Partida Rol por web

El tren es una locomotora de color escarlata. No hay servicio de restaurante, pero si hay una bruja que lleva un carro donde los estudiantes pueden comprar varios tipos de golosinas y zumo de calabaza. Hay uno o dos vagones al principio del tren para los prefectos de Hogwarts. No suele haber tampoco adultos a bordo del Expreso Hogwarts, excepto la bruja que lleva el carro y el conductor.

Entra en el primer vagón que ve vacío, ya que busca algo de tranquilidad. Por supuesto, no espera viajar sola, no después de haber visto como de concurrido está el resto del tren. Pero espera poder aprovechar este breve silencio para conciliar el sueño durante un rato.

Deposita en su sitio el equipaje —teniendo especial cuidado con la jaula de su mascota— y toma asiento junto a la ventana. Ve a sus padres, buscando su cara entre las de los estudiantes que despiden a sus familias desde el tren. Por fin, su padre la localiza y le da un toque a su esposa en el brazo, señalando hacia el vagón donde se encuentra Gwendoline. En cuanto la mujer la ve, agita la mano con brío, en señal de despedida. Sonríe ampliamente, aunque también parece algo triste. 

La muchacha responde a sus gestos, despidiéndose, tratando con todas sus fuerzas de sonreír de manera tan despreocupada como el resto. Ve a Ewan sacándole la lengua con burla y está a punto de pagarle con la misma moneda cuando el gentío se traga a su familia y les pierde de vista. Espera unos segundos más, pero como no logra localizarles entre la multitud, se recuesta un poco en el asiento, apoyando la mejilla en el cristal.

Seguramente su madre no habrá quedado contenta con la despedida. Se imagina que, de camino a Hogwarts, se asoma a la ventanilla y se la encuentra corriendo detrás del tren, ya que ha olvidado recordarle por decimoquinta vez que escriba al menos dos veces por semana. La escena le parece tan absurda que no puede evitar soltar una risita. 

Entonces se va quedando dormida...

Después de llegar con demasiada prisa, Morpho entra en el primer vagón ya que quedaban menos de cinco minutos para que el tren partiera hacia el colegio.

Había mucho bullicio, así que abrí un compartimento y pasé dentro. Pensaba que iba a estar lleno, pero no fue así. Una chica rubia se encontraba allí, sentada y algo dormida, o eso parecía. 

No quise hacer ningún ruido, así que antes de entrar definitivamente fui donde había dejado el baúl y deposité allí a mi mascota también, pues al ser un gato, no quería que estuviese maullando y despertase a la chica. 

Volví hacia ese compartimento y seguí sin haber más gente. Pasé...

Me senté en el asiento de enfrente, pero no junto a la ventana, porque al fin y al cabo nadie se iba a despedir de mí...

Saqué un tupper de fruta que me había preparado mi padre, muy a su pesar, y me puse a comer, pues con los nervios de esta mañana no había desayunado en casa.

Abriendo con cuidado la puerta del vagón, asomo la cabeza preguntando - Hola, ¿queda algún sitio libre? -, mientras veo que éste, va casi vacío, apenas una niña medio dormida y otro niño comiendo en silencio de una tartera.
Sin esperar a que responda, entro cerrando tras de mí y me siento, junto a la ventana, esquivándole mientras le susurro un perdón con una media sonrisa, y me siento mirando por la ventana, esperando poder ver de nuevo a mis padres y a la abuela.

Tras unos minutos, en que me ha parecido ver un destello del pelo cobrizo de mamá, pero sin conseguir verles bien, suspiro y miro al niño, sonriendo y extendiendo una mano - Soy Alexandra, encantada... - digo, esperando unos segundos a que se presente.

Cuando otra chica entraba por la puerta, me quedé mirándola durante un breve segundo, pues tenía la boca casi llena de fruta, concretamente piña.

Cuando se presentó, no dudé en darle la mano y presentarme, aunque en voz baja para tratar de no despertar a la otra chica.

Mi nombre es Morpho. Parece que estamos a punto de salir, ¿no?, solo quedan 1 o 2 minutos...

Si quieres... - le dije ofreciéndole de mi tupper.

- ¿Morpho? qué nombre más curioso... es bonito - dije sonriendo, antes de asentir y continuar - sí, parece que finalmente vamos a salir... qué ganas, casi no me puedo creer que ya esté aquí... ¿sabes si tenemos que ponernos ya las túnicas o no hace falta?- pregunté atropelladamente aunque en voz baja.
Tras su ofrecimiento, sonreí y asentí - Gracias, yo también llevo algo de comer, tengo un par de sandwiches y algo de tarta de manzana, ¿quieres? - dije sacando ambas tarteras de mi mochila y cogiendo un trozo de fruta de la suya.

-Demonios, no hay hueco, vamos a mirar en esta cabina a ver... -Digo, justo antes de abrir la puerta.

Abrí un poco la puerta del compartimento, para ver que estaba lleno... no, que faltaba un sitio. "Ésta es la mía para vengarme de mi hermano" pienso, con una sonrisa maliciosa. Abrí la puerta, metí mi equipaje en su lugar, y justo antes de que pasara mi hermano, le bloqueé el paso. Al ver que no le cedía el paso, me contestó, algo nervioso:

-Eh, Joe, déjame pasar, anda...
-Ni de coña. No hay hueco
-Bah, venga, no seas así. Apretujados cabemos los cinco
-Que no, hermanito. Vete al compartimento de al lado
-Venga, anda... pero, ¡Eh! ¡No me cierres! ¡Joey, déjame pas…” –Su voz se amortiguó cuando, al fin, cerré la puerta de la cabina.

Saludé con una gran y amplia sonrisa y una leve inclinación de la cabeza, y automáticamente me senté en el hueco libre que quedaba, cerca de la puerta. Me acerqué también a la jaula de Spike, y lo saqué de su jaula. De forma exagerada, se lo enseño a la chica rubia sentada al lado de la ventana, y dije con voz de pito:

-Hola guapa, mi nombre es Spike, y el chico super guapo que está ahí detrás es Joey, ¿tú cómo te llamas? -Y al girar un poco la cabeza, me encuentro con la chica que estaba medio dormida... que me sonaba de algo... -¡Eh! ¡Tú eras la de la cara larga! Así que al final me fuiste a buscar, ¿eh? Pero... ¿cómo has podido saber dónde iba a estar? das miedo, tía

Vale, gracias, cogeré un poco de esa tarta que tiene buena pinta y, por cierto, no tengo ni idea de lo de las túnicas.  Espero que ella sí sepa algo... - dije mirando a la chica que teníamos enfrente.

Cuando estaba terminando de tragar el trozo de tarta ví que entraba un chico...¿Por qué siempre que viene alguien tengo que tener la boca llena? - me pregunté.

Estaba armando mucho alboroto y seguro que la despertaría.

Gwendoline abre los ojos de pronto, sobresaltada. Por suerte se acuerda de dónde está. Le parece que no ha dormido durante mucho tiempo, pero está desorientada, y con tanto bullicio quién sabe, a lo mejor incluso ya están llegando a su destino. Cuál es su sorpresa al entrever por la ventanilla que aún siguen en la estación. 

Y cuando se gira para ver qué es lo que le ha despertado tan bruscamente, se encuentra con algo peludo justo al lado y pega un brinco en su asiento, acompañado de un chillido. 

Enseguida se da cuenta de que tan sólo es un animalillo inocente. Y encima el vagón ya está lleno, por lo que todos habrán sido testigos de la escenita. 

El chico que está a su lado le suena muchísimo. Está segura de haberle visto antes. Y le parece que el jaleo que la despertó provenía justo de donde se encuentra.

 —Ehm... lo siento —se disculpa con las mejillas encendidas— estaba medio adormilada y no os oí entrar. Soy Gwendoline, y normalmente no suelo reaccionar de esta manera, os lo aseguro —sonríe a los demás, esperando que no la tomen por una loca o algo parecido— ¿Cómo os llamáis?

Cortando alegre un trozo de tarta en la tartera, se la ofrecí al que esperaba fuera mi nuevo amigo, antes de coger un trozo yo misma, y asentir mientras señalaba a la otra niña. Esperaba que ella sí lo supiera porque no quería empezar el colegio haciendo el ridículo...

Cuando me había sentado mejor en el asiento, entró otro niño, que tras hacer el payaso, acabó despertando a la otra niña, y con una sonrisa, tras limpiarse la mano, la extendió - Soy Alexandra, encantada... -.

-¿Gwendoline? ¿En serio? ¿Tus padres te odian o algo así? Entre que es largo y feo... pero ¡oye! Wendy te queda bien, pega con tus bonitos ojos... -Levanté una ceja, y puse mi mejor sonrisa, la más seductora.

También oí a la chica que estaba en frente de Wendy, y su nombre, Alexandra. Extendió la mano, tanto para saludar a mi nueva "amiga" como para saludarnos a nosotros, los chicos que ahí estábamos. Así que le estreché la mano, y continuando con mi "modo casanova liga-mucho", le dije:

-¿Cómo va eso, Lexy? Estoy encantadísimo de conocerte.

Una vez hechas las presentaciones entre las chicas y yo, me giré al muchacho que estaba allí, que parecía, como todos, un potencial amigo. Le extendí la mano, mientras Spike revoloteaba en mi hombro, y, con una sonrisa amistosa, le dije:

-A ti también estoy encantado de conocerte. Mi nombre es Joey, y el de mi hombro es Spike. ¿Os apetecen algunas ranas de chocolate? Muero de ganas por empezar la colección, y hoy tiene pinta de ser un buen día.

Esperé a que la señora pase para darle tres monedas de oro, y conseguir una bolsita de ranas, que luego repartí entre mis compañeros de cabina.

Mientras le da la mano a Alexandra se queda petrificada observando al muchacho del asiento contiguo. Jamás se había topado con alguien que pudiese soltar tantas palabras por minuto. Y mucho menos que se tomase tantas confianzas con ella, sin ni siquiera conocerla.

— La gente suele llamarme Gwendoline o Gwen —aclara, esperando que el chaval capte la indirecta.

Desde luego no le agrada en absoluto que la primera frase que le ha dirigido sea para burlarse de su nombre, pero intentará tener algo de paciencia. Probablemente habla tanto que ni siquiera se da cuenta de lo que dice. A lo mejor incluso es una simple broma para romper el hielo, sin ápice de maldad. Sí, eso debe ser. 

Quiere empezar con buen pie, por lo que acepta la rana que le ofrece el chico con una leve sonrisa.

Entonces se da cuenta. 

—¡Eh! ¡Tú eres el que me gritaste antes de subir al tren algo de un hurón! Supongo que te referirás a tu amigo, el que casi me mata del susto... —señala con un gesto de la cabeza al animal que tiene sobre el hombro.

Fruncí el ceño al oírle decirle ése comentario, tan desgradable, a la niña frente a mí y presta, dije - Pues a mí Gwendoline me gusta, es un nombre muy bonito, además, suena muy galés. ¿Eres de Gales? yo soy de Cardiff. ¿Vosotros sois todos de Londres? -.

- Gracias, te cogeré una rana si no te importa, aunque ¿colección? ¿a qué colección te refieres? ¿regalan algo? - dije mirando curiosa la rana de chocolate que había cogido de la bolsita.
- Entonces, yo también compraré una. - y sacando el dinero que creía había pagado el otro niño del monedero que me dio papá, me acerqué a la señora del carrito: - Disculpe, ¿podría darme a mí también una bolsita de ésas? oh, y ésto... tiene buena pinta, zumo de... ¿calabaza? vaya, nunca lo había probado. Deme cuatro, por favor... -, y con mis compras, volví a mi asiento, más feliz que unas castañuelas tras ofrecerles un zumo a cada uno de los niños del vagón, esperaba que mis futuros amigos.

No estaba acostumbrado a que alguien pudiera hablar tanto en tan poco tiempo, pues en mi casa mi padre no abría mucho la boca, la verdad. Así que después de escuchar la retaila que soltó aquel chico, me quedé mirándole y pensé:

No creo que sean formas para hablarle a ella...

De todas formas, agradecí a Joey su ofrecimiento de la rana de chocolate, pero no me gustaba mucho todo lo relacionado con los dulces.

Muchas gracias, pero no soy muy de tomar dulces, chocolates y todo eso.

Yo soy Australiano, de Townsville. He tenido que hacer un largo viaje hasta llegar a Londres, pero espero que merezca la pena - esto último terminé diciéndolo con una leve sonrisa misteriosa.

Umm, está bueno este zumo, nunca lo había probado. Gracias Alexandra.

Sonriendo, miré a Morpho antes de asentir y decir - De nada, Morpho, pero puedes llamarme Alex, todo el mundo me llama Alex... - y girándome hacia Joey, le miré ladeando la cabeza - Lexie... hm, bueno, no suena mal... supongo. -.

—Soy del sur de Inglaterra, de Wight. No sé si habréis ido alguna vez, pero la visita merece la pena. Es una isla preciosa —responde educadamente, aceptando el zumo de calabaza— Muchas gracias. Voy a comprar algunos dulces para compartir yo también, es lo justo.

Antes de que la bruja del carrito se marche se apresura a comprar una bolsa de meigas fritas y otra de ranas de chocolate. No tiene demasiada hambre, pero quiere agradecer el gesto de sus compañeros al invitarla. 

—Podéis coger lo que queráis. 

-¿He oido bien? ¡Australia! ¡Vaya! Eso ha tenido que ser un viaje muuuuuuuuuy largo -Dije con algo de asombro. No se suelen ver compañeros desde tan lejos -Morpho, ¿Verdad? Encantado de conocer a alguien que viene desde la tierra de los canguros y los didgeridoos... ¿Cómo has venido hasta aquí? ¿En plan Muggle?

La verdad es que era un muchacho que me provocaba bastante curiosidad, así que intenté darle conversación para que me contara cosas desde un lugar tan lejano.

Alexandra fue muy amable al comprar zumo de calabaza para todos, así que puse mi mejor sonrisa y acepté de buena gana.

-Gracias Lex. Amable y bonita, como nuestra nueva compañera Wendy -Dije, mientras reía ligeramente. Spike me hacía algo de cosquillas intentando meterse por debajo de la camiseta -Sal de ahí, Spike, ¡me estás haciendo cosquillas! Te tengo -Triunfante, agarré a Spike y lo puse en mi regazo, boca arriba, mientras sacaba una galletita para él -Este peludo de aquí es Spike, el hurón que el idiota desgraciado de mi hermano dejó escapar...

Bart parecía que lo había oido desde la cabina de al lado, porque los golpes que daba a través de la pared eran anormales. también se oía una voz amortiguada, pero no sabía distinguir lo que decía.

-Oh, y probablemente ese sea Bart, mi hermano. Nosotros venimos de Brighton, un pueblo costero al sur de aquí. Es precioso, y además estamos nosotros -Empiezo a reirme, mientras cogía con mucho gusto un poco de las meigas que compró Gwendoline.

Nunca he estado en Inglaterra, así que no conozco nada de este país - le dije a Gwendoline. 

Miré a Joey y le respondí:

Sí, es una ciudad de pocos habitantes, al menos respecto a los que hay aquí...Tiene una reserva de coral inmensa muy cerca, y un parque nacional enorme justo enfrente de la costa. Para mí, que me encanta la naturaleza, es una pasada.

Saqué otra de mis tarteras, en ella había ceviche de pulpo. Ofrecí a todos y continué hablando con él...

A mi padre no le gustan los muggles, así que me agarró del brazo y llegamos a esta ciudad.

¿Vuestros padres son magos o muggles? - dije a todos.

Con asombro, escuchaba el relato de Morpho de cómo había llegado aquí, ¡así! ¡en un periquete!
- Vaya, qué chulo... nosotros vinimos en tren hasta Londres ayer... mi padre es muggle, pero mamá y la abuela Eliza son squibs... aunque la verdad es que no conocía la magia hasta hace poco... cuando la abuela pensó que vendría a Hogwarts sin duda, fue cuando nos habló de ella... - dije, hablando con comodidad, hasta que me callé de repente y les miré para preguntarles - Vosotros... ¿ya habíais estudiado magia antes de venir? -. Mirándoles esperando con ansia su respuesta sólo podía pensar en que no fuera así, no quería quedar en ridículo delante de toda la escuela porque no supiera ni encender una vela.