Partida Rol por web

La cosa se estaba poniendo bastante fea, la verdad. Me excusé, sintiéndome algo mal por haberla dejado sola. Lo cierta era que me había quedado incluso más de lo que debía, pero había llegado un momento en el que simplemente resultaba casi imposible controlar el vuelo. Claro, te acompaño. Concedí, andando para situarme al lado de Alice. A mí me daba bastante igual estar mojado, pero al parecer a ella no. No tardé en darme cuenta de que mi amiga estaba bien y que no estaba enfadada conmigo por haber tenido que dejarla sola, así que mi semblante se animó.

Eso son grandes noticias. Canturreé, animado al descubrir que Alice se había ganado la confianza de Riddle. Sabía que ella era capaz de hacerlo. Además de lista era valiente. Sin embargo, fruncí el ceño al fijarme en su rostro. ¿Seguro que estás bien? Pregunté, sin disimular mi repentino escepticismo. ¿No te habrá hecho nada, no? Pregunté, alarmado una vez más de pronto.

Posé una mano en el hombro de mi amiga con suavidad, pero con firmeza, y clavé mi mirada en sus ojos azules. Si te ha hecho algo puedes decírmelo. Puedes, ¿no? Mi rostro reflejaba claramente preocupación, pero no solo eso. Se me notaba pensativo. No solo eso, incluso meditabundo, algo extremadamente raro de ver en mí. Sin embargo, por mucho que pensase no parecía llegar a una conclusión, ya que la expresión de máxima concentración se mantenía, dándome un aire bastante cómico.

Seguro que le ha echado un hechizo de amor, o le ha dado un poco de poción del amor o algo así. A saber lo que puede hacer Riddle. Cualquier cosa, es un mago excelente y un excelente manipulador. Igual ha conseguido engañar a Alice. No, imposible, Alice jamás se dejaría engañar por él, ella es demasiado lista para eso. Maldita sea, tenía que haber estado ahí para impedirlo. Seguro que la ha forzado. Pero claro, ¿cómo lo iba a saber yo? Una vez bajo el embrujo ya no ha podido dar la voz de alarma. Tendría que haber estado más cerca para poder verles, no tan lejos.

Todos aquellos pensamientos se agolpaban en mi frenética mente, acaparando toda mi atención. No tenía ni idea de lo que podía estar ocurriendo, pero era algo malo. Me concentré mucho en Alice, tratando de descubrir la verdad o de encontrar alguna pista para descubrir lo que podría estar pasando.

Al sentir la mano de Alan en mi hombro mis mejillas se sonrojaron. Era mi amigo desde hacía ya un tiempo, pero es que era tan arrebatadoramente atractivo que no podía evitar ese cosquilleo cada vez que me tocaba. Pestañeé, con sus ojos clavados en los míos. 

Sin embargo, la cara que tenía Alan, tan concentrado y serio, me sacó una risita en el tiempo que tardé en comprender sus palabras. 

Me di cuenta en ese momento de lo evidente que debía resultar mi expresión si hasta Alan se había dado cuenta de que yo misma estaba diferente. Si él había tardado tan poco... ¿Cuánto tardaría Charlotte? Mi corazón se agitó en mi pecho y retumbó con fuerza.

-Eh... -empecé, perdida mi serenidad habitual durante un instante-. Sí, bueno... Hay algo más -reconocí en voz baja, frunciendo un poco el ceño y mirando alrededor para asegurarme de que nadie cerca de nosotros me escucharía-. Pero es un secreto. Ni siquiera lo sabe Charlotte todavía. Si te lo cuento tendrías que jurarme que no se lo dirás a nadie -exigí poniéndome más seria-. Absolutamente nadie. Jamás. 

Cuando Alice dijo que había algo más y se puso a comprobar que no hubiese nadie alrededor solté su hombro, haciendo lo mismo. Mi expresión seguía siendo de preocupación, pero se mezclaba con una pizca de curiosidad y esperanza. Tras comprobar que no hibiese nadie cerca me acerqué a ella para poder hablar en susurros.

Claro. Ya sabes que para mí los amigos son lo primero. Tienes mi palabra. Le dije, asintiendo con convicción. Jamás se lo diré a nadie. Pese a todo, podía verse que estaba bastante escéptico en aquellos momentos. No por Alice, más bien por temor a lo que Riddle hubiera podido hacerle. Aún tenía presentes todos aquellos relatos de gente que había estado a solas con Riddle y la forma en la que habían vuelto después de su encuentro. Haber pillado a Allice de aquella forma justo después de estar con Riddle había activado mis alarmas.

Escruté la mirada de Alan durante un instante, todavía dubitativa. Pero finalmente asentí lentamente. Me había dado su palabra y era un amigo leal. No la incumpliría. Así que seguí caminando, haciéndole un gesto para que lo hiciese él también. Era mejor estar en movimiento, por si acaso. 

-Bueno... -seguí hablando en voz baja sin estar segura de cómo decirlo hasta que finalmente decidí soltarlo sin más-. Es que me ha besado -confesé y pestañeé un par de veces antes de mirar a Alan-. Y nunca nadie me había besado, ¿sabes? Yo no soy popular como tú, así que es mi primera vez y bueno... Ha sido... Impactante -terminé, con la cara tan roja que se podía confundir fácilmente con mis cabellos. 

Me llevé ambas manos a las mejillas, apretando mi rostro con ellas y aprovechando la frialdad del exterior que aún parecía pegada a mi piel para enfriarlas. Seguro que me estaban saliendo esas horribles manchitas blancas hasta en la nariz. Qué horror. 

-Pero no pasa nada, ¿no? Eso me facilitará la infiltración -añadí, recuperando la sonrisa.

Seguí a Alice por el pasillo con paso firme, pero sin apartar la mirada de ella. No la interrumpí en ningún momento, pero podía verse la sorpresa reflejada en mi rostro. Wow... Articulé a decir. No había pensado que algo así fuese posible. No es que me pareciese raro que un chico y una chica se besasen, todo lo contrario, pero es que se trataba de Alice. Alice, la chica correcta que prefería muchas veces la compañía de los libros a la de las personas.

La miré, viéndola por primera vez de una forma completamente distinta. Comprendí al instante lo que le pasaba. Le habían robado su primer beso y estaba en una especie de shock. Todo aquello era nuevo para Alice y se había visto involucrada de lleno sin quererlo para poder infiltrarse y ganarse la confianza de Riddle. Vaya, lo siento, no me lo esperaba de ti... No es que yo no pensase que tú...

Me callé, recordando las palabras de mi madre. Si tus palabras no mejoran el silencio, mejor quédate callado. Sí, son buenas noticias. Le dije, recuperando mi amplia sonrisa. Muye buenas, en realidad. Siento haberme puesto así, es que me había puesto en lo peor. Se me va la pinza a veces.

Después le miré a los ojos y, tras pensar unos segundos, decidí hablar yo también. Por más que lo intento no puedo evitar estar preocupado por mi hermano. Hoy me he colado en la sala común de Slytherin. No he visto nada raro, pero... No me quedo tranquilo sabiendo que pueden entrar en la habitación de Anthony en cualquier momento.

Las primeras palabras de Alan «no me lo esperaba de ti» me hicieron sentir todavía más vergüenza y el rubor de mi rostro aumentó más si cabía, sin embargo, al ver cómo él mismo se ofuscaba tras ellas para dejar la frase en el aire, se me escapó una risita nerviosa. 

Negué con la cabeza, quitándole importancia a sus sospechas y estaba a punto de decir algo al respecto cuando siguió hablando y su susurro atrajo mi atención. Miré alrededor una vez más para asegurarme de que nadie nos escuchaba y acerqué un poco la cabeza a la suya para escuchar mejor. 

Me quedé pensativa un instante tras escuchar sus temores y los comprendí a la perfección. Si Jem tuviese que dormir en el nido de víboras... Me estremecí con la sola idea de no tener a mi hermanito a mano para vigilarlo en caso de ser necesario.

—Tal vez... —comencé, dándole vueltas a la cabeza y bajando el tono al continuar hablando—. A lo mejor podríamos encantar algún objeto para que si está en peligro alguna vez pueda avisarte. Unas piedras gemelas que vibren al unísono o algo así... Mañana iré a la biblioteca y aprovecharé para echar un vistazo, ¿vale?

En aquel momento nuestros pasos nos llevaron hasta la entrada de la Sala Común Ravenclaw y me detuve delante. 

—Bueno, estaré en la biblioteca mañana si te apetece pasarte —dije, cambiando el peso de una pierna a la otra—. Pero ahora voy a ver si entro en calor y me pongo ropa seca, ¿vale? No te preocupes, seguro que Anthony estará bien —añadí en un susurro, con un optimismo tal vez contagiado del mismo Alan.

Y con esas palabras me di la vuelta, dispuesta a resolver el acertijo que abriría la puerta y pasar al interior.