Partida Rol por web

Jamás hubiera pensado que alguno de sus nuevos compañeros vendría a estudiar desde un lugar tan lejano. ¡Nada menos que Australia! Debe ser un cambio enorme para él... Se pregunta si en algún momento se habrá sentido disgustado por tener que marcharse tan lejos de su hogar, o en su lugar acepta la nueva situación con ilusión y entusiasmo.

—Mis padres son ambos magos. No obstante, Alex, no he estudiado demasiada magia. Sé algunas cosas, pero muy básicas. Mis padres preferían que hiciéramos las cosas... en plan muggle, como dice Joey. Además, a mí no es que me interese demasiado la magia, si os soy sincera...

No sé a penas nada de magia, la verdad...He visto usarla a mi padre, pero no paso de ahí.

Entonces, ¿has venido al colegio de magia porque te lo han mandado tus padres? - le dije a Gwen.

—Bueno, no es que me hayan obligado exactamente —se apresura a responder— Pero como dan por hecho que un mago ha de aprender necesariamente a utilizar sus poderes, no me ha quedado otra opción... 

-Bueno, yo soy mitad y mitad. Papá es mago, pero mamá es muggle. Y la verdad, lo que he "aprendido" realmente es lo que vemos en casa con papá. No quería enseñarnos nada, porque dice cosas como -Puse voz de prepotente y estirado, intentando imitar a mi padre -: "Tenéis que aprender en un entorno estructurado y constante, no en casa", jeje. Así que básicamente Bart y yo hacemos cosas a lo muggle, como jugar baloncesto y esas cosas, aunque nos encanta el Quidditch.

Escuché de refilón el "no me interesa demasiado la magia" de Gwen. Entonces me escandalicé:

-¿¡Que no te gusta la magia!? ¿En serio? ¡Pero si es lo más flipante desde... desde... es lo más flipante de todo el mundo! Yo estoy deseando empezar ya

Algo más tranquila tras escuchar que todos mis nuevos amigos casi no hubiesen experimentado con ella, sonrío hacia Joey antes de decir - Sí, yo pienso lo mismo... tengo tantas ganas de empezar...  -, y es que en realidad, me moría de ganas de llegar ya, y aunque sonase raro, hasta de empezar las clases - he leído los libros y hay ¡tantas cosas! espero no perderme en el castillo, ¿sabéis si es muy grande? porque he leído que es enorme... ¿sabéis como nos sortearán? ¿sabéis a qué casa queréis ir? -, les pregunté casi sin respirar y atropellándome al hablar.

Me giré hacia Alexandra, pero no supe responder a sus preguntas, simplemente hice un gesto de negación.

Me quedé pensando...¿Quería ir a alguna casa en concreto?,¿alguna sería mejor para mí?, ¿tenía tanta ambición?, ¿sería un chico problemático en potencia?, ¿y si no consigo lo que persigo?...Tantas preguntas asaltaron mi mente, fueron realmente unos segundos que se me hicieron eternos...

Lo único que dije fue:

Al menos espero que los profesores sean los adecuados...

-Buah, ¡seguro que los profesores serán los más mejores de todos! Sí, sí, "los mas mejores" no se dicen, lo sé... pero que haber algo más que "los mejores"... Y casa... la verdad es que me da igual. ¿Tú qué dices, Wendy?

Mientras hablamos, se iba haciendo tarde, y pronto empezó a caer el sol. El ocaso indicaba que estábamos cerca, o eso es lo que decía papá. En cuanto lo noté, me levanté y dejé a Spike en su jaula, mientras le susurraba "Hora de dormir, colega".

Saqué de mi bolsa el uniforme de la escuela, y mientras miraba a mis compañeros de habitáculo, abrí la puerta de éste y con una sonrisa, sugerí:

-Chicas, Morpho, deberíamos vestirnos, así que salgo para que las damiselas se cambien.

Una vez fuera, tras cerrar la puerta alcé la voz y grité:

-¡Eh Bart, buitre del rebote, hora de vestirse!

Y dale con Wendy. Ya empieza a pensar que lo hace a propósito... 

—Gwen-do-line. O si tantas ganas tienes de acortar mi nombre, Gwen, en todo caso —replica, algo molesta. Después se dirige a Alexandra— Mis padres me han contado que el castillo es tan grande que es fácil perderse en él, incluso cuando eres de segundo o tercer año. Y que hasta en el último año, si investigas un poco, sigues encontrando lugares que jamás habías visto hasta entonces. De los profesores, la verdad es que no sé demasiado... y en cuanto a cómo nos sortearán, Alex, me han contado que quien lo hace es un sombrero que habla, ¿no es absurdo? —ríe al pensar en ello— Creo que mis padres me estaban tomando el pelo... aunque claro, también pensaba eso del andén 9 y ¾...

La idea de que el castillo sea enorme le gusta. Sin duda encontrará rincones en los que sentarse a leer tranquilamente, sin ser molestada. De momento sus compañeros le han causado buena impresión (aunque empieza a creer que el del hurón terminará por sacarla de sus casillas...) y es bueno saber que hay gente agradable, con la que charlar y divertirse. De todos modos sabe que necesitará estar sola de vez en cuando.

Lo del sombrero se lo dijo su padre. Y de diez cosas que su padre cuenta, nueve son broma, así que no puede estar segura de que sea cierto. Y en cuanto a en qué casa quiere estar... se sorprende al descubrir que ni se ha parado a pensarlo detenidamente. 

—Todavía no sé en qué casa podría encajar. No creo que haya demasiadas diferencias entre unas y otras, ¿verdad?. Al fin y al cabo, todos vamos a estudiar lo mismo...

Entonces el chico del hurón anuncia que ya falta poco para que lleguen. ¡Qué corto se le ha hecho el viaje! Pensaba que iba a ser eterno... 

Cuando los chicos salen, se pone la túnica y coge sus cosas, preguntándose si lo que se encontrará a continuación será parecido a tal y como ha imaginado durante los últimos días.

Así que estamos a punto de llegar...En fin...Ahora comienza lo verdaderamente importante...

A mi padre le gustaría que estuviera en Slytherin, siempre estuvo hablando del tema durante este verano, pero mi objetivo en la escuela era otro...Aprender, investigar y...bueno, dejemos lo último para más adelante...

Me levanté de mi asiento:

Ha sido un placer estar con vosotros, espero que nos veamos pronto y gracias por compartir vuestras cosas conmigo - les dije refiriéndome a la tarta, ranas de chocolate y demás.

Y salí con la túnica colocada a la espalda, esperando a que el tren se detuviera por completo...

El tren es una locomotora de color escarlata. No hay servicio de restaurante, pero si hay una bruja que lleva un carro donde los estudiantes pueden comprar varios tipos de golosinas y zumo de calabaza. Hay uno o dos vagones al principio del tren para los prefectos de Hogwarts. No suele haber tampoco adultos a bordo del Expreso Hogwarts, excepto la bruja que lleva el carro y el conductor.

Kendra entró en el primer compartimento que encontró vacío y, tras colocar sus cosas en la bandeja del equipaje, no sin cierto esfuerzo, acabó por sentarse, atusándose la falda, en el asiento junto a la ventana, colocando a Sócrates sobre su regazo. El hurón parecía algo inquieto con todo aquel trajín, como también lo estaba la propia Kendra. Ya estaba allí, camino de Hogwarts.

-Tranquilo, Sócrates... Ya verás como ahora aquí estaremos más tranquilos. Toma, anda... -dio al hurón una especie de galletita, sin prestar siquiera atención a la señora del carrito. Y es que, a sus once años, Kendra nunca, jamás, había probado una golosina. En casa nunca se las habían comprado y el hecho de que, en el callejón Diagon, las golosinas estuviera normalmente asociadas al apellido Weasley hacían que tampoco a ninguno de sus progenitores les hubiera dado nunca por comprarle ninguna.

Miró al hurón durante unos instantes, mientras se tranquilizaba temporalmente para dar buena cuenta de aquella golosina para mascotas. Y Kendra miró por la ventana, hacia la estación y se dio cuenta de que, por primera en su vida, estaba sola.

Y quizás lo curioso fue que, a pesar de todo, no sintió miedo o incertidumbre. Se sintió satisfecha consigo misma. Ahora tenía su oportunidad de demostrarle al resto del mundo qué significaba ser una Lestrange. Y, sacando su varita, la observó, con una media sonrisa en los labios, mientras deslizaba uno de sus dedos por ella, con aire pensativo.

El tren estaba casi al completo y la mayoría de los compartimentos y vagones iban saturados de maletas, jaulas de animales y sobre todo gritos y conversaciones. Pocos minutos después de que estuvieseis instalados el tren hizo un sonoro ruido y éste arrancó.

La mayoría de familias mágicas estaban allí despidiéndose de sus hijos, para algunos sería el primer año en Hogwarts, para otros sería ya el último. Los alumnos estaban pegados a los cristales de sus compartimentos, otros estaban sacando un pañuelo por la ventana, pero todos sabían que el expreso arrancaba y que en unas horas llegarían a la Escuela.

El viaje sería largo y llegarían para la cena, hasta entonces lo mejor sería ponerse cómodo y esperar a que terminase. Debían llegar frescos y relajados, pues nada más llegar comenzaría la ceremonia de Selección y ese era un acontecimiento único e irrepetible que serviría para asignas a los alumnos de primero en una casa que le marcaría para toda su vida.

Antes de que las gemelas hicieran aparición, las primeras en entrar en el vagón fueron Brândusha y Viorica. Las dos gatas siamesas, de color blanco y con bastantes años ya a sus espaldas, se colaron en el compartimento. Brândusha se metió debajo del asiento de Kendra y salió de nuevo entre sus piernas, arrastrando su pelaje contra la pierna de la chica, con un quedo ronroneo para después saltar y tumbarse en el asiento que había enfrente, al lado de la ventana. Viorica salto al hueco vacío que había al lado de la niña y antes de tumbarse dedicó una mirada y un corto bufido al hurón. Poco tardaron en empezar a oírse las voces de las dueñas de aquel par de viejas gatas.

Te digo que es ella, exclamó una de las voces. ¡He visto como le miraba!

Está claro que no era ella, ¿no has visto que iba acompañado de un chico que la miraba de una forma muy rara? , contestaba otra voz que parecía tener el mismo tono. Bueno, quizás una octava más aguda, pero casi inapreciable.

Dos caritas idénticas se asomaron por el umbral. ¡Aquí estáis! Anda, si tenéis compañía, sonrió la niña de ojos azules.

Nada más entrar las dos pequeñas, las dos gatas se levantaron y con un salto que las llevó hasta lo alto del respaldo, volvieron a saltar hasta cobijarse en el portaequipajes, junto a los baúles de las niñas que casualmente se encontraban ya allí.

Orsolya se sentó enfrente de Kendra y con una sonrisa que algunos podían calificar de pícara, empezó a balancear los pies.

Erzsébet se sentó al lado de Kendra. ¡Qué pelo más bonito tienes! ¿De qué curso eres? Seguro que eres mayor. Eres muy guapa. Jo a ver si cuando crezcamos nos parecemos a ti, soltó en lo que pareció una avalancha para alguien que no estaba acostumbrado a las chicas.

La réplica de aquel pequeño terremoto no se hizo esperar cuando Orsolya abrió la boca. ¡Pero mira ese hurón! ¿Como se llama? En la tienda de animales vimos a su hermano mayor, sí, estoy seguro de ello. ¿Puedo tocarlo?

Kendra miró con curiosidad como los dos gatos hacían su aparición en escena. En el primer caso llego incluso a sonreír, al ver al animal restregarse contra sus piernas. Sin embargo, cuando el segundo gato entro y fue a por Sócrates, Kendra lo protegio en su regazo.

-No le hagas eso... lo vas a asustar... - frunció el ceño, regañando al gato. Sin embargo, acto seguido los miro con curiosidad, con esos aire suyos de señoritinga- ¿Y vosotros de donde salis? ¿Dónde est...

No llegó a terminar la frase. Allí aparecieron aquellas dos chicas, idénticas. Al principio le sorprendió. Era la primera vez que se encontraba con unas gemelas. Sin embargo, ni siquiera le dio tiempo a reaccionar cuando las dos niñas le envolvieron en su torbellino de preguntas. Las miró, alternativamente, desconcertada. ¿En serio se podía decir tantas cosas en tan poco tiempo?

Y, aturullada como estaba, las miró, con esa expresión desconcertada que intentaba ocultar por todos los medios. Carraspeó ligeramente, antes de dirigirse a ellas, con esos encantadores modales de señorita que tanto se habían molestado en inculcarle:

-Gracias... sois muy amables... - respondió, con una delgada sonrisa, tan encantadora como ella, que aderezó con un cabeceo- Yo... Me llamo Kendra y este es Sócrates, mi hurón. Y claro que podéis cogerlo... Pero con cuidado... se estresan bastante.

No estaba acostumbrada a estar con niños. Se habia criado con adultos, entre adultos, en un ambiente demasiado rígido como para dejarse llevar. Sin embargo, aquellas chicas le provocaron una buena impresión. Parecían simpáticas y les gustaba su pelo... No está mal para empezar, ¿No?

-Y vosotras... ¿Cómo os llamáis?

¡Kendra! Qué nombre más bonito, exclamó Erzsébet mientras tachaba mentalmente a la chica de la lista. No, no era ella. Pero parecía ser un buen partido, sí. Sonrió y se quedó mirándola mientras balanceaba los pies. El suelo del tren quedaba a escasamente dos dedos de distancia.

Orsolya se acercó un poco a la chica y le susurró de forma conspirativa: ¿Sabes? Le gustan mucho los nombres que empiezan con "K" Volviendo a la posición inicial, dijo esta vez ya en voz normal: Y Kendra sí que es bonito. Un bonito nombre para una bonita chica, apostilló con una sonrisa.

Había frases que las chicas decían tras cazarlas al vuelo. Bien podrían pertenecer a cosas que escuchaban en la calle, en las telenovelas o en las películas muggle. Y aquello último era un claro ejemplo de ello.

¿Eres de cuarto, no? ¿De quinto? ¿Y de qué casa eres? Es nuestro primer año que vamos a Hogwarts, ¿sabes?, volvió a arremeter Erzsébet. Seguro que eres prefecta. ¡Todos los chicos deben rendirse a tus pies! ¿Nos enseñarás a como tratar con ellos?

El ruidito de un traqueteo anticipó la llegada del Honeydukes Express. ¿Algo de carrito, pequeñas?, anunció una voz dulce procedente de una mujer oronda y con casi todo el cabello ya encanecido.

¡Caramelos!, gritaron las dos niñas a la vez mientras se levantaban del asiento.

¿Te ha dado algo Petru?, preguntó Erzy.

No, cuando le pedí dijo que en Hogwarts no íbamos a necesitar dinero, contestó Orsy haciendo un mohín.

No sé si quedará algo de lo que conseguí encontrar en la habitación de Mircea, meditó Erzy mientras buscaba dentro de sus calcetines de color amarillo chillón.

¿Le has cogido dinero?, preguntó indignada Orsy. Por eso yo no encontré nada, dijo decepcionada.

¡Aquí, sí!, anunció mientras sacaba unas cuantas monedas.

Acostumbradas al dinero muggle y para nada al valor de los galeones, las niñas empezaron a pedir todo tipo de cosas del carrito. Cuando vieron a cuanto ascendía el montante total, empezaron a ir quitando cosas, hasta que finalmente se quedaron con tres bolsas de ranas de chocolate.

Le dieron una a Kendra y cómplices ambas recitaron: Y con esto, sellamos nuestro futuro en común. Se rieron a mandíbula batiente recordando la película donde habían escuchado eso.

Yo me llamo Erzsébet, se presentó al fin la niña de ojos azules. Pero me puedes llamar Erza, Erzy o E, como quieras.

Yo soy Orsolya, se presentó a su vez la pequeña de ojos verdes al hacer una pausa en su intento de abrir aquella maldita bolsa.

La puedes llamar Orsalía, Orsy u O, dijo Erzsébet, ganándose de esa forma una mirada nada agradable de su hermana.

¡Sabes que odio que me llames Orsalía!

Gwen entró en el vagón con Serezade, su serpiente, oculta entre su equipaje de mano. La serpiente era demasiado llamativa para llevarle en brazos y no tenía necesidad de que la miraran mal o trataran de dejar en tierra a su mascota.

Cuando vio que no estaba sola en aquel vagón frunció el ceño, aunque por otro lado era lógico que no viajara sola.

- Hola...- saludó escuetamente a las tres chicas que había allí, eran novatas seguro... que mala suerte había tenido. Esperaba que al menos la dejaran en paz y no hablaran mucho. 

Kendrá, negó, intentando seguir a las gemelas en aquel frenético intento de diálogo. Seguía algo desconcertada aunque parecía que, poco a poco, conseguía seguirles el hilo de la conversación. Sin embargo, y pese a lo aturullado de las dos chicas, Kendra en ningún momento pareció perder aquella compostura, ni aquellos modales.

Permaneció sentada, con las piernas cruzadas y la espalda recta, en su sitio:

-¿De cuarto? No, qué va... Soy de primero. Igual que vosotras entonces. - dijo, e iba a decir algo más cuando se lanzaron a por las golosinas y la sorprendieron con aquella rana de chocolate. La miró, con curiosidad. En casa nunca habían comprado golosinas, ¿para qué? Las golosinas no eran cosas de adultos. Miró entonces a las chicas, dibujando una sonrisa amable, aunque sin atreverse aún a abrirla, hasta que no la estudiara unos segundos más. Ni siquiera tenía claro si debía comérsela o no...

-Gracias, no tendríais que haberos... - sin embargo, ni siquiera le dio tiempo a terminar de darles las gracias cuando, de repente, siguen presentándose, de nuevo como un torbellino. Acabo por sonreír ligeramente, asintiendo, y señalándolas alternativamente- Entonces sois Erzy y Orzy.... Vale, no lo olvidaré... - dijo, intentando encontrar mientras las mira alguna forma de diferenciarlas.

Y justo en ese instante, entró aquella chica, mayor que ellas, eso seguro. Cruzó su mirada con ella un instante y, aún con esos ademanes elegantes y correctos, le dedicó una media sonrisa- Hola... - dejó ahí el saludo, de momento. Estaba segura de que las gemelas se lanzarían a por la recién llegada y que ya tendría bastante con eso.

¡Hala! ¿Eres de primero? ¡Qué guay! A lo mejor coincidimos en la misma casa y todo. Nosotras no sabemos donde queremos ir, nos da igual. Se habían pasado los últimos años separadas por clase y lo único que querían en Hogwarts era poder estar juntas. La casa era algo secundario.

Ser listos, leales, valientes, ambiciosos. ¡Qué más da!, comenzó Orsolya con la discusión que tantas veces había mantenido con su hermana para ver en qué casa acabarían. Lo importante es divertirse, ¿a que sí?

Erzsébet afirmaba con la cabeza a lo que decía su hermana. ¡No te olvides lo de quedar primeras, eh!

Ah bueno, pero eso es fácil, sonrió Orsolya con confianza.

Las pequeñas se pusieron a abrir los paquetes de las ranas de chocolate, a la vez que sonrieron quitando importancia al haber invitado a Kendra. Cuando las ranas se encontraron libres, saltaron una sola vez y se quedaron quietas. Ambas cogieron a su rana correspondiente y la dieron un beso. Jo, se lamentaron. Se las intercambiaron y volvieron a probar. Nada, suspiró Erzsébet. Antes de hincarle el diente, juntaron los 9 cromos que le había tocado a Erzsébet con los 3 que habían salido en el paquete de Orsolya y la segunda se los metió en un bolsillito del vestido.

Ambas se rieron ante la pronunciación de su nueva amiga. Es Orsy. Si me llamas Orzy parece que nuestros nombres son como los de Tweedle Dee y Tweedle Dum. Pero no importa, ya te acostumbrarás. Entendemos que la gente prefiera no usar nuestros nombres completos.

Las gemelas se volvieron ante la nueva voz. ¡Hola!, gritaron las dos entusiasmadas. El compartimento se estaba llenando. A lo mejor había suerte y aparecía más gente y podían hacer una fiesta de pijamas. Estaban seguras que habían metido los camisones en los baúles, la habitación vacía en Londres era testigo de ello.

¿Quieres? ofreció Orsolya la mitad de su rana de chocolate a la recién llegada.

¡Tú sí que eres mayor! ¿De segundo? Tras el tropiezo con Kendra, era mejor no pasarse demasiado con las edades. Vaya, ese color de labios. ¿Es natural o usas pintalabios? ¿Qué color es?

Gwen se irguió sobre su asiento tratando de que la distancia entre las gemelas y ella fuera más grande, ella sólo quería tener un viaje en paz y armonía... podía haber coincidido con Cassius... incluso la cabeza chorlito de Diana hubiera estado bien... infinitamente mejor que aquellas novatas que encima les había dado por ser amigables...

- No gracias... no me gustan mucho las ranas de chocolate, son demasiado dulces- dijo con amabilidad... ante todo ella era una chica educada- Sí, soy de segundo... no os hagáis muchas ilusiones con el colegio... es un rollo y lo que llevo en los labios no es un pintalabios es bálsamo sabor fresa, para que los labios estén hidratados...- contesto tratando de no parecer una borde manteniendo un gesto neutral, de cortesía.

Efectivamente, las cosas suceden tal y como Kendra había previsto. Aquel huracán doble se lanza a por la recién llegada, consiéndola a preguntas sobre... ¿Su pintalabios?

Miro a la chica con una diminuta sonrisa divertida en el rostro que expresa cierta solidaridad. Una mueca que se convirtió en una especie de "Tranquila, acabarás acostumbrándote". Por su parte, Kendra seguía con la rana de chocolate en su caja, sin haberla tocado siquiera. Y, de hecho, acabó guardándola lentamente, entre sus cosas. Como si fuera alguna especie de recuerdo, o como si quisiera reservarla para alguna otra ocasión.

Decidió entonces interceder por aquella chica de segundo, a la que se veía más educada que predispuesta a mantener una conversación con aquellos dos terremotos y fui yo misma quién se dirigió a ellas, siguiendo la conversación anterior a su llegada.

-Yo quiero ir a Slytherin. - interrumpió entonces aquella charla sobre el color de los labios de aquella chica, devolviéndolas al tema anterior. - Y, la verdad, no me importa que el colegio sea un rollo. Quiero convertirme en una gran bruja, como mi abuelo. Dominar la magia, como él.  - mientras hablo, hay una diminuta sonrisa en mis labios que acaba por ladearse. Es la primera vez que hablo con alguien sobre mis inquietudes futuras, sobre mis planes y expectativas.

Y ahora, dichas así, en voz alta, lo cierto es que hasta parecen más realistas.