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EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO (DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR), MES DESCONOCIDO.

MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

Enterrador escuchó todas las respuestas y aclaraciones que dio Winter al igual que las preguntas y propuestas de sus compañeros. Cada vez que alguien proponía o preguntaba algo, nuevas incógnitas parecían aparecer. Estuvo de acuerdo con la propuesta de Anciano Sabio de descansar y así lo manifestó en público. Dormir unas horas antes de ponerse en camino sería gloria. Finalmente asintió con la cabeza en agradecimiento por la información que más le atañía y se apartó del grupo.

- Si me disculpáis - se despidió momentaneamente, dirigiéndose hacia el hombre que le había indicado la clérigo.

- ¿Vos sois Denman? Me llamo Anselmo y la sacerdotisa Clazcka me ha indicado que podríais ayudarme. Busco una serie de utensilios y recipientes de pequeño tamaño. He visto varios desperdigados por el almacén y desearía hacerme con varios, en la medida de lo posible - explicó al hombre, pasando a dar mayor detalle de los recipientes que pretendía obtener.

- También necesitaría varios pergaminos en blanco y tinta. Tengo ciertas cosas en mente que desearía escribir antes de que me olvide de ellas - comentó con cierto humor.

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO (DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR), MES DESCONOCIDO.

MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

El hombre mira a Enterrador con el gesto torcido pero no replica a sus palabras. Parece pensárselo unos instantes, mira en dirección a Winter y finalmente asiente.

- "Claro. Toma." - Dice mientras se gira para rebuscar en una de las mesas y encontrar tras unos instantes un par de pergaminos. Se vuelve y se los tiende a Enterrador. - "Nos quedan pocos así que es lo único que te puedo ofrecer." - Comenta extendiendo la mano y ofreciéndole los dos trozos de papiro. En la mano izquierda, Denman también sostiene con habilidad dos viales de tinta.

Una vez Enterrador los toma, Denman recorre con la vista un par de improvisadas estanterías cercanas. 

- "Cualquier utensilio que necesites... dímelo." - Dice mientras echa a andar y va recogiendo todo lo que le pide Enterrador.

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO 4711 RA.

SEGUNDO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR.

FECHA PROBABLE: 5 DE ABADIO.

POR LA MAÑANA.

CAPILLA Y CORREDOR HACIA EL ESTE.

CAPILLA:

Jergones improvisados se arraciman bajo divinidades esculpidas, y ruedas de cocinar arden bajo las agrietadas ventanas de esta capilla. Paneles de vidriera violeta y azul forman patrones en espiral entre barras de prisión mientras docenas de velas brillan con luz mortecina desde las hornacinas de los santurarios.

Cuando el infierno se desató en Briarstone, parte del personal y de los pacientes más lúcidos se dirigieron hacia las puertas. Muchos hallaron su escapatoria bloqueada, entraron en pánico y hallaron terribles finales. Unos pocos, sin embargo, buscaron la protección de los dioses, y así se formó una pequeña congregación desesperada, aquí en la capilla dedicada a múltiples dioses del asilo.

Conforme las cosas se pusieron peores, más supervivientes abandonados se reunieron, lo más lejos que pudieron de los monstruos y lunáticos que habían tomado los corredores más al norte del asilo. En sus corazones sabían que estaban aguardando a sus propios destinos horribles. Sin embargo, gracias a la determinación de unos pocos más resueltos, ese final todavía no ha llegado.

La Capilla está consagrada a Pharasma, como sugiere la promitente estatua de la diosa que se alza en la parte más occidental del santuario y también se muestra en las vidrieras. Sin embargo, hay pequeños santuarios iluminados por velas dedicados a otras deidades, incluyendo Abadar, Desna, Erastil, Gozreh, Iomedae, Irori, Sarenrae, Shelyn, e incluso una modesta caja de donaciones ante los símbolos de Asmodeus and Zon-Kuthon. Cada santuario sirve como un lugar donde los afligidos pueden venir a rezar en busca de guía o simplemente por el bienestar de sus seres queridos.

El rol de la capilla como un lugar de reflexión y consuelo ha sido puesto de lado para usos más pragmáticos. Ciertamente esto se ha converido en un refugio efectivo.

Mientras que la mayoría de los santuarios y estatuillas de los dioses son poco más que piedra y cera de vela, los más perceptivos a lo sobrenatural entre vosotros notáis un aura sagrada que irradia del altar de Pharasma y abarca toda la capilla. El altar está construido con más de una tonelada de granito blanco y negro.

Anciano Sabio se percata además de que del santuario dedicado a Desna emana una zona de sueño apacible que por una noche solamente es incluso capaz de vencer a sus propios Terrores Nocturnos. Tras pasar la noche aquí, conseguís descansar muchísimo mejor que la noche anterior y por la mañana os sentís revitalecidos al haber podido dormir sin las pesadillas que infectan el resto del asilo.

La estatua de Desna parece frágil, está hecha en porcelana y mide unos sesenta centímetros. Muestra a la diosa con delicadas alas de mariposa bailando entre sedas y estrellas.

En total hay unos veintidós supervivientes, aunque curiosamente hay bastante niños entre ellos. Winter Klazcka cuida de todos ellos.

Descansáis aquí durante la noche, con diferencia el mejor descanso hasta el momento en el santuario. Tras vuestras abluciones matutinas, y un frugal desayuno, el Capitán York os conduce hacia el corredor del Este, donde está de guardia Denman Winoparess.

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO 4711 RA.

SEGUNDO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 5 DE ABADIO.

POR LA MAÑANA.

CORREDOR HACIA EL ESTE.

El Capitán York os acompaña hasta una sucia cortina, que a su señal Winoparess se encarga de apartar para abriros paso. Más allá, la pared del final del pasillo parece estar sufriendo alguna clase de parasitismo ultramundano. Una masa de fibrosos hongos amarillos se extiende sobre los ladrillos. En su centro sobresale y parpadea un ojo lloroso del tamaño de la rueda de un carro.

- "Esto emergió aquí hace dos días." - Dice el Capitán. - "Ahí solía haber una puerta que conducía al vestíbulo principal del sanatorio. Esta cosa se ha ido extendiendo lentamente, no parece que haya terminado del todo de crecer. Pusimos la cortina para ocultar esta horrible visión de los niños y de los pacientes más impresionables." -

Un ojo gigante os mira desde el centro de una pared cubierta de hongos que parecen tan duros como la madera.

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INVIERNO, AÑO 4711 RA.

SEGUNDO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 5 DE ABADIO.

POR LA MAÑANA.

CORREDOR HACIA EL ESTE.

Una noche de sueño sin pesadillas para ninguno de los miembros del grupo era más de lo que se podía esperar. Máxime cuando la vigilia aportaba sus propias pesadillas. Al menos era lo que Tormento pensó cuando aquel purulento ojo fue expuesto casi lascivamente ante ellos. La boca en su pupila y la creciente masa de hongos solo podía hacer pensar en un chancro pestilente y enfermo extendiéndose sin remedio, propagándose sin más límite que el marcado por el tiempo. Aquella cortina frenaba su visión pero no su avance.

-No creo que haya forma de avanzar en esa dirección sin destruirlo. Y para ser sinceros, no quisiera dejarlo tras de mí si tal cosa fuera posible. Diría que nada como un buen fuego purificador para limpiar esa inmundicia. Aceite, pez o cualquier cosa combustible y una antorcha, nos servirían. Y me abstendría de acercarme a esa cosa. Incluso de mirarla. Es... obscena -apenas había dedicado una breve mirada a aquella cosa, pues su simple visión lo había incomodado, apartándola casi de inmediato-. Y su boca... Solo puede tener un objeto. Alimentarse o engañar con su palabrería si es capaz de tal cosa -dio unos pasos atrás retirándose del campo de visión del ojo-. Capitán, ¿dónde puedo hallar un barrilete de aceite y una antorcha?

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INVIERNO, AÑO 4711 RA.

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POR LA MAÑANA.

CORREDOR HACIA EL ESTE.

El poder dormir le vino de maravilla a Anselmo. Se levantó bastante descansado y como lo hiciera antes que sus compañeros, tomó un frasquito de tinta, una pluma y un pergamino en blanco, proporcionados el día anterior por Denman, y se puso a escribir en él, como si tuviera urgencia en hacerlo por temor a olvidarlo en cualquier momento.

El comienzo fue lento y torpe. Sabía que tenía que escribir algo, pero su cuerpo le decía que no sabía ni leer ni escribir. El hombre frunció el ceño y se concentró.

Vamos, Anselmo. Tú puedes. Recuerda cómo era, se mentalizó. Y de pronto ocurrió. Su mano pareció despertar y comenzó a escribir un garabato feo y torcido. A los pocos caracteres su pulso se relajó y se tornó más fluido y las letras más esbeltas. Pronto se alegró al poder ver que podía escribir con rapidez y normalidad, rellenando el pergamino al rato con diversos escritos. O más bien recetas.

- Y ahora a darles uso - comentó en voz baja, echando mano de los utensilios que Denman también le proporcionara. Mirando de reojo sus propios escritos, fue realizando una mezcla de especias y extractos que halló en el almacén, las mezcló con agua y recitó una serie palabras arcanas, no recordando cómo las sabía. Pronto tuvo dos botellitas con un preciado preparado, útil en caso de que Enterrador, y solo él, fuera herido.

Poco después, el vigilante acompañó a los demás hacia el lugar donde el Capitán York pretendía mostrarles algo. Tras retirar la cortina lo vio: era el ojo que les contara Winter y era enorme. El mero hecho de observarlo hizo que Enterrador sintiera cierta aversión hacia él. Sentía como aquella cosa los espiaba.

- Estoy de acuerdo, Tormento. Si queremos avanzar por ese lado que aparentemente da a la salida, deberemos quitar esa inmundicia primero. El fuego podría servir. No obstante, si asoma de tal manera hacia este lado, ¿Qué habrá crecido en el otro? - se preguntó inquieto.

- De todos modos, si queremos alcanzar el despacho de la Doctora Losandro, ¿Cual es la ruta adecuada? - preguntó al capitán incidiendo en la cuestión que en su momento Nigromante planteó pero nunca había sido contestada -. Creo que obtener la información de la doctora e incluso saber en qué habitación se hospedaba Zandalus y echar una ojeada en él es prioritario y si el corredor del ojo no nos lleva a ninguno de los sitios... tal vez posponer su quema sería lo indicado - opinó.

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POR LA MAÑANA.

CORREDOR HACIA EL ESTE.

Aquella oportunidad de descanso fue especialmente bienvenida por el paladín, en especial después de la vigilia de la noche anterior. No es que se encontrara mal, por supuesto, y no era raro que los hombres y mujeres de Última Muralla pasaran noches en vela custodiando altares, manteniendo la vigilancia en las fortalezas, o simplemente velando por compañeros o inocentes heridos. Pero todo hombre tenía un límite antes de necesitar descanso, y cuanto más lejos estuvieran de él, mejor para todos. 

Llegó la mañana, y la hora de ponerse en marcha. Ya equipado, realizó una breve plegaria a Iomedae ante su estatua, antes de acercarse a la cortina y comprobar lo que había al otro lado. Aquel ojo inmundo que les observaba. Por algún motivo, esperaba un orbe flotando inmóvil, y no algo "creciendo" en la pared, pero aquello era irrelevante. Era una cosa nauseabunda y enfermiza, y debía ser purgada. 

-El fuego es buena idea-comentó-aunque me acercaré y lo destrozaré a espadazos yo mismo de ser necesario.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

El viejo pudo sentir como su diosa velaba por todos en aquel lugar y como fue ayudado durante la noche a no sufrir aquellos Terrores Nocturnos. Se despertó lo suficientemente fresco y descansado como para poder rezar a Pharasma con calma, descubriendo con agrado que su enfermedad pulmonar había mejorado considerablemente.

Los rezos fueron escuchados y sus dones restablecidos. A pesar de la mucosidad y el malestar que esta le generaba, el viejo se encontraba lo suficientemente animado como para continuar avanzando con el grupo. Antes incluso de desayunar, se dio una vuelta por el lugar donde estaban los enfermos y heridos, mostrando interés por sus dos pacientes del día anterior. Sabía que el niño se repuperaría pero, quería asegurarse de que realmente lo hacía y no quedaba atrás un peligro potencial. Tras desayunar, siguió al resto del grupo.

Al retirar el capitán la cortina y encontrarse frente a frente con aquel ojo, sus marchitos músculos se tensaron. - ¿Y si el ojo que porta Buscador de la Verdad es una semilla de esta aberración? - Preguntó visiblemente preocupado por lo que tenían delante, tras escuchar las palabras de sus compañeros y asintiendo a la idea del fuego y eliminarlo para siempre. - No, Enterrador. Aunque no crucemos ese puerta, no podemos permitir que esta cosa crezca más. Podría adueñarse del lugar mientras dormimos... Es preferible destruirlo y vigilar nosotros esa entrada a que sea la entrada quien nos vigile. - Dijo el anciano, alejándose unos pasos de aquella cosa y dejando sitio al aceite y las antorchas.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

El grupo tenía todo lo necesario para iniciar de nuevo la marcha, Réquiem estaba decidido en ayudar y poner su grano de arena para poder resolver el enigma que tenían planteado ante ellos. Quería ofrecer sus conocimientos para ayudar en lo que fuera y así iba hacerlo, pero primero de todo tenía que descansar.

El sueño fue reparador, no había tenido ningún tipo de pesadilla y había descansado todo aquel tiempo. Réquiem al levantarse se llevó algo a la boca para desayunar, no quería tampoco saciarse, simplemente quitarse el apetito matutino.

El poeta caído en desgracia se juntó con el grupo frente a la cortina que ocultaba la blasfemia que había en ese sitio. Fue el Capitán York, el que mostró el horror que había detrás de las telas. Durante breves segundos de tiempo Alexei clavó su mirada en aquella cosa monstruosa y extraña, fijándose en los hongos, la lágrima, el ojo y la boca en el centro.

Réquiem tuvo el primer impulso de retroceder hasta quedar detrás del grupo, había tenido miedo al ver aquel ser horripilante, caminó hacia atrás mirando a sus compañeros a la espera de que alguien reaccionara con alguna antorcha, desvió la mirada hacia los presentes sin pronunciar ninguna palabra.    

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

Recuperado y de mucho mejor humor, Nigromante se puso en mitad del grupo, mientras observaba la curiosísima construcción que había aparecido en mitad de donde debiera estar una puerta. Entendía perfectamente el deseo de sus compañeros de destruirla pero no podía dejar de dudar. Quizás por sentir algún tipo de afinidad por las cosas extrañas, antinaturales si se prefiere, pero no imprescindiblemente malignas.

- ¿Alguien sabe lo que puede ser eso? ¿notáis maldad en él? Voy a tratar de comprender su naturaleza mágica si la tiene...- dijo mientras lanzaba un detectar magia sobre el extraño y antinatural ojo.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

No parecía que los intentos de sus compañeros hubieran tenido éxito alguno en dañar a ese ser, pero habían demostrado algo, aún más importante. Que lo que quiera que fuera, o quien quiera que fuera, podía hablar. Y por lo que parecía, sentir. Una profunda oleada de compasión, pena y tristeza, llena al nigromante quien mantiene su concentración para tratar de averiguar más cosas, y habla, primero a sus compañeros, y luego al propio ojo.

- Su aura es mágica e intensa. No creo podamos solventarlo con un disipar y similar- entonces miró al ojo- ¿Qué eres? ¿qué es lo que recuerdas? ¿puedes dejarnos pasar?

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

- ¡No le ataquéis!- pide repentinamente Nigromante- Que alguien me pase un espejo o similar- luego se dirige al ser- Dame un segundo: te mostraré en lo que te has convertido.

Curiosamente, cualquier persona empática puede darse cuenta del dolor y simpatía que parece vibrar en la voz del Nigromante.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

Tormento, antorcha en mano no lo dudó. Acercó la misma contra aquel chancro demoníaco y antinatural, dispuesto a que las llamas de la misma devoraran la boca que, obscena, se abría en su iris. Su esfuerzo fue vano, pues la insana baba de aquel ojo apagó la llama, extendiendo un fuerte hedor a amoníaco, que lo hizo toser de forma inmediata. Los ojos de Tormento lagrimearon bajo su efecto y no el de la pobre parodia que barbotaba aquella boca sin cuerpo. Fuera lo que fuera en otro tiempo, su naturaleza había mutado y con ella, su derecho a vivir.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

Observó sorprendido cómo la boca engullía en un segundo la enorme cortina y cómo la espada del caballero no hacía mella alguna en él.

- ¡Cuidado! ¡Esta cosa lo absorbe todo! ¡Procurad no entrar en contacto con él! - avisó, alertando de la capacidad de succión que tenía aquel ser -. ¡Más nos vale tratar con él desde la distancia! - opinó.

Oyó conjurar tras de sí y sintió cómo sus botas repentinamente comenzaron a chapotear.

¿De donde ha salido este charco de agua?, se preguntó durante un instante, mientras trataba de retroceder, pegándose a la pared y pasando por un lado de sus excitados compañeros, permitiendo a quien quisiera ocupar su puesto.

Escuchó los intentos de Nigromante por pedir calma y cómo clamaba por un espejo.

- ¡Anciano Sabio tiene uno! - exclamó, recordando cómo el clérigo obtuvo un espejo de acero de una oficina ruinosa con un doppleganger en él.

Tal vez se pueda dialogar con él..., pensó con pocas esperanzas.

Poco a poco, el vigilante fue retrocediendo, con la idea de que algo útil contra ese bicho podía ser encontrado en la cocina: desde una olla con agua a un puñado de sal ya que, visto lo visto, la ineficacia del mandoblazo de Georghe parecía augurar la posible ineficacia del resto de armas en general.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

- Anciano Sabio, por favor, déjame el espejo- pidió de inmediato Nigromante al sacerdote- Quiero intentar una cosa.

Si se lo da, en este mismo momento, trata de mostrárselo al ser, hablando con un tono suave, casi tranquilizador. Es evidente que Nigromante dista mucho de ser diplomático, pero a pesar de lo monstruoso del obvio constructo mágico, parece haber abundante simpatía y compasión en el mago por "eso"

- Mírate, mira lo que te han hecho. Háblame de ti, y te prometo intentaremos liberarte o poner fin a tu sufrimiento. Debemos pasar al otro lado de donde tú estás.

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CORREDOR HACIA EL ESTE.

Todo era irreal, no podía creerse lo que estaba viendo. Su voz había titubeado al preguntar quiénes eran aquellas extrañas voces, que resonaban del ojo incrustado en la pared con una serie de hongos a su alrededor. El ambiente estaba cargado de amoníaco, el lagrimón era de gran tamaño y dicho olor provenía de allí. La mente de Réquiem seguía trabajando a pleno rendimiento, buscando alguna lógica a todo aquello, pero estaba colapsado, no estaba acostumbrado a ese tipo de encuentros.

<< Cómo puede ser… es gente… puedo diferenciar unas tres voces o tal vez más. Yo no quiero convertirme en una cosa así, yo no quiero ser esa cosa, no, no, no… Esto es peor que una pesadilla, primero la enfermera y ahora esto. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué hice para merecerme esta agonía? No sé si voy a poder continuar… yo no quiero… no quiero morir… >>

Las dudas se veían reflejadas en el rostro del poeta, no volvió a la realidad hasta que Tormento de Tinieblas lo despertó indicándole que fuera con él a por un espejo. Réquiem no había captado todo lo que habían hecho sus compañeros, en todo ese tiempo estaba solo él y la “disformidad” de aquella pared.

El poeta siguió a Tormento hasta el lavadero para conseguir un espejo – Un espejo… ¿Para qué? – preguntó incrédulo, sin comprender el verdadero objetivo que había tras aquella acción. Con cuidado ayudó a llevar el espejo con la mayor brevedad posible hasta el ojo incrustado en la pared, Réquiem apartó la mirada y se podía ver el miedo en su rostro, pero allí estaba sujetando el espejo sin mirar a la abominación que iba desapareciendo.

Con temor volvió alzar la mirada, observando como aquel ser se había esfumado, se fijó en el marco de una puerta y más allá un vestíbulo. Con cuidado hizo una señal a Tormento para dejar el espejo. Después de dejar el objeto se llevó los dos dedos indice y corazón de ambas manos a las sienes para hacer un pequeño masaje circular.

- Esto es una locura, vamos acabar todos locos… - se podía ver que estaba afectado por la situación, se había alegrado de que se solucionara con el espejo, pero la terrorífica realidad lo había golpeado con fuerza dejando su estado de ánimo algo tocado. 

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Inicialmente quiso lanzarle Escudo de Fe a Tormento, justo cuando pasaba a su lado, pero para cuando llegó a tener el conjuro listo, el monje ya estaba demasiado lejos para poder usarlo con él. Aquella cosa les veía y hablaba, demostrando también su inmunidad ante el fuego y desprendiendo de sí mismo una lárgima de amoniaco. El olor era inconfundible y además algo dañino y molesto de respirar. Al viejo se le ocurrió la brillante idea de crear agua en un cubo o similar para lanzárselo al ojo. De fallar su idea, al menos se disolvería un poco el amoniaco.

Tormento se lleva a Requiem consigo en busca del enorme espejo del lavadero, espejo que estuvo a punto de ser roto en mil pedazos por el peligro que podría suponer si se usaba como portal para cruzar de un lado a otro.

Pero el viejo aún no estaba ducho en el uso de sus poderes y acabó lanzando el agua antes de tiempo. La poca que cayó a aquella criatura no sirvió de nada. Aquella cosa volvió a hablar y Nigromante le pidió el pequeño espejo de acero que había encontrado en una de las salas. Anciano Sabio no lo dudó y se lo entregó a su compañero, viendo como este se lo mostraba al ojo, a la par que Tormento y Requiem regresan con el enorme espejo del lavadero.

Ante la sorpresa del viejo, el ojo se observó a sí mismo gritando y marchitándose, dejando tras de sí el hueco de una puerta donde otra nueva sala se abría ante aquellos viejos ojos. El anciano sonrió ante las palabras de Requiem. - Y quien te dice que no lo estemos ya. - Sonrió al escritor.

- ¡Capitán York! - exclamó sin avanzar y mirando con curiosidad hacia la nueva habitación. - Creo que debería coger a alguno de sus hombres y asegurar la entrada mientras seguimos avanzando. - Le indicó señalando el lugar donde estaba el ojo.

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Tormento enfrentaba la mirada de aquel gran y supurante ojo con una mezcla de fascinación y asco a partes iguales. Como un muro formado por un chancro infecto, el globo acuoso rodeado de hongos se alzaba frente a ellos, hediendo a amoníaco, haciendo de las peores pesadillas de un hombre una realidad que lo podría hacer dudar de su cordura cuando no hacerlo caer directamente en las simas de la locura.

A ojos del monje, tan solo el fuego podría purgar aquella obra del mal, purificando con sus llamas aquel engendro. Fue por ello que esgrimió una antorcha contra su iris, adornado por una voraz boca de afilados dientes que no dejaba de gemir, en una cacofonía superpuesta de voces, ignorante de su actual naturaleza y que cabría pensar antes había sido humana. Múltiplemente humana.

Pero el deseo de Tormento se apagó como la llama que portaba bajo el asfixiante hedor del amoníaco al caer sobre el fuego. Tosió y retrocedió, a tiempo de comprobar cómo el arma del paladín tampoco tenía éxito en su empeño. Aquella parecía una pelea que iba a demorarse en el tiempo cuando la voz de Nigromante se impuso sobre cualquier otro sonido reclamando un espejo. De forma inmediata recordó el espejo de la sala en la que habían acabado con la Doctora Oathsday, pero Réquiem se adelantó a la hora de verbalizar la existencia de aquella pieza de mobiliario abandonada tras ellos.

Rápidamente alcanzaron la sala y trajeron entre ambos aquel objeto que al ser colocado ante el ojo surtió un extraño efecto. El ojo, dotado de consciencia, supo reconocerse en la superficie plateada, hallando respuesta a su pregunta y como si tal hecho hubiera deshecho un sortilegio que lo mantuviera en vida en tanto que fuera ignorante de sí mismo, se consumió, como una planta juvenil  bajo los rigores de una helada tardía. Pronto no quedó nada. Nada salvo el recuerdo de aquella criatura, del potencial destino al que podían quedar reducidos y el olor del amoníaco estrangulando sus gargantas.

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Tan pronto como dio el aviso, sus compañeros comenzaron a retroceder. Ellos también comprendían que golpearlo no iba a servir para nada e incluso podría ser especialmente peligroso.

La idea de Nigromante resultó exitosa, dejando a aquella aberración fija, mirando el pequeño espejo de Anciano Sabio. Luego, Requiem y Tormento se presentaron con uno más grande, mostrando al repulsivo ojo gigante la respuesta a sus demandas. El grito, no, los gritos desgarradores de dolor y desesperación reverberaron durante un tiempo en el corazón y en la mente de Enterrador, incluso tiempo después de que el ser se marchitara y se descompusiera, cayendo inerte y dejando el paso a la puerta expedito.

Esa cosa pudo haber sido una persona, o varias, transformandose en aquel monstruo. ¿Que había causado semejante cambio? Sin duda un poder extremadamente poderoso, oscuro y corruptor.

Se volvió hacia sus compañeros con el rostro pálido y mostrando cierto aturdimiento. Él tenía la sensación de haber tratado con situaciones especialmente desagradables, relacionadas con muertos y cadáveres. Sin embargo aquello era distinto. Algo nuevo y desconocido, y por ello inquietante.

Respiró pesadamente varias veces, con los ojos cerrados, tratando de calmar sus miedos y se concentró en que el temor no ayudaría en nada para salir de aquella pesadilla. Volvió a abrir los ojos y su rostro mostró gravedad y determinación a la par.

- ¿Tú crees, Requiem? En tal caso no te preocupes: estamos en el lugar indicado, un sanatorio - afirmó relajando sus facciones, dibujando una sonrisa forzada y tratando de introducir cierto humor, al estilo del viejo clérigo, útil en momentos tan tensos -. Supongo que tendremos que avanzar - afirmó logrando que su voz ni su determinación flaquearan. Se agacho para recuperar su farolillo mágico y por fin desenfundó su maza pesada, situándose frente a la puerta.

Escuchó cómo algún compañero parecía dar indicaciones a los guardias sobre su inminente internamiento por zona comprometida. El vigilante esperaría a que todos estuvieran preparados.

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El espejo. Era esa la solución: mostrar a ese pobre ser atormentado en lo que se estaba transformando. Bien es cierto que el pequeño no bastó, y antes que pudiera reaccionar Nigromante, Tormento de Tinieblas trajo, junto a Réquiem, el gran espejo del lavadero. 

Y finalmente, el ser pudo mirarse, y lloró, y desapareció, como si nunca hubiera estado allí. Nigromante observó el fúnebre espectáculo con el alma encogida.

- Pobre ser- murmuró mientras tomaba con la mano el talismán de Pharasma- Quienes fueran parte de él estarán ya muertos. ¿Tuvo conciencia? ¿tuvo identidad? Pharasma, ten compasión y dales descanso y paz. Y concédeles un sitio en tu seno pues mucho han sufrido por causa de otros que jugaron con sus cuerpos y sus almas.

Tras las quedas palabras, casi una oración, Nigromante suspiró, pesadamente, y miró a Alexei, y luego a Anciano Sabio.

- Debemos de tener fe, Alexei. Es posible que, después de todo, estemos en otro plano. La magia y las reglas de ese otro plano, podrían dar una apariencia de locura, podrían jugar con nuestras mentes.- el nigromante se calla un instante y acaricia la pata de Hombro Izquierdo, pensativo- pero lo cierto es que hace poco tiempo, estábamos metidos en celdas, esperando ser sacrificados como ovejas en el matadero. Y ahora estamos buscando una salida, no sólo para nosotros, sino también para otras almas perdidas como las nuestras. Tenemos que estar en guardia, y vigilantes. Nuestra cordura, nuestra mente, y nuestras armas, no sólo nos sirven a nosotros, sino también a otros. Ten fe. Podemos lograrlo.- luego miró a Anciano Sabio, pensativo, y finalmente, se encogió de hombros- Y si resultara que estamos locos, nada va a servir asumirlo, o negarlo. No conozco una locura que se comparta entre varios. Hagamos lo que podamos, y que cada uno ayude a su hermano. Dicho lo cual... propongo que mantengamos el mismo orden en nuestra exploración de la que ya seguimos ayer. ¿Os parece correcto a todos?

Y tras la pregunta Nigromante ocupa el lugar que tenía ayer, si ninguno se opone.