Partida Rol por web

-Ajá-asintió Stela alzando una ceja-Y dime... ¿por qué Kraken? ¿No más "Mastodonte-Dragón", ni "Mantícora Negra", ni "Dos Espadas"...? A veces pienso que te cambias de nombre tan a menudo porque no estás contento con el que te pusieron tus padres... _Firfin.

Dijo la última palabra en voz muy baja para que nadie les oyera antes de soltar una carcajada.

Firfin no hizo mucho caso de las palabras del explorador, casi empezaba a considerar que hacia muy mal su trabajo o que como explorador estaba maldito, y es que se topaba con cada problema en el camino, que bien quizá era mejor poner a Morkai, al frente, ya en si mismo era un problema.

El ladrón no estaba de acuerdo con que aquello fuera bueno, dos ejércitos en guerra en una territorio problemático ya eran suficiente motivo como para volver a casa. - Debemos rehacer nuestros pasos y cruzar por el pantano. O bien dar toda la vuelta hasta el sur por las laderas de las montañas. O si están desesperados, atraigamos a los lagartos hasta las hormigas y luego avancemos por las laderas de las montañas directamente hacia el norte.  No hay otro camino - sentenció Firfin.

Stela se acercó rápidamente desde las mulas.

-¿Propones meternos en una batalla campal? ¡Estás más loco de lo que creía, explorador!-meditó un instante.-Por otro lado, no quisiera que el ganador de esa batalla nos mordiera el trasero... Si irrumpimos en la refriega por sorpresa podemos abrirnos camino con facilidad si golpeamos rápido y de forma contundente. Podemos cruzar el lugar hacia el norte y dejarlos confusos y desorganizados para que no nos sigan...

Alzó una ceja:

-¿Qué es ese esloorvez que dices? ¿Es algo que se come?

──Si ser algo que se come, Morkai quiere probarlo. ¿Peligroso? Oh, si. Morkai quiere──. Volvió la mirada de súbito para ojear el fondo de los ojos de Stella, a la que se había acercado por un lateral, rebasándola. ──Morkai gusta peligro──. Pero bajó los ojos.

──¿Qué ser eso, esolorveze? Morkai abre paso.

Stela dio dos pasos laterales para apartarse del semiogro. Los ojillos brillantes eran inquietantes de por sí pero su aliento era como si la tienda de un curtidor se hubiese prendido fuego y alguien intentase apagarlo con estiércol. 

Con el bosque detrás llegaron a lo que parecía un punto muerto. Rodeados por un río que parecía invadeable y un hormiguero lleno de enemigos. Entonces regresó Aren. El explorador informó de sus descubrimientos y les dijo que había visto rastros de hombres lagarto. Habló de que estos eran muchos y muy organizados y que estaban preparando un ataque al nido con un Slorvït.  

— Estamos en una encrucijada. Volver atrás no es una opción.— Observó la planicie y el hormiguero y aquellos seres. Unos eran claramente obreros, los otros, soldados: eran más grandes y tenían armas y aunque están parecían primitivas Oten recordó que su sangre ácida era un elemento importante a tener en cuenta a la hora de enfrentarse a ellos.

—Es hora de que Kranos hable — recordó el sueño de la noche anterior y pensó que todo debió ser una señal de lo que iba a suceder.

—Combatamos—

Noren se regocijó ante la noticia de un Slorvït. Pero... ¿qué hacían esos hombres lagarto con un arma de asedio enana? Y eso lo preocupó.

-Un Slorvït no es cualquier cosa- comenzó a decir el enano al tiempo que tomaba el hacha en sus manos -No sé qué hacen con una cosa así- miro a Aren -Pero si lo tienen, se lo han robado a nuestro pueblo, ellos no podrían construir uno por sí mismos-

Y miró a Stela, quien parecía aún más confundida.

-Es una máquina de guerra, una catapulta reforzada, apta para un ingeniero, dos auxiliares, dos arqueros y un lancero- comenzó a explicar -El frente y costados tiene un refuerzo en metal, con protecciones para los arqueros y el lancero. La parte superior posee el brazo de la catapulta, que requiere de un ingeniero para apuntar, mientras que los auxiliares recargan con munición incendiaria por lo general. Su único punto débil es la parte trasera, que no suele tener protección alguna- se vieron los nudillos blancos de agarrar el mango -No podemos dejar que tengan una cosa así, simplemente no podemos-

Miró a Oten, asintiendo, y luego a Aren, ignorando a los demás.

-Matemos a esos ladrones, aprovechemos el Slorvït para ir protegidos hasta el río, y lo lancemos a la corriente para que no tengan algo que le pertenece al pueblo enano- propuso.

Lo que no contaba Noren, es que su abuela le dijo alguna vez que un pariente lejano había sido el inventor del Slorvït. Los enanos llevan un registro pormenorizado de la genealogía, y su abuela tomaba muy en serio los lazos de sangre. Para Noren era una cuestión de honor.

— Igualmente es solo algo parecido, no un Slorvït real. Este es un poco, bastante, menor, solo dejaron 4 hombres lagarto para usarlo y creo que con solo tres enanos hubiera alcanzado. Incluso con dos — se explicó — Matémoslos. De acuerdo. Pero dejemos que antes ataquen al hormiguero que está en nuestro camino — propuso — Y cuando dejen de atacar para no herir a sus propios compañeros... ese es el momento de acabar con la dotación. Luego podemos seguir usándolo, tanto contra hombres lagarto como hormigombres. Con un poco de suerte acabaremos con todos antes de que entiendan que es lo que está pasando, "Luego" podemos tirarlo al río, para que no lo use nadie más.

A Morkai le parecía excelente eso de ir a ver un ingenio desconocido que servía para destrozar cosas (¿munición incendiaria? no sabía muy bien qué quería decir, pero le sonaba bien).

Pero lo mejor es que proponían que luego esa cosa se destruyera también.

──Morkai gusta destrozar cosas──. Y le gustaba el peligro, cómo no.

Por otro lado, había escuchado con mucha atención lo que había dicho Oten, porque escuchaba mucho lo que decía, siempre. Se le quedaba mirando con esos ojos porcinos, pequeñitos e inyectados en sangre.

──Morkai no entiende Oten. Explicar. ¿Encruciqué? ¿Cómo habla Kabos?

El grupo oteó desde la espesura en la dirección que decía Aren. Desde allí no veían realmente nada pero si que era cierto que había un ligero promontorio. Un sitio ideal para empezar un asedio con un Slorvït, aunque fuera de tamaño reducido. Pero por reducido que fuera era una máquina pesada y lenta, que servía para realizar destrucciones eficientes siempre y cuando hubiera otros contingentes apoyando su ataque y evitando que el enemigo llegase hasta él. Si el contingente adicional no estaba ya en posición sería porque lo estaban esperando.

Lo cual conducía a más preguntas: ¿de dónde habían sacado eso los hombres lagarto? Porque todo el mundo en Zork sabía que los hombres lagarto estaban todavía en un estado de primitivismo considerable. Unas lanzas, hachas de piedra, incluso empalizadas. Pero vamos, que lo de raza humanoide inteligente era un eufemismo que se usaba porque últimamente los sabios de Zork estaban dando mucho la turra con la igualdad entre las criaturas y el uso de término despectivos. Incluso había llegado a clasificar como 'gente que se apresuraba a tomar malas decisiones con cuestionables gustos gastronómicos' a lo que hasta hacía poco se consideraba 'malvados orcos caníbales de Rocanegra'. Pero bueno, esa era otra historia.

La cosa es que si tenían ese arma (fuera robada o construida) y aquello era el terreno de los hormigombres (y eso se deducía por el enorme hormiguero) las cuentas daban que el poblado de los hombres lagarto no debería estar muy lejos (si no ya sería malicia arrastrar aquella máquina por el bosque simplemente para romper el hormiguero).

Y la verdadera pregunta residía en aquel grupo de aventureros que estaba a punto de tomar una decisión: ¿esperar? ¿retirarse? ¿apropiarse del Slorvit antes de que llegasen refuerzos?

—¡Pero si mi clérigo lo ha dicho claro! ¡MUERTE Y DESTRUCCIÓN!

El grito de Kramor hizo que todos los dioses dieran un respingo. Incluso Zwagonard, en la oscuridad, se movió un poco incómodo. Normalmente estaba acostumbrado a ser él quien diera los sustos.

—No seas impetuoso Kramor. Se puede ir a una batalla de muchas maneras.— le dijo Random.

Como dios de los aventureros estaba acostumbrado a estos debates antes de que se pusieran en acción.

—¿Cómo van los otros?— preguntó Asindara.

—Tienen sus propios problemas.— dijo desde las sombras Zwagonard con una risita que sonaba como cuando se aplastan cucarachas con los dedos apretando fuerte.

Los demás se callaron. Entonces aún había tiempo. Pero ¿cuánto?

— No, no —  el explorador se dirigió a la mercenaria mientras trataba de explicarse — Meterse en medio no. Como dice nuestro buen amigo Kraken, lo mejor es que combatan entre ellos y se destruyan entre si — propuso, descartando la idea de dar un rodeo. 

— No creo que haya más lagartos que los que vi — comentó Aren, esperando tener razón — por lo menos junto al Slorvït. El resto, por las huellas que pude ver, ya están avanzando hacia el hormiguero. Así que que deberíamos emboscar a los artilleros, pero después de que hagan su ataque — se explicó — Podríamos tratar de aprovechar mientras disparan para ubicarnos y sorprenderlos cuando crean haber acabado su tarea. Incluso, antes de destruirlo, podríamos seguir utilizándolo contra ambos bandos cuando estos estén combatiendo entre si! —

Lo cierto es que más allá de haber visto las enormes máquinas en las puertas del reino, preparados para defender las puertas si resultaba necesario, el explorador nunca las había visto en funcionamiento y estaba deseoso de hacerlo — Aunque reconozco que no se exactamente como funcionan. Espero que Oten sepa — agregó —Pero en el peor de los casos podríamos ver como las usan los hombres-lagarto — propuso entusiasmado. La idea de que dos posibles enemigos se atacasen entre si, le estaba entusiasmando. Y poder usar tecnología enana para atacar a los sobrevivientes de ambos bandos le entusiasmaba aún más.

– ¿Combatir? – Aquellos enanos estaban locos, realmente pensaban trabar batalla en clara desventaja contra dos enemigos numerosos que lucharían a muere.

– Jamás luchen una batalla en la que no están seguros de ganar. Los dioses son traicioneros –exclamó un tanto molesto – no se puede dejar la batalla en sus manos. Uno tiene que hacer su propia suerte – resaltó el ladrón.

Incluso no estaba de acuerdo con los comentarios de Aren. – Para queremos emboscar a los malditos lagartos. Solo queremos cruzar y llegar a donde quiera que tienen que llegar ustedes por el motivo que sea que tienen que llegar, ya nos contarán mas tarde seguramente. Pero ahora, salvo que haya algo que no me hayan compartido aún bajo los tratos que antes formulamos, estoy seguro de que no tenemos por qué luchar una batalla a la que no nos han invitado y cuyo banquete está envenenado. No, debemos escondernos y esperar, veamos el proceso e incluso el resultado, y solo entonces decidamos – Firfin no iba a aceptar exponerse a una tonta batalla solo por que los enanos necesitaban derramar sangre.

—Haremos lo que Aren dice. Esperaremos a que los lagartos ataquen y después asaltaremos a los artilleros, robaremos el Slorvit y  lo usaremos contra lo que quede de la batalla.—  por primera vez desde que salieron de la ciudad, Oten vio claramente la implicacion de Kramor en aquella misión que les habia sido asignada. Su Dios les observaba. Juzgaba sus actos. Si le desafiaban o contradecían sus principios, les castigaría. Había puesto aquella prueba allí, delante de ellos. No podía obviar sus deseos: ¡Había que combatir! 

-El que paga, manda-dijo Stela sencillamente preparandose para el combate. 

Se quito la mochila y la dejo junto a las mulas. A continuacion ajusto las correas de su armadura una por una. Aunque una pelea tenia mucho de improvisacion sobre la marcha, unas cuantas rutinas previas al follon reducian mucho los imprevistos inesperados. Brogan "Garfio" habia obtenido su mote cuando un zurron lleno de oro que cargaba se le deslizo del hombro en medio de una emboscada y se vio enfrentado a tres bandidos con la mano izquierda y su maza enredada en la cintura. Stela no tenia ninguna maldita prisa en que le colgasen un mote parecido.

Examino al grupo con ojo critico. "Kraken", Morkai y el tipo del oso (Aren, se recordo a si misma) sabian cuidarse solos. Noren y Oten, en cambio, iban de gallitos pero estaban pidiendo a gritos alguien que les hiciera de niñera. Decidio que se mantendria cerca de ellos para mantenerlos a salvo.

Al fin y al cabo, para eso le pagaban.

— Bien. Solo nos queda esperar que lo lagartos y las hormigas combatan entre si — propuso el explorador - Asegurémonos que nos nos vean hasta que sea el momento de actuar — 

— No nos están buscando, así que no debería ser tan difícil esconderse mientras se preparan para el ataque — insistió, tratando de convencerse tanto a si mismo como al resto de sus compañeros. Y cuando empiece el ataque del Slorvït podemos tomar posiciones para nuestro propio ataque — completó sus pensamientos deseando que por una vez los planes no se torcieran y funcionasen como se suponía que debían funcionar.

Morkai se sintió un poco molesto. Había preguntado a Oten y él no le había dicho nada. Meditabundo y pensativo (realmente daba miedo verle pensando) se paseó por la zona. Se estiró para ver si veía por encima de la vegetación.

──Morkai se sube para ver. Morkai cree: bichos muchos en arena, Morkai seguro conoce algo para vencer. Punto débil ──. Como en las historias que contaban los bardos y tal.

Seguía esforzándose por recordar mientras trepaba, cuando aquel grupo de hombres lagarto pasaba tan cerca del grupo que vaya suerte que no les hubieran visto. Je. Y hubieran pasado de largo lindamente si Morkai no hubiera estado distraído, diciendo en "voz baja" (una de esas voces que aunque se susurre, se escuchan al otro lado del campo de fútbol):

──Morkai tiene en punta lengua. Cuando Morkai recuerda, Morkai dice: ¡muy bueno!

Se apostaron entre la foresta para esperar a que comenzase la batalla campal. Los hormigombres parecían ajenos a los dos grupos —hombres lagarto y enanos— que vigilaban sus movimientos. Los obreros, de forma metódica, seguían cargando leña y hojas al interior vigilados por los guerreros.

De pronto hubo movimiento en el río. Firfin señaló unas cabezas que se asomaban entre la corriente: un grupo de hombres lagarto estaban nadando en dirección al hormiguero por el lado que quedaba junto al agua. Al parecer junto con los que habían dejado las huellas que vio Aren y los del Slorvït harían una maniobra de pinza sobre sus enemigos lanzando un ataque por varios flancos. Puede que fueran primitivos pero sabían bastante de escaramuzas.

Pero algo pasaba en la zona del Slorvït: había cierto revuelo. Entonces Stela se dio cuenta de que faltaba Morkai. No hacía falta adivinar más. Cuando uno de los hombres lagarto de la catapulta gigante salió volando por encima de la maleza para caer en picado en medio de los sorprendidos hormigombres obreros Aren no pudo reprimir llevarse una mano a la cara. ¿Qué demonios hacía aquel loco allá adelante?

-¿Cómo diablos ha...?-Stela miró a su alrededor. 

Parecía mentira que se les hubiera escapado algo tan grande como el semiogro. En su defensa, ella había estado haciendo un esfuerzo consciente por ignorar a Morkai y sus torpes intentos de seducción. No obstante, se maldijo por su torpeza: ¿Y si alguien hubiera sido capturado?¡Ni siquiera Firfin se había percatado!

Fuera como fuese, el momento del sigilo había pasado: si dejaban solo a Morkai, no haría más que atraer más atención. Había que hacerse con la máquina de guerra antes de que llegasen más hombres lagarto. 

Salió a la carrera hacia el slorvït. Al pasar junto a Noren le tocó levemente el hombro indicándole que la siguiera. Debían acabar aquello con rapidez.

Cruzó la espesura rápidamente soltando un grito de guerra que lamentó casi al instante. ¡Estaba llamando la atención!

Un matorral se agitó y una enorme figura escamosa la interceptó. Stela levantó el escudo instintivamente pero el mazazo de la criatura la hizo tambalearse. 

-¡MIERDA!