Partida Rol por web

MAÑANA SIGUIENTE: SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

──Señor──. Ballestero se dirigió a Keropis tras dejar a los demás con Capitán. ──Keropis──, el incansable Keropis, ¿parecía más humano cuando hablaba con el ermitaño? ──Leña, luego arregla la zona de acampada, que te ayuden los que están menos enfermos ──eso podía significar volver a montar varias tiendas, pero lo dejó al albedrío del mismo Keropis. ──Luego sigue reponiendo leña, y si hay tiempo busca comida y agua. Sin alejarte.

El mismo Ballestero se fue a hacer compañía a Desastre. Como no tenía ni idea de dónde había que hacer estas cosas, se fió del criterio de su compañero de escuadra. Se puso a cavar en silencio. Tan fúnebre era su expresión, que parecía cavar una tumba, más que una vulgar zanja.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

Se hizo el tonto con el mayor de los disimulos posibles, pero el señor de la ballesta finalmente lo había trincado indirectamente. Le tocaba explorar.

Arrastrando los pies con desidia, se fue acercando a Capitán mientras este nombraba al grupo.

A Tarado desgraciadamente ya lo conocía más que al resto de la noche anterior, la cual se pasó o dormido o mirando perritos de las praderas mientras que Lombriz —Sí, yo, el puto idiota de Lombriz— Contemplaba aquellas sombras malignas.  Al nombrar a Caracabra se acordó del lago verde, donde misteriosamente se había transformado y destransformado en un zombu en cuestión de un minuto —Cosas de la 'Majia', seguro que el zombu le hizo parecer lo que no era para esconderse, el muy hijo de puta— Supuso que Dolor era el gigantón de la lanza extraña que portaba, según las historias que habían contado sobre la muerte del escarabajo, por lo que dedujo que Grito era el que estaba a su lado. Por último, el chico de la frontera se les uniría, aunque ese no era su nombre real.

—Ya decía yo que tenía algo que ver con una frontera, es que se llama Frontera—

Luego escuchó algo sobre un guepardo.

-¿¡UN GUEPARDO!? ¿DONDE? son bichos peligrosos- Se puso en guardia, preparándose para un supuesto ataque -Uh, eso sí que lo sé, los guepardos son muy peligrosos-

Cuando todos le miraron como a un idiota, Lombriz cayó en la cuenta de que faltaba otro miembro más del grupo. Guepardo.

—Así que se llama así, menuda cagada, Lombriz— Volvió a relajarse, sonrojado por la vergüenza.

-Hmm- Entrecerró los ojos y tras escuchar a Capitán, se giró hacia Frontera -Gracias por ayudarme a montar la tienda- Le comentó en un susurró.

Parecía que no se acordaba de que ya se lo había agradecido, es más, sus palabras sonaron como si Frontera acabase de ayudarle.

Se preparó para partir.

- "En realidad... sí había Sombras, Rastrojo. Diría que hasta dos docenas. Son unos no muertos incorpóreos que pueden resultar bastante peligrosos si no se tienen los medios para combatirlos.

A juzgar por las nefastas energías espirituales de este lugar, diría que el Clérigo local de Zon-Kuthon las mantenía bajo control. Con su desaparición o muerte, quedaron liberadas una vez se debilitaron lo suficiente las energías del templo.

Presiento que aquí ha intervenido brujería, de un tipo especialmente maligno. Es cómo si hubiera dos fuerzas oscuras enfrentadas, difícil decir cuál es cuál, y si una es peor que la otra, o ambas son igual de viles." -

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

Se sentía en perfecta forma tras despertarse y hacer algunos estiramientos frente a su tienda de campaña. Era extraño, durante el día previo, juraría que no hubiera necesitado descansar tanto, pero a medida que habían pasado las horas notó el peso de un sopor que no pudo mantener a raya. Normalmente sería una actitud reprobable pero teniendo en cuenta los últimos sucesos, decidió no culpar a su cuerpo más de lo necesario, teniendo en cuenta que era su mente la que le había demandado por último un descanso extra.

Una vez pertrechado para andar con cierta comodidad por el recinto, Lagrimita fue a desayunar y se sentó donde vio conveniente mientras engullía los restos menos apetitosos con tal de dejar lo mejor para los convalecientes... Y allí, en aquel momento y lugar, observó algo en lo que no había caído; Estaba solo. Miró a los demás y pudo ver como, en mayor o menos medida, interactuaban entre ellos o sencillamente tenían la proximidad de otro miembro de la compañía cerca. Casualidad o no, el berrido de Barril le sacó de aquellas cavilaciones e hizo que apurase los restos que le quedaban por comer.

El cabo tenía un buen día, eso o le habría tocado repetir una mejor ración del escarabajo, más suculenta como poco. - Buenos días. - Respondió. Tampoco había una sola prisionera que le hubiera alegrado la noche, por lo que no se le ocurrían más razones que la emoción de sentirse vivo tras sobrevivir a las sombras malignas que camparon durante la noche por los alrededores. Agradeció haber estado lejos de Serpiente cuando este pidió voluntarios que finalmente no fueron necesarios y recordó la última conversación entre ambos al mismo tiempo que buscaba su figura por la zona sin éxito.

¿Soldada? ¿Cuál soldada? Si había alguien en la actualidad que pensara que iba a cobrar algo ese mes era, desde luego, la persona más optimista de toda la compañía en aquel momento. ¡JA! Soldada, la risa asomó a su rostro de pronto... Había cosas más importantes que resolver.

Por fin llegaron sus órdenes, estas fueron recibidas con agrado ya que su primo había seguido la sugerencia dada el día anterior nuevamente, asintió y escuchó el resto de las ordenanzas. - Yo le ofreceré a Dolor las mías. - Anunció al finalizarse la reunión, buscando con la mirada al enorme dolorita.

Antes de acercarse a su tienda, el Oscuro se aproximó a Barril y le transmitió sus intenciones en voz baja. - Primo, yo voy a obviar por hoy el entrenamiento para dedicarme plenamente a los enfermos, la vigilancia y el descanso, en ese orden. En cuanto Plumilla y el propio Capitán mejoren, quizá destine unas horas a practicar contigo o con cualquiera que lo desee, ¿Te parece bien? - Compartió de forma relajada, con las manos juntas tras la espalda.

Tras intercambiar aquellas palabras fue al trote hasta su tienda, bajando por aquellas escaleras hacia el nivel inferior y tomó el portalanzas de cuero con sus tres jabalinas cuando estuvo dentro de la tienda. Luego solo hubo que deshacer el camino hasta la superficie y buscar al tipo más alto y voluminoso, pan comido. Al llegar a su altura, le habló con pausa y vocalizó bien cada palabra. - Enhorabuena Dolor, tu primera expedición con la compañía, ten los ojos abiertos. No intentes demostrar nada, ¿De acuerdo? Aquí tienes, úsalas bien y no te preocupes si alguna no vuelve contigo, lo importante es que tú sí lo hagas. - Finalizó esbozando media sonrisa. Poco después, puso rumbo hacia el encuentro con Capitán.

Este tenía demasiadas cosas que atender, lo pudo ver enseguida. No le quedó otra que esperar un momento más propicio para abordarle hasta que encontró un hueco. - A sus órdenes Capitán. - Saludó con aire marcial al entablar contacto visual nada más llegar. - Cabo Barril me ha pedido que le ayude con los heridos durante la mañana, aunque estoy más que dispuesto a dedicar hasta la última hora de tiempo libre o entrenamiento si así lo precisáis. - Comunicó con entusiasmo.

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DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

Tarado estaba bien despierto, después de haber preparado las armas y sus pertrechos había podido desayunar trozos duros de escarabajo. No eran un manjar pero al menos habían llenado su estómago y su ánimo había mejorado. Se reunieron varios campamenteros a desayunar alrededor del escarabajo - La noche fue tranquila, así que hoy mejor que os dejen descansar, necesitaremos a la sanadora en plena forma. Cuidad bien de Piojillo, como le vuelva a atacar el frío se nos queda en el sitio - Había ayudado con aquella tienda pero era su deber así que no le importaba que nadie se acordara. 

Sus tembleques se habían reducido y parecía capaz de sujetar la lanza. Cuando se disponía a recoger el campamento pues supuso que iba a ser su tarea, recibe nuevas órdenes del capitán. Le tocaba salir a patrullar - Joder, ya me tocó la serpiente. - Ante el improperio, no pudo más que llevarse la mano a la marca de serpiente que tenía en la cara, aún recordaba el castigo que le impusieron por no querer llevar a cabo más derramamiento de sangre innecesario. - Toda serpiente muerde en el suelo, pero se olvida del águila que la acecha, espero que el dicho se cumpla pronto- Pensó con amargura. 

- Entendido capitán - Dijo, se acercó a su zona de descanso y dejó algunos pertrechos. No era buena idea irse de turismo por las cercanías con sobrepeso que le impidiera moverse. Dejando la cuerda de cáñamo, la tienda de campaña y colocándose el resto lo mejor que pudo a la espalda se sintió preparado. Lanza en mano se volvió a incorporar y se juntó con el grupo. De nuevo le tocaba hacer piña con Lombriz, estaban predestinados a odiarse o a entenderse y parecía que los jefes estaban por la labor de incentivarlo aún más. Aquel botarate no había ni mirado a su alrededor mientras hacían guardia y habían pasado la noche en silencio sepulcral. Encima sus miradas hacia él no habían mejorado la tensión que había. Tal vez tendría problemas en el futuro por ello. 

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DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

Salió fuera del lúgubre Templo e inspiró hondo. Tampoco es que allí el aire fuera mucho menos lúgubre: El cielo estaba encapotado, gris ceniciento. Seguía haciendo un frío mortal, y apenas se escuchaban los murmullos normales de la vida en plena naturaleza. Era como si la muerte o la maldición rondaran a sus anchas en aquel lugar. O así se lo pareció a la guerrera.

Su intención era entrenar, para ello desenvainó sus Cimitarras, y entrecerró los ojos, mirando a su alrededor, aquilatando posibilidades.

La partida de exploración estaba ya dispuesta, a punto de emprender la marcha. Se habían pertrechado con lanzas, y se les veía alertas, eran sin duda los que mejor habían mantenido la forma tras la espeluznante caída que les había dejado a casi todos bajo mínimos. 

Los que debían cavar las letrinas ya habían empezado, con palos o con las manos desnudas. No les envidiaba la tarea, sobre todo por que además de eso también deberían limpiar la zona que los soldados habían ensuciado con sus necesidades matutinas. No era su caso, lo cierto es que su cuerpo había asimilado la totalidad de lo comido, y posiblemente tardaría aún en hacer uso de esas letrinas, si el nudo que ataba sus entrañas no se deshacía de una puta vez.

Exhaló el aire lentamente, y adoptó una posición de defensa, colocando sus pies firmemente plantados en el suelo húmedo. 

Entonces, de golpe, como si una maldita avispa la hubiera picado, empezó una danza vertiginosa, volteando sus dos armas a su alrededor, realizando molinetes y giros, saltos y vórtices. Jadeaba, gritaba, ayudándose con la voz a mantener el tipo, a sobrepasar el cansancio, a aplacar las ganas de yacer, de detener los movimientos que la extenuaban. No lo hizo. No durante un buen rato.

Concentrada, en su mente se agolpaban imágenes fugaces que se sucedían sin llegar a fundirse del todo, se amalgamaban unas con otras en caótica sucesión. La Diosa, su Diosa, riéndose de ella. Compañeros muertos, compañeros vivos, compañeros muertos y vivos a la vez. Enemigos agazapados, enemigos mostrándose abiertamente, amenazadores, riéndose de ella. Tajos, tajos con sus Cimitarras Sagradas, a unos, a otros, a Ella incluso. Tajos y risas.

Hasta que se detuvo, cayendo como un plomo, ahora sí, extenuada por completo. Desmayada. Sudada. Sonriente...

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Matador desayuna un poco de escarabajo rápido por si le seleccionan para partir en el grupo de exploración. Al cabo de un rato, escucha que finalmente no le han incluido en el grupo y se dedica a recoger las pocas pertenencias que había sacado de su mochila, es entonces cuando repara en que Derviche tiene la manta que le ofreció al verla en mal estado.

Termina de recoger todo a excepción de la tienda tal y como han sugerido y se dispone a ir a echar un vistazo a ver como se encuentra la jaguar, sin embargo antes de ponerse en camino ve como esta sale del templo.

Matador se levanta, coge su hacha, su machete y su escudo y la sigue. Una vez fuera, se relaja al ver que comienza a calentar para entrenar y no se trata de una espantada por alguna visión de las que han afectado la mente de varios miembros del grupo.

Sabiendo que de seguro no le haría gracia a Derviche saber que Matador ha salido por si podía correr algún peligro por los comentarios sobre las sombras que acecharon fuera del templo durante las guardias, Matador comienza a entrenar tal como hacía en sus tiempos de Gladiador en Dadiz.

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DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

Las palabras del Capitán son categóricas y eso significa que seré parte del equipo de exploración. Me parece bien, creo que puedo ser un aporte y, hace tantos años que no puedo moverme libremente por zonas salvajes, que realmente lo extraño.

"Demasiado tiempo encerrado en esa mierda de ciudad. Extraño la naturaleza."

Pero por más que sé que no será un paseo por el campo, no puedo negar cierta emoción que me brinda. Es como que, de a poco, volviese a ser yo mismo. O quizás, alguien completamente nuevo. 

 - ​​​​​​" ¡Señor, sí Señor!"

Respondo tanto al Capitán como al Cabo Barril, indicando que estoy listo para formar parte de la comitiva de exploración, una labor tan necesaria en este lugar del que nada sabemos y que parece ser mucho más hostil de lo que parecía al llegar.

Recibo las jabalinas de Lagrimita, a quien asiento en forma de agradecimiento. Estoy emocionado, tal como él indica pero prefiero no hacer alarde de aquello. No quiero, aparte del Recluta de quien desconfiar ser el niñato de quien reírse. De todas formas, sé que el Oscuro dice todo eso de buenas intenciones y lo agradezco. 

Me pongo a disposición del Capitán para escuchar sus indicaciones y partir lo antes posible. 

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Sentado en un poyete de piedra formado por los restos ruinosos de aquella iglesia Pelagatos mascó con esfuerzo los restos de escarabajo que le correspondieron. Nervios y partes poco apetecibles que en aquel momento era lo mejor que tenían para llenar el estómago. Su estado febril no disminuía, se seguía encontrando débil y cansado, como en un perenne estado de indisposición total. No obstante no podía quedarse tirado y dejar que le vieran como un despojo, así que el hostigador se esforzó en mantenerse activo y con la mente alejada de su propio sufrimiento.

Con decisión y tratando de disimular su cojera se acercó hacia Palomita. Recordaba el duro enfrentamiento que la soldado de caballería había tenido en aquel salto entre dimensiones. Su exposición había sido mayor que la del resto y por ende ella también había sufrido un castigo mucho mayor. Desde que cayeron en el lago las opciones para hablar con ella habían sido nulas y su débil condición tampoco había ayudado.

—¿Qué tal te encuentras? —dijo de forma directa a la oscura. Aunque su estado aparente era peor que el de ella, el hostigador sabía que en ocasiones las peores heridas no se trataban de las físicas.

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A sus órdenes - dijo con cierto alivio - recogeré algo de leña y estaré cerca por si hago falta en algun momento.

Palomita si dirigió hacia las tiendas y tomó su equipo, embrazando el escudo y guardando la espada en su vaina. Por supuesto que lo que mejor la vendría sería estar descansando, pero solo pensar en pasar un dia completo mas en ese templo la ponía los pelos de punta, necesitaba aire, aunque fuera el aire enrarecido del exterior, cualquier cosa menos esos muros.

Al salir de la tienda, casi se topa de morros con Pelagatos, sumida como iba en sus pensamientos - Disculpa, perdona..- dijo al tropezar - bien, estoy bien.... - era evidente que mentia, los nervios estaban ya a flor de piel - Necesito salir de aqui, recoger leña, hacer algo util, dejar atrás todo lo pasado, ¿me acompañas? -  preguntó a la carrera - ¿como estás tu? -  preguntó en una bateria de palabras que luchaban por salir todas juntas de su garganta

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS

Indómito observa que algunos están comiendo las sobras de escarabajo, así que decide ir a por un trozo de su carne en la mochila mejor. Y lo hace no sin antes observar como Cielo se estaba cargando de cosas, por lo que se aproxima a él.

—Me gustaría contarte algo junto a la hoguera, no me encuentro bien así que iré por carne, agua y manta a mi mochila. Nos vemos ahora ahí.

Dicho y hecho ya estaba sentado en la hoguera junto con él.

—Hoy tuve una pesadilla con mi madre siendo el escarabajo, huía de ella sobrecargado y todos nuestros compañeros se reían sin mirarme menos tú que no estabas. Ella me mordía por todas partes burlándose de que no estuviera contigo.

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DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

No se demoró mucho más en el sótano. Aún se sentía aterido de frío y los músculos le pedían actividad. Después de comer sumido en un silencio analítico decidió que no podía seguir más tiempo sin hacer nada. 

Ya se había dejado llevar por la procrastinación demasiado tiempo en los últimos campamentos. 

- Salgo. Necesito movimiento - Informa a Piojillo a su lado - Avisa cuando te canses de esperar.

Obviamente con aquella invitación quería decir mucho más de lo evidente, pero no estaba seguro de si el contrario lo entendería. Seguía sin explicarse por qué su líder era un hombre como él, pero no le correspondía corregirlo en voz alta. Un soldado solo puede aspirar a la cota de gloria de su superior inmediato, y si no salía de allí el ambiente opresivo y la quietud acabarían por ponerlo enfermo de verdad. 

No solo necesitaba movimiento. Necesitaba probarse. Exprimir su cuerpo ahora que había descansado e intentar desterrar lo que quedaba de aquel demoledor frío que se negaba a terminar de soltarse de sus huesos. 

Reyezuelo sube las escaleras y se detiene en la entrada, dando varias bocanadas para acostumbrarse al cambio de temperatura antes de salir. 

El grupo de exploración ya se estaba reuniendo y parecía listo para salir en cualquier momento, mientras otros cavaban zanjas... Ah, no. Estaban con las letrinas. Claro. Ambos eran nuevos Campamenteros. No se podía esperar que adivinaran cómo se hacía. Sonríe, sintiendo cierto placer perverso al dejarles hacer el ridículo. Al fin y al cabo, él no era nadie para corregirles.

Al momento, el sonido de los cortes en el aire de las armas de Derviche llamaron su atención. Parecía estar entrenando. Y no era la única. Si ya se había decidido cual sería el terreno de entrenamiento provisional, por él estaba bien. 

Se acerca a ambos y hace un leve gesto de saludo silencioso buscando un lugar apropiado donde ninguno estorbase a los demás, para después centrarse en lo que tenía entre manos.

Estirar. Calentar. Probar. Los primeros golpes al aire de Reyezuelo eran tentativos. Aún estaba lento y torpe, por lo que en lugar de un estallido de intensidad prefirió ir de menos a más. 

Una de dos. O aquello le hacía superar definitivamente la hipotermia, o en unas pocas horas necesitaría regresar al sótano, pero con la satisfacción de haber ganado algo. 

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Después de hablar con el Capitán parecía que el grueso Oscuro se había quitado un peso de encima. Las decisiones que tomaran al menos estarían fundamentadas con la totalidad de los hechos y con la peregrina idea que había pasado por la sesera de Barril. Barril era hosco, borrachuzo, gordo y malhablado, aparte de que forzaba a las prisioneras a las que echaba mano. Pero no era un lerdo, a pesar de los rumores que corrían sobre su pobre agilidad mental. Nadie que pretendiera sobrevivir a varias guerras podría hacerlo con la sesera abollada.

Dejando su mochila dentro de su tienda, ataviado con armadura, armas, yesca y una antorcha, se dirigió al exterior de la edificación con ánimo de entrenar unos golpes y desentumecer el brazo. El escarabajo tenía una coraza dura y su golpe la había hendido por poco; había que mejorar el asunto. Observó como había varios Hermanos dedicados ya a la tarea de curtir su cuerpo y practicar sus golpes. Derviche era magnífica. A pesar de sus muchos defectos, Barril tenía la impresión de que habían estado usando una espada afilada para pelar patatas. Estaba deseando verla en acción real.

— Buen trabajo chicos, seguid así. — Se plantó delante de un árbol joven y comenzó a dar vueltas a su maza cada vez con mayor rapidez. Se cubrió con el escudo y ensayó una carga contra el árbol que evidentemente no pudo apartarse de su camino. Lo golpeó con la fuerza de un martinete de forja por varias veces arrancando trozos de madera de diferente tamaño en el proceso. Tras practicar varios lances y pases durante cerca de una hora se dio por satisfecho, enfundado la maza y colgando el escudo a la espalda tras desenvainar el estupendo mandoble que allí portaba.

— Aquí habrá leña cuando acabe, llevadla dentro. — Un par de golpes bastaron para hacer pedazos lo que quedaba del árbol y en trozos no muy grandes. El acero oscuro zumbaba como cien avispas mientras cortaba el aire y hendía la madera como si estuviera hecha de mantequilla.

Resoplando sonoramente, Barril envainó la pesada hoja y con un gesto de despedida hacia los que continuaban su rutina volvió hacia la edificación. Este ejercicio le daba sed y sabía como apagarla.

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Indómito visitó a Cielo y le comentó que le gustaría reunirse con él junto a la hoguera... Cielo con su Capa Negra que se unía por un broche, su mochila a la espalda, su traje de soldado, su cinto y bolsa en el cinto junto con su lanza se dirigió hacia la hoguera. Había dejado únicamente la tienda lo demás siempre lo llevaba en su mochila. Una vez en la hoguera se hizo un hueco y se sentó haciendo un hueco a su lado a su compañero de tribu y de la compañía.

Entre el crepitar de las llamas Indómito le contó su sueño... Cielo se quedó mirando las llamas meditabundo por un momento, después le habló: - Mi madre también es y ha sido muy importante para mí, ella me conocía como no me conoce nadie, si en tu sueño se te apareció como el escarabajo para después burlarse de que estuvieras solo quiere decir algo. Quizás te está diciendo que debemos de permanecer juntos Indómito, que debemos de colaborar como si fuéramos uno solo. Por ahora no sé nada de tus creencias, dime amigo, ¿has hecho amistades?, ¿en qué crees? Al fin le contestó Cielo mirándolo a los ojos mientras hablaba para después esperar su respuesta con tranquilidad, mirando el crepitar de las llamas.

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Reyezuelo y Sabandija salieron a hacer sus cosas. Ballestero se fijó pasado un rato, cuando Reyezuelo pasó cerca, haciéndose el gracioso, a pesar de que ambos tenían los dedos grises de frío y no podían disimular la tiritona. En su lenguaje corporal, tan parco como siempre, se pudo ver escrito el pensamiento... Algo así como "estos hijos de puta pasan de mi culo. ¿Cómo cojones hago yo ahora para no clavarlos al suelo?" Pero si ya se le iban las manos a la ballesta, que este tío había sido ejecutor de las brujas, allá en Idon, y tenía la imaginación de un lenguado. Por fortuna le vino a salvar el ejemplo de los que llevaban en ésto más tiempo que él.

──¡Reyezuelo! ¡Sabandija! ¿Estáis sanos para trabajar? ¡Venid conmigo!

Señaló el pobre intento de letrina que él y Desastre tenían comenzado.

──Eso significa que podéis colaborar en esta importante labor. ¡Cagando leches! ¡Letrinas! Vamos Desastre, los compañeros se encargan, vamos a ayudar a Keropis.

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¿De veras Ballestero estaba cometiendo aquel error?  Un hombre cuya consideración no llegaba ni a nuevo recluta dando órdenes y poniéndose en evidencia de aquella manera. Pero en el fondo le caía bien. Solo por ello quiso darle la misma oportunidad que le había dado en la hoguera, cuando sus ojos se cruzaron.

Reyezuelo se ríe un poco como si aquello fuese alguna clase de broma - Por un momento casi me lo he creído, Ballestero. No sabía que tenías tanto sentido del humor. Suerte que solo seas Portavoz... - remarca sutilmente esa palabra - de los deseos de Piojillo, y no alguien con cargo.

Además, su esfuerzo ya contaba con la aprobación del Cabo Barril - es difícil adivinar a quien miraba cuando dijo aquello de "bien hecho", por lo que bien puedo apoderarme de un pellizco de esa felicitación a mi esfuerzo por recuperarme - , a quien todos parecían hacer mucho más caso incluso que al sucesor de Lengua Negra. ¿Era entonces correcto afirmar que el verdadero líder de los Campamenteros era el enfundado Oscuro?

Con suerte, Ballestero entraría en razón y recordaría cual era su lugar, porque ya era la segunda vez que cometía aquella clase de error. Si seguía así tarde o temprano le generaría consecuencias. Aunque por supuesto, los detalles los elegiría el inmediato superior de ambos, y desconocía cual sería la política que acabaría queriendo seguir Piojillo con aquella clase de situaciones. No sería él quien contradijese una orden directa del líder de los Campamenteros, pero Ballestero no era nadie.

Y como las correcciones se hacen en privado, y siendo como era el contrario su igual en cargo y su inferior en reconocimiento, le hace un gesto amistoso para que se acercase mientras él mismo se encamina para cruzar unas palabras de manera que no se armase más espectáculo del necesario.

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Mientras Plumilla descansaba, Sabandija había estado trenzando cuerda. Le gustaba. Era una tarea tranquila, que podía hacer sentado, aunque a veces le dolía la espalda o incluso los dedos. Ahora mismo, de tanto estar sentado, le dolía el trasero. Se le había quedado frío y plano, así que se había levantado para estirar las piernas. Con un poco de suerte podría atrapar alguna liebre, ardilla o rata, para poder comer hoy. Alguien podría hacer un caldo con ello y así ayudar a los más enfermos a recuperarse.

Al ponerse de pie le dio un pequeño mareo. Aún no estaba recuperado del todo. Subió las escaleras que le llevaron a la planta superior y salió al exterior con mucho miedo. No quería toparse de nuevo con las sombras que lo atormentaban. Caminaba casi como un zombi, tratando de buscar algún sitio para colocar las trampas sin alejarse demasiado de la zona segura. Ya se había mandado a un grupo a explorar, así que eso no era cosa suya. Después de andar de aquí para allá y colocar alguna de las trampas una siniestra voz dijo su nombre. Se sobresaltó todo pensando en que pudiera ser algún maléfico espíritu, pero sólo era Ballestero.

¡Vaya mierda!¡Métete en tus asuntos Ballestero!- Pensó. Sabandija era un Campamentero de pura cepa y no un rebotado de otra escuadra. ¡Ojalá hubiera estado él en la escuadra de arqueros y ahora no estaría tullido! Todo eso pensaba Sabandija sin decirlo. Le hubiera gustado, pero no tenía valor. Cuando quiso decir algo la lengua se le trabó por el frío que le hacía tiritar y Reyezuelo se le adelantó.

¡Bien dicho!- Pensó agradecido de no tener que exponerse él aun conflicto tan desagradable. Sin controlar el tembleque de su cuerpo, ni la debilidad de su voz, se acercó a donde estaban cavando letrinas.

- ¡Cof, cof! E-estaba abajo haciendo estas trampas para ver si po-podemos pillar alguna pieza de caza. - Todos habían cenado y desayunado algo de lo que Sabandija había podido aprovechar del escarabajo así que no era ninguna tontería. Con Lengua Negra los Campamenteros habían podido poner en común sus habilidades pero Ballestero podía desconocer aún las de Sabandija. Le mostró entonces una de las sencillas trampas que había hecho y que aún le quedaban por colocar.- A lo mejor hay su-suete. ¡Atchis!- Mientras no cazara una sombra no tenían mucho que perder. No tenía fuerzas para cavar letrinas, le gustase a Ballestero o no.

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DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

Tras desayunar, charlar y entrenar algo con Dedos, Chamán Rojo no tuvo otra que hacer frente a sus responsabilidades como Campamentero. No quedaba bien que un chamán cavara letrinas, pero aún no era tan respetado como para que otros hicieran el trabajo por él. Quizá alguno lo hiciera pero, o estaba muy enfermo, o lo habían destinado a otra cosa.

-Cavar letrinas ahuyenta a los malos espíritus.- Decía para quien quisiera escucharlo. Y en parte era cierto. Convivir con excrementos sólo traía mal fario, haciendo que la gente enfermara. Los malos icores del cuerpo atraían a ávidos espíritus malignos, capaces de alimentarse de los desechos para hacerse más fuertes.- El orden y la limpieza aleja el caos. ¿No se cuida el guepardo de acicalarse?¿No excava en la tierra para hacer sus necesidades y después cubrirlas? Debemos ser humildes como nuestros hermanos de la sabana.- No lo decía con muchas ganas y enrabietado maldecía mentalmente a Rastrojo por librarse él de aquellas insanas tareas sólo pro ser un "recomendado".

MAÑANA SIGUIENTE: SEGUNDO DÍA DE LA FISURA DE LA FOSA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

—¿Yo? Bien, bien también —dijo irguiéndose un poco para disimular su cojera e intentando que su rostro algo malicento por la enfermedad luciera mejor, aunque en eso último poco arreglo tenía en ese instante.

—Claro, te acompaño. Yo también necesito salir de aquí, de esta... iglesia—respondió el hostigador mientras poco a poco seguía a la mujer hacia el exterior de la construcción. Su noche había sido horrible y estaba convencido de que su falta de sueño venía influenciada por el lugar en el que habían intentado descansar.

—No quiero alejarme mucho, dije que estaría atento y con los caballos listos por si era necesario salir a buscar al primer grupo. Intentemos coger leña de las inmediaciones —dijo el oscuro mientras se preocupaba de salir al exterior. Los ropajes ceremoniales de senescal que portaba, era excelentes en cuanto a su protección del frío y su comodidad. De su cadera colgaba la espada y a su espalda estaba colocado el escudo. 

Levantó la vista hacia el cielo y tomó aire con profundidad hasta que sus pulmones se llenaron, seguía enfermo y débil pero estar fuera de esa iglesia le reconfortaba algo. Seguramente fuera un esfuerzo de su mente para encontrarse mejor pero lo agradecía. Justo en el momento en el que llegó al exterior pudo contemplar al cabo Barril finalizando sus tareas de leñador y al escucharle miró a Palomita y asintió.

—Nosotros nos encargamos de la leña cortada.

MAÑANA SIGUIENTE: SEGUNDO DÍA DE LA FISURA DE LA FOSA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

DESPUÉS DEL ALBA. - CIELO GRIS.

El frío siguwñe en mi cuerpo, embotando mis sentidos. Debo comer algo y, aunqie los restos del escarabajo no estaban del todo mal, necesito algo más.

Acerco mi mochila y empiezo a ver qué tengo. Cojo uno de los odres de agua y lo acerco al fuego, para ver si el agua caliente puede librarme un poco del frío.

Entonces veo algo que no esperaba. Es una figura, burdamente tallada, con forma de caballo. O esa forma quiso darle. Eso me lleva a recordar el entrenamiento con Dedos, con una sonrisa. Quizá cuando esté mejor podamos repetirlo.

Guardo la figura y como un trozo de carne seca, pensativo.