Partida Rol por web

Hice una mueca a mi hermana como respuesta a su pregunta, sin dejar de caminar pegada a la pared. - Pues desde que puede que todo Hogwarts esté en peligro.

El rostro sonriente del hombre y la conversación tan normal que él y Alphard mantenían empezaba a hacerme pensar que me había imaginado esa mirada de temor. Estaba asintiendo a las palabras de Charlotte, preparándome ya para dar media vuelta y volver al comedor cuando el golpe hizo que diese un respingo. Mi boca se abrió por la sorpresa y me quedé pálida, aún más de lo habitual. 

Para cuando pude reaccionar el hombre ya se había llevado a nuestro compañero, pero miré a mi hermana con los ojos muy abiertos, estaba verdaderamente impresionada por la brutalidad del golpe y el cambio en la expresión de ese tipo. Sabía que había padres que empleaban la violencia en la educación de sus hijos, pero los nuestros no creían en eso y nunca nos habían puesto la mano encima, ni a nosotras ni a Jem. Y vaya si alguna vez no nos lo habríamos merecido. 

- Charlotte... ¿H-has visto e-eso? ¡Por las barbas de Merlín! ¡Tenemos que ayudar al señor Black! -dije con voz apremiante un instante antes de echar a correr hacia la puerta por la que ambos habían desaparecido. Tenía toda la intención de entrar en la habitación e interrumpir lo que estuviera sucediendo dentro, pero antes de abrir la puerta, me detuve un brevísimo instante para intentar escuchar el interior y así tener al menos una idea de lo que nos íbamos a encontrar.

Había sido justo hablar y las cosas habían tomado un cariz muy siniestro. Miré asombrada como el padre de Alphard le propinaba un golpe tan brutal que fácilmente podía haberlo matado. No podía creer que realmente fuera su padre. ¿Que clase de monstruo golpea a sus hijos con semejante brutalidad? Un terrible pensamiento me asaltó. ¿Y si no era su padre? ¿Y si era alguien a las ordenes de Riddle? Nosotros mismos habíamos hablado de usar poción multijugos, ¿así que por que no ellos? Salí corriendo detrás de mi hermana, temiéndome lo peor.

-¡Aparta Alice! -le dije, tirando hacia atrás de ella. No había tiempo para estar escuchando o lo que quiera que se le estuviese pasando por la cabeza. Tiré de la puerta, pero estaba cerrada.- ¡No! ¡Alohomora, Alohomora! -recite rápidamente mientras realizaba el movimiento necesario, pero la puerta seguía indemne. Trate de tranquilizarme y pensar en otra cosa, pero era difícil sabiendo que el señor Black podía estar en grave peligro. Miré a mi hermana en busca de ideas.

El nerviosismo que había empezado a surgir en mi estómago no hacía más y más que aumentar al ver a Charlotte tan nerviosa como yo. Tuve que tomar aire y detenerme un segundo a pensar. Al otro lado no se oía nada y me mordí el interior de la mejilla cuando Charlotte no pudo abrir la puerta. 

- Puede que la hayan cerrado con un Fermaportus -pensé en voz alta mientras daba algunos toquecitos con la varita en mi pierna-. En ese caso sólo se podría abrir la puerta rompiéndola... ¿Tú puedes romper una puerta? Aunque... -me detuve un instante y entrecerré los ojos, mirando al picaporte- a lo mejor puedo averiguar si le han echado un hechizo.

Empuñé la varita y me concentré mucho, muchísimo, en pronunciar a la perfección cada una de las sílabas del hechizo mientras hacía los movimientos adecuados.

- Specialis Revelio. 

Dejé a Alice trabajar con su hechizo mientras pensaba en que hacer a continuación. No tenía nada en mi arsenal con lo que pudiera deshacer ese encantamiento. Si hubiese estado sola seguramente ya habría roto la puerta, ero la presencia de mi hermana me hacía ser prudente. Ella tenía razón, podía haber algún maleficio, listo para activarse en cuanto entráramos. No le seríamos de ayuda a Alphard si nos pillaban con la guardia baja. Me repetí eso varias veces, moviendo la varita entre mis dedos y esperando.

Hasta que lo oí. Justo dentro de mi cabeza. Un grito de ayuda, tan fuerte que dolía. Era Alphard. No había palabras o imágenes, pero yo lo sabía. Nos necesitaba y nos necesitaba ya. Miré a Alice y supe que ella también lo había "oído". Era hora de actuar y todo mi cuerpo lo hizo al unísono.

-¡DEPULSO!

La varita de tu padre está tan cerca de ti que ya casi puedes notar la picazón del calor. Sabes por experiencia que no hay mayor dolor en el mundo que el de las llamas lamiendo tu cuerpo. Esto no es una llama, pero no va a ser muy diferente. Lo único que puedes hacer es rogar por que acabe pronto.

Y lo hace. Incluso antes de empezar. La puerta de la habitación es arrancada de cuajo con un estruendo ensordecedor y vuela como una centella para estrellarse contra la espalda de tu padre. Él solo emite un gemido ahogado cuando recibe el golpe. Estando tan cerca es imposible esquivarlo, aunque no estuvieras atado. Como un revoltijo acabáis empotrados contra el muro. El dolor de la espalda y de la nuca es intenso, llenándote los ojos de lágrimas, pero tu padre se ha llevado la peor parte. Yace sobre ti inconsciente, sangrando. Varias astillas grandes se han clavado en su cuerpo y su brazo parece partido por varios sitios.

Dos figuras gemelas entran a toda velocidad. ¿Gemelas? Sí, no cabe duda, son las gemelas Battletower.

-NOooo- mi mente grita su agonía demandando auxilio, un auxilio que sé que no llegará. Un sudor frío me recorre a la vez que siento un calor asfixiante. Me cuesta respirar, la boca se me queda seca y siento como empiezo a temblar ligeramente. Intento que ninguno de mis sentimientos se refleje en mi rostro, pues quiero dar una imagen de entereza y aceptación, pero sé que en cuanto sienta el ardor en mi piel gritaré. Gritaré como la primera vez, gritaré como siempre. Con un poco de suerte me desmayaré y padre no tendrá tiempo para mucho más. 

Con esfuerzo trago la sequedad de mi boca y aprieto los dientes, preparado para lo inevitable, y de pronto todo estalla. Veo la puerta salir despedida hacia mí e impactar contra la espalda de padre, que a su vez cae hacia adelante. Ver venir el golpe no me prepara para el dolor que sobreviene, estando atado nada puedo hacer y acabo golpeando contra la pared, y lagrimeando. Mi padre y los restos de la puerta encima mio impiden que pueda moverme lo más mínimo, aunque sí puedo ver por entre la película de lágrimas y serrín que cubre mis ojos.

Lo que veo hace que el corazón se me acelere y se me pare a la vez. Padre está inconsciente y herido, y dos figuras entran por el espacio que instantes antes ocupaba la puerta.

-A... ¿Alice? pe... ¿pero que habéis hecho!

En mi cara la incredulidad de la situación se mezcla con el alivio de ver rostros conocidos, y finalmente con el temor, que asoma a mis ojos sin poder retenerlo a tiempo. A pesar de no tener nada que ver con la aparición de las gemelas, sé en lo más profundo de mí que padre me echará la culpa, y cuando volvamos a estar a solas el castigo será peor.

Mis ojos escrutaban aquella puerta, vislumbrando los hechizos que había sobre ella hasta que llegó ese grito, directo a mi mente, punzante y doloroso, y tuve que cerrarlos por un momento. Apreté los dientes mientras la angustia crecía y al abrir los ojos de nuevo miré a Charlotte y empecé a abrir la boca para urgirle que hiciera algo, lo que fuese.

No hizo falta que llegase a decir nada, actuó con contundencia y yo me apresuré a entrar en aquella sala, agitando la mano para apartar el polvo. -Bien hecho -le susurré antes de echar a correr hacia el lugar donde aquel hombre había caído aplastando a Alphard. 

- ¿Está usted bien, señor Black? -pregunté preocupada, buscando su mirada entre los restos de la puerta-. Lo sacaremos de ahí. 

Con decisión empecé a tirar de él. Por desgracia, tenía decisión pero no mucha fuerza, así que no tardé en dar un paso atrás y mirar a Charlotte. - ¿Levanto la puerta y tú lo sacas? -propuse, ya con la varita en la mano.

- Wingardium leviosa -pronuncié con claridad y haciendo los movimientos oportunos para elevar la puerta con el hechizo. Mi ceño se fruncía con preocupación. No sabía si Charlotte tendría razón con su teoría, pero desde luego algo extraño estaba sucediendo.

Las palabras de la ravenclaw llegan hasta mí como en un sueño, todavía estoy un poco mareado y mis oídos deben acusar la explosión, me pregunto si no ha visto que mi padre está inconsciente y por eso le pregunta si está bien. Pero su mirada centrada en mi persona me saca de mi error, ella no sabe quién está sobre mí, para ella sólo hay un señor Black en la habitación.

Centrado en mi propia confusión ni he notado como ha intentado sacarme de debajo de todo lo que me aprisiona, así como tampoco he notado en qué momento las cadenas que me inmovilizaban han desaparecido. Abro la boca para decir algo, aunque en realidad no sé qué decir, y entonces oigo como pronuncia el hechizo. 

Con cuidado intento salir de debajo del cuerpo de padre, no lo muevo mucho pues su brazo tiene una postura que no es natural y grandes astillas sobresalen de su espalda. El miedo en mis ojos es patente mientras adelanto y retraigo las manos sin saber qué hacer, si retirar algún trozo o dejarlo donde está.

-No, no, no, no... -el monosílabo sale de entre mis labios a la vez que mi cuerpo se mece al compás de los brazos -Tenemos que llamar a un profesor, esto ha sido un accidente, un terrible accidente, hemos de llevarlo a la enfermería. 

Mis palabras suenan inconexas, como si estuviese en shock, pero yo sé muy bien lo que digo -Miente. Miente y sobrevive...-.

- ¿A-a la enfermería? -pregunté sorprendida. Mi ceño se frunció un poco más y mis ojos se alternaron entre el muchacho y el hombre inconsciente del suelo. Ciertamente a mí me parecería más apropiado llevarlo a los calabozos para interrogarlo. Crucé una mirada con Charlotte antes de seguir hablando, dirigiéndome al señor Black con un tono suave y apaciguador.

- ¿Qué ha pasado? Vimos... Lo del pasillo. Y luego escuchamos su grito -expliqué, llevándome una mano a la frente pero sin dejar de aferrar la varita con la otra-. La puerta tenía hechizos de silencio y de cierre, Charlotte tuvo que romperla para que pudiéramos entrar a auxiliarle. ¿Se encuentra bien?

Contemplé el miedo en los ojos del señor Black durante un par de segundos antes de añadir algo más, titubeante y empezando a tutear a Alphard sin darme ni cuenta. -No es tu padre de verdad, ¿no?

Mi vista está centrada en el cuerpo tendido delante de mi, la explicación de Alice de lo que ha pasado me extraña pues yo no he gritado, además como bien dice ya se ha encargado padre de que ningún sonido saliese de la sala. Ante su nueva pregunta por mi estado, elevo por fin la vista e intento recomponer el gesto.

-Sí, estoy bien señorita Battletower, no sé que grito ha creído escuchar. -sé que está inconsciente y no puede oirme pero aun así no puedo evitar ponerme la máscara y actuar como él esperaría, una parte de mí piensa que podría estar fingiendo -Claro que es mi padre, -replico, quizas demasiado rápido y con altivez, a su última pregunta -y está  herido por sus prisas por entrar. Hay que avisar a un profesor.

De espaldas al cuerpo, listo para ir a buscar ayuda, y viendo sus rostros preocupados no puedo evitar que por un instante mi cara refleje el pesar que siento por las palabras que les he dirigido. 

El tono altivo y distante del señor Black me dejó en un primer momento helada. Pestañeé con mis ojos sobre él y luego busqué la mirada de Charlotte con un breve vistazo. Sin embargo, la indignación por su escaso agradecimiento no llegó a florecer, pues había algo que no encajaba. 

Miré más atentamente al muchacho, con los ojos más fijos y más tiempo del que el decoro consideraría apropiado y terminé por fruncir el ceño y bajar la mirada hacia el hombre inconsciente. Comprendí entonces de qué iba el asunto, o eso creía. Así que traté de pensar rápido mientras le seguía el rollo a Alphard.

- Oh, claro -dije, intentando actuar como él-. Lamentamos este terrible malentendido. 

Tenía que sacar al señor Black de allí y preguntarle qué estaba pasando, así que miré al hombre del suelo de nuevo. Y después a Charlotte para terminar de nuevo en Alphard.

- ¿Qué le parece, señor Black -dije entonces, enarcando ambas cejas con un leve gesto de complicidad-, si le acompaño a buscar al profesor Dumbledore para que nos ayude, mientras Charlotte se queda con su padre, para asegurarse de que sigue bien y a salvo?

Y con las últimas palabras miré a mi gemela una vez más. Mi rostro expresaba la preocupación que no ponía en palabras, pero esperaba que Charlotte fuese capaz de leer en mí y entender que precisamente lo que deseaba de ella era lo contrario de lo que decía.