Partida Rol por web

Aprovecho los movimientos de cabeza para decir unas frases a mi contrincante.

_{- Primero Alice y ahora su hermana, si han pasado por el 'aula' puede que las hayan visto, mucho cuidado.}

Durante un instante mis dedos pasaron de los ojos de Tracy a sus dedos, observando cómo sujetaba la varita. Me había llevado meses aprender a hacer lo mismo con soltura, pero finalmente lo había conseguido. Por eso, en cuanto su movimiento comenzó, respondí de inmediato, apuntando con mi varita hacia adelante y exclamando con fuerza. No necesitaba esperar a distinguir su hechizo: por algo sabía de antemano cuál sería.

- ¡Aquascuutum! - Exclamé, a tiempo de ver cómo una barrera de agua tomaba forma para frenar su hechizo. No esperé más que un segundo: con la barrera aún levantada, gesticulé con rapidez para ejecutar un contraataque.

- ¡Diffindo! - Grité, encantando de no tener que cortarme un pelo. ¿Que alguno de los dos salía herido? Había la confianza suficiente como para saber que cada corte no era más que un nuevo aprendizaje, una lección interiorizada por un camino tan bueno como otro cualquiera.

Tracy había dejado que Ingo tomase la posta a pesar que esta vez ella había demostrado ser más rápida, porque aquello como siempre era un entrenamiento, un diálogo entre dos voces pares que no estaban interesadas en participar de un mero monólogo. Quizás por ello estaba preparada, más preparada que de costumbre, cuando de entre las grietas de la pared de agua que casi no había acariciado surgieron las chispas que indicaban el contraataque.

- ¡Aquascuutum! - devolvió la Gryffindor, su mente concentrada en un sólo pensamiento, uno del cual no se había movido a pesar que su anterior hechizo había sido pésimo.

La punta de su varita brilló, volviéndose a la vista efímera como si fluyera. Una cascada salvaje de agua azuzó el aire como una sábana, como un metal hecho de líquido que en menos de un segundo chasqueó en el aire, se ramificó desde el centro en miles de pequeñas ramas como fractales de un copo de nieve, y se volvió sólido con un brillo de acero que pareció absorber toda la luz de la sala y el tiempo.

El potente hechizo de Ingo relampagueó al chocar contra la superficie del agua, en el extremo más lejano a Tracy, y por un instante pareció ir a hacerse camino en el medio de aquella densidad.

Fue sólo un instante. Al siguiente, el escudo absorbió de repente toda la energía, el haz de luz se refractó violentamente en varias volutas que hicieron ecos encerrados en aquel prisma, y aquel brillo agudo que había cortado el aire se disolvió en una decena de sombras.

El agua se desvaneció alrededor del cuerpo de Tracy cuando la Gryffindor, sus ojos fijos sin victoria y sin orgullo, dio un paso adelante entre las gotas para volver a atacar.

- ¡Diffindo!

Los nueve.

Fue la respuesta de Alister a lo primero que Black le había dicho en voz baja. Ante su segundo comentario, no pudo más que asentir, y darle la razón.

Estaba claro que el peligro era real, y también era real que ahora verían fantasmas y peligros en cada rincón de aquella escuela.

Pero toda precaución era poca. Como sospechaba, desde el mismo momento en el que supieron el peligro que acechaba en los corredores, todos los demás estudiantes eran candidatos a ser parte de la cábala del mal. 

Alister uso una mano para hacer un angulo sobre la cabeza de Black.

Nueve grados por encima de donde quería lanzar el hechizo.

Luego se giro para ver cómo le iba a los demás, que sin duda, estaban aplicándose con la misma pasión que ellos.

Finalmente, realizo una leve reverencia, aguantando el dolor del corte del brazo, y contesto a su rival.

Sin duda, una victoria para usted. Pero este curso promete ser largo. Aun no de la guerra por ganada.

Alister, se separo un par de pasos de espaldas, al tiempo que inclinaba la cabeza en agradecimiento por el duelo. Pudiera ser que nunca llegara a conocer a su adversario, pero lo respetaba, y siempre se trataban con toda la excelencia que los caballeros requerían. 

Estaba más que decidido desde el mismo momento en que lancé mi hechizo. Apuntar, conjurar, y prepararme para esquivar. Sin embargo hubo algo que falló. Quizá la manera en que Tracy paró mi Diffindo. Quizá que ella dedujo hacia dónde iba a apartarme. En cualquier caso cometí un gran error, eso estaba claro, y pagué las consecuencias. Cuando me di cuenta de cómo me había equivocado ni siquiera me dio tiempo de levantar un Aquascuutum. Mi último pensamiento, por muy extraño que pareciera, fue para Black. Para él y para lo curioso que sería que su protección siguiera activa, y el Diffindo de Tracy rebotase contra ella. Sin embargo mi piel abriéndose en un corte limpio me dejó claro que no era así. Y tomé la herida más como una parte del juego que como cualquier otra cosa. Como una advertencia o un toque de atención. Un si no hubiera sido yo, si no hubiera sido aquí... Tenía que concentrarme más, eso estaba claro. De modo que recoloqué mi posición, preparándome para dar lo mejor de mí en el siguiente ataque. Un gesto con tintes de agradecimiento y de amenaza fue realizado por la mano libre antes de lanzarme a conjurar de nuevo.

Cualquiera que mirase mi rostro podía ver tensión, concentración y una delgada película de sudor. Cualquiera que me conociera y mirase mis ojos podía ver diversión.

- ¡Diffindo! - Exclamé con potencia, centrado en devolverle al menos el golpe que me había dado.

Quid pro quo, pensó Tracy sin sonreír, al responder al agradecimiento y la amenaza de Ingo de la única forma posible: sin tomar ventaja de su propia rapidez, sin aprovecharse del momento de debilidad de su oponente, retrocediendo el paso que había dado hacia adelante mientras aguardaba a que el Gryffindor recolocase su posición. Los ojos de ella estaban fijos en los movimientos de él, pero habían estado antes fijos en el corte que su hechizo había abierto en la piel oscura, calculando silenciosamente la cantidad de sangre que goteaba por segundo. La proporción era aceptable, casi perfecta. Apenas le había herido, tal como había querido hacer. Todo estaba bien.

Vamos, Ingo. Golpea con fuerza.

Su cuerpo había vuelto a una posición de guardia pasiva. Conocía a Ingo y esperaba la reacción que seguiría a la sangre, aquella que los ojos del Gryffindor le cantaban a gritos mientras aquella diversión oculta se escondía de los otros camuflada en aquella fina capa de sudor que lo cubría. Como si fuera un opuesto, la concentración y la tensión de Tracy eran frías, entrenadas para ser ajenas al esfuerzo de cada músculo y cada nervio.

- ¡Aquascuutum! - chasqueó su voz, haciendo nuevamente agua del aire.

Quid pro quo, volvió a pensar sin moverse, o sin llegar a moverse, cuando el escudo esta vez no fue acero y sintió la caricia de un cuchillo irreal rasgando tela, carne y sangre. El dolor existía, o debía existir, pero por varios motivos Tracy apenas lo sintió. Bajó el brazo izquierdo, con el que había atinado instintivamente a protegerse, dejando que la herida apuntase hacia el suelo. Miró a Ingo, y asintió, un reconocimiento hacia su habilidad, una silenciosa reverencia hacia su fuerza. Luego observó corte contra corte, buscó en la diversión que había en los ojos del Gryffindor, y volvió a asentir al levantar la varita.

Uno más, de acuerdo. En el próximo, seré más rápida.

- ¡Diffindo!

Con cada nuevo hechizo, con cada intento que hacíamos de alcanzar al otro, me sentía más cómodo con estos nuevos hechizos. Pero si algo sentía era no poder echar mano de algún otro de los de nuestro repertorio. Eso sería lo que convertiría este entrenamiento en algo más real, más espontáneo y, como consecuencia, más divertido. Sin embargo ya habría tiempo para eso. No es que fuese la última vez que fuésemos a combatir, ni mucho menos.

Observé el corte que le había producido a Tracy, y una pequeña satisfacción apareció en mi pecho. Empate. Había tenido que esforzarme, pero ese era sin duda el mejor aprendizaje. Darlo todo para penetrar su defensa con la fuerza de la determinación. El asentimiento de Tracy fue recibido con orgullo, y esta vez yo mismo adopté una pose más propia de un duelista. Cuando hacía eso mismo contra alguien como Dietrich, por ejemplo, era de una manera exagerada, más como una mofa que como una precaución. Sin embargo sabía que las cosas se iban a ir poniendo serias, y cada centésima de segundo podía ser importante.

No esperé a que completara su hechizo. Me había herido una vez, y no quería que se repitiera.

- ¡Aquascuutm! - Dije emocionado, satisfecho al ver cómo una vez más mi consistente capa de agua era suficiente para detener su ataque.

Luego me tomé unos segundos para respirar. Después de mi último ataque yo mismo me había quedado un poco cansado. Fueron unos segundos que pasaron en un suspiro, mientras mis ojos permanecían quietos en los de mi amiga, valorando la idea de poner de nuevo toda la carne en el asador.

- Diffindo. - Dije al fin, decidido a no acabar rendido. Al fin y al cabo, un combate real podía durar más que unos pocos hechizos, y tenía que aprender a dosificarme.

Adelantándose un paso, realiza con gracia el movimiento correcto y el muro de agua aparece ante vosotros, aparentemente solido e infranqueable. Pero no consigue detener a tu hechizo, que raudo y veloz se dirige hacia el pecho de Black y le hace un corte lo suficientemente prfundo como para hacerle sangrar. 

El agua desaparece y el chico hace una ligera mueca de dolor. Se lleva los dedos a la herida y mira la sangre que hay en ellos con algo de sorpresa. Luego hace una reverencia.

-Lady Battletower, sin duda sois una gran duelista. Demostradme que más sabéis hacer, por favor.

Enarbola su varita para lanzar el hechizo cortante, esperando una indicación.

Miré con los ojos abiertos como platos el corte que le hice a Alphonse en el pecho, normalmente era muy tranquila y ver que sangraba no me agradó.

-¡Ay madre! ¿Estás bien?- El chico había sido muy correcto con sus ademanes de caballero, pero al ver la sangre se me olvido la corrección más preocupada por haberle hecho daño. Al comprobar que estaba bien y que levantaba su varita me preparé para su ataque.

- ¡Aquascuutum! - exclamó Tracy, volviendo su voz y su mano un látigo que no tardó en volverse líquido.

El escudo de agua se proyectó en el aire alto y ancho, profundo y metálico una vez más. Aunque esta vez, en lugar de solidificarse al punto del lago de Hogwarts en el enero profundo, se mantuvo acuoso y oscuro, ondulante como el mar del Norte en tempestad. En hechizo de Ingo penetró en la superficie como lo hace el rayo de una tormenta eléctrica, y gatilló centenares de destellos difusos a su paso mientras vencía una ola, dos, tres, cinco, todas las que la potencia de Tracy soplaba enardecida en la dirección del ataque. Todas menos una, la última, que se alzó como una furia contra la osadía del rival, y descargó sobre aquella luz peligrosa un puño líquido que la envolvió y la disolvió para siempre.

El agua salpicó apenas las pestañas de Tracy, tratando de mimetizarse con sus pecas, cuando el escudo se volatilizó en el aire como si jamás hubiera existido. La Gryffindor permaneció un segundo quieta, evaluando el corte de Ingo y el brillo perlado de la frente oscura, y luego cruzó el brazo sano delante de su pecho, apoyando la varita sobre el corazón. El gesto honorable, claro y silencioso, del final de los ataques.

- ¿Suficiente? - ofreció a su oponente, a pesar de todo. A pesar de su declaración, la decisión de uno era sólo una mitad cuando se trataba de un trabajo de a dos - Podemos declararlo un empate, si eso satisface algún ego - añadió, secamente, mientras bajaba la mano de la varita para sujetarse con ella el corte que sangraba. Su única intención era evitar que quedara un reguero de gotas en el suelo del aula de Duelo, aunque otras personas también estuvieran abonando la tierra con su sangre, como Alphonse Black.

Se acercó a Ingo hasta quedar frente a frente, ¿aquellos habían sido siete, ocho pasos?, y observó por un momento el corte del Gryffindor. De acerca, podía comprobar que su percepción desde lejos hubiera sido la correcta. Le ofreció, por fin, una media sonrisa, divertida.

- Espero que no haya sido grave - dijo, mientras llevaba sus dedos a verificar la herida - No lo ha sido, ¿verdad? Creo que he aprendido bien a medir la fuerza, pero todavía a veces me dejo llevar, más con hechizos que no domino del todo - los dedos de Tracy eran prácticos, con una destreza heredada de crecer viendo dos medimagos en acción - Tú, por otra parte... A veces me cuesta mucho frenar tu fuerza. Tengo que aprender mejor.

Helene volvió a centrarse en su combate, alejando de su vista y pensamientos a Battletower y Black, para volver a ceder su mente solo a Coot.

Se preparó con calma, tomando conciencia de cada movimiento, de su equilibrio, de la distancia y la posición en que se encontraba Alan, le apuntó con la varita en señal de que estaba dispuesta e iba a empezar, esta vez con seriedad, como Alan esperaba y se merecía.

Antes de realizar los movimientos propios del hechizo la acercó a su labios y la besó, deseándose suerte, autosugestionándose de que era capaz de hacerlo e intentando olvidar que era su amigo el que tenía delante.

- Diffindo! - proyectó contra el perfecto cuerpo de su capitán.

-Estoy perfectamente, no tiene nada de que preocuparse señorita. -sonríe tranquilizadoramente y te anima a seguir el duelo. Frunce el ceño cuando se percata de lo mal que ha salido su propio hechizo y se coloca en posición defensiva, preparado para rechazar el vuestro llegado el momento.

UN gesto suave, pero seguro, el indicado para este tipo de hechizos. Pero ni siquiera eso es bastante y otro nuevo corte aparece en la piel del señor Black, esta vez en su mejilla y algo más profundo, de modo que empieza a sangrar de manera más llamativa. Haciendose con su pañuelo, tapa la herida y hace un gesto para detener el combate.

-Sois una dama de armas tomar, señorita, ha sido un placer batirme con vos. Ahora permitidme que me retire mientras me quede algo de honor. ¡Vencido por una mujer! -dice bromeando.

Me puse en posición defensiva para realizar el hechizo que teníamos que practicar aquel día. No era uno de mis favoritos y no había practicado con él, pero había aprovechado para mirar a mis compañeros y creía que podía hacerlo. Cuando Helene me atacó, actué lo más rápido que pude. Aquascuutum! Exclamé, moviendo la varita con gracia. Al momento un escudo de agua se creó frente a mí, parando el hechizo de mi amiga. Una sonrisa triunfal apareció en mi rostro.

El escudo desapareció y volví a tener contacto visual con Helene. Vi la oportunidad. Mi varita se movió rápido, quería ganar el duelo aunque fuese un entrenamiento y fuese contra mi mejor amiga. A veces era demasiado competitivo. Volví a agitar la varita con fuerza, pero con cierta elegancia característica. Diffindo!

La potencia del hechizo me sorprendió y nada más lanzarlo me preocupé por la Hufflepuff. Esperaba que pudiera pararlo, parecía que iba con cierta fuerza.

Helene empezó los movimientos del hechizo tarde, demasiado tarde. La agilidad de su amigo la sorprendió, se había olvidado por completo con quien se batía: Alan Coot, si alguien era ágil, era él; si alguien era competitivo, era él; si alguien podría herirla en duelo, definitivamente sería él.

El escudo de agua empezó a formarse frente a Helene, un escudo turbulento y agitado, como si se tratara de la mar una noche de tempestad. Y en medio de esa tempestad se encontraba Helene, como el barco que está a punto de ser engullido por las aguas de un remolino, orgullosa con la mano aun en el timón.

Helene vio la fuerza del hechizo de Alan acercarse a ella, quizás no con sus ojos, pero lo vió y en ese momento para ella se detuvo el tiempo tan solo un segundo, el segundo que le tomó sentirse orgullosa de su amigo y aguantar la respiración aceptando el golpe, pues el hechizo de Alan había atravesado su escudo como el rayo que irrumpe en la tempestad para despedazar el barco que osa seguir desafiándola.

Sintió la escozor del aire mezclarse con su sangre pero se resistió a mirarse los cortes, no quería preocupar a su amigo.

- ¡oh, Magnífico!- exclamó satisfecha - ¿Tendré que ponerme seria? - bromeó a modo de excusa aunque ambos sabían que ya había actuado con seriedad a pesar de su torpeza.

- ¿Preparado? - enlazo enseguida el siguiente ataque para evitar que su amigo se acercara a comprobar su estado. Cambió su posición de ataque a una mucho más ladeada y buscó de nuevo la suerte en su beso reglamentario. - ¡Diffindo! - pronunció en un golpe seco dirigiendo su ataque hacia Alan sin más distracción que el ligero dolor de sus heridas.

La preocupación por el daño que le hubiera podido provocar al señor Black se esfumó cuando le vi sonreír. Me preparé para recibir su réplica y me defendí, con bastante éxito. Una vez más levanté la varita y ataqué de nuevo, no quería dañarle pero me había envalentonado con el anterior así que lo repetí de la misma forma.

Cuando el hechizo volvió a atravesar su escudo, el corazón me dio un vuelco al ver como la sangre manaba de su mejilla hasta el punto de necesitar un pañuelo sobre la herida.

Una vez más el señor Black lo aceptó como un caballero e incluso bromeo y provocó que me diera la risa.

-También ha sido un placer y un honor enfrentarme a usted, señor Black. No se preocupe su honor está intacto. - Le hice una reverencia de la que mama estaría orgullosa y me retiré de la zona de duelo.

Cuando Tracy paró mi ataque me quedé durante un instante observando cómo el agua se deshacía en el aire, analizando el nuevo hechizo que ya todos conocíamos. Un momento después, cuando declaró el fin de los ataques, mi postura se relajó y lentamente imité su gesto llevando la varita a mi pecho. Algo en mi interior me pedía olvidar el honor y lanzarme de nuevo al ataque: aprovechar el descuido para beneficiarme de su guardia baja. Sin embargo sabía que este no era el lugar para ello. La compañía sí, pero no delante de Scrooge.

- Suficiente. - Asentí, comenzando a caminar en su dirección. - Un empate es el resultado perfecto. - Sentencié después, mirándola a los ojos con los míos aún brillantes. Nada tenía que ver con un asunto de egos, sino más bien era una cuestión de respeto mutuo. Una consecuencia más de sabernos iguales.

Sobre mi piel, un corte que debía haber sido bastante profundo asomaba casi con timidez. Algunas gotas de sangre manchaban mi camisa, pero no era algo a lo que le diera importancia. Nunca había tenido problemas para aguantar un poco de escozor. - Te has medido perfectamente. - La elogié. Era complicado encontrar a alguien con ese control. Que supiera encontrar el punto justo para herirme y no hacerme daño realmente. Luego hice un gesto hacia su herida, deseando que no fuera nada demasiado grave. - ¿Cómo estás tú? ¿Te he dado demasiado fuerte? - Pregunté con naturalidad, sin cuidar que mis palabras pudieran malinterpretarse como si denotaran debilidad por su parte. Con ella no era necesario tener ese tipo de cuidados, pues entendía más los gestos que los dichos. Sabía también que para ella nunca había un demasiado fuerte real. Sabía de sobra que todo era una manera más de aprender, y eso era bueno. Costaba encontrar a alguien así.