Partida Rol por web

La reina Anora camina con una sonrisa tímida y un paso ligero por las escaleras. Es digna de un cuento. Su rostro rubio está sacudido por un cierto aire sombrío, de tristeza, cansancio o quizás la dureza de su cargo... Pero su vestido, su porte, su belleza, atraen la atención.

Cuando la reina llega casi al final, se detiene y tras carraspear un momento, habla hacia su público.

- Bienvenidos - dice, sin más. Su voz es dulce y agradable, y continúa con un saludo protocolario -. A aquellos que me conocen, y a aquellos que me desean conocer, yo os saludo. Por el momento, reuníos, charlad, y celebrad... Pronto me dirigiré hacia vosotros para hacer varios anuncios, pero por el momento, relajaos. 

Y tras esa breve introdución, Anora termina su descenso hasta el gentío, deteniéndose a hablar con un grupo de nobles que se encontraba cerca de las escaleras. De nuevo, los grupos se forman por la sala.

No veis a Syraan por ningún lado, aunque quizás pudierais echando un ojo alrededor. Veis a algunos de los nobles con los que habéis tratado y otras figuras que Kara podría reconocer, aparte de a la Reina, que charla con un par de nobles... Y a vuestra madre, no muy lejos de vosotros.

¿No sabrás qué quiere anunciar la Reina? He oido algo de unos juegos, pero no se más.

- No tengo ni idea - confiesa el hombre. Parece algo despistado, mientras observais la escena a vuestro alrededor.

Cuando termina el breve saludo de la reina, Elarik parece caminar hacia una pared alejada un poco del gentío. Se apoya allí, y suspira.

- Estos lugares me traen recuerdos pésimos - afirma, con cierta "palidez" en su rostro azul-. Creo que seré un pobre acompañante, Syraan... Aunque entiendo que me estás vigilando, ¿no es así? - pregunta con una sonrisa entre divertida y visiblemente turbada por la situación-. No tengo pensado hacer nada más que estar aquí, la verdad. Creo que malgastas tu tiempo, aunque como te he dicho, eres bienvenida.

Allí estaba, detrás de todo el gentió y del equipo de seguridad apareció de forma estelar como solo ella sabia hacer. Todas las miradas se centraron en el descenso de las escalinatas. Kara miró a su madre, lanzandole una mirada de complicidad ante lo que estaba apunto de suceder.

Pero el motivo de aquella reunión parecía que debería esperar, la reina quería tomarse su tiempo y sin duda crear aun más expectación hacía el anuncio que quería hacer. Una sensación extraña recorrio el cuerpo de Kara, algo le decía que no serían buenas noticias.

La noble miró entre el gentio, intentando encontrar a Syraan guiandose por su propia intuición al fin creyo verla.

Sin haber llegado a recibir respuesta alguna a través del interfono, Nihal y Kara se adentraron en el palacio. La joven d’Asdria escuchó las explicaciones que él dio sobre lo que había sentido, pero no hizo ningún comentario al respecto. Tal vez no supiera qué decir, o tal vez prefería guardarse sus opiniones. Fuese cual fuese la razón, lo cierto es que Kara se mantuvo en silencio mientras entraban al interior del palacio, a la enorme sala sostenida por unas columnas cristalinas tal altas que no parecían hechas por la mano de un ser consciente, sino nacidas de un sueño.

Y como si se hiciera eco de sus propios pensamientos, ella apareció. La mujer que, en sus pensamientos, podría llegar a ser el centro de lo que estaba por suceder. La joven, la Reina. Anora d’Erea. La observó, hechizado. En un primer momento, por su porte y por el aura de nobleza que la rodeaba. Y después… la observó buscando algo más. El entender quién era la persona que se escondía detrás de la máscara de la corona. El descubrir de dónde procedía la sombra que cruzaba sus ojos.

Así se mantuvo, durante unos segundos que parecieron eras, hasta que la multitud comenzó a moverse de nuevo y alguien bloqueó su contacto visual. Fue entonces cuando observó que Kara parecía estar buscando algo entre la multitud. Y, como si hubieran pensado a la vez, los dos jóvenes d’Asdria la encontraron en el mismo momento.

-Vamos a recoger a Syraan. –Dijo en voz baja Nihal a su hermana. –Y luego… querría acercarme a Anora. ¿Crees que es posible? ¿O no me dejarán hacerlo?

Mientras se ponían en marcha, lanzó una última mirada a la joven reina, con inquietud. Era consciente de que Godot tenía razón, no debía dejarse llevar por sus impulsos y sospechas de futuro. Pero a pesar de eso, era consciente de que lo que había sentido era una consciencia. Había querido dar por hecho que se trataba de la reliquia, pero no tenía forma de saberlo. Una madre asesinada. Una corte de conspiraciones. Y él sabía bien cuán seductores eran los susurros que hablaban de poder y de venganza.

De un rápido vistazo, ambos localizáis a Syraan no muy lejos de donde os encontráis, charlando con ... El hombre de rostro azul. Desde aquí, Kara reconoce de inmediato a uno de los hombres de la Orden Gris que os atacó en Iodarka.

Sin embargo, la actitud de ambos es bastante relajada. El hombre ahora se apoya contra la pared del palacio y parece algo turbado, como si no se encontrase bien. No notáis ninguna acritud o intención de atacar en ese momento.

¿Ya tuteas a la reina? dijo Kara mientras levantaba una queja No creo que sea buena idea buscarnos más problemas por el momento, la política y sus protocolos son complejos y eres demasiado espontáneo me temo

La noble se puso de puntillas al creer ver algo para confirmar lo que sus ojos le indicaban

Es Syraan, esta hablando con el hombre azul... y no parecen discutir, será mejor que vayamos con ella. Allí hay uno de los que nos atacaron.

Por fin aparecía la Reina y en parte la hacía empequeñecer. Sus padres les distrajeron con historias de lugares lejanos, daba por hecho que inventados, de palacios, reyes y reinas. Nunca se hubiera imaginado que uno de sus primeros destinos al salir de Iodarka fuera un lugar así. Se resistió a buscar a Kara y a su hermano con la mirada, seguramente tampoco lo necesitaría, la piel de Elarik y la suya propia seguramente les hacía destacar entre la multitud.

-Sinceramente creo que hago más bien estando contigo que acompañando a mi hermano en su acto de presentación en sociedad. Posiblemente solo lo arruine. -Sonrió. -Y no es malo conocer otra perspectiva de este lugar, reconozco que este lugar puede ser embelesador, así que prefiero que alguien me mantenga alerta. -Como suponía antes de llegar cada vez pensaba más que uno de los anuncios de la Reina podía involucrar a los grises, en cualquier caso ella seguiría con su parte.

-¿Puedo preguntar, al menos por la versión reducida al mínimo, de por qué un lugar así trae malos recuerdos? Siento que solo puedo contarte sobre biología de Iodarka. -Por su parte trataría de ser cordial, porque no mintió, no quería venganza solo evitar sufrimiento en un futuro.

La mano de Nihal se cerró con una inesperada fuerza sobre la muñeca de Kara cuando ésta iba a dirigirse hacia Syraan y el hombre de pelo azul, sujetándola para que no avanzara. Cuando se dio la vuelta para ver a su hermano, el rostro del joven estaba pálido de nuevo, como si hubiera visto un fantasma.

-¿Ese hombre… es… es el aprendiz de los Grises? –Dentro de la mente del joven, el sueño se repetía una y otra vez. El momento. La visión. La lluvia que lo empapaba todo. El sable de energía atravesando el pecho indefenso. Las palabras salían lentas de los labios de Nihal, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por contenerse. -¿Estás segura, Kara? Si lo es… si lo es… fue él quien mató a mi madre. Él mató a Kai. Le atravesó el corazón con su espada. Lo he visto…

La mano que la sujetaba seguía apretando como una prensa de acero. En esa fuerza había rabia, había ira, había emociones desatadas que amenazaban con volverse aún más oscuras… pero también había algo más. Una vibración, un temblor, apenas perceptible, pero a través de ese temblor pudo vislumbrar la lucha que tenía lugar en el interior del muchacho. Entre lo que deseaba y lo que quería, entre lo que era y podía ser, entre la serenidad y el odio.

Nihal la apretaba a ella sin que pareciera darse cuenta hasta causarle verdadero dolor pero, de algún modo, Kara supo que se trataba de la única forma que había encontrado de sujetarse a sí mismo.

No hay luz. No hay oscuridad. Sólo la Fuerza.

Qué sencillas parecían esas palabras en los labios de Godot. Qué fáciles, cuando el asesino de una madre conversaba, tranquilo, frente a ellos. Cuando un susurro en su interior parecía mostrarle lo que se merecía ese hombre. Con tan sólo abrirse a su poder. A la sombra que había sentido en el palacio. ¿No era acaso justicia?

-Kara… -Dijo, y su voz fue sólo un susurro ronco. –Ayuda....

Tal vez no lo entendiera. Syraan lo hubiera entendido. Pero Syraan estaba a un mundo de distancia en ese momento.

Mientras Nihal se detiene, observáis como el hombre de rostro azul parece volverse y sonreír hacia Syraan mientras le habla.

Nihal empezaba a preocupar seriamente a Kara, parecía fuera de si como si alguien estuviera intentando poseerle o si no fuera capaz de afrontar tango golpe sentimiental en los últimos días.

Kara le tomo la mano intentando que la sintiera como un ancla a la realidad en la que se encontraban.

Se que es dificil, pero tenemos que actuar con inteligencia. LLegará el momento de la venganza pero no ahora, no puedes dejarte llevar por la ira o el desaliento... eso te hace debil y sin duda necesitaremos el máximo de cada uno.

El hombre de azul continuada conversando con Syraan, Kara prefirio no acercarse por el momento ya que la situación no parecía peligrosa... le daba miedo la reacción de un descontrolado Nihal que pudiera echar todo a perder.

Syraan esta bien, esperemos a que acabe

¿Puedo preguntar, al menos por la versión reducida al mínimo, de por qué un lugar así trae malos recuerdos? Siento que solo puedo contarte sobre biología de Iodarka. 

Elarik amaga una sonrisa.

- Cuando apenas era un crío, el Imperio me capturó. Me entrenaron como Inquisidor... Durante años serví a sus propósitos, sumido en algo muy dificil de entender. Vi muchas fiestas como estas, muchos palacios... En todos serví al Imperio: puse fin a las fiestas, a las melodías, a la paz. 

Toma aire, bebiendo el vaso con cuidado.

- Por suerte he tenido una segunda oportunidad - confiesa -. Pero esto evoca muchos malos recuerdos.

Nihal sintió la mano de Kara sobre la suya propia, y de algún modo el gesto, aunque no tenía la misma fuerza emocional, fue suficiente como para darle un ligero respiro en la tormenta que parecía querer desatarse en su interior. Sus palabras, prácticas y directas, también ayudaron a hacer que sus pensamientos regresaran a la realidad más prosaica. Kara hablaba de política y oportunidades, de planes e inteligencia. Y eso, de alguna forma, era exactamente lo contrario a lo que el joven d'Asdria sentía.

Así que tomó aire, suspirando lentamente, sintiendo cómo el rugido de su alma amainaba hasta convertirse en un sordo rumor, sin llegar a extinguirse, pero dejando espacio para él mismo. Asintió a lo que decía Kara. Tenía razón. Era mejor que no interviniera... aún.

-Esperemos, sí... -Contestó, y su voz había recuperado gran parte de su naturalidad. -Pero... ¿crees que ella estará bien? Puede que esté intentando engañarla... o sacarle información. Si Syraan no lo reconoce...

Al hablar de lo que hacía para el imperio tuvo que morderse la lengua, casi literalmente, para no soltar algún comentario ácido. Porque para Syraan no había cambiado tanto como decía, a pesar de haber dejado de ser inquisidor aun cazaba Jedis.

-Pensaba que las fiestas te hacían algo a tí, no tu a ellas. -Se permitió bromear, con una ligera sonrisa. -Hay una parte de mi que cree que quieres cambiar para bien, así que a pesar de mi poco conocimiento de cómo era el Imperio y lo que hacías para ellos, déjame pedirte algo. Revisa si con los que trabajas ahora no están haciendo lo mismo que el Imperio. Quizás de otra forma, en apareciencia más tranquila o pacífica, pero con un resultado igual. -Una parte de ella quería gritar y seguir con comentario más mordáz que pudiera, pero se había prometido que objetivo era evitar que lo que le ocurriera a ella ocurriera de nuevo, pensó que quizás por una vez las palabras bastaran.

Elarik suspira. Mira al techo un momento.

- Syraan ... Lamento decirte esto, pero sé para quien trabajo: eres tú quien no lo sabes - te dice, sin mirarte, con una cierta... pena, que crees que es hacia ti-. ¿Sabes quien atacó sin mediar palabra en tu planeta? ¿Quien casi mata a una pobre chica, la cual, por cierto, había parlamentado con tu hermano evitando el conflicto? Tu madre. Tu madre atacó a mi maestro, que intentó una, y otra, y otra vez evitar acabar con ella. Pero ella se negaba. Tu crees que tu madre tenía razón, pero te equivocas. Lo que ella tenía lo robó. No le pertenecía. Tu madre estaba perdida. Obsesionada por una misión que no le competía, defendiendo a una Orden que fracasó en su misión mucho tiempo ha. 

Cuando baja la mirada, hay seriedad y tranquilidad.

- No sabes que son los jedis. No sabes nada de lo que buscas excepto que estás convencida de tus ideas con la firmeza de una radical, y cuestionas las mías sin plantearte si quiera nada. Ya te he dicho que no tengo nada en tu contra, pero no te equivoques: no dudo de mi propósito.

A vuestro alrededor, la gente sigue conversando. Veis pasar a algunos de los nobles que conversaron con vosotros antes, pero de momento, os ignoran. Vuestra madre no está muy lejos, conversando con gente que no reconoceis, y el embajador imperial ha reunido un nuevo y mayor grupo de individuos a su alrededor.

También veis a la reina, charlando de forma distendida.

La conversación de Syraan parecía alargarme más de la cuenta, Kara tenía curiosidad por saber que es lo que estaban hablando pero el estado de Nihal le hacía ser pruedente pues un nuevo incidente que acaparara la atención de la sala no era lo que ahora mismo les hacía falta.

La reina hablaba de forma distendida con unos y con otros, quizá preparando el terreno sobre lo que iba a anunciar minutos más tarde.

Kara intentaba tener un angulo donde cruzar una mirada con Syraan de tal forma que supiera que estaban allí por si necesitaban algo. Aquel parecía un momento clave, la calma que precede cualquier tempestad