Partida Rol por web

Una ciudad, nunca había estado en una. La encontraba profundamente irritante: abarrotada, antinatural, ruidosa, apestosa, y estaba seguro de que si la tocase, también su sentido del tacto la terminaría rechazando. La poca vida vegetal que había, lo que ellos llamaban parques, estaba manipulada, encajonada, y muy limitada; nada remotamente reconocible como un ecosistema con muchas especies compitiendo y retroalimentándose, sino simplemente algunas especies aisladas "para hacer bonito".

Eldintel caminó tras los demás, en silencio, intentando no perderlos de vida pues estaba seguro que se perdería. La idea de dormir en una de esas casas le resultaba desagradable pero era evidente que los demás estaban encantados con esa perspectiva.

Al menos, esperaba, no tendría que usar el arco.

Durante el último tramo del viaje hasta Eternlud, y apartados de los otros, el buen escudero intentó distraer a su compañera cuyo humor se hacía más y más sombrío a cada tramo que avanzaban. —Viet, era su único pensamiento.— Por momentos lo conseguía, mientras recordaban antiguas historias que los ancianos de Adbar narraban a la luz de las fogatas…

—¡Por las barbas de Moradin! Nunca me contaste esa historia, ¿y tu nombre? ¿Siempre quise saber quién te llamó Diesa?—inquirió Orsik.

—Los ancianos del clan —respondió la enana sorprendida ante aquella pregunta. —¿Acaso no fue así contigo? —inquirió.

—Pues, verás, Diesa… —balbuceó el enano, compungido. —Yo nunca supe de mis padres, ni de mi clan… —Y añadió: —Me encontraron en una carreta abandonada. Era un crío, no lo recuerdo… Pero me dijeron que había sobrevivido gracias a que me alimenté chupando de lo que se derramaba de un barril…

Diesa frunció el ceño, confundida.

—¿De un barril? ¿Qué contenía? ¿Miel? ¿Leche acaso?

Orsik negó con una cabezada.

—Cerveza, por eso lo de "Buen barril". ¡Era un barril de la mejor cerveza negra de las Grandes Cosechas!

Las carcajadas de Diesa tuvieron un cálido eco en las de su amigo.

Y llegaron (¡al fin!) a Eternlud al atardecer, tal y como lo había previsto la enana. Desde lejos, la ciudadela se erigía a los ojos de Diesa como la promesa de una reconfortante infusión y una mullida cama, pero, ante todo, como una ansiada respuesta. Para el joven escudero era la promesa de una broma que (esperaba) fuera memorable…

Ante las puertas de la ciudad, un guardia los increpó acremente. Y todo por una mísera lagartija, bufó la enana. Pero, muy pronto, su ceñuda expresión mutó en otra de azoramiento. —¡Por Sharíndlar!— Como fuera costumbre durante todo el viaje, Diesa y Orsik se mantenían en la retaguardia y fue esta circunstancia la que le permitió disimular su estupor. Diesa encaró con una elocuente mirada hacia su compañero. Este persiguió el trayecto de su mirada y… ¿El guardia?, pensó. Fue entonces cuando se atragantó con el hueso de aceituna que estaba chupando.

—¡Por l… coff… barb… argh… de… Morad…. Cof-cof… in…! —balbuceó.

Entre lágrimas y sofocos, el rostro del enano se le amorató y se le hincharon los párpados mientras se golpeaba el pecho con un puño. En un instante, el buen escudero estaba irreconocible. Con los ojos clavados en su compañero, Diesa rebuscó entre sus pertenencias, tomó un pequeño frasco y se lo acercó a la nariz.  De inmediato, comenzó a estornudar y a moquear.

—¡Por Sharíndlar! ¡Pimienta! Me equivoq… ¡Achís! de frasco… —exclamó la clériga, y cubrió sus estornudos con un pañuelo.

De pronto, parecía que la natural torpeza de Orsik se le hubiera contagiado a Diesa.

La muchacha alzó ligeramente el símbolo sagrado, y alzó la voz, entre estornudos:

—¡Que la Clemente guíe vuestra mano! ¡Achís…! —estornudó. —Soy Diesa… ¡Achís…! —dijo y limpió su nariz. —EscudoDorado, clériga al servicio de Sharíndlar, de camino al… ¡Achís…! fuerte Olostin con la misión de encontrar a una niña perdida… ¡Achís, achís…! en aquellos peligrosos páramos. ¡Achís…! —Los ojos le lagrimeaban. —Pero, decidme, ¡por la gracia de la Clemente!, dónde encontraré una buena posada donde… ¡Achis! reposar mis cansados huesos unas horas y continuar mi viaje… —Señaló a Aniel —Mi compañera, Aniel, es una paladina al servicio de Tyr y de la Gran Señora Alustier y quién… ¡Achís…! comanda esta misión. —Miró sugestivamente a la elfa, rogando que apoyara sus palabras. —Ella tiene importantes noticias que comunicaros, que importan tanto a Argluna como a Eternlud. ¡Achís! Por ello solicitamos una urgente audiencia… ¡Achís!

La cabeza de la enana era una fragua martillando pensamientos, templando ideas y forjando un plan que no había compartido porque estaba obligada al secreto. Pero el mensaje de Sharíndlar y, lo que acababa de descubrir la forzaba a confiarle a la paladina algunos de los secretos entresijos de una trama que comenzaba a destejerse, para bien o para mal.

La enana se secó con el purpúreo pañuelo las lágrimas que le provocaban los (oportunos) estornudos, y giró su montura hacia la paladina.

—Es menester que hablemos antes de la… ¡Achís! audiencia —recalcó. —Y os explicaré los detalles del mensaje de la Clemente… —Y volvió a encarar al guardia, con naturalidad, mientras se limpiaba el rostro con el pañuelo. —Indicadme una buena pasada, ¡Achís!, y que la Clemente os sea favorable…

Atorado con un hueso de aceituna, el pobre Orsik peleó por tragarlo y respiró aliviado cuando lo consiguió. ¡Morir atragantado con una aceituna no era muy heroico! Pero no era esa contingencia lo que alteraba su ánimo, sino el augurio largamente temido desde que iniciara aquel viaje junto a Diesa. Por su cabeza embotada se sucedieron horripilantes imágenes: se vio a si mismo atravesando los largos pasadizos de la Gran Fortaleza del Norte engrillado y escarnecido, sin orejas, sin lengua y ¡por Moradin, sin su preciada barba! ¡La mayor afrenta que podía sufrir un enano!

Cabizbajo, escuchó al guardia y luego a Diesa. Tembló por dentro ante la sola idea de que los descubrieran, pero por fuera permaneció de piedra. Luego, cuando todos los ojos se volcaron hacia el kobold, se acercó a su amigo y le puso una mano en el hombro, convencido de que Vater se quedaría afuera de las murallas con su "mascota".

—Quédate con la tienda hasta que lo solucionen. Yo… yo debo ir con Diesa…

Entonces hizo algo que solo un amigo hacía frente a un amigo: puso su vida en las manos del mediano. Con un ligero movimiento de los ojos, le señaló la cartelera que se emplazaba a un lado de la entrada donde, entre muchos otros carteles y notas, uno en particular, con el dibujo en carbonilla de tres rostros muy parecidos a los de Diesa, Viet y el mismo Orsik, anunciaba:

"Se ofrece 100 monedas de oro, un objeto de gran valor

y la gratitud del gran Járbromm, rey de Adbar,

por información de estos tres fugitivos"

Lo increpante del guardia tenia sin cuidado a Vater, el había pasado mas tiempo afuera, en lo salvaje, que la gran mayoría de los vigilantes de la ciudad. Sus palabras sonaban por lo que eran, miedo. Se indigno por la llanura mental de los guardias de tan esplendorosa ciudad, mas no le sorprendía en lo absoluto, el mismo había sido rechazado muchas veces por los humanos, que eran incapaces de entender a criaturas distintas, sintió empatia por el reptil.

Mas cuando, Orsik y Diesa revelaron su cuestión, Vater no pudo tolerarlo, sintió como le clavaban un puñal en la espalda y apenas pudo ocultar su sorpresa, pero la rigidez de su espalda le pasaría cuenta mas tarde, las emociones golpeaban las puertas de la cordura y la compostura y exigían a gritos y patadas, gritarle barbaridades a los enanos, y sacar a su demonio interior para expiar algo de todo su malestar interno, logro mitigarlos con mucho esfuerzo, mas la idea le resulto útil y se sonrió astuto por un momento...

Fingió una sonrisa, mientras encubría sus palabras con la soltura que solo los medianos pueden desarrollar, el exabrupto de Diesa le dio tiempo para elegir las palabras con mas cuidado

Buenos días dignos guardias de Eternlud, como veis aquí, somos capaces aventureros al servicio de la corona de Argluna, la dama Alustriel. Dejo una pausa corta, para darle dramatismo...

Llevamos días de viaje por los peligrosos desfiladeros del camino del paso de Eternlud, somos feligreses que hemos batallado nuestro camino hasta aquí y traemos algunas pocas riquezas que compartir con los mercaderes locales. También poseemos un cautivo kobold levanto la soga que abrazaba el cuello del reptiliano para mostrar del cual esperamos obtener información de su banda de guerra que azota las altas cumbres del paso. Su tono servicial, cambio a tonos mas melodramáticos y sensibles Mas hemos sido presa de semejante ataque, y nuestra sangre se ha derramado con la de nuestros rivales... ahora en tono mas épico Mas hemos prevalecido, y ahora llevamos a un captivo para que enseñe a nuestros leales hombres cuales peligros el norte acuña antes de llegar a Argluna, información no solo importante para gente de camino, como nosotros, sino también para nuestros mercaderes la perolata ya empezaba a aburrir a los guardias, por lo que decidió recortar sus palabras y terminar su discurso y si así no fuera, que Waukin tome mis riquezas!

El discurso del mediano no solo era importante para convencer a los guardias, amortizaba el dolor de la novedad de los enanos... ya les veria las caras mas tarde...

Aniel estaba expectante a ver que pasaba pues los estornudos de Diesa la dejaron descolocada, cuando se recupero Diesa se acerco y la dijo que la esperaba dentro, momento en el que el mediano Vater empezó a contar lo que nos había pasado, parecía que aquí todos eran los vocales del grupo, la verdad es que poco le preocupaba eso, pero si debía intentar que le dejaran entrar, así que dijo:- Guardia, Soy Aniel de la Orden de paladines de Tyr, Vengo con este grupo con el objetivo que este mediano ha dicho y efectivamente hemos sido atacados por un grupo muy numeroso de Kobold comandados por un BugBear, por lo que el camino de Argluna hasta aquí ha empeorado. Para obtener información de su guarida atrapamos un Kobold como ves, pero no sabemos su idioma,(esperaba que mis compañeros no desmintieran esto), y nos es imprescindible entrar en Eternlud con el para aparte de informar sobre lo sucedido buscar a algún erudito que pueda traducir lo que dice y así poder exterminar esa guarida y con ella el peligro que atenaza a la gente de bien de estas tierras.
Hago una pausa y termino:- Y bien Soldado, a que espera para dejarnos pasar y podamos eliminar esa amenaza?

En Eternlud, el nombre de Alustriel no tenía lamisma influencia que en Argluna. Claro, se sabía que la dama había hecho un llamado general a los aventureros de Faerûn para resolver los problemas de la región, pero no todos recibían aquella noticia de buen grado. Especialmente los guardias de ciudad, con su visión y perspectivas tan cortas. Ante la mención de la dama por parte de Vater, el guardia frunció el cejo y puso atención a su relato.

Ese debe ser el bardo! - Pensó para sus adentros, escuchando además las palabras de Diesa y Aniel.

- Lo que dices es muy grave! -Respondió a la Paladina -Deberían dirigirse al salón de los ancianos y contar esa terrible historia, allá conseguirán algún intérprete que sepa ese endemoniado idioma.

Con una seña, hizo que los demás guardias se apartaran y los dejaran pasar. -Esa criatura entonces queda bajo tu responsabilidad al interior de las murallas, Aniel paladina de Tyr. -Anotó algunas cosas en su pergamino y observó como el grupo entraba a la ciudad.

-El Dragón danzante es una excelente posada, unos precios altos, pero una atención sin igual. -Gritó a la distancia, dando respuesta a la Enana, quien ingeniosamente logró ocultar su rostro completo al guardia.

Una vez dentro de la ciudad, el mercader se despidió y prometió correr la voz sobre los males del camino.

Eternlud estaba a los pies del grupo, el sol empezaba a perder intensidad y era poco probable que a esas horas hubiera algún miembro del consejo de ancianos en el salón de los ancianos, si querían audiencia con ellos, debían esperar hasta el siguiente día, o buscar otra figura de autoridad.

Por ahora, eran libres de deambular donde quisieran.

Le digo Diesa:- nos veremos en "El Dragon Danzante" y cuando me responde el soldado le digo:- Así lo haré, pediré audiencia urgente para comentarlo, Y por supuesto que me encargare de que esta sucia alimaña no de ningún problema. Gracias por la información.
Dicho esto, me acerco a Vater y le digo:- No lo sientes.
Luego digo a el resto de compañeros:- venga seguirme, entramos en la ciudad. Y cuando estoy ya sobrepasando al guardia me giro y le digo:- Perdona otra vez, pero hacia donde tengo que ir para ir al Salón de los ancianos?, no quisiera perder tiempo, y cuanto antes demos la noticia, antes daremos cazas a estas alimañas.
Una vez que me da la indicación correcta le vuelvo a decir:- Muchas gracias de nuevo. y entramos en la ciudad.

Una vez dentro le digo a Garath:- Dile al Kobold, que si quiere seguir con vida que haga caso de todo lo que le digas, o alguno de los habitantes de esta ciudad lo matara seguramente. así que lo mejor es que permanezca con Vater todo el rato.
Luego mirando a Vater le digo:- Vater, tu eres responsable de el, no le sueltes la correa nunca mientras estemos en esta ciudad, o podríamos tener muchos problemas, incluidos los de salud. Siempre que salgas con el, vete con Garath y conmigo.
Luego digo a todos:- Bien, Diesa nos espera en la posada, allí nos dirigiremos después de dar la noticia del BugBear, por lo que primero iremos a ese Salón de Ancianos.
Dicho esto me dirijo con las indicaciones que me dio el soldado y de hacer falta pregunto a alguien bien vestido por donde se va.

Al final llegamos al Salón Alli entro la primera seguida por los demás y pregunto al primer guardia o administrativo que veo por ancianos, diciendo:- Perdone señor, traigo una información muy urgente sobre un problema en el camino a Argluna, como puedo decírselo al consejo de ancianos?

—El Dragón Danzante —repitió la enana.

¿Cuándo fue la última vez que durmió en una cama con sábanas de fino hilo y en un cuarto acogedor? Quizá valiera la pena gastar un puñado de oro en una mullida cama y… en discreción. Una posada de esas características no sería concurrida por malhechores y aventureros. (Al menos, no de los que se buscan la vida al pie de una cartelera de recompensas, pensó.) Y sonrió de lado recordando cuando ella misma, días atrás, se encontró en Argluna junto a otra gente, todos extraños, ante la desesperada nota de un padre. (Dustier, recordó. Y la niña extraviada…) Viajaban en busca de una niña de la que no conocían su rostro, ni su voz, ni sus sueños o ideas. De pronto, Diesa descubrió que ya no recordaba siquiera su nombre. Era extraño, pero era así.

La enana sacudió la cabeza apartando aquellos pensamientos de su mente, como si se tratara de molestas moscas. Ahora mismo debía concentrarse en otras cuestiones. La clériga entrecerró los párpados y gruñó por lo bajo. Lo más difícil vendría después…

—Aniel, ¿me acompañarías hasta la posada que nos recomendó el guardia? Debemos hablar…

Pero la paladina interrumpió a la enana, preocupada por la presencia de los kobolds en el paso. Diesa pensó en protestar, pero no lo hizo. Aniel ignoraba qué cuestión urgía en el ánimo de la enana. Finalmente, asintió a las palabras de Aniel, pero en su cabeza ya elucubraba otras ideas. Quizá ya no contaba con Aniel, ni con ninguno de los otros. Volteó la mirada hacia Eldintel, Vater y el mago.

—Ignoro cuáles serán vuestros próximos pasos, pero ya sabéis dónde hallarme esta noche. Mañana, al alba, ¡si así lo quiere Sharíndlar!, nos veremos en las mismas puertas que nos vieran entrar a Eternlud —se despidió, quizá para siempre.

Avanzó unos pasos, acompañada por el buen escudero, y susurró:

—Orsik —dijo, y desmontó en un sitio algo apartado de las miradas curiosas. —Quiero que cambies los caballos por ponis, pero antes… —Rebuscó entre sus pertenencias y sacó unas vendas, un frasco y una pequeña bolsa.

—¿Pero qué haces, Diesa? ¡Mis heridas ya están curadas!

—¡Calla y escucha! —le ordenó. —Me alojaré esta noche en el Dragón Danzante, aunque sospecho que querrás ir con Vater… Pero, ya sabes, deberás cuidarte y no andar de ronda por las calles. ¿Lo entiendes? En otras circunstancias seguiríamos viaje, pero no es así. Tengo algunas cuestiones que resolver esta misma noche… De lo que surja dependerán muchas cosas. Pero, primero, debo asegurarme de que no te metas en más líos de los que ya tenemos…

Dicho esto, y ante la mirada desconcertada de sus compañeros (menos uno), cubrió buena parte del rostro de su amigo con las vendas y las manchó ligeramente con el contenido del frasco. Olía a los ungüentos que se utilizaban para aliviar el escozor de las quemaduras superficiales. Luego, con expresión ceñuda, evaluó su labor y chasqueó la lengua, satisfecha.

—Ni Viet te reconocería —afirmó. —Ahora, llévate los caballos y, cuando hayas hecho lo que te dije, ve al Dragón Danzante y pregunta por mí. Para entonces sabrás las nuevas —dijo, y le palmeó el hombro instándolo a cumplir con lo acordado, presto.

A Eldintel le gustaba cada vez menos la ciudad, se sentía desdichado entre tanta gente y tanta piedra. Quería volver a los bosques, y quería retomar su misión autoimpuesta original, encontrar a los ladrones de perros, y desde luego aquel viaje no le daría ninguna oportunidad de lograrlo.

Estaba pensándose, muy seriamente, dejar esa misión, y volver al punto de inicio.

Pero cuando Orsik le contó su pequeña travesura, y por primera vez en muchos días. Sonrió.

- De acuerdo, simplemente dime cuando y le daremos ese pequeño susto.

La actitud resuelta de Diesa y Orsik, llamaron la atención de Vater, medito un momento y pensó en como liberar su confundida cabeza de tanta incertidumbre, no tuvo mejor idea que usar su caramillo para aligerar la presión, mas no lo encontró cuando lo busco en su morral, en su lugar, encontró la flauta de pan de Agarot, y recordó las palabras del enano al dárselo, en la imagen también estaba Viet y Koltron, delibero mientras fantaseaba, que se proponian todos estos enanos...
Se perdió de tal forma en sus recuerdos, que cuando volvio en si, Aniel y Diesa se retiraban del grupo, elfo-bonito-del-bosque-254 ya estaba lejos (un alivio para el mediano), solo Garath, un Orsik vendado (con un olor espantoso) y Ketips (el cual lo miraba atonito y asustado entre tanto movimiento de gente) quedaban allí.

Las murallas, puestos de mercaderes y el genticio en general le harian imposible la vida, así, pues sabiendo que llevar a un kobold atado y expuesto podría ser mala idea, fue en busca de alguna capa pequeña para cubrir el cuerpo del kobold, su cola podría ser todo un desafió, mas por eso pidió a Garath ayuda. Le solicito al hechicero que le transmitiese al kobold su deseo de esconderlo, para protegerlo, mas busco al primer vendedor de ropas y lo cubrió a él lo mejor que pudo, le ordeno que mirara hacia el suelo siempre que caminaran, y que ate su propia cola a su pierna para ocultarla, le libero de su collar finalmente. El kobold pareció todo un monje a ojos de un observador casual... aunque a vistas de cualquier guardia conservaba todas las sospechas posibles.

Mas se despidió de Garath cuando las traducciones estaban terminadas y se alejaron los 3 (enano, kobold y mediano) hacia un callejón lindero, pobre en luces y donde abundaban  cajas y sacos a medio roer. Pues alli no habría ojos indiscretos. Allí el mediano se sentó, e invito a sus acompañantes a que se unan, suspiro un momento, él había salido de aventuras para poder descubrirse a si mismo, y eso era lo único que no estaba haciendo, se sintió frustrado pero se reincorporo casi inmediatamente, tomo un trago de su petate, y saco su último tramo de carne seca y algunas nueces, se las ofreció al "monje" y al escudero, y antes de que pudiera tomar la iniciativa, el enano quiso excusarse, pero Vater le pidió que se callara, comienza desde el principio, pidió con pocos humos...

Ketips se asusto frente a la mirada seria de su amo...

Orsik asintió con una brusca cabezada:

—¡Confía en mí, Diesa! —exclamó, y partió a cumplir su cometido.

En un aparte, intercambió unas breves palabras con el elfo. Después anduvo tras los pasos del mago, el mediano y su mascota mientras averiguaba dónde podía cambiar los caballos por dos ponis. Y en eso estaba, contando la accidentada travesía por el paso, exagerando el número y ferocidad del enemigo. (¡Setenta kobolds comandados por un enorme … y su terrible y argéntea maza! ¡Decenas y decenas de flechas llameantes como esputos de dragón! Mostró sus vendas como aval de sus palabras. La batalla fue ardua y sufrieron graves heridas, ¡pero el artero … huyó seguido por los aterrados gañidos de los kobolds! En ese mismo momento, en el Consejo de Ancianos se debatía sobre la cuestión y, ¡por las barbas de Moradin!, pagarían por aquella afrenta…) Algunos creían las exageraciones del enano; otros alzaban una ceja, incrédulos. Pero tanto unos como otros ya comentaban los rumores que se desparramaron por el mercado de Eternlud desde el arribo de los carromatos; y Orsik no hacia más que adornarlos. Algo había aprendido de Vater. Finalmente consiguió dos excelentes ponis y los cambió por los caballos que ya eran héroes locales, a esa altura del relato. (¡Verdaderos testigos de aquel terrible enfrentamiento, valerosos corceles a los que les debían la vida tanto Diesa como él mismo…!) Y embolsó la diferencia,* pero aún tenía que cumplir con otro importante recado.

Pero, para entonces, Garath se despidió de Vater y Orsik. Y el kobold parecía… ¿una lagartija disfrazada de monje? Orsik entornó los párpados y miró a aquella horripilante alimaña con expresión de pocos amigos. Desde el mismo momento en que Vater le salvara el pellejo de la furia de la paladina, algunas cosas habían cambiado. Orsik torció el gesto y echó un escupitajo, no se fiaba del kobold y creía que, tarde o temprano, pagarían las consecuencias de aquel despropósito. Pero se guardó sus pensamientos para otro momento.

Vater contemplaba a Orsik con una mirada escrutadora y lo que dijo después, el frío siseo de sus palabras, hirió el orgullo del enano, que le devolvió una mirada de reproche a su amigo; y musitó, ofendido:

—Desde el principio, sí. ¿Quieres decir cuándo salvaste a "esa cosa" —señaló al kobold con la mirada —y dejaste de escucharme? ¿O no recuerdas cuando quise hablarte del "amigo de un amigo que sabía de un secreto que concernía a un amigo y que…"? ¡Bah, hiciste oídos sordos! Era más importante lo que podía decirte "eso" —señaló nuevamente a la lagartija —que lo que yo tenía para decirte… —Los ojos de Orsik se clavaron en Vater, con una mirada dolida. —¿Por qué no le preguntas a "Ketips"? —inquirió con sorna y se mesó la barba. —No es bueno que te codees con "fugitivos", pueden tomarte por uno —susurró, y se incorporó pesadamente dispuesto a marcharse.

Si antes se había molestado porque su amigo lo hubiera relegado por una lagartija, que ahora se enfadara por ignorar lo que el enano había querido decirle pero que el mediano no quiso escuchar fue la gota que rebalsó el vaso.

Orsik estaba furioso.

—Veré qué decidió Diesa —concluyó.

- Sigan la calle de las farolas, 6 puertas antes se encuentra el dragón danzante. Luego siguen por la misma calle y en el mercado cogen la calle lunar y al fondo encontrarán la zona privilegiada. Al voltear a la izquierda por la calle del diamante, encontrarán el salón de los ancianos.

Garath hizo caso a las indicaciones de Aniel y habló con el Kobold, pero a leguas se notaba que no era necesario hacerlo, el Kobold parecía más asustado entre las abarrotadas calles que entre el denso bosque o las altas montañas. 

Avanzaron todos en grupo hasta la posada. Allí, Diesa se quedó y a pesar de la prisa que llevaba Aniel, decidió quedarse y escuchar lo que tenía que decirle. Ambas ingresaron a la posada. Todos quedaron en encontrarse ahí mismo al ocaso.

Afuera, Eldintel cruzó unas palabras con Orsik y se marchó a deambular, probablemente fuera de la ciudad. en su interior cracía cada vez más, la idea de abandonar el grupo para cumplir su objetivo personal.

Garath, Orsik y Vater (junto a su mascota) siguieron en dirección al mercado, a cumplir la misión impuesta por Diesa mientras Vater intentaba ocultar a Kieps entre una capa con capucha que casualmente tenía Garath entre sus posesiones. Le quedaba demasiado grande a la pobre criatura, pero servía al propósito.

A las pocas calles, Garath se alejó de sus compañeros y concretaron verse en el Dragón Danzante como habían quedado y se esfumó entre las serpentinas callejuelas de Eternlud. 

El trío magnánimo, una vez solos, se internaron en un callejón, lejos de las miradas curiosas

Al final veo intranquila a Diesa y decido quedarme a ver que tiene que decirme, podria ser importante, asi que me acerco a ella y la digo:- Diesa, venga vamos a algun sitio y me cuentas que querias decirme.
Despues sigo a Diesa mientras digo al resto del grupo:- Quedamos aqui despues, ire a ver a los ancianos y les contare lo sucedido, si hace falta que lleve al Kobold lo hare, en caso contrario no lo llevare.

Diesa ya se encaminaba hacia la posada del Dragón Danzante, cuando Aniel volvió sobre sus pasos y la encaró. Aun faltaban unos pasos para llegar a la posada, y la enana prefería conversar en la solitaria tranquilidad de un cuarto, con una reconfortante infusión. Lo necesitaba, estaba agotada.

Pero antes... Buscó una ochava apartada, le hizo una seña a la elfa para que se inclinara y le susurró a sus punteagudas orejas:

-Mi verdadero nombre no es Diesa EscudoDorado, sino Diesa Jarbromm. Y estoy en graves problemas... Hay una muy jugosa recompensa por mí. Pero no te alteres, no soy un criminal. O eso creo...-susurró.

Luego se apartó y miró a la paladina a los ojos.

Ya estaba, ya lo había dicho. O Aniel la entregaba ahí mismo, o la ayudaría a desenredar aquella maraña. Pero Diesa ya no estaba dispuesta a que las vidas de Orsik y de Viet estuvieran en juego por su culpa. Regresaría a Adbar si era necesario...

Fruncí el entrecejo sopesando la información, que conocía yo de ese apellido?, pero lo mas importante quien era la compañera con la que había empezado este viaje para salvar a aquella niña?, quien era esa enana resolutiva que me había salvado de morir?, era una desconocida?, estaría diciendo la verdad?, esto no podía seguir así, debía saberlo todo. Así que me baje a su altura hincando la rodilla en el suelo y la digo:- Diesa, a ver cuentame todo, lo primero de que se te acusa?, quien te persigue?, que paso?

Diesa se arrebujó bajo la capucha y ocultó sus ojos a las últimas luces del día, a Eternlud y al interrogatorio de Aniel. ¿Acaso no lo comprendía? (La enana no concebía la idea de que alguien desconociera el nombre de la Casa Real de la Gran Ciudadela del Norte.) Bufó por lo bajo y escrutó nuevamente a uno y otro lado de la calle; luego habló al oído de la elfa, con una incredulidad apenas contenida:

—¡Jarbromm, el rey de Adbar! ¿Quién otro? —se impacientó. —Ignoro de qué me acusa, o si se me acusa de algo... —se encogió de hombros. —Pero están buscando a tres "fugitivos" —siseó entre dientes, indignada. —¡Fugitiva, soy una fugitiva! ¿Te das cuenta? Me mintió toda mi vida, ocultó la verdad y... ¿Cómo se atreve a hacerme esto? Imaginé que me buscaban, que Harnoth o Brommm estarían detrás de mis pasos, pero... ¡Expuesta en una cartelera como un vulgar criminal! ¡Jamás se lo perdonaré! —susurró bajo, pero con tanta vehemencia como si gritara. —Tienes que ayudarme, ya te explicaré, pero no acá... Además —alzó los ojos hacia Aniel, —está lo de Viet...

Y volteó una ansiosa mirada hacia las luces de la posada del Dragón Danzante.

- Eso no me aclara el porque eres perseguida y porque apareces en un cartel. Por cierto, que es exactamente lo que aparece en ese cartel? y porque te persiguen tus hermanos?, es algo que no comprendo, pense que las familias enanas eran autenticas rocas que no podías romper.
Hago una pausa y continuo diciendo:- De acuerdo, ya me explicaras con mas detenimiento, descansa, pero ten cuidado, nos vemos después, no te dejare sola en esto. Pero necesito saberlo todo.

Atonito, el mediano escucho las palabras del enano sin salir de su asombro, tanto orgullo y desazón por si mismo cayeron con un balde de agua fria para el mediano, el esclavo mientras conservaba una postura callada y sumisa, propia de quien no entiende que sucede, mas que por los tonos de las palabras y de las expresiones, los "civilizados" parecían suaves en sus discusiones y rara vez terminaban en conflictos letales, cosa a la que cualquier kobold esta acostumbrado.

Las reacciones del mediano fueron variadas durante la disertación del enano. Mas le supero en varios punto, teniendo ganas de darle un zurron, pero supo contener toda agresión... Las emociones y la racionalidad sobrepasaban a Vater de a momentos, atribuyendo las situaciones a su herencia enana, a la incapacidad de ver una alternativa a si mismo y en varios momentos a simple torpeza de un hombre crecido en baja cuna que no puede ver mas allá de su propia nariz, o la de Diesa, si asi el lo necesitara.

El enano lanzo acusación tras acusación contra el mediano, le lanzo tanto cuanto tenia en su artillería, y cuando estaba en el punto culmine, se marcho solo a cumplir otro cometido, como si ya hubiera terminado con el mediano y estuviera listo para otra cosa.

Cuando finalmente el enano se retiro, Vater no había dicho una sola palabra, solo miro a Ketips un momento y sentencio "No se puede salvar a un hombre que corre solo contra un acantilado", ven, le dijo en tono suave, mas allá del gusto amargo que el enano había dejado en los oídos del mediano, vayamos a pedir audiencia a los ancianos, talvez ellos tengan mejores modales.

Aunque la audiencia era algo que Vater quería consultar tanto para si mismo, como para alertar de la amenaza del Bugbear que tiranizaba a los kobolds, temía que encarcelaran a su mascota, el ahora era su celador y debía de mirar que era lo mejor para ambos.

En el peor de los casos, abuela tendría que darle una mano, aunque prefería evitar esa opción.