Partida Rol por web

- Vaya puto idiota - comenta el tuerto, que al ver quieto a Edirian delante tuya le dispara en la cabeza.

Durante un segundo, no ves nada. Edirian no se mueve. Como está de espaldas a ti, solo ves la incredulidad en el gesto del tuerto. Y oyes que la bala cae al suelo, sin sangre.

- ¡Oh mierda! ¡Es una rareza! ¡Roco! - señala al gigante - ¡Sujeta al másico! ¡Disparad al otro cabrón!

- ¡¿Un másico?! - dice el muchacho que te acaba de disparar, dando un paso atrás mientras abre los ojos como platos-. ¡Larguémonos de aquí, esto es una locura!

- No soy un másico - oyes las palabras de Edirian, pronunciándolas con voz extrañamente grave-. Soy mucho, mucho más que eso...

Roco obedece pese a su cara de susto y el enorme gigante se abalanza para sujetar a Edirian. ¿Sujetarle ha dicho? No entiendes muy bien lo que intentan, y no estás seguro de saber cual es el poder del muchacho, pero estos tipos han hecho una suposición y se preparan a intentarlo... Sin embargo, antes de que este llegue hasta él, tienes tu rifle y aunque el hombro te duele, puedes actuar...

Todos os encontráis en algún lugar de la casa... Algunos en la primera planta, otros en las superiores, otros junto a la entrada. Otros en el salón. No importa. En ese momento, oís disparos.

Los disparos no se oyen con mucha potencia, pues las armas de eter no utilizan pólvora, y no es algo tan insólito en una ciudad como Duriel. Es algo ... Común, a su manera. Altercados, ensayos militares de las casas, duelos... En todo caso oís de pronto una salva de tiros, como si hubiera un tiroteo, que no viene de la plaza enfrente de la mansión pero tampoco muy lejos. 

Esla levantó observó con incredulidad a Yria y Arden al darse cuenta de que no quedaba nadie más. Gavilano y ella habían pasado tanto discutiendo que para cuando acabaron no quedaba casi nadie escuchando. 

-Esto es ridículo... - masculló en voz baja mientras negaba con la cabeza - Si, re... No, no lo hagas. 

Maldiciendo en su cabeza salió. Solo necesitaban a Cael y Edirian, el resto podrían esperar. No tenía ni idea de donde podía estar ninguno de los dos. Caminó malhumorada hacia la entrada cuando escuchó los disparos.

Mierda... 

Aceleró el paso en dirección a la entrada. Al llegar cerca de la puerta, si estaba abierta, se aseguró de no ponerse en la linea de tiro de nadie que pudiese apuntar desde fuera*. No parecían estar inmediatamente delante, pero no quería arriesgarse.

Se cubrió con el marco de la puerta y se asomó con disimulo. Quería ver que es lo que ocurría fuera antes de hacer nada**. 

Antes de que salgas, por lo menos intuyes con claridad los disparos. Vienen del callejón de salida del patio, el que da al paseo del Preservador. No estáis en zona de peligro, aunque puede que alguien esté atacando a alguno de vuestros miembros que ha salido de la casa...

La situación escaló de diez a cien para Viero cuando sintió el balazo en su hombro. Esta gente no se andaba con rodeos.

- Eso me pasa por darmelas de pacifista.

Todos habían tenido su oportunidad, habían dejado de ser personas y solo eran ya objetivos... al igual que el.

Al ver que Roco se abalanzaba con intención de agarrar a Edirian, tomó su fusíl y disparó al gigante.

Entonces se posición atrás de Edirian con la esperanza de que su extraña habilidad lo protegiera también.

La cosa parecía haberse calmado tras el fin de la votación cuando Esla y Gavilano se volvieron a enzarzar en las mismas pullas que habían mantenido durante la discusión. Que si Gavilano interpretando la situación de la manera que le dejara mejor a él, que si Esla asumiendo que eso significaba algún tejemaneje...qué cansinos.

Al mencionar la misión de buscar a Fantina mi interés se despierta, después de toda esta situación algo parecido a una aventura me apetecía mucho...hasta que Esla me pone en el grupo para visitar a los Doriar.

¿Por que tanto odio, hermana? - Pienso, mostrando a Esla mi opinión solo con la mirada, no era momento para ponerme rebelde y aun menos por algo así. Sería muy difícil descifrar la mirada para cualquier otro, pero Esla conocía bien mi expresión de voy a hacer esto porque te quiero mucho pero ya te vale, yo quería hacer algo divertido; a lo largo de los años había tenido muchas oportunidades para usarla.

Aun así, es probable que hubiera malgastado mi expresividad, pues por no enterarse pareció que estos dos no se enteraron ni si quiera de que todo el mundo se había marchado mientras discutían.

Me dispongo a levantarme y llevarme a Esla para ponernos atuendos adecuados a la ocasión cuando se oyen los disparos fuera y Esla sale rápidamente hacia la puerta. Esto me extraña, pues los disparos no parecen dirigidos a nosotros y si lo son los atacantes muy incompetentes han de ser para no acertar a una casa entera como esta.

Bueno, mejor prevenir que curar, suficientes cosas extrañas hemos visto en poco tiempo como para ir asumiendo que no estamos en peligro. A lo mejor son otros los que están en problemas.

-Voy a echar un vistazo desde la planta de arriba, parece ser algo lejos, así que se verá mejor desde allí. - Casi añado que no se le ocurra salir sin mí pero lo descarto enseguida, ese es el tipo de cosa que haría yo, no Esla.

Dicho esto me dirijo a paso ligero pero tranquilo a la primera planta para tener un mejor punto de vista.

Hiparchia asintió pensativa a las palabras de Peara. Ni siquiera se percató de la presencia de Inara, que pasaba junto a ellas, hasta que oyó los disparos. El corazón le dio un pequeño giro. 

- Volvamos a la Casa. -les dijo a sus compañeras. Allí estaremos más seguras. 

 Peara apenas pudo percatarse de la presencia de Inara para luego ser sorprendida por aquel disparo a la lejanía; dando un pequeño salto para atrás por el susto.

- E-está bien... vamos para a-adentro...

Recordaba la “masacre” que Finnaes le había contado sobre la sala de espejos, todos hecho añicos imposibilitando cualquier tipo de comunicación, algo lógico cuando querían no ser encontrados o eliminar las pruebas. La cuestión era, ¿Cuál de todos esos espejos sería la clave?

Un rápido vistazo sirvió para saber que Fantina no estaba ahí escondida y que, por tanto, no tendría demasiado tiempo hasta tener que visitar el resto de habitaciones. Lo primero que hizo fue cerrar la puerta, asegurándose de que quedara firmemente cerrada ya fuera con pestillo o la propia llave que tenía, queriendo tener la máxima tranquilidad de saber que nada ni nada pudiera entrar mientras “trabajaba”. Lo siguiente fue colocarse en una de las esquinas donde nadie pudiera verlo a través de la ventana pisando a su paso restos de pequeños cristales, por si acaso hubiera algún curioso cotilleando justamente a esa habitación aunque las posibilidades fueran prácticamente escasas… Lo último simplemente fue ver.

Esperó a que las cortinas, los espejos, las mesas o las paredes se transformaran en finas hebras buscando algunas en específico. Pero estaba en un mar de hilos desconocidos, sin saber si el que sus yemas acariciaban eran de un trozo de cristal o de la propia chaqueta que llevaba.

Era confuso y necesitaba una excesiva concentración, calma y silencio, uno que fue rápidamente quebrado como aquellos cristales por el sonido de varios disparos.

En realidad los disparos no era algo que le llamara demasiado la atención. Vivía en el palacio de los Venture donde los entrenamientos eran constantes y estaba cansado de escuchar el sonido del choque de estoques y disparos para probar la puntería, había viajado tanto que los duelos eran la manera de desear los buenos días y visitado la propia Casa para disfrutar de las luchas de los miembros como para sorprenderse pero, tal vez, sus compañeros no pensaran lo mismo.

Quería aprovechar la oportunidad que tenía de “ver” con otros ojos para acercarse a la ventana con sumo cuidado e inspeccionar la calle, por la zona donde venían los disparos si podía desde su posición. Quería ver el hilo de aquellos con los que conviviría y, a poder ser, memorizarlos.

Nunca sabía cuándo iba a necesitarlo.

¡¡Madre mía, qué sucede, qué son esos disparos!! - vuelvo con ellas apresuradamente hacia donde se han producido, si puedo mirar a través de una ventana lo que sucede mejor que expuesta, aunque si se trata de una salva pues por curiosidad me acerco a ver de qué se trata - igual son las costumbres de Duriel por tener un nuevo comandante y esas cosas, no sé...

Adalo giró sobre si mismo en dirección a los disparos y se dirigió hacia la ventana más cercana que mirase en aquella dirección. ¿Es algún tipo de revuelta? Se pregunto mientras volvía la mirada hacia Vairan.

- No me gusta dejar las cosas a medias pero si eso que escuchamos son problemas me gustaría confrontarlos antes de que llegasen a la puerta de la mansión, tu pareces diestro en el combate me podría venir bien tu ayuda, ¿me acompañaras?

La petición sonaba más a un alistamiento en el ejercito regular que acompañar a un viejo soldado a una pelea, pero la mirada de Adalo no dejaba a dudas que saldría corriendo en pocos segundos hacia el lugar de los disparos con Varian o sin él.

Roco recibe el impacto del fusil directamente en el pecho. El gigante parpadea, deteniendo su carrera y llevándose la mano hacia la herida, que parece de gravedad, pero no lo suficiente para acabar con él... Y tras ese instante avanza corriendo con expresión enloquecida hacia ti.

- ¡¡HIUEPUTA!! - gruñe el enorme tipo ignorando las ordenes del tuerto.

En la carrera desenvaina su espada corta y mientras tratas de incorporarte y colocarte detrás de Edirian te das cuenta de que el muchacho no se mueve. El gigante parece lo suficientemente hábil, pero en especial, es enorme y muy, muy fuerte. Cuando se abalanza contra ti intentas echarte a un lado, pero Roco hunde la espada hasta su empuñadura en tu costado. Acto seguido la arranca de cuajo, y se queda mirándote, mientras tu trastabillas unos pasos, palpando la puñalada. Es muy grave. Lo sabes. Notas que pierdes fuerza en las piernas, y sabedor de lo que esto supone, percibes como la lividez inunda tu cara por el miedo. 

Estás sangrando. Mucho.

- Tú - dice una voz al fondo del callejón.

Y cuando estás a punto de temer que no te queda esperanza, ves al tipo de los tatuajes, tu compañero: Eikon. Aparece al fondo del callejón, demasiado lejos para hacer nada, y aunque tiene un rifle a la espalda... En sus manos porta una espada y una daga. No. No llegará a tiempo, pero. Por alguna razón, te fijas que Eikon lleva debajo de la gabardina una extraña vestimenta, que antes en el salón mantenía encubierta pero ahora ves con claridad. Un traje negro, ceñido, y estrambótico, casi tanto como él. Le observas, sumido en el pánico.

Y de pronto no está allí. Está a tu lado, a la espalda de Roco. Antes de que el gigante pueda volverse, y aprovechando que está de espaldas, Eikon hunde su estoque y su daga en el pecho del gigante... Aunque quedando expuesto a un ataque. 

Roco se tambalea. Por muy grande que sea, apenas puede tenderse en pie, está muy malherido, y ahora mismo, visiblemente asustado por el aterrador tipo que acaba de empalarle apareciendo delante suya de la nada.

- ¡Mierda puta, Darao! - dice la mujer, al ver aparecer al tatuado. Aunque parecía a punto de dispararte de nuevo, vuelve su arma hacia Eikon...

Sin embargo, aunque el tatuado es muy rápido, no lo es más que una bala, y se ha quedado delante de ellos al aparecer para salvarte de Roco... El disparo le golpea en la barriga, y el tipo trastabilla un par de pasos, nervioso. Mientras otros dos enemigos le apuntan con el arma...

Rivier levanta la pistola de dos cañones... Ya ha disparado antes, tiene otro tiro y tendrá que recargar. Lo sabe. "Esto es una maldita mierda" piensa el muchacho, que para nada quería participar en todo esto, cuando el tatuado aparece de la nada delante de ellos. 

"No puedo huir con ese ahí" reconoce. Si se mueve así, huir es una quimera. Así que levanta la pistola, y dispara.

Esta vez, no roza a su enemigo. Le alcanza en el pecho. "Mierda, mierda, mierda". El hombre del tatuaje se lleva la mano hacia este, soltando la daga y retrocediendo dos pasos. 

Pero Rivier no se queda a esperar. Sin decir nada, sale corriendo del callejón, hacia la avenida, antes de que mas rarezas vengan a por ellos. 

Huir es la única opción. Incluso aunque maten a esos dos, jamás podría matar a un másico. Solo le queda huir, mientras la Rareza se entretiene con Darao y Llamara...

Edirian sabe que no está en peligro. No realmente. Y hubiera preferido encontrarse en esa situación solo, donde las balas no hiciesen nada, donde supiese que no tendría que verse forzado a hacer lo que siempre ha odiado.

Combatir.

De debajo de su chaqueta, deja que caigan los dos espejos, uno de cada manga. Pequeños, de plata, tan pulidos y caros que valen más que casi todo lo que posee. Excepto la capa. Pero no lleva la capa encima. En cualquier caso, los espejos son fiables. Su tamaño no debería llevar a engaño, porque son una concatenación de pequeñas capas reflectantes que amplían de forma sucesiva y concentran la energía cinética.

Muchos han intentado dominar el combate de espejos. Volar por los aires propulsado, usar tus manos como armas capaces de producir descargas capaces de lanzar a un hombre por los aires y de simplemente cortarle por el puro impacto. A distancia, apenas producen una ligera caricia de viento. Pero cuerpo a cuerpo... Son devastadores.

Pero si muchos han intentado dominar ese combate, muchos más han fallado. Volar no es el terreno de un ser humano. Una caída, una descarga fallida, o un espejo que se rompe dejando vencido al lanzador... No. Muy pocos dominan ese combate por todos los riesgos que conlleva.

Excepto si eres másico. En ese caso... Apenas tiene contra indicaciones. 

Demasiado tarde, incapaz de evitar que la mujer descargue su pistola sobre Eikon, Edirian levanta su mano derecha y apunta hacia ella. Un chorro abrumador de energía, que debería propulsarle en dirección opuesta, surge de su mano y su espejo, impacta en la muchacha y la lanza por los aires hasta estrellarse contra una pared al fondo del callejón. La pálida asesina chilla cuando su cara choca y su brazo se rompe, malherida... 

Acto seguido, Edirian  se agacha en cuclillas y vuelve su mano izquierda hacia el tuerto, hacia arriba, que justo en ese momento se prepara para disparar...