Partida Rol por web

AÑO: 201.

Estación: Verano.

Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Ponzoña había llamado a todos los Hostigadores, tanto a los ilesos como a los que, pese a sus heridas, podían mantenerse en pie. Tan solo tres no estaban presentes, aún demasiado graves como para asistir. Y la ausencia de Matagatos pesaba a Ponzoña, que se había visto en la necesidad de asumir responsabilidades que superaban a su estatus.

-Hermanos, nuestras heridas mejoran. Tanto las de nuestro cuerpo como las de nuestra mente. Hay algunos que ya no están y que se pasean por las sabanas eternas. Pero la vida sigue, la lucha sigue. Hemos vencido y no ha sido fácil. Pero no hemos acabado. La manada debe seguir cazando -su mirada recorrió a los presentes, desde Khadesa, su pasión, hasta Serpiente, cuyos ojos eran tan inquietantes como los de una mamba negra que se acabara de pisar-. Debemos movernos para conocer el terreno, para conocer a nuestro enemigo, sus posiciones, sus debilidades, su fortaleza. Es mucho lo que aún está por hacer y nos necesitan. Me han comunicado que la Sargento Falce y yo hemos de organizar patrullas de reconocimiento. Antes de decidir nada, quiero saber si hay entre mis Hermanos, voluntarios para tal misión.

AÑO: 201.

Estación: Verano.

Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

- ¡Hostigadores! ¡A mí! -resonó la tremenda voz de Ponzoña en la zona del campamento que ocupaba el pelotón.

Uro se hallaba en su tienda, descansando tras un día largo y tedioso. Las actividades del enorme salvaje se limitaban últimamente a entrenar, comer y seguir entrenando. La inactividad ponía nervioso al antiguo Cazador de Cabezas, que pasaba las horas muertas afilando y engrasando su descomunal hacha de batalla, hasta convertir su acero gris oscuro en un espejo donde poder contemplar su frustración. El grito del Hiena sacó a Uro de su obcecación, haciendo que el guerrero saltara hacia el exterior como un resorte, con el hacha en una mano y el escudo en la otra.

El Elegido de la Diosa recorrió el dédalo de pasillos que discurría entre las tiendas como una pantera acechante: paso ligero, musculatura contraída y avance sigiloso. Los tatuajes que decoraban su piel bailaban al ritmo de sus zancadas, como si las sombras se arremolinaran sobre su cuerpo. En breves instantes alcanzó una zona abierta en la que brillaba una pequeña fogata, al borde de la cual se erguía la robusta figura de Ponzoña. Algunos miembros de los Hostigadores estaban ya ahí, mientras que otros iban apareciendo con más o menos premura. Todos y cada uno pudieron escuchar la demanda del eventual jefe del pelotón.

- Uro querer patrullar -manifestó el Cazador de Cabezas dando un paso al frente. Las llamas de la hoguera hacían que los tatuajes parecieran fluctuar sobre su piel-. La Diosa requiere ofrendas. Demasiado tiempo sin derramar sangre...

AÑO: 201.

Estación: Verano.

Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Ponzoña nos convocó para hablar. No sé cual es el motivo pero acudo tal como se me ordena, en parte por mi indudable obediencia, en parte por curiosidad. Hemos estado estáticos demasiado tiempo para mi gusto al considerar que estamos en una guerra. Las guerras se ganan luchando, no esperando a que los enemigos mueran de viejos.

Al entrar veo que todos los Hostigadores se van reuniendo hasta que el grupo está completo, con excepción de los más heridos. Me siento y escucho las palabras de Ponzoña, las que son sumamente ciertas. Uro se levanta de inmediato, ofreciéndose para matar gente en nombre de su sangrienta Diosa. Una mierda para mí.

Me pongo de pie de un salto y asiento a sus palabras, dejándole sumamente en claro que soy uno de los voluntarios y que me ofrezco para salir a continuar esta guerra. Quizás en una escala menor, pero con utilidad y necesidad. No dejaré solos a mis hermanos y siempre necesito mejorar, eso solo se consigue poniéndose a prueba y no hay mayor prueba que la lucha por la supervivencia frente al enemigo.

AÑO: 201.

Estación: Verano.

Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Ponzoña nos había convocado a una reunión, y excepto los heridos mas graves imposibilitados de moverse de sus catres, el resto de hostigadores estaban allí al completo. Estaba claro que la labor de los Hostigadores debía seguir su curso, y aún había mucho por hacer. 

Sicofante, al igual que Pelagatos y Uro, se ofrece también voluntario, poniéndose de pie. Con Recio de montura, explorar las distintas zonas y moverse con rapidez era una baza a tener en cuenta para la compañía, o eso pensaba él.

Me ofrezco voluntario para patrullar- fue su simple comentario.

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Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

La suave brisa del atardecer porta los aromas de las plantas que por fin osan mostrarse al desaparecer el inclemente calor de esta seca estación. Siento que hoy debo estar con él, pues asume con gran dignidad y valía lo que debiera ser tarea de mi hermano. Feliz, día a día lo observo mejorar, fortalecerse. Pero no es tiempo aún de que reclame lo suyo. No cuando aún no puede sostener el peso de su responsabilidad sobre sus hombros.

Lo miro, orgullosa. Su porte y presencia alientan a los Hostigadores que, uno a uno, se unen a su líder. Líder por su valor, por su ejemplo. El primero en la línea de combate en el fuerte. Alto fue el precio que pagó por su valor, pero dulce es la recompensa. Sonrío. Es su momento. Me fundo en la sombra de la tienda, de nuestra tienda. Pronto será el mío, pues los hombres precisarán de las protecciones de su Pitonisa.

AÑO: 201.

Estación: Verano.

Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

Loor estaba, por supuesto, presente. Desgraciadamente sus heridas aun estaban lejos de sanar por completo, y su andar mostraba, claramente, el dolor aún presente de las mismas. Aún cuando no había llegado a perder la conciencia, la gravedad de sus heridas había sido similar a las de los peor parados. Sin embargo asintió.

- Ponzoña, sigo aún recuperándome. Sin embargo, tan pronto mi estado de salud sea mejor, me presento voluntaria. Y si no hubiera suficientes, yo misma me presento ahora.

AÑO: 201.

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Día: Último.

ATARDECER.

Cuando Ponzoña llamó a los Hostigadores para una reunión, el bueno de Campaña acudió casi a la carrera. En primer lugar, porque ya sabía de qué iba a tratar la reunión (y eso le hizo sentirse listo por una vez) y, en segundo lugar, porque estaba ansioso por participar en las misiones de exploración de las que se iba a hablar allí. Ni siquiera llegó a tomar asiento, estaba inquieto, cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro mientras escuchaba las palabras de Ponzoña. ¿A quién le importaba lo que dijera? Él sólo quería escucharle preguntar quién se prestaría voluntario.

- ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! - dijo atropelladamente Campaña mientras agitaba su mano derecha.

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Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Escucho las palabras de Ponzoña. Sonrío satisfecho de comprobar que mis cuidados han hecho su labor curando las heridas del Segundo al Mando de los Hostigadores.

- Por fin algo de acción. - pienso mientras observo como empiezan a aparecer voluntarios hasta de debajo de las piedras. Niego con la cabeza al comprobar que de los que se presentan voluntarios tan solo Peregrino es capaz de moverse algo en silencio.

- Necesitarás un explorador. - respondo al Hiena. Alguien capaz de seguir rastros y moverse en silencio. - añado dejando bien claro que ninguno de los que hasta ahora se han presentado cumple con dichos requisitos ya que Loor, que es la única que en el mejor de los casos podría desempeñar dichas funciones, no estará disponible dada la gravedad de sus heridas. Cuenta conmigo.

AÑO: 201.

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Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Dio un paso al frente después de escuchar las palabras de Ponzoña. Me presento voluntario. El jorobado estaba cansado de entrenar y quería un poco de acción, necesitaba combatir. Durante la batalla del fuerte Chuda había servido de escolta y no había participado en la batalla directamente, sentía que aun no había vengado a sus hermanos caídos durante la batalla. Derramare la sangre de los enemigos que han matado a tantos de los nuestros.

Asintió ante las voces que se elevaban.

-Seréis tomados en cuenta. Loor, Hermana, los heridos tienen como prioridad recuperarse y que nada retrase su curación. De nada sirve una leona herida cuando de cazar se trata. Yo mismo permaneceré aquí hasta que mis heridas sanen. En unos días formaremos grupos de dos y procuraré que se complementen, como el búfalo y la garcetilla.

Repasó con su mirada una vez más al grupo de hostigadores.

-Hay otros guerreros que ansían salir, Exploradores, Campamenteros. Os tocará trabajar con gente a quien apenas conocéis. Y aunque deseéis pelear y derramar sangre, no es eso lo que se busca. Deberéis ser rápidos, ágiles, silenciosos y observadores. Necesitamos información, no guerreros que busquen pelea. Para eso tenéis los retos.

Siete se habían presentado voluntarios, incluida Loor. Tres heridos graves estaban incapacitados. La Quinta no entraba en juego pues sus servicios eran de otro tipo. Y dudaba que Serpiente, incluso de llegar a estar indemne, se hubiera presentado.

-¿Alguien quiere decir algo o preguntar?

Ponzoña convocó finalmente una reunión cuándo sus heridas mejoraron. Matagatos seguía sin poder moverse, y menos aún ejercer cualquier tipo de mando, así que no había otro remedio que delegar la faena a Ponzoña.

Empezó explicando lo obvio usando cómo siempre sus amadas expresiones de caza, del desierto y de leones y hienas. Me preguntaba cuándo dejaría de verdad su pasado de lado y La Compañía se convertiría en su única vida.

Los voluntarios empezaron a presentarse en cuándo Ponzoña acabó la frase, casi saltando unos encima de otros. Entendía que necesitasen acción - yo mismo la necesitaba - pero algunos parecían niños pidiendo regalos (y no lo pensaba por Campaña, él era un caso aparte). Apuntaba los nombre y los puntos en un pergamino mientras hablaban, cómo parte del puesto que Matagatos me ofreció y que algunos parecían querer olvidar. Pero no me importaba lo más mínimo, no ahora. 

Cuándo terminaron, y tras la nueva intervención de Ponzoña, tomé la palabra.

- Yo también. - miré a Ojopocho y luego a Ponzoña. ¿No se encargaba el K'Hlata del ojo con mal yuyu de los heridos? ¿Y se ofrecía para pasar horas, días tal vez, fuera del campamento? ¿Y Ponzoña no decía nada al respecto? Intenté no parecer demasiado sabelotodo al formular mi pregunta. - ¿A quién delegarás el cuidado de los heridos y enfermos, Ojopocho? - le pregunté con el pergamino y la pluma en la mano. 

AÑO: 201.

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Día: Último.

ATARDECER.

El suave chirrido de la piedra contra el metal delataba la presencia y posición de Ikharus. La luz caía tras su espalda, imprimiendo en la retina de muchos de los presentes la imagen de un hombre solitario que afilaba sus armas como si se tratara de algún mantra al cual debía acogerse ante la presencia de los demás.

Cada vez que la piedra pasaba por la hoja, calentando la misma por la fricción el hombre comprobaba el filo, como si buscara la perfección tras cada pasada. Al menos esto fue así hasta que Ponzoña habló. Y habló para todos, hablando sobre los heridos y sobre los que no lo estaban. Sobre las necesidades del campamento, y de los deberes que vendrían, así como de las glorias recientes. La vista del hombre fue desde Ponzoña a su arma, comprobando con el pulgar el filo de la misma y usando el reflejo como espejo para mirar quien se ofrecía voluntario sin tener la necesidad de girar el cuello o seguir con la mirada a nadie.

Fue el silencio de Serpiente lo que más le molestó, sujetando aquella piedra entre los dedos de su mano derecha. No, él no estaba interesado en buscar información, o perseguir ardillas. Él estaba interesando precisamente en lo que no se buscaba. En disfrutar del espectáculo del sufrimiento, del dolor. Algo que no vería en aquella búsqueda.

Pero por otro lado, estaba la fútil necesidad de mantener un buen nombre, del honor.

- Necesitarás una mano que sepa combatir, y otra que sepa callar. - Se puso en pie, usando su hacha como punto de apoyo.

- Iré. -

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Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

La pegajosa brisa del atardecer portaba los aromas de las letrinas que por fin osaban mostrarse al comenzar el inclemente calor del verano. Contribuyendo a aquellos agradables olores se formó un corrillo bien parecido al que formaban las moscas cuando encontraban una enorme, humeante y deliciosa mierda. En silencio observé como una tras otra las moscas zumbaban, muchas con un entusiasmo propio de idiotas. Querían salir, querían revolotear libres, buscar nuevos mojones allende el campamento. Todos ignoraban que había otras formas de entretenerse...

Sonreí, una sonrisa que no tardó en truncarse cuando una punzada de dolor me recordó mis heridas.

Pero el espectáculo estaba lejos de haber terminado. También se presentó voluntario alguien que ahora ofrecía una mano que callaba que no hacía mucho se había dedicado a hacer que otros callaran. Las vueltas que daba la vida... Tantas que a veces a uno le entraban ganas de vomitar.

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Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Miro a Pelagatos cuando este se dirije a mi.

- En Plumilla. - respondo secamente. Es quien en mi ausencia ha estado realizando esas labores y además cuenta con el visto bueno de Matagatos.

- Además están Matagatos y Khadesa que permanecerán en el Campamento para aconsejarla si alguna cura se le resistiese. - añado. Aunque no creo que pase.

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Mes: Séptimo. Mes de la Arena.

Día: Último.

ATARDECER.

Campaña si que deseaba decir algo. Había entendido que, aunque las misiones eran más bien de exploración, los Hostigadores bien podían ir como defensa del miembro de los Exploradores de su pareja, por si ocurría algún problema o había algún combate inesperado. Campaña conocía sus limitaciones, pero aún así le seguía pareciendo útil formar parte de los equipos de exploración.

- Pero... Hermano, Campaña entendió que saldría para proteger a los Exploradores - dijo con cierta duda en sus palabras.- Campaña lo tiene todo pensado... - se dio unos golpecitos en el casco con el dedo.- Campaña va con un Explorador, y el Explorador explora y Campaña se queda escondido detrás de una piedra. Si hay problema pues Campaña sale corriendo y mata a los enemigos y defiende al Explorador. Y ya está.

Miré a Ojopocho sin disimular el disgusto. ¿Quién se creía que era ese sucio K'Hlata para hablarme así? 

- Cuida el tono. - asqueroso K'Hlata de mierda. - le contesté con calma, mientras apuntaba lo que decía en el pergamino.

Miré a Ponzoña. Matagatos me había nombrado su consejero, pero dudaba que el segundo del pelotón aceptase consejos de nadie así que me mordí la lengua. Esperé a que él solo se diese cuenta de la situación. Me parecía una muy mala idea. Sí, Matagatos había despertado, pero seguía postrado en cama. ¿Acaso creía el imbécil éste que si algún herido empeoraba Matagatos estaba en condiciones de decirle a la negrita cómo actuar? ¿O de hacerlo él mismo? Y Khadesa era pitonisa, no médico o curandera. Podía ayudar a cuidar de los heridos, pero no hacerlo sola. No es que fuese a dejar a Ojopocho ponerme las manos encima si yo tenía algun problema, con ese ojo suyo seguro que había empeorado el estado de alguién más de una vez... Pero si Matagatos lo consideraba lo suficientemente preparado para cuidar de los K'Hlatas, no iba a meterme, y por lo tanto lo lógico era que se quedase en el campamento al cuidado de los heridos.

Escuché a Campaña y su "idea" cuándo el grandullón empezó a hablar. Era una estrategia parecida a la que usaba de niño si jugábamos a escondernos, igual de simple y en aquél entonces ya le costaba encontrar piedras de su tamaño...

Ponzoña frunció el ceño. No estaba dispuesto a aceptar discusiones en el seno de los Hostigadores.

-Cuidad ambos el tono -declaró en voz alta-. He pedido voluntarios y es lo que tengo. Quién será elegido y con qué misión es algo que la Sargento Falce y yo decidiremos, así como la formación de las parejas. A vosotros os corresponderá aceptarlo. Sois soldados y no blandos gusanos de ciudad. En todo caso, Ojopocho es un guerrero y no un sanador, Pelagatos, aspecto que conoces tan bien como la hormiga sabe el camino a seguir para regresar a su hormiguero. Y no sería yo quien rechazara la compañía de alguien cuyos conocimientos podrían suponer la diferencia entre vivir y morir -dijo con voz pétrea-. Tened algo bien claro todos. Los llanos no son amistosos por lo que sabemos. Os moveréis por territorio desconocido y eso supone enfrentarse a amenazas desconocidas. Seréis leones fuera de su territorio y como tales, extraños y siempre en estado de alerta. Esto no es un juego. No es un entrenamiento. Es posible que de vuestro trabajo dependa el éxito de las campañas del futuro. Quiero que todos reviséis vuestro equipo y lo tengáis a punto. Armas, odres y todo aquello que pueda serviros durante vuestros desplazamientos. ¿Entendido?

Su mirada, una vez de pie, pasó desde Ojopocho hasta Pelagatos. Y desde el segundo hacia el primero, esperando con una diminuta sonrisa, su reacción, esperando algún tipo de espectáculo lamentable con más ansia de la que en un primer momento habría esperado. Pero no fue así, por desgracia -al menos para él- Ponzoña pidió calma y serenidad.

Así repitió una vez más algo que todos deberían saber. Aquella repetición de lo obvio me provocaba cierto recuerdo del pasado, cuando uno, en su trabajo, se esforzaba por repetir el mismo mensaje mientras golpeaba a algún desgraciado que debía más de lo que podía pagar. Y con aquel recuerdo, volvió a tomar asiento, apretando la piedra contra la hoja del hacha, volviendo a iniciar aquella repetitiva tarea que consentía en tener el hacha a punto para la batalla.