Partida Rol por web

El sonido de la escopeta todavía resonaba en sus oídos mientras el susto pasaba. A pesar de lo que podrían creer, la escopeta que humeaba era la que quienes habían caído tenían cerca a sus pies, y era Wendy quien la sostenía. Su golpe de suerte había permitido que la criatura cayera inerte en el suelo. Si no fuera porque la escopeta había desfigurado su cara, podrían tal vez buscar similitudes con la mujer que acababa de morir.

Por otra parte, Fer y Katrina seguían arriba mientras escuchaban los disparos que venían desde afuera. Además, los gruñidos seguían intensificándose y la oscuridad afuera de la cabaña era total. La altura seguía siendo peligrosa, comprometiendo su integridad física si simplemente saltaban. Por otra parte, estaban Rose, Reuben y Victor en el suelo. El último seguía con la pierna en un ángulo que parecía antinatural, reflejando lo que su caída le había ocasionado. ¿Qué hacer ahora?

Un hombre se asomó por la puerta que se abría y se escuchó el Click de un arma apuntada hacia el grupo. La cosa que Wendy había disparado estaba sin moverse y este lo notó. Si lo apuntaron con sus linternas, podrían ver a un hombre de mediana edad con sus ropas ligeramente ensangrentadas y con ojos expresivos.

- No sé si decir que tienen suerte o son desafortunados - y no parecía dispuesto a bajar su propia escopeta. Notó que Wendy tenía una escopeta en sus manos también -. ¿Por qué deberíamos no disparar? -.

Los gruñidos se acercaban. Fer y Katrina podrían verlos, mientras que el resto del grupo permanecía atrapado en ese sótano.

Fer estaba observando en la distancia, esperó unos segundos a que alguien respondiera, pero en su lugar se quedó un poco pálido con lo que escuchaba. No tenían mucho tiempo, así que se deslizó hacia abajo, agarrándose a los salientes para que no hubiese caída y fuese algo más natural. Se sabía mover entre andamios, así que no tendría que ser muy problematico.

Cuando baje, salta, que te cojo.

Le dijo a la Katrina, antes de girarse hacia donde estaba el resto del grupo.

Están fuera. Y no van a esperar por que nos decidamos: así que entrad. ¡ENTRAD, JODER!

El imperativo era para que el hombre no tuviera demasiado tiempo de reacción. 

Lo dudo, es que al ver todo no comprendo cómo han terminado allí si es que la curiosidad te lleva por mal camino y con la oscuridad andante, peor aún. Así que por ello mientras miraba a los alrededores, un tanto preocupada por la situación en si, es Fer quien me devuelve al mundo y cuando me pide que salte, lo hago. 

Me acomodo y saltando un poco a ciegas, preocupada de que nos caigamos los dos. Lo bueno es que al ser pequeña, no lo mataré con el peso y me preocupa cómo estará Victor que al parecer es quien peor lo está pasando. Aunque me extraña el silencio, nadie dice nada. ¿Estarán bien?

Aún así, caigo en los brazos de Fer o intento hacerlo. 

Él ya los daba por muertos a todos, a él incluido. Aunque claro, eso no evitó que el anciano diese un par de pasos atrás antes que todos, bastante preparado para huir y dejarlos a todos sin ningún remordimiento. No sintió nada por la líder; no sentiría nadie por nada más. Nadie le importaba. Su egoísmo solo lo dejaba ver por su podrido ser. Aun así, eso no serviría de mucho. Antes de darse cuenta, se hallaría en el suelo, gimiendo de dolor como un perro herido. 

El olor de la sangre y el cartucho de la escopeta anunciaron la caída de aquella desagradable bestia. Asimismo, una puerta se abría y un hombre aparecía, apuntándoles directamente. Las gafas de Reuben yacían por algún lado, con los cristales quebrados, por lo que esta vez el anciano miró a quien los apuntaba directamente a los ojos, viendo una imagen algo distorsionada por la oscuridad y su astigmatismo miópico. La verdad es que poco le importaba a él el hombre, sino lo que había detrás de este, más allá del umbral de aquella puerta.

—Cállate, carajo —masculló el anciano después de que Fer dijese aquello. Él lo tenía bastante claro sin necesidad de que alguien se lo dijese. Aunque había un impedimento claro: levantarse por sí mismo. En esos momentos buscaba agarrarse de donde pudiese, arrastrándose como una oruga, para tratar de ponerse en pie... si es que podía en primer lugar. No estaba en un estado tan deplorable como el de Victor, pero casi... ¿O tal vez sí? No le importaba. Ni siquiera le importaba. Por mucho que quisiese morir a causa del dolor, comenzó a levantarse poco a poco—. No moriré con ustedes —por él, que el hombre y Wendy se volasen la tapa de los sesos.

El peso del arma en sus manos no la hizo dudar ni un segundo. Con bastante precisión, pese a su poca práctica con armas, apuntó directamente a la bestia y disparó sin dudar un segundo. Un simple segundo podía decidir quien moría o vivía... Y no iba a ser ella la que muriese. Miró a su alrededor ¿Por qué demonios habían hecho caso al viejo? Esa maldita rata los había llevado hasta un callejón sin salida,y no sabía porqué aún no le había metido una bala en la cabeza a él también... Porque ganas. Ganas no le faltaban. Dejó de mirarle para ver a Victor ¡Joder, pero que mierda....! Quiso acercarse a este para ayudarle, pero entonces la puerta que estaba al otro lado se abrió, la joven volvió a apuntar con su arma.

- Ayudad a Victor. Hay que intentar... Inmovilizarle la pierna o algo, no sé...-No quería preocuparse por nadie, pero eso era difícil cuando llevabas tanto en el mismo grupo. Aunque también es cierto que había algunos a los que dejaría para salvar su propia vida. 

Cuando el extraño habló, esta lo miró fijamente sin apartar la mirada ¿Miedo? ¿Nervios? Y una mierda, un simple hombre no era peor que las bestias que estaban apunto de devorarnos.- ¿Por qué deberíamos malgastar balas? Un bien demasiado escaso que me gustaría reservar para otro tipo de enfrentamiento.-La joven chasqueó la lengua con impaciencia.

¿Por qué todo siempre se torcía?

Hacía un momento la líder había estado curando su ojo, y ahora era un cuerpo más. Ni recordaba cuántos había visto a esas alturas, pero cada uno pesaba en su alma más que el anterior, y hacía que algo dentro de ella se rompiera. El dolor que sentía por todas aquellas astillas clavándose en su piel no ayudaba pero, aun así, se levantó penosamente, siseando. Había algo húmedo deslizándose por su piel, que se deslizaba y goteaba al suelo.

Un poco más de sangre. ¿Qué más da?

Otra vez miró el cadaver. No enviaba a los vivos, envidiaba a los muertos. Envidiaba a aquellos que habían muerto tan pronto que no habían tenido que vivir esa pesadilla. Envidiaba a aquellos que no habían tenido que sufrir como ella. Y sobre todo, más que a ningún otro, envidiaba a aquellos que no habían tenido que conocer a ese viejo hijo de perra. ¿Por qué le había hecho caso? ¿Para qué habían bajado a ese sótano?

Sorbió por la nariz. Sus piernas temblaban, más por esfuerzo que por miedo. Que la encañonaran en ese instante era lo último que necesitaba.

—¡Porque somos humanos, cabrón hijo de puta! —gritó dejando escapar toda la rabia que tenía dentro, agitando los brazos con desesperación—. ¡Dispara si tienes huevos!

Dio un paso al frente, costosamente, y después otro. Su intención inicial había sido avanzar hasta la puerta, pero entonces lo que Gwendolyn había pronunciado caló en ella. Victor. Giró la cabeza para mirarlo: Él se había llevado lo peor de la caída, con diferencia.

—Aquí no hay tiempo —masculló mientras se agachaba junto al herido, intentando ayudarlo a levantarse, ofreciendo su propio cuepo como apoyo—. Vamos a entrar. Y si eso no te parece bien, dispara. Mejor por una puta escopeta que por ellos.

Si Victor aceptaba su ayuda y era capaz de levantarlo, entonces sí, caminaría con decisión hacia la puerta, por mucho que la encañoran. Aunque, con la pierna de Victor como estaba, seguramente no caminaría demasiado rápido.

A su al rededor todo fue confusión. El agarrón, la caída, aquel dolor punzante en su rodilla, el disparo de escopeta, la voz desconocida... En su cabeza se atolondraban demasiadas sensaciones como para poder centrarse en una sola.

-Que...?- "Que ha pasado" quiso preguntar, pero una nueva punzada de dolor le hizo dejar la pregunta a medias, interrumpida por una mueca de dolor.

-Mi pierna... creo que me la he dislocado...-se lamentó amargamente apretando los dientes mientras se palpaba la zona.

-¿Wendy...?- escuchar su nombre pronunciado por la voz femenina le ayudó a volver a la realidad de la situación.

Estaban en peligro de muerte y aquella nueva herida incapacitante era casi una sentencia de muerte, pero si de él dependía, iba a retrasar aquel momento tanto como estuviese en sus manos.

Al notar que alguien que trataba de ayudarle a levantarse palpó su cuerpo varias veces y en seguida reconoció a Rose, de quién se dejó ayudar sin rechistar.

-Muchas gracias, Rose.

Luego se giró en la dirección que todos hablaban

-Nosotros no somos una amenaza... muy al contrario- Alzó ambas manos como muestra de rendición

El grito de Fer no pareció perturbar al hombre, al menos en apariencia, mas al escuchar las palabras de Rose y Wendy, arrugó el gesto aún más molesto - ¿Acaso no vieron la cosa que mataron? También lo era. Igual que esos estúpidos que nos engañaron. Les volaría los cesos a todos si no tomara tanto tiempo – y apuntó a Wendy.

La pierna de Victor seguía en una extraña posición mientras Reuben hacía un esfuerzo sobrehumano para levantarse. Entonces, tanto Fer como Katrina decidieron saltar, obviando lo que había sucedido a sus compañeros. Tendrían que moverse estos para que los otros no les cayeran encima. Las últimas palabras de Rose hicieron que el hombre le apuntara, pero al ver el estado de la pierna de Victor, bajó su arma gruñendo. Sin embargo, recordó lo que dijo Fer y volvió a subirla asomándose a la entrada – Pues si planean bajar así, más les vale que hayan pertenecido a un circo – y apuntó en dirección al portal donde estaban.

Podía ser cierto que no tenían muchas opciones, pero ya habían visto lo que sus compañeros habían sufrio y ahora tendrían que verlo ellos: el marco de la puerta estaba cubierto en sangre, al igual que los primeros escalones que se mantuvieron fijos a la parte superior, aunque no se veían nada confiables y de seguro se caerían al tocarlos. Además, la altura era considerable y si hacían mal el salto, podrían terminar con la pierna justo como la tenía Victor.

Los gruñidos se intensificaban, así como los sonidos de Ellos acercándose a gran velocidad. ¿Cuánto tiempo tendrían? Seguramente no mucho.

De entrada todo me parece una locura, si a veces el viejo está senil no entiendo porqué le siguen los pasos como ovejas que al fin de cuentas nos termina poniendo en problemas. Nunca comprendí la necesidad de meterse en más líos cuando ya tenemos los suficientes, así que como Fer decide que debemos bajar lo hago con la intención de ayudar aunque debo comerme la regañina a todos los que están ahí y han puesto en peligro a Victor. 

Por ello es que a la hora de saltar, agradezco ser pequeña y obviando las palabras de este señor que tiene un arma, termino en los brazos de mi compañero mientras ese intercambio visual—pese a estar casi en la penumbra—lo dice todo. Muchas de las situaciones se pueden evitar cuando se piensa un poco más, que la curiosidad con todo lo que hemos vivido ya nos mata y nos podemos abusar de ello. No ahora que entre la persona loca armada o esas criaturas que te comen crudo, no hay demasiadas opciones de supervivencia. 

Al menos la idea es reducir la probabilidad de morir gratuitamente, aunque algunos no lo comprendan. Pero enfurruñada en miss pensamientos no dijo nada, simplemente busco apoyar los pies en el suelo e intento llegar hacia donde se encuentra mi compañero herido. Obviando un poco las palabras de mi amiga que de repente tiene una dosis de coraje. ¿Qué ha pasado durante ese rato de ausencia? 

—Si dejas de gritar e increpar como que mejor irá todo, Rose—digo en un tono suave y ahora le hablo al que está armado—. Mira, entiendo que no te has encontrado a los más inteligentes de la humanidad y lo respeto. Pero somos cuatro gatos locos, así que si nos cuidamos un poco y luchamos contra lo que en verdad nos mata, es lo más viable. ¿De qué te sirve amenazarnos así? El verdadero peligro está ahí cerca, no somos nosotros. 

Y al ver que Rose ayuda a Víctor, no hago nada simplemente me coloco delante de ese hombre para conversar. Esperando que Fer me ayude en esto. 

—Hagamos las cosas en equipo, luego vemos. 

La chica negó la cabeza instintivamente en respuesta a Victor, pero cayó en la cuenta a tiempo de que eso no iba a transmitir el mensaje.

—No es nada —dijo rápidamente, con el ojo bueno todavía clavado sobre el hombre. Estaba repentinamente enfadada, y el corazón la retumbaba con fuerza.

¿Llegaría a sentir algo si el tipo apretaba el gatillo? Con un poco de suerte no sería así. Simplemente vería un fogonazo y después no volvería a sentir nada. ¿No era eso todo un privilegio en una situación como esa? Quizá era por eso que no sentía miedo, pese a que sus ojos miraban directamente al cañón del arma. Estaba a punto de volver a responder cuando escuchó la voz de Katrina, y su boca se cerró de golpe como la de un pez, en una mueca compungida.

—¿Increpando? No estoy increpando, estoy... —Rose interrumpió su propia protesta con un bufido malhumorado—. Da igual.

Se quedó en silencio, esperando a ver a dónde los llevaba la diplomacia de Katrina.

Tras conseguir bajar, Fer sonrió, se alegraba de haber conseguido llegar los dos a buen resguardo al suelo.

Menos mal que eres ligera.

Se permitió bromear por un segundo, pero enseguida se giró para sentir la tensión, bufó con un malhumor más digno del viejo que de él y comenzó a avanzar hacia el hombre armado, sin dudar, sin intención de detenerse, pero intentando no parecer una amenaza.

Si nos quedamos fuera, ellos nos matan. Si nos disparas, morimos. Así que te lo pondré fácil: voy a entrar. Dispárame o déjanos pasar.

Seguía avanzando hacia el interior, haciendo un gesto a los demás para que le siguieran. No le apetecía discutir o ser diplomático, quería entrar en el maldito y jodido búnker que, si bien también era una jaula, por el momento parecía que podía salvarles la vida. Al pasar por el lado de las dos rubias les miró, pidiéndoles en silencio que sencillamente avanzaran con él y que ya dentro hablarían todos.

Si varios de ellos se matasen allí mismo sería beneficioso para él... Eso pensaba Reuben, mientras entre quejidos conseguía ponerse de pie una vez más por cuenta propia. ¿Cuánto pasaría hasta que ya no pudiese hacerlo? A ese paso, no demasiado. Pero eso no le importaba en esos momentos. Dada su formación militar y sus desagradables ganas de vivir, avanzaría hasta estar muerto.

Mientras se mantenía en el margen de todo, observaba desde la oscuridad el resultado de lo que Fer quería hacer. Miró por un momento la escopeta que aún tenía Wendy y la del hombre del bunker. Era demasiado peligroso, debía quedarse callado. Y eso hizo.

Si veía que era seguro entrar, trataría de hacerlo. Y no dejaría que nadie se lo impidiese.

El hombre de la escopeta se rio al escuchar las protestas de todos – Imbéciles. No saben nada – se rio de manera demencial mientras disparaba su escopeta sin piedad hacia la puerta.

Tanto Katrina como Fer habían logrado la hazaña de bajar sin problemas, mientras que los demás cargaban a Victor como mejor podían. El ciego arrugó el gesto presa del dolor por el movimiento. Podía no ver la pierna, pero sí que podía sentir que había algo malo, muy malo con ella.

Cuando atravesaron la puerta blindada, el hombre lo hizo poco después que ustedes, disparando sin piedad y gritándole a alguien para que la cerrara. Una segunda figura apareció en la dirección en que se dirigían y pudieron notar que era un joven de aproximadamente entre veinte y treinta años quien lo hacía. Llevaba una escopeta cruzada similar a la del hombre que los había “recibido”.

- Síganme – dijo en un tono mucho más amable que el otro hombre.

- Y si intentan algo gracioso, les volaré los sesos – decía riendo el más mayor.

El joven suspiró – Déjate de tonterías – y los miró -. Mi padre es bastante paranoico, solo ignórenlo -.

Caminaron por tal vez unos cuantos minutos hasta que llegaron a una especie de refugio subterráneo. Al fondo pudieron ver unas escaleras que seguramente darían a la superficie.

Las luces de neón alumbraban la estancia con intensidad. Para quienes se habían acostumbrado a tanta penumbra, esto podría ser un choque fuerte en cuanto a luminosidad. Era fácil comprender por qué Ellos no llegaban allí.

- No sé qué los llevó a esa casa, pero lo mejor es que no regresen - y les indicó que se sentaran.

Ajeno a toda aquella luz artificial que los bañaba y protegía de las criaturas, Victor a penas podía concentrarse en contener el punzante dolor que su pierna emitía sin descanso.

Simplemente se dejó llevar, por lo que ni había ido palpando con las manos ni con los pies; paradógicamente se encontraba a ciegas.

Cuando le sentaron no sabía muy bien donde no pudo evitar emitir un quejido de dolor. Dolor que se mitigó un poco al detenerse en el asiento, si bien las contínuas palpitaciones le torturaban lo suficiente como para no poder disimular su cara de sufrimiento, pese a intentar incidir en las cosas buenas.
 

-¿Donde estamos...? He escuchado a dos personas, pero entiendo que ahora estamos a salvo. ¿Alguien puede echar un vistazo a mi pierna...?-preguntó en tono amable, forzando una sonrisa

Al parecer aquel hombre que no puedo ver a los ojos y está armado termina por acceder, así que no queda otra más que abandonar ese rincón oscuro de la casa para seguir sus pasos. Lo bueno es que el comentario de Fer me ha robado una efímera sonrisa que cambia ante las palabras de mi amiga. 

Lo cual me acerco a ella porque de alguna manera siempre intento salvarla de cada situación. No es por todo lo que ambas sabemos, es una necesidad imperiosa que pulsa para que lo haga y a veces me molesta en demasía ser así, tener ese sentimiento tal de protegerla, de rescatarla de forma constante. 

—Tranquila. 

Y no digo nada más, está claro que cuanto más se mantenga la calma mejor. Así que en silencio continúo caminando, atenta a todo, incluso a la otra persona que nos habla. No sé de qué va todo, pero estoy segura de que están tan rotas como nosotros. Es algo que tengo muy claro. 

En completo silencio, y apoyándose en las paredes, casi al punto de arrastrarse, Reuben se escabulló en silencio entre el grupo. El disparo del hombre ni siquiera lo perturbó. Tampoco la amabilidad de quien parecía ser el hijo del paranoico, aunque bien fue cierto que no pudo evitar sonreír de lado al escuchar las palabras del loco. ¿Quién sería el que saldría con los sesos reventados de allí?

Siguió apoyándose en las paredes hasta llegar a aquel refugio subterráneo, entrecerrando los ojos, tanto porque no podía ver muy bien como por las luces de neón. Y antes de que el chico se los indicase, Reuben tomó asiento por cuenta propia, sin pedir permiso a nadie.

Desde donde estaba, y resintiendo el dolor de su cuerpo, se dedicó a tomar aire mientras miraba atentamente todo el lugar, sobre todo las escaleras. Chasqueó la lengua.

—No es como que alguien que no tenga mierda en la cabeza fuese a regresar a esa casa —contestó Reuben, con la cordialidad de siempre, contrastando bastante con la amabilidad de un herido Victor.

Es comprensible, en esta situación.

Respondió Fer al chiquillo, y es que en verdad no era como para relajarse.

¿El sistema que alimenta la luz es interno?

Preguntó, y es que en aquel apocalipsis cuanto menos cosas fuera, mejor. De reojo se fijó en Victor.

No tengo mucha idea de medicina, pero estamos en una especie de búnquer con dos desconocidos. Hay luz, mucha, así que quizá podamos descansar un poco, si nuestros anfitriones lo tienen a bien.

Lanzó una mirada a ambos hombres.

Fuimos a la casa huyendo de ellos, como siempre. Decís que no sabemos nada, ¿Qué sabéis vosotros?

Su pregunta resultó un poco inquisitiva.

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Añadió para tratar de relajar un poco la situación. Aún no se sentó ni nada similar.