Partida Rol por web

SEÑOR DE LOS TEMPANOS:

- Haz una tirada de Tejido + Crepúsculo, dificultad 8.

- Sobre lo de Eilion:

Cita :
 

- Eilion Urakbólerdö, el Umbral de las Sombras, llega al Bosque del Invierno con el rabo entre las piernas, empujado por un sucio viento negro. Ha fracasado por completo en su misión. El Señor de los Témpanos alcanza a oler la fetidez de los humanos muertos en la corriente de aire sobrenatural que trae de vuelta a su Lugarteniente antes de que ésta se disipe.
 

Es obvio que hay algún tipo de magia hostil implicada.

FRONTERAS DEL BOSQUE INVERNAL:

- Cuando Taliesin abandona la linde del Bosque Invernal revierte por un momento a su forma humana, ya que en el mundo mortal la magia feérica es muchísimo más débil. Sin embargo, Noderoth emplea todo el poder del Bosque para reforzar el encantamiento y Taliesin vuelve a remontar el vuelo en forma de lechuza.

El verano se alejaba entre las brumas del tiempo pasado y con él, se llevaba el calor y la luz que habia traido al Bosque de Invierno en su llegada, hace tres meses atras. El periodo estival habia cambiado la cruel ventisca de los paramos por una calida brisa, tierna y suave en estas tierras desoladas, olvidadas por la vida y la felicidad. Era la zona mas cruel del mundo y volvía a tener esa tristeza caracteristica que el Otoño trae consigo, acompañada de un manto de hojas muertas y un frio desolador.

Las hadas del Bosque de Invierno celebraban la llegada de su estación predilecta. Su amor por el Otoño se demostraba efusivamente en sus canticos y sus danzas. Las rondas y la algarabía inundaba el sendero que lleva desde el corazón mismo del bosque hasta el Trono del Equinoccio. Mas uno de los faes habitantes de los hermosos paisajes circundantes no cantaba ni demostraba su fervor. Caminaba con pasos fuertes y rudos hacia el Salón del Trono. Sus garras de roble se mecían con su vigoroso marchar y sus nudosos puños de apretaban con fuerza, demostrando la tensión que le oprimia cuan serpiente a su presa. Ese era yo.

"No es momento de celebrar para mi. Quienes son protegidos pueden darse el gusto de festejar la llegada de la estacion patrona, mas los protectores no podemos desconcentrarnos, pues sobre nuestros hombros pende el destino de toda vida otoñal de este bosque. Es nuestra responsabilidad mantenerles seguros del enemigo invernal."

Mis movimientos eran de una fuerza renovada. Un fulgor especialmente intenso vibraba dentro de mis ojos rojos y el aire a mi alrededor se arremolinaba con mi intenso pensar. Era una situación dificil y mi autoexilio no era toda la clase de ayuda que podía ofrecer. Me sentía culpable de ausencia y de abandono aunque mis intenciones eran mejorarme a mi mismo con el unico fin de ser un mejor sirviente y protector de aquel amado pueblo feerico. Mis fantasmas me perseguian como las moscas a la carroña y yo los había invitado a comer como a un esperado invitado.

"Si la misión de Taliesin falla, debemos estar preparados para vencer con nuestros medios. Vencer a los invernales y por sobre todo, vencer al destino y sus augurios. Por mas que nos digan que estamos perdidos sin esos cambiantes, no me conformo y no me rendiré ante nada ni nadie de este mundo u otro sin morir luchando. No dudo que la ayuda de los lobos será preciada, pues en tiempos anteriores he luchado contra ellos y sé de su poder, pero no podemos depender siempre de la gracia de otros y esta oportunidad no es una excepcion. Es como cualquiera de esas veces que hemos derramado nuestra sangre para defender a los nuestros y lo que nos pertenece por derecho."

El Salón del Trono estaba cada vez mas cercano y aunque mi aspecto no era el apropiado para presentarme en tan bella estancia, tres meses de duro entrenamiento no detendrán mi deseo euforico de presentarme ante mi amo y ofrecerme para cualquier servicio util del que él disponga para mi. El barro y la tierra no pueden frenar el sentimiento de culpa que me acompaña como mi mas fiel compañero y que me dice que debo redimir mi ausencia por la estacion trabajando el doble en lo que disponga el Señor de los Tempanos.

Las puertas del Salón del Trono se abren de par en par ante mis manos cubiertas de corteza, el hermoso suelo es aplastado por mis pies de madera ferrea y mis rodillas nudosas tocan el pie de la tarima del Señor del Otoño cuando mi reverencia no se deja esperar y me tumba frente a su gloriosa imagen.

 - "Salve oh Señor de los Tempanos. Me presento ante como tu mas fiel sirviente y pido me perdones por mi ausencia, mas no aguantaba el hecho de ser demasiado indigno de serviros. He vuelto renovado y con los resultados de mi esfuerzo solo para ofrecerselos a usted, oh amo. Disponga de mi como mas le plazca, pues soy su esclavo y su servidor. Mandeme a una muerte segura aunque sea solo para satisfacer un capricho, pues yo marchar con su estandarte en la mano, ya que hasta el menor de sus caprichos es una razon para morir."

Me quedo en aquella posicion humilde y entregada para recibir las palabras de mi amo.

Sheil paseó con andar pausado por las estancias del Bosque. A su alrededor, las luces flotaban como si tuvieran vida propia. Los saltamontes feéricos se agolpaban en desorden, ora delante suyo, ora a sus lados. Los primeros días había sido duro tener que soportarlos a todas horas, pero al final se había habituado a ellos y, en alguna medida, les había cogido cierto cariño. Miró arriba, contemplando la oscura noche y las estrellas titilando débilmente en la lejanía. Se arrebujó en su túnica, sintiendo un leve escalofrío que poco tenía que ver con las húmedas temperaturas. La pena que sentía le acompañaría hiciera frío o calor. Su aliento formaba delicadas nubes de vaho cuando salían de su boca entreabierta y se esfumaban ante sus ojos. Casi como me esfumo yo a cada paso, pensó.

Anduvo descalza sintiendo la fresca hierba bajo sus pies, arqueando de vez en cuando la ceja cuando sentía alguna rama deslizarse por sus dedos. Ahora que estaba lejos de su consorte, se sentía desvalida y todavía más solitaria, más melancólica. No era bueno encontrarse sola: la soledad le hacía pensar. No quería echar la vista atrás y contemplar cuanto había cambiado en su vida en las últimas semanas. La sombra del nonato planearía silenciosa sobre ella y todo el Bosque, y la amenaza de un ataque ahora que se habrían convertido en el blanco de tantas miradas, codicosas muchas, espectantes todas, le añadía una gota de amargura a la copa con la que se tenía que acostar todas las noches.

Deshechó el pensamiento con una leve sacudida de cabeza y suspiró, su aliento escapándose entre sus labios. ¿Saldrá así mi alma cuando muera? No quería pensar en ello. Y, sin embargo, sabía que más temprano que tarde vería ante sus ojos la negra calavera de la Muerte, y que entonces miraría a su pasado, toda su vida en aquel momento, y se contemplaría todos sus errores y las cosas que habrían quedado sin hacer, y, en un instante, un suspiro, se daría cuenta de que era demasiado tarde.

Bien sabían sus súbditos que el Señor de los Témpanos no había sido el mismo desde que su amigo, su heraldo, regresó vencido y desahuciado tras un moral encuentro con unos espíritus del Otro Lado. La idea de su antiguo territorio lo obsesionaba y el fracaso de Eilion no demostraba sino el inmenso sacrificio que aquello que por su gestión o inacción se había perdido costaría recuperar. Había sido su pérdida y era su responsabilidad.

Las audiencias habían sido desestimadas con un mero gesto y las súplicas desoídas con desdén. El regente de las Sombras Gélidas no estaba para nadie más que para las propias sombras de su alma feérica y su gélido sentimiento de venganza.

Mas lo terrible de su lucha interior no pudo haber tenido un más drástico desenlace. Cuando los hadas acudieron a la mañana al Salón del Trono, siguiendo una convocatoria psíquica tal vez demasiado matinal, el Muro de Korkasse se cerraba ya sobre su tumba, con un arreboleo de pieles de armiño que no señalaba otra cosa que la capa magestática de Noderoth. El canto de su lira de hielo podía escucharse por los entresijos del zarzal; luego un rumor de hojarasca en movimiento y el silencio. Solo quedó atrás su voz, sostenida por las Nieblas Tejidas por el regente y hablando clara y autoritaria para todos, otorgando sus últimas órdenes y voluntades... las vigentes hasta su regreso:

-Sombras gélidas; hadas caídas del Otoño. De ahora en adelante y hasta mi regreso, Obedeceréis las órdenes de Shigraat, mi senescal, como si mi voz hablara por la suya. Dejo a su cargo mis bienes, mi territorio y a mis hombres, así como la responsabilidad de velar por nuestras fronteras, nuestra ley y nuestros protegidos... Todos excepto uno: el pequeño Korkasse, que quedará en los brazos de mi Reina, Malgorzata, para que sea educado en la vía feérica y en un futuro me devuelva a mi amigo perdido.- el niño, en una cunita junto al trono, gorjeó como si supiera que se hablaba de él -Os habrlé de la importancia de recuperar nuestra antigua tierra, y esa importancia es tan cierta como la muerte de las hojas en nuestra estación . Pero no volveré a cometer el error de dejar mi reino baldío para hacer la guerra en otro lado. Con mis poderosos y fieles lugartenientes, sé que mi trono está seguro. Ahora puedo pues viajar en paz y pedir la cabeza de ese mil ocasos maldito abad que osó mancillar mi fronda. Volveré con su cabeza escurrida en las tierras del otoño, o no volveré. Haced que vuestro soberano se sienta orgulloso de vosotros en su ausencia. Os amo, hadas mías.- terminó la voz mágica, con una sentencia que enfrió al instante los corazones de todos los presentes y calentó sus miedos.

Sheil se mantuvo refugiada en las sombras mientras las palabras de su Señor resonaban por la sala. Se acurrucó contra el tronco de un árbol y dejó la cabeza levemente ladeada. Sin duda, no eran noticias agradables, pero eso no era una novedad en los tiempos que corrían. Cuando mencionó su vinculación futura al retoño Korkasse, alzó la vista involuntariamente e interceptó la mirada del niño, que gorgojeaba feliz, ajeno a las sombras que acechaban en el exterior. Una cálida sonrisa de ternura aleteó entre sus labios, indecisa, durante unos breves insantes, hasta desaparecer como el fino jirón de posibilidad que había sido.

Se arrebujó entre sus capas y observó a su consorte. Por el rostro del Portador no se podía translucir las emociones que le habían afectado, si efectivamente había sido así, al escuchar la noticia de las nuevas responsibilidades que debería soportar. Su expresión, tan firme y aterradora como de costumbre, no se afectó un ápice.

Luego de que las palabras de Noderoth se apagaron, se levantó y fue al claro donde su Señor ya despedía a sus súbditos. Bajó la mirada humildemente ante su imponencia y recogió el retoño entre sus niveos brazos, con cuidado sumo. Sonrió, ya abiertamente, ante la leve expresión de sorpresa del niño y lo acunó con ternura. Después miró al Señor de los Témpanos.

Sabéis que lo protegeré con mi vida. Podéis ir tranquilo.

Fue en un Otoño que ví por primera vez la imagen del mundo; fue en un Otoño que me supe por vez primera un hada; fue en un Otoño que conocí a mi amado Señor de los Tempanos y será en un Otoño que le veré partir, quizas para siempre.

Los rayos de un sol me golpeaban la cara mientras suplicaba a mi Señor el perdón por mi ausencia, cuando sus palabras me hablaron de la suya. Fue con una despedida que respondió mi llegada. Su adios era una lanza que yo había llamado y aunque en el fondo de mi ser, sabía que no era mi culpa, no podia evitar que una cascada interminable de pensamientos se cruzasen por mi mente:

"El Señor de los Tempanos me deja, nos deja a todos por buscar lo que no le deja en paz. Es por la culpa de sus subditos que sus propios pensamientos se le rebelan y es por nuestra ineficacia que él no puede concebir sosiego. Es ahora que mas necesita de nosotros, pues solo él se puede liberar a si mismo de sus fantasmas y por consiguiente, a nosotros de nuestras faltas."

El Señor me miró solemne, pero en su mirada se albergaba un amor y una confianza que fueron los sueños que desde siempre habia deseado que mi amo sientese por mi. Todo el tiempo que he estado presente en este frio paramo, me he cuestionado repetidamente sobre mis faltas, mis carencias y mi ineficacia al servir a tal maestro. Pero en esa corta mirada, en esa infima chispa de sentimiento imaginada por mis ojos suplicantes, que finalmente encontré la paz y la satisfaccion por la que mi esencia burbujeante había aclamado a gritos desde que me liberase con paciente amor el que ahora me decía adios.

Él me nombra y en su honor me levantó y me pongo a su lado para recibir sus declaraciones y apoyarle en toda su gestión. Es en mí en quien, aquel que me regreso a la vida dejaba la de todos aquellos que pertenecen a estos lindes y es a mi a quien se le hereda la responsabilidad de mantener y mejorar todo lo que hasta ahora es.

"Me ha nombrado su sucesor. Yo prometí jamas fallarle y esta, la que sé es la mision mas importante que alguna vez haya recibido, no será la excepcion."

Pero no me hablaba solo a mi, sus palabras eran para los faes que no estaban presentes. Con una destreza y elegancia sin igual, se pusó su capa de viaje, adornada de Otoño y abrió el muro de Korkasse para salir a traves de él. Nada alcancé a decir antes de que se fuese, incluso su olor me había abandonado cuando aun se veía su imagen. Las hadas de todo el Bosque de Invierno llegaron para presencia la partida del Señor de los Tempanos. Una partida que no esperó despedirse para comenzar, como no esperan las estaciones para sucederse las unas a las otras. Solo quedó tras de sí la voz palpitante que momentos antes me habia hablado y que ahora repetia para todos los demas.

Me coloqué frente a todos quienes estaban presentes y con una voz atronadora hable, pues con esa fuerza renovada que fluía ahora en mí, una fuerza alimentada por la confianza y la falta de dudas, sentía que nada podía detenernos y que el alma del propío Noderoth habitaba ahora dentro de mí.

 - "Hadas de la Corte del Otoño. No soy el poderoso Señor de los Tempanos, mi falta de belleza no se asimila en nada a la radiante imagen de él, mi poder parece el juego de un niño al lado de las energias que por él fluian y no soy mas que una bruta bestia del bosque ante la infinita inteligencia que en él yace, mas es en mi en quien a quedado la confianza de aquel y es por su belleza, su poder y su inteligencia que no dudo que su decision ha sido la acertada, pues dudar de eso, es dudar de él."

Dije aquello y al momento, me acerqué al Trono del Equinoccio. Le acaricié y me volví para hablar:

 - "No es la primera vez que veo al Señor de los Tempanos partir y estoy seguro, que cuando llegué a este bosque no fue la ultima en la que le veré volver. Pero hasta que nos bendiga con su presencia, yo seré el Señor de estos Bosques, tal como él lo ha designado."

Me vuelvo a acercar a las hadas de la corte mientras les hablo de forma mas familiar:

 - "Todos ustedes me conocen. Han sabido de mí, han compartido conmigo y muchos de ustedes me han temido. Desde ahora seré el Señor y todo lo que en esta tierra yace será puesto ante mi para su disposicion. Proximamente organizaré mas las cosas, esto me toma tan de sorpresa a mí como a ustedes y hay mucho que debo pensar."

Me acerco al Trono, le miro con respeto y devocion. Acto seguido e inflamandome de honor, me siento en él.

 - "El Señor de los Tempanos tenía un sueño. Ese era ver a esta Corte como la potencia mas importante e invencible de toda Transilvania. Pues ese sueño lo volveré real. No descansaré hasta que todo ser viviente se arrodille ante las Hadas Otoñales y ese sueño, comienza a ser real ahora."

Mis palabras terminaron con mi garra alzada y como mis palabras habian dicho, todas las hadas presentes en la corte y hasta los animales presentes se inclinaron para rendir honores a su nuevo Señor.

En el Trono del Equinoccio yace su nuevo Señor y aunque sus palabras fueron la efimera voz de un viento que anuncia la tormenta, el primer relampago de esta aun no se ha dejado ver en el Bosque del Invierno. Su nuevo Amo yacía sentado, mientras sus nobles hablaban y discutian de la nueva situación. La partida inesperada del Señor de los Tempanos generaba confusión y la molesta sensación de abandono en todos sus protegidos. Las voces de la corte, aunque disimuladas y silenciosas, hablaban de la incapacidad de su nuevo Regente de reinar un lugar asi, y aun mas dudaban de la capacidad de hacer mejorar las cosas. Ellos sabian que una cosa es saber cuidar intereses economicos y otra muy distinta es saber ejercer soberania sobre un pueblo.

La idea, de que su nuevo Señor era un bruto, se sentia en el aire. Le miraban disimuladamente con desprecio y desden. La casta de los primonatos de la nobleza le hacian desaire a sus espaldas y nadie de aquella casta creía en él. Pero el que yacía en aquel trono bello y grandioso sabia que eso era mas que una posibilidad. Se sabia asi mismo como un bruto y sabia que un asqueroso troll que solo sabe de guerra no podria gobernar como se debe a un reino feerico como aquel. Pero en sus ojos como llamas ardiendo, no era posible divisar preocupacion alguna, pues para él la solucion era muy simple: Dejar de ser un bruto.

Día tras dia observaba en silencios los porvenires de su gente. Dia tras dia escuchaba atento las discusiones de sus nobles y su forma de tratarse. Dia tras dia intentaba imaginar lo que el otrora Señor del Bosque del Invierno pensaba cuando sus subditos le hablaban. Dia tras dia intentaba aprender a gobernar a sus inferiores.

Nadie sabia, que por las noches, volvia a su nueva habitacion y tomaba los libros de su anterior habitante. Libros que hablaban de la magia y los dominios, libros que enseñaban como mejorar y como canalizar mejor las energias caoticas del mundo, tejiendolas como redes de fuerza en estado puro para ser finalmente transformadas en impulsos utiles. Noche tras noche aprendió de esos libros de los que alguna vez ya habia estudiado, noche tras noche practicó las tecnicas y leyó las teorias hasta memorizarlas completamente, noche tras noche recordó las enseñanzas de su mentor hasta despertar ese potencial oculto en él.

Durante el dia volvia silenciosamente a sentarse en el trono y guardar silencio. Durante largas jornadas no dijo una sola palabra, ninguna desde que el Señor de los Tempanos haya abandonado las estancias y aquel se coronacé como el nuevo Dueño de estas tierras.

Incluso algunos nobles que no le conocian bien habian llegado a pensar que no sabia hablar y que no tendrian mas que a un extraño arbol sentado en el trono sin decir ni hacer cosa alguna. Un arrogante primonato llegó un dia a pararse sobre la tarima y decir que sería el nuevo Señor, pues el que ahora yacía en el trono no era mas que un ser inerte. Cuando se acercó hacia aquel inerte arbol, siquiera vio venir la garra que le partió en dos, como lo hace un hacha con una manzana. Su cuerpo inerte cayó ante él, quien se levantó en su enorme estatura y proclamó ante un pueblo asustado y temeroso:

 - "¿Quien más quiere morir a causa de su insolencia? Yo soy su nuevo Señor y he visto en este tiempo a un montón de faes cobardes y enquencles, que no buscan nada mas que su propio bienestar, pero esta bien. Ustedes obtendrán su seguridad, pues yo la garantizó, pero ustedes me darán a mi lo que no pueden negarme si quieren seguir vivos. Ahora vuestra obediencia es absoluta  irrevocablemente mia."

Luego volvió a sentarse en el Trono del Equinoccio, apoyó su cabeza en un brazo y siguió observando unos minutos hasta hablar por tercera vez desde que fuese nombrado Amo:

 - "Saqué alguien ese cuerpo de aqui y dejen bien limpio"

Desde la partida del Señor de los Témpanos las temperaturas en el bosque de invierno comienzan a bajar radicalmente sin control. Shirgaat intenta contener esta situación pero su poder no es suficiente para contener el fenómeno. Lentamente se forma un bloque de hielo diamantino en el corazón del bosque y se va extendiendo cada vez más. Los duendes que se acercan curiosos se quedan congelados al instante convertidos en estatuas de puro hielo. Algunos al ver a sus compañeros y que el hielo no para de extenderse han comenzado a escapar del bosque.

Los calidos rayos del Otoño se alzan por sobre el Bosque del Invierno, y la brisa entibia lo que toca, mas aun el bosque sigue enfriandose como si el calor del mundo le hubiese abandonado.

Sentado en el Trono del Equinoccio siento como nuestro hogar sucumbe ante el despiadado Invierno desatado desde la partida del Señor de los Tempanos. Mis intentos por imponer mi voluntad ante los elementos de aquel paramo hostil han sido completamente infructuosos, aun mas, mi frustración me ha cegado a las posibles ayudas a las que podría eventualmente reclamar. Me he encerrado en mi mismo y he dejado de escuchar a mis subditos para oir solamente las voces en mi cabeza. Voces que hablan de fracaso y de ausencia.

Las hadas de mi reino claman por ayuda y piden a gritos socorro ante las multiples muertes causadas por el avance inexorable del hielo. Pero mis oidos no escuchan, pienso en el Señor de los Tempanos y en el hecho de que él sabia que esto sucedería, el hecho de que él nos habia entregadop a la muerte.

"¿Por que el Señor al que tanto respetaba y amaba nos ha abandonado? ¿Por que ha entregado a todos los que le seguian a la muerte helada? ¿Por que eligió una muerte para sus subditos que solo la Corte del Inverno elegiría para sus enemigos?"

Las dudas de mi interior me sobrepasan y por encima de mis dudas comienzan a surgir las respuestas. Las respuestan que solo hablan de odio y de egoismo son las que hablan mas fuerte, imponen rapidamente su parecer y en cosa de muy poco tiempo, solo estan sus razones.

Me levanto de un brinco de mi trono. Me dirijo hacia las estancias con un paso que hace tronar los cimientos del bosque. Busco con mi mirada a la Bruja de las Estaciones pues es en ella en quien creo encontraré las respuestas que me atormentan.

Una vez frente a ella, la encaro con los ojos rojos de llama viva y con el odio a flor de piel:

 - "¡Tu lo sabias! Sabias que esto pasaría. Tu y el Señor de los Tempanos sabian que todos en este lugar moririan congelados. Lo supieron todo el tiempo y se rieron a nuestras espaldas. ¿Acaso bailarian sobre nuestros cuerpos frios?"

Me giro y le doy la espalda para esconder mis expresiones de ira.

 - "Solo te pregunto una cosa: ¿Por que? ¿Que fue lo que hice para merecer esto? Si fue solo amor y devocion lo que le dí"

Me quedo parado esperando sus respuestas.

Sheil queda unos instantes paralizada, sin poder reaccionar ante las duras palabras de su consorte y ahora señor. Sobrepasada la sorpresa, entona con voz gélida.

Vuestras palabras son injustas, mi señor. Yo sabía lo mismo que vos, y la partida de Noderoth me ha supuesto para mí tanta sorpresa como ha todas las demás criaturas, y aunque estoy segura de que el dolor que anida en mi corazón no se puede comparar con el que con certeza poblará el vuestro, también yo he sufrido con su pérdida.

se detiene y mira la espalda del Portador, consciente de que no ha sabido medir bien sus palabras. Se acerca  a la figura inmóvil, los pies descalzos rozando etéreamente la nieve caída que comienza a helarse, y deposita con delicadeza una mano pálida sobre el hombro de su amante.

Comprendo que sentís miedo por la responsabilidad que nuestro antiguo señor ha depositado sobre vuestros hombros, y que este reto que acaba de comenzar no hace sino añadir nuevas dudas a las que sin duda poseeréis. Sin embargo, me gustaría que tuvierais en cuenta que siempre estaré a vuestro lado y os apoyaré en los momentos de grandeza como en los crepúsculos adversos. Sus dedos recorren con gentileza la rugosa superficie de los hombros, admirada ante el poder que emanan. Yo os amo, mi señor, como amé a Noderoth, y mi lealtad se encontrará siempre a vuestro lado. No me digáis que me río de vos, o que me regodeo de veros ante tales dificultades, mi corazón no podría soportar que me vierais de esa forma.

Sus palabras me caen como los rayos de tierno amor sobre mi piel y sus caricias son como el fuego, descongelando la dura capa eterna que cubre mi alma. Me giro y la miro con los ojos mas livianos, pero aun sin compasión:

 - "Tu no puedes amarme. Eras la mujer del Señor de los Tempanos y yo no soy digno de competir con él. Ni en el dominio de este bosque, ni en el dominio de tu corazon. Ademas, no hay nada en mi corazon vacio que pueda ofreceros. Solo el odio habita en mi."

Miro el bosque a mi alrededor y contemplo los copos de nieve caer entre nosotros. Lentamente la voz fluye entre mis nudosos labios de madera:

 - "Noderoth nos odiaba y nos ha abandonado para forjar su nueva corte cuando el ultimo de nosotros duerma en el hielo que dejo. Pero yo no lo permitiré. Sé que no puedo vencer su poder y sé que el avance del hielo no puede ser detenido por mi, pero no permitiré que nadie mas forme parte de su macabro jardin de estatuas feericas."

Me acerco nuevamente a ella e irguiendome en toda mi estatura, le hablo de forma soberana.

 - "Si has de seguirme, Malgorzata Sheil Aerell, será por respeto y devoción. Pues te guiaré como juré hacerlo, como el lider que soy. Y tu has de seguirme como la subdita que eres y no pensando que cabes en mi de alguna otra forma, pues todo mi ser solo vive para odiar, y en este momento lo hago en todo su esplendor."

Mis ojos revientan en llamas abrasadoras y mi colera se puede sentir en el aire.

"Noderoth, nos abandonaste a todos a la muerte. No te daré el placer de ver cumplido mi proposito. Si quieres ver mi cadaver, deberas matarme tu mismo. Te Odio"

El bosque de Invierno se volverá pronto inhabitable, debereis decidir donde quereis iros. Si se trata de un territorio que no esté contiguo debereis decir el recorrido a seguir para llegar a vuestro destino.

Sheil alza una mano temblorosa, para detenerla frente a su rostro y volver a ahcerla descender, sin fuerza.

Que sintáis tanto odio cuando antes sentíais amor...Al llegar frente al poderoso pecho del Portador, apoya tres pálidos dedos que aquí dentro no podáis albergar otro sentimiento...Se muerde el labio inferior con tristeza. Os seguiré donde digáis, por amor, o por respeto y devoción, si así lo preferís. Lo mira con ojos opacos. ¿Tengo vuestro permiso de retirarme, mi señor?

El hielo crece alrededor nuestro, aun con el calor que emana de la dulzara de la Bruja de las Estaciones. Las polares ondas que viajan en el viento se arremolinan y nos anuncian el fatidico final de nuestro porvenir. Me dirijo a mi mas fiel y quizas unico servidor feerico que tengo:

 - "Tienes permiso de reunir a tu gente y de prepararlos para un duro viaje por Transilvania. Tienes permiso para reunir las fuerzas necesarias para no flaquear y no abandonarnos. Tienes permiso para seguirme en la busqueda de nuestro destino, allá donde sea que nos lleve, aunque tengamos que avanzar por sobre pantanos hechos de nuestra propia sangre."

Miro hacia el norte de nuestra posición, a esa oscura y salvaje tierra, donde la muerte acecha en cada camino.

 - "Viajaremos hacia el unico lugar al que alguna vez llamamos hogar y que nos fue tan duramente arrebatado. Antes de que muera, el Bosque del Otoño será nuevamente nuestro baluarte. Para la paz y para la seguridad de nuestro pueblo. Y será mañana mismo que comenzaremos a realizar ese sueño."

Me giro hacia Malgorzata Sheil Aerell y apoyo mis nudosas zarpas sobre su hombro.

 - "Reune a tus gentes, todos los que aun esten dispuestos a seguirme y reunelos mañana en el crepusculo, en la cara norte del Bosque para asi abandonarlo de una vez por todas. Que se sepa que Shigraat, portador del odio, no dejará a nadie mas morir en el frio. Que carguen todas las provisiones y el equipaje que puedan, pues nuestro viaje es muy largo y no menos peligroso."

Despues de despedirme con un gesto calido, me dirijo a organizar todo para la partida.