Partida Rol por web

Me sentía un poco invasiva. Era la casa de mi hermano, sí, y había una cierta confianza, pero no sabía si era por las circunstancias o por qué que me sentía rara, como si me hubiera metido en un sitio que no me correspondía.

Miré tanto a Severus como a Zoe, y traté de tranquilizarles con una sonrisa. Para ellos tampoco debía de ser fácil. Es más, yo, al menos, había visto a alguien de mi familia; ellos ni eso, y me daba algo de coraje que estuvieran en vilo sin saber nada de sus seres queridos.

—Hay comida, por si tenéis hambre— dije, señalando la cocina, pero yo tenía el estómago cerrado, por lo que no me entraría nada.

Sentadas en el sofá, dejé que los segundos pasaran. El silencio me rodeó, y me permití el lujo de cerrar los ojos durante unos segundos, mientras escuchaba las palabras de Zoe.

Con un respingo de pura impotencia, volví a la realidad, y miré a mi compañera.

—Pues, no lo sé— le respondí de manera sincera—. Deberíamos de estar, como pronto, hasta mañana, para enterarnos de alguna cosa más. Después, podemos ir mirando qué hacemos.  

Me pregunté cómo estarían los demás. Nuestros compañeros del Colegio se habían quedado allí, por lo que sabíamos, y no tenía ni idea de si todavía respiraban o no. Me dio un escalofrío horrible al pensar aquello, y decidí cambiar de tema.

—Seguro que, si no llega a pasar nada de esto, hubiéramos ganado la prueba— comenté, sonriendo, mirándolos con picardía.

O reíamos, o nos consumiríamos allí todos.

Entro casi a tropel en el baño, chocándome con Donnie y Brad y de paso dándome un susto de muerte. Joder, joder... No puedo evitar suspirar aliviada al ver al otro tipo en el suelo y a mis compañeros intactos. Sonrío ligeramente, estábamos de mierda hasta las rodillas, pero por lo menos estaban bien... ¿y Aelia?

- Tíos, tíos... ¿qué ha pasado?-pregunto por lo de Aelia-, ¿qué le ha pasado a Aelia?-escucho entonces sus planes y asiento, el de Donnie no está mal-. Fuera hice un muffliato, eso puede ayudar a silenciar.*

Miro al muchacho tirado en el suelo y giro la cabeza. Voy hacia él y comienzo a desvestirlo.

- Tengo una idea...-murmuro mientras le quito los pantalones y el uniforme. Comienzo a ponérmelo -. Metedlo dentro del lavabo, vamos, vamos, deprisa-les apuro mientras me subo los pantalones y los abrocho. Me miro en el espejo y comienzo a metamorfosear, adoptando los rasgos del muchacho inconsciente-. Puede que os hayan visto a vosotros, pero no a mí... por lo que no les fallarán los cálculos si os saco fuera como si fuese él, ¿lo pilláis?

Severus había estado callado todo el tiempo, tanto el viaje cómo en la casa, observando el lugar con desconfianza. London confiaba ciegamente en su hermano, pero él no. Él había llegado a dónde estaba por no confiar en nadie. O tal vez, mejor dicho, por confiar en una persona y que le traicionase. Pero entonces habían llegado las dos chicas a su vida y de algún modo, aún intentando evitarlo, se había sentido conectado a ambas. Aquella conexión se había hecho más fuerte bajo el lago cuándo ambas habían decidido dejarlo todo para estar juntos, olvidándose de la guerra a punto de estallar y de ambos bandos. Se había sentido... ¿Querido? ¿Era esa la palabra adecuada?

Pero entonces se había planteado una vida solitaria, con ellas dos, los tres contra el mundo. No se había planteado que ninguna de las dos tuviese a alguien tan cercano cómo parecía ser el hermano de London. No había esperado involucrar a nadie más, y además, ahora se planteaba si London se plantease dejar atrás lo que habían decidido, y Zoe se viese arrastrada. En ese caso volvería a estar solo... ¿Sería tarde para volver al plan original, en ese caso?

- Deberíamos aprender a aparecernos. - dijo Severus de Repente. - ¿Cuando es vuestro cumpleaños? Yo ya no tengo el rastro, pero no sé si vosotras sí. Mientras estemos en zonas de fluctuencia mágica no importa, pero si nos alejamos, usar la magia saltará las alarmas.

Sonrío. Es lo que había pensado.

-Pensaba que te habían visto entrar, por eso no lo había planteado. Pero hay que pensarlo más...nos sacas...y los sorprendemos a la primera ¿O mejor otra cosa? Si puedes decirnos cuantos hay cerca y eso mejor. Si es que lo sabes.

No pierdo de vista la puerta, por si acaso entra alguien de golpe.

-Aelia, la muy torpe, no se escondió y se la ha llevado el mayor.

Mia se las apaña para más o menos tener el aspecto del chico. Tan sólo le quitáis la túnica porque no teníes tiempo de más, y Brad y Donnie lo arrastran al baño más cercano. Justo en ese momento la puerta se abre y entran media docena de personas, y veis unas cuántas más fuera. Brad y Donnie siguen dentro del cubículo con el chico desmayado (que empieza a tener un ojo increíblemente hinchado por el puñetazo de Donnie).

El hombre que habá entrado al baño antes habla, sin percatarse de los pequeños cambios entre el otro estudiante y Mia, peo hay algo que no habíais pensado.

- Hvor er de? En av dem er bevæpnet.

Siempre había tenido un problema, y era que los silencios me ponían muy nerviosa. De pequeña, cuando había un silencio era porque mi padre, en su grandilocuencia tenía que decir algo de suma importancia, y, normalmente, no era algo bueno para nosotros. Tenía miedo a sus palabras, y enlacé que la consecuencia de esas palabras a las que tenía miedo era el silencio. Por lo que los silencios me ponían en un estado de alerta que me alteraban los nervios. No era así cuando estudiaba, porque sabía que hacer aquello era algo bueno, pero cuando no sabía si lo que había hecho a lo largo de día era censurable o no, mi padre tenía el don de hacerme temblar como una hoja movida por la brisa otoñal.

Así que, estar en la casa de mi hermano, en silencio, todos nerviosos, ante un escenario desconocido, sin saber el texto de la escena siguiente, y con el mundo mágico al borde del abismo, me hizo que mis manos comenzaran a temblar, y me diera real cuenta de lo que estaba pasando. Podíamos morir, podían pillarnos, juzgarnos por desertores, enemigos de cualquier bando ganador, pue no estábamos con ninguno, y podíamos encontrarnos con serios problemas en cuanto se dieran cuenta de nuestra situación.

Confiaba en mi hermano para que mantuviera la boca cerrada, y no dijera nada. Y, de hecho, miré el reloj de pared, esperando que de un momento a otro terminara su jornada laboral, como si de un día normal se tratara, para venir a casa, y poder hablar todos juntos de lo que sucedía.

Sin embargo, no sabía si aquello iba a ser posible, y volví a darme cuenta de que estábamos nosotros tres. Sentí un pinchazo de culpabilidad al recordar que James no estaba, y podríamos haber sido cuatro. Miré a Zoe de manera ladeada, y temí que, en el fondo de ella, todavía albergara sentimientos hacia mi hermano, y pudiera llevarla a hacer cualquier locura. El amor tenía esas cosas. O eso había leído en libros. Y, siendo sincera conmigo misma, yo también lo haría por cualquier ser querido. Bueno, por cualquiera no, mi mente pensó de inmediato en Severus, pero no le quise dar la importancia que realmente tenía en mi interior.

—¿Aparecernos?— pregunté, rompiendo el hilo de mis pensamientos, y carraspeé un poco la garganta al notármela totalmente seca—. Yo cumplo años en febrero, en un mes, el 14— indiqué—. Todavía me queda un poco. ¿Y tú, Zoe?— pregunté mirándola—. ¿Y tú, Severus? ¿Cuándo cumples años?— y por estúpido que me pudiera parecer, me interesaba sobre manera la respuesta de Snape. 

Para Remus, la noche había sido increíble. No porque hubiese sido intenso y excitante cómo en as plículas - que también, pero de otro modo -, si no por que habían conectado de un modo distinto, se habían sentido uno y nunca había querido más a su novia. Había sido algo totalmente inesperado, y de hecho, Remus se había prometido muchas veces que no ahría algo así con Irina antes de contarle su secreto... pero no había podido evitarlo.

Cuándo la chica despertó al joven, el chico refunfuñó bajo las sabanas sin llegar a captar el mensaje de Irina. Se apretó más hacia su novia y la abrazó mientras hundía la cabeza en la piel de la chica, estando ambos aún desnudos.

- Por qué estás despierta tan pronto... - le preguntó con la voz pastosa sin abrir los ojos. Fue entonces cuándo su cerebro procesó la pregunta y abrió sus ojos marrones para mirar a la chica. Irina pudo ver en ellos algo parecido al miedo.

Ley de Murphy. Se prometía contárselo antes de compartir ese momento tan íntimo e importante para los dos, pero no lo hacía. Ahora que había ocurrido, ella se lo preguntaba, y no se le ocurría manera de evadirlo. No a esas horas de la mañana y no con el sentimiento de culpabilidad que se despertaba en su pecho.

- Irina...yo... - el chico se apartó de ella y se incorporó en la cama, quedando sentado contra la pared, con el torso desnudo mientras sus piernas estaban cubiertas. Fue entonces cuándo Irina pudo ver algo que no había llegado a apreciar la noche anterior. Su torso parecía tener varias cicatrices, de arañazos y ...¿dientes? Había una particularmente visible aunque tenía aspecto de ser la más antigua en su hombro. Era cómo si alguna criatura con una enorme boca llena de colmillos afilados le hubiese mordido. Remus era consciente de lo que Irina estaba viendo en ese momento, pues siempre era muy pudoroso con su cuerpo y mientras James y Sirius se quitaban las camisetas para entrenar a Quidditch o bañarse en el lago, el nunca lo hacía. Ahora Irina podía ver el porqué. El chico se llevó una mano a la cara y se frotó los ojos antes de pasarse los dedos por el pelo. - Yo... Tengo ... Debo decirte... - ¿Cómo decírselo? - Yo... - el chico soltó un suspiro largo, aún con la mirada en las sábanas.. No podía darle muchas vueltas. Era mejor soltarlo y punto. - Tengo algo que decirte. Es algo que he querido decirte durante mucho tiempo, pero no lo hice porque... Quería protegerte...No. Sí, bueno, pero eso no era lo que más me preocupaba. - si estaba sincerándose, no lo haría a medias. - Tenía miedo que me juzgases. Que te repugnase. Que tuvieses miedo de mí. Que no... que no me quisieras. - levantó en ese momento la vista para mirar a Irina. Era tan perfecta. No había otra chica en el mundo cómo ella. Era la única a la que quería. Si le rechazaba, su corazón iba a partirse en mil pedazos. - Si conocía ese pasadizo es porque lo uso una vez al mes... Las noches de luna llena. - Remus tragó saliva, pero no apartó la mirada. - Irina... yo... soy un licántropo...

Ya estaba. Lo había dicho. Había dicho lo que más miedo le daba decir a la persona que más miedo le daba que le rechazase. Su corazón latía a toda velocidad y con tanta fuerza que podía escuchar la sangre bombeando en su cabeza.

Sonreí a London. 

— No importa, yo tampoco tengo habre. 

Me seguía resultando extraña la situación. Me preocupaba qué ibamos a hacer a partir de ahora. Asentí a London y reí ante su comentario de la prueba del lago. Miré luego a Severus que por fin hablaba. 

— ¿Como nos "aparecemos"? — Me pregunté para qué serviría saber la fecha de nuestro cumpleaños para aparecernos, pero miré sonriente a London y le contesté. — Yo cumplo años el 23 de abril. — Miré a Snape para que contestara el también. 

Oh...shit

Trato de pensar rápido que hacer...y se me ocurre una idea. Una peligrosa y arriesgada pero una que podemos hacer si la cosa comienza a empeorar...aunque primero es mejor esperar a ver si Mia es capaz de salir del paso.

Zane parece algo decepcionado, y se encoge de hombros, negando con la cabeza ligeramente.

- Nadie te obliga a matar a nadie, aunque sería un buen modo de demostrar al Señor Tenebroso de qué lado estás. Y no dudo que sería... un desahogo. - añade tras buscar la palabra adecuada, escondiendo una sonrisa. - Y no te preocupes, te enseñaré todos los trucos que aún no conoces, igual que me han sido enseñados a mí.

Extiende una mano para que se la cojas y guiarte así.

- Vayamos a ver a Debbie entonces. Se ha sentido a solas muchas veces, seguro que le gusta volver a tener una amiga cerca.

Mi corazón se aceleró cuando me miró con miedo ¿Qué me estaría ocultando? Me puse pálida sin poder evitarlo... ¿Quizás se había estado viendo con alguna chica allí? ¿Quizás con Lily? Se caían muy bien, aunque su relación con James era más que obvia. Sin poder evitarlo, se me cayeron unas lágrimas por el miedo de lo que me diría, no me podía ni mirar a la cara ¿Tan grave era? 

Es entonces cuando me fijo en su cuerpo, lleno de marcas y cicatrices -muy sexys por eso- y me preocupo más, abrazándole por detrás. -Dime lo que me tengas que decir...

Y así lo hace. Presto atención a todas y cada una de sus palabras y solo me sale una risa tonta. 

- Remus, tonto... Si Donnie es de mis mejores amigos y también es licántropo ¿Cómo podías pensar que no te iba a querer por ello? Además, hay una poción para tratar la licantropía, como ya debes saber.- Tenía más ganas de abrazarle y mimarle que nunca. - No supone ningún problema, de verdad. No me importa lo más mínimo, no cambia nada. Solo te quiero a ti, que seas licantropo no va a hacer que deje de quererte.- Le abracé más fuerte y le comencé a besar el cuello lentamente.- Te quiero, Remus. - Le repito dándole un beso en los labios. - Nada va a cambiar eso. 

Me enjuagué las lágrimas. - Fíjate que tonta soy que pensaba una tontería... La cara de pánico que has puesto antes de contármelo pensaba que era de que te había "pillado" y ahora me tendrías que reconocer que te has estado viendo con alguien a escondidas en la casa de los gritos. Que estúpida que soy. 

Ahora, tenía una pregunta que me costaba formular... 

- Oye y... ¿duele? ¿Cómo fue que te transformaste en hombre lobo?- Le suelto después de unos segundos en silencio, pensando si sería correcto preguntarle eso. 

- Yo ya los cumplí, hace unos días. El 9 de enero. - os informa quitándole toda la posible importancia que podría tener el hecho de que no os lo hubiese dicho ni pudieseis haberlo celebrado. Se queda pensativo unos segundos.

- Bueno, eso quiere decir que vuestro rastro está activo, así que hay que ir con cuidado. No uséis magia en lugares dónde no haya otros magos. Las alarmas no son perfectas, así que cuándo se hace magia por ejemplo en El Callejón Diagon es imposible saber de quién viene, y hacen oídos sordos a esa alarma. Las que más llaman la atención son cuando sólo hay muggles u otros menores a tu alrededor. Una de esas es firmar una citación con el ministerio.  - explica Severus, aunque supone que más o menos ya sabéis cómo funciona. - Aunque también es posible que con lo que está ocurriendo cambien algunas cosas... Creo que al menos hasta que London no cumpla 17 también no podemos arriesgarnos demasiado... - se aparta el pelo de la cara, con el entrecejo fruncido. - Es una lástima, nos iría de perlas aprender a aparecernos. Tal vez... Tal vez tu hermano podría enseñarnos. Si prácticamos en algun lugar con muchos magos adultos deberíamos estar cubiertos.. Y tal vez... - se lo piensa unos segundos antes de finalmente decirlo. - Tal vez deberíais aprender oclumancia. Yo empecé el año pasado y estoy lejos de ser un experto, pero puedo enseñaros. No nos interesa que andie urgue en nuestra cabeza si... Bueno, si ocurriese algo.

Me desanimé un poco, porque me hubiera gustado poder aprender a aparecerme en ese mismo momento. Habría estado genial poder ir de un lugar para otro con solo un pestañeo. El idiota de mi hermano James ya lo hacía, y Charles, cuando pudo hacerlo en su momento, también fue un pesado. Pero, en el fondo, lo decía porque tenía algo de envidia.

—¿El 23 de abril, Zoe?— pregunté, mirándola, sonriente—. A ver si no se me olvida, y te felicito. Y te compro alguna cosita— no tenía ni idea del qué, pero siempre gustaban las golosinas. Sobre todo, de chocolate.

Abrí mucho los ojos cuando escuché la respuesta de Severus, y me quedé con la boca totalmente abierta. Miré a Zoe con la misma estúpida expresión, y, de nuevo, clavé mi mirada en Snape.

—¿El 9?— repetí—. ¿Y por qué no lo dijiste? Habría sido la excusa perfecta para hacer algo en la Sala Común, demonios— dije, aunque, en el fondo, era una estupidez. Lo que de verdad me dolía era que lo hubiera celebrado solo. Si es que lo había celebrado—. Bueno, pues, felicidades atrasadas, Severus— añadí, sonriente—. Tendrás tu regalo, ya verás— y fue casi como una promesa.

Lo escuché con suma atención, y asentí ante lo de que nos enseñara mi hermano. Sería la segunda cosa que le preguntaría, porque la primera era cómo iban las cosas en el Ministerio.  

—Vale, ya se lo pediré cuando lo veamos— indiqué, levantando el pulgar, asintiendo—. A ver cómo enseña— y volví a acordarme de lo pesado que se ponía apareciéndose y desapareciéndose cuando recién se sacó el permiso, o la licencia o lo que fuera que dieran.

Seguí escuchando a Severus, y fue cuando me quedé pasmada. Oclumancia. No tenía mucha idea de cuán difícil podía ser ese tipo de magia, pero no me imaginaba que estuviera al alcance de muchos.

Tragué saliva con dificultad, y miré a Zoe, algo dubitativa. Conocía la habilidad de los oclumantes, y era prodigiosa. Estaba segura de que mi padre tenía algo de oclumante, porque siempre era sumamente hermético, pero nunca llegué a preguntárselo, por lo que era más una sospecha que una realidad, pero Severus sí que sabía, y nos iba a enseñar.

Me imaginé pudiendo cerrar mi mente a ojos de extraños, y sonreí, satisfecha. Sí, claro que quería.

—Oh, sí, sí— dije, entusiasmada—. Me encantaría, Severus. Estaría genial— di un par de palmaditas tontas, muy nerviosa—. ¿Cuándo nos enseñarás? ¿Ahora? ¿Puede ser ahora?— pegunté como un torbellino, algo excitada y nerviosa a la vez, notando las pulsaciones de mi corazón a mil por hora—. Tiene que estar genial. 

Miro a Brad sin saber qué hacer. Empiezo a sudar y cojo la varita con fuerza, listo para actuar en cuanto suceda algo, y habiendo escuchado esa pregunta... Joder, sólo esperaba que Mia supiera qué decir...

Mi mano apretaba la espalda de Brad... Era lo único que me hacía sentir algo más seguro... Saber que no estaba sólo.

De todos los putos alumnos que había en el puto barco tenía que metamorfosearme en uno que hablase un idioma del que yo no tenía ni puñetera idea. Genial, Mia, creo que en breves te vas a reunir con Joni y no de la manera que querías...

Va, va, va, piensa rápido, algo, lo que sea, Mia, eres la reina del escaqueo y la improvisación... Y si no, siempre te queda meterle un Desmaius por el culo.

En primer lugar me encogí de hombros, símbolo internacional de "no sé" (sea lo que sea lo que me hubiese preguntado, no tenía ni idea). Abro la boca, como si fuese a hablar, pero de repente me detengo y frunzo el ceño, mirando hacia el pasillo, como si hubiese visto algo o alguien que no debiera (obviamente no había nada, pero todos estaban dándole la espalda al pasillo). Me llevo un dedo a los labios, pidiendo silencio. Señalo a tres de ellos y les indico que vayan por uno de los pasillos que atraviesan este, y a los otros que vayan por el otro, después me señalo a mí misma... o mismo... bueno, a mí, y me llevo un dedo al ojo y luego alrededor del baño, como diciendo "yo echo un último vistazo por aquí". Después hago señas para que se apresuren.

Joder, joder, que cuele, que cuele... Dios santo, Mia, creo que no has sudado tanto en tu puta vida... 

Tomé su mano. Charlotte había quedado olvidada para Zane, o al menos eso parecía. No tenía ni idea de dónde me estaba metiendo, y sólo por querer estar cerca de ella. Ya era tarde. -Es posible, Zane. Pero no dudo de la inteligencia del Señor Tenebroso. Él sabrá apreciar las virtudes que poseo mejor que nadie, creo yo. A excepción de Charlotte. Pero sabes perfectamente que yo no estoy hecha para matar. Y no voy a permitir que eso cambie, pues no está en mi naturaleza. Y sí, yo también tengo ganas de hablar con Deborah. Antes prácticamente no he tenido el placer. 

Las personas que había fuera no ven lo que hace Mia, por lo que cuando el hombre aue había habaldo se gira de golpe y les da varias órdenes, salen corriendo. Sin embargo hay un grupo de chicos y chicas más jóvenes que no parece convencido de lo que pasa. Uno de ellos le dice algo al hombre que parece ser el jefe en ese momento y este irritado le hace un gesto que fácilmente podéis leer como "claro, claro, lo que quieras."

El grupo de 5 personas que se aueda en el baño se acerca a Mia.

 - Hé Lukas, hva spiller du? Du opptrer merkelig. - dice uno de ellos acercándose a Mia. Todos tienen la varita preparada. 

De repente escucháis muchas voces y pasos, y Anne cierra la puerta con rapidez, empujandoos para escoderos.

- Rápido, rapido, las cuerdas. - dice mientras coge una de ellas y la enrolla de algun modo en sus muñecas, tras guardar la varita en la manga. No está atada, pero sí lo suficientemente liada para que lo aprezca.

Ryan hace lo mismo y tras eso se abre la puerta de golpe. Varios chavales de vuestra edad aproxiamdamente entrarn varitas en ristre, al ver sólo a tres de vosotros, se acercan más amenazantes.

- DÓNDE ESTÁ EL RESTO?!