Luego de aquel instante único compartido con el amor de mi vida, sonrío cuando me regala un beso en el ombligo y al ver que abandona la cama, hago lo que me pide. No tengo idea de lo que está tramando, pero allí arrodillada sobre las sábanas cierro los ojos mientras espero lo que sea que Joe esté haciendo.
—Hm... No vale transportarse y dejarme sola.
Es lo que digo a modo de broma, a sabiendas de que no hará eso. Pero al menos para quitarle un poco el suspense que me genera y las ansias de saciar la curiosidad. Le debía muchísimo a este hombre, más de lo que se puede imaginar y soy feliz a su lado, pese a todo.
Ríe ante tu comentario.
—Nunca te dejaría sola. Y menos, así como estás de sugerente. —dice sonriendo— Ya puedes abrirlos.
Cuando abres los ojos ves una pequeña cajita aterciopelada de color azul marino, abierta, donde en su interior descansa un collar con la forma de dos nutrias cogidas de la mano.
—Somos nosotros. —explica— Una nutria escoge una pareja, y solo una, para el resto de su vida. Cuando duermen se cogen de las manos para que la corriente los lleve juntos al mismo sitio. —te mira con dulzura— los he grabado con nuestros nombres y la fecha en que nos conocimos. —añade encogiéndose de hombros con suavidad— Espero que te guste.
Mientras tanto el tiempo seguía avanzando, de manera inexorable, quedando poco más de una hora para ser llamados de nuevo.
Me encanta su respuesta, incluso sonrío allí con los ojos cerrados mientras estoy arrodillada en la cama esperando la sorpresa que tiene preparada Joe para mi. Una vez puedo abrir los ojos, me sorprendo al ver que se trata de un colgante con dos nutrias que están tomadas de la mano. La verdad es que emociona ver aquel regalo y se nota en mis gestos, lo feliz que soy en este instante.
Tras escuchar la explicación de porqué eran dos nutrias, lo miro a los ojos y sin decir nada aún le regalo un beso muy cariñoso, lleno de amor, de pasión y ternura. Una vez termina aquel instante tan dulce, le doy una respuesta que creo se merece y yo necesito decirla.
—Gracias mi amor—respondo sincera—. Nos representa, lo sabes y siempre supe que mi vida está destinada a ti. Te amo muchísimo Joe.
Ya inundada por la emoción, lo abrazo muy fuerte mientras le lleno de besos el rostro. Agradecida, feliz y muy enamorada, pensando que pese a todo, a las vueltas, a la vida misma que me ha tocado. Él es el único hombre que debería estar a mi lado.
Responde el beso con el mismo cariño y pasión, acariciando ambas mejillas de la joven de manera lenta y cuidadosa, mirándola con ternura.
—No hay porqué darlas. —dice sonriendo intentando restarle importancia— Te lo mereces todo, Sarah. E incluso todo, me parece poco. —dice guiñándote un ojo
—Yo también a ti, mi vida. —sonríe de nuevo al tiempo que te estrecha entre sus brazos con firmeza con la esperanza de volver eterno ese instante. Pese a todo, el tiempo seguía avanzando.
Y quisiera eternizar este momento sin necesidad de convertirlo en un recuerdo que estará por siempre en la memoria, sino como un presente que jamás cambia, que jamás muere. Por esa razón luego de aquel dulce beso compartido, continuamos con la conversación mientras le pido que me coloque aquel colgante tan bonito.
—Nos merecemos esto.
Más que escondernos, más que tener que amarnos desde las sombras. Nos merecemos una vida juntos, un lugar donde ser nosotros mismos sin necesidad de luchar contra un sistema que reniega de nosotros, que nos rechaza y nos hace daño. Sólo que para ello, falta y duele que falte tanto. Esto hace que el futuro sea ya una quimera.
—Ven que te coloco el tuyo... ¿Estás listo para todo lo que se viene, amor?
—Te lo mereces más que yo. —asiente sonriendo con suavidad mientras te coloca con cuidado el colgante, finalmente posando las manos sobre tus pechos.
Asiente a tus palabras agachándose un poco para facilitarte que puedas ponerle el colgante.
—Estoy listo y con muchas ganas. —hace una breve pausa— Cambiaremos el mundo, cariño. El mundo, y la vida de muchos mutantes. —dice llevando las manos a tus mejillas y dándote un suave beso.
Es entonces cuando suena por los altavoces el llamamiento del enlace. Era la hora.
—Es lo que más deseo, que podamos ser libres.
Todos los mutantes, no solo nosotros. Es momento de hacer la diferencia, de abrir los ojos y decirle al mundo que también existimos, que no todo es destrucción, caos. Pero como existe el mal juicio, el error persistente de pensar que todos somos iguales, es un hueso duro de roer. Uno que al fin de cuentas no deja de inquietarme, pero el positivismo de Joe y la necesidad misma de que todo salga bien, es lo que impera. Lo necesito, lo deseo.
—Vamos mi amor, a por ellos.
Y ya sin más que decir, un tanto nerviosa por todo lo que puede suceder me levanto de la cama para ir al baño y darme una ducha muy rápida. Luego me coloco el traje verde y estoy lista para lo que se viene.
Joe se mete a la ducha contigo, ayudándote a ducharte y disfrutando del último momento juntos antes de comenzar la misión.
Después de la ducha os dirigís a la sala de reuniones donde Enlace, Markus y Odëssa os esperaban.
—Bien. Ya estáis todos. —dice el Enlace sacando cuatro pistolas de medio tamaño y dejándolas sobre la mesa— Os recomiendo coger una. Siempre pueden salvaros la vida en algún momento. —a continuación saca unas llaves de coche y las deja junto a las pistolas— Recordad. Iréis al coche. Esperaréis en el parking de la penitenciaría hasta las 19:15. Ni un minuto antes, ni un minuto después —hace especial hincapié en ello.
—Tomaréis en primer lugar la torre de control, dejaréis fuera de juego a cualquier guardia que encontréis y bajaréis hasta el segundo subnivel. —alterna la mirada entre todos vosotros mientras habla— Una vez allí buscaréis la celda 48 y Andrómeda utilizará sus poderes para hacer que el recluso Prince Goodman hable sobre el proyecto "Frost". —hace una pausa— Una vez la información esté en vuestro poder salís de allí lo más rápido posible y volvéis aquí. ¿Alguna duda de última hora? —pregunta.
Ya estamos reunidos allí para ultimar detalles y la verdad ya comienzo a sentir la adrenalina, los nervios por lo que está por suceder e intento que no se apropien de mi. Una vez cojo una de las armas, desvío la mirada hacia Joe un tanto preocupada mientras escucho lo que tienen para decir.
—Está bien, así será.
No sé que más decir cuando la situación es tan compleja y sé que un mínimo cambio, puede torcerse completamente aunque confío en las habilidades de mi novio y de mis compañeros. La verdad es que tengo mis dudas, pero no quiero que esto sea un motivo para que el plan no funcione. Haré todo como me han indicado.
—Ya estoy lista.
Joe se mantiene con una suave sonrisa en el rostro, confiado, prestando atención a las palabras del enlace.
—Yo no cogeré ningún arma. —niega— Ya me las apañaré. —dice encogiéndose de hombros— haré lo necesario para cambiar el destino de nuestra especie, sí. Pero no quiero tener las manos manchadas de sangre, la verdad. Al menos no mientras pueda evitarlo. —afirma.
Ni Enlace, ni Odëssa ni Mark dijeron nada ante las palabras de Joe, simplemente, se miraron entre sí.
—Yo cogeré la otra entonces. —afirmó Odëssa cogiendo la pistola que Joe rechazó— me van a faltar balas seguro. —añadió.
Una vez todos preparados Joe se adelantó un paso y os ofreció las manos.
—Preparados para el salto, chicos. ¡Vamos allá! —dice con júbilo esperando a que todos mantengan contacto con él para hacer el salto.
La ideología de Joe es algo que admiro, que respeto y a veces puedo compartir, sólo que en esta situación no es viable. Por ello siento miedo, muchísimo miedo de lo que pueda pasar ante ese pensamiento. Lo bueno es que Odëssa al menos coge la que mi novio se niega y tras saber que ya no hay vuelta atrás porque vamos a ello, a cumplir con esto.
Sujeto la mano de mi chico y cierro los ojos, siempre me había gustado su poder, incluso era algo que me divierte en la mayoría de las ocasiones. Pero ahora, estoy nerviosa y por ello le aprieto con fuerza, sonriendo un poco para darle esperanza y espero que pase lo que pase, termine rápido.
—A por ello, te amo Joe.
Joe te guiña un ojo, sonriente y visiblemente seguro de sí mismo. Tras un fugaz parpadeo os encontráis en un callejón junto a un Pontiac Firebird del 78' de color oscuro.
—Yo también a ti, mi amor. —dice acariciando tu mano con la suya.
Mientras tanto Markus abre la puerta del conductor del vehículo y Odëssa la del copiloto, dejando que paséis tanto tú como Joe atrás, sentándose.
Markus arranca el motor, inundando el callejón con el rugido de este, acelerando para salir de allí rumbo a la penitenciaría de New Stone.
Y aparecemos allí, tras aquellas palabras de amor mientras tengo el corazón en vilo por el simple hecho de la misión en si y por ello tras aparecer en la calle junto al auto. No dudo en subir al coche en la parte trasera al lado de Joe mientras le cojo la mano y tras un intercambio visual, muerdo mi labio inferior muy nerviosa.
No sé cuánto dura el viaje, pero no quiero que sea demasiado largo así no pienso bastante en lo que debo hacer y actuó por instinto. Es lo mejor si. Por ello, en total silencio, espero a que pongan el auto en marcha y vayamos a la prisión de una vez por todas.
Ya al escuchar el ruido del motor, aprieto con fuerza la mano de mi novio y desvío la mirada hacia la carretera, no hay más nada que perder.
Te responde el apretón de mano, con suavidad, acariciando con su pulgar el dorso de tu mano en un intento por hacer que te relajes.
El camino transcurre en un casi total y pleno silencio, tan solo roto por el ruido del motor, la suave vibración procedente de los cristales o el cambio de marchas, hasta ver a lo lejos vuestro destino: la Penitenciaría de New Stone.
—¿Soy el único que está nervioso? —pregunta en general con una tímida sonrisa, intentando romper la tensión del ambiente.
Me mantuve durante todo el rato en silencio, nerviosa de por sí al saber que cada vez estamos más cerca de iniciar la misión y todo lo que ello implica. Por ello es que estoy absorta en un montón de pensamientos, creyendo que de esta forma puedo lidiar mejor con lo que estoy viviendo y para colmo la pregunta de Joe desata más nervios en mi de lo que soy capaz de contener.
—No eres el único, pero podemos con esto.
¿Realmente me lo creo? Sé que no, pero es mejor ser positivo y pensar que esto va a salir bien.
Finalmente llegáis a la Penitenciaría. Markus aparcó en una plaza habilitada para visitantes, a media distancia frente a la torre de control, observando la hora.
—Las 19:00 —informó mirando primero a Odëssa y luego a vosotros dos mediante el retrovisor central— en quince minutos saltamos. —añadió.
Odëssa, tras las palabras de Markus, desenfundó ambas pistolas y las amartilló, alojando una bala en la recámara de estas. Se la veía tensa, no tensa de nerviosismo, si no tensa de excitación. Estaba deseando que todo empezara para dejar correr toda la rabia y el rencor acumulado con el paso de los años.
Joe, por el contrario, miró el gesto de Odëssa con cierto grado de tristeza, negando con suavidad. Para él, una vida seguía siendo una vida. Le daba igual que fuese mutante, humano o de animal. La vida era algo sagrado que debía protegerse a toda costa.
Cogió aire y lo soltó lentamente, dejando salir un fugaz y nostálgico suspiro, desviando su atención primero hacia Sarah, dedicándole una tierna sonrisa y acariciando su mejilla con la mano y su labio inferior con el pulgar, y luego hacia la torre de control.
Ya estamos allí y la sensación no ha cambiado para nada, así que intento respirar muy profundo y controlar mis nervios. De repente Joe se acerca, nos miramos y su caricia alivia mi corazón que ahora late con ímpetu, lleno de tensión. Pero no puedo ser débil, así que reflejando una mirada llena de determinación que en si no suelo tener, lo miro a los ojos y asiento.
—Te amo.
Nos toca dar el salto, ir al punto de inicio y ya cerrando los ojos sé que en nada lo haremos. No puedo pensar en nada más, solo quiero terminar ya. Cómo sea, esto debe ser rápido y salir bien. No quiero perder más tiempo, la agonía de la incertidumbre es fatal.
—Yo también a ti. —susurró débilmente dedicándote una tierna sonrisa acompañada de un guiño.
Joe era el tipo de persona que, incluso en circunstancias tan peligrosas como a las que os íbais a enfrentar de un momento a otro, inspiraba una plena y total confianza. Todo iba a salir según lo previsto. En poco más de una hora estaríais todos en casa, celebrando el éxito de la misión.
El reloj, finalmente, dio paso a la tan esperada hora: las 19:1 5.
Joe adelantó las manos, para que todos estuvierais en contacto con él, y "saltaseis".
Era la hora.