Partida Rol por web

Terminada la improvisada reunión cada uno va por su lado, mientars que tu acompañas a Dumbledore a su despacho atendiendo a su petición de hablar contigo a solas. En cierto modo intuyes que es lo que puede querer y en cuanto Dumbledore habla ya no tienes la menor duda. 

-¿Ha pasado algo más en el partido que quieras contarme?

No es como si te mirase fijamente, pero el azul de sus pupilas igualmente se te queda clavado en las retinas. No parece enfadado o apenado, simplemente espera paciente a que respondas su pregunta.

Titubeé tan sólo un instante. Habría preferido no contárselo ni a mi mentor ni a Charlotte hasta después del día siguiente, cuando ya tuviera algo sólido que contar y no pudieran impedirme acudir al lago. Pero si el profesor Dumbledore ya lo sabía, no servía de nada ocultarlo. Así que asentí con la cabeza. 

- Sí. Hay algo más. Pero no quería contárselo a todos porque tal vez les parecería una locura y prefería esperar hasta tener algo más sólido que contar. - Dije, haciendo una pequeña mueca. - El señor Riddle me invitó a acudir al lago con él mañana para estudiar. Mi idea es ir y ver si puedo averiguar algo. Sospecho que ha estado metiéndose en el área Prohibida de la biblioteca y creo que podría conseguir que me hablase de ese tema. Me pareció que rechazarlo sería más sospechoso. Pero no pensaba ir sin que nadie lo supiera. Avisé a Alan para que esté pendiente con el espejo por si necesito ayuda urgente. 

Cambié el peso de una pierna a la otra dándome cuenta de que estaba un tanto a la defensiva. - Quería contárselo a Charlotte, pero está muy tensa con todo este asunto y no me dejaría acudir. Sería capaz de encerrarme en un armario para impedírmelo. Así que decidí contárselo después... - Miré entonces a mi mentor, posando mis ojos claros en los suyos y escrutando su expresión. Su opinión valía más para mí que la de cualquier otro profesor o adulto en todo Hogwarts. - Usted sí cree que puedo hacerlo, ¿verdad? ¿O también le parece una locura?

Nada más terminar de hablar la respuesta de Dumbledore es una cálida sonrisa que resulta enormemente tranquilizadora. Se inclina un poco hacia adelante y cruza los dedos mientras responde.

-Agradezco que hayas confiado en mí. Entiendo perfectamente la postura de la señorita Charlotte, si estuviera en su lugar probablemente haría lo mismo. -te guiña un ojo antes de ponerse más serio.- Alice, en estos momentos no hay nadie en Hogwarts en quien confíe mas que en ti. Has demostrado con creces que no me equivoque al pedirte ayuda. Se que eres capaz de enfrentarte a todo esto.-calla un momento.- Pero de todos modos no subestimes a Tom. Se que se acerca a ti para tenerme controlado, pero creo que trama algo más. Tenlo presente.

Mis labios se estiraron automáticamente como respuesta a su sonrisa mientras el alivio crecía en mi pecho. Me reprendí mentalmente por haber dudado durante ese instante. Mi mentor podía comprender cualquier cosa y se había vuelto a demostrar una vez más por mucho que los dos Gryffindor se empeñasen en mirarlo de medio lado o insinuar su desconfianza hacia un hombre tan grande como él. La admiración que sentía por él aumentó otro punto si es que eso era posible.

Tal vez eso ayudó a que me tuviese su advertencia completamente en cuenta y mi expresión se volvió más seria mientras asentía con la cabeza. - Claro, profesor. Tendré muchísimo cuidado. Sé que si se acerca a mí es porque busca algo o quiere utilizarme para algo, pero no creo que pueda imaginarse lo que sucede en realidad. Intentaré averiguar todo lo que pueda, pero no correré riesgos. Además, tanto Alan como usted sabrán donde estaré. 

Confirma con un cabeceo tus ultimas palabras antes de añadir.- Solo una cosa más, Alice. Se que ya te he pedido mucho, pero no creo que haya nadie más que se pueda encargar de esto. -se ajusta las gafas, que destellean por un segundo.- No permitas que el grupo se separe por sus diferencias, en especial por la señorita Deacon y el señor Black. Ellos ya llevan sus propias cargas encima, cargas muy duras. Y aún no saben si pueden confiar en vosotros. No dejes que esa confianza os disgregue.

No pude evitar un pequeño suspiro. Lo cierto era que lo que me estaba pidiendo se me antojaba mucho más difícil que sonsacar al señor Riddle. Cada vez el grupo parecía más disgregado y me costaba pensar en cómo unir a los dos Slytherin y a los dos Gryffindor si al mismo tiempo ambas parejas deberían parecer desligadas del resto a ojos del señor Riddle y sus amigos. Y eso sin tener en cuenta las diferencias entre el señor Black y Alan o entre Ingo y Alister...

Sin embargo, a pesar de que pareciese complicado o imposible, no iba a negarme a nada que me pidiera mi mentor. Si había alguna posibilidad, la encontraría. Asentí decidida.

- Haré todo lo que pueda, profesor. Cuente conmigo. - Afirmé mientras planeaba buscar la forma de acercarme a Elizabeth la próxima vez que la viese en la biblioteca. Tal vez podríamos investigar juntas y después de que se me viese con Tom en el partido tampoco sería tan descabellado que estudiase con una Slytherin. También podría intentar acercarme al señor Black con la excusa de jugar una partida de ajedrez. No parecía probable que ninguno de los otros quisiera acercarse a él después de lo sucedido en el partido... Sacudí la cabeza mientras mi mente ya estaba trabajando en buscar ideas para solucionar ese asunto.

- Estamos todos juntos en esto. Sé que somos muy distintos, pero estoy segura de que si las cosas se ponen difíciles todos responderán bien. - Añadí con un optimismo fundado más en la esperanza de que fuese así que en una certeza. 

A la hora acordada te encuentras ante las puertas principales de Hogwarts. Tal como hablaste con Alan, él te acompaña hasta quedar a una distancia prudencial, lo justo para poder intervenir si las cosas se ponen feas. Sin embargo, después de la charla con Dumbledore estas mucho mas tranquila respecto a lo que pueda pasar. Caminas siguiendo las indicaciones de Riddle y lo encuentras con la espada apoyada en el muro, aguardando mientras lee un libro. Parece bastante absorto, aunque antes de acercarte levanta la cabeza y al darse cuenta de tu presencia sonríe.

-Veo que has conseguido esquivar a tu hermana. ¿O debería preocuparme de que pueda salir de entre las columnas y me lance algún maleficio? Parece que no le caigo demasiado bien.

Decir que había dormido bien aquella noche habría sido, sencillamente, mentira. Me había pasado la noche dando vueltas en la cama, incapaz de pegar ojo. Debajo de la almohada tenía el libro que había encontrado en la biblioteca y que pensaba llevar al día siguiente a mi encuentro con el señor Riddle, pero no era eso lo que me quitaba el sueño. O al menos, no sólo eso. 

Podía escuchar la respiración pausada de Charlotte en la oscuridad, en la cama de al lado. Tan cerca que si me estirase un poco, probablemente podría tocarla. Y la culpabilidad por haber hecho un plan a sus espaldas aguijoneaba en mi estómago y me mortificaba. ¿Desde cuándo tenía secretos con ella? ¿De verdad había algo en el universo tan importante como para que ella no fuese mi cómplice? La lealtad que sentía hacia mi gemela chocaba frontalmente contra mi deseo de acudir a esa cita, haciendo que me odiase a mí misma por ello. Y ni siquiera eran esas las únicas emociones que se mantenían en una pugna constante en mi pecho. 

Cuando recreaba en mi mente el rostro de rasgos suaves de ese muchacho que al parecer escondía un demonio dentro, no podía evitar sentir cómo mis mejillas se sonrojaban y una sonrisa quería brotar tímidamente en mis labios. Sabía que debía temerle, mi sentido común y todo mi cerebro me lo gritaban. Pero al pensar en verlo de nuevo sentía cómo me cosquilleaba la sangre bajo la piel y en mi estómago aleteaban mariposas con nerviosismo. Pero eso no era lo peor de todo. Lo peor era la curiosidad que me producía. Quería saber qué había llevado a un joven tan encantador a jugar con asuntos oscuros. Quería comprender cómo funcionaba su mente, el alcance de su inteligencia. Como bien había mencionado Charlotte, el señor Riddle se había convertido en un reto para mí. No sólo por absurda rivalidad estudiantil, aunque también había una pequeña parte de ella, sino por una curiosidad tan fuerte que me costaba no resoplar de pura frustración por no ser capaz de desentrañar todos los misterios que rodeaban al señor Riddle. 

Llegué a pensar que la noche no terminaría nunca, pero en algún momento la pálida luz de la luna dio paso a los rayos más brillantes del sol y poco a poco las rutinas matinales comenzaron. Pasé el día esforzándome por disimular el cansancio que hacía que mi piel pareciese más pálida aún de lo habitual y manteniéndome en vilo, sosteniéndome en la idea de la cita de aquella tarde, sin ver la hora de que toda la espera terminase en un día que se me estaba haciendo eterno.

Pero como no podía ser de otra manera, finalmente el momento llegó. Y, con el libro en la mano y una expresión tensa en los labios, me reuní con Alan donde habíamos acordado. Me asqueaba que Charlotte no supiera dónde estaba, probablemente pensaría que me encontraba en la biblioteca. Pero me sentía más segura sabiendo que Alan estaría cerca y cada pocos pasos buscaba el espejo en el bolsillo de mi túnica para rozarlo con la punta de los dedos. 

Agradecí a Alan su ayuda cuando llegó el momento de separarnos y caminé sola el último tramo, buscando el lago donde el señor Riddle me había citado. Estaba decidida a ser distante y fría, a mantener mi serenidad y centrarme tan sólo en obtener el máximo de información posible, sin implicar mis emociones en ello. 

Sin embargo, toda mi decisión se desvaneció en el aire en el momento en que sus ojos castaños se posaron sobre mí, tan profundos e intensos. Su sonrisa provocó que mis labios abandonaran su tensión para estirarse en una sonrisa cálida como respuesta. Y el cosquilleo volvió a aparecer en mi estómago mientras sentía que mis mejillas se ruborizaban contra mi voluntad. 

Negué con la cabeza levemente. - Oh, no es que le caigas mal. - Aseguré, defendiendo a Charlotte. - No es por ti en concreto. Creo que no le gusta que me vea con chicos. - Dije, encogiéndome de hombros para quitarle importancia a ese asunto. - Me quiere sólo para ella. - Terminé, bromeando, mientras sostenía el libro contra mi pecho. 

Entonces ladeé un poco la cabeza para ver el título del que había traído él, con un brillo de curiosidad bailando en mis ojos. 

Recibe las noticias de tu hermana si  perder el buen humor. -Espero poder ganarme su confianza algún día. Y sino siempre nos quedará el club de ajedrez.-añade guiñándote un ojo.

Salís del edificio y empezáis a andar en dirección al lago; otros estudiantes rondan de aqui a alla, algunos se fijan en vosotros, aunque la mayoria tienen sus propios asuntos de los que ocuparse. Habiendo notado tu interés, extiende el libro que lleva. La portada reza Genealogía mágica revisada por Arthurn Nimoy. -Es lo mas actual que he podido encontrar. -explica con un ademán.- Debo reconocer que ha sido exhaustivo en su trabajo, aunque no demasiado preciso en algunas ramas que me interesan.

Entonces se fija en tu propio libro. -Debería suponer que has encontrado algo, pero sería mentir, estaba seguro de que encontrarías algo. -dice con expresión satisfecha.

Ante su guiño bajé la mirada con timidez mientras sentía el rubor de mis mejillas aumentar a toda velocidad. - ¿En serio? Vamos, Alice. - Me recriminé mentalmente a mí misma por sonrojarme con tanta facilidad cuando el señor Riddle estaba presente. Odiaba cuando mi rostro enrojecía. El color se sumaba a mis cabellos haciéndome parecer una zanahoria de una forma muy poco favorecedora para una señorita. 

Levanté la mirada para tomar el libro cuando me lo tendió y lo escuché con interés. Genealogía. Sabía que había estado investigando sobre ese tema en la biblioteca, pero... ¿qué estaría buscando? Me vino entonces a la mente lo que habíamos visto en el despacho de Dumbledore, dentro del pensadero. El señor Riddle era huérfano, Dumbledore lo encontró en un orfanato... Tal vez estaba intentando averiguar de dónde provenía. Quizás no pasaba cada minuto de su vida tramando planes malignos y también tenía curiosidad por algo tan normal como eso. Sin embargo, también era consciente de que esa parte de mi mente trataba de encontrar en él normalidad, cualquier cosa que excusase un comportamiento inexcusable.

Le devolví el libro con una sonrisa y no pude evitar que mi pecho se hinchiera de orgullo ante su expresión satisfecha. Me encogí de hombros, quitándole importancia al tema, pero con una sonrisa fácil instalada de forma permanente en mis labios. - En realidad no fue difícil encontrarlo. Es un maleficio bastante sencillo, creo que cualquier alumno de segundo debería ser capaz de hacerlo. - Ladeé la cabeza. - Supongo que tan sólo fue una gamberrada de algún chiquillo sin sentido del decoro. O quizá alguien perdió alguna apuesta o algo así. 

Hice una pausa y volví a mirar el tomo que Tom llevaba entre las manos. - ¿Estás estudiando Genealogía entonces? ¿Algo en especial? - Pregunté con curiosidad, mirándolo con ojos brillantes.

-Supongo que tienes razón, aunque habría que añadir que para una simple broma obligo a los profesores a movilizarse.

Ya apenas queda un trecho para llegar hasta las orillas del lago, pero entonces cambia de dirección hacia la izquierda, hacia una zona donde se ve a menos gente. Y es natural, si tenemos en cuenta que en el lugar empiezan a aparecer arbustos espinosos cada vez con más frecuencia. 

Observando tu curiosidad, piensa unos segundos y luego añade con una sonrisa misteriosa.- Sí, estoy llevando a cabo un pequeño estudio privado, pero hasta el momento mis pesquisas y mi esfuerzo no se han visto recompensados. Si descubriera algo relevante serías la primera en saberlo, pero de momento prefiero mantenerlo en secreto. 

Os plantáis ante un arbusto particularmente tupido y entonces Riddle saca la varita y dice un par de palabras, tras lo cual la planta se divide y deja un espacio cómodo para pasar sin riesgo de pincharse. Una vez atravesado el camino se cierra tras vosotros. Delante de vosotros hay un pequeño claro, con un solitario manzano ya vestido con los colores del otoño.

-Pocos se meten por aquí para no pincharse, por eso es un sitio tranquilo. Bueno, ahora que ya hemos resuelto el misterio del humo, dime, ¿como va tu trabajo de Defensa contra las Artes Oscuras?

La idea del trabajo es bastante sencilla, elegir un hechizo que hayan estudiado y conseguir mejorar sus efectos. la dificultad radica en que eso solo puede conseguirse mediante cambios en los movimientos de la varita, la entonación o la adicción, sustitución o eliminación de una nueva palabra o letra. Hay tratados de investigación que dan pautas muy exactas a seguir, pero son terriblemente complicados, sobre todo a medida que se incrementa la dificultad del hechizo. Sin duda es el trabajo más difícil que os ha mandado la profesora Galatea y no hay alumno que no se haya quejado ya por esta tarea.

Su promesa de contarme qué se traía entre manos sólo cuando consiguiese algo, si lo hacía, tan sólo sirvió para que mi curiosidad aguijoneara en mi estómago con más fuerza. Tuve que morderme el interior de la mejilla para no preguntarle más, pero finalmente asentí con la cabeza. 

- Bueno, si necesitas ayuda con tu investigación o algo... Sólo tienes que pedirlo. - Dije finalmente, con una sonrisa mientras nos deteníamos delante de un arbusto. 

Lo atravesé tras el señor Riddle y al ver el pequeño rincón con el manzano, mi sonrisa se amplió. - Es un lugar precioso. - Comenté mientras daba algunos pasos hacia dentro y miraba alrededor. - Y solitario. - Añadí en mi mente, consciente de que si sucedía algo y tenía que llamar a Alan, él no me encontraría tan fácilmente como había esperado. Aquello no era exactamente el lago. Me alarmé mentalmente durante un instante, hasta que su voz, profunda y vibrante como siempre, sencillamente encantadora, llamó mi atención hacia otro tema. 

Suspiré suavemente con su mención acerca del trabajo de Defensa contra las Artes Oscuras. Normalmente me defendía con soltura en aquella asignatura, aunque no era de las que mejor se me daban, como Transformaciones o Pociones. Sin embargo, aquel trabajo era muy complicado y yo había estado perdiendo mucho tiempo investigando cosas para solucionar el asunto del señor Riddle. En realidad, apenas había podido comenzar el trabajo con todo lo que había sucedido últimamente. Y si algo tenía claro era que no podía descuidar mis estudios, así que iba a tener que ponerme a ello enseguida.

Hice una pequeña mueca con la boca antes de responder. - Oh, pues... La verdad es que apenas lo he empezado. - Suspiré de nuevo y me encogí de hombros, buscando el equilibrio entre la verdad y lo que no debía decir. - He estado haciendo algunos trabajos extra para el profesor Dumbledore y no he tenido demasiado tiempo. Creo que me va a tocar trasnochar un poco para poder tenerlo listo a tiempo. ¿Cómo lo llevas tú? 

La mirada de Riddle lo dice todo, parece un poco sorprendido de que tu respuesta no sea la contraria, pero no tarda en volver a sonreír. Tomándote de la mano, te invita a sentarte al pie del manzano, mirando al lago, que en esos momentos se ve precioso con la escasa luz de la tarde lanzando reflejos dorados en el agua. 

-Casi he acabado, aunque yo también he andado bastante ocupado estos días. Aunque he de confesar que yo llevo ventaja, -dice mientras se aparta un mechón de pelo que le cae de la frente. Ese movimiento hace que sus ojos brillen un instante, dándole una apariencia encantadora.- empecé a estudiar este tema el año pasado. Si quieres puedo ayudarte, creo que juntos podemos hacer un trabajo magnífico.

La idea parece entusiasmarle bastante, algo raro para alguien que siempre suele hacer los trabajos en solitario. Rebusca un momento en su mochila y saca varios pergaminos, así como un par de manzanas de aspecto tentador y te ofrece una tras limpiarla un poco. 

-De hecho...¿puedo contarte un secreto? Llevo trabajando en un hechizo en concreto, pero si lo presentase como trabajo creo que todos se asustarían. ¿Conoces las Maldiciones Imperdonables?

Me senté al pie del árbol junto a él y tuve que contener un suspiro al ver cómo apartaba el mechón de su rostro haciendo que sus ojos brillasen con la luz que se reflejaba en el lago. Era difícil imaginar un escenario más bucólico que aquel y me costaba no dejarme sencillamente llevar y olvidar que podía estar en peligro. 

Cuando me propuso que trabajásemos juntos, mi sonrisa se amplió, iluminando mi rostro, y lo miré sorprendida. Nunca me habría imaginado que alguien como él podría proponerme algo así. Sin embargo tan sólo llegué a asentir ilusionada antes de que continuase hablando y mis labios se abrieran por la sorpresa al escuchar su pregunta. 

- Vaya... - Dije, impresionada. - Sí, sí que las conozco. De oídas, solamente, claro. - Aclaré. Por supuesto que nunca había practicado ese tipo de magia. Pero sí había leído sobre ellas. - ¿Estás trabajando sobre alguna de ellas? - Pregunté, todavía con los ojos muy abiertos, realmente sorprendida.

Tu sorpresa parece complacerlo y te tiende los pergaminos que acaba de sacar. Ciertamente no se equivocaba con lo de asustar, pues el hechizo en cuestión es la maldición asesina, Aveda Kedabra. Una lectura rápida basta para confirmar que lo que dice es cierto, el trabajo que tienes ante ti no es fruto de unas pocas semanas, ni siquiera de meses. Debe haber estado trabajando en ello durante al menos un año, puede que incluso más. Y el resultado es impresionante. Si todo lo que está escrito es correcto, esta modificación haría que el hechizo en sí fuera imparable, sin importar cuan poderoso sea el contrahechizo o escudo que se pueda emplear. Resulta gracioso que todo esto se consiga cambiando una sola letra, pero lo cierto es que es así; Avada Kedabra.

Bueno, mi amigo James me dijo...¿conoces a Laura Swan, de 1º, Gryffindor? Ella estaba paseando y vio a Tom haciendo un hechizo muy raro en un aula, solo.

Las palabras que te dijo Jem después del partido acuden a tu cabeza. Sabes que no necesariamente tiene que tener relación, pero tu intuición te dice que Riddle no se ha limitado solo a la teoría con este hechizo. Sabe usarlo. O por lo menos esta practicando para hacerlo, porque te resulta dificil de creer que pueda realizar un hechizo de semejante nivel. El resto de las Maldiciones son factibles para casi todos los magos, pero Aveda Kedabra (ahora Avada) es de un gran nivel, solo un mago muy poderoso podría llegar a realizarlo.

-¿Qué opinas? -la voz de Tom se hace hueco en tus pensamientos, mientras sus ojos se clavan en ti con la misma curiosidad que lo hacían los tuyos en su persona hace no tanto.