, sonrió con un bigote que tras comerse el merengue había pasado de marrón a blanco.

La pequeña tejona miró con los ojos entornados a Orsolya cuando le formuló la pregunta. Unos segundos después, tras un ejercicio de descodificación súper avanzado, comprendió lo que le estaba diciendo-. ¿Hiriente, dices? No, qué va. El pobre tenía una cara... Nos asustó mucho a Perry y a mí. Pero en seguida se repuso y me ayudó con... Nimu –Suspiró al pronunciar el nombre de su fallecida lechuza.

Jugueteaba con la última tostada, incapaz de comerla, mientras las gemelas le hacían a Morgana el tercer grado. Al final acabó forzándose a sí misma a hacerlo. No iba a pasar toda la mañana sin probar bocado. Desfallecería a mitad del funeral si no tenía energía-. Buenos días, Neil –saludó tras tragar el último trozo. El chico miraba a Morgana con curiosidad. Lógico, la chica no solía juntarse con ellos. Daphne la recordaba con sus amigos unos cuantos asientos más al fondo. Por alguna razón, había una parte de Hufflepuff con la que nunca habían tratado. Y deberían ponerle solución a eso, no serían una casa unida si no se conocían entre ellos.

- ¿Green? –le volvió a venir a la mente la acusación que hizo la gnoma sobre Bastet y su posterior desmayo. Daphne había preferido no dar nada por sentado y no señalar a nadie, porque culparse no conducía a nada. Pero le costaba quitarse de la cabeza a la jefa de la casa Slytherin. Era tan malvada y cruel-. Sí, pobre...

No lo decía convencida, pero no quería hablar mal de ella delante de todos. Y menos sin pruebas-. Se pondrá bien. La enfermería siempre ha funcionado perfectamente. Y si no la han llevado a San Mungo, es que no es muy grave –Su abuela siempre le decía que al hospital de los magos ingresaban a gente con afecciones raras e imposibles de curar para una varita poco experimentada. Así que si Green seguía en el colegio, tan mal no debía de estar. De hecho, en su interior apoyaba las palabras de Orsolya. Las de Erzsébet no tanto, por supuesto.

- ¿No me digas? –le dijo a la niña bigotuda-. ¿Cuántas veces has hecho tú eso? Como se entere tu hermano de que usas esas tretas para librarte de castigos...

Al subir las escaleras Mircea aún no sabía qué hacer, si entrar al comedor, marcharse al lago o buscarse algún sitio que estuviera más solitario. Fue al quedarse quieto en el vestíbulo cuando escuchó el tintinear de Lupin para llamar la atención a los comensales. Se acercó a la puerta para escuchar lo que tuviera que decir, sin llegar a entrar.

Su lechuza estaría entre las manos de aquellos elfos, que estarían preparando todo para que los alumnos pudieran despedir a sus compañeros animales. Un velatorio de agua tenía sentido si fuera en un rio o en un mar, ¿pero en un lago? En un lago donde las criaturas que lo habitaban se darían un banquete cuando las barcas se alejasen... Mircea torció el gesto y se decidió a entrar cuando el director se hubo sentado y el sonido de cubiertos y charla volvió al lugar. Según se acercaba se quitó el sombrero.

Saludó a Neil, sus hermanas y la niña que les acompañaba, que reconocía de vista pero que nunca se había sentado con ellos, con una ligera inclinación de cabeza. Que aproveche, les deseó. Daphne, ¿cuando acabes te importa acompañarme? Te espero en el vestíbulo. Volvió a despedirse con una idéntica inclinación y se marchó.

- Soy Morgana. -Le sonreí al chico que no dejaba de observarme. La verdad es que no le dí importancia, era lo normal, nunca me había sentado junto a este grupillo. 

- Supongo que no soy lo suficiente interesante. -Eso, y que si eres cotilla, sabes cómo guardar tus asuntos de los que son como tú.- Hay miles como yo.

Cogí un trozo de pan y lo unté en la yema del huevo para después llevarmelo a la boca., auqnue casi me atraganto al escuchar a aquel niño compadecerse de la gnoma.

- No sé si es culpable, pero entre ella y Bastet tiene todas las de perder. Tiene cara de hacer todo lo que sea posible por salirse con la suya. -Puse una mueca de disgusto que tardó en quitárseme un buen rato incluso después de haber acabado de hablar de la profesora Green. Pocas cosas había más desagradables que esa gnoma.

Al aparecer Mircea por allí, Morgana levantó la mano a modo de saludo y lo siguió con la mirada todo el tiempo que estuvo por allí, no le conocía apenas, pero su cara no mostraba un estado de ánimo normal para nadie. Tenía que ser duro por lo que estaban pasando la mayoría de los alumnos.

El niño llegó al comedor a paso ligero, el mismo con el que había huido del inquietante silencio de la sala común, y que ya no había abandonado durante su recorrido del pasillo que conducía allí.

Se desplomó sobre el asiento como el saco de cemento que un obrero ha cargado sobre el hombro hasta lo más alto de un andamio.

—Hrrrrmmmm —saludó, gruñendo de forma levemente más ronca e inarticulada a lo que era habitual en él.

Agarró algo de la mesa y se lo llevó la boca. No miró de qué se trataba. Qué importaba cuando todo lo que había en las bandejas agradaba a su paladar. Masticó en silencio, mirando de hito a sus compañeros de mesa. Había algo que no encajaba esa mañana. Estaba Neil ahí sentado, con cara de estreñimiento o concentración, y las gemelas, una verde y otra azul, comiendo con la cara casi tanto como con la boca. Y la chica callada que ya no era tan callada, Daphne.  Y otra chica a quien había visto antes, aunque nunca por allí. Su nombre no lo sabía, pero eso no era tan raro; una vez se había olvidado del suyo, a fuerza de no usarlo. Los rostros, sin embargo, no los olvidaba fácilmente.

—¿Y tú quién… eres? —masculló entre bocados, aspirando un cojones que, había comprobado, no parecía sentar bien a los niños magos. Probablemente les obligaban a hacer gárgaras con agua hirviendo cada vez que decían una palabra normal, porque otra explicación no había.

Claro, contestó Erzsébet a Daphne. Toda mujer que se precie de serlo debe saber desmayarse cuando el momento lo requiera, puntualizó la niña. A O se le da algo peor, pero para eso soy yo la que desvía la atención de los adultos mientras ella limpia cualquier estropicio que hayamos podido causar, soltó quizás hablando de más, pero como si aquello fuera algo que hubiera que saber. A él pocas veces le engaño, así que lo hacemos cuando no está, sonrió cuando la tejona más bajita de la casa habló de su hermano.

Orsolya rio ante la declaración de Morgana. Ya, claro, estaba claro que no se lo creía. Claro que había niños que no eran nada interesantes, pero normalmente ninguno estaba en la casa H-tejón. Se repartían a los alumnos de poca sustancia entre las otras tres casas, con la mayoría cayendo normalmente en Ravenclaw. Uy, no, dijo Erzsébet. Miles como tú no. Todos tenemos un gemelo maligno, hizo un movimiento de cejas indicando a su hermana. ¡Como tú! Pero seguro que eres más interesante, así que esta noche nos contarás tus secretos más íntimos, dijo en alto. Dio un codazo a Orsolya y murmuró, lo quiera o no. Guiñó un ojo a Morgana sabiendo que la habría oído.

¡Max!, saludaron ambas. Es Morghie, de la familia de las hadas, contestó Orsolya.

Al llegar Mircea estaban atacando el pastel de calabaza que acababa de aparecer y que algunos alumnos mayores trataban de apropiarse. Les dio el tiempo justo que gruñirle un saludo, creyendo que se sentaría a la mesa. Cuando solo consiguieron apropiarse de la mitad del pastel antes de que uno de los abusones de quinto se lo llevara con un conjuro ya se dieron cuenta que su hermano no estaba por ahí. Así pues siguieron comiendo.

Al echar un vistazo a Matt le parecía que casi parecía un día normal. Las conversaciones trataban de temas tristes en su mayor parte pero ver a la mayoría allí reunidos, comiendo, parecía que todo volvía a la normalidad. Y desde luego, el apetito de las pequeñas ardillas de primero, también conocidas como las gemelas, no había muerto con el resto de mascotas.

Matt se sirvió un desayuno no demasiado abultado, pero tampoco frugal. Él no tenía demasiado cariño por los animales. Obviamente, comprendía que muchos se sintieran mal, pero sus preocupaciones se centraban más en saber quien estaba detrás que en la muerte de las lechuzas y otros animales. Y si quería averiguar la verdad o luchar tendría que estar bien alimentado.

-Supongo que no sabemos más al respecto de lo que sabíamos ayer, ¿no? Pues vaya, espero que los profesores nos digan algo.

Pero en Howarts los secretos abundaban y los profesores eran más de callar y conspirar que de contarles las cosas a sus alumnos... por mucho que las noticias tranquilizaran a los alumnos, o al menos les hicieran no sentirse excluídos. Y es que Matt no estaría tranquilo hasta saber algo más.