Partida Rol por web

- La mañana húmeda y fresca apenas deja ver el sol que salió hace una hora por el Este, pues un repentino y antinatural viento del Norte ha traído nubarrones negros de aspecto extraño y siniestro.

- La voz de Serpiente retumba y se escucha por todo el Llano de Galdan mientras ondas doloras de negra energía pulsante brotan de él a intervalos regulares, como el corazón de un titán incognoscible, y el suelo se estremece con temblores.

- Las tropas de la Compañía avanzan hacia la zona más árida en la que el suelo se torna grisáceo oscuro. Los Dolorosos de Sacerdote ya están allí con sus manteletes.

- A lo lejos sobre las ciclópeas murallas de Galdan una figura colosal extiende sus alas. Se trata del Dragón de Triplet, que se prepara para recibir a la Compañía, aunque incluso él parece empequeñecido por el poder creciente y pulsante del Señor del Dolor, transmitido en incomprensibles palabras en el lenguaje del Viejo Reino del Norte por la garganta de Serpiente. Unas palabras dolorosas y dañinas que ninguna garganta humana debería de poder pronunciar sin sajarse, rasgarse y quebrarse. Y tal vez así lo haga. Es difícil ver a Serpiente con el halo de extrañas sombras e ilusiones que le rodean, a intervalos parece tener una grandes alas de cuervo y un cuerpo negro y escamoso, pero diríais que en efecto su boca está llena de sangre roja y brillante. Su sangre, cargada de diabólica magia de la más negra naturaleza.

En medio del avasallador despliegue de poder mágico que emana de Serpiente, la magia de los Magos Primero y Segundo de la Compañía parece patética y penosa, casi vergonzosa.

En realidad es el fruto del esfuerzo concertado de dos Magos que llevan toda su vida perfeccionando su magia.

Sus siluetas se tornan grises y borrosas y cuando terminan el encantamiento, volutas de niebla comienzan a manar lentamente de la boca de Escupeculebras.

Poco a poco, muy despacio, parece que volutas de niebla se van quedando pegadas a las diferentes escuadras de la Compañía Negra presentes en el Llano de Galdan.

El Dragón ruge y escupe una columna de fuego hacia el cielo.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

UNA HORA DESPUÉS DEL ALBA.

Ante el inminente inicio de la batalla algunos rezaban, otros permanecían impasibles y sólo unos pocos parecían serenos. Pro su parte, Sabandija era un manojo de nervios. Lo demostraba jugueteando con su pelo constantemente, mordiéndose las uñas hasta convertirlas prácticamente en pequeños muñones sangrantes o dando involuntarios saltitos como un niño pequeño que se estuviera orinando. Revisaba una y otra vez el carcaj de flechas  y el portalanzas con las jabalinas. Al menos no se comía demasiado la cabeza con el plan. Sobre el papel, que todo lo aguanta, era una cosa sencilla. Ahora bien, quedaba llevarlo a cabo. 

Cuando Lengua Negra dio la orden el corazón le dio un vuelvo y latió , si cabe, aún con más fuerza. Para él era inevitable recordar la batalla del fuerte Chuda en la que participó empujando el ariete y de la cual aún arrastraba secuelas que hacían que su brazo no estuviera en plena forma. Nunca más lo estaría, pero al menos podía moverlo. Puesto que el líder de los Campamenteros no había adjudicado posiciones y, por su puesto él no se consideraba de los más fuertes, Sabandija se colocó en la parte de atrás, dispuesto a aportar su granito de arena en lo que se refiere a empujar aquel armatoste del infierno. Sin embargo el explorador K´Hlata no estaba tranquilo, ni mucho menos, y se movía de posición constante mente. Ora empujaba alargando el cuello para ver el terreno de delante, ora se despegaba de empujar para observar los laterales. ¿Qué mas daba si él no empujaba? La fuerza bruta no era lo suyo. 

Por suerte la mañana es fresca...- Un escalofrío le recorrió el cuerpo al ver en la lejanía a Serpiente y al observar que su pelotón estaba cerca también de los magos. Se adelantó un poco para estudiar el terreno pro el que el carro tendría que aproximarse a la Puerta de Galdan. Desde la distancia parecía haber un poco de todo. Entonces le pareció buena idea que alguien se adelantase para encontrar el mejor camino para el carro. 

- Quédate aquí detrás protegida, Plumilla.- Le dijo a su hermana de capa mientras trataba de reunir el coraje necesario para dirigirse a Lengua Negra. Por nada del mundo quería que por proponerlo le mandaran a él, blanco fácil así de las saetas enemigas, pero como buen cazador que era veía que podría ser necesario saber por qué parte del terreno dirigir el carro.

- Se-Señor...- Se le secó la garganta al vislumbrar aquellas volutas de niebla salir de la boca de Escupeculebras. Agitó la cabeza para no parecer una doncella asustadiza.- ¿Hay información sobre el terreno?

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

No era la primera guerra de Lombriz.

Aun así, le sorprendía que más que el nerviosismo hubiera expectación. Podía deberse a la ración de grog corto que les habían servido a todos o al polvo que se había agenciado para añadirse un poco de valor extra llegado el momento, pero lo que estaba deseando sobre todo era empezar: le retumbaba el corazón en el pecho y, en aquel momento, amaba a todos y cada uno de sus hermanos allí presentes. Incluso tenía ganas de abrazarse. Pateaba el suelo de vez en cuando con aquellas sandalias, levantando tierra, o miraba al enemigo deseando lanzarse encima. Estaba a la buena.

Con una sonrisa y saludando con la cabeza a los otros que pasó, se puso delante, sujetando aquello con la mano en la que no llevaba el escudo, para empezar a tirar en cuanto fuese menester. La mayoría de la gente pensaba que Lombriz simplemente era... raquítico, como una Lombriz, pero otros habían ido más lejos y habían podido probar que cuando el K´Hlata se refería a sí mismo como "brazos fuertes", no mentía. ¡Además! Igual que la mierda se la había comido él en su día y estaba vivo, ¡ahora les tocaba a los doloritas pasar por lo que pasaron los reclutas en su momento! Es así y no de otra forma como funciona un ejército.

-¡Ahahahahahá, sí! ¡Lombriz espera órdenes, señor! ¡Lombriz espera, hermanos! -sonrió- ¿No es gran día hoy?

Inhaló, recalcando. Estaba pletórico. Quizá fuese su forma de copar con lo que pasaba... o quizá lo estuviera en verdad.

Manta tiraba con ahínco, al igual que el resto de su pelotón, del carro que transportaba la escala hacia las murallas. Giró la cabeza hacia ambos lados y observó a cada pelotón hacer lo propio, mientras se extendían por la superficie del Llano de Galdan. Aún no podía ver a los aliados, los Escorias de Cho'n Delor y las tropas regulares, quienes también participarían en la batalla. Al que sí podía ver era a Serpiente, aunque antes que verlo, pudo sentirlo. Las malignas energías que desplegaba Serpiente por toda la tierra hacían a Manta estremecerse. A decir verdad, toda la magia que actualmente se desplegaba en la planicie le daba mucha mala espina al Hostigador, y escuchó a uno de los Magos decir "Tercera Magnitud" para referirse a Serpiente. No sabía un comino de magia, pero esas palabras sonaban bastante chungas. 

Entonces, conforme el campo se cubría de niebla y los aliados quedaban ocultos tras esta, Manta pudo visualizar al dragón del Triplete en la almena de las murallas de la Fortaleza escupiendo fuego.

—  Espero que Serpiente pueda sacarse uno igual de la chistera, o estamos jodidos —dijo el muchacho a sus compañeros de pelotón, que empujaban el carro con él. Al comentario lo acompañó una risa amarga.

El avance empezaba, y desde luego no pintaba bien. Iban a tener problemas solo para llegar, a juzgar por como notaba el terreno bajo sus botas. Iba a responder a Manta cuando notó como uno de sus pies se hundía en un charco de barro denso y de mal aspecto... Que a juzgar por la cercanía de un cadáver en avanzado estado de descomposición, debía tener restos del mismo. Empezó a tirar, con tan mala suerte que cuando logró sacarlo lo hizo con demasiada fuerza, salpicándose la cara de aquel cieno hediondo y ponzoñoso. Escupió y se limpió la cara como pudo, solo para comprobar que le había entrado en los ojos.

-¡Mierda!-exclamó, contrariado por aquello, y por como le escocían y molestaban los ojos. Apenas podía ver, debía limpiarse aquello cuanto antes, así que avanzó hacia una de las tinajas del carro, más bien a ciegas, para después enjuagarse los ojos con agua abundante. 

Los Dolorosos de Sacerdote corren con entusiasmo por el campo de batalla, devorando los metros hacia la Puerta de Galdan.

En un momento dado, el Dragón de Triplet escupe una colosal bola de fuego que describe una amplísima parábola, cayendo justo sobre la posición de Sacerdote y de diez de sus hombres.

Se escuchan los terribles alaridos de los Dolorosos de Sacerdote ardiendo junto con sus manteletes.

Sin embargo, incluso ese angustioso sonido queda pronto ahogado por el horrísono crescendo de la voz del Señor del Dolor completando su ritual...

AÑO: 202 DE KHATOVAR.
MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).
DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

¿Tienen un dragón? ¿Por qué nadie me dijo que tenían un dragón? Hicimos una reunión previa para informarnos de la batalla y nadie mencionó a un dragón.

Rastrojo se acunclilló y usó el barro del suelo para cubrirse y humedecerse la piel de modo que mitigara en parte el fuego del aliento de un dragón. Miró a Matagatos agacharse, quizás para hacer lo mismo, pero parecía que algo le había entrado en los ojos. El chamán se acercó y tomó a Matagatos del brazo a modo de lazarillo.

Cabo... Te ofrezco uno de mis consejos chamánicos gratuitos que tan poco te gustan escuchar: si no estás capacitado para una tarea tan simple como ver, tienes otros mandos en los que delegar esa tarea. Deja que otro guíe los carros sobre la parte menos abnegada del barrizal.

Cualquier excusa era buena para no tener que empujar el carro. Aunque con la tirria injustificada que Matagatos le tiene, es capaz de delegar en Ponzoña, su segundo al mando y el relevo natural de Matagatos, en lugar de dejarle hacer al que tuvo la idea.

Algo le sucedía a Matagatos.

El viejo Ikharus, incluso estando concentrado en focalizar sus fuerzas en el artilugio que se suponía que ayudaba a trasladar la escala, no perdía puntada de lo que sucedía a su alrededor. La supervivencia, siempre, dependía de eso. Nunca sabías de dónde podía proceder el golpe definitivo, el que se te iba a llevar por delante. Por ello sus pupilas iban de un lado a otro, su cabeza se giraba constantemente, abarcando tanto ángulo de visión como era capaz.

Matagatos estaba más atrás que él, pero había dejado de empujar, y se había separado un paso. Se estaba restregando los ojos después de sacarse parte de la armadura del brazo.

-Primo, ¿estás bien? ¿necesitas ayuda...?

La pregunta, retórica a medias, se quedó en suspenso al hablar el chamán. Bien. Si le había entrado algo en los ojos, Matagatos era el sanador, era quién mejor sabía lo que había que hacer. Pero, quizá no podía hacerlo solo. Y Rastrojo ya se había ofrecido, adelantándose a su propio ofrecimiento. Por otro lado, menudo momento siniestro para lesionarse.

Miró de nuevo hacia su objetivo, hacia delante y... arriba.

Y entonces lo vio. Primero como un reflejo incoherente en la muralla, algo metálico en la piedra. Luego... ¡Por todos los Héroes Antiguos! Jaulas. Jaulas con... hombres. No, no con hombres cualquiera. Eran los Exploradores.

-¡Mirad ahí! ¡Hijos de la gran puta! ¡los tienen en jaulas! ¡son nuestros compañeros!

Paso a paso iban acortando las distancias. Los músculos de Ponzoña ardían ante el esfuerzo de tirar de los carros cargados con la pesada escala. El súbito exabrupto de su cabo le hizo mirar atrás. Vio su rostro manchado y los vanos intentos de Matagatos de limpiarse la suciedad que parecía haber afectado a sus ojos.

-¡ALTOOO! -ordenó con voz estentórea.

En aquel punto, la bola de fuego cruzó el aire en dirección a la avanzadilla de Dolorosos y sus gritos cubrieron el páramo. Al parecer, la niebla no había sido suficiente como para hacerlos indetectables.

Se acercó apresuradamente donde Matagatos y se hizo cargo de la situación.

-¡Manteneos alertas, hostigadores! ¡Vigilad la vanguardia! -dijo-. Ikharus o tú Manta, retroceded a la posición de los Campamenteros y pedid al Cabo Lengua Negra la presencia de Plumilla. Matagatos la necesita con urgencia. Rápido, no hay tiempo que perder. Cabo, echa la cabeza atrás. Verteré el agua de mi odre en tus ojos.

Desastre vio algo brillar en las murallas, desvió la vista de los leones un instante para centrarse en aquello. Vio las jaulas pero vio algo más. Los exploradores están en las jaulas. Me parece ver como Escudo y Frontera se están moviendo. - hablo el infante mientras su mente trataba de asimilar lo que estaba viendo. - Esos cabrones van a hacer con ellos como hicieron con Sicofante. Aunque se mueven ya están muertos. El triplete es lo único que se interpone entre nosotros y la sabana que nos vio nacer a casi todos. El triplete que tantos hermanos nos ha arrebatado. Y tan sólo ese muro los separa de nosotros. Tomaremos ese muro, mataremos a los soldados del triplete y vengaremos las vidas de los hermanos que mataron. ¿Quien está conmigo? - dijo Desastre sin chillar pero con determinación mientras miraba a sus hermanos.

Comienza el movimiento y los muchachos cargan el madero como hombres. Ni una sola queja se oye en de ninguno, como debe ser.

- ¡Ánimo muchachos! ¿Quién dijo que esto pesaba? – Barril escruta el campo de batalla sin cesar, esperando ver señales de un enemigo cada vez más cercano. Y entonces ve el Dragón. El madero parece multiplicar su peso mientras una vahada de desánimo recorre las filas de la Compañía. ¿Quién enfrentará a esa descomunal bestia? Si algo no la mantiene a raya o la pone en retirada, haría falta toda la Compañía sólo para ponerla en jaque, pero hablamos de un asalto. - Esperemos que hayamos medido bien nuestras fuerzas – piensa Barril.

Entonces la monstruosa criatura exhala una bola de fuego que cae sobre los desgraciados Dolorosos, sumiéndoles en una pira en un instante. Barril aprieta los dientes y continúa mientras ladra una orden. – Si una bola de fuego de esas se acerca, quiero una dispersión soltando la escala. No serviréis de nada si ardéis como teas. Si alguien ve que se acerca fuego de dragón, avisad a voz en grito. – Barril sigue atento al Llano, labor a la que ha añadido el Dragón.  

Manta observó que el Cabo estaba teniendo problemas y que el avance del carromato se había resentido, pues ni el Cabo ni Ponzoña empujaban ahora. Justo en eso estaba cuando vio las jaulas colgantes.

— ¡Malditos! —maldijo, sumándose a Ikharus— ¡Hijos de puta! ¡Tienen a los exploradores! ¡Se van a...! —en medio de los improperios que destinaba a sus enemigos, cayó la bola de fuego al grupo de Dolorosos, incinerando a Sacerdote y Manta se cayó de inmediato. Luego llegó la orden de Ponzoña. Manta tragó saliva y asintió— Señor —respondió a la orden con voz queda y corrió hacia los Campamenteros.

A pesar del duro entrenamiento al que nos hemos sometido, corriendo con peso añadido, la labor de acarrear la pesada escala es una dura prueba para la Infantería. Por suerte Barril cuenta por dos a la hora de carga, con su prodigiosa fuerza, lo cual me hace sacudir la cabeza asombrado. – Prácticamente se acaba de recuperar, no ha tenido tiempo para entrenar y coger fondo, es una fuerza de la naturaleza… -.

El Llano parece tranquilo por el momento, pero entrecierro los ojos al ver al Dragón. Mi corazón late furiosamente, sabiendo que esa es la prueba definitiva del guerrero. Enfrentarse a una sierpe como esa con valor y acero. Algo ruge en mi interior, pero se apaga rápidamente: no estoy listo para esa prueba final, cuando en realidad acabo de comenzar el camino. Sólo hay muerte ahí. Muerte como la que alcanza a los desgraciados Dolorosos cuando el fuego del Dragón cae sobre ellos. Los gritos son espeluznantes, pero eso no me arredra en absoluto, me da fuerzas para seguir adelante; si es mi destino ser muerto por un Dragón, así sea.

Entonces llegan las noticias de Desastre y su aguzada vista. Tiene razón, ellos ya están muertos, lo están desde que cayeron en manos del Triplete, sólo que la sentencia se ha aplazado. El Cabo, gira la cabeza a sus palabras y sólo asiente, dando unas órdenes pero dejando que cada hombre se exprese libremente.

Aunque quizás con un poco de suerte esa sentencia podría conmutarse, si consiguiéramos que se olvidaran de ellos mediante un ataque total… Poso mi vista en Serpiente, que a duras penas parece contener el terrible poder que le ha sido encargado llevar, el poder del mismo Señor del Dolor aparentemente. Él es el único que se me ocurre que podría poner peso en nuestro lado de la balanza, inclinándola a nuestro favor.

- Yo estoy contigo Desastre. Cumplamos con nuestro Juramento y hagamos que esos malditos paguen. Que paguen con sangre. – mientras cargo la escala, apretando los dientes, echo un vistazo a Tsaro y Msoro, tratando de ver su reacción al ver una criatura tan amenazadora como el Dragón.

Las palabras del Señor del Dolor resuenan fuertes en todo el llano. Casi con seguridad que hasta vuestros enemigos son capaces de escucharlas con claridad.

Salen de los agrietados y ahora ensangrentados labios de Serpiente y, amplificadas por la magia, se expanden como una telaraña en todas direcciones.

A medida que las palabras de poder surgen de la boca del mago un temblor creciente hace retumbar el suelo. Las palabras resuenan fuertes, en un idioma desconocido para todos o la mayoría de los presentes, y la energía acumulada alrededor de Serpiente chisporrotea como si se tratara de un rayo o una tempestad de rayos. 

El tono continúa in crescendo durante varios segundos que se antojan eternos para finalmente, en su parte álgida, cesar bruscamente.

Como si se tratara de un terremoto la tierra vibra en todas direcciones haciendo tambalear a la mayoría. El suelo se agrieta. La mugre, las aguas estancadas y el cieno infecto comienzan a filtrarse hacia las entrañas de la tierra y desde las mismas hasta la superficie.

 El cuerpo de Serpiente se convulsiona y una tormenta de lluvia negra se desata desde los nubarrones negros de tormenta que se acercaban rápidamente por el Norte traídos por un viento antinatural. Donde antes no había nubes ahora oscuras agrupaciones de magia negra descargan rayos amarillos sobre los muertos enterrados por todo el Llano. El agua negra humeante parece aglutinarse en zarcillos de oscuridad que parecen gordas culebras que tratan de apoderarse de los cuerpos muertos, haciendo que incluso aquellos que apenas son huesos se estremezcan y comiencen a moverse.

Manos descompuestas, esqueléticas en algunos casos, surgen del suelo buscando abrirse paso hasta la superficie. Seres en diversos estados de descomposición se levantan por doquier, desde los esqueletos más carcomidos apenas rellenados por zarcillos agusanados negro-grisáceos hechos de pura magia negra, hasta los cuerpos fuertes de combatientes que murieron luchando, pero que ahora se alzan de nuevo con miradas vacuas.

En todo lo que alcanza vuestra vista, e incluso más allá, las aullantes presencias de no muertos enormes y hechos de sobrenatural musculatura, parte no muerta y parte de vil hechicería, se levantan entre el resto de sus hermanos pequeños.

La figura del nuevo Serpiente revierte a su forma "humana" original y se derrumba en el suelo. Liberar semejante cantidad de poder le deja completamente exhausto. De rodillas y con los brazos apoyados en el suelo, el Mago de la Compañía todavía tiene que asumir lo ocurrido. Toda magia que tenía activa sobre él desaparece. Ilusiones, la transformación de su cuerpo… ya no están. En las cercanías del mago se han puesto en pie entre treinta y cuarenta no muertos. Pero no importa si están cerca o lejos de Serpiente. Todos los muertos del llano miran en la misma dirección: Serpiente… como aguardando órdenes.

EL LLANO DE GALDAN.

MURALLAS DE LA FORTALEZA DE LA PUERTA DE GALDAN:

- "¿Qué está pasando?" -

MURALLAS DE LA FORTALEZA DE LA PUERTA DE GALDAN:

- "Señora, es difícil de juzgar con esa extraña niebla, pero creemos que hemos logrado un impacto directo contra la avanzadilla. Entonces ha llegado esa extraña tormenta diabólica y de repente ha aparecido toda esa gente, mi señora. Varios cientos, al parecer." -