Tras abrir los ojos, viendo su sueño perturbado a causa de unos extraños ruidos plásticos procedentes de la cocina, la primera imagen que percibió Fawn fue la de su hermano pequeño, Asher, durmiendo en posición fetal con una suave y perfilada sonrisa a escasos metros de esta. Se encontraba tapado hasta el cuello con una mugrienta y maloliente manta de cálido aspecto. Podía no estar en buenas condiciones pero, al menos, cumplía su función evitando que el pequeño pasase frío. Después de todo, allí abajo el ambiente era excesivamente frío y húmedo.
La vida allí abajo era difícil y muy cruda. Pese a todo, todavía podían estar agradecidos por tener un techo donde subsistir.
Algo en el interior de la chica le gritó en silencio que ese día no iba a ser como ningún otro anteriormente vivido, y los extraños ruidos procedentes de la cocina parecían confirmar sus sospechas.
Plano de vuestro apartamento.
Nota: Los recuadros grises son las puertas
Mientras ultimo los detalles de la ficha numérica, si quieres, podemos ir moviendo el prólogo a nivel narrativo para encarrilarte a la trama principal. Si no, podemos esperar a que todos estén listos. Como mejor te parezca. ^^
Los ojos de Fawn se abrieron casi de golpe. Se quedó totalmente quieta, e incluso, dejó de respirar. Contenía el aliento para que éste no le dificultara la tarea de oír mejor. ¿Qué cojones son esos ruidos? Apenas miró hacia la puerta de la habitación, aún sin moverse un centímetro con el corazón comenzando a acelerarse. Siguió agudizando el oído durante unos segundos mientras pensaba qué hacer.
Frente a ella, Asher dormía. Tan dulce y angelical como siempre. Ella lo miró, lamentando el tener que levantarse. Pero si estaban en peligro... Tarde o temprano se lo agradecería. Finalmente, con el oído bien puesto en la cocina, comenzó a moverse para levantarse. Lo hacía de forma lenta e intentando ser lo más sigilosa posible. No quería ni que Asher se despertara, ni que quién estuviera en la cocina, la escuchara.
Una vez se incorporó lentamente y puso los pies en el suelo, avanzó con los pies descalzos hacia la puerta de la habitación. Estar descalza ayudaba en su tarea de pasar desapercibida, pero el frío estaba clavándose en su piel. Aún así, se mantuvo en silencio mientras intentaba avanzar a hurtadillas.
Ficha narrativa hecha^^ Así que a la espera de terminar la otra.
Avanzaste hasta la puerta de la habitación sin hacer ni un solo ruido. Esta se encontraba entreabierta, y sabías que si la movías muy rápida o torpemente crujiría; y el sonido podría fácilmente delatar tu presencia.
Estando en esa posición creíste identificar que el extraño sonido plástico que sonaba podría proceder de ¿una bolsa? Sin lugar a duda era bastante similar al producido por una de esas bolsas que usaban los superficiales cuando volvían de comprar, pero no recordabas tener nada parecido a eso en casa.
Instantes después, ese sonido plástico se vio fusionado con otro más sólido que podía escucharse en intervalos irregulares.
— Tac —sonó— Tac —volvió a sonar unos pocos segundos después— Tac —se repitió el sonido en un intervalo de tiempo menor que antes.
Ficha narrativa hecha^^ Así que a la espera de terminar la otra.
Revisada. Está muy completa, coherente y currada. De verdad, me ha encantado. *.* Cuando esté finalizada la parte numérica te daré los PX adicionales.
El corazón de Fawn comenzaba a incrementar la intensidad y velocidad de sus latidos, haciendo que ella misma los escuchara. Temía que a este paso pudiera oírlos la otra persona, aunque obviamente eso no pasaría. Se quedó quieta un poco más, escuchando el nuevo sonido. Al pensar que el primer sonido parecía ser una bolsa de plástico y, ahora, unirlo al siguiente, creyó tener una respuesta. Aquello eran unos tacones. ¿Y quién iba a entrar al apartamento con una bolsa, a esas horas y tacones?
Abrió la puerta de golpe, a la par que comenzaba a salir de la habitación sin pararse a pensarlo siquiera. Caminó hacia la cocina con un suspiró y poniendo los ojos en blanco. — Casi me matas del susto. La próxima vez podrías... no sé, avisar. — Comenzó a decir antes incluso de girar la esquina del quicio de la puerta. No habló tampoco demasiado alto, no quería despertar a Asher.
Se encontraba de espaldas a la puerta, con un bonito vestido negro pseudotransparente que dejaba al aire una tonificada espalda y un sugerente escote, cuando se giró tras escuchar a hablar a Fawn.
Al girarse, pudiste ver cómo esta parecía tener el inicio de lo que podría ser un buen moratón en la mejilla. También pudiste identificar que el sonido sólido que escuchaste con anterioridad procedía de tu madre dejando ¿latas? sobre la mesa.
—¿Hm? Estabas dormida, Fawn. ¿De verdad quieres que te despierte cada vez que entre en casa? —preguntó hablando en voz baja con un notable tono de incredulidad, negando suavemente tras la pregunta.
Volvió a girarse, soltando un suave suspiro, sacando con parsimonia el contenido de la bolsa de plástico y depositándolo sobre la mesa de la cocina.
Si ves que en algún momento no voy encaminando en cuanto a la actitud de Agnes, dímelo sin compromiso de ningún tipo ¿eh?
En cuanto Fawn giró hacia la cocina, se encontró con quien se había imaginado que sería. Su madre. Su corazón que segundos antes había estado incrementando sus latidos, se relajó. La mirada de la joven fue hacia el rostro de la mujer. ¿Qué le ha pasado?
El comentario de Agnes, fue directamente ignorado por Fawn. Pues, en el fondo... tenía razón. Estaba siendo una melodramática de manual. Pero no sería algo que admitiera, así que simplemente cedió aquella victoria en silencio. Cruzó la cocina hacia la mujer, viéndola dejar latas sobre la mesa.
La agarró del brazo, aunque a eso ni siquiera le podría llamar agarre. Aunque el objetivo era claro; invitar a su madre a girarse hacia ella. En caso de que ésta no quisiera hacerlo, entonces si tiraría de ella con más énfasis. Quería examinarle el rostro. La miró con los ojos entrecerrados, como analizando la gravedad de aquello. — ¿Cómo te has hecho eso? — Parecía que la madre de las dos fuera ella, preocupada por su hija que una vez más la había vuelto a liar.
Cuando Fawn puso la mano sobre el brazo de Agnes esta se giró con total normalidad, arqueando una ceja con gesto interrogativo mientras su hija la examinaba entrecerrando los ojos.
Aquel hematoma no parecía ser algo realmente grave, pero difícilmente podría haber sido hecho por error o torpeza.
Tras la pregunta de la muchacha, clavó su mirada en la esta y permaneció en completo silencio durante unos instantes.
—Es el precio que a veces hay que pagar para poder traer comida de verdad a casa. —respondió finalmente con un tono de voz aún más bajo que antes. Cogió entonces una de las latas y la puso sobre la mano libre de la joven.
La lata no era comida ni de perro ni de gato que, por muy vomitivo o lamentable que pudiese sonar aquello, eran artículos muy exclusivos allí abajo.
Algunos mutantes habían matado a otros por mucho menos que una mísera lata de comida para animales.
El bote metálico que sostenía Fawn en esos momentos poseía un aspecto más que flamante con una etiqueta, de aspecto nuevo, que citaba "Salchichas frankfurt". Parecía ser auténtica comida superficial.
Agnes pudo haber traído fácilmente entre 20 y 40 botes de comida entre los que había: salchichas, frijoles, atún, garbanzos cocidos, tomate triturado, judías y carne boloñesa.
La joven devolvió la mirada a su madre, intentando adivinar la respuesta en sus ojos. Ante la respuesta, Fawn resopló. — Asco de mundo... Ojalá explotara en mil pedazos. — Espetó con exasperación. Así que era ella, odiando el mundo y su existencia en él durante todos los días de su miserable vida. No había cabida para el optimismo en la mente de Fawn.
Cuando su madre le puso la lata en la mano, bajó su otra mano del brazo de ella. Cogió la lata con ambas manos y la examinó, dándole unas vueltas y mirándola alrededor. — Mamá, esta comida es demasiado... No merece la pena un ojo morado para esto... — Suspiró. No era en realidad una queja o un reproche. Podía verse que realmente lo hacía por su madre. — En serio, Asher y yo nos las podemos apañar... — Decía aquello como si aquellas latas fueran un auténtico lujo.
Dejó la lata sobre la mesa, y se giró, tomando distancia con su madre. No era lo más cómodo para ella el estar tan cerca. — ¿Te vas a quedar? — Preguntó con una pizca de esperanza en la voz. Aunque nunca lo hubiera admitido, deseaba que lo hiciera.
Negó con suavidad ante la respuesta de Fawn, esbozando algo parecido a una fugaz sonrisa. Si de su hija dependiese, el mundo habría ardido tiempo ha. Ese carácter tan explosivo, sin lugar a duda, lo sacó de ella. Y dio gracias de ello, pese a los enfrentamientos o momentos tensos que pudieran tener en un momento dado, porque gracias a este pudo sobrevivir en un ambienta tan hostil y duro como era el submundo.
—Fawn, cualquier cosa que haga para ayudaros merecerá la pena. —afirmó cogiendo algunas latas y guardándolas en los armarios inferiores de la cocina— Algún día saldremos de este sitio. —dijo, sonando más a promesa que a comentario.
—Sé de sobra que os valéis solos. —comentó al tiempo que se giraba, mirándola nuevamente— Pero mientras viva, no pienso dejaros a vuestra suerte. —añadió.
Cuando su hija hizo aquella pregunta, y en ese tono, se detuvo quedándose en silencio unos instantes terminando por asentir.
—Me quedaré un par de días, sí. —respondió con una débil sonrisa— Las cosas se están poniendo muy feas arriba, ¿sabes? —sentenció con aire pensativo— Además —hizo una breve pausa— tengo que pagar al casero. —dijo intentando disimular una mueca de asco.
Volvió a coger otras dos latas y las colocó delante de las últimas. Tras colocarlas se levantó y se dirigió hacia Fawn, con el dedo índice alzado a modo de aviso, frunciendo el ceño.
—De esto ni una palabra a nadie, ¿eh? —dijo en voz baja mirándola inquisitiva— Si alguien se entera de lo que tenemos aquí. —hizo una breve pausa, terminando por negar— No quiero ni imaginarme lo que podría ocurrir. —tras sus palabras continuó colocando las latas con el mayor cuidado y silencio del que fue capaz.
Fawn se había quedado apoyada en la encimera de la cocina, mirando a su madre mientras ésta hablaba y guardaba las latas en los armarios. Por un momento, había incluso dejado de escucharla. Se había quedado allí, en un estado como de duermevela, observándola hacer cosas en la cocina. Por un momento, había recordado otros tiempos en los que también la acompañaba en la cocina, mientras su madre hacía la comida. Ella se sentaba en la mesa, con los pies colgando y moviéndolos en un vaivén eterno, mientras su madre charlaba, canturreaba y cocinaba.
Volvió al presente cuando su madre dijo que se quedaría unos días. La muchacha reprimió una sonrisa, lo suficiente como para que se notase que, de hecho, lo estaba haciendo. No quería actuar como una niña pequeña celebrando que su madre se quedaría con ellos.
No quería siquiera pensar en el maldito casero. — ¿Qué está pasando arriba? — Preguntó, centrando su atención en otra cosa.
Asintió con la cabeza a la advertencia de su madre acerca de mantener en secreto lo que allí guardaban. Y en ese momento, se levantó de donde estaba apoyada y salió de la cocina. Si su madre hablaba, podría oírla desde allí. Cruzó el pasillo y entró en el baño. Abrió el armario del espejo y buscó algo con lo que pudiera sanar la herida de la mejilla de su madre.
Miró a Fawn de reojo, sonriendo de manera tierna ante el gesto de esta, añorando en silencio aquella época en la que todo marchaba bien y que, de no ser por ese cabrón desamaldo, todavía seguirían siendo una familia y no tendría que presenciar cómo sus hijos pasaban calamidades y penurias en aquel inhóspito sitio de mierda.
—Se han producido dos ataques. —dijo terminando de colocar las últimas latas— Uno en una urbanización, y el otro en una penitenciaría. —hizo una breve pausa levantándose del sitio y guardando las bolsas de plástico en uno de los cajones de la cocina— Han muerto tres Renegados y un policía y el cuarto Renegado ha conseguido escapar. Y luego, horas después, la emperatriz salió en televisión diciendo que solo querían una convivencia pacífica y que se estaban planteando activar no se qué cosa. —dijo con un ademán— algo militar, seguro. —terminó por suspirar negando— Como si el tema no estuviese ya suficientemente caldeado como para ir provocando más, ¿sabes? —preguntó al aire mientras cogía una taza de los armarios superiores de la cocina y la llenaba de agua hasta algo más de la mitad.
El baño, como el resto de estancias de la casa, se encontraba en un deplorable y destartalado estado. Tras abrir el armario situado sobre el lavabo, que emitió un chirriante sonido fruto del óxido, pudiste ver medio tubo de pasta dentífrica, un paquete de pequeñas vendas de amarillento aspecto, parte de un bote de aloe vera, que emitía un fuerte y amargo olor rancio, y algo de pomada cicatrizante, pomada que normalmente usabas sobre Asher cuando le salían escamas nuevas para evitar que se produjese alguna infección.
Miraste por el baño y no había mucha más variedad. Alguna toalla, algo de papel higiénico, compresas, esponjas, gel de baño, champú...
Si bien es cierto que vuestra situación, y vivir ahí abajo, era una putísima mierda. Contábais con ciertos artículos que, de ser sabido por otros mutantes, arrasarían con todo sin miramiento alguno.
Fawn echó un vistazo a lo que tenía en el armario del baño, pensando si algo le podría servir, mientras escuchaba lo que su madre contaba. Torció el gesto, no supo bien si porque no le convencía lo que tenía o por la noticia de que los ataques ocurridos.
Cogió el áloe vera, al cual le dio un par de vueltas en la mano, mirando el envase y buscando algo que pudiera decirle que eso servía. Abrió el bote, lo miró, lo olió y puso cara de asco apartándoselo de la cara. — Deberían haber muerto todos los policías. — Añadió a la conversación tajante. Cerró el bote de áloe y cogió la pomada cicatrizante. — Sí, ja, pacífica...Qué tía más hipócrita... — Escupió aquellas palabras mientras cerraba el armario del baño. Apagó la luz y cruzó el pasillo de vuelta a la cocina.
— No sabes cuánto me alegraría saber que, ¡Ups! ¡La emperatriz ha sido asesinada! — Dijo alzando ligeramente la voz al final de aquella frase, dándole énfasis y un toque teatral. — Esa mujer no hace más que empeorar las cosas cada vez que se pronuncia. Y sus estúpidos discursos... Debería despedir al que se los escribe... — Puso los ojos en blanco, exasperada.
Levantó los dos botes que traía en las manos. El áloe vera en una y la pomada en la otra. — Uno huele mal, el otro creo que no es lo que necesitas... — Se encogió de hombros e hizo una mueca bajando las comisuras de la boca, en un gesto de "It's something". — ¿Cuál prefieres? Ese ojo tiene mala pinta. ¿Qué te ha pasado, por cierto? — Esperaba que la respuesta fuera una vil mentira, pero quería ver que se le ocurría esta vez. La observó mientras llenaba un vaso de agua.
—Lo peor de todo es que esos policías, o al menos muchos de ellos, están ahí por sobrevivir dignamente. —explicó mientras echaba el agua en un cazo y encendía el fuego— Que no les excuso de sus acciones, ojo. Pero les entiendo. —añadió. Los entendía muy bien. De hecho, de haber nacido mutante, se habría registrado en el censo y le habría dado una vida digna a sus hijos. Aunque eso implicase vender su alma al Imperio y tener que matar a otros mutantes.
No pudo evitar sonreír ante el toque teatral de su hija— Si fuera tan sencillo... —suspiró negando mientras hacía una breve pausa— Estoy segura que esa mujer está tremendamente protegida. —dijo girándose cuando Fawn volvió a aparecer en la cocina.
Desvió su atención a los botes que le mostró, negando con el ceño fruncido y un gesto de asco— Ninguno. —añadió volviendo a girarse— La próxima vez intentaré traer medicinas. —aclaró bajando la voz al tiempo que asentía.
—El ojo. —añadió encogiéndose de hombros, terminando por suspirar— Las cosas que traigo a casa no salen gratis, cariño. —explicó, sabiendo que esa respuesta no satisfaría en absoluto a Fawn.