Partida Rol por web

Ante vosotros, un magnífico buffet libre para que podáis comer todo lo que queráis mientras habláis con vuestros compañeros.

Parece que soy el primero en llegar al comedor tras el entrenamiento matutino, ni siquiera Lyah ha llegado aún. Tomo un plato con carne, con abundante carne asi como algo de ensalada y un par de piezas de fruta.

observo el comedor y busco un asiento que me permita tener la espalda cubierta por una pared, la fuerza de la costumbre, situandome finalmente en una esquina, de frente a la puerta esperando que lleguen el resto de mis rivales.

Cuando llego al comedor tan solo veo a un chico, por lo que sin mucha prisa me aproximo a él, la verdad es que en estos días en el capitolio casi podría olvidarme de lo que espera, la comida es buena, las camas mejores de lo que nunca soñé y aunque la gente esta dispersa, el movimiento es constante y nadie tiene que esconderse. En resumen, un paraíso por el que “casi” valdría la pena matar o morir.

- Buenos dias, soy Faile, distrito 10, te importa que me siente, comer sola es demasiado incomodo para este lugar.

Sonrió abiertamente, mi intención solo es intentar disfrutar un poco del tiempo que estoy aquí antes de entrar en la peor y casi seguro última parte de mi vida. No creo que nadie vaya a dudar en matarme en unos dias pero eso no quita que podamos tener una charla agradable ahora. A fin de cuentas para esta gente soy lo mismo que mi distrito… Ganado…

Tras estar disparando toda la mañana tenía las manos magulladas. Pero pensaba seguir dando lo mejor de mi mismo, no me podía permitir que fuera de otra forma. 

Cuando entro en le comedor esta vez no soy el primero. Saludo con un gesto antes de coger una bandeja y empezarme a servir raviolis o como quiera que se llamen esas cosas con salsa carbonara. Por lo que sabía todo queso e hidratos. Tenía tres días para engordar todo lo que pudiera y que mi hígado tuviera unas reservas de azúcar y energía suficientes para sobrevivir al menos a un par de días sin comer.

Después me acerco con la bandeja en las manos

-¿Os importa si me siento con vosotros? No hay ni un alma más en el comedor...

Con el cabello suelto y un poco desordenado por las prácticas, entra en silencio al salón. Se sentía lo suficientemente hambrienta como para comer en ese momento.

Su compañero de distrito no había llegado pero tampoco planeaba esperarlo. Si él decidía unirse a ella, sería bienvenido. Ser hostil no le serviría de nada. Podría dejar la hostilidad para la arena. ¿Cómo será esa arena? Ojalá sea algo parecido a lo que hay en casa.

Mira en el comedor que sólo hay tres personas además de ella. Uno de ellos es uno de los profesionales. No era muy buena para integrarse, así que decide llenar su bandeja y sentarse en una mesa apartada de la gente.

Observa los comportamientos de ellos y se da cuenta de lo peculiares que son sus compañeros. Sí que eran un grupo variado de tributos. Y que lastima que tuvieran que matarse entre ellos. Tal vez, llegaría el día en que no sería así pero por ahora todo era de esa manera...

La hora de comer se acercaba, y el experto había decidido que era buen momento para que descansásemos, mejor dicho para que él descanse de nosotros. Sam parecía seguir practicando. Mejor será esperarla en el comedor y que termine con las practicas – pensé para ponerme rumbo al comedor.

Al entrar veo como hay tres tributos comiendo en la misma mesa, me sorprende un poco, y más cuando en unos días estaremos matándonos para deleite del capitolio. En fin, ellos sabrán. 

Recojo una bandeja y comienzo a servirme, un poco de pasta, un plato de carne guisada y un par de piezas de fruta. Con esto es suficiente para recuperar las fuerzas. 

- Que aproveche – digo al pasar por la mesa donde se encuentran los tres tributos, mientras voy a otra esperando a que llegue Sam, cruzándome en mi camino con otra tributo que ha decidido comer sola - Que te aproveche a ti también - añado justo antes de depositar mi bandeja en otra mesa.

Acabada la sesion de supervivencia decidi ir a comer algo, de modo que entré en el comedor. Habia dos personas dispersas y una mesa con un grupo de personas ya sentadas. No suelo ser muy popular en mi distrito pero pienso que un poco de compañia siempre viene bien. Ademas es bueno conocer a los rivales antes de empezar la pelea. Ni corto ni perezoso me siento junto a ellos.

-Hola, distrito 3. ¿Que tal? 

Al llegar al Comedor observo que una buena parte de los Tributos está allí sentado. Comiendo y dialogando entre ellos.

- Necios. - pienso sentándome en una mesa apartado de todos mientras los observo. ¿Para que hablar con los que en un futuro inmediato serán tus enemigos? Eso sólo hará que les resulta más difícil matarlos si llega el momento.

No hablo con nadie y si alguien se sienta en mi mesa sencillamente me levanto y me voy a otra mesa que esté vacía.

No pude evitar reírme cuando se presenta el chico a nuestro lado.

-Vale, que nos tratan como corderos de sacrificio, pero hay que intentar seguir siendo civilizados. Tienes un nombre ¿no? Tu distrito y tu género son obvios, ambos vienen marcados en tu ropa.

Parecía que a ninguno le importase que pareciera que eramos miembros de un espectáculo de el club del látex y el fetichismo.

-Soy Jerome Hikins, encantado.-Señalo a mi espalda, donde se encontraba el número 11.

SOnrio y me rasco la cabeza. Genial, acabas de llegar y ya desentonas. Buen trabajo chico... Para evitar el azoramiento empiezo a llenarme el plato sin ningun tipo de mesura.

-Perdona, no me esperaba que la gente fuera social.- Digo con una sonrisa demostrando que estoy medio en broma. No quiero rivalidades innecesarias desde el primer momento.- Soy Mark Dubrinsky y queria hacerte una pregunta de vital importancia... ¿Me pasas la sal?

-¿No te esperabas que fuera social? Jajaja. No a todos nos preparan para ser insensibles máquinas de matar para estos juegos ¿Sabes?.- Demasiado tarde me doy cuenta de lo que he dicho y miro de reojo al Tributo del distrito número dos que estaba sentado en la mesa.- Ejem... el caso, que disfrutes lo que puedas, ninguno de nosotros sabe quién va a salir victorioso, lo único claro es que sólo lo hará uno. Incluso cuando los profesionales se alían terminan matándose entre sí, pero nada nos impide llevarnos bien hasta que nos veamos forzados a sobrevivir ¿No?

Cojo el salero, y sonrío por un momento recordando como mi hermano solía hacer juegos de manos para que estuviera más atento.

-Toma. 

-Una vez acabado el primer entrenamiento pienso en dirigirme a la zona de comedor, que ya va siendo hora. Miro a mi alrededor y Sean ya no está en la sala de entrenamiento -habrá acabado antes y pensaría en la comida, le encanta comer.

Así que me dirijo al comedor pensando en qué me encontraré allí, ¿tendré que hablar con alguien? ¿serán amables con los demás? los profesionales no parecen muy amigables, pero no me importa, podría pegarle a cualquiera de ellos sin importarme el tamaño, tal vez alguno pueda conmigo pero eso no va a echarme para atrás. De todos modos prefiero pasar desapercibida y no relacionarme mucho con ellos. Voy absorta en estos pensamientos cuando llego al comedor, hay ya algunos tributos, algunos están sentados hablando juntos, me fijo al fondo, allí está sentado Sean solo, me encamino hacia él ignorando al resto. Y llego a su mesa -¿señorita, está usted sola en la mesa? ¿me permite que le acompañe? -le suelto riéndome

El entrenamiento me había agotado, y era hora de comer algo (o eso era lo que me decían mis tripas). Me dirigía al comedor, muchos de los tributos había hecho lo mismo, claro que era lo normal uno no puede darlo todo con el estómago vacío.

El comedor era bastante grande, me acerque donde servían la comida y llene mi bandeja con unos spaggettis con mucha salsa de tomate y un par de piezas de fruta, me ayudarían para el entrenamiento que haría después de comer.

Los tributos se habían ido sentando en distintas mesas, algunos solos y otros estaba en grupo, ¿Se estarán haciendo amigos? ¿Quizás se unan para empezar como compañeros? Pero sabía que las reglas no permitirían que sobreviviese más de uno.

Savera estaba sola en una mesa, y como yo era bastante tímido y no me atrevía a sentarme en una mesa donde ya habían comenzado a conocerse, me dirigí a la misma mesa de mi compañera tributo. Hola ninf...Savera, ¿Puedo sentarme?

Tras llegar del entrenamiento estaba algo agotada. Quería comer algo, así que me fui hacia el comedor. Una vez allí, entré y divisé a varios grupos que estaban hablando entre ellos. - Vamos Caryl hay que hablar con la gente, socializarte un poco, coger amigos. Sino, no podrás hacer nada. - Entonces me fui hacia una pareja de tributos al final de la sala y mirando a los demás me fui allí. 

- Perdonad, ¿puedo sentarme con vosotros? - Les pregunté con amabilidad. - Soy Caryl, del distrito cinco. - Terminé con una sonrisa.

Alzo la mirada al escuchar las palabras de Sam, giro la cabeza a ambos lados mirando detrás de mí y clavo mis ojos en los de ella antes de responderla.

– Ah que lo decías por mi - empiezo a decir con rostro serio – Lo estaba, pero para una marimacho como tu siempre tengo sitio – respondo riéndome y guiñándola un ojo.

Y justo en ese momento aparece la tributo del distrito cinco, presentándose y pidiendo sentarse en la mesa. Miro a Sam, un poco sorprendido por la situación que se acaba de dar, no esperaba que nadie quisiese sentarse con nosotros, y claro no dejarla me parece algo descortés, y más cuando ha sido amable.

- Si, eh, hay sitio de sobra – comienzo a decir – Soy Sean Brown, del distrito siete – termino dejando que sea Sam la que se presente por si misma.
 

El comedor comienza a llenarse y aunque se siente un poco inquieta, continúa disfrutando de la comida.

Su compañero de distrito es quien logra romper su concentración y lo ve titubear. Parece nervioso. ¿Por qué será?

- Claro, no hay problema - intenta sonreirle amablemente para que no se sienta mucho más incómodo de lo que ya parece estar.

Le da espacio suficiente para que pueda sentarse sin incomodarse e intenta hablar un poco para que se sienta más cómodo. A ella realmente no le importaba permanecer en silencio pero no era lo usual entre la gente de su edad.

- ¿Qué tal estuvo el entrenamiento? -.

Max llegó hambriento y con ganas de probar los manjares que le daba el Capitolio, lo único bueno de estar allí. Cogió un plato y se sirvió un poco de cada cosa que vio y le pareció apetecible, no sabía como podía tener hambre después del desayuno que había comido, pero aún así le rugían las tripas.

Se sentó y comió en silencio, deleitándose con cada cosa que probaba. Cuando acabó, un poco menos lleno que en el desyuno, decidió seguir sentado un poco más y reposar la comida. Buscó con la mirada a su compañera de distrito.

Me encojo de hombros y sigo llenando el plato.

-Supongo. Procuro no pensar en el mañana. Quien sabe si en una semana alguno de los presentes seguira vivo...- Digo sin pensar mucho. La verdad es que tenia ganas de que empezara ya y ver como se desenvolvía cada uno, como el noble hombre se veia reducido a una niñita llorosa, como una delicada muchacha se convertia en una taimada asesina. El tipo de espectaculo que tanto les gusta a los del capitolio. COjo la sal sonriendole al chico y espolvoreo sobre mi comida sin mucho cuidado.

-Bueno... ¿Y que haciais antes de venir aqui?

-Je! je! je! ¡que gracioso llamándome marimacho! -contesto a Sean tras sacarle la lengua a modo de pedorreta. -Tienes suerte de que hoy esté de buen humor. 

Y de repente interrumpe nuestra broma una chica, preguntando si puede sentarse con nosotros. Me sorprende que entre todos los que estamos en el comedor nos elija a nosotros que estamos al fondo de la sala. Miro un segundo a Sean, sin saber muy bien que decir. Parece amable y bueno... en cuanto me quiero dar cuenta Sean ya la ha invitado a sentarse, así que... -Hola, Caryl, yo soy Sam, también del distrito siete -saludo a la chica, e inmediatamente clavo la mirada en mi hermano, de forma que se percate que no estoy muy de acuerdo con su decisión.