Partida Rol por web

─Si lo he entendido bien, el otro grupo de goblins se debe haber llevado los barriles, considerablemente valiosos. Pueden ser una buena recompensa en sí misma, además de ayudarnos a rastrearles y alcanzarles ─aclaró el elfo al respecto del tema de los barriles.

Bregolin luego se dedicó a observar las reacciones de sus compañeros. Aquel grupo tan variopinto resultaría de lo más entretenido a un erudito interesado en el comportamiento de las razas sentientes...

─Davor, el símbolo estaba en el bolsillo del goblin, seguramente se lo quitó a alguien que lo llevaba, no era suyo. Si hubiera sido suyo lo hubiera llevado al cuello, no en el bolsillo, ¿no crees? ─razonó el arquero─ Voto por hacer campamento aquí aprovechando el que ya había. Bastará con apartar los cadáveres. Que las bestias del bosque acaben con sus cuerpos. Una hoguera tan grande como para quemar los cuerpos llamaría demasiado la atención─ sentenció finalmente.

Davor observó con cierta decepción al resto tras la palabras del elfo. Había cierta lógica, era otra posibilidad: que los compañeros de gnomo rescatado fueran agentes de Kumash conspirando como parte de su logística. El ardor guerrero se extinguió y la sombra de la sospecha ocupó su lugar en los ojos del semiorco.

- Deberíamos vigilar al medio cuñado. Si lo que comentas es cierto, el símbolo podría ser suyo. - Compartió la confidencia en un susurro al pasar al lado de Bregolin.

- Como veo que no os apetece seguir repartiendo estopa, hagamos noche entonces. - La decepción era más que evidente en su voz. - Voto por dejar los cadáveres y los restos a merced de las bestias salvajes; con suerte, eso nos librará de que nos molesten. Pero tendremos que hacer guardias por sí a los trasgos se les ocurre enviar una patrulla para averiguar qué ha ocurrido con los suyos. - Apartó el cuerpo inerte de un trasgo del tronco en que había sido abatido para acercarlo a la hoguera y usarlo como asiento.

Me quedé allí solo delante de los cadáveres que nadie quería retirar. Incluso el semiorco uso uno de ellos como asiento para descansar. Yo no tenía intención de dormir al lado de un grupo de goblins muertos, así que busqué un rincón lo bastante apartado para que no me llegara el olor a goblin muerto.

Yo hago la primera guardia si no hay problema.

Ya nos dedicaríamos la día siguiente a perseguir al otro grupo de goblins. Si se habían llevado los barriles, no irían muy deprisa y podríamos alcanzarlos y satisfacer las ganas de Davor de repartir mamporros.

─Yo puedo hacer la segunda guardia. Los elfos dormimos mucho menos que los humanos... ─explicó el arquero.

Si lo que decían de los elfos era cierto, "dormían" más o menos la mitad que los humanos, así que todavía sería bien de noche cuando se despertara. Un par de elfos en un grupo y el resto podrían dormir a pierna suelta. Por desgracia no había suficientes elfos en el grupo para eso.

Bregolin se instaló cerca de la hogera, aunque no tanto como para que las chispas pudieran quemarle la manta. Su madre le mataría. Al fin y al cabo la había tejido ella misma y, si no se estropeaba por ese tipo de cosas seguramente duraría muchos años.

El semiorco se desperezó con el aire fresco de la mañana. Los rayos de sol se filtraban entre las copas de los árboles y los pájaros piaban en coro, el aire estaba impregnado de olores silvestres a resina y flores salvajes y sudor trasgo. Aquel suave hedor que flotaba en el aire había sido el primer indicador de que el día comenzaba a torcerse; Davor se apartó a tiempo de evitar que un excremento de ave caído de las alturas le alcanzase. Acto seguido, comenzó a jurar y lanzar improperios en la lengua de los orcos y amenazar con el puño en alto, hacia las copas de los árboles, durante un buen rato. Incluso le propinó una patada a un tronco (con la suela de la bota) antes de calmarse un poco, recoger su equipo de acampada y desayunar algo.

- Creo que no tendría mucho sentido ir hacia donde el rastro viene del este. - Señaló en esa dirección con un trozo de cecina que estaba masticando en la mano. - Algo me dice que esas alimañas se deben de estar acumulando hacia el sur. Y posiblemente duerman la mona tras el festín que se habrán dado con el licor para el viejo Rowe. - Ya habría tiempo más tarde para ajustar cuentas con el gnomo y averiguar de dónde procedía realmente el símbolo.

La noche había sido tranquila y el enfrentamiento d ela jornada anterior había acabado bien para el grupo de héroes. Puede que tuvieran estilos de lucha y formas de pensar muy diferentes, pero eso les hacía más fuertes. Y, al menos de momento, el adversario a superar no se había mostrado demasiado mortífero. De momento. Pero un enemigo como ese, aunque sólo fuera por la fuerza del número, sí podía convertirse rápidamente en un verdadero problema.

─Voto por volver hasta donde se bifurcaba el rastro y seguir al otro grupo. Prefiero ir por donde estoy seguro que han pasado que probar suerte. Esto es un bosque, podríamos perdernos si no vamos con un poco de cuidado.

De hecho, sus padres se lo habían advertido más veces de podía recordar: el bosque es peligroso. Es fácil perderse en él y que te encuentre una alimaña. O una manada, o tribu, o grupo de ellas... (además de los clásicos lobos, dependiendo del bosque también se podían encontrar goblins, kobolds o incluso trolls, por nombrar sólo unos pocos).a

Me desperté de dormir después de mi turno de guardia para ver que no era el primero en hacerlo. Con los ojos semicerrados aún por la claridad en contraste, distinguí a Bregolin y Davor que ya estaban de pie planeando el siguiente paso.

¡Oh! Dioses. ¿Es que no dormís vosotros?

Volví a tirarme al suelo con la mano sobre los ojos para irme acostumbrando a la luz. Al poco, cuando pude abrir los ojos sin ver lucecitas en mi visión, me levanté sacudiéndome los restos de hojas secas de la ropa y recogiendo mis enseres.

¿Qué decíais de seguir el rastro? No creo que saquemos nada de ir hacia el norte. Seguramente los goblins ya habrán saqueado toda la caravana. En realidad el camino del sur es el que deberíamos haber tomado si no hubiéramos visto el humo del campamento.

Me uní a mis compañeros mirando alternativamente al norte y al sur. No deberíamos olvidar por qué estábamos aquí siqueríamos volver y cobrar la recompensa. Si nos desvíabamos de la misión no veríamos una mísera moneda

"Si puedo proponer algo" digo buscando mis objetos personales donde fuese que los goblins las dejaron antes de convertirme en su plan de cena "creo que lo mejor es perseguir a los que quedan. Sinceramente, si han hecho más prisioneros no me gustaría que se los comiesen ¡como casi me hacen a mí, de no ser por la furia de La Mujer Aniquila-Enemigos!" digo haciendo referencia a Zenuri.

Volvieron sobre sus pasos y retomaron el rastro al sur. El camino no era para nada directo, ya que ahora el bosque empezaba a demostrar su naturaleza caótica. El terreno escarpado y salpicado de colinas permitía, de vez en cuando, llegar a terrenos altos que favorecían la orientación, aunque también obligaba al grupo a realizar algunos rodeos extensos buscando senderos que pudieran recorrer los burros. 

El día se presentaba templado y agradable, sin embargo no estaban allí para hacer un picnic. Pronto encontraron, además del rastro, más señales del paso de una banda de goblins. Basura, restos de comida, baratijas descartadas... y otros rastros que se unían al principal. Era evidente que había varias partidas de enemigos recorriendo el lugar.

Un pequeño ruido los alertó. Los burros se frenaron de golpe. Todos afinaron sus oídos.

Gruñidos, ruidos guturales parecidos a ladridos. Hojas revueltas y corridas. Gemidos de un animal. Muy cerca.

Sin dudarlo, saco mi arco corto y preparo una flecha.

"Lobos, gentes. Esto me suena a lobos."
"¿Seremos más astutos que una manada de lobos?"

El camino del sur desveló más presencias que en el norte donde habíamos encontrado a Glimm.

Lobos - fue la primera palabra que llegó a mi mente. Evidentemente, intentaría dar un rodeo para evitar un enfrentamiento directo, pero con dos semiorcos con ganas de juerga, era difícil que me hicieran caso. De cualquier modo, no me enfrentaría directamente con ellos. Esperaría mi oportunidad de atacar cuando estuvieran distraídos.

Dejando salir a mis instintos de supervivencia, busqué un lugar desde donde poder ver el camino, pero que pudiera servirme rápidamente para esconderme si se diera el caso.

Zenuri pasó las primeras horas de la mañana haciendo sus ejercicios matutinos, mientras los demás se quejaban o discutían el curso de acción.

- Glimm, que somos familia, haz el favor - dijo ante el apodo que le puso -. Además, no hubo furia alguna. Eso es algo que reservo solo para enemigos que merecen la pena.

Con los fardos ya recogidos y el hacha limpia, la mujer siguió la marcha de los demás hacia el otro rastro que habían encontrado el dia anterior. Y no auguraba nada especialmente bueno, teniendo en cuenta como cada vez era más y más grande. Y ahora de repente estaban rodeados. Parecían lobos, pero algo no le terminaba de cuadrar.

- ¿Estás seguro de eso? No creo que unos lobos, al menos unos normales. Si nos quisieran cazar se habrían abalanzado sobre nosotros de la nada en vez de dejar clara su presencia. ¿Quizá simplemente nos están advirtiendo de que nos vayamos por otro sitio?

Un grupo de gente, cuando trataba de actuar de forma consensuada, tardaba en actuar. Mientras se decidía a hacer algo, pasaban cosas. Un individuo audaz, sin embargo, podía tomar decisiones instantáneas, tomar la iniciativa, afrontar peligros. Eso era lo que sus padres tan a menudo habían tratado de decirle que no hiciera. Aquel era su principal fuente de conflictos. Pero ahora sus padres no estaban ahí, para sermonearle. Bien podría usar algo de su recién ganada libertad.

─Espero no estar equivocándome... ─pensó para si el elfo.

Sin mediar palabra, el arquero del grupo echó mano a su arco y cargó en él una flecha mientras, con su habitual paso decidido a la par que prácticamente inaudible, se comenzó a dirigir con cautela hacia el origen de los gemidos.

Cuando el burro se detuvo, la primera idea que cruzó la cabeza de Davor era que el animal se negaba a continuar por el terreno difícil del bosque. Estuvo a punto de gritarle una serie de maldiciones cuando oyó los sonidos. Instintivamente echó mano al hacha.

- Eso no son lobos. Los lobos no ladran. - Lanzó una dura mirada al gnomo. Estuvo tentado de darle con el hacha. Con la parte plana de la cabeza, obviamente, no fuera que le acusaran de ser un homícida sanguinario. - Voy a arriesgarme a errar y diré que parecen más... ¿kobolds? - Aquellos pequeños reptilianos no eran una visión frecuente en las Tierras Salvajes, por lo que no pondría la mano en el fuego, dada su relativa falta de experiencia con ellos. Pero si de algo estaba seguro era que no se trataba de lobos.

Por su parte, el elfo había decidido ir por su cuenta y riesgo a comprobar lo qué sucedía. El semiorco desde luego no pensaba ser él quien le disuadiera; Bregolin ya era mayorcito para medir los problemas en los que se metía. Sí, además, los problemas se centraban en el elfo y no en el semiorco, mejor para él. En cierto modo, sería justicia poética que el elfo fuera ahora el cebo. En todo caso, se preparó para actuar; ayudar a Bregolin era algo secundario a la perspectiva de una buena pelea.

Avanzas con cautela unos cuantos metros. Los ruidos se hacen más evidentes y pronto descubres el origen: una manada de animales, similares a perros pero salvajes, flacos, sucios y apestosos, rodea y acecha a un jabalí lastimado. A su lado una pequeña cría chilla asustada. Otro jabalí adulto yace muerto y uno de los perros está desgarrándolo.

Son seis en total, cinco rodeando al jabalí y su cría, y uno más lejos con su presa. No te prestan atención. El jabalí parece cansado y de vez en cuando carga contra uno de los perros, pero en seguida se dispersan y vuelven a rodearlo.

Habías oído hablar de esas criaturas pero nunca habías visto una: perros goblins. Una raza criada por los pieles verdes para acechar y sembrar el caos. Parecen estar actuando por cuenta propia.

─Malditos bichos, crueles, mal rayo les parta en dos... ─pensó para sí el elfo.

Aquellas criaturas eran poco menos que el mal encarnado, actuando malvadamente incluso sin un amo goblin ante el que responder. Lo que estaban haciendo no podía aceptarlo con facilidad.

»No me han visto pero  no puedo con todos, si deciden atacarme a la vez. Pero sí podría herir a uno, tal vez matarlo, y salir corriendo hasta donde están mis compañeros. Disparar y correr...

El elfo, decidido a disparar y lanzarse a correr en pos de sus compañeros, tensó el arco, tal vez demasiado poco, y disparó hacia el perro goblin más cercano. Acto seguido salió de entre los árboles directo hacia sus compañeros de grupo.

─¡Perros goblin tras de mi!

No tuvieron que esperar mucho, Bregolin volvió a la carrera y, tras él, una manda de animales parecidos a perros, pero más sucios, flacos, y apestosos. Todos sabían que los goblins odiaban a los perros, pero habían domesticado a esa raza enfermiza que con los perros compartían sólo el nombre.

Eran tres, y de la boca les colgaba una mezcla de baba y sangre. Estaban excitados por la caza y no se intimidaron ni un poco cuando vieron al resto del grupo. Aullando y ladrando se lanzaron a la batalla.