Partida Rol por web

¿Alguno sabe de qué base se puede tratar, a uno o dos días de aquí? Por no ponernos a dar vueltas.

Interrumpió Fer, quien no parecía muy dispuesto a seguir discutiendo. Volteó hacia Rose.

Victor necesita una atención más especializada y aquí no podemos dársela. Ese rumor, incluso siendo falso, es mejor idea que dar vueltas o entrar en un hospital que habrá caído y en el que lo más posible es que no quede un cirujano vivo.

Hablaba con crudeza, pero era mejor eso que perder las vidas. Luego se giró hacia sus breves anfitriones.

Gracias.

Terminó por mirar al grupo, incluyendo la que lideraba a la gente de las cloacas.

¿Vamos?

Inquirió. Tenían que dejar a aquella gente cuanto antes, si bien no sabía descartar la posibilidad de que estuviesen mandándolos a un comedor de ellos o algo así. Si alguien tenía dudas extendería la mano para animarle, pero no iba a retrasarse mucho más.

Victor esperaba sentado, tratando de calibrar el dolor de su pierna probando a apoyarla y sometiéndola a diferentes presiones para tratar de conocer sus límites con antelación.

Desde su asiento, se mantenía en silencio, escuchando una conversación en la que no tenía nada que añadir puesto que ya era una bendición que le permitiesen ir con ellos para atreverse a poner condiciones. 

-Cuando vosotros digáis, Fer-Se limitó a decir, aferrándose a aquella muleta improvisada por el hijo del desquiciado militar retirado.

No dio las gracias vocalmente por el botiquín, pero asintió de una manera que pretendía transmitir más o menos lo mismo. El buen humor de ese gesto no le duró más allá de la mirada de Reuben, eso sí. Incluso si el viejo de pronto hubiese dicho que todo se había arreglado por arte de magia lo habría resentido por el simple hecho de darle la razón. Miró a Viktor, como si hubiera tenido la vaga esperanza de que él se opusiera a la idea, pero cuando no fue así, suspiró y se levantó.

—Vamos —aceptó a regañadientes, mirando a Katrina y ofreciéndola una mana.

En total silencio y tras escuchar lo hablado, no dudo en aceptar la mano de Rose. Iríamos como siempre juntas, pese a todo y a mi necesidad de colgarla por momentos. No es un buen panorama, considerando que nadie conoce el lugar y eso puede estar habitado por algún que otro loco como estos o el viejo. Había que asumir el riesgo, era inevitable. 

—Los sigo. 

Ante la pregunta de Fer, ambos negaron con la cabeza. O no sabían o no lo dirían...El más joven le sonrió a Rose con simpatía. No parecía criticarla siquiera, solo parecía comprender que lo que le sucedía era algo que nadie quisiera estar sufriendo en un momento como ese. El hombre mayor, por su parte, se rió de manera peculiar. Casi parecía que se atragantara en vez de reírse. Miró a Reuben y le hizo el saludo militar antes de mirarlos marcharse. De verdad se veía complacido con la idea de no verlos más

Poco después que salieron, pudieron ver que aún se encontraban en un barrio de casas como aquella que habían abandonado, aunque ninguna de ellas estaba iluminada. ¿Acaso eran usadas como cebo también? Poco después de que salieron, los dos hombres cerraron la puerta de seguridad.

Las calles estaban desiertas y no muy lejos de allí se veía una construcción más grande que las demás. Por su forma, de seguro ese era el centro comercial. No tan lejos pero tampoco tan cerca de allí, podían ver un letrero de luces neón que alumbraba por encima de la eterna oscuridad. No era tan difícil de leer porque era enorme, pero si querían ir a ambos lugares, era inevitable separarse.

Si el joven estaba en lo cierto o no, solo poniéndose en camino lo sabrían, pero ¿cómo saber qué dirección tomar? ¿Irían en conjunto a ambas partes? A excepción del enorme letrero y sus linternas, no había más luces en el lugar. Era importante permanecer alerta, y más cuando se escuchaban en ocasiones rápidas pisadas en el césped ya seco.

Una parte de Wendy detestaba lo que estaban haciendo. Tras encontrar un refugio con camas, agua y luz tras vagar en la oscuridad, acosados a cada paso por Ellos y literalmente bucear en la mierda, dejar atrás una casa como aquella era duro, jodidamente duro. Sus dueños solo eran dos... la superioridad numérica la tenía su grupo. Podrían haberles arrebatado la casa sin más. 

Pero no. Joder, a veces le asustaban los caminos que tomaba su mente desde que el sol y las estrellas se apagaron. No. El chaval había ayudado a Victor, habría que ser tan hijos de puta como el maldito viejo para hacerles eso. Además, Victor necesitaba cuidados mejores. No quedaba más remedio que volver a salir ahí fuera... con Ellos. 

¿Como de jodido tiene que estar el mundo para que desees volver a lo de antes? A sentir el cuero del cinturón lacerando la piel de tu espalda. El dolor al rojo vivo y el olor a carne chamuscada de los cigarrillos siseando al quemarte la piel. Los golpes y empujones. Antes lo habría dado todo por librarse de eso. Ahora pagaría cualquier precio por volver a eso, porque eso significaría que Ellos se han ido. Que el sol ha regresado.

Lástima de no haber podido convencer al puto Reuben de que se quedara en esa casa con su amiguito militar, tan zumbado como él. 

Y ahora buscaban otra base... Como todos los que estaban al mando fueran como ellos dos, casi mejor que se rindieran y dejaran que Ellos les alcanzaran. Lo que había visto hacer al viejo... no podía ni quería olvidarlo.

Cuando vieron el centro comercial y el edificio con el letrero de neón, dijo:

-Si tenemos que movernos por aquí fuera, mejor pillamos un coche, ¿no? Y esta vez que conduzca otro, si puede ser. 

Tras la despedida silenciosa que decía básicamente "apáñense o muéranse, no nos importa" pudieron descubrir tanto el centro comercial como unas luces de neón.

También parecen una trampa.

Observó, sin embargo, no tenían demasiado que perder. Y escuchó a Wendy, asintiendo levemente.

Sí, me apetece conducir. Necesito liberar tensiones.

Masculló Fer, más como un gruñido que como otra cosa. No se sentía de humor, les faltaba información y estaban a la intemperie a merced de ellos.

Rose decidió, casi al instante, que aquello no le gustaba nada. Si normalmente la luz en la oscuridad se interpreta como un símbolo de esperanza, en aquel momento a ella le parecía que era como la boca del lobo, como si el animal hubiera separado sus fauces y ellos fueran a plantarse voluntariamente sobre la lengua. Pero no protestó. ¿Qué iban a hacer, de todos modos? Si esperaban encontrar una de esas bases iban a necesitar moverse rápido. Y un coche era la única opción.

Pero miró, de todas formas, en dirección al supermecado. También iban a necesitar provisiones.

—Cuando tengamos un coche, deberíamos parar allí de todas formas —propuso en voz baja, aunque decidida—. Puede que haya comida... y medicina.

Miró a Viktor de reojo. Necesitaba más atención especializada que medicina, pero por algún lado se comenzaba.

—No, vamos a hacer trabajo organizado. Nosotras nos vamos al super y ustedes a buscar un auto, en media hora nos reunimos aquí de nuevo—digo en un tono decidido, aún de la mano con Rose—. Hay que tener cuidado porque estos lugares pueden ser un farol para que caigamos y estamos ya sobrados con el asunto de los loquitos y esa cosa oscura. 

No tengo nada más que decir, simplemente a ver si el grupo acepta esa división momentánea y así nos organizamos para estar menos tiempo expuesto en un sitio que podemos ser el bocado de estas cosas. No sé los demás, pero yo prefiero agilizar y no retrasar, aunque tampoco tenemos demasiada idea de a donde vamos o que camino seguir. 

Reuben no lamentaba el haberse ido de aquel lugar seguro; lamentaba haberse ido con todo el grupo de nuevo. Grupo que él consideraba un estorbo.

Después de despedirse del teniente con un saludo militar también, se encaminó con su cojera y poca visión de nuevo a la oscuridad. ¿Resentía el poco descanso? Claro que sí. Pero ese no era mayor impedimento para él. A menos de que encontrasen una base militar o un asentamiento seguro, estaban muertos. Eso incluía al teniente y a su hijo; no podrían resistir por siempre en ese pequeño refugio.

Lo dicho por Wendy le parecía sensato, de no ser por lo que había insinuado con ese comentario, y la facilidad con la que Fer se postulaba para dicha tarea.

—Fue por su maldita culpa que casi nos matamos —gruñó y miró con real desagrado a todos los demás. En especial a Rose y Fer. Y claro, a Wendy también por decir eso—. De no ser por eso, ya habríamos encontrado el refugio —y se quedó con ganas de decir más, pero no lo hizo. Ya habría tiempo. 

Con lo dicho por Rose y Katrina, no protestó, solo gruñó. Ni loco iría con ellas.

—Vayan adonde quieran. Suerte no siendo devoradas.

La luz de neón de aquel lugar de autos usados era como un faro para las polillas en aquella eterna oscuridad. Si decidían tomar un camino u otro, tendrían que separarse allí mismo, ya que la tienda de autos usados quedaba cruzando lo que parecía un terreno arenoso. Mientras que el centro comercial estaba avanzando por la calle donde aquellas lujosas casas proseguían.

El recorrido para cada lugar podría tomar entre quince y veinte minutos, dependiendo de la velocidad de avance de cada uno. ¿Sería tan sencillo encontrarse de nuevo o eso sería una separación definitiva?

Mientras tanto, el ruido del césped seco siendo quebrado por las pisadas parecía aumentar de a poco, casi como si Ellos estuvieran olfateando a sus presas y acercándose a la espera de un descuido o de una oportunidad para reclamar su próximo bocado. Era eso o jugarretas de su imaginación.

Tal vez fuera la luz de las linternas solamente, u otra razón la cual les permitía avanzar con despacio, pero así era. La pierna de Víctor empezaba a doler aún más, y es que con el pasar del tiempo, el dolor de su fractura junto con el del procedimiento aumentaba, sumado al frío que la oscuridad había traído consigo. Cada paso era agónico, cada paso era una lucha constante para el ciego, quien aunque no podía ver el estado de su pierna, sí que podía sentir el escalofrío recorrer todo su cuerpo junto con el mareo y las náuseas que la intensidad del dolor le causaba.

La superficie arenosa hacía el avance difícil incluso para Reuben, quien no estaba herido como Victor, pero cuya edad era un impedimento en sí mismo para moverse con tanta libertad. Los pies de los tres hombres se enterraban en la superficie arenosa y esto causaba mayor resistencia al movimiento. Para Victor cada movimiento era infernal, así que Fer se ofreció a llevarlo sobre su espalda. No era tan fácil como cargar a Wendy, así que eso requirió un enorme esfuerzo de parte del hombre, además de un compromiso de Reuben para seguir alumbrando el camino para los tres. El anciano aceptó a regañadientes como le era costumbre y aunque lentamente, continuaron. Victor estaba pálido por casi caer en la inconsciencia por el dolor, además de que el golpe que había recibido para no sentir lo que le hacían en la pierna empezaba a molestarle y causarle un leve dolor de cabeza.

Después de un trayecto de un poco más de veinte minutos, llegaron a la tienda de autos usados... Aunque por el estado de alguno de ellos, parecía más in cementerio. Había autos de diferentes tipos, estilos y épocas... Casi como si ese lugar hubiera sido abierto tras la subasta de una colección de algún millonario excéntrico y amante a los autos o algo así. Sin embargo, no todos eran utilizables y requeriría tiempo encontrar uno en buen estado.

Al fondo de las largas filas de autos, se podía ver lo que antes podría haber sido el edificio de oficinas donde se atendía a posibles compradores con una tenue luz encendida. Hacia la derecha, una especie de bodega. ¿Tal vez era un taller para los autos en mal estado? Este estaba herméticamente cerrado, así que tendrían que entrar para ver lo que escondía ese misterioso lugar.

¿Estaba bien dejar a Fer con Victor y Reuben solo? Es más, ¿podrían siquiera atravesar la arenosa superficie sin que Victor colapsara del dolor? Sea como fuere, la decisión estaba tomada y las chicas se fueron en busca del centro comercial. Lo que tal vez no esperaban era seguir escuchando las pisadas en el césped seco. ¿Aumentarían el paso o irían despacio? Eso dependería de qué tan seguras estuvieran de que las linternas serían suficientes. Ansiosas, apuntaban la linterna en ocasiones hacia el césped, en búsqueda de acertar contra uno de Ellos y que se quemara, se hiciera cenizas o algo así... Pero eso no pasó. Cada que lo hacían, los pasos se detenían y retomaban su andar luego. ¿Era eso un indicio de que les estaban siguiendo? Seguramente era algo así.

Siguieron avanzando a pesar de todo, pues el propósito era lo suficientemente firme, aunque aún se escuchaban aquellos pasos y, a medida que se aproximaban al centro comercial, el ruido cambiaba por golpes en el asfalto. Rápidos y rítimicos. Uno y otro. Luego, el ruido de un ventanal rompiéndose, o eso parecía por el ruido tan enorme que había causado; aunque no era de extrañarse que la rotura incluso de una sola ventana pudiera causar semejante alboroto. Sin ruidos de la ciudad para apaciguarlo, era como el eco de una cueva.

Al acercarse, lograron observar un lugar con una disposición hexagonal, vidrios rotos y partes de la decoración exterior destruidas... Tal vez por ellos, aunque también podrían haber sido vándalos con la excusa del apocalipsis, siendo este último real esta vez. Al entrar, notaron un adorno en la parte principal que podría haber sido un hermoso jardín antes, pero que ahora estaba destrozado. Un débil tallo que algún día podría haber sido un enorme y frondoso árbol agonizaba caído y sin esperanzas de sobrevivir sin el sustento principal que le hacía falta. Mientras tanto, los antiguos almacenes oscuros y abandonados resonaban con gruñidos alterados además de trazos de sangre amorfos marcaban la entrada a estos como lo hacía la alfombra roja para las estrellas de Hollywood. Ese parecía un nido de bestias y las tres, ovejas en una madriguera de lobos.

Desde luego, no parecía que a Rose la preocupara más de la cuenta haber dividido el grupo. O por lo menos, no lo demostraba. Si hubieran estado caminando directamente a la boca de un lobo hambriendo, al menos se habría alegrado de que estuviera bien lejos del viejo insoporable. Cada paso que la separaba de él la animaba tanto o más que lo que lo habría hecho la mismísima llegada del amanecer.

Aunque estaba claro que los pasos la ponían nerviosa. Miraba por encima del hombro con asiduidad, y se le escapaban miradas preocupadas a la linterna. ¿Cuánto aguantarían encendidas?

—Habrá... habrá que buscar más fuentes de luz —Era una de esas ocasiones selectas en las que a Rose le salía su vena más mandona e inmediatamente quería organizar las cosas—. Pilas, baterías, más linternas. Si hay una tienda de... de artículos de acampada puede que también haya farolillos.

Sorbió por la nariz y pegó un respingo cuando escuchó el sonido del cristal rompiéndose. Tragó saliva. Todo apuntaba que aquel lugar había sido el epicentro de una carnicería. Quizá era normal. Los centros comerciales eran donde más gente se había amontonado cuando las cosas habían ido bien, y cuando se habían ido al traste, el primero donde habrían buscado provisiones.

Buscó a niegas la mano de Katrina con la que tenía libre. Pese a todo, no quería sentirse sola y vulnerable.

En esta situación hay decisiones que pueden ser radicales, el hecho de abrirse por un instante del grupo era porque básicamente quiero ser útil más allá del riesgo que supone aquello. En estos tiempos lo normal ya no lo era y la mente tiene sus reveces que te impulsan a decidir por donde ir. Por muy equivocada que esté, ya hemos estado yendo como ganado, siguiendo las decisiones de uno, de otro y de otro pasando por muchas. 

Y ahora es momento de decir, pues no vamos a hacer otra cosa. Algo que agradezco porque pese a todos los líos que tengo emocionales con Rose y las miles de peleas que nos echamos, estamos juntas hasta en la estupidez más absurda que podamos cometer. ¿Qué somos unas idiotas? Posiblemente, pero da igual al tomar esa decisión y la compañía de Wendy me sorprende, era algo que no esperaba. Aún así es bien recibida. 

Así que mientras nos adentramos en ese centro comercial, el escuchar las pisadas me inquieta lo suficiente pero como si fuera un cazador al acecho voy iluminando en donde las escucho de forma constante y escucho a mi amiga. 

—Es buena idea, quizás ese tipo de cosas no se han llevado—digo y escucho ese ruido—. La boca del lobo, nosotras podemos. 

Tenía fe de que si, aunque fuese una falacia y cuando siento la mano de la rubia junto a la mía, sonrío pese a que no pueda verlo pero si le doy un apretón para decirle que estamos juntas. Siempre. Aún así, continúo avanzando. 

Acababa de separarse del resto del grupo, y Wendy ya se estaba arrepintiendo. ¿Había hecho bien dejando a Victor al único cuidado de Fer, sabiendo que además tendría que cargar con aquel vejestorio rancio y cabrón?

Había estado a punto de dejar que las dos rubias cometieran solas su locura, pero en el último momento decidió acompañarlas. ¿Como le había dado por hacer eso?  Debió ser algo que comí, se dijo. Y ahora allí estaba, acosada por aquellos extraños pasos que la hacían girarse cada dos por tres, con las palabras de aquel loco de las cloacas retumbando en su mente, y dejándose guiar a la boca del lobo.

Cuando se escuchó el sonido de un cristal haciéndose añicos, murmuró:

-Sea lo que sea lo que busquemos, hagámoslo rápido y salgamos de aquí. Esto no me gusta nada.  

Tenía que reconocer que la idea de Rose era buena. La luz era la mejor arma con la que podían contar. Pero Wendy estaba segura de que no estaban solas en aquel edificio. Se le ocurrió la idea de buscar cinta aislante para acoplar su linterna a la escopeta, y poder apuntar con ambas a la vez. 

Si podían encontrar uno de esos típicos carteles donde se ve la distribución de las tiendas dentro del centro comercial, podrían ir directas a por lo que estaban buscando y salir cuanto antes. 

El frío de aquella noche eterna era una patada en el culo. La cadera de Reuben dolía, y a cada rato sorbía, limpiándose el fluido nasal con el dorso de la mano. Más de una vez miró a Victor con desprecio, pese a que este no pudiese notarlo; lo consideraba un estorbo, y no pensaba ayudarlo. Por lo mismo, solo se comprometió a alumbrar con su vieja linterna que aún servía. ¿Para qué tomarse tantas molestias por Victor? El ciego había intentado dejarlo atrás; eso era algo que no se le olvidaba. Por Reuben, hace mucho lo habría dejado por allí para que esas cosas se lo comieran.

—Hay muchos clásicos. Es una mierda que estén en ese estado —gruñó Reuben, viendo la gran cantidad de autos aparcados, sobre todo los que eran de su época. Los alumbró rápidamente con su linterna, antes de que esta comenzase a parpadear un poco. Por un par de segundos, de hecho, los dejó completamente a oscuras, pero el anciano dio un golpe seco a la bombilla que volvió a encenderla.

Estaba cansado, y sus pies dolían. Ver aquella luz encendida le dejó claro dónde ir, como una polilla buscando la luz.

—Si queremos encontrar algo, hay que ver si encontramos las llaves de esos coches para ver cuál enciende siquiera. Sino, un puente podría funcionar —Reuben volvió a sorber—. Ciego, ¿sabes hacer puentes? —de forma desagradable, Reuben se burló de Victor, aunque su "broma" ni siquiera tenía gracia— Tú —le dijo a Fer, mirando hacia las oficinas—, ¿qué ves allí? —él no podía ver nada desde esa distancia ya.

Aunque a Fer no le importaba ayudar, internamente lanzó alguna maldición al compromiso con Wendy de ayudar a Víctor, y es que éste era claramente menos ligero que la chica y aunque el hombre era fuerte, el cansancio físico y la guardia podían empezar a hacer mella y aquello sería un problema en caso de huir. En cualquier caso no le dijo nada a Víctor ya que estaba seguro que el ciego lo notaría mejor que nadie y no era una situación agradable para él.

Venga, falta poco.

Intentó animarlo cuando estaban a punto de llegar. Entonces describió la escena para el ciego, de manera superflua.

A la derecha -comenzó a responder al anciano- hay una bodega, quizá un taller. Quizá tengan las llaves si conseguimos entrar. Mejor eso que romper cristales de un vehículo que queremos usar ¿no?

Siguió encaminándose hacia la bodega. No pudo evitar sentir un escalofrío con aquellos coches fantasmas.

¿Os imagináis que, además de ellos, de repente empieza una secuela de Christine en la vida real?

Preguntó en casi un susurro, una especie de humor macabro, aunque no se preguntó si conocerían o no la referencia a la película de John Carpenter del coche poséido.

Victor había querido negarse a que Fer le cargase sobre su espalda, pero lo cierto era que estaba demasiado dolorido y mareado como para hacerlo. Simplemente se dejó cargar como si de un bulto se tratase, disculpándose más de una vez por ello durante el trayecto.

Pese a no ser él el que estaba andando, cada paso dado por Fer le provocaba una descarga de dolor que nacía en su pierna herida y se distribuía desde su espinazo por todo su cuerpo, provocándole un sudor frío que ya le empapaba todo el rostro.

A la llegada al concesionario, Victor insistió a Fer para que le dejase bajar de su espalda.

-Dejame aquí un momento... necesito un minuto para descansar, estoy muy mareado...-dijo en tono suplicante.

Una vez en el suelo, sin apoyar su pierna herida tanteó con las manos el perfil del coche, buscando el neumático delantero y ayudándose de este mismo para apoyar en él la espalda y dejarse deslizar hasta el suelo, sentándose con una mueca de dolor.

Ignoró el comentario del malhumorado anciano, fingiendo no haberle oído.-Id vosotros a buscar la llave. Yo os esperaré aquí- dijo en un hilo de voz, tras tratar de humedecerse los agrietados labios con la lengua.

El inviente se sabía una carga tan pesada como inutil y si a aquello le sumaba el dolor físico que le atormentaba, era dificil pensar con claridad.

Envuelto en su perpetua oscuridad, allí sentado, se limitó a concentrarse en su respiración. En parte les estaba brindando la ocasión a sus compañeros de viaje de dejarle allí. Sin reproches ni despedidas. Si decidían no volver a por él no iba a culparles, puesto que llegados a aquel punto se sabía más muerto que vivo y sentía que únicamente estaba alargando todo aquello sin demasiado sentido. Su optimismo natural empezaba a verse sobrepasado por todo aquel estrés físico y mental.

El suelo siendo rasgado por garras continuaba acercándose mientras las tres chicas decidían acercarse. ¿Dónde estaría el letrero donde mostraba la distribución del centro comercial? No fue fácil de encontrar, pues estaba caído y quebrado. Era una suerte que no fuera una pantalla tactil, sino un mapa con colores y clasificaciones.

La tensión dificultaba un poco más la tarea, pero al menos lo habían encontrado. Por lo que podían ver, la tienda de variedades donde podrían encontrar baterías o linternas nuevas estaba en el segundo piso, aunque a esas alturas, ¿eran confiables las escaleras? Los víveres estaban por la parte más oscura y la que les alejaría más de la salida por si pasaba algo, además de poder encontrar una tienda de deportes también en el segundo piso.

Mientras tanto, los gruñidos se acercaban poco a poco, con paciencia, casi como si estuvieran esperando el momento propicio para atacarlas. Casi como si una invocación de mala suerte se tratara, las linternas empezaron a titilar, pero era razonable después de todo el tiempo que habían permanecido encendidas y después para mojarse en las aguas negras.