Partida Rol por web

Livia da tres pasos más, tan solo tres y finalmente tiene que dejar caer el palum, al menos consigue no caerse ella con el enorme madero. Sus rodillas y codos habían empezado a temblar y ante la posibilidad de hacerse daño, la romana termina por posar un extremo en el suelo y jadea, resoplando con fuerza. De fondo se oía el restallar del látigo y no podía evitar cerrar los ojos cada vez que éste cortaba el aire:

-Dime Brinda...alguna vez...¿alguna vez dejas de sentirlo? - dice la romana con la vista fija en la arena- El recuerdo de la mordida del látigo...¿alguna vez se olvida?- pregunta, por si había sido demasiado ambigua en su primera vez.

Miró a Livia con calma y después a Brinda.

- Livia, ve a beber agua y refrescarte un poco. recupera el aliento y después sigues... - Tras eso miró a Brinda - Brinda, ¿puedes acompañarla? Yo me quedo con Alina. 

Afirmo a Soenya dejando despacio el palum en el suelo. Luego igual sigo con él, pero para ir a refrescarnos no creo que deba llevarlo. Mientras caminamos hacia allí, respondo a Livia.

Nunca se olvida, pero te acostumbras a él. Aunque sí que es cierto que cambia tu actitud desde la primera vez que recibes su caricia, porque para evitarla de nuevo harás cualquier cosa. Como colaborar con aquellos que son tus carceleros. Con aquellos que pueden decidir si vives o si mueres, o si recibes más latigazos. Ese creo que es el principal motivo por el que muchos esclavos egipcios no se levantan contra ellos. Porque eso no es nada comparado con lo que hacían. Yo tuve suerte porque tenían miedo de estropear una mercancía bonita.

Alina intentaba mantenerse seria mientras se esforzaba por imitar los extraños movimientos de Soenya. No dudaba de que fueran beneficiosos para fortalecer las piernas, pero le hacía gracia tener que dar esos saltos tan raros.

Unos guardias aparecieron, arrastrando a dos personas y las ataron a unas cruces de madera. Todas detuvieron su entrenamiento para observar la extraña situación.

Soenya y Livia fueron a hablar con los guardias, con la intención de detener el castigo, pero los azotes comenzaron igualmente.

Alina apartó la mirada horrorizada, mientras se tocaba los labios con las puntas de los dedos en un mohín de dolor ajeno.

Sabía que su padre azotaba a los esclavos díscolos, pero nunca lo había hecho frente a ella. La sola idea de algo así, le daba nauseas.

Por suerte Soenya la distrajo al proponerle volver a los ejercicios. Alina asintió nerviosamente y prosiguió con los saltos que le había enseñado, intentando despejar su mente del horrendo espectáculo.

Antes que Soenya se fuera el jefe de guardias se acerco un poco a ella susurrando algo en su oido. Entonces a vanzado donde estaban las otras.

"Quedense ahi. Ya tomaran luego de la leccion. Su lider ha dicho algo muy cierto estoy puede ser un buen momento para que aprendan una leccion." dice y les hace un gesto para que vse dirijan donde estaban las columnas ahora con el gladiador siendo castigado.

"Es verdad lo que dice la africana respecto al latigo, aunque hay veces que los esclavos con el ejemplo entienden sino con algunas palabras apropiadas." dice este mirando a la germana.

El castigo continua y el gladiador lo aguanta mejor que el guardia pero su piel sigue siendo humana y las heridas que se producen no son lindas para nadie de los presentes. Aunque sin duda los guardias no dudan tanto como lo hacian con su compañero.

El susuro fue claro. "Si este no te apena, buscare otro. Alguno de los esclavos de tu tribu. Algun niño o niña." te dijo y pensaste en tu hermanito. 

No le gustaba, claro que no le gustaba pero, desgraciadamente, aquel hombre tenía más poder que cualquiera de ellas y eso, esperaba, la romana también lo sabría... 

Cuando el romano se acercó a susurrarle algo al oído todas pudieron ver como la germana apretaba sus puños con fuerza, mordiéndose también los labios en una clara expresión de ira contenida.

Asintió a las palabras, respiró y se dirigió a sus compañeras.

- Gladiadoras, deteneros.

Las miró a las tres con calma, especialmente a Livia.

- Livia, tenemos una orden de un líder romano. Aunque no estés de acuerdo con lo que hace, debemos seguir sus indicaciones salvo que la Domina o el Domine digan lo contrario, ¿verdad? Así pues, dejar lo que estéis haciendo y venir aquí.

Livia iba responder algo a Brinda pero sus palabras murieron en su garganta antes de cobrar forma. Las palabras de Soenya la dejaron con la mirada petrificada y la piel fria como la de un busto. 

La romana clava su mirada en la de la germana mientras camina sobre sus pasos yendo a donde le indica. En su mirada había una rabia importante, puede que no tanta como en la germana o más bien, era de otra clase.

espero que sepas lo que haces...piensa para si la gladiadora como si algún dios mensajero fuera a llevar sus pensamientos a la mente de la rubia.

Miles de respuestas mordaces se venían a su boca pero tuvo que acallar todas ellas porque no iba a meter en un lío a su líder y porque ello no le iba a llevar a la consecución de sus objetivos. Así que opta por callar y obedecer. Por ahora.

Lanzo un suspiro y acompaño a Livia, haciendo las palabras del jefe de los guardias. Por detrás de la espalda intento dar un golpecito o tomar la mano de la romana para que comprenda que no está sola, y que en cierto modo puedo comprender su rabia.

Me quedo viendo el castigo sin inmutarme, ver a un hombre recibir latigazos hasta que muere y aún después hasta que se puede ver el hueso en su espalda no sería una novedad para mí, y no creo que vayan a llegar a tanto. Así que tampoco es algo tan intenso para mí.

Más bien lanzo alguna mirada de reojo a Alina, preocupada por cómo lo tomará ella.

Herius parecio complacido con las palabras de la germana. "Bien dicho. Tienes que mostrar tu liderazgo con ella, aunque no les guste." te dice como consejo, sin importar que lo pidieras o no.

Luego vio a las demas mujeres que se iban formando. Dando con la romana que mostraba su ira, pero siguio mirandola dandoles la vuelta y colocandose por detras de ellas. Hasta ponerse detras de Livia y con su mano se acerco rapido a su espalda.

En cualquier otro su toque habria traido molestias pero cuando sus dedos se clavaron en la espalda de ella sintio un dolor ya que el jefe de guardias apunto sin falla a sus heridas. "Se ve que te estas recuperando bien." dijo con un tono neutro. "Mejor cambia tu rostro porque aun no te sanas del todo y puedo plantar mas columnas para otra mas." dijo acentuando sus palabras con sus dedos metiendose mas en la piel y heridas de Livia.

"No estas cumpliendo bien tu funcion lider." dice este ya a la germana. "Tus compañeras parecen rebeldes, que no te respetan. Las estas malcriando lo cual no me extraña." dice este acercandose a ella y señalando al guardia. "Ese guardia recibio eso por faltarme el respeto y un buen lider debe comandar respeto con sus subornidados."

La romana se mantiene firme como una roca cuando Herius se pone detrás de ella. Esperaba casi cualquier cosa, que la insultara, que le arrimara su polla...cualquier cosa hubiera sido soportable pero lo que no esperaba Livia era ese dolor penetrante como una daga entrando en sus heridas más profundas. El jefe de la guardia sabía cómo causar dolor y lo estaba demostrando, clavando sus dedos en la carne aún tierna.

Durante unos pocos segundos el orgullo mantuvo a Livia erguida y con los dientes apretados para evitar gritar pero eso no duró pues al final su mandíbula se abrió y exhaló un grito contenido, con los puños apretados y la cara elevada al cielo, todas pudieron ver como dos silenciosas lágrimas caían por sus mejillas, fruto del dolor y la rabia. Pero se mantuvo de pie aun con el rostro contraído, aunque si expresión ya no mostraba ira, tal y como quería el jefe de la guardia; ahora sólo había dolor y una imperturbable concentración, como si la romana buscara evadirse del dolor para no caer al suelo. De su espalda brotaba un fino hilo de sangre.

Miró de reojo y sin fiarse absolutamente nada de aquel hombre, dando un paso atrás cuando lo vio moverse por detrás de sus hermanas y compañeras. 

El gesto para con Livia no le sorprendió, pues desgraciadamente conocía demasiado bien a aquel demonio. Quienes miraran a la germana podrían ver como apretaba sus puños con fuerza, mordiendo también sus labios para evitar lanzarse sobre aquel hombre, pues si lo hacía perjudicaría a sus compañeras. 

- Gracias por la lección Jefe Herius... Aún así no está entre mis funciones dañar a ninguna de las gladiadoras del ludus, porque eso no les gustaría a nuestro dómine y a nuestra domina, pues somos de su propiedad y una esclava no puede dañar la propiedad de su dómine sin una orden expresa de éste... Como puede ver, Livia aún no ha sanado del todo y aumentar sus heridas aumenta también el coste para el ludus al tener que seguir en tratamiento y no poder mostrar espectáculo a quienes lo requieran...

Miró al guardia y al gladiador.

- Veo sus formas y las agradezco, aún así sigo recibiendo órdenes de nuestros dómines y debo seguir las indicaciones e instrucciones que ellos me facilitaron.

Aún a pesar de sus palabras, podía notarse que la germana estaba realizando todo un ejercicio de voluntad. 

Observo lo que hace el jefe de guardias sin inmutarme. Lo cierto es que he visto cosas peores, como echar sal o incluso polvo picante en las heridas. Pero eso no quita para que esto haya sido totalmente gratuito e innecesario.

Una vez el guardia se aleja, busco alargar la mano hasta la de Livia para apretarla e intentarle transmitir fuerza y que yo al menos estoy con ella. Aunque las palabras de Soenya me dejan ver que no soy la única que piensa así.

Alina se quedó tiesa, con la vista clavada al frente, cuando el jefe de los guardias se les acercó y comenzó a inspeccionarlas. Lo último que deseaba era terminar como los desgraciados de las cruces. Tembló ligeramente cuando el hombre pasó detrás de ella y suspiró aliviada cuando notó que no se detuvo. 

Dio un respingo y se quedó pálida cuando escuchó el grito de Livia. Tragó saliva y no pudo evitar echar una mirada de reojo a la romana. Se le hizo un nudo en la garganta y se esforzó en volver a mirar al frente. Tragó saliva y la angustia se reflejó en su rostro.

Finalmente los amos mostraban su verdadera y cruel cara. Alina se preguntó si sería capaz de soportarlo. Si mujeres como sus compañeras podían ser quebradas, ¿Qué le quedaba a ella? 

El grito de livia le evito mucho mas dolor, ya que ni bien lo sintio saco sus dedos dela espalda dela esclava romana. Asintiendo levemente conforme.

"No haz entendido bien tus funciones entonces. Tu labor es tenerlas ordenadas y si estas solo entienden con violencia entonces es lo que haras." decia y sentiste su mano en tu hombro junto con algo mas liquido, con solo mirar notaste que te habia dejado una marcar roja en el hombre que era la sangre de livia. 

"El coste de todas ustedes para el ludus es uno que empieza ni bien las alimentan o bañan, ahi ya empiezan a valer demasiado. La unica forma de compensar eso es que todas ustedes demuestren estar en forma y ganar peleas. Un dormitor si desea bajar costos las vendera o matara, ni se les ocurra pensar que lo que dijo esta barbara se acerca a la realidad." comento el hombre corrigiendola y si podia dandoles mas temor.

Se volvio a mover esta vez yendo con la negra y golpeando su brazo que habia alargado para tocar a Livia. "Mejor no hagas eso. Que nadie dice que su futuro sera todas juntas, ya se tendran que enfrentar entre ustedes o matar a la mas debil." comento volviendo a mirarlas a todas.

"Soenya preguntales a las demas si tienen armas en sus celdas." te ordeno, viendo como reaccionabas.

Sus dientes se apretaban con más fuerza, así como sus puños hasta el punto de que un hilo de sangre comenzaba a distinguirse en la palma de sus manos.

- Mientras nuestros domines no me corrijan, continuaré como hasta ahora...

Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir su tacto, y aquellos amargos y violentos recuerdos acudieron a su mente, provocando que cerrara los ojos y respirara para encontrar de nuevo la calma.

Abrió los ojos, asintió y se giró hacia ellas.

- ¿Alguna tenéis armas en vuestras celdas? ¿Escondidas o como parte de algún altar? Si es así, entregarlas. Por el bien de todas...

Susurró la última frase, quizás más para ella misma que para el resto.

La romana logra serenarse y vuelve a abrir los ojos, fijos en el suelo quizás para ocultar el brillo de loca rabia que pugnaba por clavarse en el jefe de los guardias. Y el daño que le había hecho no era lo peor...no eso era una tontería...lo peor era su actitud, ¿de verdad estaba capacitado para hacer lo que quisiera con ellas? Eso no podía ser...no era posible que las hubieran dejado en manos de aquel monstruo. Pero hora no importaba, ya llegaría el tiempo de las explicaciones y del orgullo...ahora estaban a su merced y pasara lo que pasara lo mejor era agachar la cabeza ahora para no perderla.

El gesto de Brinda hace que Livia gire un poco la cabeza en su dirección, hace un gesto de negación como para que se aparte y recoge su mano antes de que la esclava negra llegue a tocarla pero aun así el jefe de la guardia es rápido y Brinda recibe un severo golpe. La romana resopla despacio y alza la cabeza conteniendo su ira, trata de poner un gesto neutral y tranquilo.

Piensa en la pregunta que le hacen, ella no tiene ningún arma...pero con este bastardo nunca se sabía, si el quería podía estar colocando armas ahora mismo bajo sus camas para hacer lo que quisiera con ellas. Y sobre los altares...

-En mi altar de Marte hay una varilla de un palmo de larga y fina como la caña de una pluma, representa la lanza del dios de la guerra. No creo que sea un arma, pero no voy a poner a nadie en peligro por lo que yo crea. Si puede ser un peligro la quitaré.- responde la romana mordiéndose el labio inferior.

Por mi parte todavía no tengo altar, y tampoco tengo demasiadas posesiones. No creo que ninguna pueda ser considerada como un arma, así que diría que no.

En realidad prácticamente lo único que tengo es la ropa que llevo puesta y algunos abalorios, así que algo de eso es difícil que pueda ser considerado como un arma. Pero vete a saber.

Alina negó con la cabeza vehementemente a la pregunta de Soenya, aunque suponía que era más que obvio que ella no ocultaba ningún arma.

—No tener armas, no.

Temblaba visiblemente y no se atrevía a mirar más que a un punto frente a ella. Pero lo que veía en la periferia de su visión y sobre todo lo que escuchaba de boca del guardia no hacía más que ponerla cada vez más nerviosa.

¿Realmente iban a pelear entre ellas? En ese caso no tendría la menor oportunidad contra estas guerreras.