Partida Rol por web

Entonces...- dijo con tono suspensivo el joven aprendiz. - ¡¡En ese lugar se cometió un asesinato!!- inferió Janos tras las palabras de Aldous. si estaba en lo correcto, esa chica perteneció a Percha del Cuervo y algún desalmado la asesinó justo antes de su boda. Había que tirar de ese hilo... 

- Volvamos y preguntemos sobre el caso de alguna moza asesinada justo antes de sus esponsales.- Aconsejó el espigado brujo. Quizás su trabajo fuera algo más complicado de lo que creyeran anteriormente. - Si descubrimos el nombre de la chica, tal vez podamos averiguar más cosas sobre su asesino...-

Los brujos encaminaron sus pasos de vuelta a Percha de Cuervo por una senda diferente a la que habían tomado para ir a los campos de cultivo locales. Las heridas de Aldous le provocaban un dolor constante que requerirían de sanación y le impedían volver a combatir en condiciones en caso de toparse con algún nuevo ser hostil. Por ello, Janos no perdía de vista ni a su maestro ni a cada lado del camino.

Una vez pasaron las puertas de la empalizada de madera de la aldea varios niños que apenas llegaban a los 10 años lanzaron a modo de burla varios tomates a los brujos desde uno de los tejados de las maltrechas casas de madera y paja. Sin duda la llegada de dos mutantes cazadores de monstruos a aquella desolada villa habría sido la comidilla de todos los niños, quiénes seguramente se habrían inventado mil y una historias sobre la "monstruosa" naturaleza de aquellos dos forasteros.

Uno de los tomates impactó directamente en la capa de Janos, dejando una mancha más al resto de suciedad que caracterizaba la vestimenta brujeril, que tanto en común tenía con la de los mendigos y trotamundos.

El joven brujo se agachó para recoger el tomate y lanzárselo a esa recua de pillastres, pero mientras tenía el tomate estallado en su mano, pensó que no les daría el gusto de enfadarse a esos mocosos. Él fue en su día Capa Raída, conocía mejor que nadie las fantasías y juegos de unos niños de aldea. Tras sonreír, le dio un bocado al tomate resquebrajado. A caballo regalado...

- Quizás deberíamos acercarnos al boticario... Ya sé, ya sé, no tenemos dinero pero... Tal vez si le trajéramos ingredientes para sus ungüentos, os sanaría, maestro.- dijo Janos tras dar buena cuenta del fruto de huerta que le alcanzara. Su proposición no era tan descabellada, y mucho menos cuando los brujos comunicaran la peligrosa criatura que habitaba más allá del pantano.

Aldous no pudo evitar sonreír con orgullo cuando Janos le pegó el primer bocado al tomate. Pese al dolor que sentía (y al cansancio), el brujo soltó una buena risotada ante la ocurrencia del joven. Ya estaban acostumbrados a recibimientos como ese, pero de todos modos, siempre era hiriente y vejatorio recibir un trato así.

A pesar de la risa, ver a esos críos ofendiendo de ese modo al muchacho le dolió más que las heridas que había sufrido. A él podían decirle cuánto quisieran, le daba igual; pero no estaba dispuesto a tolerar ese menosprecio hacia su joven amigo.

A menos de una hora caminando acechaba una de las peores criaturas que Aldous hubiese visto jamás, causante de la muerte de no pocos habitantes; y ahí estaban esos mocosos: arrojando tomates contra los únicos que podían salvarles.

Ese era el momento crítico de toda cacería. El punto en el que el desprecio llegaba a un nivel tal que el brujo se planteaba mandarlos a todos a la mierda y dejar que aquello contra lo que estuviesen luchando devorase a todos y cada uno de aquellos hijos de puta.
Resultaría sencillo, sólo tenían que dar media vuelta. Ya se apañarían.

Pero siempre terminaba encontrando una puñetera excusa para quedarse. Esta vez, fue la jovialidad de Janos la que le convenció. El chico se preocupaba de veras por él, y era su obligación devolverle esa devoción adiestrándole correctamente. Abandonar ahora no sería una buena lección para su pupilo.

Desechó la idea de darle una buena zurra a los zagales y se puso en marcha.

- Venga, busquemos a ese boticario. A ver si es capaz de remendar el cuero viejo. Ja, ja.

Los dos brujos encaminaron sus pasos por las calles de Percha de Cuervo hasta una pequeña cabaña, que según habían podido averiguar, pertenecía a una anciana que suplía la función de sanadora y boticaria en aquel desolado asentamiento. Los agudos sentidos olfativos permitieron detectar rápidamente el olor a infusiones y hierbas procedentes del interior, muy similar al que habían detectado cuando unos días atrás pasaron por la aldea de Valdetillo y recibieron hospitalidad del herbolario local. 

Tras golpear suavemente la puerta de madera una voz les indico que podían entrar. En cuánto lo hicieron se encontraron con una habitación círcular en cuyo centro había un caldero que emanaba un olor muy intenso a hierbas y cuyas emanaciones habían llenado toda la cabaña a modo de incienso.

Una mujer yacía junto al caldero removiendo contínuamente su contenido, poco apetitoso, y rodeada de estanterías con frascos y cuerdas de las que colgaban ramos de todo tipo de componentes herbáticos. La imagen recordó a las viejas historías de las brujas que cautivaban a los niños para cocinarlos en sus calderos.

- ¿En qué puedo ayudaros, jóvenes guerreros? - dijo con una voz cansada aquella anciana.

Sabía que el oficio de herbolario podía aislar a una persona y convertirla en un paria, pero lo de aquella mujer era impresionante. Vieja y arrugada, se echaba sobre un caldero que emanaba efluvios de desconocidas infusiones, mientras su recargado hogar, apenas dejaba pasar la luz del sol. 

Janos entró ayudando a su mentor. Lo hizo con cuidado, pues el lugar estaba atestado de tarros repletos de ingredientes y polvorientos manuscritos. Una vez dentro, dejó a Aldous sobre lo que parecía un montón de cajas, pues allí, el veterano brujo podría reposar mientras dialogaba con la mujer.

- Buenas tardes. Mi maestro puede que requiera de su ayuda.- dijo a modo de presentación.- Puede que ya esté enterada. Somos los brujos que intentan esclarecer el asunto de las Cosechas de Sangre.- explicó ganando tiempo para que su preceptor hallara las palabras más adecuadas.

La anciana se levantó con pesadez tras el caldero hirviendo y se acercó con dificultad hasta los dos brujos. Fue entonces cuando se dieron cuenta de algo en lo que no habían reparado antes, la anciana era ciega, sus ancianos ojos parecían ocultos tras una capa cristalina por algún tipo de enfermedad que la dejase sin la visión.

- Ah... los brujos.... - dijo con una voz tranquila, lenta y sosegada - Mal asunto el de las cosechas de sangre... ¿Y qué puede hacer una humilde sanadora para ayudar a vuestro maestro? - preguntó mirando al vacío pero consciente del lugar donde se encontraban ambos cazadores de monstruos. 

- ¿Cómo que qué puede hacer una sanadora? No sé, ¿Qué tal si me cortas el pelo?

Ayudado por Janos, Aldous se había sentado sobre un montón indefinido de bultos. Él dio las explicaciones e hizo las presentaciones pertinentes.
El brujo, cuando la anciana se dirigió a ellos la saludó con un gesto de la cabeza, sin percatarse de que no podía verlos. En seguida añadió: - Buena señora, necesito vendas y algún ungüento para evitar que la herida se inficione.

En ese momento, se retiró la coraza e hizo una mueca de dolor, pues la fina camisa que llevaba debajo se había adherido a los cortes a causa de la sangre.
- Uuuf, me ha jodido bien...

- Verá, en estos momentos no podemos pagarle. Sin embargo, tiene mi palabra de que cuando terminemos el trabajo, le daré lo que pida.

Janos ayudó a a su maestro a quitarse el justillo. La herida tenía muy mala pinta, pero además, el bueno de Aldous había perdido mucha sangre. El veterano brujo comentó la situación en la que se hallaban. No disponían de dinero, pero si cumplían su cometido, se harían con unos buenos orens.

- Incluso, podríamos ayudarle a buscar los ingredientes y componentes que usted nos diga...- añadió el joven brujo intentando no dar la sensación de gorrones que llevaban allí y exigían unos servicios sanativos por la cara - Tenga en cuenta señora que lo que hacemos es importante...- finalizó a la espera de la respuesta de la anciana ciega.

La anciana sanadora se acercó a Aldous y empezó a palpar las heridas del pecho del veterano brujo, provocadas por el hundimiento de las largas uñas de la Dama del Mediodía.

- Habéis hecho enfadar mucho a una mujer para que os haga esto... - dijo la sanadora a modo bromista. A continuación se retiró y fue a una de las estanterías dónde empezó a tantear varios botes y hierbas. De ahí extrajo una especie de pomada de aspecto y olor absolutamente repugnante. Impregnándose las yemas de los dedos empezó a aplicarla sobre las heridas perforantes del pecho de Aldous, a quién le provocó un escozor importante.

- Aunque ahora te escueza, esta pomada aliviará el dolor de las heridas y ayudará a que cicatricen pronto. - dijo pacientemente mientras aplicaba el desagradable unguento sobre la piel. Tras unos minutos aplicándolo, la anciana ciega se retiró. Aldous empezó a notar que el punzante dolor desaparecía paulatinamente, casi de forma milagrosa.

- Respecto al pago... bueno, tal vez haya algo que podáis hacer por mí a cambio. - empezó a explicar la anciana, apoyandose con dificultad en una de las estanterías. - ¿Habéis oído hablar alguna vez de las Damas del Bosque que residen en el Cénagal del Jorobado?

El joven Janos observó con detenimiento cómo la anciana ciega aplicaba aquel emplaste de olor y presencia realmente estomagante. A pesar de eso, el efecto de aquel remedio fue asombroso, pues en breves instantes el dolor de las heridas de Aldous comenzó a remitir.

El aprendiz de brujo observó boquiabierto la gran pericia de aquella mujer que ni siquiera podía ver.  Luego escuchó el trabajo que tenía para proponerles. Aquello era lo justo.

¡¿Damas del bosque?!- jamás había oído nada al respecto.

El brujo abrió mucho los ojos cuando su anfitriona comenzó a palpar en los estantes. ¿Cómo carajo sabía lo que buscaba? Reconoció un frasco con semillas maduras y miró con una mueca a Janos ¿Era necesario guardar juntos el acónito con los sarmientos de clemátide?

Aldous arrugó la nariz cuando la anciana se aproximó con el ungüento. Olía francamente mal, y el brujo no era precisamente novato en lo que a mejunjes apestosos se refería...
Hizo una mueca de dolor cuando comenzó a extender la pasta en su pecho. Momentos después comenzó a sentir cierto alivio; esa mujer sabía lo que hacía, al fin y al cabo.

- Gracias, ha sido usted muy amable.

- ¿Damas del bosque? Bueno, creo que por hoy ya hemos tenido bastante brega con "Damas", pero si me asegura que no tratarán de arrancarme las orejas a mordiscos, quizá sí que podamos ayudarle. ¿Qué necesita?

La anciana ciega sonrío ante las palabras de los dos brujos, que no hayan oído hablar de ellas era comprensible, ¿a quién interesarían los asuntos de una región tan desolada y pobre como Velen?

La sanadora se sentó en un rústico taburete y se apoyó en un bastón que había junto a él. Con ambas manos encima del pomo de este, empezó a explicar. - Se trata de seres más antiguos que el mismo mundo, las tres moiras son hermanas, llamadas Susurradora, Guisadora y Tejedora, y son las soberanas de esta tierra abandonada de la mano de los dioses... - explicó lentamente, como si pronunciar si quiera sus nombres fuera motivo suficiente para inspirar temor y respeto. - Las moiras oyen todo lo que sucede en el bosque, predicen el futuro y tuercen los hilos de las vidas humanas trayendo tanto dichas como infortunios... - continuó explicando cerrando los ojos, y deteniendose un instante. - en tiempos de malas cosechas o de guerra son ellas quienes nos ayudan a sobrevivir, de no ser por las moiras, hace tiempo que Velen hubiese acabado siendo únicamente un pozo sin vida. - concluyó.

- Cada año llevamos una ofrenda en nombre de Percha del Cuervo y yo soy la encargada de depositarla en su capilla, en lo más profundo del Cénagal del Jorobado. Sin embargo mi edad ya no es la que era, y con ese Diablo rondando los campos no me veo con fuerza de cumplir con la tarea. - dijo con voz cansada. - si las moiras no reciben su ofrenda anual, estamos condenados a la desesperación. - sentenció. - por ello, si queréis pagar vuestra deuda conmigo, quisiera que cumplieráis vosotros con la tarea, nadie más se atrevería a salir de la aldea y la ofrenda debe ser este anocher, antes de que inicien su aquelarre... - concluyó con voz seria y contenida. 

El trabajo en sí parecía fácil, pero nada más lejos de la realidad. Para llevar aquella ofrenda hasta el bosque, corrían el riesgo de volver a topar con aquel espíritu vengativo que casi le parte el pecho a Aldous de un zarpazo. - Antes de ir hasta ese lugar, deberíamos averiguar cómo vencer a la Dama del Mediodía, maestro- comentó sin reparar que aquella mujer estaba oyendo todo lo que decían y que la revelación del problema de las Cosechas de Sangre podía hacer correr el nerviosismo entre la población de Percha del Cuervo.

- ... Lo... Lo siento...- se disculpó ante su preceptor. Una vez dicho esto, prosiguió con el plan que tenía ideado. - No sabrá de ninguna muchacha que muriera pocos días antes de que se celebrara su boda, ¿no?- preguntó exponiendo el mecanismo o acontecimiento que solía desencadenar la aparición de aquel tipo de ente. - El monstruo se hace pasar por una chica muy bella de pelo dorado como el trigo y unos brillantes ojos azules...-

Aldous comprendió la turbación de Janos cuando empezó a hablar, pero viendo el estilo de vida de la anciana, era poco probable que socializase lo suficiente como para extender un rumor.
El brujo, que no tenía respuesta para la pregunta que lanzó el joven sobre los decesos de las jóvenes casaderas del pueblo, aguardó por si la curandera sabía algo al respecto.

Con todo, siguió comentando sin preocuparse del hecho de que no estaban solos - Total, de perdidos al río...
- El caso, Janos, es que tienes toda la razón. Lo que tenemos ahora mismo ha resultado no surtir efecto alguno. Como ya te he dicho, sólo se me ocurre hacer uso de las pociones, para las cuales, necesitamos componentes...
Dicho esto, barrió con la mirada la estancia, quizá allí hubiese algo que les resultase útil...

La anciana invidente negó con la cabeza a la pregunta de los brujos referente a chicas desaparecidas. - No suelo enterarme de muchas notícias, la mayoría son trágicas por aquí, y prefiero no escucharlas... la más reciente de la que estoy al tanto es acerca de un diablo rondando los campos - explicó con sinceridad. - mi cuerpo ya no está preparado para sobresaltos y malas nuevas... pero podéis buscar al alguacil Ivanus, el lleva la cuenta de los muertos de por aquí... - dijo sin demasiado entusiasmo.   

- Sé que tenéis que ocuparos de ese diablo, sin embargo el aquelarre se celebrará esta noche, y os habéis comprometido conmigo ahora, podéis llegar al Cénagal del Jorobado sin atravesar las cosechas - dijo mirando fijamente a los brujos con sus ciegos ojos y frunciendo el ceño. - espero que cumpláis vuestra palabra. - añadió de una forma serena que sonó de algún misteriosamente amenazante a oídos de los brujos. 

- No tenéis por qué preocuparos.- afirmó el joven brujo. Aldous y Janos eran personas de palabra. Su oficio consistía en cazar monstruos y si daban su palabra en algún asunto, era suficiente garantía para que se ocuparan de ello con total profesionalidad. - Si está todo dicho, nos dispondremos a marchar, ¿no maestro?...- preguntó a su preceptor. - Pero antes de partir... ¡¿Hay algo que debamos saber de dicho aquelarre?! Naturaleza de tales damas, reacción frente a forasteros, no sé... La información que nos dé será de ayuda.- añadió el espigado muchacho con una sonrisa jovial en su cara.

La sanadora invidente asintió complacida por las palabras de Janos y se dispuso a disipar sus dudas. 

- Poco os ha de interesar realmente el aquelarre, es un ritual que celebran las moiras prohibido para los mortales como nosotros... - advirtió con tono serio. - el único y más importante consejo que puedo daros es que cumpláis con la entrega de la ofrenda y no os extralimitéis a nada más. Las moiras son seres más antiguos que esta tierra, no entienden de Mal ni de Bien, y todos los señores de estas tierras saben que ellas son las auténticas soberanas de Velen, pues con sus agujas e hilos pueden tejer el destino de todos nosotros... - explicó en cierto tono místico, acrecentado debido al ambiente mezclado de tanto olor a pócima y hierba de aquella cabaña. 

- No las ofendáis y mostrad el debido respeto. - concluyó la sanadora invidente a modo de avertencia. 

- La Capilla del cenagal... ¿Hay alguna vereda que seguir, o simplemente hay que hundirse en el lodo hasta dar con el sitio correcto?
Aldous se puso en pie dispuesto a salir en cuanto les dieran las indicaciones pertinentes. Cuando estaba a punto de franquear la entrada, cayó en la cuenta de algo fundamental: - Estooo ¿Qué ofrenda tenemos que llevar?