Partida Rol por web

-Pasado mañana entonces. -confirma entusiasmado y os os abraza con tal fuerza que vuestras costillas peligran. Parece mentira lo que unas buenas palabras y un poco de amabilidad han podido hacer con él.- Bueno, creo que es mejor que yo me vaya a la enfermería ya.- dice mientras retrocede. En sus ojos hay un brillo de gratitud.- Gracias por todo.

Al sentirme estrujado por los brazos del grandullón sólo pude apretarme y tratar de sacar mi propio brazo para devolverle el gesto en la medida de lo posible. Al verle marchar así, tan distinto, no pude evitar sentirme bien.

- ¡No hay nada que agradecer! - Le dije mientras se alejaba, y no tardeé en palmear la espalda de mi amigo, satisfecho.

Si ocurre dentro del mismo día me parece bien que sea aquí. En caso contrario os abro escena.

Encontráis a Laura Swann en los jardines, con un nutrido grupo de chicas, que discuten animadamente... bueno, sobre temas de chicas. Al acercaros se juntan un poco, como si fuesen un rebaño de gacelas, ligeramente nerviosas al ver acercarse a alumnos de cursos superiores. La mayoría apartan la mirada con decoro, pero no ella. 

-¿Queréis algo?

En el rato que buscamos a la chica voy comentando con Alan el asunto de Hagrid, el cómo habíamos pasado de tener a un desconocido que se suponía acosado por los acólitos de Riddle a tener una cita para internarnos en el Bosque Prohibido y pegarnos con criaturas que nos superaban en fuerza y tamaño. Sin embargo seguro que podíamos sacar cosas buenas de eso. Aunque habría que ir con cuidado.

Al ver a Swann intercambio una mirada con mi amigo, dudando sobre quién debería tomar la palabra. Normalmente le dejaría a él: se le da mucho mejor todo esto. Sin embargo ella es de Gryffindor, y no puedo evitar pensar que quizá se muestra menos reticente a hablar con alguien de su misma casa.

En cuanto nos acercamos al grupo y veo la reacción general dibujo una pequeña sonrisa. Sin embargo es una suerte que justo la que nos habla de forma tan directa sea, justamente, ella.

—La verdad es que te estábamos buscando —le digo intentando ser educado—. Me llamo Ingo, y este es mi amigo Alan. ¿Tendrías un momento? Hay algo que nos gustaría hablar contigo.

La mayoría de las chicas siguen sin mirar y no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que la causa es Alan. Una de ellas murmura algo a su compañera, la cual se ríe entre dientes, hasta que Swann le dirige una mirada seria.

-Claro. -asiente y se gira hacia sus compañeras.- Disculpadme, vuelvo enseguida.

Empieza a caminar hacia adelante, casi sin esperar a que le digáis por donde ir. Sus pasos son enérgicos, sin titubeo, propios de una persona que sabe lo que quiere.

-¿Y bien?

Por un momento me quedé mirando a aquellas chicas, dubitativo, pensando en qué podía estar pasándoles. Hasta que me di cuenta de que, una vez más, era culpa de Alan. O más bien, por su causa. A veces era terrible ir con él a cualquier sitio, pero no dejaba de hacerme gracia.

De inmediato eché a caminar, y por un momento esperé a que fuera mi amigo el que tomara la iniciativa. Se le daban mejor estas conversaciones. Sin embargo la pregunta de la chica llegó, y al final opté por responder.

—Bueno, hola —le dije con una sonrisa, buscando por dónde empezar—. La verdad es que los dos somos de nuestros respectivos equipos de quidditch, y nos quedamos un poco preocupados al enterarnos de lo que te pasó en clase de Vuelo —expliqué rodeando el tema, pero sin llegar a mentir realmente—. ¿Todo bien? ¿Qué fue lo que pasó exactamente? Nos han dicho que pasó algo raro con la escoba.

Ante la mención del accidente el cambio es inmediato. La sangre abandona sus mejillas, dejando su tez ligeramente pálida. Aparta la mirada un instante, con su seguridad y aplomo evaporados, aunque parece recuperarse rápidamente.

-Fue tan solo un accidente, la escoba debía estar defectuosa, a veces pasa. Ni siquiera me han quedado cicatrices, no fue para tanto.

Hay que admitirlo, resulta muy convincente a la hora de contar su historia. Es fácil pensar que aquellos cambios se deben al shock de lo sucedido, pero vosotros sabéis la verdad. Ese miedo no es por una escoba, es por algo mucho peor.

Observé con atención la reacción de la chica y acto seguido miré a nuestro alrededor por si pudiera haber alguien escuchando. No me gustaba mucho lo de mentir, y menos a una chica que no había hecho nada malo. Por otra parte tenía mis reservas de cara a contarle la verdad: por no ponerla en peligro, y por no ponernos nosotros. Nunca se sabía lo lejos que la información, o las serpientes, podían llegar.

Me tomé entonces un instante para decidir qué hacer, intercambiando una mirada con mi amigo, y señalé algún banco, pasarela de piedra o cualquier sitio para sentarnos.

—Escucha, Laura —dije con un tono comprensivo, intentando conectar de la mejor manera posible con ella. Las barreras eran evidentes: éramos mayores, chicos, yo era negro... Pero aún así había que intentarlo—. Sé que llevas poco aquí, pero antes de nada quiero que te quede claro que las Casas son como las familias —enuncié, sintiendo de veras esa afirmación—. Te sorprendería cómo era yo cuando llegué aquí, imagínate: criado como negro entre muggles. Pero en Griffindor me apoyaron en todo, y ahora tengo la suerte contar con amigos tanto dentro como fuera de la Casa —expuse dedicando una mirada a Alan.

—Lo que quiero decir con esto es que puedes confiar en mí para cualquier cosa. Puede que no hayamos hablado antes, pero si necesitas cualquier cosa sólo tienes que pedirlo.

Después de esas palabras me tomé un instante. Emití un suspiro, miré en sus ojos y proseguí hablando.

—La verdad es que sabemos que el asunto de la escoba defectuosa tiene tanto de verdad como que nosotros hemos venido por ser de quidditch —confesé—. Creemos que fue alguien en concreto, aunque no hace falta ni que nos confirmes su nombre. Esa persona ha hecho daño a otra gente, y estamos intentando detenerle. No vamos a pedirte que hables con profesores, ni que le cuentes nada a nadie de esto. Pero necesitamos saber todo lo que puedas contarnos.

Después de esas palabras decidí decir unas más, animándola.

—No te sientas presionada. El sombrero seleccionador te puso en Griffindor: sé que harás lo correcto.

Laura retrocedió unos cuantos pasos. Su labio inferior empezó a temblar mientras su fortaleza se iba derrumbando poco a poco, dejando ver el miedo tan brutal que había debajo. No lloró, sin embargo. Parecía tener unas inmensas agallas, que ni siquiera en aquella situación acababan por desaparecer. Miró a su alrededor y entonces musitó.

-No quería molestarlo. Pero siempre era tan perfecto, con sus premios, adulado por todos los profesores... entonces lo vi en aquella aula y pensé que una pequeña broma podría ser perfecta. Al día siguiente, cuando agarré la escoba y estaba en el aire... -tragó saliva ruidosamente, pero no bajó la mirada.- recuerdo el ruido, el humo, el mundo girando a mi alrededor. Le vi sentado tras una ventana, lejos de todo, pero lo suficientemente cerca para hacerme saber que había sido él... y que la próxima vez llegaría hasta el final si intentaba hablar.

Agotada, se apoya contra un árbol, tratando de respirar más despacio.

Al ver el miedo que la chica parecía sentir me sentó mal por haber hecho que nos lo contase. Aquello no estaba bien. Pero por suerte sabía que no era culpa mía, o de Alan, ni tampoco de ella: todo esto era culpa de Riddle.

Escuché entonces sus palabras, y ver que era capaz de decir todo eso sin apartar la vista me hizo sentir cierta admiración. Para ser  de primero los tenía bien puestos. Esperé hasta que ella terminó sin interrumpirla, y al ver el esfuerzo que le había supuesto incluso me planteé que hubieran podido hacerle algún encantamiento para impedirle hablar.

Me tomé entonces un instante, intercambiando una mirada con la de mi amigo, y sin pensarlo demasiado acerqué una de mis manos a las de la chica. No de una forma impulsiva, no, sino casi pidiendo permiso, para que no se sintiera forzada ni atosigada, ni mucho menos. Ya era bastante extraño tocar a alguien que acababa de conocer, más aún si era del sexo opuesto, y más todavía al ser tan pequeña. Pero parecía necesitar algo de apoyo.

—Gracias, Laura —le dije. Aunque por muy poco que me gustase iba a tener que pedirle más detalles. Nos habían dicho que todo esto había sido en respuesta a lo que ella había visto en el aula. Teníamos que saber de qué se trataba—. Está bien. Nosotros no vamos a decir a nadie lo que nos has contado.

Entonces me tomé algunos segundos más.

—¿Llegaste a hacerle esa broma? —pregunté entonces—. ¿De qué se trataba? —dije antes de hacer la pregunta verdaderamente importante—. Y... ¿Qué era lo que estaba haciendo él cuando llegaste?

Terminada la confesión y con una nueva promesa de tu parte, parecía mucho menos asustada que al principio. Dejó que la mano de Ingo la rozase levemente, mostrando una tibia sonrisa en respuesta. Se colocó el pelo detrás de las orejas y siguió hablando, respondiendo a la pregunta. 

-Estaba practicando un hechizo... -frunció los labios, tratando de recordar.- Avada Kedabra es lo que decía. Me pareció raro que se escondiese para practicar magia, así que pensé que quizás era algún hechizo de la Sección Prohibida o algo así. Le dije que se lo contaría a los profesores. No iba a hacerlo, -aclaró con rapidez.- solo quería verlo asustado, pero el no reaccionó. Se marchó de allí y pensé que no había conseguido engañarlo, hasta que... ocurrió "el accidente".

Empecé a escuchar la respuesta de la chica, realmente interesado. Sin embargo se me heló la sangre en cuanto pronunció en voz alta el nombre del hechizo que Riddle estaba practicando. No se me ocurría ningún buen motivo por el que ejercitar algo así, y más a escondidas. Si aún fuera en presencia de un profesor, tratando de dar con un contrahechizo... Pero eso no era lo que Laura estaba diciendo, ni mucho menos. Y lo sucedido con la escoba demostraba que le había importado ser pillado.

—Hiciste bien en no contárselo a los profesores —fue lo primero que dije. No me gustaba la idea de esconder algo así al personal docente, pero siendo ella una chica de primero y siendo el otro quien era, no la habrían creído. Y lo de la escoba habría sido una broma en comparación a lo que habría pasado—. Al menos en esta ocasión. Pero recuerda que aquí, en Hogwarts, tu Casa es como una familia, y ellos te apoyarán pase lo que pase.

—El hechizo que estaba haciendo cuando le interrumpiste es realmente peligroso, y tiene mucho que perder si eso se sabe. Por eso trató de asustarte. Supongo que no fue más allá por si ya se lo habías contado a alguien. —Dicho eso hice una pausa—. Esto es lo que vamos a hacer: si necesitas hablar de eso o de cualquier cosa con alguien, búscame. Pero guarda esto en secreto por el momento. Nosotros estamos intentando reunir pruebas contra él para que los profesores de verdad hagan algo. Pero hasta que lo tengamos todo atado debemos ser discretos.

Después de eso exhalé con lentitud.

—No creo que tengas que preocuparte demasiado. Seguramente él crea que con lo de la escoba es suficiente. Así que sigue tu vida con normalidad, ve a clases, estate con tus amigas... Pero si notas algo raro, dínoslo a Alan o a mí de inmediato, ¿vale? —pregunté. Todo lo que le había dicho era cierto. Gryffindor era como mi familia, y en este caso iba a ser de buen grado el hermano mayor de Laura.

Ella asintió, conforme, pero también preocupada.

-Lo que él me hizo también puede hacéroslo a vosotros. O algo peor. Vais a correr muchos riesgos, si necesitáis ayuda...

Deja la frase en vilo, con sus ojos azules brillando con completa determinación. ¿Acaso cabía esperar algo diferente de una Gryffindor? Cruzada de brazos espera vuestra respuesta.

Asentí a las primeras palabras de la chica. No iba a negar que la situación era peligrosa. Sin embargo tampoco le dije que si estaba practicando conjuros como ese, y después de lo que le había pasado a Dracons, un susto en una escoba era lo que menos me preocupaba. Su oferta, sin embargo me hizo hinchar el pecho con orgullo. No iba a despreciar su valentía por ser de primero, ni mucho menos, así que le dediqué una sonrisa un poco forzada.

—Muchas gracias —le dije—. A ti ya debe tenerte fichada, así que no vamos a ponerte en peligro si podemos evitarlo. Pero si surge algo importante y necesitamos a alguien, te avisaremos.

Tras esas palabras hice un gesto hacia Alan, indicando que creo que ya podíamos marcharnos.

—Y lo que te he dicho es en serio —dije a la chica con seguridad—. Cualquier cosa que necesites, de verdad.

No llegué a decirle que por favor no le contase a nadie sobre esta conversación. Di por hecho que no era necesario.