Partida Rol por web

Gideon, a pesar del cansancio, se sentía a gusto, este Barón tenía un toque por lo intelectual, que podría ser lo suyo. En todo caso, si estaba claro que prefería esto a innumerables combates.

Se freno, apoyándose en su cayado, y se quito el sombrero, peinándose, con la mano, y lo volvió a poner. Se dedico en ese tiempo a percibir, y analizo que quizás, era el momento de dejar de esforzarse, y quedarse quieto, en vez de redoblar el camino por el pasillo.

El descanso le había sentado muy bien a la mujer que, cuando iniciaron de nuevo el camino se sentía mucho más recuperada. Pero estaba claro que los barones no iban a permitir que su tranquilidad durara demasiado.

En el siguiente nivel Syrid se sintió agobiada. No era sólo por las raíces o las estatuas que conseguían estrechar más aún aquel pasillo, sino por el ambiente mismo que estaban respirando. La norteña sentía una angustia en el pecho y notaba cómo, poco a poco, el cansancio y la apatía volvían a ella, cómo se iba vaciando por dentro.

No podía ceder a las ganas que tenía de abandonarlo todo, de dejarse arrastrar a un pozo de desesperación, pero no sabía cómo iban a conseguir vencer aquella sensación de no poder avanzar, dejar a un lado la desazón de que nunca llegarían al final de aquel pasillo.

—¿Qué podemos hacer? —susurró, esperando que sus compañeros tuvieran alguna idea de lo que estaba pasando.

Theodore no comprendía que ocurría con la habitación. Le parecía que el final nunca era alcanzado por más que caminaran. ¿Esta era la nueva prueba?

Poco a poco se sentía más cansado y agobiado. Seguramente existía magia en el lugar y sus conocimientos en ella eran nulos.

Escuchó a su compañera preguntar que hacer y por un momento tuvo una idea. Se agachó y tomando una rama la lanzó para ver a que distancia se encontraban de la salida. Esto lo había aprendido en sus largas caminatas de entrenamiento y nunca pensó que lo ocuparía en algo.

Druth se mostró sorprendido cuando Gideon les reveló cuál era la clave para conseguir cruzar al final de aquel nivel: la solución para semejante desafío era tan simple como caminar de espaldas. El héroe del Oeste se rascó la cabeza, un tanto confundido. El Barón que había diseñado aquel nivel no sólo estaba poniendo a prueba su inteligencia y su capacidad para el combate, sino que además poseía un peculiar sentido del humor.

Sabiendo qué era lo que tenían que hacer para superar la prueba, Druth avanzó a la cabeza del grupo, caminando de espaldas. El pelirrojo consideró que aquel era el momento propicio para animar a sus compañeros con una nueva melodía, en especial a Theodore, que parecía hallarse un tanto agotado por el esfuerzo realizado. Por ello, tomando de nuevo su gaita, el guerrero procediendo a entonar una peculiar marcha.

theodore quedó sorprendido ante la solución que propuso Gideon y algo desconcertado acepto realizar lo indicado. Sin embargo, el agobio y la desesperación ante la prueba lo dañaron profundamente no tanto a nivel fisico, sino que psicologicamente. Por esto luego de superar la prueba, se sentó temblando y lloró bajo su yelmo sin que nadie lo notase.

Gideon explico su plan y al parecer dio resultado, caminando hacia atrás. Otra vez esa música infernal empezó a sonar en sus oídos, pero no dijo nada, se la aguanto, para que su compañero no se sintiera desmotivado. Alla en el Sur no usaban tales instrumentos horribles. Tenian civilización. Sin decir nada, se acerco a su compañero enlatado y dijo. - Os molestaría ayudarme a caminar un poco de espaldas? El viaje me ha cansado – y en vez de recibir ayuda, lo ayudo como pudo a el, caminando mas lento hacia atrás, y haciéndole mas llevadero el trayecto.

¡Caminar hacia atrás! La propuesta de Gideon sonó ridícula a oídos de Syrid, un tanto reacia a hacer lo que le pedían y con ello perder de vista lo que ocurría delante de ellos. Pero al ver cómo el resto cedía y hacía lo que el hombre del sur decía, y además avanzaban, a la norteña no le quedó más remedio que imitarlos.

Para su sorpresa pudo comprobar que era cierto, el avance se hacía mucho más fácil al caminar de espaldas lo que la llevaba a pensar que el barón que hubiera ideado tal trampa tenía que tener un sentido del humor un tanto peculiar. Sin embargo, hasta sus propios pensamientos quedaron paralizados con el estridente sonido que su compañero pintado sacaba de aquel instrumento salido directamente de las fraguas del infierno.^(*)

—Hemos superado un obstáculo más —comentó agradecida al verse libre de aquel influjo que había intentado dejarla vacía por dentro, cansada y abatida.

Aunque pudo comprobar que no todos sus compañeros parecían haber llevado la situación tan bien como ella pues Theodore parecía demasiado cansado para conseguir avanzar por su propio pie, quizás lo me mejor sería hacer otro descanso para que el hombre se recuperara, al igual que habían hecho anteriormente con ella.

A pesar de la presión y de la angustia, los héroes descubrieron que era su percepción la que los engañaba. Una vez decidieron dar la espalda a su destino y caminar hacia atrás no tardaron más que unos segundos en recorrer lo que era una habitación más bien pequeña. Junto a la puerta de salida había una pequeña trampilla, como la puerta a un alijo secreto, ¿algún escondrijo del Barón para sus materiales de investigación?

Por desgracia no parecía que la apertura de aquella trampilla fuese fácil: requería una llave que no se tenía ¿quizás  un poco de fuerza bruta ayudaría?

Druth arqueó una ceja al divisar aquella trampilla. ¿Quizá se trataba de un pasadizo secreto, un atajo para avanzar a través de la Torre e incluso un alijo? Volviendo a colocarse la gaita a la espalda, el héroe del Oeste se aproximó hasta la trampilla y comenzó a empujarla con los brazos para tratar de abrirla.

Junto a la trampilla, le hizo un gesto a sus compañeros para que se aproximaran y le ayudaran a abrirla. Estaba convencido de que entre los cuatro serían suficientes para lograr que se abriera y poder entrar.

Había resultado tan fácil avanzar una vez supieron cómo tenían que hacerlo, que a Syrid le sorprendió ver lo pequeña que era aquella estancia, pero al fin la puerta de salida estaba al alcance de sus dedos.

No fue hasta que no vio al hombre pintado, el que no dejaba de martirizarlos con su estridente música, agacharse ante una trampilla que no se dio cuenta de su existencia. Ante su comentario se acercó ella también para ayudar a abrirla. ¿Qué podía ocultar? Fuera lo que fuese Syrid sólo esperaba que no fuera una nueva trampa.

Theodore observó que sus compañeros trataban de abrir una trampilla. Se aproximó y ayudó como pudo. No podía permitir que el agobio sufrido lo volvieran una carga. 

Aunque sus guanteletes le entorpecían el trabajo, no era primera vez que intentaba abrir una puerta.

Gideon ni se molesto en pretender que ayudaría. No era lo suyo, el era un pensador, un mago y … lo cierto era que las proezas de fuerza no eran ni de cerca lo suyo. Asi que se apoyo en su baston y espero.

La fuerza bruta es a veces la solución para ciertos problemas y éste fue uno de esos momentos. La trampilla se abrió con un rechinar y reveló un intrincado sistema de cerrojos por el cual la puerta se habría bloqueado en unos segundos. Por suerte los héroes habían impedido que se activara este mecanismo abriendo con fuerza y ahora tenían acceso a una pequeña despensa donde el Barón almacenaba algunos de sus materiales de investigación así como algunos restos de seres reanimados. Seguramente entre todas estas cosas los héroes encontrarían algo a lo que pudieran dar uso.

Druth ignoraba a qué Barón pertenecía aquella estancia, pero a simple vista habría dicho que se trataba de un hechicero o un alquimista. Teniendo en cuenta todos los rumores que había oído, hubiera apostado por Archeon, sin lugar a dudas.

Por ello, no le sorprendió encontrar entre los numerosos objetos de investigación del Barón un pequeño colgante con una gema rojiza de lo más peculiar.

A pesar de lo que se pudiera pensar, el Héroe del Oeste no era vanidoso y no solía llevar encima ningún tipo de trofeo de batalla, solo su enorme hacha y su preciada gaita. Sin embargo, sabiendo que se enfrentaban a tantos peligros en aquella torre y que quizá sus decisiones provocasen que pronto no todos vivieran para contarlo, Druth tomó el colgante y se lo colocó alrededor del cuello, portando aquella gema con orgullo. Extrañamente se sentía poderoso, mucho más que antes.

Una vez que se hubo abastecido con dicho objeto, el pelirrojo hizo un gesto de mano a sus compañeros y salió en silencio de la sala para continuar explorando la torre.

A pesar de que a Theodore no le gustaba utilizar otras protecciones además de las suyas se dio cuenta que aquella torre era mucho más peligrosa de lo contado por las leyendas.

Cuando era joven se juró a si mismo nunca utilizar un escudo, ya que, utilizar su mano izquierda era un pecado. Sin embargo, ahora, en esta situación, decidió que su promesa no tenía sentido y buscando entre todas las brillantes cosas logró divisar un hermoso escudo de metal, con el sello del conde. Decidido lo tomó y equipó para lograr poseer una mejor defensa.

Luego de acomodarselo salió siguiendo a su compañero.

Gideon se freno mientras el resto buscaba sus cosas, y algo llamo su atención, un pequeño anillo con un rubi, le gusto, analizo que no tuviera nada extraño, y se lo coloco en la mano, y luego se coloco el guante. Sintio un incremento en sus fuerzas, y finalmente se acomodo el sombrero. Vio al Heroe del Este, con sus armas, la poderosa Hacha, y la terrible y peligrosísima Gaita, y al caballero encontrar un escudo.¿ Que elegiría del cuarto la mujer del norte?

Eran tantas las cosas que allí había que resultaba muy difícil escoger, pero Syrid sabía de la ponzoña que corroía a los hombres codiciosos y, siguiendo el ejemplo de sus compañeros, se decidió por una sola cosa pero ¿cuál?

Las joyas sólo despertaban la vanidad de la gente así que las rechazó. Quizás debería proteger más su cuerpo de posibles ataques pero eso restaría agilidad a sus movimientos, acostumbrada a llevar sólo las protecciones de cuero justas. ¿Un arma tal vez? No se iba a desprender de su arco pero pudiera ser que una espada corta que sustituyera en ataques cuerpo a cuerpo a su largo cuchillo de caza fuera una buena opción, no se le daba mal su manejo aunque ella se sintiera más cómoda en la distancia.

Mientras se lo pensaba, curioseó entre los frascos del barón, imaginando que aquellas pociones y ungüentos podrían sacarla de más de un apuro. Quizás alguno le otorgara más fuerza, o fuera una pócima de curación, incluso que le diera velocidad pero ¿quién le iba a asegurar que no escogería un frasco con algún veneno o un brabaje que la convirtiera en cabra de las nieves?

Caminó sobre sus pasos y se decidió por el objeto que consideraba más práctico, simple y que la sacaría de más de un apuro. Escogió una espada de una mano bien equilibrada, perfecta para ella y buscó también una vaina con su cinturón para poder llevarla a la cintura. Pudiera resultar un poco incómodo pero sabía que se acostumbraría con rapidez.

Una vez hecho todo eso, siguió a sus compañeros fuera de aquella habitación que había dejado de ser secreta, para continuar avanzando por aquella torre maldita.

Por primera vez desde su llegada a los dominios del Barón Archeon, y a pesar de que la estancia tenía el mismo carácter sombrío del resto de habitaciones, los héroes sintieron el calor de la vida. Algunos utensilios desperdigados por el suelo daban evidencia de que seres humanos habían pasado por aquí. Al poco de avanzar en la única dirección posible pudieron oír unos cánticos en un lenguaje desconocido. De diferentes aberturas en el costado de la sala aparecieron distintos hombres ataviados con ropas de culto. ¿Se trataba acaso de pasados aprendices del Barón, consumidos por su misma obsesión con la Muerte? No había tiempo para pensarlo, pues los hombres y mujeres convocaban una oscura magia que amenazaba a los héroes.

Druth observó la aparición de aquellos hombres y mujeres que entonaban cánticos. No cabía duda. Debían de ser cultistas seguidores de Archeon, aquel anciano Barón obsesionado con la muerte. Que los servidores del Barón hubieran hecho su aparición hizo pensar al héroe pelirrojo que probablemente estaban ya a punto de llegar hasta el mismísimo Archeon.

Sintiendo que el coraje le embargaba, sabiendo que el Barón no podía estar muy lejos, Druth dejó escapar un sonoro grito y se lanzó, hacha en mano, con la furia propia de un guerrero berserker. Utilizando su arma, comenzó a descargarla sobre los cuerpos de los miembros del culto, buscando alcanzarles en puntos vitales para incapacitar a todos los que pudieran sin que llegaran a herir a sus tres compañeros.

Alzando una mano en dirección a Gideon, Syrid y Theodore, con su musculoso torso cubierto de sangre cultista, le hizo un gesto a los tres héroes para que le secundaran. Una vez que acabaran con todos aquellos cultistas, Archeon no se hallaría mucho más allá, o al menos eso quería pensar el pelirrojo.